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Radio Ambulante - Acuario de papel

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¿Cuál es el valor de una universidad pública?

La Universidad de Oriente en Cumaná era un motor de la clase media en uno de los estados más pobres de Venezuela. Pero cuando las cosas en el país empezaron a empeorar hace más de una década, la importancia de esta universidad pública fue puesta en duda. Y un grupo de trabajadores, profesores y estudiantes tuvieron que hacer todo lo posible por defenderla.

En nuestro sitio web puedes encontrar una transcripción del episodio.

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:
Esto
es
Radio
Ambulante
desde
NPR.
Soy
Daniel
Alarcón.
El
campus
de
la
Universidad
de
Oriente
de
Cumaná,
Venezuela,
está
construido
sobre
un
pequeño
cerro
con
vistas
panorámicas
del
Caribe. Era
una
joya
que
brillaba
con
luz
propia.
El
que
entraba
a
la
universidad,
aunque
sea
por
un
semestre,
nunca
la
olvidaba. Él
es
Juan
Savignac
Chen.
Tiene
69
años
y
nació
en
la
Isla
Margarita,
en
el
noroeste
de
Venezuela.
La
primera
vez
que
salió
de
ahí
fue
a
los
17,
cuando
se
fue
a
estudiar
a
la
Universidad
de
Oriente.
La
UDO,
como
también
se
la
conoce,
es
una
de
las
universidades
públicas
más
importantes
de
ese
país.
Fue
fundada
en
1958
y
tiene
sedes
en
cinco
ciudades
del
oriente
de
Venezuela,
incluyendo
Cumaná.
Cuando
Juan
llegó
ahí
a
estudiar
en
1972,
encontró
un
campus
nuevecito
y
una
pequeña
ciudad
dedicada
a
la
vida
universitaria.
Desde
sus
inicios,
la
UDO
fue
un
motor
de
crecimiento
económico
para
Cumaná
y
para
el
estado
de
Sucre,
uno
de
los
más
pobres
del
país. La
UDO
llegó
a
representar
aquí
la
gallina
de
los
huevos
de
oro.Porque
ofrecía
muchísimos
beneficios:
comedor,
transporte,
descuentos
en
tiendas…
y
sobre
todo
la
promesa
de
una
mejor
vida.
Para
trabajadores,
profesores,
vecinos,
estudiantes.
Tanto
así
que
a
ella
llegaban
a
trabajar
y
a
estudiar
de
todas
partes
de
Venezuela,
desde
Mérida
hasta
Maracaibo. Amanecíamos
en
las
calles
estudiando.
Y
nadie…
la
delincuencia
era
mínima,
pues.
Se
respetaba
al
estudiante. Pertenecer
a
la
UDO
era
un
motivo
enorme
de
orgullo,
algo
que
te
marcaba
para
toda
la
vida.
En
1984
la
UDO
le
dio
trabajo
a
Juan:
una
pasantía
de
dos
meses
en
una
de
las
bibliotecas
más
importantes
de
la
universidad:
la
Biblioteca
Doctor
Rafael
A.
Curra
del
Instituto
Oceanográfico
de
Venezuela.
Juan
la
recuerda
perfecto.
En
la
entrada
tenía
una
puerta
con
un
vidrio
grueso
de
color
marrón.
Al
cruzar,
a
la
derecha,
había
un
mostrador
y
unos
lockers
de
madera,
para
recibir
los
bolsos
de
los
visitantes.
La
biblioteca
era
pequeña,
poco
menos
que
una
cancha
de
tenis.
Pero
el
tamaño
no
importaba.Ese
pequeño
cuchitril
que
estaba
ahí
era
mejor
de
todas.
Ahí
había
material
que
no
aparecía
en
internet.Había
una
sala
de
consultas
con
sus
mesas
para
los
visitantes.
Había
secciones
de
revistas
especializadas,
de
publicaciones
seriadas
y,
por
supuesto,
de
libros,
algunos
de
200
años
de
antigüedad.
Todos
en
sus
estanterías
de
metal
y
de
madera.
La
biblioteca
era
un
poco
anticuada,
sí,
pero
sobre
todo
en
sus
formas.
Todo
era
tan
estricto,
tan
rígido
y
hermético…
que
los
que
trabajaban
ahí
no
dejaban
reacomodar
ni
un
mueble.
Las
sillas
y
las
mesas
tenían
papelitos
marcados
con
los
nombres
de
investigadores,
para
su
uso
exclusivo.
Y
además,
solo
la
podían
usar
estudiantes
de
posgrado
e
investigadores. Los
estudiantes
rasos,
como
los
llamaba
yo,
que
eran
los
que
estaban
estudiando
licenciatura,
no
tenían
acceso. A
Juan
le
parecía
absurdo
que
un
lugar
lleno
de
tanta
información
fuera
tan
restringido,
casi
hostil.
Esto
venía
de
sus
años
de
estudiante,
cuando
las
bibliotecas
eran
lugares
demasiado
autoritarios
para
su
gusto.
Pero
ahora
que
Juan
formaba
parte
de
este
mundo,
se
atrevió
a
pensar
en
transformarlo.
Vamos
a
cambiar
la
tónica
de
esta
biblioteca. Al
principio
siguió
al
pie
de
la
letra
todas
las
reglas,
y
con
trabajo
metódico
y
duro
se
fue
convirtiendo
en
uno
de
los
mejores
empleados.
Cuando
pasaron
los
dos
meses
de
la
pasantía,
le
preguntó
a
su
jefe
si
se
podía
quedar.
Y
él
le
dijo:Me
gusta
como
usted
trabaja.
Váyase
cuando
le
la
gana.Y
Juan
se
quedó. Y
eso
me
motivó
y
ahí
fui,
fui,
fui
trabajando,
trabajando
como
la
hormiguita…Hasta
que
sintió
que
había
encontrado
su
lugar.Yo
era
Juan
en
la
biblioteca,
era
mi
sitio,
era
mi
mundo.Un
mundo
que
por
girar
en
torno
a
las
ciencias
del
mar
Juan
llamó
su
acuario.
Un
mar
de
papel,
de
libros,
de
tesis
y
de
revistas
en
el
que
Juan
se
fue
sumergiendo
a
lo
largo
de
más
de
30
años.
Uno
que
pensó
que
siempre
estaría
ahí…
para
las
generaciones
futuras.
Pero
¿qué
pasa
cuando
el
ahora
es
tan
urgente
que
el
futuro
deja
de
importar?
¿Qué
estás
dispuesto
a
hacer
para
salvar
un
lugar
en
el
que
otras
personas
han
dejado
de
creer?
Les
contamos
después
de
la
pausa.
[MIDROLL]Estamos
de
vuelta
en
Radio
Ambulante.
Esta
historia
fue
producida
por
la
periodista
venezolana
Nayrobis
Rodríguez
y
por
nuestro
productor
Pablo
Argüelles.
Acá
Pablo. Durante
los
años
que
estuvo
en
la
biblioteca
del
Instituto
Oceanográfico
de
Venezuela,
Juan
Savignac
vivió
para
trabajar.
Al
principio
lo
motivaba
un
instinto
de
supervivencia:
el
deseo
por
hacerse
indispensable
y
no
perder
su
trabajo.
Era
muy
joven
y
sin
ningún
conocimiento
práctico.
Pero
con
el
tiempo
fue
cultivando
también
un
espíritu
de
servicio:
una
devoción
y
una
vocación
por
la
pequeña
biblioteca
que
comenzó
a
absorber
la
mayor
parte
de
sus
días.
Porque
Juan
solía
llegar
a
la
universidad
a
las
5:30
de
la
mañana
y
también,
de
vez
en
cuando,
acostumbraba
pasar
noches
enteras
entre
sus
libros.
Yo
estuve
45
días
seguidos.
45
días
durmiendo
en
la
biblioteca.
Y
en
esas
largas
jornadas
y
desvelos
Juan
comenzó
a
leer.
Todo,
todo,
todo.
De
pasillo
en
pasillo,
de
estante
en
estante.
Todo
lo
que
pudiera
sobre
las
ciencias
del
mar,
todo
lo
que
los
investigadores
dejaban
a
su
paso.
Todo
papelito
que
tiraban
yo
lo
agarraba,
lo
leía,
lo
procesaba.
Y
si
había
algo
que
no
sabía,
yo
anotaba
la
palabra,
la
buscaba
y
hasta
que
yo
no
la
utilizara,
no
la
sacaba
del
bolsillo.
Y
mientras
más
leía,
más
grande
y
preciosa
le
parecía
la
pequeña
biblioteca.
Pero
Juan
no
solo
leía,
también
memorizaba.
Muchas
veces
en
voz
alta.
Algunos
de
sus
colegas
le
decían
que
estaba
loco.
Pero
él
dice
que
esa
locura
le
permitía
saber
dónde
encontrar
el
75%
del
contenido
de
la
sección
de
revistas,
y
el
100%
de
la
sección
de
libros.
O
sea,
unos
5,757
libros,
783
tesis,
900
folletos.
Y
unos
cuantos
millones
de
revistas,
según
sus
estimados.
Y
así,
cuando
llegaban
investigadores
de
todo
el
mundo…
:
Rusos,
chinos,
francés,
italianos…
Y
Juan
los
atendía…
¿Qué
quiere
usted?
Y,
digamos,
le
pedían
información
de
la
fosa
de
Cariaco,
la
segunda
mayor
cuenca
anóxica
del
mundo;
o
sobre
algas,
camarones,
mejillones,
corales,
peces
marinos
o
peces
de
río,
fitoplancton,
zooplancton,
ictioplancton,
o
quizás
caracoles
del
Caribe,
conocidos
también
como
botutos.
¡Ah,
el
botuto!
Aquí
lo
tiene.
Juan
ya
sabía
exactamente
dónde
buscar.
Y
cuando
sus
compañeros
lo
criticaban
por
saltarse
las
reglas…“¡No
puede
ser,
estás
haciendo
mal
el
trabajo!” Por
tener
un
trato
demasiado
directo
con
los
usuarios,
por
no
usar
el
sagrado
sistema
de
fichas
bibliográficas,
Juan
les
decía:“El
usuario
tiene
un
tiempo
precioso.
Él
no
tiene
un
día
para
venir
a
consultar.
Ahorrémosle
tiempo.“Le
parecía
lo
más
lógico
volver
todo
más
amable,
más
asequible.
Con
el
tiempo,
Juan
fue
tomando
más
confianza
y
un
día
se
atrevió
a
arrancar
los
papelitos
con
los
nombres
de
los
investigadores
que
estaban
en
las
sillas
y
mesas
del
área
de
consulta.Porque
todos
somos
la
universidad.
No
era
un
grupo
exquisito
o
de
“¡Ah!
Ellos
son
los
doctores…”
¡No!Después
logró
conseguir
el
permiso
de
sus
superiores
para
abrir
las
puertas
a
los
estudiantes
de
licenciatura.
Pero
como
no
muchas
personas
sabían
que
la
biblioteca
existía…
puso
un
cartel
afuera,
con
letras
bien
grandotas:
Biblioteca
Doctor
Rafael
A.
Curra. Entonces
teníamos
estudiantes
visitando
de
todo
el
núcleo. Juan
quería
que
la
biblioteca
fuera
un
pequeño
refugio
en
el
corazón
de
la
Universidad
de
Oriente.Porque
la
biblioteca
servía
hasta
también
para
llorar.
Porque
teníamos
una
mesita,
lo
habíamos
hecho
ya
adrede,
una
mesita
apartada.
¿Y
eso
para
qué?
Para
aquel
que
quiera
venir
a
desahogar
sus
penas
y
que
nadie
lo
moleste. Y
así
la
biblioteca
se
extendía,
lentamente,
año
tras
año.
Y
esa
lentitud
estaba
bien.
Porque
la
biblioteca,
y
en
realidad
toda
la
universidad,
eran
un
proyecto
a
muy
largo
plazo.
Requerían
paciencia
y
estabilidad.
En
2017,
más
de
30
años
después
de
empezar
su
pasantía,
Juan
fue
nombrado,
por
fin,
jefe
de
la
biblioteca.
Pero
para
ese
momento,
en
todo
el
país,
la
paciencia
y
la
estabilidad
ya
se
estaban
agotando.
Aquí
hay
que
retroceder
un
poco
en
el
tiempo
y
salir
por
un
momento
de
la
universidad.
Cuatro
años
antes
de
que
Juan
fuese
nombrado
jefe,
en
el
2013,
cuando
Nicolás
Maduro
llegó
al
poder,
Venezuela
empezó
a
caer
en
una
crisis
económica
que
no
dejaría
de
empeorar
en
los
siguientes
años.
Y
con
esa
crisis
económica,
la
situación
de
las
universidades,
que
ya
iba
en
declive,
se
agravó.
Porque
desde
hacía
casi
una
década,
cuando
Hugo
Chávez
estaba
en
el
poder,
el
gobierno
había
comenzado
a
reducir
el
financiamiento
de
las
universidades
públicas
del
país,
incluyendo
la
UDO.
Eso
empeoró
con
Nicolás
Maduro,
hasta
el
punto
que,
en
el
2014,
la
UDO
solo
recibió
el
28%
del
presupuesto
que
solicitó.
Y
como
la
mayoría
de
ese
dinero
servía
para
gastos
y
salarios,
con
los
recortes
los
trabajadores
universitarios
comenzaron
a
ganar
cada
vez
menos. El
profesor
universitario
era
de
clase
media
alta. Ella
es
Mayré
Jiménez,
directora
del
Instituto
Oceanográfico
de
Venezuela. Ahora
no,
ahora
somos
baja.
Aquí
la
clase
media
se
acabó. “Aquí”,
en
la
universidad,
y
“aquí”,
en
el
país.
Por
el
2016,
en
medio
de
la
crisis
y
los
continuos
recortes
de
presupuesto,
los
mecanismos
que
aún
sostenían
a
la
Universidad
de
Oriente
comenzaron
a
fallar.
El
comedor
empezó
a
dar
una
comida
al
día
en
vez
de
tres.
El
transporte
universitario
dejó
de
funcionar.
Algunos
profesores,
cuyos
salarios
apenas
alcanzaban
para
comprar
una
bolsa
de
arroz
al
mes,
comenzaron
a
jubilarse
o
a
emigrar.
Y
a
muchos
estudiantes
se
les
presentó
un
dilema:
comer
o
estudiar.
Y
esos
no
fueron
sus
únicos
problemas.
También
comenzaron
los
asaltos
en
la
UDO. Y
era
de
imprevisto.
Y
uno
salía
de
la
clase
y
de
repente
te
encontrabas
con
el
ladrón,
la
pistola,
con
otro
más
y
“todo
el
mundo
quieto”
y
le
quitaban
a
todo
el
mundo
las
carteras,
los
morrales,
los
teléfonos. La
comunidad
universitaria
reaccionó.
Algunos
colectivos
de
estudiantes
comenzaron
a
organizar
protestas
en
Cumaná.
Y
las
autoridades
universitarias
también
presentaron
varias
denuncias
ante
la
fiscalía.
Pero
la
respuesta
que
recibían
era
que
el
gobierno
no
podía
enviar
fuerzas
de
seguridad
dentro
del
campus,
porque
la
Universidad
de
Oriente
era
autónoma. Esa
autonomía
universitaria
impedía
que
la
policía
o
la
guardia
nacional,
a
menos
que
fuera
un
acontecimiento
muy
grande,
tuviera
acceso
libre
a
entrar
a
la
universidad. La
autonomía
universitaria
es
un
concepto
que
tiene
mucha
historia
en
Latinoamérica.
Fue
surgiendo
hace
más
de
100
años
en
diversos
países
de
la
región,
desde
Argentina
hasta
México,
como
un
mecanismo
de
defensa
de
las
universidades
frente
al
poder
y
los
abusos
de
los
Estados.
A
grandes
rasgos,
la
autonomía
permite
a
las
universidades
públicas
elegir
sus
propias
autoridades,
definir
la
mejor
forma
de
utilizar
sus
presupuestos
y
tener
libertad
de
investigación
y
de
cátedra.
Además
de
que
impide
que
fuerzas
de
seguridad
ajenas
entren
en
sus
territorios.
En
Venezuela,
la
autonomía
universitaria
existe
como
ley
desde
1958,
año
en
que
se
fundó
la
Universidad
de
Oriente.
Pero
en
mayo
de
2016,
abrumada
por
olas
y
olas
de
asaltos,
la
UDO
aprobó
una
resolución
para
que
las
fuerzas
de
seguridad
del
Estado
pudieran
entrar
a
los
campus
de
todas
sus
sedes,
entre
ellas
la
de
Cumaná.Que
dieran
rondas
adentro
de
la
universidad
para
evitar–
porque
como
no
había
policía–
los
vigilantes
de
la
universidad
no
podían
estar
armados.
Solo
tenían
un
garrote
en
la
mano
como
única
protección. Fue
una
medida
extraordinaria.
Con
esto,
la
Universidad
de
Oriente
estaba
sacrificando
parte
de
su
autonomía.
Pero
las
autoridades
no
respondieron
a
esta
resolución
más
que
con
actos
simbólicos.Ahí
a
veces
entraba
una
patrulla,
daba
una
vuelta,
pero
nada.Sin
el
apoyo
del
gobierno,
la
UDO
estaba
sola.
Y
los
asaltos
siguieron
impunes.
Y
luego,
en
junio
del
2016,
Cumaná
estalló.
Más
de
400
detenidos
en
Venezuela
durante
los
saqueos
de
comercios.
La
policía
ha
reforzado
la
seguridad
en
la
ciudad
de
Cumaná,
donde
ha
tenido
lugar
el
pillaje
en
medio
de
una
ola
de
disturbios…Durante
dos
días,
fueron
saqueados
alrededor
de
un
centenar
de
negocios
de
la
ciudad.
Panaderías,
supermercados
y
ferreterías
fueron
arrasados
el
martes
en
lo
que
comenzó
como
una
protesta
en
reclamo
de
comida.Los
disturbios
se
comenzaron
a
etiquetar
en
las
redes
sociales
como
“Cumanazo”.
Hubo
tiroteos
entre
la
Guardia
Nacional
y
civiles.
Murió
una
persona
y
hubo
veinte
heridos.
La
violencia
alcanzó
barrios
cercanos
a
la
Universidad
de
Oriente.
Y
los
rumores
no
se
demoraron
en
llegar.
Por
el
2017,
cuando
Juan
ya
era
jefe
de
la
biblioteca
y
pasaba
la
mayoría
de
su
tiempo
ahí,
empezó
a
escuchar
algo
inquietante.
De
vez
en
cuando
acostumbraba
tomar
café
con
los
trabajadores
de
mantenimiento
y
los
guardias,
y
ellos
le
comenzaron
a
decir
que
en
un
barrio
colindante
a
la
UDO,
llamado
Los
Molinos,
cerca
de
donde
había
sucedido
el
Cumanazo,
se
hablaba
de
saquear
la
universidad. “Juancito,
por
allá
se
escucha
que
van
a
atacar
al
núcleo”…
“Juancito,
acuérdate
de
lo
que
te
dije
ayer”…
“Ten
cuidado,
no
te
quedes”…
“Cónchale,
déjate
de
eso.
¡La
universidad
nunca
te
lo
va
a
pagar!”Pero
Juan
les
decía:“No
es
la
universidad…
Soy
yo.
Si
yo
me
salgo
de
aquí,
¿para
dónde
me
voy?”Abandonar
la
UDO
significaba
dejar
todo
lo
que
le
daba
sentido
a
su
vida.
Las
noches
de
lectura,
los
libros
memorizados,
las
visitas
de
los
estudiantes
y
profesores.
Su
trabajo.
Así
que
siguió
metido
en
la
biblioteca.
Pero
también
intentó
sonar
las
alarmas
con
sus
superiores.
Y
cuando
lo
hacía,
ellos
le
decían:“¡Eso
son
rumores
de
camino!”
Chanfles,
¿cómo
hace
uno
para
que
crean
que
el
de
abajo
está
escuchando
algo
que
el
de
arriba
tiene
los
oídos
tapados?
Bueno,
lo
que
hay
que
hacer
es
esperar
entonces… Una
pausa
y
volvemos.
[MIDROLL]Estamos
de
vuelta
en
Radio
Ambulante.
Durante
más
de
cincuenta
años,
la
Universidad
de
Oriente
en
Cumaná
fue
un
motor
de
la
clase
media
en
el
estado
de
Sucre,
en
Venezuela.
Fue
un
lugar
pacífico,
autónomo,
casi
sagrado.
Hasta
que,
en
2013,
el
país
empezó
a
entrar
en
una
crisis
económica
muy
profunda.
Poco
después
empezaron
a
haber
asaltos
dentro
del
campus
y
Juan
comenzó
a
escuchar
unos
rumores
muy
inquietantes:
que
el
saqueo
del
campus
y
de
todos
sus
tesoros
era
inminente.
Y
sin
ayuda
del
Estado,
lo
único
que
podían
hacer
los
universitarios
era
esperar…
Nuestro
productor
Pablo
Argüelles
nos
sigue
contando.
:
La
espera
no
duró
mucho.
Mientras
Juan
y
Mayré
seguían
yendo
religiosamente
al
Instituto,
los
rumores
se
volvieron
realidad
en
los
edificios
de
Matemáticas
y
de
Ciencias.
Ahí
comenzaron
los
saqueos. Estas
personas
utilizaron
la
Universidad
de
Oriente
como
ferretería. Él
es
Alejandro
Rincones.
Estudió
Química
en
la
UDO
entre
el
2015
y
el
2020.Les
faltaba
una
puerta,
la
iban
a
buscar
a
la
Universidad
de
Oriente.
Les
faltaba
una
silla,
la
iban
a
buscar
a
la
Universidad
de
Oriente.
Les
faltaba
una
mesa,
la
iban
a
buscar
a
la
Universidad
de
Oriente.Los
robos
de
útiles
y
material
en
el
edificio
de
Ciencias
comenzaron
por
lo
menos
desde
el
2014.
Pero,
según
Alejandro,
a
partir
del
2017
el
problema
se
agravó
muchísimo
más.
Fue
entonces
cuando
comenzaron
a
desaparecer
ya
no
solo
una
caja
de
guantes
por
aquí
o
un
par
de
sillas
por
allá,
sino
también
cosas
más
grandes
y
valiosas. Balanzas,
pesos,
computadoras.Alejandro
formaba
parte
de
un
colectivo
estudiantil
llamado
Conciencia
Activa,
y
también
de
la
asociación
de
estudiantes
de
química.
Al
principio
se
enfocaban
solamente
en
temas
académicos.
Pero
cuando
las
cosas
empezaron
a
ir
mal
en
la
universidad,
comenzaron
a
involucrarse
mucho
más
en
su
defensa.
Como
el
gobierno
no
estaba
respondiendo
a
la
llamada
de
auxilio
para
protegerlos,
ellos
mismos
tenían
que
hacerlo.Muchas
veces
nos
quedamos
a
dormir
allí
por
solicitud
y
de
apoyo
a
algunos
vigilantes
del
edificio.Y
esa
defensa
podía
llegar
a
ser…
radical.
Alejandro
recuerda
que
un
día,
unos
compañeros
del
departamento
de
física
encontraron
a
unos
saqueadores
dentro
del
edificio… Los
amarraron
en
un
pupitre,
les
echaron
gasolina…
sin
prenderlos
ni
nada,
pero
para
amenazarlos
a
ellos
y
para
sembrar
temor
en
ellos
de
que
no
lo
volvieran
a
hacer.Y
luego
los
llevaron
a
la
fiscalía,
que
está
justo
frente
al
campus. Pero
la
fiscalía
no
procedía
en
nada
y
liberaban
a
los,
a
los
detenidos
debido
a
que
no
eran
los
estudiantes
los
encargados
de
llevar
a
los
delincuentes
ni
poner
la
denuncia.Según
la
policía,
las
denuncias
debían
venir
directamente
de
las
autoridades
universitarias.
Alejandro
y
sus
compañeros
hablaron
con
la
directora
del
campus
sobre
denunciar
formalmente
los
saqueos.
Con
mucho
temor
ella
decía
que
no
se
atrevía
a
denunciarlos
por
las
represalias
que
podían
tomar,
eh,
contra
ella
que
ya
había
sido
amenazada
en
muchísimas
ocasiones
por
estos
delincuentes. Contactamos
a
la
directora
para
hablar
al
respecto,
pero
nos
dijo
que
prefería
no
darnos
la
entrevista.
Sin
el
apoyo
de
nadie,
fue
inevitable
que
los
saqueos
siguieran.
En
mayo
de
2018,
el
edificio
de
Ciencias
sufrió
un
nuevo
golpe:
el
aire
acondicionado
en
el
laboratorio
de
Química
analítica
fue
robado,
y
en
la
sala
de
lectura
del
departamento
de
Física
desaparecieron
unos
ventanales
de
vidrio.
Cada
vez
era
más
difícil
seguir
estudiando. Mientras
más
nos
atrasamos,
más
tiempo
duramos
dentro
de
la
universidad
y
eso
nos
frustraba
más.
Eso
nos
motivaba
a
llegar
a
lugares
donde
quizás
normalmente
no
llegaríamos.Fue
ahí
que
Alejandro
y
otros
de
sus
compañeros
tomaron
una
decisión:Nos
fuimos
un
grupo
de
estudiantes
al
barrio
Los
Molinos.Los
Molinos,
el
barrio
donde
se
sospechaba
que
vivían
los
saqueadores. Más
que
miedo,
era
enojo
lo
que
nos
motivó
a
ir
allá. Alejandro
y
los
otros
estudiantes
comenzaron
a
bajar
la
pequeña
cuesta
que
separa
el
edificio
de
Ciencias
del
Barrio.
Era
cerquita,
a
unos
300
metros.
Y
como
venían
desde
un
terreno
más
alto,
era
fácil
verlos
desde
abajo.Sí
recuerdo
unos
niños
que
cuando
nosotros
nos
íbamos
acercando,
éramos
alrededor
de
siete
personas,
salieron
corriendo
a
como
a
que
avisarle
a
las
personas
que
estaban
allí,
que
venía
alguien.Los
estudiantes
llegaron
al
pie
de
la
cuesta.
Y
ahí
vieron
todo… Ahí
nos
encontramos
con
un
cementerio
de
artefactos
robados.
Había
unas
especies
de
fogatas
con
piedra
que
no
solo
presumíamos,
sino
tenemos
la
certeza
de
que
era
para
quemar
el
cobre
que
extraían
de
los
cables,
de
los
equipos… Vieron
carcasas
de
computadoras,
unas
40.
Y
también
de
aires
acondicionados.
Todos
tenían
las
etiquetas
que
los
identificaban
como
“bienes
nacionales”,
o
sea
propiedad
de
la
UDO.
Los
estudiantes
continuaron
caminando
hacia
el
barrio.
Las
puertas
se
cerraban
a
su
paso
y
cuando
tocaban
una,
nadie
abría.
Hasta
que
apareció
una
señora…Nos
dijo
que
nosotros
nos
podíamos
entrar
pa
allá,
así
como
que
así,
que
eso
era
territorio
de
ellos.La
mujer
comenzó
a
gritarles. Que
nos
fuéramos,
que
nos
fuéramos,
que
nos
fuéramos. Otras
personas
comenzaron
a
salir
también.
Las
cosas
se
pusieron
tensas.
Uno
de
los
estudiantes
comenzó
a
discutir
con
la
gente
que
los
rodeaba.
Pero
otros
prefirieron
volver
a
la
universidad.
Y,
más
frustrados
que
antes
y
con
tanta
rabia,
tomaron
una
decisión
radical:
quemaron
los
caminos
que
conectaban
a
la
universidad
con
Los
Molinos. Hicimos
una
quema
de,
de,
de
escombros.
O
sea,
en
nuestra
ignorancia
pensamos
que
eso
los
podía
detener,
pero
no,
no..No
pararon.
De
hecho,
a
partir
de
ahí
todo
empeoró
todavía
más…
pues
la
situación
política
de
Venezuela
y
el
día
a
día
de
la
UDO
empezaron
a
colisionar.
“Juramento,
juramento,
juramento” El
23
de
enero
de
2019,
frente
a
miles
de
personas
en
Caracas,
el
presidente
de
la
Asamblea
Nacional,
Juan
Guaidó
hizo
juramento
como
jefe
interino
del
ejecutivo…
¡Juro!Es
decir,
como
sustituto
de
Nicolás
Maduro,
quien
se
había
reelegido
poco
antes
en
unas
elecciones
boicoteadas
por
la
oposición
y
sin
reconocimiento
de
la
mayoría
de
la
comunidad
internacional.
Fueron
semanas
muy
tensas.
El
país
y
el
mundo
entero
se
movilizaban
a
favor
y
en
contra
de
Guaidó
y
de
Maduro.
Y
las
universidades
venezolanas
también
comenzaron
a
tomar
postura.
A
inicios
de
febrero,
los
rectores
de
la
Universidad
Central
de
Venezuela
y
de
la
Universidad
Simón
Bolívar
se
reunieron
con
Guaidó
para
respaldarlo.
Otras,
como
la
del
Zulia,
la
de
Carabobo
y
la
de
los
Andes
también
lo
apoyaron.
Y
en
medio
de
esta
ola
de
reconocimientos
a
Guaidó,
el
14
de
marzo
el
Ministerio
de
Educación
Superior
de
Venezuela
congeló
la
entrega
de
presupuestos
a
varias
universidades
autónomas
del
país.
La
razón
fue
sencilla:
al
no
mencionar
en
el
documento
de
solicitud
del
presupuesto
a
Nicolás
Maduro
como
–y
aquí
cito–
“presidente
constitucional
de
la
república”
las
universidades
se
quedaban
sin
dinero
para
pagar
la
nómina
de
sus
trabajadores.
Cinco
días
después,
la
rectora
de
la
Universidad
de
Oriente,
Milena
Bravo,
viajó
a
Caracas
para
reunirse
con
Guaidó
y
respaldar
su
plan
político.
Y
las
consecuencias
no
tardaron
en
llegar
a
la
universidad.
Cuando
son
las
nueve
de
la
noche
en
el
salón
rectoral
de
la
Universidad
de
Oriente…El
30
de
abril
del
2019,
un
grupo
de
hombres
afines
al
régimen
de
Nicolás
Maduro
ocuparon
la
rectoría
de
la
UDO
en
Cumaná.
Este
es
el
audio
de
un
video
que
comenzó
a
circular
en
redes
y
medios
venezolanos
pocos
días
después.
En
el
video,
cuatro
hombres
entran
a
las
oficinas
vacías
de
la
rectora
de
la
UDO,
Milena
Bravo.
Milena,
tu
tiempo
se
acabó,
Consejo
Universitario,
su
tiempo
se
acabó.
La
universidad
va
a
prosperar.
Va
garantizar
el
derecho
al
estudiante,
el
derecho
al
obrero,
para
que
verdaderamente
tenga
una
universidad
digna.Los
hombres
no
se
identifican,
no
muestran
pruebas
de
ser
estudiantes
o
trabajadores
de
la
UDO.
Solo
dicen
que
están
bajo
las
órdenes
del
Ministro
para
la
Educación
Universitaria.
Y
luego
descuelgan
de
las
paredes
de
la
oficina
dos
retratos
de
la
rectora,
una
fotografía
y
una
pintura.
Y
en
su
lugar…
Hazme
un
favor.
Pásame
al
único
hombre
que
ha
reivindicado
el
proceso
histórico
universitario
como
lo
es
el
comandante
en
jefe
Hugo
Chávez. Los
hombres
cuelgan
un
retrato
de
Hugo
Chávez.
Seguimos
venciendo,
con
Chávez
y
Maduro.
¡Viva
la
patria!
¡Viva
la
patria!La
ocupación
de
la
rectoría
duró
unos
tres
meses.
Por
entonces,
los
saqueos
en
la
universidad
ya
se
habían
propagado
hacia
el
corazón
del
campus.
La
universidad
ya
no
tenía
luz,
los
transformadores
habían
sido
desmantelados
y
las
clases
nocturnas
se
cancelaron.
Algunos
profesores
y
estudiantes
seguían
yendo
durante
el
día
pero
tenían
que
acercarse
a
las
ventanas
para
trabajar
con
la
luz
del
sol.
Y
cuando
anochecía,
la
universidad
se
convertía
en
tierra
de
nadie.
Por
las
madrugadas
se
escuchaban
desde
los
alrededores
los
martilleos
y
los
taladros
de
los
saqueadores,
que
ahora
estaban
desmantelando
la
infraestructura
de
la
universidad.
Paredes,
techos,
suelos,
escaleras.
Por
ese
entonces
los
edificios
de
Matemáticas
y
de
Ciencias
ya
no
eran
más
que
esqueletos.
Luego
vinieron
también
los
edificios
de
Estudios
Básicos,
luego
la
Asociación
de
Profesores,
después
el
Auditorio.
Prácticamente
lo
único
que
quedaba
era
el
IOV. El
Instituto
Oceanográfico
donde
Mayré
seguía
trabajando.
Durante
todos
estos
meses,
ella,
Juan
y
otros
miembros
de
la
comunidad
del
IOV,
a
pesar
de
todo,
siguieron
subiendo
al
campus.
Y
nosotros
veíamos
eso
y
decíamos
“no,
esto
se
va
a
parar.
Esto
no
va
a
seguir.
Aquí
no
va
a
llegar.” Habían
puesto
barrotes
en
las
ventanas
y
resguardado
los
materiales
más
valiosos,
como
un
microscopio
electrónico.
Creían
que
eso
sería
suficiente
para
detener
a
los
saqueadores.
Creían
que
si
ellos
seguían
subiendo
al
campus,
si
demostraban
que
el
Instituto
no
había
sido
abandonado
y
que
había
vida
dentro
de
él,
nadie
se
acercaría.
Pero
alrededor
de
septiembre
de
2019,
poco
antes
de
celebrar
el
aniversario
60
de
la
fundación
del
Instituto:Nosotros
nos
fuimos
un
viernes
y
el
lunes,
cuando
llegamos,
todo
lo
habían
roto.
Habían
roto
rejas,
ventanas,
puertas
y
todo
lo
que
se
pudieron
llevar…Se
lo
llevaron.
Computadoras,
aires
acondicionados,
refrigeradores.
Pero
Mayré
y
los
otros
no
se
dejaban
intimidar…Hicimos
nuevas
rejas
y
las
pusimos
más
fuerte.
Y
eso
duró
como
un
mes.
Eso
se
lo
llevaron. El
colapso
era
inminente.
Fue
entonces
que
comenzó
el
éxodo
del
Instituto
Oceanográfico.
Comenzaron
sacando
los
equipos
costosos
que
quedaban:
lupas,
balanzas,
estufas,
microscopios…
Todo
lo
que
sirviera
para
poder
seguir
investigando
y
enseñando,
fueran
a
donde
fueran
a
parar.
Y
así,
de
día,
los
trabajadores
del
instituto
sacaban
todo
lo
que
podían.
Y
de
noche,
los
saqueadores
entraban.
:
Lo
que
no
se
podían
llevar,
lo
tiraban
al
piso
y
lo
rompían. Y
al
día
siguiente:
lo
mismo.
Los
trabajadores
volvían
a
tratar
de
seguir
rescatando
lo
que
quedara.
Mayré
se
acuerda
de
un
día
cuando
entró
a
uno
de
los
laboratorios
y
de
inmediato
supo
lo
que
habían
hecho
la
noche
anterior. Agarraron
el
formol,
que
es
con
lo
que
preservábamos
los
organismos
y
lo
empezaron
a
regar
por
los
pisos.
Eso,
ese
olor
es
horrible.
Eso
es
con
lo
que
preservan
los
muertos. El
mensaje
era
claro:
O
sea,
la
idea
era
alejarnos
de
allí. Pero
los
trabajadores
no
se
iban.
Pasaron
unos
meses
así,
como
el
gato
y
el
ratón.
Y
durante
este
tiempo,
hubo
un
lugar
en
el
que
los
saqueadores
también
comenzaron
a
entrar:
la
Biblioteca
de
Juan. Fueron
por
las
ventanas
de
vidrio,
por
la
madera
que
tenía
la
biblioteca. La
madera
de
los
estantes,
del
mostrador,
de
los
lockers.
La
madera
que
podía
ayudar
a
cocinar
en
medio
de
una
escasez
de
gas
que
por
entonces
había
en
Cumaná.
Eran
los
primeros
meses
del
2020.
A
la
crisis
económica
en
Venezuela
se
le
sumó
la
pandemia.
Se
cancelaron
las
pocas
clases
presenciales
en
la
UDO
y
el
campus
terminó
de
convertirse
en
un
terreno
baldío.
Y
preocupada
por
los
miles
de
libros,
de
revistas,
de
tesis
y
folletos
que
tenía
la
biblioteca
del
Instituto,
Mayré
habló
con
la
rectora
de
la
universidad
y
le
dijo: “Profesora,
esa
biblioteca,
que
es
la
única
en
el
país
de
ciencias
marinas,
es
un
un
tesoro
muy
valioso.
Y
necesitamos
resguardar
los
libros.” La
rectora
les
ofreció
espacios
en
unos
edificios
que
tenía
la
universidad
en
Cumaná.
Y
así
comenzaron
las
misiones
de
rescate
de
la
biblioteca.
Montados
en
un
par
de
camionetas,
Juan,
Mayré
y
un
puñado
de
profesores
y
estudiantes,
subían
al
campus
bien
temprano…Comenzábamos
a
las
siete
de
la
mañana
y
eran
las
dos
de
la
tarde
y
estábamos
a
las
siete
cargando
y
a
las
dos
descargando.
¡O
sea! Cargando
y
descargando
libros,
revistas,
folletos…Nos
abocamos
a
sacar
lo
más
que,
que
podíamos. Las
misiones
no
podían
durar
más
de
unas
cuatro
horas,
porque
alrededor
de
las
11
se
empezaban
a
escuchar
los
taladros
y
las
máquinas
de
los
saqueadores
tumbando
paredes.
Cuando
nosotros
empezamos
a
sentir
el
papapam:
“¡epa,
a
recoger
todo,
vámonos!” Todo
sin
ningún
otro
apoyo
más
que
el
de
su
propia
pequeña
comunidad. Tuvimos
mucho
apoyo
de
profesores
del
exterior.De
los
profesores
del
instituto
que
habían
dejado
Venezuela,
que
habían
emigrado
para
otras
universidades,
y
que
les
mandaban
dinero.
Sobre
todo
para
la
gasolina
que
escaseaba,
cuya
distribución
controlaban
el
gobierno
y
el
ejército,
y
por
la
que
Juan
y
Mayré
tenían
que
hacer
filas
durante
horas.
Y
a
veces…No
nos
echaban
gasolina
en
las
estaciones
por
ser
del
Oceanográfico.
Y
la
directora
se
bajaba:
“Y
por
favor,
mire
que
no
somos.”
“¡No!”
A
veces
nos
acusaban:
“Ellos
son
los
saqueadores
porque
vean
dónde
se
llevan
los
libros.”
Hasta
nos
tomaron
foto
y
nos
decían
estos
son
los
ladrones
de
la
universidad.
Pero
ellos
seguían.
Buscaban
el
apoyo
de
algunos
estudiantes.
Y
a
cambio
de
su
ayuda…Mira,
te
invito
a
que
me
ayudes
a
cargar
libros.Mayré
les
ofrecía
algo
de
comida.Un
desayuno,
una
merienda.
Y
así
iban
más
rápido
porque
no
tenían
para
desayunar
en
su
casa.
Ahora,
el
proceso
de
rescate
era…
atropellado. No
nos
daba
tiempo
a
discernir.
Era
agarrar
las
que
estaban
en
mejores
condiciones.
Pero
como
todo
estaba
entremezclado
porque
se
llevaron
las
estanterías…El
suelo
estaba
cubierto
de
libros
y
revistas.
Un
caos. “¿Juan,
cuál?
Éstas
que
están
aquí”…
“Tres
de
una
colección”…
“¿Éstas?
Sí,
éstas
tan
limpias,
éstas”…
“Tres
de
otra,
cuatro
de
esto”…
“Ésta
sirve”.Por
si
fuera
poco,
los
saqueadores
habían
robado
los
tragaluces
de
los
techos…
entonces,
con
los
días,
parte
de
la
colección
se
empezaba
a
mojar
con
la
lluvia.
Décadas
de
clasificación
y
conservación
convertidas
en
un
mar
de
papel
sucio.
Un
día,
durante
los
rescates,
Juan
encontró
regados
por
el
suelo
unos
ejemplares
de
la
revista
Science,
unos
de
los
más
valiosos
de
la
colección. Se
hacían
su
necesidad
fisiológica
sobre
ella.
¿Qué
me
estaban
diciendo?
“Señor,
este
terreno
es
de
nosotros.” Como
si
marcaran
territorio.
Defecando,
orinando.
Y
también
quemando.
Una
noche
a
finales
de
mayo
de
2020,
Mayré
empezó
a
recibir
mensajes: “¡Tan
quemando,
tan
quemando
el
núcleo!” Un
incendio
en
la
biblioteca
central
de
la
Universidad
de
Oriente. Yo
me
fui
ese
día
muy
temprano,
llegué
todavía,
todavía
estaban
los
bomberos
y
todavía
echaba
humo
y
un
grupo
de
profesores
ahí
viendo,
muchos
llorando:
“Dios
mío,
¿qué
pasó?” El
incendio
consumió
alrededor
de
120
mil
libros
de
esa
biblioteca
que,
junto
a
la
del
Instituto
Oceanográfico,
era
una
de
las
más
importantes
de
la
UDO.
Se
desconocen
las
causas
del
incendio.
Unas
versiones
apuntan
a
que
fue
un
accidente,
a
que
quizás
unos
saqueadores
estaban
usando
antorchas
para
alumbrarse
mientras
robaban
de
noche
y
que
el
fuego
se
les
salió
de
las
manos.
Pero
para
las
autoridades
universitarias,
los
bomberos
y
algunos
miembros
del
movimiento
estudiantil,
el
incendio
fue
intencional.
En
comentarios
a
la
prensa,
la
rectora
de
la
UDO
dijo,
y
aquí
cito:
“Solo
mentes
perversas
pueden
participar
en
una
cosa
tan
diabólica
como
esta.
Quemar
una
biblioteca
es
quemar
la
cultura,
la
academia,
las
bases
fundamentales
de
un
país.”
La
colección
de
la
biblioteca
tenía
un
valor
estimado
de
un
millón
de
dólares.
Su
destrucción
no
tenía
sentido.
¿Por
qué
entonces
quemarla?
¿Por
qué
no
solamente
robar
lo
vendible
y
después
irse?
Este
tipo
de
dudas
hacían
difícil
no
preguntarse
quiénes
eran
las
personas
responsables:
No
cómo,
cómo
catalogarlas,
no
soy
quién
para
catalogar
a
nadie.
A
un
libro
lo
catalogo,
pero
a
las
personas
no.
Hasta
ahora
hemos
hablado
de
las
personas
que
destruyeron
la
universidad
como
saqueadores.
Pero
la
palabra
es
poco
precisa.
Porque
los
saqueadores
no
eran
todos
iguales.
Durante
los
casi
diez
años
que
duró
su
caída,
la
UDO
se
convirtió
en
una
especie
de
mina
pública
a
la
que
distintos
grupos
entraban
con
distintas
intenciones:
unos,
para
robar
lo
que
pudieran,
por
necesidad;
otros,
más
organizados,
para
aprovecharse
de
la
impunidad
que
reinaba
en
el
campus
y
hacer
negocio
con
todos
sus
recursos;
y
luego
otros,
los
grupos
afiliados
al
gobierno,
que
entraban
para
destruir
por
destruir,
por
pura
revancha
política
cada
vez
que
la
universidad
reivindicaba
su
autonomía.
El
saqueo
de
la
UDO
era
un
ejemplo
concreto
de
la
magnitud
del
deterioro
institucional
y
social
que
había
en
Venezuela.
La
universidad
ya
no
era
un
proyecto
a
largo
plazo
entre
generaciones,
sino
un
chivo
expiatorio
para
las
necesidades
más
inmediatas
y
pasajeras.
Con
la
destrucción
de
la
biblioteca
central,
quedó
en
cenizas
mucho
del
conocimiento
que
había
producido
la
UDO
desde
su
fundación.Ahí
en
esa
biblioteca
estaban
guardadas
las
investigaciones
de
casi
60
años
que
había
hecho
la
universidad. Y
así,
parada
frente
al
edificio
ennegrecido
por
el
hollín,
Mayré
supo
que
habían
perdido
el
campus.
Y
así
fue.
Poco
después
del
incendio
de
la
biblioteca
central,
cuando
seguían
tratando
de
rescatar
los
libros
de
la
biblioteca
del
Instituto,
Mayré
y
Juan
se
encontraron
con
unos
hombres
armados.
Me
pegó
la
pistola
aquí.
Agaché
mi
gorra,
mi
cabeza,
así.
Y…
“¿Quién
eres
tú?”Juan
respondió
que
era
el
jefe
de
la
biblioteca.
Y
los
hombres
le
dijeron
a
Mayré: No
vengan
más
porque
esto
es
de
nosotros.
Ya
esto
no
es
de
la
universidad.
Esto
es
de
nosotros.Y,
desde
ese
día,
los
rescates
se
cancelaron.
Ya
no
vamos
a
venir
más
porque
nos
van
a
matar.
¿Y
muertos
qué
vamos
a
hacer? Lo
único
que
quedó
de
la
universidad
fue
su
comunidad,
la
cual
se
comenzó
a
dispersar
por
el
resto
de
Cumaná,
buscando
dónde
seguir
estudiando,
enseñando,
investigando
para
mantener
viva
a
la
universidad. Sí,
sí.
Por
toda
la
ciudad…
Estamos
aquí,
estamos
aquí,
estamos
allá. Dando
clases
en
centros
comerciales,
en
casas
de
profesores
y
en
cuartos
prestados
en
otros
edificios
de
la
ciudad.
Y
si
bien
por
varios
años
la
deserción
estudiantil
en
la
UDO
aumentó
y
aumentó,
según
Mayré,
desde
el
2022
han
comenzado
a
volver
algunos
estudiantes. Porque
vieron
que
sus
profesores
seguimos. Y
los
profesores
siguen,
según
ella,
por
un
sentimiento
de
pertenencia,
pero
también
podría
ser
por
un
sentido
de
vocación,
de
gratitud.
Por
el
deseo
de
ayudar
a
jóvenes
a
terminar
sus
estudios,
así
como
ella
recibió
ayuda
de
sus
profesores
años
atrás.Yo
viví
como
quien
dice
la
época
de
oro
de
la
universidad
donde
teníamos
todo.
Lo
viví,
lo
disfruté.
Y
ahora
que
está
en
ruinas,
¿me
voy
a
ir?
No. Ella
y
otros
profesores
se
quedan
para
continuar
ese
proyecto
a
muy
largo
plazo
llamado
universidad
pública.
Pero…Pero
no
podemos
seguir
un
curso
sin
biblioteca.
Hay
partes
de
la
universidad
que
quizás
sean
irrecuperables.
De
los
21
millones
de
ejemplares
que
según
Juan
había
en
la
biblioteca
del
Instituto
Oceanográfico,
se
lograron
rescatar
unos
16
mil.
En
total
unos
3
mil
libros
y
unas
13
mil
revistas.
Pero
hoy
están
apilados,
sin
estanterías. Los
libros
tienen
una
parte
que
se
llama
pie.
¿Para
qué
sirven
los
pies?
Para
caminar
o
para
pararse.
Ellos
traen
un
pie.
Los
libros
deben
estar
de
pie
porque
si
están
acostados,
se
deterioran. Y
además
están
en
cuartos
que
no
fueron
hechos
para
ser
bibliotecas.
En
diciembre
de
2022,
Juan
recibió
una
llamada.
Uno
de
los
encargados
de
los
edificios
en
los
que
están
resguardados
los
libros
le
pedía
que
fuera… Estoy
subiendo
al
primer
piso
después
de
haber
hecho
los
saludos
respectivos.Y
sintió
un
olor. Fétido,
fétido,
fétido,
por
demás.Entró
al
cuarto
donde
estaban
los
libros…
y
vio
que
se
estaban
pudriendo
por
la
humedad.
Y
como
un
mes
después,
en
otro
edificio
de
Cumaná
donde
está
resguardada
la
mayoría
de
los
libros
y
revistas
de
la
biblioteca,
unos
15
mil,
Juan
descubrió
que
en
los
techos
había
murciélagos,
y
que
sus
excrementos
estaban
infectando
los
libros.
El
encargado
del
edificio
le
dijo: No…
Estos
libros
van
a
tener
que
sacrificarlos.
Y
yo:
¿Cómo? Para
Juan,
la
mera
idea
de
tener
que
sacrificar
los
libros
fue
un
punto
de
quiebre. ¡Una
increíble…!
¡Agh!
¡Tanto
esfuerzo!Porque
además,
a
medida
que
pasa
el
tiempo,
la
esperanza
de
volver
algún
día
a
la
biblioteca
se
desvanece.
Soy
el
jefe
de
la
biblioteca,
¿pero
de
cuál
biblioteca?
De
una
que
solamente
existe
en
mi
mente,
en
mi
corazón,
en
mi
recuerdo;
en
que
a
cada
ratico,
vea
cómo
me
llega
un
un
chispazo
y
empiezo
a
escribir
cosas. Juan
nos
mostró
unos
cuadernos
en
los
que
ha
estado
escribiendo
últimamente:
los
Trabajos
de
Literatura
Gris.
En
el
mundo
de
la
bibliotecología,
la
literatura
gris
es
todo
aquel
material
que
es
difícil
de
clasificar,
y
que
no
está
destinado
a
ser
publicado.
Los
escritos
de
Juan
son
así:
una
mezcla
entre
manifiesto
bibliotecario,
guía
práctica,
tratado
filosófico…
Pero
también,
más
recientemente,
se
han
convertido
en
un
testimonio
muy
claro
de
lo
que
Juan
encontró
y
perdió
en
su
biblioteca.Mi
tristeza
está
ahí,
mi
dolor
está
ahí. En
uno
de
los
últimos
fragmentos
de
Literatura
Gris
que
Juan
compartió
con
nosotros,
escribió
que
se
acerca
la
hora
de
colgar
los
libros,
es
decir,
de
retirarse.
Cerrar
la
puerta
de
su
biblioteca.
Por
ahora,
no
sabemos
cuándo
y
cuánto
se
necesitará
para
reconstruirla.
Solo
queda
esperar.
Esta
historia
fue
producida
por
Pablo
Argüelles
desde
Ciudad
de
México
y
por
Nayrobis
Rodríguez
desde
Cumaná.
Queremos
agradecer
por
su
gran
ayuda
a
la
fotógrafa
venezolana
Fabiola
Ferrero,
quien
ha
documentado
durante
años
la
crisis
en
su
país.
Pueden
ver
su
trabajo
en
su
cuenta
de
Instagram:
Fabiola
Ferrero.
Esta
historia
fue
editada
por
Camila
Segura,
Luis
Fernando
Vargas
y
por
mí.
Bruno
Scelza
hizo
el
fact
checking.
El
diseño
de
sonido
es
de
Andrés
Azpiri
y
Ana
Tuirán,
con
música
original
de
Ana.
El
resto
del
equipo
de
Radio
Ambulante
incluye
a
Paola
Alean,
Lisette
Arévalo,
Aneris
Casassus,
Diego
Corzo,
Emilia
Erbetta,
Rémy
Lozano,
Selene
Mazón,
Juan
David
Naranjo,
Ana
Pais,
Melisa
Rabanales,
Natalia
Ramírez,
Natalia
Sánchez
Loayza,
Barbara
Sawhill,
David
Trujillo,
y
Elsa
Liliana
Ulloa.
Carolina
Guerrero
es
la
CEO.
Radio
Ambulante
es
un
podcast
de
Radio
Ambulante
Estudios,
se
produce
y
se
mezcla
en
el
programa
de
Hindenburg
PRO.
Radio
Ambulante
cuenta
las
historias
de
América
Latina.
Soy
Daniel
Alarcón.
Gracias
por
escuchar.
Check out more Radio Ambulante

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: Esto es Radio Ambulante desde NPR. Soy Daniel Alarcón. El campus de la Universidad de Oriente de Cumaná, Venezuela, está construido sobre un pequeño cerro con vistas panorámicas del Caribe. Era una joya que brillaba con luz propia. El que entraba a la universidad, aunque sea por un semestre, nunca la olvidaba. Él es Juan Savignac Chen. Tiene 69 años y nació en la Isla Margarita, en el noroeste de Venezuela. La primera vez que salió de ahí fue a los 17, cuando se fue a estudiar a la Universidad de Oriente. La UDO, como también se la conoce, es una de las universidades públicas más importantes de ese país. Fue fundada en 1958 y tiene sedes en cinco ciudades del oriente de Venezuela, incluyendo Cumaná. Cuando Juan llegó ahí a estudiar en 1972, encontró un campus nuevecito y una pequeña ciudad dedicada a la vida universitaria. Desde sus inicios, la UDO fue un motor de crecimiento económico para Cumaná y para el estado de Sucre, uno de los más pobres del país. La UDO llegó a representar aquí la gallina de los huevos de oro.Porque ofrecía muchísimos beneficios: comedor, transporte, descuentos en tiendas… y sobre todo la promesa de una mejor vida. Para trabajadores, profesores, vecinos, estudiantes. Tanto así que a ella llegaban a trabajar y a estudiar de todas partes de Venezuela, desde Mérida hasta Maracaibo. Amanecíamos en las calles estudiando. Y nadie… la delincuencia era mínima, pues. Se respetaba al estudiante. Pertenecer a la UDO era un motivo enorme de orgullo, algo que te marcaba para toda la vida. En 1984 la UDO le dio trabajo a Juan: una pasantía de dos meses en una de las bibliotecas más importantes de la universidad: la Biblioteca Doctor Rafael A. Curra del Instituto Oceanográfico de Venezuela. Juan la recuerda perfecto. En la entrada tenía una puerta con un vidrio grueso de color marrón. Al cruzar, a la derecha, había un mostrador y unos lockers de madera, para recibir los bolsos de los visitantes. La biblioteca era pequeña, poco menos que una cancha de tenis. Pero el tamaño no importaba.Ese pequeño cuchitril que estaba ahí era mejor de todas. Ahí había material que no aparecía en internet.Había una sala de consultas con sus mesas para los visitantes. Había secciones de revistas especializadas, de publicaciones seriadas y, por supuesto, de libros, algunos de 200 años de antigüedad. Todos en sus estanterías de metal y de madera. La biblioteca era un poco anticuada, sí, pero sobre todo en sus formas. Todo era tan estricto, tan rígido y hermético… que los que trabajaban ahí no dejaban reacomodar ni un mueble. Las sillas y las mesas tenían papelitos marcados con los nombres de investigadores, para su uso exclusivo. Y además, solo la podían usar estudiantes de posgrado e investigadores. Los estudiantes rasos, como los llamaba yo, que eran los que estaban estudiando licenciatura, no tenían acceso. A Juan le parecía absurdo que un lugar lleno de tanta información fuera tan restringido, casi hostil. Esto venía de sus años de estudiante, cuando las bibliotecas eran lugares demasiado autoritarios para su gusto. Pero ahora que Juan formaba parte de este mundo, se atrevió a pensar en transformarlo. Vamos a cambiar la tónica de esta biblioteca. Al principio siguió al pie de la letra todas las reglas, y con trabajo metódico y duro se fue convirtiendo en uno de los mejores empleados. Cuando pasaron los dos meses de la pasantía, le preguntó a su jefe si se podía quedar. Y él le dijo:Me gusta como usted trabaja. Váyase cuando le dé la gana.Y Juan se quedó. Y eso me motivó y ahí fui, fui, fui trabajando, trabajando como la hormiguita…Hasta que sintió que había encontrado su lugar.Yo era Juan en la biblioteca, era mi sitio, era mi mundo.Un mundo que por girar en torno a las ciencias del mar Juan llamó su acuario. Un mar de papel, de libros, de tesis y de revistas en el que Juan se fue sumergiendo a lo largo de más de 30 años. Uno que pensó que siempre estaría ahí… para las generaciones futuras. Pero ¿qué pasa cuando el ahora es tan urgente que el futuro deja de importar? ¿Qué estás dispuesto a hacer para salvar un lugar en el que otras personas han dejado de creer? Les contamos después de la pausa. [MIDROLL]Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Esta historia fue producida por la periodista venezolana Nayrobis Rodríguez y por nuestro productor Pablo Argüelles. Acá Pablo. Durante los años que estuvo en la biblioteca del Instituto Oceanográfico de Venezuela, Juan Savignac vivió para trabajar. Al principio lo motivaba un instinto de supervivencia: el deseo por hacerse indispensable y no perder su trabajo. Era muy joven y sin ningún conocimiento práctico. Pero con el tiempo fue cultivando también un espíritu de servicio: una devoción y una vocación por la pequeña biblioteca que comenzó a absorber la mayor parte de sus días. Porque Juan solía llegar a la universidad a las 5:30 de la mañana y también, de vez en cuando, acostumbraba pasar noches enteras entre sus libros. Yo estuve 45 días seguidos. 45 días durmiendo en la biblioteca. Y en esas largas jornadas y desvelos Juan comenzó a leer. Todo, todo, todo. De pasillo en pasillo, de estante en estante. Todo lo que pudiera sobre las ciencias del mar, todo lo que los investigadores dejaban a su paso. Todo papelito que tiraban yo lo agarraba, lo leía, lo procesaba. Y si había algo que no sabía, yo anotaba la palabra, la buscaba y hasta que yo no la utilizara, no la sacaba del bolsillo. Y mientras más leía, más grande y preciosa le parecía la pequeña biblioteca. Pero Juan no solo leía, también memorizaba. Muchas veces en voz alta. Algunos de sus colegas le decían que estaba loco. Pero él dice que esa locura le permitía saber dónde encontrar el 75% del contenido de la sección de revistas, y el 100% de la sección de libros. O sea, unos 5,757 libros, 783 tesis, 900 folletos. Y unos cuantos millones de revistas, según sus estimados. Y así, cuando llegaban investigadores de todo el mundo… : Rusos, chinos, francés, italianos… Y Juan los atendía… ¿Qué quiere usted? Y, digamos, le pedían información de la fosa de Cariaco, la segunda mayor cuenca anóxica del mundo; o sobre algas, camarones, mejillones, corales, peces marinos o peces de río, fitoplancton, zooplancton, ictioplancton, o quizás caracoles del Caribe, conocidos también como botutos. ¡Ah, el botuto! Aquí lo tiene. Juan ya sabía exactamente dónde buscar. Y cuando sus compañeros lo criticaban por saltarse las reglas…“¡No puede ser, tú estás haciendo mal el trabajo!” Por tener un trato demasiado directo con los usuarios, por no usar el sagrado sistema de fichas bibliográficas, Juan les decía:“El usuario tiene un tiempo precioso. Él no tiene un día para venir a consultar. Ahorrémosle tiempo.“Le parecía lo más lógico volver todo más amable, más asequible. Con el tiempo, Juan fue tomando más confianza y un día se atrevió a arrancar los papelitos con los nombres de los investigadores que estaban en las sillas y mesas del área de consulta.Porque todos somos la universidad. No era un grupo exquisito o de “¡Ah! Ellos son los doctores…” ¡No!Después logró conseguir el permiso de sus superiores para abrir las puertas a los estudiantes de licenciatura. Pero como no muchas personas sabían que la biblioteca existía… puso un cartel afuera, con letras bien grandotas: Biblioteca Doctor Rafael A. Curra. Entonces teníamos estudiantes visitando de todo el núcleo. Juan quería que la biblioteca fuera un pequeño refugio en el corazón de la Universidad de Oriente.Porque la biblioteca servía hasta también para llorar. Porque teníamos una mesita, lo habíamos hecho ya adrede, una mesita apartada. ¿Y eso para qué? Para aquel que quiera venir a desahogar sus penas y que nadie lo moleste. Y así la biblioteca se extendía, lentamente, año tras año. Y esa lentitud estaba bien. Porque la biblioteca, y en realidad toda la universidad, eran un proyecto a muy largo plazo. Requerían paciencia y estabilidad. En 2017, más de 30 años después de empezar su pasantía, Juan fue nombrado, por fin, jefe de la biblioteca. Pero para ese momento, en todo el país, la paciencia y la estabilidad ya se estaban agotando. Aquí hay que retroceder un poco en el tiempo y salir por un momento de la universidad. Cuatro años antes de que Juan fuese nombrado jefe, en el 2013, cuando Nicolás Maduro llegó al poder, Venezuela empezó a caer en una crisis económica que no dejaría de empeorar en los siguientes años. Y con esa crisis económica, la situación de las universidades, que ya iba en declive, se agravó. Porque desde hacía casi una década, cuando Hugo Chávez estaba en el poder, el gobierno había comenzado a reducir el financiamiento de las universidades públicas del país, incluyendo la UDO. Eso empeoró con Nicolás Maduro, hasta el punto que, en el 2014, la UDO solo recibió el 28% del presupuesto que solicitó. Y como la mayoría de ese dinero servía para gastos y salarios, con los recortes los trabajadores universitarios comenzaron a ganar cada vez menos. El profesor universitario era de clase media alta. Ella es Mayré Jiménez, directora del Instituto Oceanográfico de Venezuela. Ahora no, ahora somos baja. Aquí la clase media se acabó. “Aquí”, en la universidad, y “aquí”, en el país. Por el 2016, en medio de la crisis y los continuos recortes de presupuesto, los mecanismos que aún sostenían a la Universidad de Oriente comenzaron a fallar. El comedor empezó a dar una comida al día en vez de tres. El transporte universitario dejó de funcionar. Algunos profesores, cuyos salarios apenas alcanzaban para comprar una bolsa de arroz al mes, comenzaron a jubilarse o a emigrar. Y a muchos estudiantes se les presentó un dilema: comer o estudiar. Y esos no fueron sus únicos problemas. También comenzaron los asaltos en la UDO. Y era de imprevisto. Y uno salía de la clase y de repente te encontrabas con el ladrón, la pistola, con otro más y “todo el mundo quieto” y le quitaban a todo el mundo las carteras, los morrales, los teléfonos. La comunidad universitaria reaccionó. Algunos colectivos de estudiantes comenzaron a organizar protestas en Cumaná. Y las autoridades universitarias también presentaron varias denuncias ante la fiscalía. Pero la respuesta que recibían era que el gobierno no podía enviar fuerzas de seguridad dentro del campus, porque la Universidad de Oriente era autónoma. Esa autonomía universitaria impedía que la policía o la guardia nacional, a menos que fuera un acontecimiento muy grande, tuviera acceso libre a entrar a la universidad. La autonomía universitaria es un concepto que tiene mucha historia en Latinoamérica. Fue surgiendo hace más de 100 años en diversos países de la región, desde Argentina hasta México, como un mecanismo de defensa de las universidades frente al poder y los abusos de los Estados. A grandes rasgos, la autonomía permite a las universidades públicas elegir sus propias autoridades, definir la mejor forma de utilizar sus presupuestos y tener libertad de investigación y de cátedra. Además de que impide que fuerzas de seguridad ajenas entren en sus territorios. En Venezuela, la autonomía universitaria existe como ley desde 1958, año en que se fundó la Universidad de Oriente. Pero en mayo de 2016, abrumada por olas y olas de asaltos, la UDO aprobó una resolución para que las fuerzas de seguridad del Estado pudieran entrar a los campus de todas sus sedes, entre ellas la de Cumaná.Que dieran rondas adentro de la universidad para evitar– porque como no había policía– los vigilantes de la universidad no podían estar armados. Solo tenían un garrote en la mano como única protección. Fue una medida extraordinaria. Con esto, la Universidad de Oriente estaba sacrificando parte de su autonomía. Pero las autoridades no respondieron a esta resolución más que con actos simbólicos.Ahí a veces entraba una patrulla, daba una vuelta, pero nada.Sin el apoyo del gobierno, la UDO estaba sola. Y los asaltos siguieron impunes. Y luego, en junio del 2016, Cumaná estalló. Más de 400 detenidos en Venezuela durante los saqueos de comercios. La policía ha reforzado la seguridad en la ciudad de Cumaná, donde ha tenido lugar el pillaje en medio de una ola de disturbios…Durante dos días, fueron saqueados alrededor de un centenar de negocios de la ciudad. Panaderías, supermercados y ferreterías fueron arrasados el martes en lo que comenzó como una protesta en reclamo de comida.Los disturbios se comenzaron a etiquetar en las redes sociales como “Cumanazo”. Hubo tiroteos entre la Guardia Nacional y civiles. Murió una persona y hubo veinte heridos. La violencia alcanzó barrios cercanos a la Universidad de Oriente. Y los rumores no se demoraron en llegar. Por el 2017, cuando Juan ya era jefe de la biblioteca y pasaba la mayoría de su tiempo ahí, empezó a escuchar algo inquietante. De vez en cuando acostumbraba tomar café con los trabajadores de mantenimiento y los guardias, y ellos le comenzaron a decir que en un barrio colindante a la UDO, llamado Los Molinos, cerca de donde había sucedido el Cumanazo, se hablaba de saquear la universidad. “Juancito, por allá se escucha que van a atacar al núcleo”… “Juancito, acuérdate de lo que te dije ayer”… “Ten cuidado, no te quedes”… “Cónchale, déjate de eso. ¡La universidad nunca te lo va a pagar!”Pero Juan les decía:“No es la universidad… Soy yo. Si yo me salgo de aquí, ¿para dónde me voy?”Abandonar la UDO significaba dejar todo lo que le daba sentido a su vida. Las noches de lectura, los libros memorizados, las visitas de los estudiantes y profesores. Su trabajo. Así que siguió metido en la biblioteca. Pero también intentó sonar las alarmas con sus superiores. Y cuando lo hacía, ellos le decían:“¡Eso son rumores de camino!” Chanfles, ¿cómo hace uno para que crean que el de abajo está escuchando algo que el de arriba tiene los oídos tapados? Bueno, lo que hay que hacer es esperar entonces… Una pausa y volvemos. [MIDROLL]Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Durante más de cincuenta años, la Universidad de Oriente en Cumaná fue un motor de la clase media en el estado de Sucre, en Venezuela. Fue un lugar pacífico, autónomo, casi sagrado. Hasta que, en 2013, el país empezó a entrar en una crisis económica muy profunda. Poco después empezaron a haber asaltos dentro del campus y Juan comenzó a escuchar unos rumores muy inquietantes: que el saqueo del campus y de todos sus tesoros era inminente. Y sin ayuda del Estado, lo único que podían hacer los universitarios era esperar… Nuestro productor Pablo Argüelles nos sigue contando. : La espera no duró mucho. Mientras Juan y Mayré seguían yendo religiosamente al Instituto, los rumores se volvieron realidad en los edificios de Matemáticas y de Ciencias. Ahí comenzaron los saqueos. Estas personas utilizaron la Universidad de Oriente como ferretería. Él es Alejandro Rincones. Estudió Química en la UDO entre el 2015 y el 2020.Les faltaba una puerta, la iban a buscar a la Universidad de Oriente. Les faltaba una silla, la iban a buscar a la Universidad de Oriente. Les faltaba una mesa, la iban a buscar a la Universidad de Oriente.Los robos de útiles y material en el edificio de Ciencias comenzaron por lo menos desde el 2014. Pero, según Alejandro, a partir del 2017 el problema se agravó muchísimo más. Fue entonces cuando comenzaron a desaparecer ya no solo una caja de guantes por aquí o un par de sillas por allá, sino también cosas más grandes y valiosas. Balanzas, pesos, computadoras.Alejandro formaba parte de un colectivo estudiantil llamado Conciencia Activa, y también de la asociación de estudiantes de química. Al principio se enfocaban solamente en temas académicos. Pero cuando las cosas empezaron a ir mal en la universidad, comenzaron a involucrarse mucho más en su defensa. Como el gobierno no estaba respondiendo a la llamada de auxilio para protegerlos, ellos mismos tenían que hacerlo.Muchas veces nos quedamos a dormir allí por solicitud y de apoyo a algunos vigilantes del edificio.Y esa defensa podía llegar a ser… radical. Alejandro recuerda que un día, unos compañeros del departamento de física encontraron a unos saqueadores dentro del edificio… Los amarraron en un pupitre, les echaron gasolina… sin prenderlos ni nada, pero para amenazarlos a ellos y para sembrar temor en ellos de que no lo volvieran a hacer.Y luego los llevaron a la fiscalía, que está justo frente al campus. Pero la fiscalía no procedía en nada y liberaban a los, a los detenidos debido a que no eran los estudiantes los encargados de llevar a los delincuentes ni poner la denuncia.Según la policía, las denuncias debían venir directamente de las autoridades universitarias. Alejandro y sus compañeros hablaron con la directora del campus sobre denunciar formalmente los saqueos. Con mucho temor ella decía que no se atrevía a denunciarlos por las represalias que podían tomar, eh, contra ella que ya había sido amenazada en muchísimas ocasiones por estos delincuentes. Contactamos a la directora para hablar al respecto, pero nos dijo que prefería no darnos la entrevista. Sin el apoyo de nadie, fue inevitable que los saqueos siguieran. En mayo de 2018, el edificio de Ciencias sufrió un nuevo golpe: el aire acondicionado en el laboratorio de Química analítica fue robado, y en la sala de lectura del departamento de Física desaparecieron unos ventanales de vidrio. Cada vez era más difícil seguir estudiando. Mientras más nos atrasamos, más tiempo duramos dentro de la universidad y eso nos frustraba más. Eso nos motivaba a llegar a lugares donde quizás normalmente no llegaríamos.Fue ahí que Alejandro y otros de sus compañeros tomaron una decisión:Nos fuimos un grupo de estudiantes al barrio Los Molinos.Los Molinos, el barrio donde se sospechaba que vivían los saqueadores. Más que miedo, era enojo lo que nos motivó a ir allá. Alejandro y los otros estudiantes comenzaron a bajar la pequeña cuesta que separa el edificio de Ciencias del Barrio. Era cerquita, a unos 300 metros. Y como venían desde un terreno más alto, era fácil verlos desde abajo.Sí recuerdo unos niños que cuando nosotros nos íbamos acercando, éramos alrededor de siete personas, salieron corriendo a como a que avisarle a las personas que estaban allí, que venía alguien.Los estudiantes llegaron al pie de la cuesta. Y ahí vieron todo… Ahí nos encontramos con un cementerio de artefactos robados. Había unas especies de fogatas con piedra que no solo presumíamos, sino tenemos la certeza de que era para quemar el cobre que extraían de los cables, de los equipos… Vieron carcasas de computadoras, unas 40. Y también de aires acondicionados. Todos tenían las etiquetas que los identificaban como “bienes nacionales”, o sea propiedad de la UDO. Los estudiantes continuaron caminando hacia el barrio. Las puertas se cerraban a su paso y cuando tocaban una, nadie abría. Hasta que apareció una señora…Nos dijo que nosotros nos podíamos entrar pa allá, así como que así, que eso era territorio de ellos.La mujer comenzó a gritarles. Que nos fuéramos, que nos fuéramos, que nos fuéramos. Otras personas comenzaron a salir también. Las cosas se pusieron tensas. Uno de los estudiantes comenzó a discutir con la gente que los rodeaba. Pero otros prefirieron volver a la universidad. Y, más frustrados que antes y con tanta rabia, tomaron una decisión radical: quemaron los caminos que conectaban a la universidad con Los Molinos. Hicimos una quema de, de, de escombros. O sea, en nuestra ignorancia pensamos que eso los podía detener, pero no, no..No pararon. De hecho, a partir de ahí todo empeoró todavía más… pues la situación política de Venezuela y el día a día de la UDO empezaron a colisionar. “Juramento, juramento, juramento” El 23 de enero de 2019, frente a miles de personas en Caracas, el presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó hizo juramento como jefe interino del ejecutivo… ¡Juro!Es decir, como sustituto de Nicolás Maduro, quien se había reelegido poco antes en unas elecciones boicoteadas por la oposición y sin reconocimiento de la mayoría de la comunidad internacional. Fueron semanas muy tensas. El país y el mundo entero se movilizaban a favor y en contra de Guaidó y de Maduro. Y las universidades venezolanas también comenzaron a tomar postura. A inicios de febrero, los rectores de la Universidad Central de Venezuela y de la Universidad Simón Bolívar se reunieron con Guaidó para respaldarlo. Otras, como la del Zulia, la de Carabobo y la de los Andes también lo apoyaron. Y en medio de esta ola de reconocimientos a Guaidó, el 14 de marzo el Ministerio de Educación Superior de Venezuela congeló la entrega de presupuestos a varias universidades autónomas del país. La razón fue sencilla: al no mencionar en el documento de solicitud del presupuesto a Nicolás Maduro como –y aquí cito– “presidente constitucional de la república” las universidades se quedaban sin dinero para pagar la nómina de sus trabajadores. Cinco días después, la rectora de la Universidad de Oriente, Milena Bravo, viajó a Caracas para reunirse con Guaidó y respaldar su plan político. Y las consecuencias no tardaron en llegar a la universidad. Cuando son las nueve de la noche en el salón rectoral de la Universidad de Oriente…El 30 de abril del 2019, un grupo de hombres afines al régimen de Nicolás Maduro ocuparon la rectoría de la UDO en Cumaná. Este es el audio de un video que comenzó a circular en redes y medios venezolanos pocos días después. En el video, cuatro hombres entran a las oficinas vacías de la rectora de la UDO, Milena Bravo. Milena, tu tiempo se acabó, Consejo Universitario, su tiempo se acabó. La universidad va a prosperar. Va garantizar el derecho al estudiante, el derecho al obrero, para que verdaderamente tenga una universidad digna.Los hombres no se identifican, no muestran pruebas de ser estudiantes o trabajadores de la UDO. Solo dicen que están bajo las órdenes del Ministro para la Educación Universitaria. Y luego descuelgan de las paredes de la oficina dos retratos de la rectora, una fotografía y una pintura. Y en su lugar… Hazme un favor. Pásame al único hombre que ha reivindicado el proceso histórico universitario como lo es el comandante en jefe Hugo Chávez. Los hombres cuelgan un retrato de Hugo Chávez. Seguimos venciendo, con Chávez y Maduro. ¡Viva la patria! ¡Viva la patria!La ocupación de la rectoría duró unos tres meses. Por entonces, los saqueos en la universidad ya se habían propagado hacia el corazón del campus. La universidad ya no tenía luz, los transformadores habían sido desmantelados y las clases nocturnas se cancelaron. Algunos profesores y estudiantes seguían yendo durante el día pero tenían que acercarse a las ventanas para trabajar con la luz del sol. Y cuando anochecía, la universidad se convertía en tierra de nadie. Por las madrugadas se escuchaban desde los alrededores los martilleos y los taladros de los saqueadores, que ahora estaban desmantelando la infraestructura de la universidad. Paredes, techos, suelos, escaleras. Por ese entonces los edificios de Matemáticas y de Ciencias ya no eran más que esqueletos. Luego vinieron también los edificios de Estudios Básicos, luego la Asociación de Profesores, después el Auditorio. Prácticamente lo único que quedaba era el IOV. El Instituto Oceanográfico donde Mayré seguía trabajando. Durante todos estos meses, ella, Juan y otros miembros de la comunidad del IOV, a pesar de todo, siguieron subiendo al campus. Y nosotros veíamos eso y decíamos “no, esto se va a parar. Esto no va a seguir. Aquí no va a llegar.” Habían puesto barrotes en las ventanas y resguardado los materiales más valiosos, como un microscopio electrónico. Creían que eso sería suficiente para detener a los saqueadores. Creían que si ellos seguían subiendo al campus, si demostraban que el Instituto no había sido abandonado y que había vida dentro de él, nadie se acercaría. Pero alrededor de septiembre de 2019, poco antes de celebrar el aniversario 60 de la fundación del Instituto:Nosotros nos fuimos un viernes y el lunes, cuando llegamos, todo lo habían roto. Habían roto rejas, ventanas, puertas y todo lo que se pudieron llevar…Se lo llevaron. Computadoras, aires acondicionados, refrigeradores. Pero Mayré y los otros no se dejaban intimidar…Hicimos nuevas rejas y las pusimos más fuerte. Y eso duró como un mes. Eso se lo llevaron. El colapso era inminente. Fue entonces que comenzó el éxodo del Instituto Oceanográfico. Comenzaron sacando los equipos costosos que quedaban: lupas, balanzas, estufas, microscopios… Todo lo que sirviera para poder seguir investigando y enseñando, fueran a donde fueran a parar. Y así, de día, los trabajadores del instituto sacaban todo lo que podían. Y de noche, los saqueadores entraban. : Lo que no se podían llevar, lo tiraban al piso y lo rompían. Y al día siguiente: lo mismo. Los trabajadores volvían a tratar de seguir rescatando lo que quedara. Mayré se acuerda de un día cuando entró a uno de los laboratorios y de inmediato supo lo que habían hecho la noche anterior. Agarraron el formol, que es con lo que preservábamos los organismos y lo empezaron a regar por los pisos. Eso, ese olor es horrible. Eso es con lo que preservan los muertos. El mensaje era claro: O sea, la idea era alejarnos de allí. Pero los trabajadores no se iban. Pasaron unos meses así, como el gato y el ratón. Y durante este tiempo, hubo un lugar en el que los saqueadores también comenzaron a entrar: la Biblioteca de Juan. Fueron por las ventanas de vidrio, por la madera que tenía la biblioteca. La madera de los estantes, del mostrador, de los lockers. La madera que podía ayudar a cocinar en medio de una escasez de gas que por entonces había en Cumaná. Eran los primeros meses del 2020. A la crisis económica en Venezuela se le sumó la pandemia. Se cancelaron las pocas clases presenciales en la UDO y el campus terminó de convertirse en un terreno baldío. Y preocupada por los miles de libros, de revistas, de tesis y folletos que tenía la biblioteca del Instituto, Mayré habló con la rectora de la universidad y le dijo: “Profesora, esa biblioteca, que es la única en el país de ciencias marinas, es un un tesoro muy valioso. Y necesitamos resguardar los libros.” La rectora les ofreció espacios en unos edificios que tenía la universidad en Cumaná. Y así comenzaron las misiones de rescate de la biblioteca. Montados en un par de camionetas, Juan, Mayré y un puñado de profesores y estudiantes, subían al campus bien temprano…Comenzábamos a las siete de la mañana y eran las dos de la tarde y estábamos a las siete cargando y a las dos descargando. ¡O sea! Cargando y descargando libros, revistas, folletos…Nos abocamos a sacar lo más que, que podíamos. Las misiones no podían durar más de unas cuatro horas, porque alrededor de las 11 se empezaban a escuchar los taladros y las máquinas de los saqueadores tumbando paredes. Cuando nosotros empezamos a sentir el papapam: “¡epa, a recoger todo, vámonos!” Todo sin ningún otro apoyo más que el de su propia pequeña comunidad. Tuvimos mucho apoyo de profesores del exterior.De los profesores del instituto que habían dejado Venezuela, que habían emigrado para otras universidades, y que les mandaban dinero. Sobre todo para la gasolina que escaseaba, cuya distribución controlaban el gobierno y el ejército, y por la que Juan y Mayré tenían que hacer filas durante horas. Y a veces…No nos echaban gasolina en las estaciones por ser del Oceanográfico. Y la directora se bajaba: “Y por favor, mire que no somos.” “¡No!” A veces nos acusaban: “Ellos son los saqueadores porque vean dónde se llevan los libros.” Hasta nos tomaron foto y nos decían estos son los ladrones de la universidad. Pero ellos seguían. Buscaban el apoyo de algunos estudiantes. Y a cambio de su ayuda…Mira, te invito a que me ayudes a cargar libros.Mayré les ofrecía algo de comida.Un desayuno, una merienda. Y así iban más rápido porque no tenían para desayunar en su casa. Ahora, el proceso de rescate era… atropellado. No nos daba tiempo a discernir. Era agarrar las que estaban en mejores condiciones. Pero como todo estaba entremezclado porque se llevaron las estanterías…El suelo estaba cubierto de libros y revistas. Un caos. “¿Juan, cuál? Éstas que están aquí”… “Tres de una colección”… “¿Éstas? Sí, éstas tan limpias, éstas”… “Tres de otra, cuatro de esto”… “Ésta sí sirve”.Por si fuera poco, los saqueadores habían robado los tragaluces de los techos… entonces, con los días, parte de la colección se empezaba a mojar con la lluvia. Décadas de clasificación y conservación convertidas en un mar de papel sucio. Un día, durante los rescates, Juan encontró regados por el suelo unos ejemplares de la revista Science, unos de los más valiosos de la colección. Se hacían su necesidad fisiológica sobre ella. ¿Qué me estaban diciendo? “Señor, este terreno es de nosotros.” Como si marcaran territorio. Defecando, orinando. Y también quemando. Una noche a finales de mayo de 2020, Mayré empezó a recibir mensajes: “¡Tan quemando, tan quemando el núcleo!” Un incendio en la biblioteca central de la Universidad de Oriente. Yo me fui ese día muy temprano, llegué todavía, todavía estaban los bomberos y todavía echaba humo y un grupo de profesores ahí viendo, muchos llorando: “Dios mío, ¿qué pasó?” El incendio consumió alrededor de 120 mil libros de esa biblioteca que, junto a la del Instituto Oceanográfico, era una de las más importantes de la UDO. Se desconocen las causas del incendio. Unas versiones apuntan a que fue un accidente, a que quizás unos saqueadores estaban usando antorchas para alumbrarse mientras robaban de noche y que el fuego se les salió de las manos. Pero para las autoridades universitarias, los bomberos y algunos miembros del movimiento estudiantil, el incendio fue intencional. En comentarios a la prensa, la rectora de la UDO dijo, y aquí cito: “Solo mentes perversas pueden participar en una cosa tan diabólica como esta. Quemar una biblioteca es quemar la cultura, la academia, las bases fundamentales de un país.” La colección de la biblioteca tenía un valor estimado de un millón de dólares. Su destrucción no tenía sentido. ¿Por qué entonces quemarla? ¿Por qué no solamente robar lo vendible y después irse? Este tipo de dudas hacían difícil no preguntarse quiénes eran las personas responsables: No sé cómo, cómo catalogarlas, no soy quién para catalogar a nadie. A un libro sí lo catalogo, pero a las personas no. Hasta ahora hemos hablado de las personas que destruyeron la universidad como saqueadores. Pero la palabra es poco precisa. Porque los saqueadores no eran todos iguales. Durante los casi diez años que duró su caída, la UDO se convirtió en una especie de mina pública a la que distintos grupos entraban con distintas intenciones: unos, para robar lo que pudieran, por necesidad; otros, más organizados, para aprovecharse de la impunidad que reinaba en el campus y hacer negocio con todos sus recursos; y luego otros, los grupos afiliados al gobierno, que entraban para destruir por destruir, por pura revancha política cada vez que la universidad reivindicaba su autonomía. El saqueo de la UDO era un ejemplo concreto de la magnitud del deterioro institucional y social que había en Venezuela. La universidad ya no era un proyecto a largo plazo entre generaciones, sino un chivo expiatorio para las necesidades más inmediatas y pasajeras. Con la destrucción de la biblioteca central, quedó en cenizas mucho del conocimiento que había producido la UDO desde su fundación.Ahí en esa biblioteca estaban guardadas las investigaciones de casi 60 años que había hecho la universidad. Y así, parada frente al edificio ennegrecido por el hollín, Mayré supo que habían perdido el campus. Y así fue. Poco después del incendio de la biblioteca central, cuando seguían tratando de rescatar los libros de la biblioteca del Instituto, Mayré y Juan se encontraron con unos hombres armados. Me pegó la pistola aquí. Agaché mi gorra, mi cabeza, así. Y… “¿Quién eres tú?”Juan respondió que era el jefe de la biblioteca. Y los hombres le dijeron a Mayré: No vengan más porque esto es de nosotros. Ya esto no es de la universidad. Esto es de nosotros.Y, desde ese día, los rescates se cancelaron. Ya no vamos a venir más porque nos van a matar. ¿Y muertos qué vamos a hacer? Lo único que quedó de la universidad fue su comunidad, la cual se comenzó a dispersar por el resto de Cumaná, buscando dónde seguir estudiando, enseñando, investigando para mantener viva a la universidad. Sí, sí. Por toda la ciudad… Estamos aquí, estamos aquí, estamos allá. Dando clases en centros comerciales, en casas de profesores y en cuartos prestados en otros edificios de la ciudad. Y si bien por varios años la deserción estudiantil en la UDO aumentó y aumentó, según Mayré, desde el 2022 han comenzado a volver algunos estudiantes. Porque vieron que sus profesores seguimos. Y los profesores siguen, según ella, por un sentimiento de pertenencia, pero también podría ser por un sentido de vocación, de gratitud. Por el deseo de ayudar a jóvenes a terminar sus estudios, así como ella recibió ayuda de sus profesores años atrás.Yo viví como quien dice la época de oro de la universidad donde teníamos todo. Lo viví, lo disfruté. Y ahora que está en ruinas, ¿me voy a ir? No. Ella y otros profesores se quedan para continuar ese proyecto a muy largo plazo llamado universidad pública. Pero…Pero no podemos seguir un curso sin biblioteca. Hay partes de la universidad que quizás sean irrecuperables. De los 21 millones de ejemplares que según Juan había en la biblioteca del Instituto Oceanográfico, se lograron rescatar unos 16 mil. En total unos 3 mil libros y unas 13 mil revistas. Pero hoy están apilados, sin estanterías. Los libros tienen una parte que se llama pie. ¿Para qué sirven los pies? Para caminar o para pararse. Ellos traen un pie. Los libros deben estar de pie porque si están acostados, se deterioran. Y además están en cuartos que no fueron hechos para ser bibliotecas. En diciembre de 2022, Juan recibió una llamada. Uno de los encargados de los edificios en los que están resguardados los libros le pedía que fuera… Estoy subiendo al primer piso después de haber hecho los saludos respectivos.Y sintió un olor. Fétido, fétido, fétido, por demás.Entró al cuarto donde estaban los libros… y vio que se estaban pudriendo por la humedad. Y como un mes después, en otro edificio de Cumaná donde está resguardada la mayoría de los libros y revistas de la biblioteca, unos 15 mil, Juan descubrió que en los techos había murciélagos, y que sus excrementos estaban infectando los libros. El encargado del edificio le dijo: No… Estos libros van a tener que sacrificarlos. Y yo: ¿Cómo? Para Juan, la mera idea de tener que sacrificar los libros fue un punto de quiebre. ¡Una increíble…! ¡Agh! ¡Tanto esfuerzo!Porque además, a medida que pasa el tiempo, la esperanza de volver algún día a la biblioteca se desvanece. Soy el jefe de la biblioteca, ¿pero de cuál biblioteca? De una que solamente existe en mi mente, en mi corazón, en mi recuerdo; en que a cada ratico, vea cómo me llega un un chispazo y empiezo a escribir cosas. Juan nos mostró unos cuadernos en los que ha estado escribiendo últimamente: los Trabajos de Literatura Gris. En el mundo de la bibliotecología, la literatura gris es todo aquel material que es difícil de clasificar, y que no está destinado a ser publicado. Los escritos de Juan son así: una mezcla entre manifiesto bibliotecario, guía práctica, tratado filosófico… Pero también, más recientemente, se han convertido en un testimonio muy claro de lo que Juan encontró y perdió en su biblioteca.Mi tristeza está ahí, mi dolor está ahí. En uno de los últimos fragmentos de Literatura Gris que Juan compartió con nosotros, escribió que se acerca la hora de colgar los libros, es decir, de retirarse. Cerrar la puerta de su biblioteca. Por ahora, no sabemos cuándo y cuánto se necesitará para reconstruirla. Solo queda esperar. Esta historia fue producida por Pablo Argüelles desde Ciudad de México y por Nayrobis Rodríguez desde Cumaná. Queremos agradecer por su gran ayuda a la fotógrafa venezolana Fabiola Ferrero, quien ha documentado durante años la crisis en su país. Pueden ver su trabajo en su cuenta de Instagram: Fabiola Ferrero. Esta historia fue editada por Camila Segura, Luis Fernando Vargas y por mí. Bruno Scelza hizo el fact checking. El diseño de sonido es de Andrés Azpiri y Ana Tuirán, con música original de Ana. El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Paola Alean, Lisette Arévalo, Aneris Casassus, Diego Corzo, Emilia Erbetta, Rémy Lozano, Selene Mazón, Juan David Naranjo, Ana Pais, Melisa Rabanales, Natalia Ramírez, Natalia Sánchez Loayza, Barbara Sawhill, David Trujillo, y Elsa Liliana Ulloa. Carolina Guerrero es la CEO. Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, se produce y se mezcla en el programa de Hindenburg PRO. Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.

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