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Radio Ambulante - Arroz a la zorra

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Mucho más que un juego de palabras.

Juan Pablo era un niño cuando su abuela le enseñó que había palabras reversibles: los palíndromos. Desde entonces, no pudo parar. Empezó a leer todo de atrás para adelante. Durante mucho tiempo pensó que era el único interesado en esta afición. Hasta que encontró algo inesperado.



En nuestro sitio web puedes encontrar una transcripción del episodio. Or you can also check this English translation.



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Esto
es
Radio
Ambulante
desde
NPR.
Soy
Daniel
Alarcón.
Hoy
empezamos
con
un
nombre.
Más
precisamente
con
el
nombre
de
nuestra
productora
argentina
Aneris
Casassus.
Confieso
que
nunca
había
escuchado
el
nombre
Aneris
y
me
pareció
bastante
raro.
Luego
ella
me
confirmó
que
sí,
que
no
es
para
nada
común.
Me
contó
que
cada
vez
que
se
presenta
en
algún
lado
le
pasa
lo
mismo.
La
gente
le
hace,
como
mínimo,
tres
preguntas:
¿cómo
se
escribe?
¿qué
origen
tiene?
¿qué
significa?
Ella
responde
siempre
igual:
que
Aneris,
así
como
suena,
con
I
latina;
que
griego
pero
que
su
familia
nada
que
ver
con
los
griegos
y
que
no
ha
encontrado
un
significado
exacto,
o
al
menos
uno
que
termine
de
convencerla.
Cuando
le
escriben
un
email,
a
veces
piensan
que
es
un
hombre
o
que
ese
es
su
apellido.
Y
Aneris
ya
ni
se
preocupa
en
corregir
cuando
alguien
le
dice
Ana,
Mery,
Nelly,
Anne
Marie…
La
culpa
de
todo,
en
definitiva,
la
tiene
su
madre.
A
comienzos
de
1983
había
leído
en
una
lista
el
nombre
y
le
había
gustado
que
fuera
distinto,
original.
No
tuvo
dudas.
Si
el
bebé
que
estaba
por
parir
era
una
niña
ese
sería
su
nombre.
Había
dos
variantes:
Amneris,
con
M
y
N.
Y
Anneris,
con
dos
N.
Pero
Cristina,
la
mamá
de
Aneris,
estaba
empecinada
en
que
fuera
solo
con
una.
Al
papá
también
le
gustó.
Cuando
llegó
a
su
casa
después
de
anotarla
en
el
registro
civil
y
se
dio
cuenta
que
en
la
partida
de
nacimiento
lo
habían
puesto
con
dos
N,
volvió
a
la
oficina
y
pidió
que
le
borraran
esa
N
que
sobraba.
Tuvo
suerte
porque
el
empleado
del
registro
civil
era
un
vecino
del
barrio
y
le
hizo
el
favor.
Hasta
acá,
una
simple
anécdota.
Pero
tiempo
después,
la
mamá
de
Aneris,
descubriría
que
ese
capricho
encerraba
algo
más…
Esta
es
Cristina
Pasaron
los
años
y
siempre
“Aneris
vení
a
comer”,
“Aneris
andá
a
jugar”,
“Aneris
vamos
al
jardín”.
Bueno,
llegó
la
primaria
y
en
aquel
entonces
había
que
marcar
todo
en
el
guardapolvo,
en
la
ropita,
en
los
lápices,
incluso
había
que
rasparlos
y
poner
a
cada
lápiz
su
nombre.
Y
ahí
comencé
a
escribir
“Aneris”,
“Aneris”,
“Aneris”
y
de
pronto
me
hizo
un
clic.
Se
le
ocurrió
leer
el
nombre
de
derecha
a
izquierda…
Y
dije
epa,
Aneris
es
sirena
al
revés.
Nunca
me
había
advertido
de
que
el
nombre
de
mi
propia
hija,
al
revés,
era
sirena.
Aneris
tenía
7
años,
y
ahí
empezó
su
pesadilla.
Aquí
Aneris,
charlando
con
su
mamá.
Y
te
acordás
si
a
me
gustaba
eso
cuando
era
chica,
de
que
fuera
sirena
al
revés.
No,
a
vos
no
te
gustaba.
Te
resultaba
desagradable.
No
querías
que
te
dijera
tu
hermano
sirena,
“vení
sirena,
vení
sirena”.
“No,
no,
no
me
gusta,
mamá,
que
me
digan
sirena”.
Hasta
el
día
de
hoy
su
hermano
le
hace
chistes
con
eso.
Y
de
chicos,
cuanto
más
se
enojaba,
más
se
lo
hacía…
No
es
que
odiara
las
sirenas.
Le
encantaba
ver
la
película
de
La
Sirenita
y
bueno,
viviendo
en
una
ciudad
de
mar,
tal
vez
podría
haberle
encontrado
el
sentido.
Pero
eso
de
tener
una
cola
con
aletas
verde
esmeralda
en
vez
de
piernas
le
daba
un
poco
de
impresión…
Su
mayor
miedo
era
que
sus
compañeros
de
escuela
descubrieran
el
secreto
y
la
empezaran
a
llamar
sirena
en
vez
de
Aneris.
Ella
cruzaba
los
dedos
para
que
nadie
se
diera
cuenta.
Y
la
verdad
es
que
casi
nadie
lo
notaba.
Su
mamá
en
un
ataque
de
culpa
trataba
de
ayudarla
con
eso:
Yo
diría
que
eso
fue
tácito
y
siempre
lo
mantuvimos
como
un
profundo
secreto.
Hasta
ahora,
claro.
Ya
no
le
importa.
Está
dispuesta
a
compartirlo
porque
por
esa
casualidad
de
su
nombre….
llegó
a
él…
Hola,
mi
nombre
es
Juan
Pablo,
soy
palindromaníaco
recuperado.
Hace
737
días
que
no
hago
un
palíndromo
Palindromaníaco,
es
decir,
una
persona
obsesionada
por
buscar
palíndromos,
palabras
que
se
lean
del
derecho
y
del
revés.
Eso
que
Aneris
odia
de
su
nombre
a
Juan
Pablo
Sáez
Gil
le
resulta
totalmente
fascinante.
Después
de
la
pausa,
Aneris
nos
mete
en
el
alucinante
mundo
de
los
palindromistas.
Este
mensaje
viene
del
patrocinador
de
NPR,
Squarespace,
la
plataforma
todo
en
uno
para
establecer
tu
presencia
en
línea,
ya
sea
publicando
contenido
o
administrando
un
negocio.
Con
Member
Areas,
puedes
desbloquear
una
nueva
fuente
de
ingreso
para
tu
negocio
y
liberar
tiempo
en
tu
calendario
vendiendo
acceso
a
contenido
exclusivo
como
videos,
cursos
en
línea
o
newsletters.
Visita
squarespace.com/NPR
para
obtener
una
prueba
gratuita,
y
cuando
estés
listo
para
lanzar
tu
página,
usa
el
código
“NPR”
para
ahorrar
10
por
ciento
en
la
compra
de
tu
primer
sitio
web
o
dominio.
Este
mensaje
viene
del
patrocinador
de
NPR,
Carmax.
Imagina
comprar
un
auto
a
tu
manera.
En
línea,
desde
la
comodidad
de
tu
hogar.
En
persona
en
el
lote.
O
una
combinación
de
ambos.
CarMax
te
permite
elegir
cómo
comprar.
Incluso
llevan
tu
auto
a
la
puerta
de
tu
casa
en
mercados
selectos.
Y
sin
importar
cómo
compres,
CarMax
te
tiene
cubierto
gracias
a
una
garantía
de
reembolso
de
30
días
o
mil
quinientas
millas.
Conoce
más
y
empieza
a
comprar
en
CarMax.com.
CarMax.
Reinventando
la
compra
de
autos.
Estamos
de
vuelta
en
Radio
Ambulante,
soy
Daniel
Alarcón.
Nuestra
productora
Aneris
Casassus
nos
cuenta.
Debí
haber
sospechado
que
mi
secreto
nunca
estaría
a
salvo
con
un
palindromista.
Contacté
a
Juan
Pablo
por
Instagram.
Le
dije
que
era
periodista,
que
sabía
que
él
era
palindromista
y
que
me
gustaría
entrevistarlo
para
un
episodio
de
Radio
Ambulante.
No
le
dije
absolutamente
nada
en
referencia
a
mi
nombre.
Me
contestó
al
instante.
Lo
que
a
mi
mamá
le
llevó
7
años
descubrir,
a
Juan
Pablo
le
tomó
una
milésima
de
segundo.
Nunca
antes,
de
hecho,
un
entrevistado
me
había
contestado
tan
rápido.
Abrí
el
mensaje
enseguida,
ansiosa…
Decía
así…
Hola
Aneris,
¿cómo
estás?
Un
gusto.
¿Ese
es
tu
nombre
real?
¿Es
casual
que
se
lea
sirena
en
el
reverso?
Sí,
es
casual
y
lo
odio,
respondí
en
el
chat.
Y
él:
¡Qué
envidia!
¡Cómo
me
hubiera
gustado
tener
un
nombre
así!
Juan
Pablo
tiene
38
años
y
la
obsesión
por
buscar
palabras
reversibles
empezó
de
muy
chico,
de
la
mano
de
su
abuela
Hilda
Esther
del
Valle
Ocaranza,
más
conocida
como
“Nena”.
Ella
vivía
a
tres
cuadras
de
su
casa
en
Concepción
provincia
de
Tucumán,
en
el
noroeste
de
Argentina
y
casi
todas
las
tardes,
Juan
Pablo
y
sus
dos
hermanos
iban
a
merendar
a
su
casa.
Les
hacía
un
café
con
leche
delicioso.
Juan
Pablo
era
un
niño
muy
tímido
y
solitario
y
le
encantaba
pasar
tiempo
con
su
abuela.
Me
leía
cuentos,
me
contaba
historias,
eran
como
momentos
muy
íntimos,
donde
me
sentía
como
muy
escuchado,
muy
contenido,
y
ella
tenía
como
esa
calidez
para
hacerme
sentir
importante,
visible,
presente.
En
ese
contexto
tan
ameno,
Nena
le
sembró
a
Juan
Pablo
la
semillita…
De
joven
había
sido
maestra
y
era
una
apasionada
de
la
enseñanza.
Un
día
agarró
un
papel
y
un
lápiz
y
escribió
el
nombre
de
una
provincia
argentina,
Neuquén.
Luego
le
propuso
a
Juan
Pablo
que
en
ese
entonces
tendría
unos
6
o
7
años-
que
la
leyera
de
derecha
a
izquierda.
Y
yo
me
acuerdo
ese
instante
de
niño
que
se
explotó
mi
cerebro
y
no
podía
creer.
Me
acuerdo
que
lo
escribió
mi
abuela
en
un
papelito
y
yo
lo
leía
de
ida
y
vuelta
a
Neuquén
y
no
podía
creer.
Para
eso
era
magia.
Luego
hizo
lo
mismo
con
el
apellido
del
presidente
argentino
de
ese
entonces,
Menem.
Y
después
lo
desafió
con
frases
más
largas…
Este
es
Juan
Pablo,
hablando
con
su
abuela
Nena,
que
hoy
tiene
87
años.
¿Te
acordás
los
palíndromos
que
nos
enseñabas?
Te
acordás
uno
que
era
«Dábale…»
«Dábale
arroz
a
la
zorra
el
abad»
Ese,
yo
siempre
me
acuerdo
de
ese.
Sí.
“Dábale
arroz
a
la
zorra
el
abad”.
Yo
me
acuerdo,
Juan
Pablo,
de
tu
carita,
cuando
descubrías
lo
que
era
eso.
Era
hermoso,
era
hermoso
“Dábale
arroz
a
la
zorra
el
abad”
es
quizás
el
palíndromo
más
famoso
del
idioma
español.
La
frase
entera
es
simétrica,
se
lee
exactamente
igual
de
los
dos
lados.
Pero
en
su
interior
también
podemos
encontrar
palabras
bifrontes:
es
decir
que
de
izquierda
a
derecha
forman
una
palabra
y
de
derecha
a
izquierda
otra.
Como
arroz
y
zorra.
Como
Aneris
y
sirena.
Así
que
recién
ahora,
a
mis
38
años,
me
vengo
a
enterar
de
que
eso
que
pasa
con
mi
nombre
se
llama
bifronte
y
de
que,
justo
por
eso,
soy
la
envidia
de
cualquier
palindromista.
Pero
no
crean
que
esto
de
buscar
palíndromos
es
tan
fácil.
Quiero
aclararles
algo
para
que
no
vayan
a
hacer
trampa.
Aunque
fonéticamente
suene
igual
de
ambos
lados,
el
palíndromo
tiene
que
estar
escrito
sin
faltas
de
ortografía:
no
se
puede
obviar
una
H
aunque
sea
muda,
o
usar
una
B
larga
por
una
V
corta.
Solo
hay
dos
excepciones:
las
tildes
y
los
signos
de
puntuación
pueden
pasarse
por
alto.
En
aquel
entonces
Nena
ni
siquiera
sabía
que
estos
juegos
de
palabras
se
llamaban
palíndromos
y
que
el
término
deriva
del
griego
y
significa
“que
recorre
a
la
inversa”.
Pasaba
horas
cuidando
a
Juan
Pablo
y
a
sus
dos
hermanos
mientras
sus
papás
trabajaban:
la
mamá
de
bioquímica
en
un
laboratorio,
el
papá
de
arquitecto,
dirigiendo
obras.
Cuando
Nena
ya
no
sabía
qué
más
hacer
para
entretenerlos
y
para
que
no
extrañaran
tanto
a
la
mamá,
sacaba
los
palíndromos
como
quien
saca
un
as
de
la
manga.
Sabía
que
era
algo
muy
efectivo.
Lo
había
probado
con
sus
alumnos
cuando
era
maestra
y
siempre
se
quedaban
con
la
boca
abierta.
Yo
quería
llamarles
la
atención
con
cosa
que
realmente
lo
pongan
a
ustedes
pensando
qué
era…
como
por
ejemplo
el
leer
una
palabra
de
delante
para
atrás
que
de
atrás
para
adelante.
A
Juan
Pablo
le
parecía
el
plan
perfecto.
Y
lo
curioso
de
esto
es
que
a
mis
hermanos
ni
les
importó
ni
supieron
que
existían
los
palíndromos
y
se
olvidaron
de
su
existencia.
Y
a
me
dejaron
marcado
para
el
resto
de
mi
vida.
Desde
aquel
día
en
que
su
abuela
le
mostró
el
mundo
de
los
palíndromos,
Juan
Pablo
no
pudo
parar.
Cuando
caminaba
por
la
calle,
antes
de
leer
los
letreros
hacia
adelante,
los
leía
hacia
atrás.
Empezó
a
encontrar
palíndromos
en
todos
lados.
Los
caramelos
más
famosos
en
Argentina,
los
Sugus,
ahora
le
gustaban
todavía
más.
Se
quedaba
como
hechizado
ante
cada
descubrimiento:
Fue
así
como
wow
años
comiendo
caramelitos
Sugus
y
recién
descubro
que
es
un
palíndromo
Se
acuerda
perfectamente
de
dos
momentos
puntuales
de
aquella
etapa
de
iniciación
palindrómica,
en
los
que
empezó
a
investigar
más.
Uno
fue
en
un
ascensor
cuando
leyó
un
botoncito
que
decía
“Luz”
y
se
dio
cuenta
que
si
tan
solo
le
agregaba
una
A
se
formaba
el
palíndromo
“luz
azul”.
El
otro
fue
estando
en
un
bar.
Quiso
ir
al
baño
y
cuando
vio
el
cartel
en
la
puerta
notó
que
si
a
“baños”
le
sumaba
también
una
A
se
formaba
“soñaba
baños”.
Su
vida
cotidiana
se
empezó
a
llenar
de
palíndromos
y
eso
le
parecía
espectacular.
Y,
como
toda
pasión
es
más
bella
si
se
comparte,
cada
vez
que
hallaba
un
palíndromo
nuevo
corría
a
contárselo
a
sus
amigos.
El
problema
era
que,
al
igual
que
a
sus
hermanos,
a
ellos
tampoco
les
interesaba
en
absoluto
el
tema.
Era
como
“ah,
mirá
vos”.
Y
yo
decía
“¿no
ves
la
magia
que
hay
que
explota
una
estructura
mágica
ahí
adentro?”
Y
era
como
“ah,
ok”.
Al
menos
su
abuela
Nena
siempre
estaba
ahí
para
escucharlo.
Durante
su
infancia
y
adolescencia,
Juan
Pablo
fue
engrosando
su
colección
de
palíndromos
casi
en
absoluta
soledad.
Cada
vez
que
encontraba
uno
lo
anotaba
en
cuadernos
o
libretitas.
Comenzó
a
descubrir
frases
hermosas.
que
al
oírlas
puede
que
les
resulte
difícil
darles
la
vuelta
mentalmente.
Pero
si
no
llegan
a
escribirlas
para
corroborarlo
con
sus
propios
ojos,
créanme:
se
leen
exactamente
igual
de
los
dos
lados.
Ahí
van:
“Amo
la
pacífica
paloma”,
“Nos
ideó
Edison”,
“Yo
hago
yoga
hoy”.
Y
esta
es
alucinante:
“La
ruta
nos
aportó
otro
paso
natural”.
En
los
ratos
en
que
no
estaba
con
sus
amigos
y
hermanos
andando
en
bici,
jugando
al
fútbol
o
al
básquet,
Juan
Pablo
se
deleitaba
con
cada
frase
palindrómica
que
encontraba.
Tenía
una
vida
como
la
de
cualquier
adolescente
pero
los
palíndromos
siempre
estaban
ahí,
acompañándolo.
A
principios
de
los
2000,
llegó
la
hora
de
ir
a
la
universidad
y
se
mudó
a
San
Miguel
de
Tucumán,
la
capital
de
la
provincia.
Se
inscribió
en
psicología
pero
luego
se
cambió
a
derecho
y
siempre
mantuvo
el
gusto
por
leer
de
atrás
hacia
adelante.
Empezó
a
disfrutar
de
toda
la
movida
cultural
y
universitaria
que
había
en
la
ciudad.
Siempre
le
había
gustado
leer
y
ahora
tenía
muchos
más
recursos
al
alcance
de
la
mano.
Un
día
su
primo
lo
llamó
para
decirle
que
en
El
griego,
una
librería
clásica
de
Tucumán…
Estaba
el
libro
de
palíndromos
de
Juan
Filloy,
que
era
como
una
reliquia
palindrómica.
Así
que
me
acuerdo
salir
corriendo
ese
día
literalmente,
salir
corriendo,
ir
hasta
El
griego
que
quedaba
no
a
unas
diez
cuadras
de
donde
vivía
y
comprar
el
librito
“Karcino”
de
Juan
Filloy.
El
argentino
Juan
Filloy,
conocido
como
el
escritor
de
los
tres
siglos:
nació
en
el
XIX,
vivió
en
el
XX
y
murió
a
comienzos
del
XXI,
a
los
105
años.
Fue
además
abogado,
juez
de
cámara
y
traductor.
Escribió
decenas
de
libros,
muchos
de
ellos
inéditos.
“Karcino”,
el
que
le
interesaba
específicamente
a
Juan
Pablo,
es
un tratado
de
palindromía.
El
nombre
viene
del
griego
y
significa
cangrejo.
Bueno,
y
no
hay
que
explicar
que
lo
eligió
por
la
particular
forma
de
caminar
hacia
atrás
de
ese
animalito.
El
libro,
de
224
páginas,
compila
2200
frases
reversibles
en
diversos
idiomas
empezando
por
el
que
es
considerado
el
primer
palindromista
de
la
Antigua
Grecia:
Sótades,
del
siglo
III
antes
de
Cristo.
Este
que
van
a
escuchar
es
Filloy,
en
un
fragmento
del
documental
“Don
Juan”,
de
Mempo
Giardinelli:
¿Cuántos
palíndromos
ha
escrito
usted
Don
Juan?
Yo
he
escrito
más
de
10
mil
frases
palindrómicas.
¿Es
posible
en
la
lengua
castellana
llegar
a
tanto?
Precisamente
es
el
idioma
más
palindrómico
del
mundo.
Es
porque
usa
más
vocales
que,
por
ejemplo,
las
lenguas
germánicas
que
están
repletas
de
consonantes.
Eso
ayuda
mucho
a
la
hora
de
buscar
palíndromos.
En
ese
mismo
documental
Filloy
cuenta
que
el
primer
palíndromo
que
escuchó
en
su
vida
fue
el
mismo
que
Nena
le
enseñó
a
Juan
Pablo:
“Dábale
arroz
a
la
zorra
el
abad”.
Y
que
de
ahí
tampoco
pudo
parar:
empezó
a
escribir
a
diario
frases
palindrómicas.
Juan
Pablo
entonces
llegó
a
la
librería
y
compró
aquel
libro
sin
dudarlo:
Fue
como…
como
no
encontrar
un
tesoro
en
una
isla
desierta
y
fue
el
primer
libro
de
palíndromos
que…
que
compré.
Fue
descubrir
que
había
palíndromos
mucho
más
largos,
que
no
se
trataba
solo
de
palabras
ni
de
frases
sueltas.
Se
dio
cuenta
de
que
las
posibilidades
del
lenguaje
para
crear
palíndromos
eran
casi
infinitas.
Aquel
tesoro
le
ampliaba
su,
hasta
entonces,
pequeño
mundo
palindrómico.
Un
mundo
que
también
habían
explorado
autores
como
Julio
Cortázar
o
Jorge
Luis
Borges.
El
libro
de
Filloy
incentivó
a
Juan
Pablo
a
empezar
a
escribir
sus
propios
palíndromos.
Uno
de
los
primeros
que
cree
haber
descubierto
fue
“Ánimo
de
mono
me
domina”.
Y
poco
a
poco
se
desafiaba
con
construcciones
un
poco
más
largas
y
complejas,
como
este
pequeño
poema:
“La
sed
será
mortal
odio,
idolatro
mares
de
sal”.
Cada
vez
que
escribía
uno
sentía
algo
que
le
cuesta
hasta
describir.
[Cuando
se
llega
a
ese
momento
en
el
que
se
lee
de
ida
y
vuelta
y
es
uno
mismo
el
que
ha
creado
esa
pequeña
magia
hay
una
satisfacción
que
yo
no
la
logro
explicar,
no
que
es.
Son
como
pequeños
momentos
en
los
que
le
parece
que
todo
encaja
de
una
manera
perfecta.
Le
daba
tanta
satisfacción
buscar
palíndromos
que
se
empezó
a
obsesionar
con
el
tema
y
de
a
poco
le
iba
resultando
más
fácil
armar
sus
propias
simetrías.
Aquí
habría
que
ver
qué
ha
sido
primero,
si
el
huevo
o
la
gallina.
Si
es
que
yo
siempre
tuve
esa
habilidad
de
leer
en
los
dos
sentidos
y
por
eso
me
gustan
los
palíndromos
o,
si
por
escribir
palíndromos,
se
me
desarrolló
la
habilidad
de
leer
en
los
dos
sentidos.
Es
algo
bastante
complejo,
la
verdad.
A
mí,
por
lo
menos,
me
resulta
dificilísimo
leer
hacia
atrás.
Y
ni
hablar
de
dar
vuelta
las
palabras
mentalmente,
sin
escribirlas.
Pero
igual
no
es
una
habilidad
muy
interesante,
o
sea
no
es
un
superpoder.
No
voy
a
ser
un
superhéroe
de
la
Liga
de
la
Justicia
por
leer
hacia
atrás…
Y
sí,
podría
decirse
que
es
una
habilidad
bastante
inútil
en
términos
pragmáticos
o
mercantilistas.
Pero,
al
fin
y
al
cabo,
de
eso
se
trata
cualquier
juego,
¿no?
Más
allá
de
aquel
libro
que
se
había
convertido
en
su
faro,
Juan
Pablo
seguía
disfrutando
de
su
afición
en
solitario.
Nadie
que
conociera
le
seguía
la
corriente
con
los
palíndromos.
Excepto,
claro,
su
abuela
y
el
querido
primo
que
le
pasó
el
dato
del
libro.
Ni
siquiera
su
novia
de
aquel
entonces
entendía
muy
bien
por
qué
le
gustaba
tanto
eso
de
buscar
palabras
reversibles.
Un
día
él
le
escribió
un
poema
palindrómico.
Años
después,
cuando
se
volvió
a
encontrar
con
esa
chica
con
la
que
finalmente
habían
terminado
la
relación,
ella
le
hizo
una
confesión:
Me
contó
que
una
de
las
cosas
que
le
hizo
secarle
la
cabeza
era
mi
obsesión
por
los
palíndromos.
Y
yo
en
ese
momento
pensaba
que
era
el
mejor
regalo
que
le
podía
hacer.
O
sea,
yo
digo
cualquier
poeta
le
escribe
versos
a
sus
novias,
yo
le
estoy
escribiendo
un
palíndromo
y
no,
había
sido
todo
lo
contrario.
Juan
Pablo
se
sentía
un
bicho
raro.
No
encontraba
aliados
a
su
alrededor.
Directamente
llegó
a
pensar
que
no
existían
más
palindromistas
en
el
mundo.
Es
que
recordemos
una
cosa,
estamos
a
comienzos
de
los
2000
y
si
bien
ya
existía
internet,
no
era
algo
tan
accesible
como
ahora.
Eran
los
tiempos
del
dial
up
y
de
los
ciber
cafés.
No
había
grupos
de
Facebook
ni
Whatsapp,
apenas
si
empezaba
a
popularizarse
el
uso
del
correo
electrónico
y
de
los
buscadores.
Pero
eso
ya
lo
ayudaba
bastante
en
su
afición…
Empecé
a
internarme
en
internet
para
buscar
información
de
todo
tipo.
Buscaba
palabras
reversibles,
juegos
de
palabras,
anagramas,
acrósticos.
De
pronto
empezó
a
encontrar
unos
sitios
web
con
un
diseño
espantoso
pero
con
un
contenido
hecho
a
su
medida.
Podía
pasarse
horas
investigando
cada
uno
de
ellos.
En
esas
andaba
cuando
descubrió
algo
increíble:
su
segundo
tesoro
en
la
isla
desierta.
No
solo
había
más
palindromistas
en
el
mundo
sino
que
había
un
club
que
los
reunía
a
todos.
Y
Juan
Pablo
no
se
iba
a
perder
la
oportunidad
de
conocerlos.
Una
pausa
y
volvemos.
Este
mes
en
Lupa,
la
aplicación
de
Radio
Ambulante
para
aprender
español,
exploramos
cómo
las
fronteras
marcan
la
vida
de
la
gente
en
América
Latina.
Visita
lupa.app/fronteras,
y
viaja
a
límites
que
alguna
vez
fueron
imperceptibles,
como
el
que
hay
entre
Ciudad
Juárez
y
El
Paso,
o
a
la
capital
de
Honduras,
donde
las
fronteras
operan
al
nivel
de
los
barrios.
Explora
también
fronteras
lingüísticas,
como
las
de
Perú,
donde
existen
decenas
de
lenguajes,
pero
solo
un
cierto
tipo
de
español
te
permite
ascender
de
clase
social.
Si
o
tus
seres
queridos
buscan
mejorar
su
español
y
conocer
más
de
América
Latina
con
historias
fascinantes
y
narradas
por
sus
protagonistas,
ve
ahora
mismo
a
lupa.app/fronteras.
Estamos
de
vuelta
en
Radio
Ambulante.
Soy
Aneris
Casassus.
Antes
de
la
pausa
conocimos
a
Juan
Pablo,
quien
desde
niño
se
había
obsesionado
por
buscar
palabras
reversibles.
Pero
no
tenía
con
quién
compartir
esa
pasión,
y
es
más,
esta
obsesión
con
los
palíndromos
incluso
lo
alejaba
de
la
gente.
Entonces,
en
un
día
de
esos
en
los
que
Juan
Pablo
se
la
pasaba
en
internet
buscando
palíndromos
y
juegos
de
palabras
encontró
algo
totalmente
inesperado:
el
blog
del
Club
Palindromista
Internacional,
el
CPI.
Había
nacido
en
1986
en
Cataluña
por
iniciativa
de
un
ingeniero
llamado
Josep
María
Albaigés.
En
un
viaje
a
Argentina,
Josep
conoció
de
casualidad
a
Carlos
Nafarrate,
un
médico
que
le
enseñó
su
gran
colección
de
palíndromos.
Desde
ahí
quedó
totalmente
atrapado
por
el
tema.
Así
que
cuando
volvió
a
su
casa
decidió
empezar
a
buscar
a
otros
palindromistas.
En
los
‘80,
solo
podía
hacerlo
por
teléfono
o
correo
postal.
Logró
contactar
a
unas
15
personas
que
publicaban
sus
palíndromos
en
la
revista
estadounidense
“Word
Ways”.
Para
1987,
un
año
después,
ya
eran
20
o
25
personas
que
integraban
el
Club
y
editaban
su
propio
boletín,
el
“Sema
Games”,
O
bueno,
Games,
para
que
se
escuche
el
palíndromo.
Sema,
según
la
Real
Academia
Española,
es
una
unidad
mínima
de
significado.
Enseguida
Juan
Pablo
buscó
un
mail
de
contacto
y
ahí
mismo
escribió
un
mensaje
para
que
cruzara
en
un
segundo
el
Océano
Atlántico.
Tuvo
suerte.
Pronto
le
contestó
él:
Mi
nombre
es
Pedro
Ruiz
Lozano,
coloquialmente
se
me
dice
Pere
Ruiz.
Soy
presidente
del
Club
Palindromista
Internacional.
Juan
Pablo
no
estaba
solo.
Había
más
personas
que
compartían
su
misma
obsesión.
Miembros
en
España,
Francia,
Alemania,
Estados
Unidos,
Colombia,
México,
Brasil…
hasta
cerquita
suyo,
en
Argentina…
A
Juan
Pablo
no
le
entraba
la
felicidad
en
el
cuerpo.
Yo
pensaba
que
era
la
única
persona
del
mundo
al
que
le
interesaban
los
palíndromos.
Y
de
pronto
ahora,
cientos
de
personas
intercambiando
palíndromos
por
todo
el
mundo
y
de
todo
tipo.
Es
como
muy
loco
cómo
cambian
los
tiempos.
Pensaba,
también,
que
era
el
único
que
había
descubierto
aquello
de
“Luz
azul”.
Pero
ahora
se
enteraba
que
absolutamente
todos
los
palindromistas
habían
sido
cautivados
por
esa
frase
en
sus
inicios
palindrómicos.
Le
parecía
fascinante.
Por
fin
se
sentía
comprendido
en
su
pasión.
Según
Pere,
es
lo
que
experimentan
casi
todos
los
palindromistas
cuando
descubren
la
existencia
del
Club.
El
palindromista
es
un
artista
que
trabaja
solo,
que
no
sabe
que
existen
otros
palindromistas.
Y
cuando
conoce
que
pues
que
hay
un
grupo
de
gente
que
se
dedican
a
hablar
de
esto
todos
los
días
y,
y
a
organizar
congresos,
encuentros
de
palindromistas,
en
fin,
un
montón
de
actividades
relacionadas
con
el
palíndromo,
pues
se
anima.
Para
los
que
no
somos
palindromistas,
en
cambio,
puede
sonar
un
poquito
raro.
De
hecho
Pere
está
acostumbrado
a
escuchar
lo
que
la
mayoría
de
la
gente
piensa
sobre
ellos…
Voy
a
encontrarme
con
un
grupo
de
frikis
que
se
dedican
a
escribir
al
revés
o
a
hacer
simetrías
o
tal.
Pero
él
lo
ve
totalmente
diferente…
Automáticamente
te
das
cuenta
que
lo
que
somos
es
un
grupo
de
gente
cachonda,
de
gente
con
ganas
de
divertirse,
de
pasarlo
bien
y
de
usar
el
lenguaje
como
herramienta
para,
pues
para
estar
contento.
Para
Pere,
buscar
palíndromos
es
una
especie
de
ansiolítico.
Mira,
Juan
Filloy
decía
que
él
escribía
palíndromos
para
aliviar
la
angustia
de
vivir.
Yo
he
escrito
infinidad
de
palíndromos
en
la
sala
de
espera
del
médico.
Luego
pensaba,
digo,
si
no
hubiera
estado
escribiendo
palíndromos,
estaría
pensando
en
la
enfermedad
o
en
los
dolores.
Pere
se
obsesionó
con
los
palíndromos
hace
30
años.
Estaba
hojeando
el
diario
cuando
leyó
¿a
qué
no
saben
qué
frase?
Sí,
sí.
La
misma
con
la
que
empezaron
casi
todos:
“Dábale
arroz
a
la
zorra
el
abad”.
Desde
ese
momento,
inició
su
camino
palindrómico.
Tiene
editados
seis
libros
que
reúnen
palíndromos
de
su
autoría
y
oigan
esto:
uno
de
ellos
es
una
versión
de
la
Biblia
en
palíndromo,
desde
el
Génesis
hasta
el
Apocalipsis.
Y,
como
Juan
Pablo,
cuando
le
escribí
presentándome
también
descubrió
enseguida
mi
secreto…
Al
ser
un
nombre
tan
poco
común,
porque
es
muy
poco
común,
de
hecho
eres
la
única
persona
que
conozco
que
se
llame
sirena
al
revés,
en
esa
manía
ya
te
digo,
cualquier
término
nuevo
que
nos
viene
a
la
vista,
pues
el
palindromista
lo
gira
incluso
involuntariamente.
Tanta
emoción
le
dio
a
Pere
leer
mi
nombre
que
hasta
me
escribió
un
verso
palindrómico…
Tu
nombre
me
inspiró
al
mar.
Entonces
intenté
construir…
es
un
palíndromo
pues
con
cositas
del
mar.
Lo
tienes
delante.
A
ver…
Léelo,
por
favor.
Ok,
aquí
vamos…
Dice
así:
Aneris,
esa
ola
y
ese
mar.
Ámese,
ya
loa
sé:
es
sirena.
Tuve
que
buscar
la
definición
de
loa.
Es
un
poema
dramático
cortito.
Así
que
ya
ven…
tengo
mi
propio
verso
palindrómico.
Pero
volvamos
al
momento
en
que
Juan
Pablo
descubre
el
Club
Palindromista
Internacional.
Pere
respondió
su
correo
invitándolo
a
que
se
hiciera
miembro
del
Club
y
se
suscribiera
a
la
revista
“Sema
Games”.
Juan
Pablo
empezó
a
recibirla
por
correo
postal
y
devoraba
sus
páginas
repletas
de
juegos
de
palabras.
Con
los
miembros
del
Club,
se
enredaba
en
acalorados
debates
en
cadenas
de
mail
en
torno
a
los
palíndromos.
Por
ejemplo,
¿cómo
determinar
la
autoría
de
un
palíndromo?
Es
decir,
si
todos
los
palindromistas
pasaron
alguna
vez
por
“luz
azul”
o
“soñaba
baños”,
¿cómo
saber
a
quién
se
le
ocurrió
primero?
Bueno,
parece
que
hay
cierto
consenso
en
decir
que
los
palíndromos
cortos
no
tienen
dueño,
digamos
que
se
le
pueden
ocurrir
a
cualquiera.
Pero
cuando
hablamos
de
palíndromos
más
extensos
y
complejos,
es
poco
probable
que
a
dos
personas
se
les
ocurra
formar
exactamente
el
mismo
párrafo
y
en
ese
caso
corresponde
darles
su
autoría.
Pere
me
lo
graficó
con
números.
Me
dijo
que
él
ha
escrito
unos
10
mil
palíndromos,
y
que
calcula
que
de
esos
10
mil,
4
mil
o
5
mil
son
los
mismos
que
ya
habían
escrito
antes
otros
palindromistas
sin
que
él
lo
supiera.
O
sea
que
cree
haber
inventado,
por
lo
menos,
unos
5
mil.
Los
miembros
del
Club
compartían
con
Juan
Pablo
sus
creaciones
y
sentirse
acompañado
en
esta
obsesión
no
hizo
más
que
acrecentarla.
Fue
un
tiempo
así
de
mucha
locura,
porque
era
como
un
descubrimiento
de
todo
un
mundo
nuevo
que
se
me
aparecía
y
las
miles
de
posibilidades
que
abría…
Según
sus
propias
palabras,
fue
como
desbloquear
un
nuevo
nivel.
Se
dio
cuenta
de
que
podía
desafiarse
aún
más
y
empezó
a
escribir
palíndromos
cada
vez
más
largos.
Cuando
se
sintió
lo
suficientemente
conforme
con
lo
que
había
escrito,
le
mandó
algunos
de
sus
palíndromos
a
Pere,
que
quedó
maravillado:
Hay
aquellas
personas
que
dices
“Oye,
parece
que
ha
nacido
con
un
don,
parece
que
lleva
algo
en
la
sangre,
¿no?
Que
le
salen
los
palíndromos
con
una
naturalidad”.
Bueno,
pues
Juan
Pablo
Sáez
Gil
es…
es
esta
persona.
Conozco
a
dos
o
tres
más
en
todo
el
mundo
que
tengan
esta
habilidad.
No
hay
muchos
más
y
creo
que
conozco
bastantes
palindromistas.
Lo
que
más
le
sorprendió
fue
que
tenía
un
estilo
propio,
algo
muy
difícil
de
conseguir
para
un
palindromista.
Si
para
cualquier
escritor
es
un
enorme
reto
lograr
una
marca
personal,
hacerlo
con
tantas
restricciones
lingüísticas
es
sumamente
complejo.
Porque,
como
dice
Pere,
el
palíndromo
se
resiste
a
ser
escrito.
Es
una
frase
que
hace
fuerza
porque
siempre
va
a
faltar
una
letra
o
una
palabra
para
lograr
la
simetría
perfecta.
A
veces,
el
palindromista
logra
llevar
el
palíndromo
hacia
donde
quiere,
pero
muchas
otras
veces,
el
palíndromo
lo
domina
a
él.
La
mayor
hazaña,
además,
es
lograr
una
construcción
simétrica
que
mantenga
cierto
sentido. El
trabajo
o
la
labor
del
palindromista
está
siempre
ahí,
en
intentar
buscar
arte
con
un
cincel
que
está
muy
afilado,
tan
afilado
que
como
des
el
golpecito
un
poco
más
fuerte,
rompes
la
pieza
y
no
sirve.
Por
eso,
cuando
logran
que
la
pieza
no
se
rompa…Pues
te
sientes
contento
simplemente.
Yo
los
califico
como
píldoras
de
felicidad.
Luego
de
leer
sus
palíndromos,
Pere
le
propuso
a
Juan
Pablo
que
publicara
uno
de
sus
textos
en
la
revista
del
Club.
Y
empezaron
a
mantener
una
correspondencia
palindrómica.
Pronto
se
hicieron
amigos
a
la
distancia.
Con
Juan
Pablo
escribíamos
narraciones
palindrómicas
juntos
o
relatos
o
diálogos
en
el
que
él
decía
una
cosa
y
yo
le
contestaba
otra
y
viceversa.
Todo
palindrómicamente,
entiendes.
O
sea,
yo
encontré
en
Juan
Pablo
mi
alma
gemela
y
él
lo
sabe
porque
estamos
en
contacto…
Después
de
algún
tiempo
de
amistad
virtual,
en
septiembre
de
2009
Juan
Pablo
viajó
a
Barcelona
y
conoció
personalmente
a
Pere
en
un
café
frente
al
mar.
Charlaron
sobre
su
pasión
por
los
palíndromos,
intercambiaron
libros
y
se
plantearon
un
nuevo
desafío.
Los
palíndromos
no
debían
ser
considerados
simples
juegos
de
palabras.
Los
palíndromos
eran,
en
mismos,
un
género
literario.
Esa
sería
de
ahora
en
adelante
su
bandera
y
la
defenderían
a
capa
y
espada.
Fundaron
el
movimiento
literario
“Rever”,
cuyo
nombre,
por
supuesto,
es
un
palíndromo.
A
través
del
movimiento,
reunirían
a
escritores
palindromistas
de
todo
el
mundo.
Porque
hasta
ese
momento,
al
palindromista
no
se
lo
consideraba
autor,
sino
simplemente
una
persona
que
pasaba
los
ratos
libres
buscando
simetrías.
El
movimiento
convocaría
también
al
Premio
Internacional
de
Literatura
Palindrómica.
Además,
establecieron
que
el
2
de
julio
sería
el
Día
Internacional
del
Palíndromo.
Es
justamente
el
día
en
que
el
año
se
divide
en
dos.
El
eje,
algo
fundamental
a
la
hora
de
escribir
palíndromos.
Desde
entonces,
cada
2
de
julio
los
palindromistas
del
Club
se
conectan
virtualmente
y
comparten
frenéticamente
palíndromos
bajo
distintas
consignas.
Los
temas
son
súper
variados…
Pueden
pasar
de
escribir
palíndromos
eróticos
a
escribir
palíndromos
sobre
Messi.
Por
la
diferencia
horaria
entre
los
países,
la
actividad
puede
extenderse
durante
20
horas.
Cuando
Pere
recupera
los
archivos
del
chat,
son
200
o
300
páginas
repletas
de
palíndromos
súper
cómicos.
Te
pasas
20
horas
que
no
paras
de
reír
y
el
palindromista
lo
que
tiene,
está
visto
es
eso,
ganas
de
reírse,
eh.
Fue
por
esa
época
de
intercambio
con
los
miembros
del
Club,
que
a
Juan
Pablo
se
le
ocurrió
una
idea
descabellada.
Empezaría
a
escribir
el
palíndromo
más
extenso
que
se
conociera.
Lo
escribiría
a
diario
hasta
el
día
de
su
muerte.
De
repente,
toda
su
vida
empezó
a
estar
atravesada
por
los
palíndromos.
Si
conversaba
con
un
amigo,
buscaba
palíndromos
en
la
charla
y
poca
atención
le
prestaba
a
lo
que
en
realidad
le
decía.
Si
estaba
en
el
trabajo,
se
obsesionaba
con
encontrar
palíndromos
en
los
expedientes
judiciales.
Porque,
para
ese
entonces,
Juan
Pablo
seguía
con
su
carrera
de
abogacía
y
ya
trabajaba
en
el
Poder
Judicial,
donde
aún
sigue
trabajando.
A
veces
me
acuerdo
de
la
película
“Mente
brillante”
de
John
Nash
cuando
empieza
a
ver
numeritos
que
se
unen
en
todos
lados.
Tenía
una
libretita
y
escribir
fragmentos
de
palíndromos
que
después
los
intercalaba
y
los
iba
interconectado.
Y
había
pequeños
fragmentos
que
se
conectaban
con
letras.
Eso
fue
así
como
una
ingeniería
de
letras,
extremadamente
compleja,
que
a
me
apasionaba,
obviamente,
pero
era…
era
como…
como
demasiada
obsesión
ya.
Imagínense
la
complejidad
de
ir
engrosando
un
texto
sin
que
nunca
deje
de
ser
un
palíndromo.
Que
diga
exactamente
lo
mismo
si
lo
lees
de
un
lado
o
del
otro.
Juan
Pablo
se
había
propuesto,
además,
que
dentro
de
ese
gran
palíndromo
hubiera
distintos
géneros
y
juegos
de
palabras.
Palíndromos
dentro
de
palíndromos,
una
especie
de
meta
palíndromo.
Era
realmente
una
completa
locura.
Se
acuerda
particularmente
de
una
noche.
Estaba
en
mi
habitación,
que
era
una
habitación
muy
grande
y
me
acuerdo
que
tenía
todos
los
papelitos
de
palíndromos.
Los
desparramo
sobre
el
piso,
y
pongo
un
panel
gigante
en
el
medio
y
digo
bueno,
voy
a
empezar
a
seleccionar
y
organizar
los
palíndromos
que
tengo.
Y
fue
una
noche
que
empecé
a
la
tarde
noche
aproximadamente
y
me
acuerdo
que
estaba
todo
despeinado,
mal
vestido,
así
como
muy
cinematográfica
la
escena.
Y
empiezo
digamos
en
el
panel
a
poner
papelitos
acá,
otro
papelito
acá,
unir
papelitos,
este
es
la
misma
categoría
que
este,
estos
son
cortos,
estos
son
poéticos,
estos
son
una
persona.
Esto
tac,
tac,
tac,
tac.
Hasta
que
amaneció…
Y
así
duró
un
buen
tiempo.
Pasaba
noches
enteras
sin
dormir.
Pero
es
que,
además,
a
la
par
de
ese
libro
-al
que
él
llamaba
infinito-,
iba
escribiendo
dos
más:
uno
era
una
antología
de
palíndromos
y
el
otro
era
un
palíndromo
de
tono
más
poético,
escrito
sin
signos
de
puntuación.
Estaba
escribiendo
su
trilogía
palindrómica.
Pere
sabe
muy
bien
de
esa
obsesión
de
la
que
habla
Juan
Pablo.
El
palíndromo
es
como
un
mosquito
que
te
pica
y
mientras
tienes
los
efectos
de
la
picadura
estás
componiendo
como
un
loco
y
pasas
una
temporada
que
no
haces
otra
cosa
más
que
componer
palíndromos,
es
una
especie
de
obsesión
y
esto
no
es
bueno
tampoco,
¿no?
De
eso
se
dio
cuenta
Juan
Pablo
en
el
cuarto
mes
de
escritura
desenfrenada,
cuando
se
desbordó.
Ese
yo
creo
que
fue
el
clímax
de
la
obsesión
palindrómica.
Y
colapsó
mi
cerebro,
básicamente.
Decidió
ponerle
fin
a
ese
libro
que
quería
escribir
hasta
el
día
de
su
muerte
y
lo
tituló
“Simetral
Ártemis”,
son
68
páginas
palindrómicas
que
se
leen
del
derecho
y
del
revés.
Procuró
que
tenga
6.886
palabras,
un
número
palindrómico.
Estaba
totalmente
orgulloso
de
la
complejidad
de
lo
que
había
logrado.
Imprimió
unos
100
ejemplares
y,
con
el
pecho
ancho,
salió
a
repartirlo
entre
sus
conocidos.
Pero
cuando
lo
empezó
a
mostrar,
otra
vez
se
topó
con
la
misma
piedra
que
había
encontrado
en
su
infancia.
Con
la
excepción
de
sus
compañeros
del
Club
Palindromista
Internacional,
su
libro
no
le
interesaba
absolutamente
a
nadie.
La
mayoría
de
gente
era
como:
“Pero
no
se
entiende
mucho.
Es
medio
raro”.
Y
fue
así
como
una
frustración
de
decir
claro,
o
sea
a
nadie
le
importa
un
palíndromo.
O
sea
mejor
es
escribir
en
una
sola
dirección,
que
se
entienda,
que
sea
claro.
Solo
tres
o
cuatro
personas
le
confesaron
que
alcanzaron
a
leer
el
libro
entero.
Una
de
ellas,
claro,
fue
su
abuela
Nena.
Acá
otra
vez
Juan
Pablo,
hablando
con
Nena.
Te
acordás
cuando
yo
escribí
el
libro
este
de
palíndromos
que
te
lo
regalé
Me
acuerdo,
me
acuerdo…
Que
vos
me
decís
que
lo
tenés
en
tu
mesa
de
luz
Lo
tengo
en
mi
mesa
de
luz…
¿Qué
has
sentido
vos
cuando
has
visto
que
yo
escribí
un
libro
sobre
palíndromos?
Para
ha
sido
una
satisfacción
tan
grande
porque
yo
veía
en
vos
lo
que
yo
podría
haber
hecho
también
¿me
entendés?
Por
cierto,
se
me
olvidaba
mencionarles
que
el
libro
se
lo
dedicó
a
su
abuela,
que
recordemos
le
dicen
Nena.
Entonces,
claro:
“A
Nena”
viene
a
ser
un
palíndromo.
Yo
a
Juan
Pablo
lo
amo
con
todo
mi
corazón
y
con
él
he
encontrado
esta
forma
de
comunicarnos
de
ciertas
cosas
que
yo
no
las
había
comentado
nunca
con
nadie…
Es
un
orgullo
saber
que
sos
mi
nieto.
Para
es
un
orgullo
que
vos
sos
mi
abuela.
Es
mutuo,
como
el
palíndromo,
va
y
viene.
Ahí
está,
va
y
viene…
Así
es…
Va
y
viene…
Con
eso
ya
podía
darse
por
satisfecho.
Tal
vez
había
llegado
la
hora
de
abandonar
los
palíndromos,
que
lo
estaban
atrapando
en
laberintos
mentales
de
los
que
no
podía
salir.
Fue
así
como
primero
un
orgullo
de
escribir
algo
tan
complejo,
después
de
decir
bueno,
esto
simplemente
el
único
sentido
que
tenía
era
liberarme
de
la
obsesión
mental
a
través
de
un
libro
y
que
se
vaya
y
dejarlo
ir.
Fue
como
llevar
al
extremo
la
estructura.
Y
romperla.
Hacerla
explotar.
Los
palíndromos
lo
conectaban
con
lo
mental,
lo
racional,
y
ahora
era
tiempo
de
ir
hacia
las
emociones.
Empezó
a
viajar,
a
tomar
clases
de
teatro,
a
bailar,
a
moverse…
A
conectarse
más
con
el
cuerpo
y
a
liberar
su
cabeza.
Y
podría
decirse
que
ese
fue
el
principio
del
fin
de
su
obsesión
con
los
palíndromos.
Recién
ahora,
unos
12
años
después,
ha
vuelto
a
tenerle
cariño
a
ese
libro…
Como
que
veo
al
joven
de
aquel
tiempo
perturbado
y
ilusionado
con
las
estructuras
lingüísticas.
Y
me
da
como
mucha
ternura
y
me
trae
como
un
lindo
recuerdo.
Y
la
idea
de
no
saber
cómo
hice,
porque
ahora
no
hay
forma
de
que
me
ponga
a
hacer
esto.
Al
presentarse,
Juan
Pablo
se
confesó
como
un
palindromaníaco
recuperado.
Dijo
que
llevaba
737
días
sin
hacer
un
palíndromo,
aunque
el
número
que
eligió
en
chiste,
es,
justamente,
un
palíndromo.
Es
que
si
bien
ya
no
pasa
todo
el
día
buscando
palíndromos
de
manera
enfermiza,
cada
tanto
alguno
se
le
viene
a
su
cabeza
y
cuando
aparece
la
punta
del
ovillo
necesita
llegar
hasta
el
final.
La
analogía
con
las
adicciones
me
parece
como
bastante
interesante
porque
aún
queriendo
dejar
de
hacer
palíndromos,
los
palíndromos
me…
me
vienen.
Sin
ir
más
lejos,
le
pasó
hace
poco
mientras
se
duchaba
y
vio
una
araña
en
la
bañera.
Veo
la
araña
y
leo
en
el
reverso
dañará
y
automáticamente
la
D
que
sobraba
se
une
con
demoníaco,
que
me
acordaba
de
un
palíndromo
de
Cortázar
que
es
“átame
demoníaco
Caín
o
me
delata”
y
se
une
araña
con
demoníaco
y
sale
sin
querer
un
palíndromo
que
era
«Araña
demoníaca.
Ya
caí,
no
me
dañará».
Y
en
ese
momento
digo
guau,
qué
lindo
palíndromo.
Salió
de
la
ducha
y
corrió
a
anotarlo.
Es
como
muy
gracioso,
como
que
ya
no
los
puedo
contener.
Los
trato
de
tapar
y
brotan.
Es
como
una
fuente
así
de
palíndromos,
que
se
me
escapan.
Entrevisté
a
Juan
Pablo
a
principios
de
diciembre
del
año
pasado.
Yo
misma
le
propuse
una
fecha
y
él
aceptó.
Ninguno
de
los
dos
se
había
percatado
del
detalle.
Un
rato
después
de
que
terminara
nuestra
charla,
Juan
Pablo
me
mandó
un
mensaje
de
whastapp.
“Mirá
lo
que
acabo
de
encontrar,
la
fecha
de
la
entrevista,
no
me
vas
a
decir
que
no
hay
magia”,
me
escribió.
Habíamos
hablado
el
02
de
diciembre
del
2021,
es
decir…
12022021,
un
número
capicúa.
Después
de
abandonar
los
palíndromos,
Juan
Pablo
empezó
a
escribir
literatura
infantil.
Pasó
de
la
complejidad
lingüística
extrema
a
la
sencillez
y
simplicidad
de
los
textos
para
niños.
Toda
su
obra
está
disponible
en
su
web
“Yo
soy”.
La
encuentran
como
juanpablosaezgil.com
Con
frecuencia,
Juan
Pablo
visita
a
su
abuela
Nena
en
su
casa
de
Concepción,
la
misma
donde
pasaba
sus
tardes
de
niño
entretenido
con
los
juegos
de
palabras.
Suelen
pasar
horas
conversando
de
lo
que
más
les
gusta:
su
pasión
por
las
letras.
Aneris
Casassus,
o
mejor
dicho…
Sirena
Sussasac,
es
productora
de
Radio
Ambulante
y
vive
en
Buenos
Aires.
Haciendo
esta
historia
al
fin
se
reconcilió
con
el
reverso
de
su
nombre
porque
eso
la
llevó
a
conocer
a
estos
palindromistas
apasionados.
Con
ellos
entendió
que
una
obsesión
en
apariencia
inútil
puede
llenar
de
sentido
toda
una
vida.
Sin
embargo,
a
parte
de
esta
mención,
todos
tenemos
tajantemente
prohibido
llamarla
Sirena.
Jamás.
Un
agradecimiento
especial
a
Sylvia
Tichauer,
miembro
del
Club
Palindromista
Internacional,
a
quien
también
consultamos
para
este
episodio.
Todos
los
días
publica
palíndromos
en
su
blog
“La
breve
verbal”.
Gracias
también
por
haber
hablado
con
nosotros
a
Carlos
López,
palindromista
guatemalteco
que
vive
en
México
y
que
dirige
la
editorial
Praxis,
especializada
en
publicar
libros
de
poesía
y
palíndromos.
Si
quieren
saber
más
sobre
el
Club
Palindromista
Internacional
pueden
visitar
su
blog
y
les
recomendamos
también
el
documental
“¡Viva
el
palíndromo!”,
del
argentino
Tomás
Lipgot.
[Pilar
Bonillo]:
Hola,
soy
Pilar
Bonillo,
de
Ranalabs,
nuestra
organización
forma
parte
del
programa
de
membresías
Deambulantes.
Y
apoyamos
a
Radio
Ambulante
porque
creemos
en
el
periodismo
independiente
y
en
la
importancia
de
que
el
mundo
escuche
las
historias
de
Latinoamérica.
Como
parte
de
los
beneficios,
me
invitaron
a
leer
los
créditos
de
este
episodio.
Si
querés
más
información
sobre
cómo
hacerlo,
entra
a
radioambulante.org/leercreditos.
Esta
historia
fue
editada
por
Camila
Segura
y
por
Daniel
Alarcón.
Desirée
Yépez
hizo
el
fact
checking.
El
diseño
de
sonido
es
de
Andrés
Azpiri
con
música
original
de
Ana
Tuirán.
El
resto
del
equipo
de
Radio
Ambulante
incluye
a
Paola
Alean,
Nicolás
Alonso,
Lisette
Arévalo,
Emilia
Erbetta,
Fernanda
Guzmán,
Camilo
Jiménez
Santofimio,
Rémy
Lozano,
Ana
Pais,
Laura
Rojas
Aponte,
Barbara
Sawhill,
Elsa
Liliana
Ulloa,
David
Trujillo
y
Luis
Fernando
Vargas.
Carolina
Guerrero
es
la
CEO.
Radio
Ambulante
es
un
podcast
de
Radio
Ambulante
Estudios,
se
produce
y
se
mezcla
en
el
programa
de
Hindenburg
PRO.
Radio
Ambulante
cuenta
las
historias
de
América
Latina.
Soy
Pilar
Bonillo.
Gracias
por
escuchar.
Check out more Radio Ambulante

See below for the full transcript

Esto es Radio Ambulante desde NPR. Soy Daniel Alarcón. Hoy empezamos con un nombre. Más precisamente con el nombre de nuestra productora argentina Aneris Casassus. Confieso que nunca había escuchado el nombre Aneris y me pareció bastante raro. Luego ella me confirmó que sí, que no es para nada común. Me contó que cada vez que se presenta en algún lado le pasa lo mismo. La gente le hace, como mínimo, tres preguntas: ¿cómo se escribe? ¿qué origen tiene? ¿qué significa? Ella responde siempre igual: que Aneris, así como suena, con I latina; que griego pero que su familia nada que ver con los griegos y que no ha encontrado un significado exacto, o al menos uno que termine de convencerla. Cuando le escriben un email, a veces piensan que es un hombre o que ese es su apellido. Y Aneris ya ni se preocupa en corregir cuando alguien le dice Ana, Mery, Nelly, Anne Marie… La culpa de todo, en definitiva, la tiene su madre. A comienzos de 1983 había leído en una lista el nombre y le había gustado que fuera distinto, original. No tuvo dudas. Si el bebé que estaba por parir era una niña ese sería su nombre. Había dos variantes: Amneris, con M y N. Y Anneris, con dos N. Pero Cristina, la mamá de Aneris, estaba empecinada en que fuera solo con una. Al papá también le gustó. Cuando llegó a su casa después de anotarla en el registro civil y se dio cuenta que en la partida de nacimiento lo habían puesto con dos N, volvió a la oficina y pidió que le borraran esa N que sobraba. Tuvo suerte porque el empleado del registro civil era un vecino del barrio y le hizo el favor. Hasta acá, una simple anécdota. Pero tiempo después, la mamá de Aneris, descubriría que ese capricho encerraba algo más… Esta es Cristina Pasaron los años y siempre “Aneris vení a comer”, “Aneris andá a jugar”, “Aneris vamos al jardín”. Bueno, llegó la primaria y en aquel entonces había que marcar todo en el guardapolvo, en la ropita, en los lápices, incluso había que rasparlos y poner a cada lápiz su nombre. Y ahí comencé a escribir “Aneris”, “Aneris”, “Aneris” y de pronto me hizo un clic. Se le ocurrió leer el nombre de derecha a izquierda… Y dije epa, Aneris es sirena al revés. Nunca me había advertido de que el nombre de mi propia hija, al revés, era sirena. Aneris tenía 7 años, y ahí empezó su pesadilla. Aquí Aneris, charlando con su mamá. Y te acordás si a mí me gustaba eso cuando era chica, de que fuera sirena al revés. No, a vos no te gustaba. Te resultaba desagradable. No querías que te dijera tu hermano sirena, “vení sirena, vení sirena”. “No, no, no me gusta, mamá, que me digan sirena”. Hasta el día de hoy su hermano le hace chistes con eso. Y de chicos, cuanto más se enojaba, más se lo hacía… No es que odiara las sirenas. Le encantaba ver la película de La Sirenita y bueno, viviendo en una ciudad de mar, tal vez podría haberle encontrado el sentido. Pero eso de tener una cola con aletas verde esmeralda en vez de piernas le daba un poco de impresión… Su mayor miedo era que sus compañeros de escuela descubrieran el secreto y la empezaran a llamar sirena en vez de Aneris. Ella cruzaba los dedos para que nadie se diera cuenta. Y la verdad es que casi nadie lo notaba. Su mamá en un ataque de culpa trataba de ayudarla con eso: Yo diría que eso fue tácito y siempre lo mantuvimos como un profundo secreto. Hasta ahora, claro. Ya no le importa. Está dispuesta a compartirlo porque por esa casualidad de su nombre…. llegó a él… Hola, mi nombre es Juan Pablo, soy palindromaníaco recuperado. Hace 737 días que no hago un palíndromo Palindromaníaco, es decir, una persona obsesionada por buscar palíndromos, palabras que se lean del derecho y del revés. Eso que Aneris odia de su nombre a Juan Pablo Sáez Gil le resulta totalmente fascinante. Después de la pausa, Aneris nos mete en el alucinante mundo de los palindromistas. Este mensaje viene del patrocinador de NPR, Squarespace, la plataforma todo en uno para establecer tu presencia en línea, ya sea publicando contenido o administrando un negocio. Con Member Areas, puedes desbloquear una nueva fuente de ingreso para tu negocio y liberar tiempo en tu calendario vendiendo acceso a contenido exclusivo como videos, cursos en línea o newsletters. Visita squarespace.com/NPR para obtener una prueba gratuita, y cuando estés listo para lanzar tu página, usa el código “NPR” para ahorrar 10 por ciento en la compra de tu primer sitio web o dominio. Este mensaje viene del patrocinador de NPR, Carmax. Imagina comprar un auto a tu manera. En línea, desde la comodidad de tu hogar. En persona en el lote. O una combinación de ambos. CarMax te permite elegir cómo comprar. Incluso llevan tu auto a la puerta de tu casa en mercados selectos. Y sin importar cómo compres, CarMax te tiene cubierto gracias a una garantía de reembolso de 30 días o mil quinientas millas. Conoce más y empieza a comprar en CarMax.com. CarMax. Reinventando la compra de autos. Estamos de vuelta en Radio Ambulante, soy Daniel Alarcón. Nuestra productora Aneris Casassus nos cuenta. Debí haber sospechado que mi secreto nunca estaría a salvo con un palindromista. Contacté a Juan Pablo por Instagram. Le dije que era periodista, que sabía que él era palindromista y que me gustaría entrevistarlo para un episodio de Radio Ambulante. No le dije absolutamente nada en referencia a mi nombre. Me contestó al instante. Lo que a mi mamá le llevó 7 años descubrir, a Juan Pablo le tomó una milésima de segundo. Nunca antes, de hecho, un entrevistado me había contestado tan rápido. Abrí el mensaje enseguida, ansiosa… Decía así… Hola Aneris, ¿cómo estás? Un gusto. ¿Ese es tu nombre real? ¿Es casual que se lea sirena en el reverso? Sí, es casual y lo odio, respondí en el chat. Y él: ¡Qué envidia! ¡Cómo me hubiera gustado tener un nombre así! Juan Pablo tiene 38 años y la obsesión por buscar palabras reversibles empezó de muy chico, de la mano de su abuela Hilda Esther del Valle Ocaranza, más conocida como “Nena”. Ella vivía a tres cuadras de su casa en Concepción – provincia de Tucumán, en el noroeste de Argentina – y casi todas las tardes, Juan Pablo y sus dos hermanos iban a merendar a su casa. Les hacía un café con leche delicioso. Juan Pablo era un niño muy tímido y solitario y le encantaba pasar tiempo con su abuela. Me leía cuentos, me contaba historias, eran como momentos muy íntimos, donde me sentía como muy escuchado, muy contenido, y ella tenía como esa calidez para hacerme sentir importante, visible, presente. En ese contexto tan ameno, Nena le sembró a Juan Pablo la semillita… De joven había sido maestra y era una apasionada de la enseñanza. Un día agarró un papel y un lápiz y escribió el nombre de una provincia argentina, Neuquén. Luego le propuso a Juan Pablo – que en ese entonces tendría unos 6 o 7 años- que la leyera de derecha a izquierda. Y yo me acuerdo ese instante de niño que se explotó mi cerebro y no podía creer. Me acuerdo que lo escribió mi abuela en un papelito y yo lo leía de ida y vuelta a Neuquén y no podía creer. Para mí eso era magia. Luego hizo lo mismo con el apellido del presidente argentino de ese entonces, Menem. Y después lo desafió con frases más largas… Este es Juan Pablo, hablando con su abuela Nena, que hoy tiene 87 años. ¿Te acordás los palíndromos que nos enseñabas? Te acordás uno que era «Dábale…» «Dábale arroz a la zorra el abad» Ese, yo siempre me acuerdo de ese. Sí. “Dábale arroz a la zorra el abad”. Yo me acuerdo, Juan Pablo, de tu carita, cuando descubrías lo que era eso. Era hermoso, era hermoso “Dábale arroz a la zorra el abad” es quizás el palíndromo más famoso del idioma español. La frase entera es simétrica, se lee exactamente igual de los dos lados. Pero en su interior también podemos encontrar palabras bifrontes: es decir que de izquierda a derecha forman una palabra y de derecha a izquierda otra. Como arroz y zorra. Como Aneris y sirena. Así que recién ahora, a mis 38 años, me vengo a enterar de que eso que pasa con mi nombre se llama bifronte y de que, justo por eso, soy la envidia de cualquier palindromista. Pero no crean que esto de buscar palíndromos es tan fácil. Quiero aclararles algo para que no vayan a hacer trampa. Aunque fonéticamente suene igual de ambos lados, el palíndromo tiene que estar escrito sin faltas de ortografía: no se puede obviar una H aunque sea muda, o usar una B larga por una V corta. Solo hay dos excepciones: las tildes y los signos de puntuación pueden pasarse por alto. En aquel entonces Nena ni siquiera sabía que estos juegos de palabras se llamaban palíndromos y que el término deriva del griego y significa “que recorre a la inversa”. Pasaba horas cuidando a Juan Pablo y a sus dos hermanos mientras sus papás trabajaban: la mamá de bioquímica en un laboratorio, el papá de arquitecto, dirigiendo obras. Cuando Nena ya no sabía qué más hacer para entretenerlos y para que no extrañaran tanto a la mamá, sacaba los palíndromos como quien saca un as de la manga. Sabía que era algo muy efectivo. Lo había probado con sus alumnos cuando era maestra y siempre se quedaban con la boca abierta. Yo quería llamarles la atención con cosa que realmente lo pongan a ustedes pensando qué era… como por ejemplo el leer una palabra de delante para atrás que de atrás para adelante. A Juan Pablo le parecía el plan perfecto. Y lo curioso de esto es que a mis hermanos ni les importó ni supieron que existían los palíndromos y se olvidaron de su existencia. Y a mí me dejaron marcado para el resto de mi vida. Desde aquel día en que su abuela le mostró el mundo de los palíndromos, Juan Pablo no pudo parar. Cuando caminaba por la calle, antes de leer los letreros hacia adelante, los leía hacia atrás. Empezó a encontrar palíndromos en todos lados. Los caramelos más famosos en Argentina, los Sugus, ahora le gustaban todavía más. Se quedaba como hechizado ante cada descubrimiento: Fue así como wow años comiendo caramelitos Sugus y recién descubro que es un palíndromo Se acuerda perfectamente de dos momentos puntuales de aquella etapa de iniciación palindrómica, en los que empezó a investigar más. Uno fue en un ascensor cuando leyó un botoncito que decía “Luz” y se dio cuenta que si tan solo le agregaba una A se formaba el palíndromo “luz azul”. El otro fue estando en un bar. Quiso ir al baño y cuando vio el cartel en la puerta notó que si a “baños” le sumaba también una A se formaba “soñaba baños”. Su vida cotidiana se empezó a llenar de palíndromos y eso le parecía espectacular. Y, como toda pasión es más bella si se comparte, cada vez que hallaba un palíndromo nuevo corría a contárselo a sus amigos. El problema era que, al igual que a sus hermanos, a ellos tampoco les interesaba en absoluto el tema. Era como “ah, mirá vos”. Y yo decía “¿no ves la magia que hay que explota una estructura mágica ahí adentro?” Y era como “ah, ok”. Al menos su abuela Nena siempre estaba ahí para escucharlo. Durante su infancia y adolescencia, Juan Pablo fue engrosando su colección de palíndromos casi en absoluta soledad. Cada vez que encontraba uno lo anotaba en cuadernos o libretitas. Comenzó a descubrir frases hermosas. Sé que al oírlas puede que les resulte difícil darles la vuelta mentalmente. Pero si no llegan a escribirlas para corroborarlo con sus propios ojos, créanme: se leen exactamente igual de los dos lados. Ahí van: “Amo la pacífica paloma”, “Nos ideó Edison”, “Yo hago yoga hoy”. Y esta es alucinante: “La ruta nos aportó otro paso natural”. En los ratos en que no estaba con sus amigos y hermanos andando en bici, jugando al fútbol o al básquet, Juan Pablo se deleitaba con cada frase palindrómica que encontraba. Tenía una vida como la de cualquier adolescente pero los palíndromos siempre estaban ahí, acompañándolo. A principios de los 2000, llegó la hora de ir a la universidad y se mudó a San Miguel de Tucumán, la capital de la provincia. Se inscribió en psicología pero luego se cambió a derecho y siempre mantuvo el gusto por leer de atrás hacia adelante. Empezó a disfrutar de toda la movida cultural y universitaria que había en la ciudad. Siempre le había gustado leer y ahora tenía muchos más recursos al alcance de la mano. Un día su primo lo llamó para decirle que en El griego, una librería clásica de Tucumán… Estaba el libro de palíndromos de Juan Filloy, que era como una reliquia palindrómica. Así que me acuerdo salir corriendo ese día literalmente, salir corriendo, ir hasta El griego que quedaba no sé a unas diez cuadras de donde vivía y comprar el librito “Karcino” de Juan Filloy. El argentino Juan Filloy, conocido como el escritor de los tres siglos: nació en el XIX, vivió en el XX y murió a comienzos del XXI, a los 105 años. Fue además abogado, juez de cámara y traductor. Escribió decenas de libros, muchos de ellos inéditos. “Karcino”, el que le interesaba específicamente a Juan Pablo, es un tratado de palindromía. El nombre viene del griego y significa cangrejo. Bueno, y no hay que explicar que lo eligió por la particular forma de caminar hacia atrás de ese animalito. El libro, de 224 páginas, compila 2200 frases reversibles en diversos idiomas empezando por el que es considerado el primer palindromista de la Antigua Grecia: Sótades, del siglo III antes de Cristo. Este que van a escuchar es Filloy, en un fragmento del documental “Don Juan”, de Mempo Giardinelli: ¿Cuántos palíndromos ha escrito usted Don Juan? Yo he escrito más de 10 mil frases palindrómicas. ¿Es posible en la lengua castellana llegar a tanto? Precisamente es el idioma más palindrómico del mundo. Es porque usa más vocales que, por ejemplo, las lenguas germánicas que están repletas de consonantes. Eso ayuda mucho a la hora de buscar palíndromos. En ese mismo documental Filloy cuenta que el primer palíndromo que escuchó en su vida fue el mismo que Nena le enseñó a Juan Pablo: “Dábale arroz a la zorra el abad”. Y que de ahí tampoco pudo parar: empezó a escribir a diario frases palindrómicas. Juan Pablo entonces llegó a la librería y compró aquel libro sin dudarlo: Fue como… como no sé encontrar un tesoro en una isla desierta y fue el primer libro de palíndromos que… que compré. Fue descubrir que había palíndromos mucho más largos, que no se trataba solo de palabras ni de frases sueltas. Se dio cuenta de que las posibilidades del lenguaje para crear palíndromos eran casi infinitas. Aquel tesoro le ampliaba su, hasta entonces, pequeño mundo palindrómico. Un mundo que también habían explorado autores como Julio Cortázar o Jorge Luis Borges. El libro de Filloy incentivó a Juan Pablo a empezar a escribir sus propios palíndromos. Uno de los primeros que cree haber descubierto fue “Ánimo de mono me domina”. Y poco a poco se desafiaba con construcciones un poco más largas y complejas, como este pequeño poema: “La sed será mortal odio, idolatro mares de sal”. Cada vez que escribía uno sentía algo que le cuesta hasta describir. [Cuando se llega a ese momento en el que se lee de ida y vuelta y es uno mismo el que ha creado esa pequeña magia hay una satisfacción que yo no la logro explicar, no sé que es. Son como pequeños momentos en los que le parece que todo encaja de una manera perfecta. Le daba tanta satisfacción buscar palíndromos que se empezó a obsesionar con el tema y de a poco le iba resultando más fácil armar sus propias simetrías. Aquí habría que ver qué ha sido primero, si el huevo o la gallina. Si es que yo siempre tuve esa habilidad de leer en los dos sentidos y por eso me gustan los palíndromos o, si por escribir palíndromos, se me desarrolló la habilidad de leer en los dos sentidos. Es algo bastante complejo, la verdad. A mí, por lo menos, me resulta dificilísimo leer hacia atrás. Y ni hablar de dar vuelta las palabras mentalmente, sin escribirlas. Pero igual no es una habilidad muy interesante, o sea no es un superpoder. No voy a ser un superhéroe de la Liga de la Justicia por leer hacia atrás… Y sí, podría decirse que es una habilidad bastante inútil en términos pragmáticos o mercantilistas. Pero, al fin y al cabo, de eso se trata cualquier juego, ¿no? Más allá de aquel libro que se había convertido en su faro, Juan Pablo seguía disfrutando de su afición en solitario. Nadie que conociera le seguía la corriente con los palíndromos. Excepto, claro, su abuela y el querido primo que le pasó el dato del libro. Ni siquiera su novia de aquel entonces entendía muy bien por qué le gustaba tanto eso de buscar palabras reversibles. Un día él le escribió un poema palindrómico. Años después, cuando se volvió a encontrar con esa chica con la que finalmente habían terminado la relación, ella le hizo una confesión: Me contó que una de las cosas que le hizo secarle la cabeza era mi obsesión por los palíndromos. Y yo en ese momento pensaba que era el mejor regalo que le podía hacer. O sea, yo digo cualquier poeta le escribe versos a sus novias, yo le estoy escribiendo un palíndromo y no, había sido todo lo contrario. Juan Pablo se sentía un bicho raro. No encontraba aliados a su alrededor. Directamente llegó a pensar que no existían más palindromistas en el mundo. Es que recordemos una cosa, estamos a comienzos de los 2000 y si bien ya existía internet, no era algo tan accesible como ahora. Eran los tiempos del dial up y de los ciber cafés. No había grupos de Facebook ni Whatsapp, apenas si empezaba a popularizarse el uso del correo electrónico y de los buscadores. Pero eso ya lo ayudaba bastante en su afición… Empecé a internarme en internet para buscar información de todo tipo. Buscaba palabras reversibles, juegos de palabras, anagramas, acrósticos. De pronto empezó a encontrar unos sitios web con un diseño espantoso pero con un contenido hecho a su medida. Podía pasarse horas investigando cada uno de ellos. En esas andaba cuando descubrió algo increíble: su segundo tesoro en la isla desierta. No solo había más palindromistas en el mundo sino que había un club que los reunía a todos. Y Juan Pablo no se iba a perder la oportunidad de conocerlos. Una pausa y volvemos. Este mes en Lupa, la aplicación de Radio Ambulante para aprender español, exploramos cómo las fronteras marcan la vida de la gente en América Latina. Visita lupa.app/fronteras, y viaja a límites que alguna vez fueron imperceptibles, como el que hay entre Ciudad Juárez y El Paso, o a la capital de Honduras, donde las fronteras operan al nivel de los barrios. Explora también fronteras lingüísticas, como las de Perú, donde existen decenas de lenguajes, pero solo un cierto tipo de español te permite ascender de clase social. Si tú o tus seres queridos buscan mejorar su español y conocer más de América Latina con historias fascinantes y narradas por sus protagonistas, ve ahora mismo a lupa.app/fronteras. Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Soy Aneris Casassus. Antes de la pausa conocimos a Juan Pablo, quien desde niño se había obsesionado por buscar palabras reversibles. Pero no tenía con quién compartir esa pasión, y es más, esta obsesión con los palíndromos incluso lo alejaba de la gente. Entonces, en un día de esos en los que Juan Pablo se la pasaba en internet buscando palíndromos y juegos de palabras encontró algo totalmente inesperado: el blog del Club Palindromista Internacional, el CPI. Había nacido en 1986 en Cataluña por iniciativa de un ingeniero llamado Josep María Albaigés. En un viaje a Argentina, Josep conoció de casualidad a Carlos Nafarrate, un médico que le enseñó su gran colección de palíndromos. Desde ahí quedó totalmente atrapado por el tema. Así que cuando volvió a su casa decidió empezar a buscar a otros palindromistas. En los ‘80, solo podía hacerlo por teléfono o correo postal. Logró contactar a unas 15 personas que publicaban sus palíndromos en la revista estadounidense “Word Ways”. Para 1987, un año después, ya eran 20 o 25 personas que integraban el Club y editaban su propio boletín, el “Sema Games”, O bueno, Games, para que se escuche el palíndromo. Sema, según la Real Academia Española, es una unidad mínima de significado. Enseguida Juan Pablo buscó un mail de contacto y ahí mismo escribió un mensaje para que cruzara en un segundo el Océano Atlántico. Tuvo suerte. Pronto le contestó él: Mi nombre es Pedro Ruiz Lozano, coloquialmente se me dice Pere Ruiz. Soy presidente del Club Palindromista Internacional. Juan Pablo no estaba solo. Había más personas que compartían su misma obsesión. Miembros en España, Francia, Alemania, Estados Unidos, Colombia, México, Brasil… hasta cerquita suyo, en Argentina… A Juan Pablo no le entraba la felicidad en el cuerpo. Yo pensaba que era la única persona del mundo al que le interesaban los palíndromos. Y de pronto ahora, cientos de personas intercambiando palíndromos por todo el mundo y de todo tipo. Es como muy loco cómo cambian los tiempos. Pensaba, también, que era el único que había descubierto aquello de “Luz azul”. Pero ahora se enteraba que absolutamente todos los palindromistas habían sido cautivados por esa frase en sus inicios palindrómicos. Le parecía fascinante. Por fin se sentía comprendido en su pasión. Según Pere, es lo que experimentan casi todos los palindromistas cuando descubren la existencia del Club. El palindromista es un artista que trabaja solo, que no sabe que existen otros palindromistas. Y cuando conoce que pues que hay un grupo de gente que se dedican a hablar de esto todos los días y, y a organizar congresos, encuentros de palindromistas, en fin, un montón de actividades relacionadas con el palíndromo, pues se anima. Para los que no somos palindromistas, en cambio, puede sonar un poquito raro. De hecho Pere está acostumbrado a escuchar lo que la mayoría de la gente piensa sobre ellos… Voy a encontrarme con un grupo de frikis que se dedican a escribir al revés o a hacer simetrías o tal. Pero él lo ve totalmente diferente… Automáticamente te das cuenta que lo que somos es un grupo de gente cachonda, de gente con ganas de divertirse, de pasarlo bien y de usar el lenguaje como herramienta para, pues para estar contento. Para Pere, buscar palíndromos es una especie de ansiolítico. Mira, Juan Filloy decía que él escribía palíndromos para aliviar la angustia de vivir. Yo he escrito infinidad de palíndromos en la sala de espera del médico. Luego pensaba, digo, si no hubiera estado escribiendo palíndromos, estaría pensando en la enfermedad o en los dolores. Pere se obsesionó con los palíndromos hace 30 años. Estaba hojeando el diario cuando leyó ¿a qué no saben qué frase? Sí, sí. La misma con la que empezaron casi todos: “Dábale arroz a la zorra el abad”. Desde ese momento, inició su camino palindrómico. Tiene editados seis libros que reúnen palíndromos de su autoría y oigan esto: uno de ellos es una versión de la Biblia en palíndromo, desde el Génesis hasta el Apocalipsis. Y, como Juan Pablo, cuando le escribí presentándome también descubrió enseguida mi secreto… Al ser un nombre tan poco común, porque es muy poco común, de hecho eres la única persona que conozco que se llame sirena al revés, en esa manía ya te digo, cualquier término nuevo que nos viene a la vista, pues el palindromista lo gira incluso involuntariamente. Tanta emoción le dio a Pere leer mi nombre que hasta me escribió un verso palindrómico… Tu nombre me inspiró al mar. Entonces intenté construir… es un palíndromo pues con cositas del mar. Lo tienes delante. A ver… Léelo, por favor. Ok, aquí vamos… Dice así: Aneris, sé esa ola y ese mar. Ámese, ya loa sé: es sirena. Tuve que buscar la definición de loa. Es un poema dramático cortito. Así que ya ven… tengo mi propio verso palindrómico. Pero volvamos al momento en que Juan Pablo descubre el Club Palindromista Internacional. Pere respondió su correo invitándolo a que se hiciera miembro del Club y se suscribiera a la revista “Sema Games”. Juan Pablo empezó a recibirla por correo postal y devoraba sus páginas repletas de juegos de palabras. Con los miembros del Club, se enredaba en acalorados debates en cadenas de mail en torno a los palíndromos. Por ejemplo, ¿cómo determinar la autoría de un palíndromo? Es decir, si todos los palindromistas pasaron alguna vez por “luz azul” o “soñaba baños”, ¿cómo saber a quién se le ocurrió primero? Bueno, parece que hay cierto consenso en decir que los palíndromos cortos no tienen dueño, digamos que se le pueden ocurrir a cualquiera. Pero cuando hablamos de palíndromos más extensos y complejos, es poco probable que a dos personas se les ocurra formar exactamente el mismo párrafo y en ese caso corresponde darles su autoría. Pere me lo graficó con números. Me dijo que él ha escrito unos 10 mil palíndromos, y que calcula que de esos 10 mil, 4 mil o 5 mil son los mismos que ya habían escrito antes otros palindromistas sin que él lo supiera. O sea que cree haber inventado, por lo menos, unos 5 mil. Los miembros del Club compartían con Juan Pablo sus creaciones y sentirse acompañado en esta obsesión no hizo más que acrecentarla. Fue un tiempo así de mucha locura, porque era como un descubrimiento de todo un mundo nuevo que se me aparecía y las miles de posibilidades que abría… Según sus propias palabras, fue como desbloquear un nuevo nivel. Se dio cuenta de que podía desafiarse aún más y empezó a escribir palíndromos cada vez más largos. Cuando se sintió lo suficientemente conforme con lo que había escrito, le mandó algunos de sus palíndromos a Pere, que quedó maravillado: Hay aquellas personas que dices “Oye, parece que ha nacido con un don, parece que lleva algo en la sangre, ¿no? Que le salen los palíndromos con una naturalidad”. Bueno, pues Juan Pablo Sáez Gil es… es esta persona. Conozco a dos o tres más en todo el mundo que tengan esta habilidad. No hay muchos más y creo que conozco bastantes palindromistas. Lo que más le sorprendió fue que tenía un estilo propio, algo muy difícil de conseguir para un palindromista. Si para cualquier escritor es un enorme reto lograr una marca personal, hacerlo con tantas restricciones lingüísticas es sumamente complejo. Porque, como dice Pere, el palíndromo se resiste a ser escrito. Es una frase que hace fuerza porque siempre va a faltar una letra o una palabra para lograr la simetría perfecta. A veces, el palindromista logra llevar el palíndromo hacia donde quiere, pero muchas otras veces, el palíndromo lo domina a él. La mayor hazaña, además, es lograr una construcción simétrica que mantenga cierto sentido. El trabajo o la labor del palindromista está siempre ahí, en intentar buscar arte con un cincel que está muy afilado, tan afilado que como des el golpecito un poco más fuerte, rompes la pieza y no sirve. Por eso, cuando logran que la pieza no se rompa…Pues te sientes contento simplemente. Yo los califico como píldoras de felicidad. Luego de leer sus palíndromos, Pere le propuso a Juan Pablo que publicara uno de sus textos en la revista del Club. Y empezaron a mantener una correspondencia palindrómica. Pronto se hicieron amigos a la distancia. Con Juan Pablo escribíamos narraciones palindrómicas juntos o relatos o diálogos en el que él decía una cosa y yo le contestaba otra y viceversa. Todo palindrómicamente, entiendes. O sea, yo encontré en Juan Pablo mi alma gemela y él lo sabe porque estamos en contacto… Después de algún tiempo de amistad virtual, en septiembre de 2009 Juan Pablo viajó a Barcelona y conoció personalmente a Pere en un café frente al mar. Charlaron sobre su pasión por los palíndromos, intercambiaron libros y se plantearon un nuevo desafío. Los palíndromos no debían ser considerados simples juegos de palabras. Los palíndromos eran, en sí mismos, un género literario. Esa sería de ahora en adelante su bandera y la defenderían a capa y espada. Fundaron el movimiento literario “Rever”, cuyo nombre, por supuesto, es un palíndromo. A través del movimiento, reunirían a escritores palindromistas de todo el mundo. Porque hasta ese momento, al palindromista no se lo consideraba autor, sino simplemente una persona que pasaba los ratos libres buscando simetrías. El movimiento convocaría también al Premio Internacional de Literatura Palindrómica. Además, establecieron que el 2 de julio sería el Día Internacional del Palíndromo. Es justamente el día en que el año se divide en dos. El eje, algo fundamental a la hora de escribir palíndromos. Desde entonces, cada 2 de julio los palindromistas del Club se conectan virtualmente y comparten frenéticamente palíndromos bajo distintas consignas. Los temas son súper variados… Pueden pasar de escribir palíndromos eróticos a escribir palíndromos sobre Messi. Por la diferencia horaria entre los países, la actividad puede extenderse durante 20 horas. Cuando Pere recupera los archivos del chat, son 200 o 300 páginas repletas de palíndromos súper cómicos. Te pasas 20 horas que no paras de reír y el palindromista lo que tiene, está visto es eso, ganas de reírse, eh. Fue por esa época de intercambio con los miembros del Club, que a Juan Pablo se le ocurrió una idea descabellada. Empezaría a escribir el palíndromo más extenso que se conociera. Lo escribiría a diario hasta el día de su muerte. De repente, toda su vida empezó a estar atravesada por los palíndromos. Si conversaba con un amigo, buscaba palíndromos en la charla y poca atención le prestaba a lo que en realidad le decía. Si estaba en el trabajo, se obsesionaba con encontrar palíndromos en los expedientes judiciales. Porque, para ese entonces, Juan Pablo seguía con su carrera de abogacía y ya trabajaba en el Poder Judicial, donde aún sigue trabajando. A veces me acuerdo de la película “Mente brillante” de John Nash cuando empieza a ver numeritos que se unen en todos lados. Tenía una libretita y escribir fragmentos de palíndromos que después los intercalaba y los iba interconectado. Y había pequeños fragmentos que se conectaban con letras. Eso fue así como una ingeniería de letras, extremadamente compleja, que a mí me apasionaba, obviamente, pero era… era como… como demasiada obsesión ya. Imagínense la complejidad de ir engrosando un texto sin que nunca deje de ser un palíndromo. Que diga exactamente lo mismo si lo lees de un lado o del otro. Juan Pablo se había propuesto, además, que dentro de ese gran palíndromo hubiera distintos géneros y juegos de palabras. Palíndromos dentro de palíndromos, una especie de meta palíndromo. Era realmente una completa locura. Se acuerda particularmente de una noche. Estaba en mi habitación, que era una habitación muy grande y me acuerdo que tenía todos los papelitos de palíndromos. Los desparramo sobre el piso, y pongo un panel gigante en el medio y digo bueno, voy a empezar a seleccionar y organizar los palíndromos que tengo. Y fue una noche que empecé a la tarde noche aproximadamente y me acuerdo que estaba todo despeinado, mal vestido, así como muy cinematográfica la escena. Y empiezo digamos en el panel a poner papelitos acá, otro papelito acá, unir papelitos, este es la misma categoría que este, estos son cortos, estos son poéticos, estos son una persona. Esto tac, tac, tac, tac. Hasta que amaneció… Y así duró un buen tiempo. Pasaba noches enteras sin dormir. Pero es que, además, a la par de ese libro -al que él llamaba infinito-, iba escribiendo dos más: uno era una antología de palíndromos y el otro era un palíndromo de tono más poético, escrito sin signos de puntuación. Estaba escribiendo su trilogía palindrómica. Pere sabe muy bien de esa obsesión de la que habla Juan Pablo. El palíndromo es como un mosquito que te pica y mientras tienes los efectos de la picadura estás componiendo como un loco y pasas una temporada que no haces otra cosa más que componer palíndromos, es una especie de obsesión y esto no es bueno tampoco, ¿no? De eso se dio cuenta Juan Pablo en el cuarto mes de escritura desenfrenada, cuando se desbordó. Ese yo creo que fue el clímax de la obsesión palindrómica. Y colapsó mi cerebro, básicamente. Decidió ponerle fin a ese libro que quería escribir hasta el día de su muerte y lo tituló “Simetral Ártemis”, son 68 páginas palindrómicas que se leen del derecho y del revés. Procuró que tenga 6.886 palabras, un número palindrómico. Estaba totalmente orgulloso de la complejidad de lo que había logrado. Imprimió unos 100 ejemplares y, con el pecho ancho, salió a repartirlo entre sus conocidos. Pero cuando lo empezó a mostrar, otra vez se topó con la misma piedra que había encontrado en su infancia. Con la excepción de sus compañeros del Club Palindromista Internacional, su libro no le interesaba absolutamente a nadie. La mayoría de gente era como: “Pero no se entiende mucho. Es medio raro”. Y fue así como una frustración de decir claro, o sea a nadie le importa un palíndromo. O sea mejor es escribir en una sola dirección, que se entienda, que sea claro. Solo tres o cuatro personas le confesaron que alcanzaron a leer el libro entero. Una de ellas, claro, fue su abuela Nena. Acá otra vez Juan Pablo, hablando con Nena. Te acordás cuando yo escribí el libro este de palíndromos que te lo regalé Me acuerdo, me acuerdo… Que vos me decís que lo tenés en tu mesa de luz Lo tengo en mi mesa de luz… ¿Qué has sentido vos cuando has visto que yo escribí un libro sobre palíndromos? Para mí ha sido una satisfacción tan grande porque yo veía en vos lo que yo podría haber hecho también ¿me entendés? Por cierto, se me olvidaba mencionarles que el libro se lo dedicó a su abuela, que recordemos le dicen Nena. Entonces, claro: “A Nena” viene a ser un palíndromo. Yo a Juan Pablo lo amo con todo mi corazón y con él he encontrado esta forma de comunicarnos de ciertas cosas que yo no las había comentado nunca con nadie… Es un orgullo saber que sos mi nieto. Para mí es un orgullo que vos sos mi abuela. Es mutuo, como el palíndromo, va y viene. Ahí está, va y viene… Así es… Va y viene… Con eso ya podía darse por satisfecho. Tal vez había llegado la hora de abandonar los palíndromos, que lo estaban atrapando en laberintos mentales de los que no podía salir. Fue así como primero un orgullo de escribir algo tan complejo, después de decir bueno, esto simplemente el único sentido que tenía era liberarme de la obsesión mental a través de un libro y que se vaya y dejarlo ir. Fue como llevar al extremo la estructura. Y romperla. Hacerla explotar. Los palíndromos lo conectaban con lo mental, lo racional, y ahora era tiempo de ir hacia las emociones. Empezó a viajar, a tomar clases de teatro, a bailar, a moverse… A conectarse más con el cuerpo y a liberar su cabeza. Y podría decirse que ese fue el principio del fin de su obsesión con los palíndromos. Recién ahora, unos 12 años después, ha vuelto a tenerle cariño a ese libro… Como que veo al joven de aquel tiempo perturbado y ilusionado con las estructuras lingüísticas. Y me da como mucha ternura y me trae como un lindo recuerdo. Y la idea de no saber cómo hice, porque ahora no hay forma de que me ponga a hacer esto. Al presentarse, Juan Pablo se confesó como un palindromaníaco recuperado. Dijo que llevaba 737 días sin hacer un palíndromo, aunque el número que eligió en chiste, es, justamente, un palíndromo. Es que si bien ya no pasa todo el día buscando palíndromos de manera enfermiza, cada tanto alguno se le viene a su cabeza y cuando aparece la punta del ovillo necesita llegar hasta el final. La analogía con las adicciones me parece como bastante interesante porque aún queriendo dejar de hacer palíndromos, los palíndromos me… me vienen. Sin ir más lejos, le pasó hace poco mientras se duchaba y vio una araña en la bañera. Veo la araña y leo en el reverso dañará y automáticamente la D que sobraba se une con demoníaco, que me acordaba de un palíndromo de Cortázar que es “átame demoníaco Caín o me delata” y se une araña con demoníaco y sale sin querer un palíndromo que era «Araña demoníaca. Ya caí, no me dañará». Y en ese momento digo guau, qué lindo palíndromo. Salió de la ducha y corrió a anotarlo. Es como muy gracioso, como que ya no los puedo contener. Los trato de tapar y brotan. Es como una fuente así de palíndromos, que se me escapan. Entrevisté a Juan Pablo a principios de diciembre del año pasado. Yo misma le propuse una fecha y él aceptó. Ninguno de los dos se había percatado del detalle. Un rato después de que terminara nuestra charla, Juan Pablo me mandó un mensaje de whastapp. “Mirá lo que acabo de encontrar, la fecha de la entrevista, no me vas a decir que no hay magia”, me escribió. Habíamos hablado el 02 de diciembre del 2021, es decir… 12022021, un número capicúa. Después de abandonar los palíndromos, Juan Pablo empezó a escribir literatura infantil. Pasó de la complejidad lingüística extrema a la sencillez y simplicidad de los textos para niños. Toda su obra está disponible en su web “Yo soy”. La encuentran como juanpablosaezgil.com Con frecuencia, Juan Pablo visita a su abuela Nena en su casa de Concepción, la misma donde pasaba sus tardes de niño entretenido con los juegos de palabras. Suelen pasar horas conversando de lo que más les gusta: su pasión por las letras. Aneris Casassus, o mejor dicho… Sirena Sussasac, es productora de Radio Ambulante y vive en Buenos Aires. Haciendo esta historia al fin se reconcilió con el reverso de su nombre porque eso la llevó a conocer a estos palindromistas apasionados. Con ellos entendió que una obsesión en apariencia inútil puede llenar de sentido toda una vida. Sin embargo, a parte de esta mención, todos tenemos tajantemente prohibido llamarla Sirena. Jamás. Un agradecimiento especial a Sylvia Tichauer, miembro del Club Palindromista Internacional, a quien también consultamos para este episodio. Todos los días publica palíndromos en su blog “La breve verbal”. Gracias también por haber hablado con nosotros a Carlos López, palindromista guatemalteco que vive en México y que dirige la editorial Praxis, especializada en publicar libros de poesía y palíndromos. Si quieren saber más sobre el Club Palindromista Internacional pueden visitar su blog y les recomendamos también el documental “¡Viva el palíndromo!”, del argentino Tomás Lipgot. [Pilar Bonillo]: Hola, soy Pilar Bonillo, de Ranalabs, nuestra organización forma parte del programa de membresías Deambulantes. Y apoyamos a Radio Ambulante porque creemos en el periodismo independiente y en la importancia de que el mundo escuche las historias de Latinoamérica. Como parte de los beneficios, me invitaron a leer los créditos de este episodio. Si querés más información sobre cómo hacerlo, entra a radioambulante.org/leercreditos. Esta historia fue editada por Camila Segura y por Daniel Alarcón. Desirée Yépez hizo el fact checking. El diseño de sonido es de Andrés Azpiri con música original de Ana Tuirán. El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Paola Alean, Nicolás Alonso, Lisette Arévalo, Emilia Erbetta, Fernanda Guzmán, Camilo Jiménez Santofimio, Rémy Lozano, Ana Pais, Laura Rojas Aponte, Barbara Sawhill, Elsa Liliana Ulloa, David Trujillo y Luis Fernando Vargas. Carolina Guerrero es la CEO. Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, se produce y se mezcla en el programa de Hindenburg PRO. Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Pilar Bonillo. Gracias por escuchar.

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