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Radio Ambulante - En el fin del mundo

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15
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Un pasaje y una promesa de trabajo cambiarían la vida de Alika para siempre.

Alika tenía 17 años cuando quedó sola al cuidado de su hermana de 11. Desesperada por conseguir dinero abandonó el pueblo para buscar trabajo. Y encontró uno en el lugar menos pensado: en el fin del mundo.



En nuestro sitio web puedes leer una transcripción del episodio.



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una
advertencia.
En
este
episodio
hay
escenas
fuertes
que
no
son
aptas
para
niños.
Se
recomienda
discreción.
Bienvenidos
a
Radio
Ambulante
desde
NPR.
Soy
Daniel
Alarcón.
Hoy
vamos
a
empezar
en
el
aeropuerto
de
Córdoba,
en
Argentina.
Es
1995.
Alika
Kinan,
una
mujer
de
dieciocho
años,
iba
a
viajar
al
sur
del
país
con
una
amiga
que
le
había
ofrecido
un
trabajo.
Le
había
dicho
que
trabajarían
juntas
en
una
discoteca,
que
los
dueños
pagarían
por
su
traslado
y
le
aseguró
que
ganaría
bien.
Eso
era
lo
que
más
le
importaba
a
Alika,
que
en
ese
momento
estaba
desesperada
por
conseguir
dinero.
La
amiga
no
le
había
dado
muchos
más
detalles,
ni
le
había
especificado
a
dónde
iban.
A
me
dijeron:
“El
sur”.
Y
cuando
llego
al
aeropuerto
a
retirar
el
pasaje
de
avión.
Me
dicen:
“Bueno
su
vuelo
a
Ushuaia”.
Ushuaia,
la
capital
de
la
provincia
de
Tierra
del
Fuego.
La
llaman
“la
ciudad
del
fin
del
mundo”
pues
es
considerada
la
ciudad
más
austral
del
planeta,
la
que
está
más
al
sur.
Está
rodeada
de
montañas
y
se
extiende
a
los
pies
del
Canal
de
Beagle,
donde
el
océano
Atlántico
se
une
con
el
Pacífico.
Tiene
temperaturas
muy
bajas
casi
todo
el
año,
noches
larguísimas
en
invierno
y
días
que
parecen
eternos
en
verano.
Es
una
ciudad
industrial
y
portuaria
pero
también
muy
turística.
Allí
paran,
por
ejemplo,
los
grandes
cruceros
que
van
hacia
a
la
Antártida.
Pero
Alika
jamás
había
oído
ese
nombre.
Vuelo
a
Ushuaia,
¿dónde
putas
es
Ushuaia?
No
tenía
registro
ni
de
que
era
una
isla.
Pero
ya
estaba
ahí,
en
el
aeropuerto.
Ilusionada
con
la
posibilidad
de
un
trabajo
estable
que
le
diera
buenos
ingresos.
Así
que
se
subió
al
avión.
No
sabía
bien
lo
que
se
iba
a
encontrar
al
llegar,
pero
confiaba
en
que
su
amiga
sabría
qué
hacer.
Al
aterrizar
en
el
aeropuerto
de
Ushuaia,
una
pareja
las
estaba
esperando.
La
amiga
con
la
que
viajaba
se
los
presentó:
eran
Claudia
Quiroga
y
Pedro
Montoya,
los
dueños
de
la
discoteca
donde
iba
a
trabajar.
Me
recibieron
súper
bien,
como
si
fueran,
nada,
parientes
míos
Era
un
alivio,
después
de
viajar
hasta
el
fin
del
mundo.
Y
aunque
se
sintió
bienvenida
y
acogida
por
la
pareja,
algo
le
llamó
la
atención
del
ambiente
que
había
en
el
aeropuerto:
quizá
era
solo
ver
tantas
caras
extrañas,
o
estar
tan
lejos
de
casa.
Pero
Alika
sintió
que
se
estaba
metiendo
en
algo
gordo.
Yo
creo
que
en
ese
momento
me
di
cuenta
de
todo.
Nuestra
productora
Aneris
Casassus
nos
trae
esta
historia.
Para
entender
por
qué
Alika
terminó
en
la
ciudad
del
fin
del
mundo,
tenemos
que
volver
a
su
infancia.
Cuando
le
pregunté
cómo
describiría
esos
primeros
años
de
vida,
me
dijo:
Trato
de
no
hacerme
muchos
planteos
ni
muchas
preguntas
respecto
a
esa
época
de
mi
vida,
porque
no
hay
muy
buenos
recuerdos.
Por
eso
prefiere
aferrarse
a
una
sola
imagen
de
su
niñez:
Mi
madre
trenzándome
el
pelo.
Mi
madre
me
hacía
unas
trenzas
hermosas,
divinas,
y
es
como
uno
de
los
recuerdos
más,
eh,
claros
que
tengo
respecto
de
mi
infancia.
Alika
nació
en
la
provincia
de
Córdoba
pero
cuando
aún
era
una
beba
sus
padres
se
mudaron
a
Buenos
Aires,
donde
pusieron
un
bar.
Vivieron
ahí
durante
nueve
años,
pero
después
decidieron
volver.
En
Córdoba
Alika
entró
a
un
colegio
privado.
En
Buenos
Aires
también
la
habían
mandado
a
un
colegio
privado.
Pero
ella
se
sentía
completamente
fuera
de
lugar
en
ese
ambiente.
Mis
padres
intentaban
encajar
en
un
estrato
social
que
no
tenía
nada
que
ver
con
nosotros,
pero
era
muy
difícil
de
sostenerlo.
Y
había
muchas
mentiras.
Siempre
tuvo
la
sensación
de
que
había
muchas
cosas
que
no
entendía
Por
un
lado
era
chica
y
por
otro
lado
tampoco
había
mucha
información
ni
mucha
claridad.
Había
una
cosa
en
particular
que
la
incomodaba
mucho.
A
en
el
colegio
siempre
me
preguntaban:
“¿A
qué
se
dedica
tu
papá?”.
Viste
que
hay
padres
que
vos
sabés.
No,
mi
papá,
que
sé,
yo
trabaja
en
el
hospital.
O
trabaja,
yo
que
sé,
en
una
empresa
de
tecnología
atendiendo
el
teléfono.
Pero
en
el
caso
de
Alika,
ella
no
sabía
nada.
Oía
hablar
de
bares,
de
apuestas
y
sabía
que
su
padre
jamás
estaba
en
casa
por
las
noches.
Llegaba
a
cualquier
hora
o
a
veces
pasaba
días
sin
volver
a
la
casa.
Y
mi
padre
salía
todas
las
noches,
y
llevaba
un
ritmo,
guau,
típico
de
machirulo
que
no
da
explicaciones,
volvía
a
la
mañana
siguiente.
Salía
de
joda
y
de
timba
todas
las
noches.
Y
él
decía
que
era
su
trabajo,
¿no?
Como
que
salía
a
trabajar.
Él
venía
de
esa
vida,
de
ese
mundo.
Mi
madre
trató
de…
de
encauzar
un
poco
todo.
Pero
no…
Pero
no.
Ese
río
revuelto
no
era
nada
fácil
de
encauzar.
Alika
y
su
hermana
María
Fernanda
—seis
años
menor—
eran
testigos
del
derrumbe
del
hogar.
Y
mi
madre
iba
como
cayendo
en
depresión.
Si
tuviera
que
hacer
un
dibujo
dibujaría
a
mi
madre
apagándose
en
esa
época
de
nuestra
vida.
La
relación
de
sus
padres
se
volvió
insostenible
y
cuando
Alika
tenía
quince
años
finalmente
se
separaron.
Su
papá
se
quedó
en
Córdoba
y
Alika,
su
hermana
y
su
mamá
se
fueron
a
vivir
a
Cruz
del
Eje,
el
pueblo
de
donde
era
su
madre,
también
en
la
provincia
de
Córdoba.
El
padre
dejó
de
pasarles
dinero.
Vivían
en
una
casa
que
había
sido
de
su
abuela.
Ahí
también
vivía
una
tía,
pero
se
llevaba
tan
mal
con
su
madre
que
habían
dividido
la
propiedad
para
no
tener
que
cruzarse.
Vivíamos
en
una
pieza,
en
una
pieza
donde
no
teníamos
nada.
No
teníamos
gas,
no
había
luz.
Éramos
muy
pobres,
realmente
muy
pobres.
Su
madre
no
lograba
conseguir
un
trabajo
estable.
Pasamos
mucha
hambre
con
mi
madre
y
con
mi
hermana
en
esas
épocas,
que
fue
allá
por
el
año
93,
94.
Y
aunque
fueron
tiempos
duros,
Alika
tiene
muy
buenos
recuerdos
de
aquellos
dos
años
que
pasó
en
la
escuela
de
Cruz
del
Eje.
Había
logrado
hacerse
de
un
lindo
grupo
de
amigas,
la
pasaba
bien.
Sentía
que
ese
era
su
mundo.
Pero
cuando
estaba
en
el
último
año
del
secundario
su
madre,
desesperada
por
su
situación,
se
fue
a
Buenos
Aires.
No
tenía
qué
darle
de
comer
a
sus
hijas
y
se
fue
con
una
amiga
a
buscar
trabajo.
Alika
y
su
hermana,
de
diecisiete
y
once
años,
quedaron
a
la
deriva.
A
pesar
de
que
vivían
con
esa
tía,
ella
no
les
prestaba
ningún
tipo
de
atención.
Mamá
me
había
dejado
ponele
plata
de
hoy
acá
en
Argentina
yo
que
sé,
me
había
dejado
mil
pesos
para
la
comida.
El
cambio
de
moneda
en
Argentina
es
todo
un
tema,
pero
para
efectos
de
esta
historia,
digamos
que
mil
pesos
son
como
unos
seis
dólares.
Claro,
esos
mil
pesos
se
fundieron
en…
en
nada.
Alika
y
su
hermana
se
rebuscaban
como
podían.
A
veces
trataban
de
comer
algo
en
las
casas
de
sus
compañeras
de
escuela
o
vendían
alfajores.
De
su
mamá
casi
no
sabían
nada.
No
había
ni
celulares,
no
había
manera
de
comunicarse.
Me
llamó
dos
o
tres
veces
a
la
casa
de
una
vecina
y
no…
no
había
chance
de
que
volviera
ni
de
que
mandara
dinero
ni
nada.
Era
como
que
nosotras
teníamos
que
resistir,
¿no?
Resistir
estar
solas,
resistir
el
hambre.
Teníamos
que
resistir
todo.
Desesperada,
lo
primero
que
hizo
Alika
fue
viajar
a
Córdoba.
Quería
pedirle
ayuda
a
su
papá.
Estaba
a
unos
ciento
cuarenta
kilómetros,
a
unas
dos
horas
y
media.
Hizo
dedo
en
la
ruta
para
llegar
hasta
ahí.
Cuando
llegó
le
dijo:
Te
pido
por
favor,
necesitamos
algo
de
dinero
para
comer,
para
podernos
lavar
el
pelo,
para
higienizarnos,
para
bañarnos.
“No,
no,
no,
no”.
Nada.
Sin
la
ayuda
de
su
padre,
Alika
decidió
quedarse
en
Córdoba
y
buscar
un
trabajo.
Sabía
que
ahí
tendría
más
oportunidades
que
en
el
pueblo.
Cruz
del
Eje
es
un
pueblito,
sigue
siendo
un
pueblito
muy
pequeño,
donde
no
hay
muchas
posibilidades.
Yo
había
buscado
trabajo,
había
pedido
en
algunos
comercios
de
ahí.
No,
no,
no
tuve
éxito.
En
Cruz
del
Eje
quedó
su
hermana
que
subsistía
con
la
ayuda
de
sus
amigas.
Y
Alika
abandonó
la
escuela
que
tanto
le
gustaba.
Todas
mis
compañeras
estaban
preparando,
los
vestidos
de
la
fiesta
de
colación,
el
viaje
de
egresadas.
Y
yo
lo
único
que
pensaba
era
en
darle
de
comer
a
mi
hermana.
Yo
pensaba
en
sobrevivir,
nada
más.
Alika
caminaba
por
las
calles
de
Córdoba
buscando
algún
trabajo
hasta
que
un
día
vio
un
aviso
para
vender
publicidad
para
abogados.
Trabajó
tres
meses
en
eso,
pero
nunca
llegaron
a
pagarle
y
lo
dejó.
Se
las
ingeniaba
como
podía.
Dormía
así
eventualmente
en
la
casa
de
uno
o
de
otro.
Quienes
me
querían
alojar.
Pero
muchas
veces
esos
ofrecimientos
terminaban
teniendo
un
precio,
uno
que
se
pagaba
en
la
cama.
Alika
pronto
empezó
a
entender
que
el
sexo
podía
convertirse
en
una
moneda
de
cambio
para
sobrevivir.
Lo
que
más
le
angustiaba
era
su
hermana
que
ya
había
cumplido
los
doce
años.
Y
quería
estar
con
ella,
quería
garantizarle
la
educación,
una
buena
alimentación,
un
techo.
Que
tuviera
un
lugar
donde
bañarse,
una
cocina
donde
cocinar,
o
sea
para
eso
era
soñado.
Cuando
podía
la
llamaba
por
teléfono
a
la
casa
de
una
vecina,
pero
no
siempre
conseguía
dinero
para
hacer
las
llamadas.
Fue
en
esa
época,
en
1995,
cuando
conoció
a
una
chica
en
Córdoba.
Se
hicieron
amigas
y
en
una
ocasión
le
hizo
la
propuesta
de
viajar
juntas
al
sur.
Lo
que
me
dice
es:
“Venite
conmigo
vas
a
hacer
un
montón
de
plata.
Tenemos
que
inaugurar
un
boliche
hay
que
bailar
hay
que…
tomás
unos
tragos”.
No
le
dijo
mucho
más
que
eso.
Y
Alika
tampoco
hizo
demasiadas
preguntas.
Yo
en
ese
momento
que
venía
recontra
pasada
de…
de
sueño,
de
hambre,
de
dormir
en
camas
ajenas,
¿qué
iba
a
preguntar,
qué
iba
a
hacer,
qué
iba
a
cuestionar?
Es
como
que
estás
en
el
medio
del
mar,
ahogándote
y
encontrás
algo
que
te
puede
llegar
a
sostener.
Qué
me
importa
mientras
me
sostenga
durante
un
tiempo.
O
sea,
no
te
podés
plantear
nada
en
ese
momento.
Y
con
esa
poca
información
aceptó.
Dije
que
sí.
¿Qué
tenía
que
hacer?
Y
viajé.
Lo
cual
nos
devuelve
a
la
escena
con
la
que
comenzamos.
Lo
primero
que
tenía
que
hacer
era
ir
al
aeropuerto
a
buscar
el
pasaje
que
ya
estaba
pago.
Y
ahí,
como
ya
escuchamos,
se
enteró
que
su
destino
sería
Ushuaia,
esa
ciudad
fría
de
la
que
Alika
nunca
había
oído
y
donde
se
encontró
con
Pedro
Montoya
y
Claudia
Quiroga,
la
pareja
que
ya
mencionamos.
Yo
estaba
como
con
miedo.
Estaba
insegura.
Tenía
algo,
una
sensación
rara
en
el
cuerpo.
Después
de
salir
del
aeropuerto,
se
subieron
a
una
camioneta
y
enseguida
fueron
a
hacer
unos
trámites
burocráticos.
El
primero
en
la
policía.
Te
tomaba
las
huellas
dactilares.
Confirmaban
ellos
que
no
tuvieras
antecedentes
penales,
que
no
te
estuviera
buscando
nadie.
Y
luego
le
daban
paso
a
la
actuación,
digamos,
de
la
Municipalidad,
que
te
hacía
la
libreta
sanitaria
y
te
hacían
los
análisis,
tanto
el
exudado
vaginal
como
los
análisis
de
HIV.
Con
eso
confirmó
que
su
trabajo
no
sería
solo
bailar
como
le
había
dicho
la
chica
que
le
ofreció
viajar
al
sur.
Pedro
y
Claudia
nunca
se
lo
dijeron
expresamente,
pero
el
trabajo
también
implicaría
tener
sexo
con
los
clientes
del
boliche.
Alika
lo
había
presentido
apenas
aterrizó
en
Ushuaia
pero
ya
no
había
vuelta
atrás.
Estaba
a
más
de
tres
mil
kilómetros
de
Córdoba,
sin
un
peso
en
el
bolsillo.
Necesitaba
el
trabajo.
Bueno,
hicimos
todos
estos
trámites
y
luego
fuimos
a
la
casa,
a
la
vivienda.
Querían
que
yo
conociera
el
boliche
porque
esa
misma
noche
empezaba
a
trabajar.
El
boliche
de
Pedro
y
Claudia
se
llamaba
Sheik
y
estaba
en
una
esquina
bastante
céntrica
de
la
ciudad.
En
los
papeles
estaba
autorizado
como
“club
nocturno”.
Ya
con
la
libreta
sanitaria
en
mano,
Alika
se
había
convertido
en
una
“alternadora”.
Son
las
mujeres
que
están
para
compartir
un
trago
o
bailar
con
un
hombre.
Por
eso
también
se
las
llamaba
“coperas”.
Las
“coperas”
tenían
que
hacer
que
los
clientes
consumieran
y
las
invitaran
a
tragos.
El
sistema
funcionaba
más
o
menos
así:
De
acuerdo
al…
al
valor
de
las
copas
es
el
tiempo
que
esa
mujer
se
va
a
quedar
o
no.
Pueden
ser
traguitos
pequeños,
pueden
ser
copas
de
champán,
pueden
ser
latas
de
cerveza,
pueden
ser
botellas
de
champán.
Todo
eso
es
como
que
va
incrementando
el
valor.
El
arreglo
con
el
boliche
era
que
las
mujeres
se
quedaban
con
un
porcentaje
de
las
copas
a
las
que
las
invitaban
los
clientes.
Pero
en
la
práctica
eso
no
era
más
que
un
eufemismo.
Eso
era
como…
como
una
cortina
de
humo,
en
realidad.
A
ver
si
vos
realmente
lo
que
querés
es
tomar
una
copa
con
alguien,
¿para
qué
necesitas
un
análisis
de
HIV?
Tomar
la
copa
era
el
primer
paso
para
acceder
a
un
servicio
sexual.
Cuando
Alika
entró
al
Sheik
conoció
al
resto
de
sus
compañeras.
Venían
de
distintas
provincias
de
Argentina,
incluso
de
otros
países.
Vivían
ahí
mismo.
El
Sheik
era
una
construcción
grande
que
tenía
diferentes
accesos.
Uno
de
esos
accesos,
comunicaba
directamente
con
las
habitaciones
donde
vivían
las
mujeres.
Y
la
mayoría
de
las
veces
tenían
sexo
con
los
clientes
en
esos
cuartos,
aunque
eso
estaba
expresamente
prohibido
por
el
reglamento
local
que
regulaba
a
los
“clubes
nocturnos”.
Alika
pronto
entendió
cómo
funcionaban
las
cosas.
Ellos
ponían
el
lugar
y
vos
ponías
el
cuerpo,
digamos.
Y
sin
resistirse,
Alika
empezó
a
trabajar
esa
misma
noche.
Le
dieron
un
nuevo
nombre.
Por
las
noches,
en
el
Sheik,
se
llamaría
Carla.
La
amiga
con
la
que
había
viajado
le
dio
los
primeros
consejos:
qué
decir,
qué
hacer,
cómo
moverse.
De
esa
noche,
recuerda
una
sensación
en
particular.
El
cuerpo
se
me
había
puesto
muy
tenso,
estaba
muy
dura.
¿Viste?,
esa
sensación
de
terror
que
impide
incluso
la
propia
movilida,
¿no?
Entonces
Claudia,
la
encargada
del
lugar,
para
que
se
tranquilizara,
le
dio
de
tomar.
Me
traía
cerveza
y
cerveza
y
cerveza
y
cerveza.
Y
así,
con
mucho
alcohol,
sobrevivió
a
la
primera
noche
en
el
Sheik.
Durante
los
primeros
días
Alika
se
iba
adaptando
a
su
nuevo
trabajo,
a
su
nueva
casa
—que
no
era
más
que
una
pieza
compartida
entre
varias—
y
a
sus
nuevas
compañeras.
Pero
también
le
tocaba
adaptarse
a
Ushuaia,
un
lugar
que
le
resultaba
totalmente
desconocido.
Era
como
oyyy
¿dónde
carajo
estoy?
Parecía
otro
país.
Era
completamente
diferente
a
lo
que
yo
estaba
acostumbrada.
Yo
llegué
en
verano.
En
el
mes
de
diciembre.
Y
había
mucha
luz.
Amanecía
muy
temprano
y
yo
no
entendía
el
por
qué.
Hasta
que
nada
después
me
explicaron
la
ubicación
geográfica
de
esta
isla.
La
isla
de
Tierra
del
Fuego,
la
provincia
que
tiene
por
capital
a
Ushuaia.
Como
dijimos,
la
ciudad
está
en
el
extremo
sur
del
planeta.
Por
eso
en
verano
el
día
puede
durar
hasta
diecisiete
horas
con
temperaturas
que
van
de
los
cuatro
a
los
quince
grados.
Y
lo
mismo
dura
la
noche
más
larga
del
invierno,
cuando
el
termómetro
puede
marcar
hasta
casi
catorce
grados
bajo
cero.
Para
Alika
Ushuaia
era
una
ciudad
fría
en
varios
sentidos.
Tanto
en
el
plano
geográfico,
climatológico.
Como
lo
que
significa
la
soledad,
¿no?,
la
frialdad,
la
soledad,
la
angustia
de
saberse
lejos.
Y
en
esa
soledad
Alika
caminaba
por
las
calles
empinadas
de
Ushuaia
y
veía
que
había
muchos
clubes
nocturnos
que
funcionaban
en
pleno
centro
de
la
ciudad:
el
Candilejas,
el
Tropicana,
el
Copita
de
Plata,
el
Black
&
White.
Tal
vez
por
la
llegada
constante
de
buques
al
puerto
o
por
las
industrias
de
la
zona,
era
evidente
que
allí
había
un
mercado
grande
de
hombres
dispuestos
a
pagar
por
sexo.
Y
es
que
desde
los
setenta
llegaron
decenas
de
empresas
—sobre
todo
de
tecnología—
motivadas
por
exenciones
de
impuestos
que
se
crearon
para
promover
la
migración
hacia
esta
isla
entonces
despoblada
y
fría.
La
demanda
de
sexo
pago
era
tal
que
cada
mujer
en
el
Sheik
podía
llegar
a
atender
entre
veinte
y
trinta
clientes
por
noche.
Los
días
de
más
trabajo
eran
cuando
llegaban
barcos
al
puerto.
Por
el
sistema
de
copas
tenían
que
tomar
alcohol
durante
horas.
Y
muchas
veces,
para
mantenerse
despiertas,
terminaban
consumiendo
cocaína.
Y
siempre
eso,
¿no?
El
alcohol,
las
drogas.
Que
te
nublaban
la
realidad
todo
el
tiempo.
Se
acostaba
como
a
las
siete
de
la
mañana,
exhausta.
Porque
el
estómago
te
quedaba
como
una
bolsa
de
líquido
adentro,
¿no?,
de
tanto
y
tanto
alcohol,
tanto
alcohol.
Y
yo
hacía
muchos
esfuerzos
para
vomitar
porque
ya
era
como
una
intolerancia.
Y
mientras
no
estaban
trabajando,
Alika
y
sus
compañeras
solo
hacían
una
cosa:
dormir.
Por
regla
general,
en
el
Sheik,
no
podían
despertarse
antes
de
las
cuatro
de
la
tarde,
para
no
molestar
el
sueño
de
las
demás.
Había
muchas
normas
como
esa.
La
regla
más
elemental
para
permanecer
en
el
Sheik
era
la
económica.
Y
no
solo
tenía
que
ver
con
esas
copas
que
les
compraban
los
clientes
a
las
mujeres.
Pedro
y
Claudia
se
quedaban
también
con
más
de
la
mitad
de
lo
que
los
hombres
pagaban
por
un
servicio
sexual.
Y
ellas
no
tenían
ninguna
posibilidad
de
negociar
ese
acuerdo.
No
estás
en
posición
de
acordar
cuando
tenés
miles
de
necesidades.
Y
después
venía
toda
la
trampa.
Esto
es
como
firmar
un
contrato.
Vos
podés
aceptar
o
no
una
parte,
pero
tenés
toda
la
letra
chiquita.
Y
era:
“Si
llegás
diez
minutos
tarde
te
descuento
tanto
por
ciento
de
cada
pase
o
de
cada
copa.
Si
no
venís
a
trabajar,
si
estás
menstruando,
si
un
cliente
se
queja.
Si
no
respondés
el
horario
de
los
pases”.
Pases,
es
decir,
el
tiempo
que
el
cliente
pagaba
para
tener
sexo
con
la
chica:
quince
minutos,
media
hora.
Había
una
serie
de
cláusulas
que
las
ibas
aprendiendo
con
el
tiempo
que
eran…
realmente
no…
no
podías.
No
podías
cumplir
con
toda
esa
normativa
cuando
vos
decís,
ché,
cuánto
me
quedó
al
final
de
la
noche.
Y
te
quedaba
nada.
A
duras
penas
te
alcanzaba
para
comer.
Cuando
los
clientes
pagaban
con
moneda
extranjera,
las
chicas
siempre
salían
perdiendo.
Un
extranjero,
te
pagaba
en
euros
o
te
pagaba
en
dólares
y
ellos
te
lo
pasaban
en
pesos
y
al
valor
que
ellos
querían
darle
a
esa
tasación
que
siempre
era
por
debajo
de
la
tasación
del
mercado.
Y
también
sacaban
ventaja
si
el
cliente
pagaba
en
cuotas
con
tarjeta
de
crédito.
El
Sheik
recibía
toda
la
plata
de
la
compañía
bancaria,
pero
a
las
chicas
les
pegaban
en
cuotas,
sean
dos
o
cuatro
o
seis.
Y
bueno,
lo
importante
para
entender
aquí
es
que
los
dueños
del
Sheik
tenían
un
sistema
para
descontar
de
tu
ya
miserable
sueldo,
dejando
a
las
chicas
con
migajas.
Les
descontaban,
incluso,
el
monto
del
pasaje
que
les
habían
mandado
para
llegar
a
Ushuaia.
Pero
no
era
todo,
llegaban
vendedoras
de
todo
tipo
al
Sheik.
Vendían
maquillaje,
zapatos,
ropa.
De
todo.
Entonces
todo
eso
lo
asumía
como
deuda
al
propio
prostíbulo
y
vos
estabas
permanentemente
en
deuda
con
ellos.
Pedro
y
Claudia
les
prestaban
plata
para
esas
compras
y
lo
sumaban
a
la
lista
de
las
multas
que
les
aplicaban
cuando
no
cumplían
con
las
reglas.
Entonces,
por
más
de
que
las
mujeres
seguían
trabajando
y
generando
ingresos,
sus
cuentas
seguían
en
rojo.
Entraban
en
un
círculo
del
que
les
era
muy
difícil
salir.
Para
los
dueños
del
Sheik
sólo
valían
las
leyes
del
mercado.
Querían
satisfacer
la
demanda
de
sus
clientes
que
más
de
una
vez
les
habían
pedido
mujeres
negras.
Porque,
como
Alika,
la
mayoría
de
las
chicas
eran
rubias.
Querían
complacerlos
como
fuera.
Ellos
se
pusieron
a
buscar
dominicanas
para
poder
hacer
la
oferta
de
las
dominicanas
y
para
no
quedarse
afuera
del
mercado.
Y
trajeron
las
primeras
dominicanas
y
Claudia
se
vanagloriaba
de
eso.
“Nosotros
en
el
Sheik
tuvimos
siempre
a
las
mejores
mujeres,
las
más
jóvenes.
Tuvimos
la
primera
negra”.
De
hecho,
le
decían
la
diosa
de
Ébano,
para
que
te
des
una
idea.
Todas
las
mujeres
del
Sheik,
en
últimas,
eran
mercancía.
Nada
más.
Yo
he
visto
pasar
chicas
que
a
lo
mejor
los
análisis
le
daban
positivo.
Los
análisis
de
VIH.
Y
eran
absolutamente
descartables.
Chau
flaca.
Un
pasaje
de
bondi,
un
pasaje
de
colectivo.
Y
te
fuiste
porque
acá
enferma
no
podés
laburar.
Cuando
veía
esas
cosas,
Alika
se
sentía
contrariada.
Por
un
lado
sabía
que
Pedro
y
Claudia
no
tendrían
reparo
en
deshacerse
de
ella
cuando
no
les
sirviera
más.
Pero
por
el
otro,
ellos
eran
lo
más
parecido
que
tenía
a
una
familia.
Y
yo
tenía
un
vínculo
muy
fraterno.
Ellos
estaban
en
una
casa
atrás.
Estaban
muy,
muy
cerca
de
nosotras
todo
el
tiempo.
Y
comíamos
juntos.
Compartían
el
día
a
día
y
no
las
trataban
mal.
Es
más,
los
domingos
Pedro
hacía
asado
para
todas
las
chicas
del
Sheik.
De
algún
modo,
para
Alika,
Pedro
y
Claudia
no
sólo
eran
los
dueños
del
lugar
donde
trabajaba,
también
eran
su
referente
emocional.
Yo
necesitaba,
por
supuesto,
un
techo,
comida,
trabajo,
educación.
Necesitaba
que
alguien
me
quiera,
¿no?
Yo
estaba
muy
necesitada
de
afecto,
de
cariño,
de
familia,
de
amor,
¿me
entendés?
Y
ellos
vivieron
a
ocupar
ese
lugar.
Un
lugar
que
había
quedado
vacío
hacía
mucho
tiempo
en
la
vida
de
Alika.
Ellos
sabían
perfectamente
en
qué
situación
estaba,
porque
yo
cuando
hablaba
con
las
otras
chicas,
mis
compañeras
¿no?,
estábamos
todas,
eh,
prácticamente
en
la
misma
situación.
Todas
tenían
alguien
a
quien
cuidar.
Un
hijo
al
que
darle
de
comer,
una
mamá
o
un
papá
enfermo
que
necesitaba
remedios
o
una
hermana,
como
la
de
Alika,
que
la
necesitaba
a
ella.
Después
de
más
o
menos
un
año
de
trabajar
en
el
Sheik,
Alika
logró
juntar
dinero
y
compró
un
pasaje
para
su
hermana.
Quería
que
se
mudara
con
ella
a
Ushuaia.
Claudia
y
Pedro
le
ofrecieron
alquilarle
un
departamentito
de
los
que
tenían
atrás
del
Sheik
para
que
vivieran
ahí.
Yo
lo
que
les
pedí
es
que
por
favor,
que
no
podía
hacer
pases
en
el
mismo
lugar
porque
estaba
mi
hermanita
y
me
dijeron
que
sí,
que
estaba
bien,
que
los
pases
los
tenía
que
hacer
en
la
parte
de
adelante.
En
la
pieza
de
pases
que
había
en
el
Sheik.
Así
que
su
hermana
se
mudó
con
ella
y
empezó
a
ir
a
la
escuela
en
Ushuaia.
Alika
también
le
pagaba
clases
de
inglés
y
de
informática
y
le
pedía
por
favor
que
se
mantuviera
alejada
del
boliche.
Siempre
le
decía:
“Vos
acá
no
vengas”.
O
sea
siempre
la
alejaba
del
lugar
donde
yo
estaba
porque
procuraba
cuidarla.
Porque
además
ya
era
una
adolescente
de
quince
años.
Y
los
tipos
ya
empezaban
a
mirarla
era
capaz
de
agarrarme
a
las
piñas,
por
así
decirlo,
si
alguien
llegaba
a
decir
algo
de
mi
hermana.
Pero
para
hacer
todo
aún
más
difícil,
a
su
hermana
le
habían
empezado
a
dar
ataques
de
epilepsia.
A
veces
Alika
llegaba
al
cuarto
después
de
trabajar…
Yo
llegaba
ponele
súper
borracha
y
me
la
encontraba
mi
hermana,
que
se
había
mordido
la
lengua,
que
tenía
sangre
en
la
boca.
Era
una
situación
muy
compleja
Pero
ahí,
Alika
contó
con
Pedro
y
Claudia,
que
se
ofrecieron
a
ayudar
con
la
situación.
La
llevo
a
diferentes
especialistas
y
ellos
me
daban
el
dinero.
Por
supuesto,
me
lo
iban
descontando
porque
yo
no
tenía
ni
obra
social.
No
teníamos
nada.
Después
de
hacerle
varios
estudios,
le
dieron
una
medicación
para
controlar
los
ataques.
Así
subsistían
Alika
y
su
hermana
en
la
ciudad
del
fin
del
mundo.
Alika
mantenía
el
contacto
con
su
padre,pero
con
su
madre
había
cortado
la
comunicación
hacía
años.
Desde
que
las
dejó
en
Cruz
del
Eje,
solo
una
vez
fue
a
verla
a
Buenos
Aires
pero
las
cosas
no
mejoraron.
Yo
tampoco
quería
darle
mucha
información.
No
quería
contarle
muchas
cosas.
Siempre
tuvimos
una
relación
muy
fría.
Y
a
medida
que
se
alejaba
de
su
familia
crecía
el
vínculo
con
Pedro
y
Claudia,
pero
también
la
deuda
emocional
y
económica
que
tenía
con
ellos.
No
nos
olvidemos
del
sistema
de
multas,
del
alquiler
del
departamentito,
de
los
préstamos
para
la
ropa,
las
consultas
de
los
médicos,
los
remedios
para
su
hermana.
Pasaron
más
o
menos
seis
años
en
los
que
Alika
trabajaba
noche
tras
noche,
pero
sus
números
seguían
en
rojo.
Hasta
que
un
día
un
español
que
iba
con
mucha
frecuencia
al
Sheik
le
hizo
una
propuesta.
Era
un
cliente
que
a
veces
se
la
llevaba
por
varios
días
a
un
hotel
en
la
ciudad.
Era
tripulante
de
un
buque.
Le
ofreció
a
Alika
cancelar
su
deuda
y
que
se
fuera
con
él
a
España.
Y
al
principio,
Pedro
Y
Claudia…
Intentaron
por
todos
los
medios
de
que
no
fuera
así.
Pero
a
su
vez
cuando
cuando
veían
que
el
tipo
iba
y
pagaba
y
preguntó:
“¿Cuánto
es
lo
que
debe
Carla
acá?
Bueno,
yo
los
voy
a
pagar.
Cobrámelos
a
mí”.
Y
es
como
bueno
que
los
pague
y
después
vemos
si
ella
se
va
y
vuelve,
negocio
para
nosotros,
¿no?
Alika
aceptó.
Pedro
y
Claudia
recibieron
el
pago
y
se
despidieron
de
ella.
Tenía
25
años.
Lo
mío
no
fue:
“Ay,
estoy
re
enamorada,
cómo
lo
quiero.
O
ay,
qué
divino
que
es,
cómo
me
cuida”.
No
fue
las
ansias
y
las
ganas
y
la
necesidad
de
tener
una
vida
mejor.
Apenas
llegó
a
Barcelona,
la
ilusión
de
tener
una
vida
mejor
se
desvaneció.
El
hombre
con
el
que
había
viajado
y
que
ahora
era
su
marido
la
metió
de
vuelta
en
el
mundo
de
la
prostitución:
le
dijo
que
iba
a
trabajar
en
un
bar
llamado
Mr.
Dólar.
Y
a
las
dos
semanas
aproximadamente
ya
estaba
metida
en
otro
prostíbulo
que
él
ya
me
había
llevado.
Era
más
de
lo
mismo.
Peor
en
algunos
sentidos,
porque
ahora
estaba
a
más
de
diez
mil
kilómetros
de
su
país.
Ya
volvemos.
Este
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y
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puedan
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La
Fundación
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Casey
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la
convicción
de
que
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trabajadores
y
sus
familias
deben
poder
moldear
nuestras
instituciones,
nuestra
democracia
y
nuestra
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Conoce
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Yo
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años
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Y
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me
metí
al
maravilloso
mundo
del
podcast
y
me
encontré
con
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Ambulante
y
me
llamó
muchísimo
la
atención
porque
siento
que
hay
una
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en
la
forma
tan
maravillosa
como
ellos
narran
las
historias
de
América
Latina
con
toda
su
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y
riqueza
cultural
y
el
tipo
de
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que
yo
narro
y
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de
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Estamos
de
vuelta
en
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Ambulante.
Soy
Daniel
Alarcón.
Los
siguientes
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en
España
serían
difíciles.
Pronto
su
hermana
viajó
también
para
allá
y
se
independizó,
mientras
que
Alika
tuvo
tres
hijas
con
el
señor
que
la
sacó
del
Sheik.
Y
se
sentía
otra
vez
atrapada
en
una
situación
desesperada.
Con
muchos
aprietos
económicos,
violencia
en
su
casa.
Pasó
ocho
años
así,
hasta
que
un
día
no
aguantó
más.
Entendió
que
tenía
que
irse
de
Barcelona
cuanto
antes.
Tenía
que
escapar
por
ella
y
por
sus
hijas.
En
2010
juntó
fuerzas
y
puso
fin
a
la
relación.
Volvería
a
la
Argentina
con
sus
tres
hijas
y
buscaría
la
forma
de
subsistir.
Y
en
medio
de
la
desesperación,
Alika
hizo
algo
que
jamás
pensó
que
haría
el
día
que
dejó
Ushuaia.
Aneris
nos
sigue
contando.
Alika
quería
volver
a
la
Argentina
y
escapar
de
ese
infierno.
No
lo
pensó
demasiado.
Un
día,
en
Barcelona,
agarró
el
teléfono
y
llamó
a
las
únicas
personas
que
creía
que
la
podían
ayudar:
Pedro
y
Claudia.
Nunca
habían
cortado
el
vínculo
conmigo,
siempre
se
comunicaban
de
una
u
otra
manera.
“¿Cómo
estás?
¿Qué
es
lo
que
estás
haciendo?
¿Cuándo
vas
a
volver?”.
Y
cuando
ellos,
o
sea,
pudieron
detectar
que
había
ahí
como
una
ruptura
o
que
había
alguna
posibilidad
para
que
yo
volviera,
enseguida
me
dijeron:
“¡No!
Pero
te
tenés
que
ir.”
O
sea,
“volvé,
volvé.
¿Qué
es
lo
que
necesitas
para
volver?
Necesitaba,
en
primer
lugar,
pasajes
para
ella
y
para
sus
hijas.
Y
Pedro
y
Claudia
estaban
dispuestos
a
darle
el
dinero
para
eso.
Todo
en
términos,
¿viste?,
como
muy
vinculares,
¿no?
Muy,
muy
sociales,
muy
de
amistad.
En
medio
de
la
violencia
que
estaba
sufriendo
en
España,
aquello
parecía
un
bálsamo.
Y
también
la
única
salida.
Pero
era
en
realidad
una
sentencia.
La
confirmación
de
que
nada
podría
cambiar.
Como
si
le
dijeran…
Vas
a
poder
resolver
todos
estos
problemas
que
tenés
a
través
de
lo
único
que
sabés
hacer.
Prostituirse.
Y
Alika
estaba
dispuesta
a
volver
al
Sheik
con
tal
de
proteger
a
sus
hijas.
Aceptó
entonces
los
pasajes
que
le
ofrecieron
Pedro
y
Claudia
y
voló
a
la
Argentina
con
las
nenas.
Pero
antes
de
irse
a
Ushuaia
dejó
a
sus
hijas
con
su
padre
en
Córdoba,
con
quien
seguía
en
contacto.
Sabía
que
su
trabajo
no
le
iba
a
permitir
atenderlas.
Su
padre
aceptó
cuidar
a
sus
nietas
a
cambio
de
que
le
mandara
dinero
para
mantenerlas.
Así
fue
como
ocho
años
después
de
haberse
ido,
Alika
estaba
de
vuelta
en
la
ciudad
del
fin
del
mundo,
regresando
al
trabajo
del
Sheik,
a
sus
días
de
antes
con
Pedro,
Claudia
y
las
demás
chicas.
Para
Alika,
el
mundo
de
afuera
había
sido
peor
que
estar
en
el
Sheik.
Y
se
fue
convenciendo
de
que
el
Sheik
era
su
mejor
opción.
Claudia
y
Pedro
terminaron
convenciéndola
de
eso.
Era
una
manipulación
psicológica,
sutil
y
efectiva,
que
había
durado
años.
Que
estaba
disfrazada
de
ayuda.
Ellos
siempre
estaban
ahí
cuando
Alika
más
lo
necesitaba.
Ella
solo
pensaba
en
juntar
dinero
para
mandarle
a
sus
hijas.
Las
llamaba
por
teléfono
constantemente,
pero
casi
ni
las
veía.
Viajaba
muy
poco
a
Córdoba.
Prefería
no
perder
ningún
día
de
trabajo.
Para
llegar
a
sacar
algo
de
dinero
que
permitiera
a
ellas
vivir
sin
pasar
hambre
yo
tenía
que
esforzarme
mucho.
Y
trataba
de
estar
presente
en
sus
vidas
como
podía.
Todas
las
cosas
que
necesitaba
se
las
mandaba
por
correo.
Comienzos
del
cole
yo
les
mandaba
cajas…
a
la
más
grande,
¿no?
Le
mandaba
cajas
con
útiles,
el
delantal.
Navidades
también
lo
mismo.
Les
mandaba
juguetes.
Fueron
más
de
dos
años
así,
a
la
distancia.
Alika
en
Ushuaia
y
las
nenas
—que
ya
tenían
once,
cinco
y
tres
años—
en
Córdoba.
Era
la
vida
a
la
que
se
había
acostumbrado
y
que
parecía
que
no
iba
cambiar,
hasta
el
nueve
de
octubre
de
2012.
Era
de
noche
cuando
Alika
y
sus
compañeras
sintieron
unos
ruidos
raros
en
el
Sheik.
De
golpe
se
apagó
la
música.
Primero
pensaron
que
estaban
entrando
a
robar,
pero
cuando
se
asomaron
por
una
ventana
vieron
camionetas
de
la
policía.
Tenían
una
orden
de
allanamiento
y
entraron
a
requisar
el
lugar.
Fue
traumático.
Con
la
incertidumbre
de
qué
iba
a
pasar
con
cada
una
de
nosotras.
Pensaban
que
las
venían
a
llevar
presas.
Pero
en
realidad
la
policía
venía
a
clausurar
el
Sheik
y
a
rescatarlas.
Lo
que
ellas
no
lograban
entender
era
rescatarlas
de
qué.
Y
a
me
decían
que
yo
era
víctima.
Yo
decía
por
qué
esta
gente
me
está
diciendo…
soy
víctima
¿de
qué?
Si
yo
no
podía
comprender
de
qué
me
hablaban
cuando
decían
que
yo
era
víctima.
Alika
no
se
sentía
víctima
de
nada.
Las
otras
chicas
tampoco.
Aseguraban
que
siempre
habían
estado
ahí,
trabajando,
por
voluntad
propia.
Para
ellas
el
cierre
del
Sheik
significaba,
literalmente,
quedarse
en
la
calle:
sin
ingresos,
sin
vivienda.
Esa
misma
noche
detuvieron
a
Pedro
Montoya.
Se
lo
acusaba
de
integrar
una
red
de
trata
de
personas
con
fines
de
explotación
sexual.
También
detuvieron
a
su
nueva
pareja
Ivana
García
y
a
la
encargada
del
Sheik,
Lucy
Campos
Alberca.
No
había
cargos
contra
Claudia
Quiroga,
que
se
había
separado
de
Pedro
después
de
que
Alika
volviera
de
Barcelona
y
ya
no
trabajaba
en
el
local.
El
gobierno
de
la
provincia
de
Tierra
del
Fuego
les
ofreció
una
casa
a
las
siete
mujeres
rescatadas
para
pasar
las
primeras
noches.
Pero
no
habían
tenido
en
cuenta
una
cosa
No
es
que
todas
éramos
hermanitas
y
nos
íbamos
todas
juntitas
a
una
casita,
no.
Había
una
situación
muy
compleja
que
nadie
la
estaba
viendo
o
jamás
la
pensaron.
Cada
una
tenía
sus
propios
problemas
con
los
que
lidiar.
No
todas
se
llevaban
bien,
había
competencias,
disputas
entre
ellas.
Alika
entonces
prefirió
irse
con
una
de
las
chicas
con
las
que
se
llevaba
bien
y
alquilar
una
habitación
por
su
cuenta.
Dos
días
después
tuvo
que
ir
a
declarar.
Apenas
se
sentó
ante
la
fiscal
volvió
a
insistir:
ella
no
era
una
víctima.
Yo
pensaba
que
la
víctima
era
una
mina
que
estaba
totalmente
demacrada,
tirada,
empastillada.
En
su
cabeza
las
víctimas
de
trata
eran
personas
que
estaban
prácticamente
secuestradas,
que
no
podía
salir
a
ningún
lugar
ni
mantener
contacto
con
nadie
de
su
familia.
Estuvo
declarando
por
horas,
tratando
de
defender
siempre
a
Pedro
y
Claudia.
Repitiendo
lo
mismo…
Yo
no
era
víctima
de
nada,
que
había
tenido
mala
suerte
en
la
vida,
que
esto
era
lo
que
me
había
tocado.
Hasta
que
en
un
momento
la
fiscal
le
pregunta…
Me
dice:
“Bueno,
¿qué
te
hubiese
gustado
ser”.
Y
yo
dije
abogada,
¿no?
Me
hubiese
encantado
estudiar
abogacía.
Me
dice:
“Ah,
entonces
no
estás
porque
querés”.
Le
digo,
“bueno,
pero
esto
es
lo
que
puedo”.
“Sí”,
me
dice
“pero
no
estás
porque
querés.
Estás
a
la
fuerza.
Por
la…
por
la
propia
situación”.
Bueno,
“sí”,
le
digo,
“quién
no
está
la
fuerza”,
le
digo.
“Tengo
tres
chicas,
les
tengo
que
dar
de
comer.
El
progenitor
es
ausente”.
Y
es
ahí
como
que
me
largué
a
hablar
de
todo
lo
que
me
pasaba.
Como
que
se
lo
empiezo
a
soltar
y
empecé
a
llorar.
Empecé
a
llorar
y
dije
mi
vida
es
una
mierda.
Mi
vida
es
una
bosta,
¿me
entendés?
¡Qué
vida
de
mierda
que
tengo!
No
soy
nada
de
lo
que
vengo
de
lo
que
vengo
soñando.
Mi
realidad
es
terrible.
Ahí
es
como
que
te
empieza
a
caer
la
ficha
de
todo
lo
que
estás
padeciendo
y
lo
que
venís…
de
lo
que
venís
escapándote
permanentemente,
¿no?
Y
se
terminó
de
quebrar
cuando
la
fiscal
le
habló
de
las
hijas.
Le
dijo…
“¿Qué
te
hace
pensar
que
ellas
van
a
ir
a
la
universidad
y
no
van
a
terminar
prostitutas
como
vos?”,
me
dijo
algo
así.
Y
yo
casi
me
muero
cuando
me
dijo
eso,
como
diciendo
no…
Me
dice:
“Pero
¿por
qué
no?”.
Porque
no.
Porque
es
terrible,
porque
es
horrible.
Es
como
que
ninguna
madre
desea
para
sus
hijas
la
prostitución.
Ninguna.
Ninguna.
Nadie.
Como
al
resto
de
las
chicas
del
Sheik,
a
Alika
la
habían
reclutado
en
una
situación
de
extrema
vulnerabilidad
cuando
por
primera
vez
viajó
a
Ushuaia
en
1995,
diecisiete
años
atrás.
No
hacía
falta
secuestrarla
ni
mantenerla
encerrada.
Una
promesa
de
trabajo
y
un
pasaje
de
avión
habían
sido
suficientes.
Y
este
dato
es
importante
porque
en
Argentina
la
ley
establece
como
trata
de
personas
y
cito:
“El
ofrecimiento,
la
captación,
el
traslado,
la
recepción
o
acogida
de
personas
con
fines
de
explotación,
ya
sea
dentro
del
territorio
nacional,
como
desde
o
hacia
otros
países”.
Dentro
de
los
casos
de
explotación
se
menciona
la
esclavitud,
la
servidumbre
y
la
prostitución,
entre
otros.
La
ley
aclara
que
en
ningún
caso
el
consentimiento
dado
por
la
víctima
exime
de
responsabilidad
penal,
civil
o
administrativa
a
los
autores,
partícipes,
cooperadores
o
instigadores
del
delito.
Aquella
audiencia
fue
una
revelación
para
Alika.
Poco
a
poco
empezaba
a
asumirse
como
lo
que
era,
una
víctima,
una
sobreviviente
del
delito
de
trata.
Como
que
te
encienden
la
luz
adentro
de
una
habitación
donde
estuviste
siempre
a
oscuras,
viviendo
unas
violencias,
pero
no
las
veías.
No
veías
los
monstruos
que
serían
simbólicamente
cada
una
de
las
violencias
que
se
viven
en…
en
explotación
sexual,
en
la
prostitución
misma,
¿no?
Yo
no
me
había
dado
cuenta,
no
había
visto
nunca
esta
realidad.
No
fue
de
la
noche
a
la
mañana.
Fue
un
proceso
que
le
llevó
un
tiempo
y
que
la
impulsó
a
buscar
más
información
sobre
la
trata
de
personas.
Alika
se
iba
a
un
ciber
café
y
se
pasaba
horas
leyendo
sobre
el
tema.
Buscaba
leyes,
imprimía
documentos.
Hacía
un
tiempo,
en
Ushuaia,
había
salido
a
tomar
algo
con
una
amiga
y
había
conocido
a
Alfredo.
Pasaban
momentos
juntos,
pero
para
ese
entonces
no
era
nada
serio.
Ella
le
hablaba
sobre
sus
hijas
pero
nunca
le
había
querido
contar
que
trabajaba
en
el
Sheik.
Pero
después
del
allanamiento
la
verdad
fue
inevitable.
Alika
le
contó
del
rescate.
Él
la
escuchó
sin
juzgarla
y
a
los
días
le
llevó
un
regalo.
Me
trajo
una
computadora
y
me
trajo
una
impresora,
me
dice:
“Leé,
estudiá
todo
lo
que
puedas,
informate,
buscá”.
Fue
lo
más
generoso
y
lo
más
lindo
que
nadie
había
hecho
por
mí.
Unos
días
después
del
rescate,
Alika
dejó
Ushuaia
y
fue
a
buscar
a
sus
hijas
a
Córdoba.
Se
instalaron
unos
meses
en
la
ciudad
de
Mar
del
Plata.
Lo
primero
que
hizo
fue
tramitar
los
documentos
argentinos
para
sus
hijas
que,
como
habían
nacido
en
España,
hasta
ese
momento
solo
tenían
los
documentos
españoles.
Con
ese
trámite,
Alika
pudo
acceder
a
lo
que
en
Argentina
se
llama
la
asignación
universal
por
hijo,
un
monto
mensual
que
el
Estado
da
a
padres
desempleados
o
con
empleos
informales.
Es
un
monto
de
unos
treinta
dólares
por
hijo
en
la
actualidad.
Pero
era
como
un
fortalecimiento
económico
tan
grande.
Me
dio
la
posibilidad
de…
de
servir
un
plato
de
comida
caliente
en
mi
mesa.
Me
dio
la
posibilidad
de…
de
pensar,
de
sentarme
un
momento
sin
tener
que
estar
pensando
constantemente
en
la
supervivencia
o
en
la
subsistencia.
También
le
permitió
alquilar
dos
habitaciones
para
estar
con
sus
hijas.
Ahí
pasó
un
tiempo
hasta
que
la
relación
con
Alfredo
se
fue
afianzando
y
decidieron
irse
a
vivir
juntos.
Mientras,
Alika
seguía
investigando
más
y
más
sobre
el
delito
de
trata.
habían
pasado
ocho
meses
donde
yo
me
había
reconocido
como
víctima,
donde
yo
sabía
que
tenía
derechos,
donde
yo
sabía
que
podía
reclamar,
donde
yo
sabía
que
tenía
que
volver
al
origen
para
poder
iniciar
absolutamente
todo.
Al
origen.
A
Ushuaia.
Y
para
seguir
de
cerca
el
proceso
judicial
contra
los
dueños
del
Sheik
volvió
a
mudarse
a
la
ciudad
del
fin
del
mundo
con
Alfredo
y
las
nenas.
Pero
las
presiones
no
tardaron
en
llegar.
Pedro
tuvo
contacto
conmigo
y
de
hecho
quería
que
declarara
a
favor
de
él.
Pero
no
había
vuelta
atrás.
Ya
instalada
en
Ushuaia
fue
a
ver
al
fiscal
que
llevaba
la
investigación.
Me
dice:
“No,
tenés
que
entrar
como
querellante”.
Y
yo
le
dije:
“Qué
es
ser
querellante”.
Y
ahí
es
como
que
empecé
a
buscar
querella,
querellante,
qué
significaba,
para
qué
servía.
En
términos
simples,
significa
que
la
víctima
asume
un
rol
activo
como
parte
acusadora
durante
la
investigación
judicial.
Y
era
la
primera
vez
que,
en
Argentina,
una
víctima
de
trata
se
convertía
en
querellante
y
demandaba
a
sus
proxenetas.
Pedro
y
compañía
ya
habían
salido
de
prisión
y
esperaban
el
juicio
en
libertad.
Alika
también
demandó
a
la
Municipalidad
de
Ushuaia
por
haber
facilitado
las
condiciones
para
su
explotación
sexual.
Y
lo
hizo
prácticamente
sola.
Sus
compañeras
del
Sheik
no
quisieron
involucrarse
en
la
causa,
excepto
una
que
la
apoyó
como
testigo.
El
camino
hasta
el
juicio
no
fue
fácil:
fueron
cuatro
años
duros
en
los
que
Alika
aportó
pruebas,
se
sometió
a
estudios
médicos
forenses,
empezó
a
dar
entrevistas
a
los
medios
de
Ushuaia,
cambió
de
abogados.
Y
a
medida
que
aumentaba
su
exposición
pública
Pedro
redoblaba
las
advertencias…
Él
intentaba
no
amenazarme
directamente,
pero
si
me
mandaba
amenazar
o
a
decir
cosas
con
otras
personas.
Empezaron
como
a
tener
otras
prácticas
más
de
tipo
mafiosa,
¿no?
La
defensa
de
los
acusados
aseguraba
que
el
Sheik
tenía
todo
en
regla
según
las
ordenanzas
vigentes
y
negaba
que
allí
se
ejerciera
la
prostitución.
Es
decir,
negaban
que
las
mujeres
hicieran
pases
ahí.
Este
es
el
abogado
de
Pedro,
Félix
Santamaría
en
una
entrevista
el
siete
de
noviembre
de
2016.
Decía
que
el
Sheik
era…
Un
bar
de
copas,
como
se
denomina
una
whiskería,
y
bueno,
estaba
autorizado
y
estaba
controlado
no
sólo
por
el
municipio,
sino
también
por
el
Estado
provincial.
¿En
el
local
de
sus
defendidos,
en
el
Sheik,
se
ejercía
la
prostitución?
No,
no.
Inclusive
está
probado
por
conversaciones,
por
escuchas
y
todo…
Pero
la
defensa
no
logró
convencer
al
tribunal.
Había
pruebas
suficientes
para
demostrar
que
allí
se
ejercía
la
prostitución
y
que
además
las
mujeres
habían
sido
captadas
y
trasladadas
para
ser
explotadas
sexualmente.
Alejandra
Mángano,
fiscal
de
la
Procuraduría
de
Trata
y
Explotación
de
Personas
trabajó
desde
un
principio
en
la
investigación.
Me
explicó
la
forma
en
que
Pedro
captaba
a
las
chicas.
El
método
se
replica
en
la
mayoría
de
los
casos
de
trata
de
personas.
Utilizan
avisos
publicitarios
en
los
que
ofrecen
trabajo
y
el
pasaje
para
llegar
a
la
ciudad.
Pero,
además
de
los
avisos
publicitarios,
otras
víctimas
actuaban
como
reclutadoras.
Como
aquella
chica
que
le
hizo
la
oferta
a
Alika
en
Córdoba.
Para
eso
los
proxenetas
utilizan
un
sistema
de
premios.
Esta
es
Alejandra.
Por
ejemplo
bueno,
si
traes
a
otra
chica
te
voy
a
pagar
tanto
dinero
o
podés
tomarte
tres
días.
Es
algo
que
se
utiliza
para
que
las
propias
chicas
sean
quienes
traten
de
conseguir
a
otras
mujeres.
Una
vez
las
mujeres
llegaban
a
Ushuaia
empezaba
la
explotación
sexual.
Pedro,
como
ya
escuchamos,
se
quedaba
con
una
parte
de
lo
que
ganaban
las
chicas.
En
el
allanamiento
se
encontraron
planillas
donde
había
registro
de
eso.
Y
acá
hay
que
aclarar
una
cosa
más.
Importante.
Si
una
mujer
autónomamente
ejerce
la
prostitución,
entonces
eso
no
está
prohibido
porque
se
toma
como
una
especie
de
contrato
entre
particulares.
Pero
si
un
tercero,
en
este
caso
el
dueño
del
Sheik
imaginemos,
eh,
o
de
cualquier
prostíbulo
lucra
con
la
prostitución
de
las
mujeres
eso
está
prohibido
en
todas
sus
formas.
Por
eso,
con
el
tiempo,
los
municipios
empezaron
a
eliminar
las
ordenanzas
que
regulaban
a
las
llamadas
alternadoras,
porque
se
fue
comprobando
que
en
la
práctica
solo
era
una
forma
de
legitimar
la
explotación
sexual
por
parte
de
terceros.
Pero
en
2012,
cuando
rescataron
a
Alika,
aquella
ordenanza
aún
estaba
vigente
en
Ushuaia.
Durante
el
allanamiento
se
encontraron
116
libretas
sanitarias.
Es
decir
que
al
menos
116
mujeres
habían
sido
explotadas
en
el
Sheik.
Y
a
medida
que
avanzaba
la
investigación
se
iban
obteniendo
más
pruebas
de
la
brutalidad
de
esas
reglas
del
prostíbulo
que
ya
mencionamos.
Comprobaron,
por
ejemplo,
que
había
un
timbre
en
la
barra
del
Sheik
que
se
usaba
para
controlar
el
tiempo
de
los
pases.
Si
se
pasaban
de
ese
horario
también
había
una
multa
para
las
mujeres,
no
para
el
cliente.
Y
después
había
otro
timbre
en
la
habitación
que
supuestamente
le
habían
dicho
a
las
mujeres
que
era
un
timbre
para
avisar
si
había
alguna
situación
de
urgencia
con
alguno
de
los
clientes
prostituyentes.
Lo
tremendo
tal
vez
era
que
ese
timbre
que
las
mujeres
pensaban
que
funcionaba,
no
funcionaba.
Es
decir,
más
claro
no
puede
estar.
Explotadas,
e
indefensas.
Alejandra
me
contó
que
la
reacción
inicial
de
negación
y
de
rechazo
al
rescate
que
tuvo
Alika
es
la
que
tienen,
en
general,
todas
las
víctimas
durante
los
operativos.
Se
sienten
asustadas
y
en
deuda
con
sus
proxenetas.
El
allanamiento
no
logra
inmediatamente
revertir
la
situación,
digamos,
de
acogimiento
que
la
víctima
tiene
con
respecto
de
los
proxenetas,
de
los
explotadores
y
con
respecto
del
lugar.
Por
eso
mismo
ninguna
víctima
había
demandado
antes
en
este
tipo
de
juicios.
Alika
fue
la
primera
en
animarse.
Con
todas
las
pruebas
reunidas,
y
cuatro
años
después
del
rescate,
el
primero
de
diciembre
de
2016
se
dictó
la
sentencia.
El
Tribunal
de
Tierra
del
Fuego
condenó
a
penas
de
entre
tres
y
siete
años
de
prisión
a
los
tres
acusados
del
delito
de
trata
de
personas
y
a
un
resarcimiento
económico
para
Alika
Kinan
víctima
y
querellante
de
sus
captores
de
780
mil
pesos.
A
Pedro
Montoya,
el
dueño
del
Sheik,
lo
condenaron
a
siete
años
de
prisión
por
ser
el
autor
penalmente
responsable
del
delito
de
trata
de
personas
agravado
por
la
pluralidad
de
víctimas.
A
Ivana
García
y
Lucy
Campos
Alberca
les
dieron
tres
años
de
prisión
condicional
por
considerarlas
partícipes
secundarios.
Además
de
imponerles
una
multa
a
los
condenados,
a
modo
de
resarcimiento,
el
fallo
también
le
puso
una
multa
a
la
Municipalidad
de
Ushuaia
por
facilitar
las
condiciones
para
la
explotación
sexual
de
estas
mujeres.
Si
bien
el
Sheik
funcionó
durante
muchísimos
años
en
Ushuaia,
los
condenados
recibieron
penas
solamente
por
el
período
que
va
desde
noviembre
del
2011
hasta
fines
del
2012,
de
acuerdo
a
la
fecha
de
las
pruebas
que
se
aportaron
en
el
juicio.
Todo
el
proceso
hasta
llegar
a
la
sentencia
fue
muy
doloroso
para
Alika.
Para
ella
no
significaba
solamente
luchar
para
que
se
hiciera
justicia.
Significaba
también
revisar
su
propia
historia
para
entender
por
qué
había
terminado
en
ese
lugar.
Era
darle
coherencia
a
mis
enojos,
era
darle
coherencia
a
mis
exabruptos,
era
darle
coherencia
a
las
actitudes
de
los
proxenetas,
era
poder
comprender
cómo
respondemos
las
víctimas
ante
situaciones
de
violencia
sexual.
Era
también
empezar
a
atar
cabos
sueltos
de
la
historia
de
su
familia.
Yo
he
podido
entender
la
historia
de
mis
tías
y
la
historia
de
mi
madre
como
víctimas
del
sistema
prostituyente.
Algunas
víctimas
de
trata,
todas
víctimas
de
la
explotación
sexual
y
todas
víctimas
de
la
pobreza.
Era
algo
que
se
había
repetido
en
la
historia
de
las
mujeres
de
su
familia.
Y
de
algo
estaba
segura:
bajo
ninguna
circunstancia
esa
historia
seguiría
con
sus
hijas.
Alika
había
conseguido
una
sentencia
histórica.
Había
logrado
que
se
condenara
a
sus
proxenetas,
pero
también
a
un
estado
municipal
por
el
delito
de
trata.
Y,
con
ese
logro
en
sus
espaldas,
pudo
empezar
a
reconstruir
su
vida.
Empecé
terapia,
empecé
a
hacer
cerámica,
empecé
a
hacer
mosaiquismo.
Empecé
a
sentirle
el
sabor
a
la
comida,
empecé
a
sentir
orgasmos.
Empecé
a…
a…
a
disfrutar.
Esa
es
la
palabra.
Empecé
a
disfrutar.
Empecé
a
sentir
el
gozo
de
estar
viva.
Alika
tuvo
tres
hijos
más
con
Alfredo:
otra
nena
y
dos
varones.
Hoy
vive
con
Alfredo
y
con
sus
seis
hijos
que
tienen
entre
cuatro
y
veinte
años.
Cada
día
se
levanta
con
una
única
misión:
quererlos
un
poco
más.
Ahora
Alika
dirige
el
programa
de
Estudio,
Formación
e
Investigación
sobre
Trata
de
Personas
de
la
Universidad
Nacional
de
San
Martín,
en
la
provincia
de
Buenos
Aires.
Ocho
años
después
del
rescate,
sigue
recibiendo
amenazas,
por
lo
que
vive
en
una
casa
con
localización
reservada.
La
sentencia
hacia
sus
captores
fue
apelada
ante
el
Tribunal
de
Casación
que
confirmó
las
condenas
para
Pedro
Montoya
y
ordenó
un
nuevo
juicio
para
revisar
las
penas
de
Ivana
García
y
Lucy
Campos.
Por
el
momento
ninguna
de
las
condenas
se
hizo
efectiva
y
se
espera
el
inicio
de
estas
nuevas
audiencias.
Alika
también
inició
acciones
legales
para
llevar
a
juicio
a
Claudia
Quiroga.
Según
el
último
informe
de
la
Oficina
de
las
Naciones
Unidas
contra
la
Droga
y
el
Delito,
el
ochenta
por
ciento
de
las
víctimas
de
trata
detectadas
en
Sudamérica
son
mujeres
y
niñas.
La
mayoría
de
ellas
fueron
captadas
con
fines
de
explotación
sexual.
Aneris
Casassus
es
productora
de
Radio
Ambulante,
vive
en
Buenos
Aires.
Esta
historia
fue
editada
por
Camila
Segura
y
por
mí.
El
diseño
de
sonido
es
de
Andrés
Azpiri
y
Rémy
Lozano,
con
música
de
Rémy.
Desirée
Yépez
hizo
el
fact-checking.
El
resto
del
equipo
de
Radio
Ambulante
incluye
a
Paola
Alean,
Nicolas
Alonso,
Lisette
Arévalo,
Jorge
Caraballo,
Victoria
Estrada,
Xochitl
Fabián,
Fernanda
Guzmán,
Miranda
Mazariegos,
Barbara
Sawhill,
Elsa
Liliana
Ulloa
y
David
Trujillo.
Carolina
Guerrero
es
la
CEO. Radio
Ambulante
es
un
podcast
de
Radio
Ambulante
Estudios,
se
produce
y
se
mezcla
en
el
programa
Hindenburg
PRO.
Radio
Ambulante
cuenta
las
historias
de
América
Latina.
Soy
Daniel
Alarcón.
Gracias
por
escuchar.
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► Hola, Ambulantes. Antes de empezar queremos pedir un favor. Acabamos de lanzar nuestra encuesta anual y nos vas a ayudar mucho si la responden. La encuesta es la manera que tenemos para saber cómo servirles mejor y qué otros podcasts y productos quieren que desarrollemos. Para responder vayana a radioambulante.org/encuesta No les tomará mucho tiempo y nos servirá muchísimo. ¡Gracias! Antes de comenzar, una advertencia. En este episodio hay escenas fuertes que no son aptas para niños. Se recomienda discreción. Bienvenidos a Radio Ambulante desde NPR. Soy Daniel Alarcón. Hoy vamos a empezar en el aeropuerto de Córdoba, en Argentina. Es 1995. Alika Kinan, una mujer de dieciocho años, iba a viajar al sur del país con una amiga que le había ofrecido un trabajo. Le había dicho que trabajarían juntas en una discoteca, que los dueños pagarían por su traslado y le aseguró que ganaría bien. Eso era lo que más le importaba a Alika, que en ese momento estaba desesperada por conseguir dinero. La amiga no le había dado muchos más detalles, ni le había especificado a dónde iban. A mí me dijeron: “El sur”. Y cuando llego al aeropuerto a retirar el pasaje de avión. Me dicen: “Bueno su vuelo a Ushuaia”. Ushuaia, la capital de la provincia de Tierra del Fuego. La llaman “la ciudad del fin del mundo” pues es considerada la ciudad más austral del planeta, la que está más al sur. Está rodeada de montañas y se extiende a los pies del Canal de Beagle, donde el océano Atlántico se une con el Pacífico. Tiene temperaturas muy bajas casi todo el año, noches larguísimas en invierno y días que parecen eternos en verano. Es una ciudad industrial y portuaria pero también muy turística. Allí paran, por ejemplo, los grandes cruceros que van hacia a la Antártida. Pero Alika jamás había oído ese nombre. Vuelo a Ushuaia, ¿dónde putas es Ushuaia? No tenía registro ni de que era una isla. Pero ya estaba ahí, en el aeropuerto. Ilusionada con la posibilidad de un trabajo estable que le diera buenos ingresos. Así que se subió al avión. No sabía bien lo que se iba a encontrar al llegar, pero confiaba en que su amiga sabría qué hacer. Al aterrizar en el aeropuerto de Ushuaia, una pareja las estaba esperando. La amiga con la que viajaba se los presentó: eran Claudia Quiroga y Pedro Montoya, los dueños de la discoteca donde iba a trabajar. Me recibieron súper bien, como si fueran, nada, parientes míos Era un alivio, después de viajar hasta el fin del mundo. Y aunque se sintió bienvenida y acogida por la pareja, algo le llamó la atención del ambiente que había en el aeropuerto: quizá era solo ver tantas caras extrañas, o estar tan lejos de casa. Pero Alika sintió que se estaba metiendo en algo gordo. Yo creo que en ese momento me di cuenta de todo. Nuestra productora Aneris Casassus nos trae esta historia. Para entender por qué Alika terminó en la ciudad del fin del mundo, tenemos que volver a su infancia. Cuando le pregunté cómo describiría esos primeros años de vida, me dijo: Trato de no hacerme muchos planteos ni muchas preguntas respecto a esa época de mi vida, porque no hay muy buenos recuerdos. Por eso prefiere aferrarse a una sola imagen de su niñez: Mi madre trenzándome el pelo. Mi madre me hacía unas trenzas hermosas, divinas, y es como uno de los recuerdos más, eh, claros que tengo respecto de mi infancia. Alika nació en la provincia de Córdoba pero cuando aún era una beba sus padres se mudaron a Buenos Aires, donde pusieron un bar. Vivieron ahí durante nueve años, pero después decidieron volver. En Córdoba Alika entró a un colegio privado. En Buenos Aires también la habían mandado a un colegio privado. Pero ella se sentía completamente fuera de lugar en ese ambiente. Mis padres intentaban encajar en un estrato social que no tenía nada que ver con nosotros, pero era muy difícil de sostenerlo. Y había muchas mentiras. Siempre tuvo la sensación de que había muchas cosas que no entendía Por un lado era chica y por otro lado tampoco había mucha información ni mucha claridad. Había una cosa en particular que la incomodaba mucho. A mí en el colegio siempre me preguntaban: “¿A qué se dedica tu papá?”. Viste que hay padres que vos sabés. No, mi papá, que sé, yo trabaja en el hospital. O trabaja, yo que sé, en una empresa de tecnología atendiendo el teléfono. Pero en el caso de Alika, ella no sabía nada. Oía hablar de bares, de apuestas y sabía que su padre jamás estaba en casa por las noches. Llegaba a cualquier hora o a veces pasaba días sin volver a la casa. Y mi padre salía todas las noches, y llevaba un ritmo, guau, típico de machirulo que no da explicaciones, volvía a la mañana siguiente. Salía de joda y de timba todas las noches. Y él decía que era su trabajo, ¿no? Como que salía a trabajar. Él venía de esa vida, de ese mundo. Mi madre trató de… de encauzar un poco todo. Pero no… Pero no. Ese río revuelto no era nada fácil de encauzar. Alika y su hermana María Fernanda —seis años menor— eran testigos del derrumbe del hogar. Y mi madre iba como cayendo en depresión. Si tuviera que hacer un dibujo dibujaría a mi madre apagándose en esa época de nuestra vida. La relación de sus padres se volvió insostenible y cuando Alika tenía quince años finalmente se separaron. Su papá se quedó en Córdoba y Alika, su hermana y su mamá se fueron a vivir a Cruz del Eje, el pueblo de donde era su madre, también en la provincia de Córdoba. El padre dejó de pasarles dinero. Vivían en una casa que había sido de su abuela. Ahí también vivía una tía, pero se llevaba tan mal con su madre que habían dividido la propiedad para no tener que cruzarse. Vivíamos en una pieza, en una pieza donde no teníamos nada. No teníamos gas, no había luz. Éramos muy pobres, realmente muy pobres. Su madre no lograba conseguir un trabajo estable. Pasamos mucha hambre con mi madre y con mi hermana en esas épocas, que fue allá por el año 93, 94. Y aunque fueron tiempos duros, Alika tiene muy buenos recuerdos de aquellos dos años que pasó en la escuela de Cruz del Eje. Había logrado hacerse de un lindo grupo de amigas, la pasaba bien. Sentía que ese sí era su mundo. Pero cuando estaba en el último año del secundario su madre, desesperada por su situación, se fue a Buenos Aires. No tenía qué darle de comer a sus hijas y se fue con una amiga a buscar trabajo. Alika y su hermana, de diecisiete y once años, quedaron a la deriva. A pesar de que vivían con esa tía, ella no les prestaba ningún tipo de atención. Mamá me había dejado ponele plata de hoy acá en Argentina yo que sé, me había dejado mil pesos para la comida. El cambio de moneda en Argentina es todo un tema, pero para efectos de esta historia, digamos que mil pesos son como unos seis dólares. Claro, esos mil pesos se fundieron en… en nada. Alika y su hermana se rebuscaban como podían. A veces trataban de comer algo en las casas de sus compañeras de escuela o vendían alfajores. De su mamá casi no sabían nada. No había ni celulares, no había manera de comunicarse. Me llamó dos o tres veces a la casa de una vecina y no… no había chance de que volviera ni de que mandara dinero ni nada. Era como que nosotras teníamos que resistir, ¿no? Resistir estar solas, resistir el hambre. Teníamos que resistir todo. Desesperada, lo primero que hizo Alika fue viajar a Córdoba. Quería pedirle ayuda a su papá. Estaba a unos ciento cuarenta kilómetros, a unas dos horas y media. Hizo dedo en la ruta para llegar hasta ahí. Cuando llegó le dijo: Te pido por favor, necesitamos algo de dinero para comer, para podernos lavar el pelo, para higienizarnos, para bañarnos. “No, no, no, no”. Nada. Sin la ayuda de su padre, Alika decidió quedarse en Córdoba y buscar un trabajo. Sabía que ahí tendría más oportunidades que en el pueblo. Cruz del Eje es un pueblito, sigue siendo un pueblito muy pequeño, donde no hay muchas posibilidades. Yo había buscado trabajo, había pedido en algunos comercios de ahí. No, no, no tuve éxito. En Cruz del Eje quedó su hermana que subsistía con la ayuda de sus amigas. Y Alika abandonó la escuela que tanto le gustaba. Todas mis compañeras estaban preparando, los vestidos de la fiesta de colación, el viaje de egresadas. Y yo lo único que pensaba era en darle de comer a mi hermana. Yo pensaba en sobrevivir, nada más. Alika caminaba por las calles de Córdoba buscando algún trabajo hasta que un día vio un aviso para vender publicidad para abogados. Trabajó tres meses en eso, pero nunca llegaron a pagarle y lo dejó. Se las ingeniaba como podía. Dormía así eventualmente en la casa de uno o de otro. Quienes me querían alojar. Pero muchas veces esos ofrecimientos terminaban teniendo un precio, uno que se pagaba en la cama. Alika pronto empezó a entender que el sexo podía convertirse en una moneda de cambio para sobrevivir. Lo que más le angustiaba era su hermana que ya había cumplido los doce años. Y quería estar con ella, quería garantizarle la educación, una buena alimentación, un techo. Que tuviera un lugar donde bañarse, una cocina donde cocinar, o sea para mí eso era soñado. Cuando podía la llamaba por teléfono a la casa de una vecina, pero no siempre conseguía dinero para hacer las llamadas. Fue en esa época, en 1995, cuando conoció a una chica en Córdoba. Se hicieron amigas y en una ocasión le hizo la propuesta de viajar juntas al sur. Lo que me dice es: “Venite conmigo vas a hacer un montón de plata. Tenemos que inaugurar un boliche hay que bailar hay que… tomás unos tragos”. No le dijo mucho más que eso. Y Alika tampoco hizo demasiadas preguntas. Yo en ese momento que venía recontra pasada de… de sueño, de hambre, de dormir en camas ajenas, ¿qué iba a preguntar, qué iba a hacer, qué iba a cuestionar? Es como que estás en el medio del mar, ahogándote y encontrás algo que te puede llegar a sostener. Qué me importa mientras me sostenga durante un tiempo. O sea, no te podés plantear nada en ese momento. Y con esa poca información aceptó. Dije que sí. ¿Qué tenía que hacer? Y viajé. Lo cual nos devuelve a la escena con la que comenzamos. Lo primero que tenía que hacer era ir al aeropuerto a buscar el pasaje que ya estaba pago. Y ahí, como ya escuchamos, se enteró que su destino sería Ushuaia, esa ciudad fría de la que Alika nunca había oído y donde se encontró con Pedro Montoya y Claudia Quiroga, la pareja que ya mencionamos. Yo estaba como con miedo. Estaba insegura. Tenía algo, una sensación rara en el cuerpo. Después de salir del aeropuerto, se subieron a una camioneta y enseguida fueron a hacer unos trámites burocráticos. El primero en la policía. Te tomaba las huellas dactilares. Confirmaban ellos que no tuvieras antecedentes penales, que no te estuviera buscando nadie. Y luego le daban paso a la actuación, digamos, de la Municipalidad, que te hacía la libreta sanitaria y te hacían los análisis, tanto el exudado vaginal como los análisis de HIV. Con eso confirmó que su trabajo no sería solo bailar como le había dicho la chica que le ofreció viajar al sur. Pedro y Claudia nunca se lo dijeron expresamente, pero el trabajo también implicaría tener sexo con los clientes del boliche. Alika lo había presentido apenas aterrizó en Ushuaia pero ya no había vuelta atrás. Estaba a más de tres mil kilómetros de Córdoba, sin un peso en el bolsillo. Necesitaba el trabajo. Bueno, hicimos todos estos trámites y luego fuimos a la casa, a la vivienda. Querían que yo conociera el boliche porque esa misma noche empezaba a trabajar. El boliche de Pedro y Claudia se llamaba Sheik y estaba en una esquina bastante céntrica de la ciudad. En los papeles estaba autorizado como “club nocturno”. Ya con la libreta sanitaria en mano, Alika se había convertido en una “alternadora”. Son las mujeres que están para compartir un trago o bailar con un hombre. Por eso también se las llamaba “coperas”. Las “coperas” tenían que hacer que los clientes consumieran y las invitaran a tragos. El sistema funcionaba más o menos así: De acuerdo al… al valor de las copas es el tiempo que esa mujer se va a quedar o no. Pueden ser traguitos pequeños, pueden ser copas de champán, pueden ser latas de cerveza, pueden ser botellas de champán. Todo eso es como que va incrementando el valor. El arreglo con el boliche era que las mujeres se quedaban con un porcentaje de las copas a las que las invitaban los clientes. Pero en la práctica eso no era más que un eufemismo. Eso era como… como una cortina de humo, en realidad. A ver si vos realmente lo que querés es tomar una copa con alguien, ¿para qué necesitas un análisis de HIV? Tomar la copa era el primer paso para acceder a un servicio sexual. Cuando Alika entró al Sheik conoció al resto de sus compañeras. Venían de distintas provincias de Argentina, incluso de otros países. Vivían ahí mismo. El Sheik era una construcción grande que tenía diferentes accesos. Uno de esos accesos, comunicaba directamente con las habitaciones donde vivían las mujeres. Y la mayoría de las veces tenían sexo con los clientes en esos cuartos, aunque eso estaba expresamente prohibido por el reglamento local que regulaba a los “clubes nocturnos”. Alika pronto entendió cómo funcionaban las cosas. Ellos ponían el lugar y vos ponías el cuerpo, digamos. Y sin resistirse, Alika empezó a trabajar esa misma noche. Le dieron un nuevo nombre. Por las noches, en el Sheik, se llamaría Carla. La amiga con la que había viajado le dio los primeros consejos: qué decir, qué hacer, cómo moverse. De esa noche, recuerda una sensación en particular. El cuerpo se me había puesto muy tenso, estaba muy dura. ¿Viste?, esa sensación de terror que impide incluso la propia movilida, ¿no? Entonces Claudia, la encargada del lugar, para que se tranquilizara, le dio de tomar. Me traía cerveza y cerveza y cerveza y cerveza. Y así, con mucho alcohol, sobrevivió a la primera noche en el Sheik. Durante los primeros días Alika se iba adaptando a su nuevo trabajo, a su nueva casa —que no era más que una pieza compartida entre varias— y a sus nuevas compañeras. Pero también le tocaba adaptarse a Ushuaia, un lugar que le resultaba totalmente desconocido. Era como oyyy ¿dónde carajo estoy? Parecía otro país. Era completamente diferente a lo que yo estaba acostumbrada. Yo llegué en verano. En el mes de diciembre. Y había mucha luz. Amanecía muy temprano y yo no entendía el por qué. Hasta que nada después me explicaron la ubicación geográfica de esta isla. La isla de Tierra del Fuego, la provincia que tiene por capital a Ushuaia. Como dijimos, la ciudad está en el extremo sur del planeta. Por eso en verano el día puede durar hasta diecisiete horas con temperaturas que van de los cuatro a los quince grados. Y lo mismo dura la noche más larga del invierno, cuando el termómetro puede marcar hasta casi catorce grados bajo cero. Para Alika Ushuaia era una ciudad fría en varios sentidos. Tanto en el plano geográfico, climatológico. Como lo que significa la soledad, ¿no?, la frialdad, la soledad, la angustia de saberse lejos. Y en esa soledad Alika caminaba por las calles empinadas de Ushuaia y veía que había muchos clubes nocturnos que funcionaban en pleno centro de la ciudad: el Candilejas, el Tropicana, el Copita de Plata, el Black & White. Tal vez por la llegada constante de buques al puerto o por las industrias de la zona, era evidente que allí había un mercado grande de hombres dispuestos a pagar por sexo. Y es que desde los setenta llegaron decenas de empresas —sobre todo de tecnología— motivadas por exenciones de impuestos que se crearon para promover la migración hacia esta isla entonces despoblada y fría. La demanda de sexo pago era tal que cada mujer en el Sheik podía llegar a atender entre veinte y trinta clientes por noche. Los días de más trabajo eran cuando llegaban barcos al puerto. Por el sistema de copas tenían que tomar alcohol durante horas. Y muchas veces, para mantenerse despiertas, terminaban consumiendo cocaína. Y siempre eso, ¿no? El alcohol, las drogas. Que te nublaban la realidad todo el tiempo. Se acostaba como a las siete de la mañana, exhausta. Porque el estómago te quedaba como una bolsa de líquido adentro, ¿no?, de tanto y tanto alcohol, tanto alcohol. Y yo hacía muchos esfuerzos para vomitar porque ya era como una intolerancia. Y mientras no estaban trabajando, Alika y sus compañeras solo hacían una cosa: dormir. Por regla general, en el Sheik, no podían despertarse antes de las cuatro de la tarde, para no molestar el sueño de las demás. Había muchas normas como esa. La regla más elemental para permanecer en el Sheik era la económica. Y no solo tenía que ver con esas copas que les compraban los clientes a las mujeres. Pedro y Claudia se quedaban también con más de la mitad de lo que los hombres pagaban por un servicio sexual. Y ellas no tenían ninguna posibilidad de negociar ese acuerdo. No estás en posición de acordar cuando tenés miles de necesidades. Y después venía toda la trampa. Esto es como firmar un contrato. Vos podés aceptar o no una parte, pero tenés toda la letra chiquita. Y era: “Si llegás diez minutos tarde te descuento tanto por ciento de cada pase o de cada copa. Si no venís a trabajar, si estás menstruando, si un cliente se queja. Si no respondés el horario de los pases”. Pases, es decir, el tiempo que el cliente pagaba para tener sexo con la chica: quince minutos, media hora. Había una serie de cláusulas que las ibas aprendiendo con el tiempo que eran… realmente no… no podías. No podías cumplir con toda esa normativa cuando vos decís, ché, cuánto me quedó al final de la noche. Y te quedaba nada. A duras penas te alcanzaba para comer. Cuando los clientes pagaban con moneda extranjera, las chicas siempre salían perdiendo. Un extranjero, te pagaba en euros o te pagaba en dólares y ellos te lo pasaban en pesos y al valor que ellos querían darle a esa tasación que siempre era por debajo de la tasación del mercado. Y también sacaban ventaja si el cliente pagaba en cuotas con tarjeta de crédito. El Sheik recibía toda la plata de la compañía bancaria, pero a las chicas les pegaban en cuotas, sean dos o cuatro o seis. Y bueno, lo importante para entender aquí es que los dueños del Sheik tenían un sistema para descontar de tu ya miserable sueldo, dejando a las chicas con migajas. Les descontaban, incluso, el monto del pasaje que les habían mandado para llegar a Ushuaia. Pero no era todo, llegaban vendedoras de todo tipo al Sheik. Vendían maquillaje, zapatos, ropa. De todo. Entonces todo eso lo asumía como deuda al propio prostíbulo y vos estabas permanentemente en deuda con ellos. Pedro y Claudia les prestaban plata para esas compras y lo sumaban a la lista de las multas que les aplicaban cuando no cumplían con las reglas. Entonces, por más de que las mujeres seguían trabajando y generando ingresos, sus cuentas seguían en rojo. Entraban en un círculo del que les era muy difícil salir. Para los dueños del Sheik sólo valían las leyes del mercado. Querían satisfacer la demanda de sus clientes que más de una vez les habían pedido mujeres negras. Porque, como Alika, la mayoría de las chicas eran rubias. Querían complacerlos como fuera. Ellos se pusieron a buscar dominicanas para poder hacer la oferta de las dominicanas y para no quedarse afuera del mercado. Y trajeron las primeras dominicanas y Claudia se vanagloriaba de eso. “Nosotros en el Sheik tuvimos siempre a las mejores mujeres, las más jóvenes. Tuvimos la primera negra”. De hecho, le decían la diosa de Ébano, para que te des una idea. Todas las mujeres del Sheik, en últimas, eran mercancía. Nada más. Yo he visto pasar chicas que a lo mejor los análisis le daban positivo. Los análisis de VIH. Y eran absolutamente descartables. Chau flaca. Un pasaje de bondi, un pasaje de colectivo. Y te fuiste porque acá enferma no podés laburar. Cuando veía esas cosas, Alika se sentía contrariada. Por un lado sabía que Pedro y Claudia no tendrían reparo en deshacerse de ella cuando no les sirviera más. Pero por el otro, ellos eran lo más parecido que tenía a una familia. Y yo tenía un vínculo muy fraterno. Ellos estaban en una casa atrás. Estaban muy, muy cerca de nosotras todo el tiempo. Y comíamos juntos. Compartían el día a día y no las trataban mal. Es más, los domingos Pedro hacía asado para todas las chicas del Sheik. De algún modo, para Alika, Pedro y Claudia no sólo eran los dueños del lugar donde trabajaba, también eran su referente emocional. Yo necesitaba, por supuesto, un techo, comida, trabajo, educación. Necesitaba que alguien me quiera, ¿no? Yo estaba muy necesitada de afecto, de cariño, de familia, de amor, ¿me entendés? Y ellos vivieron a ocupar ese lugar. Un lugar que había quedado vacío hacía mucho tiempo en la vida de Alika. Ellos sabían perfectamente en qué situación estaba, porque yo cuando hablaba con las otras chicas, mis compañeras ¿no?, estábamos todas, eh, prácticamente en la misma situación. Todas tenían alguien a quien cuidar. Un hijo al que darle de comer, una mamá o un papá enfermo que necesitaba remedios o una hermana, como la de Alika, que la necesitaba a ella. Después de más o menos un año de trabajar en el Sheik, Alika logró juntar dinero y compró un pasaje para su hermana. Quería que se mudara con ella a Ushuaia. Claudia y Pedro le ofrecieron alquilarle un departamentito de los que tenían atrás del Sheik para que vivieran ahí. Yo lo que les pedí es que por favor, que no podía hacer pases en el mismo lugar porque estaba mi hermanita y me dijeron que sí, que estaba bien, que los pases los tenía que hacer en la parte de adelante. En la pieza de pases que había en el Sheik. Así que su hermana se mudó con ella y empezó a ir a la escuela en Ushuaia. Alika también le pagaba clases de inglés y de informática y le pedía por favor que se mantuviera alejada del boliche. Siempre le decía: “Vos acá no vengas”. O sea siempre la alejaba del lugar donde yo estaba porque procuraba cuidarla. Porque además ya era una adolescente de quince años. Y los tipos ya empezaban a mirarla era capaz de agarrarme a las piñas, por así decirlo, si alguien llegaba a decir algo de mi hermana. Pero para hacer todo aún más difícil, a su hermana le habían empezado a dar ataques de epilepsia. A veces Alika llegaba al cuarto después de trabajar… Yo llegaba ponele súper borracha y me la encontraba mi hermana, que se había mordido la lengua, que tenía sangre en la boca. Era una situación muy compleja Pero ahí, Alika contó con Pedro y Claudia, que se ofrecieron a ayudar con la situación. La llevo a diferentes especialistas y ellos me daban el dinero. Por supuesto, me lo iban descontando porque yo no tenía ni obra social. No teníamos nada. Después de hacerle varios estudios, le dieron una medicación para controlar los ataques. Así subsistían Alika y su hermana en la ciudad del fin del mundo. Alika mantenía el contacto con su padre,pero con su madre había cortado la comunicación hacía años. Desde que las dejó en Cruz del Eje, solo una vez fue a verla a Buenos Aires pero las cosas no mejoraron. Yo tampoco quería darle mucha información. No quería contarle muchas cosas. Siempre tuvimos una relación muy fría. Y a medida que se alejaba de su familia crecía el vínculo con Pedro y Claudia, pero también la deuda emocional y económica que tenía con ellos. No nos olvidemos del sistema de multas, del alquiler del departamentito, de los préstamos para la ropa, las consultas de los médicos, los remedios para su hermana. Pasaron más o menos seis años en los que Alika trabajaba noche tras noche, pero sus números seguían en rojo. Hasta que un día un español que iba con mucha frecuencia al Sheik le hizo una propuesta. Era un cliente que a veces se la llevaba por varios días a un hotel en la ciudad. Era tripulante de un buque. Le ofreció a Alika cancelar su deuda y que se fuera con él a España. Y al principio, Pedro Y Claudia… Intentaron por todos los medios de que no fuera así. Pero a su vez cuando cuando veían que el tipo iba y pagaba y preguntó: “¿Cuánto es lo que debe Carla acá? Bueno, yo los voy a pagar. Cobrámelos a mí”. Y es como bueno que los pague y después vemos si ella se va y vuelve, negocio para nosotros, ¿no? Alika aceptó. Pedro y Claudia recibieron el pago y se despidieron de ella. Tenía 25 años. Lo mío no fue: “Ay, estoy re enamorada, cómo lo quiero. O ay, qué divino que es, cómo me cuida”. No fue las ansias y las ganas y la necesidad de tener una vida mejor. Apenas llegó a Barcelona, la ilusión de tener una vida mejor se desvaneció. El hombre con el que había viajado y que ahora era su marido la metió de vuelta en el mundo de la prostitución: le dijo que iba a trabajar en un bar llamado Mr. Dólar. Y a las dos semanas aproximadamente ya estaba metida en otro prostíbulo que él ya me había llevado. Era más de lo mismo. Peor en algunos sentidos, porque ahora estaba a más de diez mil kilómetros de su país. Ya volvemos. Este podcast y el siguiente mensaje son patrocinados por la Fundación Marguerite Casey, construyendo una mayor libertad para que los agentes de cambio puedan construir una economía verdaderamente representativa. La Fundación Marguerite Casey tiene la convicción de que los trabajadores y sus familias deben poder moldear nuestras instituciones, nuestra democracia y nuestra economía. Conoce más sobre la Fundación en www punto caseygrants punto o-r-g, y conéctate con la Fundación en Facebook y Twitter en arroba caseygrants. Cambiando el poder, empoderando la libertad. Ambulantes, si están buscando nuevos podcasts en español tenemos uno para recomendarles. Se llama DianaUribe.fm. Escúchenlo, son historias desde diferentes épocas y lugares del mundo contadas con un poder narrativo extraordinario. Esta es Diana: “Buenas, mi nombre es Diana Uribe. Yo trabajé dieciocho años en la radio en Colombia contando historias del mundo. Y hace dos me metí al maravilloso mundo del podcast y me encontré con Radio Ambulante y me llamó muchísimo la atención porque siento que hay una conexión en la forma tan maravillosa como ellos narran las historias de América Latina con toda su diversidad y riqueza cultural y el tipo de temas que yo narro y exploro de América Latina y el mundo. Si quieren conocer mi trabajo los invito a que escuchen DianaUribe.fm en cualquier aplicación de podcast”. Planet Money es el economista que escala montañas y está detrás del impuesto al carbono. Es el jugador de baseball que intenta obtener un aumento de sueldo. El prisionero que construye una moneda virtual… ¿con latas de pescado? Planet Money de NPR, escucha ahora. Este mensaje viene de un patrocinador de NPR, TurboTax Live. TurboTax Live cuenta con expertos bilingües en taxes que están listos para escucharte, entender tu situación tributaria y ayudarte a obtener el mejor resultado. 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Con muchos aprietos económicos, violencia en su casa. Pasó ocho años así, hasta que un día no aguantó más. Entendió que tenía que irse de Barcelona cuanto antes. Tenía que escapar por ella y por sus hijas. En 2010 juntó fuerzas y puso fin a la relación. Volvería a la Argentina con sus tres hijas y buscaría la forma de subsistir. Y en medio de la desesperación, Alika hizo algo que jamás pensó que haría el día que dejó Ushuaia. Aneris nos sigue contando. Alika quería volver a la Argentina y escapar de ese infierno. No lo pensó demasiado. Un día, en Barcelona, agarró el teléfono y llamó a las únicas personas que creía que la podían ayudar: Pedro y Claudia. Nunca habían cortado el vínculo conmigo, siempre se comunicaban de una u otra manera. “¿Cómo estás? ¿Qué es lo que estás haciendo? ¿Cuándo vas a volver?”. Y cuando ellos, o sea, pudieron detectar que había ahí como una ruptura o que había alguna posibilidad para que yo volviera, enseguida me dijeron: “¡No! Pero te tenés que ir.” O sea, “volvé, volvé. ¿Qué es lo que necesitas para volver? Necesitaba, en primer lugar, pasajes para ella y para sus hijas. Y Pedro y Claudia estaban dispuestos a darle el dinero para eso. Todo en términos, ¿viste?, como muy vinculares, ¿no? Muy, muy sociales, muy de amistad. En medio de la violencia que estaba sufriendo en España, aquello parecía un bálsamo. Y también la única salida. Pero era en realidad una sentencia. La confirmación de que nada podría cambiar. Como si le dijeran… Vas a poder resolver todos estos problemas que tenés a través de lo único que sabés hacer. Prostituirse. Y Alika estaba dispuesta a volver al Sheik con tal de proteger a sus hijas. Aceptó entonces los pasajes que le ofrecieron Pedro y Claudia y voló a la Argentina con las nenas. Pero antes de irse a Ushuaia dejó a sus hijas con su padre en Córdoba, con quien seguía en contacto. Sabía que su trabajo no le iba a permitir atenderlas. Su padre aceptó cuidar a sus nietas a cambio de que le mandara dinero para mantenerlas. Así fue como ocho años después de haberse ido, Alika estaba de vuelta en la ciudad del fin del mundo, regresando al trabajo del Sheik, a sus días de antes con Pedro, Claudia y las demás chicas. Para Alika, el mundo de afuera había sido peor que estar en el Sheik. Y se fue convenciendo de que el Sheik era su mejor opción. Claudia y Pedro terminaron convenciéndola de eso. Era una manipulación psicológica, sutil y efectiva, que había durado años. Que estaba disfrazada de ayuda. Ellos siempre estaban ahí cuando Alika más lo necesitaba. Ella solo pensaba en juntar dinero para mandarle a sus hijas. Las llamaba por teléfono constantemente, pero casi ni las veía. Viajaba muy poco a Córdoba. Prefería no perder ningún día de trabajo. Para llegar a sacar algo de dinero que permitiera a ellas vivir sin pasar hambre yo tenía que esforzarme mucho. Y trataba de estar presente en sus vidas como podía. Todas las cosas que necesitaba se las mandaba por correo. Comienzos del cole yo les mandaba cajas… a la más grande, ¿no? Le mandaba cajas con útiles, el delantal. Navidades también lo mismo. Les mandaba juguetes. Fueron más de dos años así, a la distancia. Alika en Ushuaia y las nenas —que ya tenían once, cinco y tres años— en Córdoba. Era la vida a la que se había acostumbrado y que parecía que no iba cambiar, hasta el nueve de octubre de 2012. Era de noche cuando Alika y sus compañeras sintieron unos ruidos raros en el Sheik. De golpe se apagó la música. Primero pensaron que estaban entrando a robar, pero cuando se asomaron por una ventana vieron camionetas de la policía. Tenían una orden de allanamiento y entraron a requisar el lugar. Fue traumático. Con la incertidumbre de qué iba a pasar con cada una de nosotras. Pensaban que las venían a llevar presas. Pero en realidad la policía venía a clausurar el Sheik y a rescatarlas. Lo que ellas no lograban entender era rescatarlas de qué. Y a mí me decían que yo era víctima. Yo decía por qué esta gente me está diciendo… soy víctima ¿de qué? Si yo no podía comprender de qué me hablaban cuando decían que yo era víctima. Alika no se sentía víctima de nada. Las otras chicas tampoco. Aseguraban que siempre habían estado ahí, trabajando, por voluntad propia. Para ellas el cierre del Sheik significaba, literalmente, quedarse en la calle: sin ingresos, sin vivienda. Esa misma noche detuvieron a Pedro Montoya. Se lo acusaba de integrar una red de trata de personas con fines de explotación sexual. También detuvieron a su nueva pareja Ivana García y a la encargada del Sheik, Lucy Campos Alberca. No había cargos contra Claudia Quiroga, que se había separado de Pedro después de que Alika volviera de Barcelona y ya no trabajaba en el local. El gobierno de la provincia de Tierra del Fuego les ofreció una casa a las siete mujeres rescatadas para pasar las primeras noches. Pero no habían tenido en cuenta una cosa No es que todas éramos hermanitas y nos íbamos todas juntitas a una casita, no. Había una situación muy compleja que nadie la estaba viendo o jamás la pensaron. Cada una tenía sus propios problemas con los que lidiar. No todas se llevaban bien, había competencias, disputas entre ellas. Alika entonces prefirió irse con una de las chicas con las que sí se llevaba bien y alquilar una habitación por su cuenta. Dos días después tuvo que ir a declarar. Apenas se sentó ante la fiscal volvió a insistir: ella no era una víctima. Yo pensaba que la víctima era una mina que estaba totalmente demacrada, tirada, empastillada. En su cabeza las víctimas de trata eran personas que estaban prácticamente secuestradas, que no podía salir a ningún lugar ni mantener contacto con nadie de su familia. Estuvo declarando por horas, tratando de defender siempre a Pedro y Claudia. Repitiendo lo mismo… Yo no era víctima de nada, que había tenido mala suerte en la vida, que esto era lo que me había tocado. Hasta que en un momento la fiscal le pregunta… Me dice: “Bueno, ¿qué te hubiese gustado ser”. Y yo dije abogada, ¿no? Me hubiese encantado estudiar abogacía. Me dice: “Ah, entonces no estás porque querés”. Le digo, “bueno, pero esto es lo que puedo”. “Sí”, me dice “pero no estás porque querés. Estás a la fuerza. Por la… por la propia situación”. Bueno, “sí”, le digo, “quién no está la fuerza”, le digo. “Tengo tres chicas, les tengo que dar de comer. El progenitor es ausente”. Y es ahí como que me largué a hablar de todo lo que me pasaba. Como que se lo empiezo a soltar y empecé a llorar. Empecé a llorar y dije mi vida es una mierda. Mi vida es una bosta, ¿me entendés? ¡Qué vida de mierda que tengo! No soy nada de lo que vengo de lo que vengo soñando. Mi realidad es terrible. Ahí es como que te empieza a caer la ficha de todo lo que estás padeciendo y lo que venís… de lo que venís escapándote permanentemente, ¿no? Y se terminó de quebrar cuando la fiscal le habló de las hijas. Le dijo… “¿Qué te hace pensar que ellas van a ir a la universidad y no van a terminar prostitutas como vos?”, me dijo algo así. Y yo casi me muero cuando me dijo eso, como diciendo no… Me dice: “Pero ¿por qué no?”. Porque no. Porque es terrible, porque es horrible. Es como que ninguna madre desea para sus hijas la prostitución. Ninguna. Ninguna. Nadie. Como al resto de las chicas del Sheik, a Alika la habían reclutado en una situación de extrema vulnerabilidad cuando por primera vez viajó a Ushuaia en 1995, diecisiete años atrás. No hacía falta secuestrarla ni mantenerla encerrada. Una promesa de trabajo y un pasaje de avión habían sido suficientes. Y este dato es importante porque en Argentina la ley establece como trata de personas y cito: “El ofrecimiento, la captación, el traslado, la recepción o acogida de personas con fines de explotación, ya sea dentro del territorio nacional, como desde o hacia otros países”. Dentro de los casos de explotación se menciona la esclavitud, la servidumbre y la prostitución, entre otros. La ley aclara que en ningún caso el consentimiento dado por la víctima exime de responsabilidad penal, civil o administrativa a los autores, partícipes, cooperadores o instigadores del delito. Aquella audiencia fue una revelación para Alika. Poco a poco empezaba a asumirse como lo que era, una víctima, una sobreviviente del delito de trata. Como que te encienden la luz adentro de una habitación donde estuviste siempre a oscuras, viviendo unas violencias, pero no las veías. No veías los monstruos que serían simbólicamente cada una de las violencias que se viven en… en explotación sexual, en la prostitución misma, ¿no? Yo no me había dado cuenta, no había visto nunca esta realidad. No fue de la noche a la mañana. Fue un proceso que le llevó un tiempo y que la impulsó a buscar más información sobre la trata de personas. Alika se iba a un ciber café y se pasaba horas leyendo sobre el tema. Buscaba leyes, imprimía documentos. Hacía un tiempo, en Ushuaia, había salido a tomar algo con una amiga y había conocido a Alfredo. Pasaban momentos juntos, pero para ese entonces no era nada serio. Ella le hablaba sobre sus hijas pero nunca le había querido contar que trabajaba en el Sheik. Pero después del allanamiento la verdad fue inevitable. Alika le contó del rescate. Él la escuchó sin juzgarla y a los días le llevó un regalo. Me trajo una computadora y me trajo una impresora, me dice: “Leé, estudiá todo lo que puedas, informate, buscá”. Fue lo más generoso y lo más lindo que nadie había hecho por mí. Unos días después del rescate, Alika dejó Ushuaia y fue a buscar a sus hijas a Córdoba. Se instalaron unos meses en la ciudad de Mar del Plata. Lo primero que hizo fue tramitar los documentos argentinos para sus hijas que, como habían nacido en España, hasta ese momento solo tenían los documentos españoles. Con ese trámite, Alika pudo acceder a lo que en Argentina se llama la asignación universal por hijo, un monto mensual que el Estado da a padres desempleados o con empleos informales. Es un monto de unos treinta dólares por hijo en la actualidad. Pero era como un fortalecimiento económico tan grande. Me dio la posibilidad de… de servir un plato de comida caliente en mi mesa. Me dio la posibilidad de… de pensar, de sentarme un momento sin tener que estar pensando constantemente en la supervivencia o en la subsistencia. También le permitió alquilar dos habitaciones para estar con sus hijas. Ahí pasó un tiempo hasta que la relación con Alfredo se fue afianzando y decidieron irse a vivir juntos. Mientras, Alika seguía investigando más y más sobre el delito de trata. habían pasado ocho meses donde yo me había reconocido como víctima, donde yo sabía que tenía derechos, donde yo sabía que podía reclamar, donde yo sabía que tenía que volver al origen para poder iniciar absolutamente todo. Al origen. A Ushuaia. Y para seguir de cerca el proceso judicial contra los dueños del Sheik volvió a mudarse a la ciudad del fin del mundo con Alfredo y las nenas. Pero las presiones no tardaron en llegar. Pedro tuvo contacto conmigo y de hecho quería que declarara a favor de él. Pero no había vuelta atrás. Ya instalada en Ushuaia fue a ver al fiscal que llevaba la investigación. Me dice: “No, tenés que entrar como querellante”. Y yo le dije: “Qué es ser querellante”. Y ahí es como que empecé a buscar querella, querellante, qué significaba, para qué servía. En términos simples, significa que la víctima asume un rol activo como parte acusadora durante la investigación judicial. Y era la primera vez que, en Argentina, una víctima de trata se convertía en querellante y demandaba a sus proxenetas. Pedro y compañía ya habían salido de prisión y esperaban el juicio en libertad. Alika también demandó a la Municipalidad de Ushuaia por haber facilitado las condiciones para su explotación sexual. Y lo hizo prácticamente sola. Sus compañeras del Sheik no quisieron involucrarse en la causa, excepto una que la apoyó como testigo. El camino hasta el juicio no fue fácil: fueron cuatro años duros en los que Alika aportó pruebas, se sometió a estudios médicos forenses, empezó a dar entrevistas a los medios de Ushuaia, cambió de abogados. Y a medida que aumentaba su exposición pública Pedro redoblaba las advertencias… Él intentaba no amenazarme directamente, pero si me mandaba amenazar o a decir cosas con otras personas. Empezaron como a tener otras prácticas más de tipo mafiosa, ¿no? La defensa de los acusados aseguraba que el Sheik tenía todo en regla según las ordenanzas vigentes y negaba que allí se ejerciera la prostitución. Es decir, negaban que las mujeres hicieran pases ahí. Este es el abogado de Pedro, Félix Santamaría en una entrevista el siete de noviembre de 2016. Decía que el Sheik era… Un bar de copas, como se denomina una whiskería, y bueno, estaba autorizado y estaba controlado no sólo por el municipio, sino también por el Estado provincial. ¿En el local de sus defendidos, en el Sheik, se ejercía la prostitución? No, no. Inclusive está probado por conversaciones, por escuchas y todo… Pero la defensa no logró convencer al tribunal. Había pruebas suficientes para demostrar que allí sí se ejercía la prostitución y que además las mujeres habían sido captadas y trasladadas para ser explotadas sexualmente. Alejandra Mángano, fiscal de la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas trabajó desde un principio en la investigación. Me explicó la forma en que Pedro captaba a las chicas. El método se replica en la mayoría de los casos de trata de personas. Utilizan avisos publicitarios en los que ofrecen trabajo y el pasaje para llegar a la ciudad. Pero, además de los avisos publicitarios, otras víctimas actuaban como reclutadoras. Como aquella chica que le hizo la oferta a Alika en Córdoba. Para eso los proxenetas utilizan un sistema de premios. Esta es Alejandra. Por ejemplo bueno, si traes a otra chica te voy a pagar tanto dinero o podés tomarte tres días. Es algo que se utiliza para que las propias chicas sean quienes traten de conseguir a otras mujeres. Una vez las mujeres llegaban a Ushuaia empezaba la explotación sexual. Pedro, como ya escuchamos, se quedaba con una parte de lo que ganaban las chicas. En el allanamiento se encontraron planillas donde había registro de eso. Y acá hay que aclarar una cosa más. Importante. Si una mujer autónomamente ejerce la prostitución, entonces eso no está prohibido porque se toma como una especie de contrato entre particulares. Pero si un tercero, en este caso el dueño del Sheik imaginemos, eh, o de cualquier prostíbulo lucra con la prostitución de las mujeres eso está prohibido en todas sus formas. Por eso, con el tiempo, los municipios empezaron a eliminar las ordenanzas que regulaban a las llamadas alternadoras, porque se fue comprobando que en la práctica solo era una forma de legitimar la explotación sexual por parte de terceros. Pero en 2012, cuando rescataron a Alika, aquella ordenanza aún estaba vigente en Ushuaia. Durante el allanamiento se encontraron 116 libretas sanitarias. Es decir que al menos 116 mujeres habían sido explotadas en el Sheik. Y a medida que avanzaba la investigación se iban obteniendo más pruebas de la brutalidad de esas reglas del prostíbulo que ya mencionamos. Comprobaron, por ejemplo, que había un timbre en la barra del Sheik que se usaba para controlar el tiempo de los pases. Si se pasaban de ese horario también había una multa para las mujeres, no para el cliente. Y después había otro timbre en la habitación que supuestamente le habían dicho a las mujeres que era un timbre para avisar si había alguna situación de urgencia con alguno de los clientes prostituyentes. Lo tremendo tal vez era que ese timbre que las mujeres pensaban que funcionaba, no funcionaba. Es decir, más claro no puede estar. Explotadas, e indefensas. Alejandra me contó que la reacción inicial de negación y de rechazo al rescate que tuvo Alika es la que tienen, en general, todas las víctimas durante los operativos. Se sienten asustadas y en deuda con sus proxenetas. El allanamiento no logra inmediatamente revertir la situación, digamos, de acogimiento que la víctima tiene con respecto de los proxenetas, de los explotadores y con respecto del lugar. Por eso mismo ninguna víctima había demandado antes en este tipo de juicios. Alika fue la primera en animarse. Con todas las pruebas reunidas, y cuatro años después del rescate, el primero de diciembre de 2016 se dictó la sentencia. El Tribunal de Tierra del Fuego condenó a penas de entre tres y siete años de prisión a los tres acusados del delito de trata de personas y a un resarcimiento económico para Alika Kinan víctima y querellante de sus captores de 780 mil pesos. A Pedro Montoya, el dueño del Sheik, lo condenaron a siete años de prisión por ser el autor penalmente responsable del delito de trata de personas agravado por la pluralidad de víctimas. A Ivana García y Lucy Campos Alberca les dieron tres años de prisión condicional por considerarlas partícipes secundarios. Además de imponerles una multa a los condenados, a modo de resarcimiento, el fallo también le puso una multa a la Municipalidad de Ushuaia por facilitar las condiciones para la explotación sexual de estas mujeres. Si bien el Sheik funcionó durante muchísimos años en Ushuaia, los condenados recibieron penas solamente por el período que va desde noviembre del 2011 hasta fines del 2012, de acuerdo a la fecha de las pruebas que se aportaron en el juicio. Todo el proceso hasta llegar a la sentencia fue muy doloroso para Alika. Para ella no significaba solamente luchar para que se hiciera justicia. Significaba también revisar su propia historia para entender por qué había terminado en ese lugar. Era darle coherencia a mis enojos, era darle coherencia a mis exabruptos, era darle coherencia a las actitudes de los proxenetas, era poder comprender cómo respondemos las víctimas ante situaciones de violencia sexual. Era también empezar a atar cabos sueltos de la historia de su familia. Yo he podido entender la historia de mis tías y la historia de mi madre como víctimas del sistema prostituyente. Algunas víctimas de trata, todas víctimas de la explotación sexual y todas víctimas de la pobreza. Era algo que se había repetido en la historia de las mujeres de su familia. Y de algo estaba segura: bajo ninguna circunstancia esa historia seguiría con sus hijas. Alika había conseguido una sentencia histórica. Había logrado que se condenara a sus proxenetas, pero también a un estado municipal por el delito de trata. Y, con ese logro en sus espaldas, pudo empezar a reconstruir su vida. Empecé terapia, empecé a hacer cerámica, empecé a hacer mosaiquismo. Empecé a sentirle el sabor a la comida, empecé a sentir orgasmos. Empecé a… a… a disfrutar. Esa es la palabra. Empecé a disfrutar. Empecé a sentir el gozo de estar viva. Alika tuvo tres hijos más con Alfredo: otra nena y dos varones. Hoy vive con Alfredo y con sus seis hijos que tienen entre cuatro y veinte años. Cada día se levanta con una única misión: quererlos un poco más. Ahora Alika dirige el programa de Estudio, Formación e Investigación sobre Trata de Personas de la Universidad Nacional de San Martín, en la provincia de Buenos Aires. Ocho años después del rescate, sigue recibiendo amenazas, por lo que vive en una casa con localización reservada. La sentencia hacia sus captores fue apelada ante el Tribunal de Casación que confirmó las condenas para Pedro Montoya y ordenó un nuevo juicio para revisar las penas de Ivana García y Lucy Campos. Por el momento ninguna de las condenas se hizo efectiva y se espera el inicio de estas nuevas audiencias. Alika también inició acciones legales para llevar a juicio a Claudia Quiroga. Según el último informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, el ochenta por ciento de las víctimas de trata detectadas en Sudamérica son mujeres y niñas. La mayoría de ellas fueron captadas con fines de explotación sexual. Aneris Casassus es productora de Radio Ambulante, vive en Buenos Aires. Esta historia fue editada por Camila Segura y por mí. El diseño de sonido es de Andrés Azpiri y Rémy Lozano, con música de Rémy. Desirée Yépez hizo el fact-checking. El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Paola Alean, Nicolas Alonso, Lisette Arévalo, Jorge Caraballo, Victoria Estrada, Xochitl Fabián, Fernanda Guzmán, Miranda Mazariegos, Barbara Sawhill, Elsa Liliana Ulloa y David Trujillo. Carolina Guerrero es la CEO. Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, se produce y se mezcla en el programa Hindenburg PRO. Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.

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