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Radio Ambulante - La llamada del 10

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+
15
30

¿Alguna vez soñaste con conocer a tu dios?

Para los fieles de la Iglesia Maradoniana, hablar con Diego era como subir al cielo. A sus nueve años, Mariano lo vivió de la manera más inesperada y frente a todo su país. Pero eso tendría consecuencias.



En nuestro sitio web puedes leer una transcripción del episodio.

También preparamos una página con contenido extra para complementar la historia.



Este es el último episodio de la décima temporada. Esperamos que la hayas disfrutado y que las historias hayan sido buena compañía.

A partir de la próxima semana inicia la etapa de producción de nuestra undécima temporada. Y queremos que sea una temporada con más episodios. Para eso necesitamos tu ayuda. Súmate hoy a Deambulantes, nuestras membresías. Tu contribución va a financiar directamente las nuevas historias y nos va a permitir publicar más de ellas al año. ¡Gracias por apoyarnos!



Aunque Radio Ambulante estará en modo producción, te recomendamos escuchar El hilo, nuestro segundo podcast. Seguiremos publicando nuevos episodios todos los viernes, contando la historia detrás de las noticias más urgentes de la región.

Hola,
Ambulantes.
Llegó
ese
triste
momento
del
año
en
que
nos
despedimos
por
un
rato:
el
siguiente
es
el
último
episodio
de
la
décima
temporada.
Ahora
entramos
en
la
fase
de
producción
de
nuevas
historias
y
volveremos
en
cinco
meses.
Cinco
meses.
Suena
a
una
eternidad.
La
verdad
no
queremos
que
estos
recesos
sean
tan
largos,
y
por
eso
queremos
pedirte
ayuda.
Estamos
considerando
la
posibilidad
de
producir
más
episodios
por
temporada
y
así
acompañarte
más
tiempo.
Pero
tenemos
que
hacer
crecer
nuestro
equipo
para
asumir
ese
reto.
Y
ahí
es
crucial
tu
apoyo.
Durante
las
próximas
dos
semanas
haremos
una
campaña
en
la
que
necesitamos
que
quinientas
personas
más
se
sumen
a
Deambulantes,
nuestras
membresías,
y
te
agradeceríamos
si
eres
una
de
ellas.
No
importa
de
cuánto
sea
tu
contribución
–puede
ser
el
equivalente
a
un
café
o
a
una
cerveza–,
a
nosotros
nos
servirá
un
montón
y
nos
permitirá
hacer
más
historias.
Únete
hoy
en
radioambulante.org/deambulantes.
Te
agradezco
en
nombre
de
todo
el
equipo.
¡Gracias!
Bienvenidos
a
Radio
Ambulante
desde
NPR.
Soy
Daniel
Alarcón.
Dios
nuestro
que
estás
en
las
canchas,
santificada
sea
tu
zurda.
Venga
a
nuestros
ojos
tu
magia,
háganse
tus
goles
recordar,
así
en
la
tierra
como
en
el
cielo.
Este
es
Mariano
Sinito,
un
niño
argentino
que
pertenecía
a
una
Iglesia
un
tanto
extraña.
Una
con
ritos,
oraciones
y
fechas
sagradas,
como
cualquier
otra,
pero
con
un
Dios
algo
diferente.
Terrenal,
excesivo,
pecador,
pero
capaz
de
hacer
grandes
milagros
dentro
de
una
cancha
de
fútbol.
Hablamos
de
la
Iglesia
Maradoniana,
el
culto
a
Diego
Armando
Maradona.
La
Iglesia
nació
en
la
ciudad
de
Rosario,
Argentina.
Y
de
Mariano,
que
a
los
nueve
años,
en
2005,
apareció
en
un
programa
de
televisión
explicando
los
detalles
de
su
iglesia
futbolera.
Si
yo
me
busco
entre
los
afiliados
a
la
Iglesia
Maradoniana,
entre
los
fieles,
¿yo
figuro?
¿Tengo
mi
carnet?
¿Soy…
cómo
se
dice,
socio?
Sí,
socio.
Nunca
tuve
la
oportunidad
de
visitar
la
página
de
internet
porque
no
tengo
internet
en
mi…
en
la
computadora.
Aparte
mi
papá
no
me
la
deja
usar
porque
es
de
él,
una
notebook.
La
usa
para
el
trabajo.
El
que
habla
con
Mariano
es
Dady
Brieva,
un
humorista
que
por
esos
años
presentaba
Agrandadytos,
un
show
en
el
que
entrevistaba
a
niños
muy
chicos
y
los
hacía
hablar
de
todo:
del
amor,
de
lo
que
pensaban
de
los
adultos,
en
fin,
conversaciones
tiernas
y
divertidas.
En
este
programa
que
estamos
oyendo,
Mariano
llegó
hasta
a
recitar
los
mandamientos
maradonianos.
Siempre
predicar
los
principios
de
la
Iglesia
Maradoniana.
Llevar
como
segundo
nombre
Diego
y
ponérselo
a
tu
hijo.
¿Y
si
es
mujer?
Ponéle
Diego.
Esos
son
el
octavo
y
el
noveno
mandamiento.
Decime
el
décimo
mandamiento
No
ser
cabeza
de
termo
y
que
no
se
te
escape
la
tortuga.
¿Y?
Nunca
hay
que
hablar
mal
de
Diego.
Dos
frases
célebres
de
Maradona:
no
ser
cabeza
de
termo,
es
decir,
no
ser
tonto,
no
tener
la
cabeza
hueca
como
un
termo.
Y
que
no
se
te
escape
la
tortuga.
Que
no
seas
tan
poco
avispado
como
para
que
las
oportunidades
se
te
escapen
de
la
mano.
Esta
no
era
la
primera
vez
que
Mariano
aparecía
en
Agrandadytos.
Lo
habían
invitado
antes
y
habían
hablado
más
o
menos
de
lo
mismo:
de
Maradona,
de
los
ritos
de
la
iglesia,
de
cómo
sería
conocer
a
Diego.
Pero
esta
vez
pasó
algo
diferente.
Después
de
los
mandamientos,
Dady
y
Mariano
siguen
hablando
un
rato,
hasta
que
la
charla
se
interrumpe
por
una
llamada
telefónica.
Hola.
Hola,
¿quién
habla?
Hola,
¿Dady?
Esa
voz
la
conozco,
es
Diego,
es
Diego.
¿Mariano?
Pará,
será
Diego,
porque
mirá
que
hay
muchos
imitadores.
Pero
él
no,
no,
no.
Hacele
una
pregunta
para
ver
si
es
Diego.
¿El
gol
a
los
ingleses
fue
con
la
mano?
Ehhh.
Te
lo
digo
el
lunes
en
el
programa.
Bueno
listo,
está
todo
bien,
es
Diego.
Pero,
¿por
qué?
Es
Diego,
para
es
Diego.
En
el
video,
se
ve
cómo
le
cambia
la
expresión
a
Mariano
cuando
oye
la
voz
de
Maradona.
Abre
los
ojos
muy
grandes,
como
si
apenas
creyera
lo
que
está
viviendo.
Y
dice:
¡Fah!
siento
que
estoy
tocando
el
cielo,
estoy
conociendo
a
Dios.
“Siento
que
estoy
tocando
el
cielo”,
dice.
Pero
esa
llamada,
en
realidad,
era
el
comienzo
de
una
larga
historia.
Este
es
Mariano
hoy,
con
25
años:
A
los
nueve,
diez
años,
viví
uno
de
los
momentos
más
felices
de
mi
vida
seguido
por
un
pequeño
infierno.
Nuestra
productora
Aneris
Casassus
nos
sigue
contando.
Empecemos
por
cómo
terminó
Mariano
metido
en
la
Iglesia
Maradoniana.
Se
podría
decir
que
todas
las
condiciones
estaban
dadas.
En
primer
lugar,
nació
en
Rosario,
para
muchos,
la
ciudad
más
futbolera
del
país
más
futbolero
del
mundo.
Todavía
no
sabía
caminar
y
ya
iba
a
la
cancha
a
ver
partidos
de
Newell’s
Old
Boys,
uno
de
los
equipos
de
Rosario.
Lo
llevaba
su
papá,
que
era
fanático
de
Maradona,
por
supuesto,
pero
no
tanto
como
su
mamá.
Los
fundadores
de
la
Iglesia
Maradoniana,
de
hecho,
eran
amigos
de
la
familia.
La
historia
del
credo
al
Diego
empezó
el
29
de
octubre
de
1998.
Era
casi
medianoche.
Hernán
Amez,
periodista
deportivo,
salió
a
comprar
una
cerveza,
y
en
el
camino
se
encontró
con
un
amigo.
Este
es
Hernán.
Y
yo
salí
con
un
envase
de
cerveza
en
la
mano
hacia
un
kiosco.
Y
él
lo
mismo,
a
la
misma
hora,
y
era
el
mismo
objetivo,
¿no?
tener
algo
para
tomar
después
de
las
doce,
cada
uno
en
su
casa.
Nos
encontramos
de
camino.
“¿Qué
hacés?,
¿cómo
andás?
¡Feliz
Navidad!”,
le
digo.
“Feliz
Navidad”,
dijo
en
esos
primeros
minutos
del
30
de
octubre,
y
no
hizo
falta
explicar
nada.
Su
amigo
le
respondió
lo
mismo.
Entonces
llamaron
a
un
tercer
amigo
para
repetir
el
saludo.
Y
le
digo:
“Feliz
Navidad”
para
sorprenderlo.
Y
me
dice:
“Ustedes
están
locos,
qué
están
haciendo,
están
en
pedo”,
bueno…
Y
la
realidad
es
que
esto
sucedió
antes
de
tomar
la
cerveza.
Pero
bueno,
el
“Feliz
Navidad”
propició
que
al
otro
día,
ya
más
fresquitos,
empezamos
a
llamar
a
otros
amigos
para
desearles
lo
mismo,
y
bueno…
Todos
entendían
el
chiste.
“Feliz
Navidad”,
porque
ese
día
era
el
cumpleaños
número
38
de
Diego
Maradona,
para
muchos
argentinos
el
“dios
del
fútbol”.
Entonces
decidieron
que
tenían
que
celebrarlo:
los
primeros
tres
años
organizaron
asados,
reuniones
para
ver
los
goles,
pero
sentían
que
no
era
suficiente.
Hasta
que
en
2001
Hernán
tuvo
una
idea.
Hablábamos
mucho
del…
del
dios.
Bueno,
justamente
los
milagros
que
provocaba
en
nosotros.
Para
era
necesario,
digo,
reflejar
algo
distinto
para
Maradona.
Maradona
fue
distinto.
Tenemos
que
hacer
algo
distinto
también
porque
lo
sentimos.
Y
propuse
crear
la
Iglesia
Maradoniana
dentro
de
todo
el
grupo
de
amigos.
Lo
primero
que
decidieron
fue
tener
su
propio
calendario…
Para
nosotros
comienza
a
ser
el
calendario
maradoniano,
¿no?
el
41DD,
porque
el
nacimiento
de
Diego
nos
marca
también
nuestro
inicio.
El
41
DD,
Después
de
Diego.
En
el
fondo,
era
una
gran
exageración,
medio
en
broma
y
medio
en
serio,
de
la
adoración
que
sentían
por
Maradona.
Pero
lanzar
una
Iglesia
en
que
dios
fuera
un
jugador
de
fútbol,
en
una
ciudad
como
Rosario,
tenía
todo
el
sentido
del
mundo.
La
noticia
no
tardó
en
correr
de
boca
en
boca
y
los
“fieles”
empezaron
a
llegar
primero
de
todas
partes
de
la
ciudad,
y
luego
de
todo
el
país.
Con
la
navidad
definida,
lo
siguiente
que
hicieron
fue
elegir
su
pascua.
Y
claro,
no
podía
ser
otra
que
el
aniversario
del
mítico
partido
en
que
se
enfrentaron
Argentina
e
Inglaterra
en
el
Mundial
de
México
86.
Cuatro
años
antes,
en
1982,
Argentina
había
ido
a
la
guerra
con
Inglaterra
para
recuperar
la
soberanía
de
las
islas
Malvinas.
Una
guerra
desigual,
en
la
que
murieron
650
soldados
argentinos
en
menos
de
tres
meses.
La
derrota
todavía
se
sentía
cuando
Argentina
enfrentó
a
Inglaterra
en
México,
y
los
jugadores
se
lo
tomaron
como
una
revancha.
En
el
partido
más
importante
de
su
vida,
con
el
Estadio
Azteca
a
reventar,
Maradona
tuvo
una
actuación
inolvidable:
primero
realizó
la
“Mano
de
dios”,
la
trampa
más
famosa
en
la
historia
del
fútbol,
cuando
Diego
fingió
cabecear
el
balón,
pero
realmente
lo
metió
con
el
puño.
Y
cuatro
minutos
después,
su
jugada
más
hermosa,
el
llamado
“gol
del
siglo”,
según
una
encuesta
de
la
FIFA
el
mejor
gol
del
siglo
XX.
Goooooool.
¡Golazo!
¡Barrilete
cósmico!
¿De
qué
planeta
viniste?
Para
dejar
en
el
camino
tanto
inglés,
para
que
el
país
sea
un
puño
apretado,
gritando
por
Argentina.
La
trampa
y
el
arte.
Los
dos
lados
del
genio
de
Maradona.
Argentina
dos,
Inglaterra
cero.
Fue
en
un
aniversario
de
ese
famoso
partido,
en
la
pascua
del
año
42
DD
para
los
maradonianos,
2003
para
el
resto
de
nosotros,
cuando
Mariano
Sinito,
el
niño
que
escuchamos
al
principio,
apareció
por
primera
vez
en
la
Iglesia.
Era
una
comida
en
un
restaurante.
Mi
papá
iba
a
ir
y
me
preguntó
si
quería
ir
y
le
dije
que
sí.
Tenía
siete
años,
jugaba
fútbol
en
las
inferiores
de
Newell’s
Old
Boys
y
se
imaginaba
que
era
Maradona
cada
vez
que
tocaba
una
pelota.
Claro
que
iba
a
aceptar
la
invitación.
Se
acuerda
bien
de
todo
lo
que
vio
cuando
entró.
Una
maqueta
de
una
capilla
que
se
hizo
con
el
logotipo
de
la
Iglesia
Maradoniana,
en
vez
de
tener
una
campana
tenía
una
pelota.
La
pelota
con
la
corona
de
espinas,
que
es
cómo
el
fútbol
ha
sufrido
desde
que
se
retiró
Maradona.
Eh,
el
golario,
que
es
como
un
rosario
gigante,
en
el
que
cada
una
de
las
bolitas
representa
cada
uno
de
los
goles
de
Maradona
con
la
selección
argentina…
Para
ese
momento,
la
Iglesia
ya
estaba
bien
establecida
y
los
festejos
eran
masivos.
Tenían
tradiciones,
mandamientos
y
hasta
sus
propios
rezos.
En
el
nombre
de
la
Tota,
Don
Diego,
y
el
fruto
de
su
amor.
Diegooooooo,
Diegooooo,
Diegoooo….
Ese
día,
mientras
comían
pizza
y
bebían,
Mariano
se
acuerda
de
que
alguien
leyó
el
primer
capítulo
de
la
autobiografía
de
Maradona,
que
vieron
fragmentos
del
partido
contra
Inglaterra
y
que
todos
cantaron
un
par
de
canciones.
Diegooooo,
queriiiiido.
Yo
daré
mi
fe
para
honrar
tu
memoria.
Mariano
quedó
fascinado.
Su
papá
empezó
a
llevarlo
a
todas
las
celebraciones.
Mariano
memorizaba
los
logros
y
las
frases
de
Maradona
que
escuchaba
en
la
iglesia.
A
sus
siete
años,
había
visto
los
videos
de
todas
sus
proezas
y
empezó
a
aprenderse
muchos
datos
de
su
vida:
que
había
nacido
en
un
barrio
pobre
del
Gran
Buenos
Aires,
Villa
Fiorito.
Que
de
niño
le
decían
“Pelusa”
por
sus
rulos
despeinados.
Que
era
uno
de
los
ocho
hijos
de
Doña
Tota
y
Don
Diego.
Que
con
su
primer
primer
sueldo
en
Argentinos
Juniors,
a
los
16
años,
llevó
a
Doña
Tota
a
comer
pizza
y
que,
a
partir
de
ese
momento,
su
familia
dejó
de
pasar
hambre.
Que
después
se
fue
al
club
de
sus
amores:
Boca
Juniors.
Y
luego
a
Europa.
Primero
al
Barcelona
y
después
al
pequeño
Nápoli,
del
sur
de
Italia.
Que
ahí
empezó
a
construir
otra
parte
de
su
mito:
la
de
su
rebeldía
contra
los
poderosos,
ganándole
varios
títulos
a
los
clubes
millonarios
del
norte.
Y
había
aprendido,
por
ejemplo,
el
detalle
de
que
a
Diego
no
le
gustaba
que
la
gente
llorara.
Que
no
soportaba
ver
llorar
a
sus
seres
queridos
y
que
ya
convertido
en
una
figura
de
fama
mundial,
se
ponía
muy
incómodo
si
alguien
lloraba
cuando
lo
conocían.
Pronto,
Mariano
y
su
papá
se
bautizaron
como
maradonianos.
Para
poderlo
hacer,
tenían
que
lograr
replicar
la
“Mano
de
Dios”
en
máximo
tres
intentos.
Hacían
un
arquito
improvisado
y
alguno
era
el
arquero.
La
Iglesia,
poco
a
poco,
fue
creciendo:
a
las
pascuas
y
navidades
podían
convocar
a
unas
quinientas
personas
y
hasta
llegaban
parejas
a
casarse
en
nombre
de
Diego.
Todo
seguía
siendo
un
gran
delirio
de
fanáticos
del
fútbol,
pero
creció
tanto
que
empezó
a
salir
en
la
prensa
de
todo
el
mundo
y
Hernán
y
sus
amigos
apenas
podían
llevar
registro
del
número
de
miembros.
La
última
base
de
datos
es
de
hace
una
década
y
según
Hernán
cuenta
con
250
mil
fieles
en
120
países.
Entre
ellos,
Lionel
Messi,
y
estrellas
del
fútbol
inglés
como
Rio
Ferdinand
y
Michael
Owen.
Fue
en
la
navidad
Maradoniana
de
2004
cuando
el
pequeño
devoto
llamó
la
atención
de
los
medios.
Esa
noche
había
periodistas
cubriendo
el
evento,
y
Mariano
les
respondió
algunas
preguntas.
Algo
en
particular
llamó
la
atención
de
Hernán,
el
fundador
de
la
Iglesia.
La
locuacidad,
porque
hablaba
muy
bien,
rápido.
Había
una
explicación:
además
de
futbolista,
Mariano
soñaba
con
ser
actor.
Le
pedía
a
su
papá
que
lo
anotara
en
castings,
y
se
imaginaba
en
las
alfombras
rojas,
trabajando
en
televisión
o
quizás
haciendo
películas.
Por
eso,
siempre
trataba
de
mostrarse
con
total
soltura
ante
las
cámaras.
Y
eso
es
importante
para
lo
que
les
voy
a
contar
ahora.
Dios
llegó
a
la
tele.
Desde
este
lunes
a
las
22,
La
noche
del
10.
La
noche
del
10
era
un
programa
televisivo
presentado
por
el
mismísimo
Maradona,
sobre
mismo
y
sus
hazañas,
estrenado
en
2005.
Y
no
era
un
show
nada
más.
Era
una
megaproducción
como
nunca
se
había
visto
en
Argentina,
por
la
que
pasarían
grandes
figuras
como
Pelé,
Messi,
Mike
Tyson,
Thalía,
Roberto
Gómez
Bolaños,
Fidel
Castro,
Rafaela
Carrá…
Y
si
no
me
creían
esto
del
endiosamiento
de
Diego,
pues
escuchen
la
promo
de
su
programa.
No
eran
solo
los
de
la
Iglesia
Maradoniana
los
que
lo
adoraban
como
un
dios.
Dicen
que
era
igual
a
todos
sin
embargo
hacía
cosas
que
parecían
pequeños
milagros.
Le
devolvía
a
la
gente
algo
mucho
más
importante
que
la
vista.
Le
devolvía
el
orgullo.
Dicen
que
le
cortaron
las
piernas
y
siguió
caminando.
Dicen
que
murió
y
resucitó,
una,
dos,
tres
mil
veces.
El
primer
programa
de
la
televisión
mundial
conducido
por
el
más
grande,
porque
no
hay
nada
más
lindo
que
verlo
bien
al
Diego,
porque
no
hay
nada
como
verlo
por
Canal
13.
“Verlo
bien
al
Diego”,
dice,
porque,
como
escucharon,
el
programa
era
presentado
como
la
última
“resurrección”
de
Maradona.
Desde
su
retiro
del
fútbol,
ocho
años
antes,
habían
empeorado
sus
problemas
con
la
droga,
lo
habían
internado
y
había
engordado
muchísimo.
Pero
después
de
llegar
a
un
estado
en
que
su
salud
preocupaba
a
todo
el
país,
parecía
otra
vez
el
de
siempre:
se
había
hecho
un
bypass
gástrico,
y
decía
haber
superado
sus
adicciones
hacía
un
año
y
medio.
En
las
promociones
del
programa
se
veía
en
forma,
rápido
para
contestar,
canchero.
Era
como
si,
de
golpe,
hubiera
vuelto
el
Diego
verdadero,
y
el
impostor
de
los
últimos
años
hubiera
desaparecido.
Y
en
un
programa
sobre
Diego
dirigido
por
Diego,
claro,
había
espacio
para
todo.
Como,
por
ejemplo,
que
se
entrevistara
a
mismo.
Y
no
como
un
monólogo,
sino
literalmente:
con
un
montaje
en
que
vemos
a
dos
Diegos
sentados
en
una
misma
mesa.
El
entrevistador
a
la
izquierda
de
la
pantalla,
de
saco
y
camisa;
el
entrevistado
a
la
derecha,
de
camiseta
y
jeans.
Bueno
Diego,
hablemos
de
fútbol.
Dale,
Diego,
dale.
¿Qué
te
dio
el
fútbol?
El
fútbol
me
dio
todo.
Me
dio
fama,
me
dio
dinero,
me
dio
felicidad,
me
dio
gloria…
En
esa
entrevista
consigo
mismo
habló
de
su
historial
con
las
drogas.
Para
el
que
se
droga,
cuando
te
viene
el
bajón
tenés
que
drogarte
para
seguir,
y
es
una
cadena.
De
cómo
había
tocado
fondo,
y
cómo
solo
su
esposa,
sus
hijas,
su
madre
y
sus
hermanos
habían
podido
sacarlo,
momentáneamente,
de
ahí.
Y
yo
estaba
debajo
del
agua,
me
agarraron
del
pelo
así
y
me
sacaron
para
que
yo
no
me
ahogue.
¿Se
puede
decir
que
ya
le
ganamos
a
la
droga?
¿O
no?
No,
no
se
le
gana
nunca.
A
pesar
de
tocar
temas
como
estos,
La
noche
del
10
había
sido
pensado
con
un
tono
familiar.
Por
eso
a
los
productores
se
les
ocurrió
promocionarlo
en
Agrandadytos,
el
programa
que
mencionamos
antes,
donde
entrevistaban
a
niños.
Querían
encontrar
a
un
niño
tierno,
elocuente
y
que
fuera
súper
fanático
de
Maradona
y
así
crear
un
gran
momento
televisivo.
Uno
del
que
hablaran
todos
los
noticieros
al
día
siguiente.
Así
que
llamaron
a
Hernán,
de
la
Iglesia
Maradoniana,
a
ver
si
le
recomendaban
a
alguno.
Inmediatamente
pensó
en
Mariano,
que
había
hablado
tan
bien
frente
a
los
periodistas.
Le
digo:
“Mirá,
puntualmente”,
digo,
”me
parece
que
este
es
el
que
sirve.
Tomá,
llámalo,
hablá
con
el
padre”.
El
productor
primero
llamó
al
padre
y
luego
habló
con
Mariano,
que
ya
había
cumplido
los
nueve
años,
para
ver
si
era
cierto
que
era
tan
fanático
de
Diego
como
decían.
Hasta
le
hizo
una
especie
de
examen
sobre
diferentes
datos
de
Maradona.
Así
lo
recuerda
Mariano.
Se
ve
que
les
respondí
bien
porque
me
llamaron
para
la
semana
siguiente
a…
a
ir
a
un
casting
en
frente
de
la
cámara
en
Buenos
Aires.
La
idea
de
ellos
era
ver
si
yo
me…
me
achicaba
ante
la
cámara,
¿no?
Y
no,
Mariano
no
se
achicaba.
Su
papá
lo
empezó
a
sacar
del
colegio
todos
los
miércoles
o
jueves
para
viajar
desde
Rosario
a
Buenos
Aires,
donde
se
quedaban
dos
días.
Primero
pasó
algunas
rondas
de
casting
y
luego
ya
empezaron
las
grabaciones.
Su
sueño
de
ser
actor
parecía
cerca.
Filmó
varias
entrevistas
con
el
conductor,
Dady
Brieva,
en
donde
lo
presentaban
como
un
representante
de
la
Iglesia
Maradoniana.
Lo
hacían
recitar
los
mandamientos,
contar
lo
que
hacían,
los
ritos.
Después
volvía
a
Rosario
con
su
papá
y
el
lunes
de
nuevo
a
la
escuela,
en
donde
ya
empezaba
a
ser
famoso,
porque
salía
en
la
tele.
Pero
no
tanto
como
lo
sería
después
de
ese
capítulo
donde
recibió
la
llamada
de
Maradona.
Cuando
fuimos
a
filmar
ese
programa
yo
ya
tendría
que
haber
sospechado,
ahora
viéndolo
en
retrospectiva,
que
algo
extraño
iba
a
pasar.
Cuando
llegó
al
canal,
lo
primero
que
le
llamó
la
atención
a
Mariano
fue
un
enorme
auto
de
alta
gama,
que
nunca
había
visto
en
el
lugar.
De
la
longitud
de
una
cuadra
entera
básicamente.
Parecía
una
limusina
de
puro
lujo.
Un
auto
azul
Francia.
Mariano
se
asomó
por
la
ventanilla,
y
un
detalle
le
quedó
grabado.
Me
acuerdo
ver
en
el
auto,
en
el
cenicero
del
auto,
de
la
parte
de
atrás,
un
habano.
Yo
digo:
“Bueno,
debe
ser
el
dueño
del
canal
que
llegó
hoy,
debe
estar
acá
en
la
puerta”.
Pero
siguieron
pasando
cosas
inusuales.
Primero
lo
llevaron
a
cambiarse
a
un
segundo
piso,
en
vez
del
camarín
que
había
usado
siempre.
Luego
tuvo
que
atravesar
un
pasillo
casi
a
oscuras,
por
el
que
nunca
había
pasado,
para
llegar
al
set.
Y
cuando
llegó,
el
ambiente
lo
dejó
con
la
boca
abierta.
Productores,
gente
de
otros
programas,
familiares,
amigos,
los
de
la
Iglesia
Maradoniana,
todos
listos
para
ver
la
entrevista
desde
las
tribunas.
En
mi
cabeza
yo
estaba
pensando:
“Bueno,
debo
ser
la
atracción
número
uno
del
canal”.
Se
acomodaron,
se
encendieron
las
luces
y
el
show
comenzó.
Señoras
y
señores,
el
escenario
de
Agrandadytos
se
viste
de
fiesta
al
presentar
a
una
de
sus
más
importantes
figuras…
En
la
mitad
del
set
había
una
mesita
muy
baja,
con
dos
sillas
para
niños.
De
un
lado
estaba
sentado
Dady
y
del
otro
Mariano,
que
ese
día
llevaba
un
buzo
celeste
de
la
selección
argentina,
con
el
10
de
Maradona
en
el
pecho.
Hablaron
de
si
había
famosos
en
la
Iglesia,
de
si
podían
convivir
en
ella
los
hinchas
de
Newell’s
y
de
Rosario
Central,
su
archirrival.
Si
Mariano
estaría
dispuesto
a
compartir
el
programa
con
un
invitado
especial…
Estoy
por
invitar
a
un
nietito
de
Pelé
a
que
venga
acá
y
podamos
charlar
juntos,
¿cómo
la
ves?
¡Hacelo!
¿Me
permitís?
Sí,
te
dejo
Y
hablamos
y
qué
yo…
Está
todo
bien.
Está
todo
bien.
Es
más,
mejor
así.
Mariano
recita
los
mandamientos,
conversan
un
poco
más
y
después
entra
la
llamada
que
ya
escuchamos,
la
de
Maradona,
que
interrumpe
todo.
Esa
voz
la
conozco,
es
Diego.
La
conversación
dura
unos
tres
minutos,
en
los
que
Mariano
no
para
de
sonreír.
Al
final,
Maradona
le
hace
una
invitación…
Yo
quiero
aprovechar
para
invitarlo
a
Mariano
cuando
él
quiera
venir
a
mi
programa.
¡Gol!
(Risas)
que
se
busque
tres
o
cuatro
amiguitos
de
la
Iglesia
Maradoniana…
No
hay
problema.
Y
que
se
vengan
al
programa,
están
invitados
Y
uno
que
a
veces
uno
que
busca
a
Dios
y
no
lo
encuentra
en
sus
rezos,
qué
posibilidad
de
tener
la
Iglesia
Maradoniana
y
encontrar
a
dios,
y
saber
qué
es
dios
y
poder
charlar
con
dios.
En
ninguna
otra
Iglesia
pasa
eso.
¡Es
tener
el
teléfono
de
Dios!
Mariano
está
dichoso.
Está
hablando
con
Maradona
por
teléfono,
lo
está
invitando
a
su
programa
y
pronto
podrá
conocerlo
en
persona.
Cuando
cortan
la
comunicación,
Dady
va
más
allá:
le
propone
rezar,
a
ver
si
en
una
de
esas
el
sueño
se
le
cumple
más
rápido…
Vamos
a
rezar
fuerte
para
ver
si
Dios
desciende
del
cielo
y
viene
con
nosotros.
Y
rezamos
el
Padre
Nuestro.
Sí.
Vamos.
Mariano
cierra
los
ojos,
junta
sus
palmas
y
dice:
«Dios
nuestro
que
estás
en
las
canchas,
santificada
sea
tu
zurda.
Venga
a
nuestros
ojos
tu
magia,
háganse
tus
goles
recordar,
así
en
la
tierra
como
en
el
cielo.
Danos
hoy
una
alegría
en
este
día
y
perdona
a
aquellos
periodistas
así
como
nosotros
perdonamos
a
la
mafia
napolitana.
Y
no
nos
dejes
caer
en
la
tentación,
líbranos
de
Havelange…
Diego».
Cuando
termina
de
rezar,
el
presentador
le
hace
una
advertencia:
Vos
sabés
que
cuando
uno
reza
con
mucha
fuerza…
y
uno
le
pone
muchas
ganas,
pasa
¿viste?
Entonces
Mariano
mira
hacia
los
lados,
intuyendo
lo
que
está
a
punto
de
pasar…
Oy,
no…
no,
no,
no…
De
repente,
de
entre
las
sombras
aparece
Maradona.
Mariano
se
refriega
los
ojos,
sin
dejar
de
mirarlo,
y
el
set
de
Agrandadytos
queda
en
silencio.
Diego
saluda
a
Dady
y
camina
hasta
donde
está
Mariano.
Hola
papá.
Diego
abre
los
brazos
y
se
agacha
para
abrazarlo.
Se
quedan
varios
segundos
así,
prendidos
uno
del
otro,
y
Mariano
empieza
a
llorar.
A
pesar
de
las
cámaras
y
la
audiencia,
es
un
momento
emotivo,
hasta
íntimo,
entre
el
ídolo
y
el
niño
que
lo
admira
sobre
todas
las
cosas.
Y
es
justo
en
este
instante
tan
cargado
que
Dady
interrumpe.
Bueno
no
te
vas
a
poner
a
llorar
como
un
boludo
ahora.
¿Qué?
¿Qué
queré
que
le
haga?
Bueno
está
bien,
llore,
llore.
Calmate
y
después
dale
acá
tranquilo.
Vamos
ahora
le
mostramos
a
Diego
todo
lo
que
sabemos.
Estuvimos
hablando,
estuvimos
diciendo
todo.
Me
hiciste
rezar
como
un
tarado.
Dale,
papi,
dale,
dale,
papá,
dale.
Qué
lo
parió,
¿no?
Qué
fuerte,
¿no?
¡Cómo
qué
no!
¡Qué
no
va
a
ser
fuerte!
Diego
se
sienta
a
su
lado,
trata
de
calmarlo:
lo
abraza,
le
acaricia
el
pelo.
Mariano
se
tapa
los
ojos
y
se
seca
las
lágrimas.
Mariano
había
aguantado
el
llanto
durante
la
llamada,
pero
ahora,
teniendo
a
Diego
a
su
lado,
fue
imposible…
Cuando
estaba
hablando
por
teléfono
con
vos
no
tenía
ganas
de
llorar
porque
que
no
te
gusta
que
lloren.
(Risa)Es
verdad,
es
verdad,
papá…
No
le
gusta
que
lloren
a
Diego.
Pero
bueno,
dale,
reponete
y
vamos
a
disfrutarlo
al
hombre,
papá…
estamos
acá.
Estoy
intentando,
pero…
¡Estoy
con
Diego!
La
única
vez
que
se
me
va
a
dar
en
la
vida,
creo.
Maradona
hace
un
gesto
de
sorpresa
por
ese
dato
que
sabe
Mariano.
Y
vos
sabés
que
esto
del
llanto
yo
digo
que
no
hay
que
llorar,
no
me
gusta
que
lloren.
Y
éste,
éste
mirá
cómo
sabe…
Porque
al
Diego
no
le
gusta
que
lloren.
Diego
le
da
un
beso
en
la
mejilla.
Mariano
sonríe.
Ahora
sí,
estoy
tocando
el
cielo
ahora.
Toy
al
lado
de
Dios,
qué
querés.
Sí,
¿no?
Bueno
y
qué
pasa
ahora.
¿Hay
un
día
antes
y
un
después
de
este
momento?
Y
sí,
hay
un
día
antes
y
un
después.
Y
no
se
equivocaba.
Después
de
conocer
a
su
Dios,
su
vida
no
sería
la
misma.
Una
pausa
y
volvemos.
NPR
y
el
siguiente
mensaje
son
patrocinados
por
Womply.
Womply
está
comprometido
con
ayudar
a
los
trabajadores
independientes
y
a
las
pequeñas
empresas
a
conseguir
sus
préstamos
del
programa
de
protección
de
salarios.
Ya
han
ayudado
a
más
de
cien
mil
negocios
pequeños.
No
importa
si
trabajas
por
tu
cuenta
o
por
encargo,
es
posible
que
también
califiques.
Womply
hace
que
el
proceso
sea
simple.
Empieza
a
llenar
tu
solicitud
en
Womply
[punto]
com
[slash]
NPR,
y
ellos
la
harán
llegar
a
un
prestamista
autorizado.
Envía
hoy
tu
solicitud
de
forma
gratuita
en
Womply
[punto]
com
[slash]
NPR,
para
comprobar
si
calificas.
Estos
días
hay
tantas
cosas
para
ver
que
jamás
te
va
a
alcanzar
el
tiempo.
Es
por
eso
que
existe
Pop
Culture
Happy
Hour,
desde
NPR.
Dos
veces
por
semana,
buscan
entre
todas
las
tonterías
que
hay,
comparten
sus
reacciones
y
te
dan
un
resumen
de
lo
que
vale
la
pena.
Escucha
Pop
Culture
Happy
Hour
todos
los
miércoles
y
jueves.
Ambulantes,
hay
un
podcast
en
español
que
admiramos
y
que
queremos
recomendarles,
se
llama
Entiende
Tu
Mente.
Este
es
su
presentador,
Molo
Cebrián:
Hola,
te
saluda
un
oyente
más
de
Radio
Ambulante
que
se
siente
muy
honrado
de
poder
saludarte.
Sabemos
y
además
lo
hemos
escuchado
en
muchos
capítulos,
en
muchas
historias
de
este
podcast,
que
vivimos
en
un
mundo
donde
reina
el
estrés,
la
ansiedad
los
miedos,
y
creemos
que
la
forma
más
inteligente
de
afrontar
esta
realidad
es
a
base
de
psicología
útil.
En
Entiende
Tu
Mente
nos
juntamos
cada
miércoles
para
ponerle
nombre
a
lo
que
nos
pasa,
normalizarlo,
compartir
ideas
para
sobrellevarlo
mejor
y
conocer
cuál
es
el
momento
indicado
para
pedir
ayuda
a
un
psicoterapeuta.
Puedes
escucharlo
buscando:
Entiende
Tu
Mente
en
Spotify.
Estamos
de
vuelta
en
Radio
Ambulante,
soy
Daniel
Alarcón.
Antes
de
la
pausa
conocimos
a
Mariano
Sinito,
un
niño
de
nueve
años,
miembro
de
la
Iglesia
Maradoniana,
que
conoció
a
Maradona
en
televisión.
Fue
uno
de
los
momentos
más
felices
de
su
vida,
pero
pronto
se
transformaría
en
otra
cosa…
Aneris
nos
sigue
contando.
Mariano
siempre
había
soñado
con
conocer
al
Diego.
Pero
lo
veía
como
una
fantasía.
De
la
misma
manera
que
yo
me
imagino
jugar
en
la
primera
de
Barcelona,
como
algo
distante,
difícil
que
suceda.
¿No?
Ganarme
la
lotería.
Por
eso,
en
el
momento
en
que
terminó
de
recitar
el
“Diego
Nuestro”,
abrió
los
ojos
y
vio
a
Maradona
entrar
en
el
estudio
de
televisión…
Yo
entro
en
un
estado
de
negación
total.
Y
empiezo
a
decir:
“No,
no,
no,
no,
no,
no”.
No,
no,
no…
No
me
salió
otra
palabra
y
quiebro
en
llanto
absolutamente
cuando
le
doy
un
abrazo.
Dady
Brieva,
hace
un
chiste
diciéndome
que
no
me
ponga
a
llorar
como
un
tonto.
Y
yo
me
enojé
con
él,
(risa)
lo
quería
insultar.
Pero
me
acuerdo
que
estoy
en
televisión
y
que
no
puedo
insultar
al
aire.
Entonces
me
salió
el
rosarino
de
adentro.
Para
los
que
no
lo
saben,
los
rosarinos
tenemos
un
acento
muy
marcado
en
Argentina.
No
pronunciamos
bien
las
S.
Bueno,
yo
en
vez
de
insultarlo
me
sale
el
rosarino
de
adentro
y
le
digo:
“¿qué
queré
que
le
haga?”
“¿qué
queré
que
le
haga?”
Sin
pronunciar
una
sola
S.
Esa
frase
de
Mariano
quedaría
en
la
memoria
de
las
decenas
de
miles
de
personas
que
ese
domingo
estaban
al
otro
lado
de
la
pantalla.
El
programa
fue
pico
de
rating
en
Argentina.
En
Rosario,
sobre
todo,
estaban
muy
pendientes
de
sus
apariciones
en
televisión.
Todo
el
mundo
lo
vio:
sus
parientes,
sus
amigos
de
la
escuela
y
del
barrio,
sus
maestros.
Pero
lo
más
emotivo
para
Mariano
no
se
vio
al
aire.
Cuando
terminó
la
grabación,
Maradona
se
acercó
a
su
familia.
Alzó
a
su
hermanito,
y
les
dio
las
gracias
a
su
papá
y
su
mamá
por
haberlo
dejado
conocer
a
su
hijo.
Mariano
volvió
a
su
casa
feliz.
Había
conocido
a
su
ídolo
y,
de
paso,
se
había
vuelto
famoso.
Y
llevaba
en
las
manos
una
pelota
dedicada
por
Diego.
Como
era
de
esperar,
cuando
volvió
al
colegio,
fue
el
centro
de
atención.
Sus
compañeros
le
preguntaban
más
detalles
de
cómo
era
Diego,
de
cómo
era
estar
con
él.
Mariano
se
había
quedado
con
una
sensación:
Maradona
es
una
persona
muy
bajita,
pero
en
ese
momento
a
mi
me
hizo
sentir
de
dos
centímetros.
O
sea,
me
hizo
sentir
diminuto
al
lado
suyo,
porque
tiene
una
energía
muy
especial
y
es
algo
que
no
puedo
explicar
a
menos
que
uno
lo
sienta.
Es
realmente
un
ser
humano
con
una
energía
diferente.
Esa
era
una
de
las
cosas
que
les
contaba
a
algunos
de
sus
compañeros,
que
lo
felicitaban
y
estaban
orgullosos
de
tener
un
amigo
que
salía
en
la
tele.
Aunque
algunos
chicos
lo
empezaron
a
molestar
por
haber
llorado
en
televisión.
Se
burlaban
diciéndole
el
ya
famoso
“que
queré
que
le
haga”,
la
frase
que
Mariano
había
dicho
entre
lágrimas
al
aire.
Frente
a
eso,
él
tenía
una
respuesta
que
decía
siempre,
y
que
lo
dejaba
más
tranquilo:
“Bueno,
yo
le
di
un
abrazo
a
Maradona
y
vos
no”.
Esas
burlas
no
lo
afectaban
demasiado.
Y
tampoco
tenía
mucho
tiempo
para
prestarles
atención.
Después
del
encuentro
en
Agrandadytos,
Maradona
le
había
dado
un
pase
VIP
para
que
fuera
a
todos
los
capítulos
de
La
noche
del
10.
Mariano
se
convirtió
en
una
especie
de
cronista,
que
cubría
el
detrás
de
escena
del
programa
como
enviado
especial
de
Agrandadytos.
Así
que
siguió
viajando
todas
las
semanas
a
Buenos
Aires
para
ser
parte
de
las
grabaciones.
Y
ahí,
en
el
detrás
de
escena,
se
cruzaba
con
personas
que
no
podía
creer
que
estuviera
conociendo:
desde
Roberto
Gómez
Bolaños,
el
Chavo,
hasta
Lionel
Messi,
de
Rosario
y
fanático
de
Newell’s
como
él.
Y
se
saludaba
con
Maradona,
ya
sin
lágrimas,
que
siempre
era
muy
amable.
Qué
lindo
verte.
¿Cómo
estás?
Qué
bien.
Hola
Marianito,
bienvenido”.
Todo
lo
que
estaba
viviendo
le
parecía
increíble.
Su
vida
transcurría
entre
Buenos
Aires,
Maradona
y
las
cámaras,
por
un
lado,
y
Rosario
y
la
escuela
por
el
otro.
Sus
amigos
seguían
comentando
todas
sus
apariciones,
pero
ya
no
solo
ellos.
Sus
profesores
y
los
directivos
también
empezaban
a
hablar
del
tema,
y
no
siempre
de
manera
positiva.
Maradona
ya
no
era
solo
el
mito
que
había
vengado
a
Argentina
contra
Inglaterra.
En
la
última
década,
también
se
había
convertido
en
esa
figura
llena
de
excesos
y
contradicciones.
Brillante
y
único
futbolísticamente;
cuestionado
en
su
vida
privada
que
siempre
fue
pública.
Sus
opiniones
políticas
generaban
polémica.
Todo
lo
que
hacía
era
escándalo,
todo
se
comentaba,
no
solo
en
programas
deportivos,
sino
hasta
en
los
noticieros.
Siempre
daba
de
qué
hablar:
tenía
hijos
que
no
reconocía,
lanzaba
fuertes
críticas
a
otros
exjugadores,
a
la
FIFA
o
hasta
el
Vaticano,
y
fue
capaz
de
dispararle
con
un
rifle
de
aire
comprimido
a
unos
periodistas
que
estaban
fuera
de
su
casa.
A
esa
altura
de
su
vida,
la
devoción
que
millones
sentían
por
él,
empezaba
a
encontrar
su
contraparte
en
otro
sector
de
la
sociedad
argentina,
que
comenzaba
a
detestarlo.
Y
en
este
otro
campo
había
varios
profesores
de
Mariano.
Él
iba
a
un
colegio
católico.
Y,
aunque
tenía
solo
nueve
años,
muchos
adultos
ahí
no
toleraban
que
tuviera
una
relación
con
Maradona,
y
menos
que
saliera
en
televisión
rezándole
como
si
fuera
un
dios.
Su
profesor
de
lengua
y
literatura
no
perdía
ocasión
para
hacérselo
saber.
Él
siempre
empezaba
sus
clases
con
el
Padre
Nuestro
y
durante
la
época
de
Agrandadytos
hacía
hincapié
en
que
yo
rece
el
Padre
Nuestro,
diciendo:
“No
te
vas
a
equivocar
de
Padre
Nuestro
y
nos
rezás
el
de
Maradona”.
¿Viste?
Y
eso
me
avergonzaba
mucho
a
adelante
de
mis
compañeros.
Primero
parecía
un
chiste,
pero
se
fue
transformando
en
algo
más.
Igual,
Mariano
lo
dejaba
pasar,
estaba
entusiasmado
con
su
cercanía
con
Diego
y
su
participación
en
La
noche
del
10,
y
seguía
grabando
sketchs
con
otros
niños
en
Agrandadytos.
Pero
a
medida
que
aumentaba
su
exposición
en
la
tele,
algunos
profesores
en
la
escuela
empezaron
a
ser
más
enfáticos
en
su
rechazo.
El
de
catequesis,
por
ejemplo,
le
prohibió
participar
en
sus
clases
hasta
que
no
se
arrepintiera
de
lo
que
había
hecho
en
televisión.
Me
mandaban
a
confesarme
aleatoriamente
con
el…
cura
del
colegio.
Me
acusaban
de
herejía
por
lo
de
la
Iglesia
Maradoniana,
por
idolatrar
un
no
quiero
decir
falso
profeta,
pero
un
ídolo
falso.
Todo
esto,
cuando
La
noche
del
10
era
uno
de
los
programas
con
más
rating
en
todo
el
país.
Durante
un
tiempo,
Mariano
soportó
esas
situaciones
en
silencio.
Lo
guardó
como
un
secreto
y
trató
de
seguir
disfrutando
todo
lo
que
le
estaba
pasando.
Pero
un
día,
durante
un
acto
escolar,
con
todos
los
alumnos
y
profesores
del
colegio
presentes,
Mariano
no
aguantó
más.
Estaba
parado
en
el
patio,
con
los
demás.
Pero
para
el
vicedirector
él
no
era
uno
más.
En
un
acto
con
el
micrófono
hizo
referencia
a
directamente
a
lo
que
yo
hacía
en
televisión,
decía:
“Aquella
gente
que
hace
el
ridículo
adorando
falsos
profetas”,
mirándome
a
directamente.
Ese
día,
Mariano
volvió
llorando
a
su
casa.
Cuando
sus
papás
lo
vieron
así,
le
preguntaron
qué
le
pasaba,
y
él
les
contó
todo
lo
que
venía
sucediendo
dentro
de
la
escuela
a
raíz
de
su
relación
con
Maradona.
Su
papá
no
reaccionó
nada
bien.
Fue
corriendo
hasta
el
colegio.
Agarró
del
cuello
al
vicedirector,
casi
lo
muele
a
palos.
En
una,
en
una
ira
ciega
que
tenía
mi
papá
en
ese
momento.
En
el
colegio
amenazaron
con
llamar
a
la
policía,
y
el
padre
de
Mariano
finalmente
se
fue,
pero
a
los
gritos,
exigiendo
que
terminara
el
acoso
contra
su
hijo.
Pensaron
en
cambiarlo
de
escuela,
pero
Mariano
no
quería
separarse
de
sus
amigos.
Así
que
su
mamá
pidió
una
audiencia
con
la
junta
directiva
del
colegio,
en
la
que
le
aseguraron
que
esas
discriminaciones
no
se
volverían
a
repetir.
Pero
por
fuera
del
colegio,
la
cosa
tampoco
iba
tan
bien.
Recibía
comentarios
parecidos
en
reuniones
con
conocidos,
parientes
lejanos,
o
incluso
en
la
calle,
donde
la
gente
lo
frenaba
para
decirle
cosas.
A
veces
buenas,
otras
no
tanto.
Me
señalaban
con
el
dedo
y
no
tenían
problemas
en
decirle
a
un
nene
de
nueve
años:
“¿Cómo
vas
a
llorar
por
ese
drogadicto
en
televisión?
Sos
un
idiota”
o
“tu
ídolo
es
una
mala
persona”
o
“tu
ídolo
no
es
ejemplo
de
nada”.
Y
yo
tenía
nueve
años,
no
tenía
la
capacidad
de
hacer
esos
juicios
de
valor
sobre
una
persona.
Hacia
fines
de
2005,
Agrandadytos
y
La
noche
del
10
dejaron
de
emitirse,
y
Mariano
dejó
de
salir
en
televisión.
Se
acabaron
los
viajes
a
Buenos
Aires,
los
estudios
de
TV
y
volvió
a
su
vida
de
antes.
Y
ya
sin
la
euforia
de
estar
cerca
de
su
ídolo,
los
cuestionamientos
empezaron
a
afectarlo
cada
vez
más.
La
pasé
muy
mal
realmente
en…
en
esos
años.
Vi
cómo
un
cierto
sector
de
la
sociedad.
Sí,
para
ser
más
específico
el
adulto,
mató
a
mi
ídolo
adelante
de
mis
ojos,
me
hacían
sentir
culpable
por
haber
conocido
a
mi
ídolo.
Y
él
no
sabía
qué
podía
responder
ante
esas
críticas.
No
me
quedaba
otra
que
callarme
y
no
decir
nada
porque
no,
no
podía
responder.
No
tenía
argumentos
con
qué
responder.
Por
esa
época,
empezó
a
sufrir
insomnio
y
cambios
abruptos
en
su
ánimo.
A
veces,
quería
hacer
mil
cosas
a
la
vez
y
otras
veces
no
quería
hacer
nada.
Fue
tanto
lo
que
empezaron
a
afectarlo
las
críticas
que,
a
veces,
en
las
reuniones
familiares,
si
alguien
ponía
el
video
de
Agrandaytos,
Mariano
pedía
que
lo
quitaran.
Ya
no
quería
verse
ahí,
en
el
que
había
sido
uno
de
los
momentos
más
felices
de
su
vida.
Sus
padres
entendieron
que
ya
no
le
hacía
bien
recordar
ese
día.
Cuando
iban
a
algún
lado
y
alguien
se
ponía
a
hablar
de
Maradona,
había
un
acuerdo
tácito
dentro
de
su
familia
para
evitar
que
alguien
mencionara
lo
del
programa.
Después
de
un
tiempo,
Mariano
también
comenzó
a
tener
dolores
en
sus
piernas
y
brazos,
y
no
quiso
volver
a
ningún
casting.
Con
los
años,
empezó
a
hacer
como
si
toda
esa
historia
nunca
le
hubiera
pasado.
Empecé
a
negar
que
yo
había
sido
el
que
estaba
ahí.
Cuando
me
decían
vos
sos
el
nene
de
Agrandadytos
yo
decía:
“No,
me
confunden
todo
el
tiempo,
tenemos
el
mismo
nombre
nada
más”.
Era
un
mecanismo
de
defensa.
Logré
aislar
en
mi
cabeza
ese
momento
en
una
caja
que
decía
recuerdo
malo.
Y
me
costó
muchísimo
sacarlo
de
esa
caja
y
ponerlo
de
vuelta
en
la
de
los
recuerdos
lindos.
Le
tomó
toda
su
adolescencia
y
varios
años
de
terapia.
Ahí
empezó
a
comprender
las
cosas
que
le
venían
pasando
desde
que
era
niño
y
que
habían
empeorado
durante
los
últimos
años,
luego
del
divorcio
de
sus
padres.
Los
períodos
de
ira
o
alegría
incontrolables,
seguidos
de
una
depresión
profunda.
Los
problemas
para
dormir.
Cuando
mi
psiquiatra
se
enteró
de
que
yo
tenía
dolores
en
las
extremidades,
sumado
a
todos
los
otros
síntomas
que
ya
había
descifrado
mi
psiquiatra,
me
diagnosticó.
Y
bueno
hasta
el
día
de
hoy
es
algo
con
lo
que
convivo
y
con
lo
que
tendré
que
convivir
hasta
el
día
que
me
muera.
El
diagnóstico
fue
síndrome
maníaco
depresivo,
también
conocido
como
trastorno
bipolar.
Se
desconoce
la
causa
exacta
de
la
enfermedad.
Puede
estar
relacionada
con
factores
biológicos
y
genéticos,
y
ser
detonada
por
factores
psicológicos.
Las
condiciones
ambientales
también
juegan
un
papel
importante.
Los
eventos
impactantes
en
la
vida
o
las
situaciones
que
generan
mucho
estrés
pueden
actuar
como
desencadenantes.
Según
mi
psiquiatra,
uno
de
los
detonantes
justamente
fue
ese
momento
que
pasé
con
la
gente
que
me
rechazaba
por
haber
estado
con
Maradona.
Mariano
también
cree
que
pudo
ser
uno
de
los
gatillos.
No
una
de
las
causas,
porque
esto
es
algo
que
la
gente
confunde,
no
fue
la
causa
por
la
cual
yo
termino
siendo
un
paciente
diagnosticado,
sino
que
fue
un
detonante.
Quizás
yo
a
eso
ya
lo
tenía.
Pero
lo
que
lo
activó
oficialmente
fue
justamente
eso
de
haber
tenido
que
pasar
por
esa
situación.
No
es
que
llegó
a
esa
conclusión
en
la
primera
sesión.
Fueron
varios
años
de
terapia
hasta
poder
volver
a
hablar
de
ese
tema
y
darle
otro
significado…
Desde
otro
lugar,
ya
más
grande.
Volver
a
examinar
su
momento
de
fama
primero,
las
críticas
después,
y
finalmente
la
negación.
Una
negación
que
lo
llevó
a
no
querer
volver
a
hacer
castings
ni
aparecer
en
televisión.
Cerré
muchas
puertas
por
eso.
O
sea,
mi
mi
sueño
murió
con
eso.
Fue
solo
hasta
los
18
años
que,
con
ayuda
de
su
psiquiatra,
el
Mariano
adulto
entendió
que
tenía
que
perdonar.
No
solamente
a
la
gente
que
me
hizo
sentir
mal
en
el
pasado,
sino
a
mismo.
Poder
perdonarme
por
haber
perdido
esas
oportunidades
o
por
haber
negado
todo.
O
sea,
hice
las
paces
con
el
Mariano
del
pasado
y
ese
momento,
¿no?
Le
pregunté
a
Mariano
que
siente
hoy,
más
de
quince
años
después,
cuando
ve
ese
video.
Y
me
dijo
que
lo
ha
visto
tantas
veces
que
ya
no
siente
nada.
Y
que
eso,
no
sentir
nada,
lo
pone
feliz.
Porque
ya
no
siente
vergüenza.
La
primera
vez
que
hablé
con
Mariano
fue
dos
meses
antes
de
que
muriera
Maradona.
Y
después
de
la
noticia
volvimos
a
hablar.
Me
contó
que,
ese
día,
recién
asimiló
lo
que
había
pasado
cuando
vio
a
su
mamá
llorando
en
la
cocina.
Él
fue
y
la
abrazó,
pero
se
aguantó
el
llanto.
A
Mariano
ya
no
le
gusta
llorar
delante
de
otros.
Poco
después,
cuando
estuvo
solo
en
el
comedor,
se
quebró.
Al
rato
recibió
un
llamado
telefónico.
Era
Dady
Brieva,
el
conductor
de
Agrandadytos,
quien
lo
entrevistó
en
su
programa
de
radio
y
recordaron
su
primer
encuentro
con
Maradona.
No
habían
vuelto
a
hablar
desde
entonces.
Ese
día,
Mariano
se
envió
mensajes
con
sus
compañeros
de
la
Iglesia
Maradoniana,
de
la
que
sigue
siendo
parte.
Se
prometieron
seguir
con
la
Iglesia.
En
los
medios,
mientras
tanto,
ya
empezaban
los
homenajes
y
también
los
cuestionamientos.
Pero
Mariano
no
quiso
participar
de
las
discusiones
que
se
generaron
a
partir
de
su
muerte,
sobre
cómo
fue
su
vida.
Nunca
había
querido
hacerlo.
En
los
últimos
años,
arrastrado
por
su
última
adicción,
el
alcohol,
la
figura
de
Maradona
había
tomado
una
dimensión
más
oscura,
luego
de
las
acusaciones
por
violencia
que
le
hizo
una
de
sus
últimas
parejas.
Pero
los
recuerdos
de
Mariano
no
eran
con
ese
Maradona,
sino
con
uno
distinto,
anterior,
el
que
había
sido
cariñoso
con
él.
Prefirió
no
decir
nada.
Solo
salió
a
caminar
por
Rosario.
En
el
centro
de
la
ciudad
se
cruzó
con
varias
personas
con
la
mirada
apagada
y
los
ojos
llenos
de
lágrimas.
Había
como
un
velo
de
tristeza
sobre
sobre
la
ciudad.
Y
yo
no
dudo
que
haya
sido
así
en
muchas
partes
de
Argentina.
En
Buenos
Aires,
por
ejemplo,
pasaba
esto…
Diego
de
mi
vida,
vos
sos
la
alegría,
de
mi
corazón.
El
día
de
su
entierro,
se
formó
una
fila
de
diez
cuadras.
Miles
de
personas,
bajo
el
sol,
esperando
para
poder
entrar
a
la
Casa
Rosada,
el
Palacio
de
Gobierno,
para
permanecer,
con
suerte,
unos
pocos
segundos
delante
del
féretro
y
poder
despedirlo.
La
muerte
de
Maradona
provocó
una
fuerte
discusión
en
redes
sociales.
Se
discutía
si
era
legítimo
o
no
llorar
por
su
muerte.
Y
también
sobre
quién
era
Maradona
realmente.
¿El
genio
del
fútbol,
el
violento,
el
chico
pobre
que
no
se
olvidó
de
sus
orígenes,
el
adicto
a
las
drogas,
el
que
generó
amor
o
el
que
generó
odio?
¿O
todas
esas
cosas
al
mismo
tiempo,
mezcladas
en
una
vida
compleja
y
extraordinaria,
con
más
caras
que
ninguna?
De
cierta
forma,
fue
como
una
réplica
a
gran
escala
de
lo
que
vivió
Mariano
quince
años
antes,
por
haber
llorado
en
televisión
por
un
ídolo
que
empezaba
ya
a
mostrar
sus
sombras.
Después
de
estudiar
para
ser
traductor
de
inglés,
Mariano
encontró
su
verdadera
vocación
en
el
periodismo.
Hoy
trabaja
en
el
programa
Pura
Pasión
de
radio
La
Red,
hablando
del
club
de
su
vida,
Newell’s
Old
Boys.
Así,
cumplió
el
sueño
que
por
mucho
tiempo
dejó
postergado:
estar
en
los
medios
y
poder
hablar,
entre
otras
cosas,
de
su
gran
ídolo
deportivo.
Aneris
Casassus
es
productora
de
Radio
Ambulante
y
vive
en
Buenos
Aires.
Este
episodio
fue
editado
por
Camila
Segura,
Nicolás
Alonso
y
por
mí.
Desirée
Yépez
hizo
el
fact-checking.
La
música
y
el
diseño
de
sonido
son
de
Andrés
Azpiri.
El
resto
del
equipo
de
Radio
Ambulante
incluye
a
Paola
Alean,
Lisette
Arévalo,
Victoria
Estrada,
Jorge
Caraballo,
Xochitl
Fabián,
Fernanda
Guzmán,
Remy
Lozano,
Miranda
Mazariegos,
Barbara
Sawhill,
Hans-Gernot
Schenk,
David
Trujillo
y
Elsa
Liliana
Ulloa.
Carolina
Guerrero
es
la
CEO.
Un
abrazo
especial
a
Victoria
y
Miranda,
que
con
este
episodio
se
despiden
de
Radio
Ambulante.
Gracias
a
las
dos,
or
su
talento,
compromiso,
y
su
buena
onda.
¡Las
vamos
a
extrañar!
Muchísima
suerte.
También
queremos
agradecer
a
los
amigos
de
LIP,
la
agencia
de
publicidad
que
nos
ayuda
con
la
imagen
gráfica
de
todo,
Deambulantes,
el
logo
de
El
hilo,
los
Clubes
de
escucha.
Mil
gracias
a
Diana
Ariza,
Lucía
de
las
Flores
y
Lucho
Correa
por
apoyarnos
durante
toda
la
temporada.
También
queremos
agradecer
al
talentoso
grupo
de
ilustradores
de
la
temporada:
Daniel
Liévano,
Sabrina
Pérez,
Yael
Frankel,
Emilio
Cruañas,
Cristian
Guzmán,
Juan
Antonio
Ángel,
Sol
Undurraga,
Elena
Ho
y
Laura
Pérez.
Radio
Ambulante
es
un
podcast
de
Radio
Ambulante
Estudios,
se
produce
y
se
mezcla
en
el
programa
Hindenburg
PRO.
Bueno,
llegamos
al
fin
de
la
temporada
10
de
Radio
Ambulante,
pero
tenemos
otro
podcast,
El
hilo,
y
con
ese
seguimos.
Cada
viernes
revisamos
una
noticia
importante
de
Latinoamérica
y
contamos
la
historia
detrás
de
la
noticia.
En
el
episodio
del
viernes
pasado,
reportamos
desde
Venezuela
y
la
desaparición
de
sus
glaciares.
No
se
lo
pierdan.
Radio
Ambulante
cuenta
las
historias
de
América
Latina.
Soy
Daniel
Alarcón.
Gracias
por
escuchar.
Check out more Radio Ambulante

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► Hola, Ambulantes. Llegó ese triste momento del año en que nos despedimos por un rato: el siguiente es el último episodio de la décima temporada. Ahora entramos en la fase de producción de nuevas historias y volveremos en cinco meses. Cinco meses. Suena a una eternidad. La verdad no queremos que estos recesos sean tan largos, y por eso queremos pedirte ayuda. Estamos considerando la posibilidad de producir más episodios por temporada y así acompañarte más tiempo. Pero tenemos que hacer crecer nuestro equipo para asumir ese reto. Y ahí es crucial tu apoyo. Durante las próximas dos semanas haremos una campaña en la que necesitamos que quinientas personas más se sumen a Deambulantes, nuestras membresías, y te agradeceríamos si eres una de ellas. No importa de cuánto sea tu contribución –puede ser el equivalente a un café o a una cerveza–, a nosotros nos servirá un montón y nos permitirá hacer más historias. Únete hoy en radioambulante.org/deambulantes. Te agradezco en nombre de todo el equipo. ¡Gracias! Bienvenidos a Radio Ambulante desde NPR. Soy Daniel Alarcón. Dios nuestro que estás en las canchas, santificada sea tu zurda. Venga a nuestros ojos tu magia, háganse tus goles recordar, así en la tierra como en el cielo. Este es Mariano Sinito, un niño argentino que pertenecía a una Iglesia un tanto extraña. Una con ritos, oraciones y fechas sagradas, como cualquier otra, pero con un Dios algo diferente. Terrenal, excesivo, pecador, pero capaz de hacer grandes milagros dentro de una cancha de fútbol. Hablamos de la Iglesia Maradoniana, el culto a Diego Armando Maradona. La Iglesia nació en la ciudad de Rosario, Argentina. Y de Mariano, que a los nueve años, en 2005, apareció en un programa de televisión explicando los detalles de su iglesia futbolera. Si yo me busco entre los afiliados a la Iglesia Maradoniana, entre los fieles, ¿yo figuro? ¿Tengo mi carnet? ¿Soy… cómo se dice, socio? Sí, socio. Nunca tuve la oportunidad de visitar la página de internet porque no tengo internet en mi… en la computadora. Aparte mi papá no me la deja usar porque es de él, una notebook. La usa para el trabajo. El que habla con Mariano es Dady Brieva, un humorista que por esos años presentaba Agrandadytos, un show en el que entrevistaba a niños muy chicos y los hacía hablar de todo: del amor, de lo que pensaban de los adultos, en fin, conversaciones tiernas y divertidas. En este programa que estamos oyendo, Mariano llegó hasta a recitar los mandamientos maradonianos. Siempre predicar los principios de la Iglesia Maradoniana. Llevar como segundo nombre Diego y ponérselo a tu hijo. ¿Y si es mujer? Ponéle Diego. Esos son el octavo y el noveno mandamiento. Decime el décimo mandamiento No ser cabeza de termo y que no se te escape la tortuga. ¿Y? Nunca hay que hablar mal de Diego. Dos frases célebres de Maradona: no ser cabeza de termo, es decir, no ser tonto, no tener la cabeza hueca como un termo. Y que no se te escape la tortuga. Que no seas tan poco avispado como para que las oportunidades se te escapen de la mano. Esta no era la primera vez que Mariano aparecía en Agrandadytos. Lo habían invitado antes y habían hablado más o menos de lo mismo: de Maradona, de los ritos de la iglesia, de cómo sería conocer a Diego. Pero esta vez pasó algo diferente. Después de los mandamientos, Dady y Mariano siguen hablando un rato, hasta que la charla se interrumpe por una llamada telefónica. Hola. Hola, ¿quién habla? Hola, ¿Dady? Esa voz la conozco, sí es Diego, es Diego. ¿Mariano? Pará, será Diego, porque mirá que hay muchos imitadores. Pero él no, no, no. Hacele una pregunta para ver si es Diego. ¿El gol a los ingleses fue con la mano? Ehhh. Te lo digo el lunes en el programa. Bueno listo, está todo bien, es Diego. Pero, ¿por qué? Es Diego, para mí es Diego. En el video, se ve cómo le cambia la expresión a Mariano cuando oye la voz de Maradona. Abre los ojos muy grandes, como si apenas creyera lo que está viviendo. Y dice: ¡Fah! siento que estoy tocando el cielo, estoy conociendo a Dios. “Siento que estoy tocando el cielo”, dice. Pero esa llamada, en realidad, era el comienzo de una larga historia. Este es Mariano hoy, con 25 años: A los nueve, diez años, viví uno de los momentos más felices de mi vida seguido por un pequeño infierno. Nuestra productora Aneris Casassus nos sigue contando. Empecemos por cómo terminó Mariano metido en la Iglesia Maradoniana. Se podría decir que todas las condiciones estaban dadas. En primer lugar, nació en Rosario, para muchos, la ciudad más futbolera del país más futbolero del mundo. Todavía no sabía caminar y ya iba a la cancha a ver partidos de Newell’s Old Boys, uno de los equipos de Rosario. Lo llevaba su papá, que era fanático de Maradona, por supuesto, pero no tanto como su mamá. Los fundadores de la Iglesia Maradoniana, de hecho, eran amigos de la familia. La historia del credo al Diego empezó el 29 de octubre de 1998. Era casi medianoche. Hernán Amez, periodista deportivo, salió a comprar una cerveza, y en el camino se encontró con un amigo. Este es Hernán. Y yo salí con un envase de cerveza en la mano hacia un kiosco. Y él lo mismo, a la misma hora, y era el mismo objetivo, ¿no? tener algo para tomar después de las doce, cada uno en su casa. Nos encontramos de camino. “¿Qué hacés?, ¿cómo andás? ¡Feliz Navidad!”, le digo. “Feliz Navidad”, dijo en esos primeros minutos del 30 de octubre, y no hizo falta explicar nada. Su amigo le respondió lo mismo. Entonces llamaron a un tercer amigo para repetir el saludo. Y le digo: “Feliz Navidad” para sorprenderlo. Y me dice: “Ustedes están locos, qué están haciendo, están en pedo”, bueno… Y la realidad es que esto sucedió antes de tomar la cerveza. Pero bueno, el “Feliz Navidad” propició que al otro día, ya más fresquitos, empezamos a llamar a otros amigos para desearles lo mismo, y bueno… Todos entendían el chiste. “Feliz Navidad”, porque ese día era el cumpleaños número 38 de Diego Maradona, para muchos argentinos el “dios del fútbol”. Entonces decidieron que tenían que celebrarlo: los primeros tres años organizaron asados, reuniones para ver los goles, pero sentían que no era suficiente. Hasta que en 2001 Hernán tuvo una idea. Hablábamos mucho del… del dios. Bueno, justamente los milagros que provocaba en nosotros. Para mí era necesario, digo, reflejar algo distinto para Maradona. Maradona fue distinto. Tenemos que hacer algo distinto también porque lo sentimos. Y propuse crear la Iglesia Maradoniana dentro de todo el grupo de amigos. Lo primero que decidieron fue tener su propio calendario… Para nosotros comienza a ser el calendario maradoniano, ¿no? el 41DD, porque el nacimiento de Diego nos marca también nuestro inicio. El 41 DD, Después de Diego. En el fondo, era una gran exageración, medio en broma y medio en serio, de la adoración que sentían por Maradona. Pero lanzar una Iglesia en que dios fuera un jugador de fútbol, en una ciudad como Rosario, tenía todo el sentido del mundo. La noticia no tardó en correr de boca en boca y los “fieles” empezaron a llegar primero de todas partes de la ciudad, y luego de todo el país. Con la navidad definida, lo siguiente que hicieron fue elegir su pascua. Y claro, no podía ser otra que el aniversario del mítico partido en que se enfrentaron Argentina e Inglaterra en el Mundial de México 86. Cuatro años antes, en 1982, Argentina había ido a la guerra con Inglaterra para recuperar la soberanía de las islas Malvinas. Una guerra desigual, en la que murieron 650 soldados argentinos en menos de tres meses. La derrota todavía se sentía cuando Argentina enfrentó a Inglaterra en México, y los jugadores se lo tomaron como una revancha. En el partido más importante de su vida, con el Estadio Azteca a reventar, Maradona tuvo una actuación inolvidable: primero realizó la “Mano de dios”, la trampa más famosa en la historia del fútbol, cuando Diego fingió cabecear el balón, pero realmente lo metió con el puño. Y cuatro minutos después, su jugada más hermosa, el llamado “gol del siglo”, según una encuesta de la FIFA el mejor gol del siglo XX. Goooooool. ¡Golazo! ¡Barrilete cósmico! ¿De qué planeta viniste? Para dejar en el camino tanto inglés, para que el país sea un puño apretado, gritando por Argentina. La trampa y el arte. Los dos lados del genio de Maradona. Argentina dos, Inglaterra cero. Fue en un aniversario de ese famoso partido, en la pascua del año 42 DD para los maradonianos, 2003 para el resto de nosotros, cuando Mariano Sinito, el niño que escuchamos al principio, apareció por primera vez en la Iglesia. Era una comida en un restaurante. Mi papá iba a ir y me preguntó si quería ir y le dije que sí. Tenía siete años, jugaba fútbol en las inferiores de Newell’s Old Boys y se imaginaba que era Maradona cada vez que tocaba una pelota. Claro que iba a aceptar la invitación. Se acuerda bien de todo lo que vio cuando entró. Una maqueta de una capilla que se hizo con el logotipo de la Iglesia Maradoniana, en vez de tener una campana tenía una pelota. La pelota con la corona de espinas, que es cómo el fútbol ha sufrido desde que se retiró Maradona. Eh, el golario, que es como un rosario gigante, en el que cada una de las bolitas representa cada uno de los goles de Maradona con la selección argentina… Para ese momento, la Iglesia ya estaba bien establecida y los festejos eran masivos. Tenían tradiciones, mandamientos y hasta sus propios rezos. En el nombre de la Tota, Don Diego, y el fruto de su amor. Diegooooooo, Diegooooo, Diegoooo…. Ese día, mientras comían pizza y bebían, Mariano se acuerda de que alguien leyó el primer capítulo de la autobiografía de Maradona, que vieron fragmentos del partido contra Inglaterra y que todos cantaron un par de canciones. Diegooooo, queriiiiido. Yo daré mi fe para honrar tu memoria. Mariano quedó fascinado. Su papá empezó a llevarlo a todas las celebraciones. Mariano memorizaba los logros y las frases de Maradona que escuchaba en la iglesia. A sus siete años, había visto los videos de todas sus proezas y empezó a aprenderse muchos datos de su vida: que había nacido en un barrio pobre del Gran Buenos Aires, Villa Fiorito. Que de niño le decían “Pelusa” por sus rulos despeinados. Que era uno de los ocho hijos de Doña Tota y Don Diego. Que con su primer primer sueldo en Argentinos Juniors, a los 16 años, llevó a Doña Tota a comer pizza y que, a partir de ese momento, su familia dejó de pasar hambre. Que después se fue al club de sus amores: Boca Juniors. Y luego a Europa. Primero al Barcelona y después al pequeño Nápoli, del sur de Italia. Que ahí empezó a construir otra parte de su mito: la de su rebeldía contra los poderosos, ganándole varios títulos a los clubes millonarios del norte. Y había aprendido, por ejemplo, el detalle de que a Diego no le gustaba que la gente llorara. Que no soportaba ver llorar a sus seres queridos y que ya convertido en una figura de fama mundial, se ponía muy incómodo si alguien lloraba cuando lo conocían. Pronto, Mariano y su papá se bautizaron como maradonianos. Para poderlo hacer, tenían que lograr replicar la “Mano de Dios” en máximo tres intentos. Hacían un arquito improvisado y alguno era el arquero. La Iglesia, poco a poco, fue creciendo: a las pascuas y navidades podían convocar a unas quinientas personas y hasta llegaban parejas a casarse en nombre de Diego. Todo seguía siendo un gran delirio de fanáticos del fútbol, pero creció tanto que empezó a salir en la prensa de todo el mundo y Hernán y sus amigos apenas podían llevar registro del número de miembros. La última base de datos es de hace una década y según Hernán cuenta con 250 mil fieles en 120 países. Entre ellos, Lionel Messi, y estrellas del fútbol inglés como Rio Ferdinand y Michael Owen. Fue en la navidad Maradoniana de 2004 cuando el pequeño devoto llamó la atención de los medios. Esa noche había periodistas cubriendo el evento, y Mariano les respondió algunas preguntas. Algo en particular llamó la atención de Hernán, el fundador de la Iglesia. La locuacidad, porque hablaba muy bien, rápido. Había una explicación: además de futbolista, Mariano soñaba con ser actor. Le pedía a su papá que lo anotara en castings, y se imaginaba en las alfombras rojas, trabajando en televisión o quizás haciendo películas. Por eso, siempre trataba de mostrarse con total soltura ante las cámaras. Y eso es importante para lo que les voy a contar ahora. Dios llegó a la tele. Desde este lunes a las 22, La noche del 10. La noche del 10 era un programa televisivo presentado por el mismísimo Maradona, sobre sí mismo y sus hazañas, estrenado en 2005. Y no era un show nada más. Era una megaproducción como nunca se había visto en Argentina, por la que pasarían grandes figuras como Pelé, Messi, Mike Tyson, Thalía, Roberto Gómez Bolaños, Fidel Castro, Rafaela Carrá… Y si no me creían esto del endiosamiento de Diego, pues escuchen la promo de su programa. No eran solo los de la Iglesia Maradoniana los que lo adoraban como un dios. Dicen que era igual a todos sin embargo hacía cosas que parecían pequeños milagros. Le devolvía a la gente algo mucho más importante que la vista. Le devolvía el orgullo. Dicen que le cortaron las piernas y siguió caminando. Dicen que murió y resucitó, una, dos, tres mil veces. El primer programa de la televisión mundial conducido por el más grande, porque no hay nada más lindo que verlo bien al Diego, porque no hay nada como verlo por Canal 13. “Verlo bien al Diego”, dice, porque, como escucharon, el programa era presentado como la última “resurrección” de Maradona. Desde su retiro del fútbol, ocho años antes, habían empeorado sus problemas con la droga, lo habían internado y había engordado muchísimo. Pero después de llegar a un estado en que su salud preocupaba a todo el país, parecía otra vez el de siempre: se había hecho un bypass gástrico, y decía haber superado sus adicciones hacía un año y medio. En las promociones del programa se veía en forma, rápido para contestar, canchero. Era como si, de golpe, hubiera vuelto el Diego verdadero, y el impostor de los últimos años hubiera desaparecido. Y en un programa sobre Diego dirigido por Diego, claro, había espacio para todo. Como, por ejemplo, que se entrevistara a sí mismo. Y no como un monólogo, sino literalmente: con un montaje en que vemos a dos Diegos sentados en una misma mesa. El entrevistador a la izquierda de la pantalla, de saco y camisa; el entrevistado a la derecha, de camiseta y jeans. Bueno Diego, hablemos de fútbol. Dale, Diego, dale. ¿Qué te dio el fútbol? El fútbol me dio todo. Me dio fama, me dio dinero, me dio felicidad, me dio gloria… En esa entrevista consigo mismo habló de su historial con las drogas. Para el que se droga, cuando te viene el bajón tenés que drogarte para seguir, y es una cadena. De cómo había tocado fondo, y cómo solo su esposa, sus hijas, su madre y sus hermanos habían podido sacarlo, momentáneamente, de ahí. Y yo estaba debajo del agua, me agarraron del pelo así y me sacaron para que yo no me ahogue. ¿Se puede decir que ya le ganamos a la droga? ¿O no? No, no se le gana nunca. A pesar de tocar temas como estos, La noche del 10 había sido pensado con un tono familiar. Por eso a los productores se les ocurrió promocionarlo en Agrandadytos, el programa que mencionamos antes, donde entrevistaban a niños. Querían encontrar a un niño tierno, elocuente y que fuera súper fanático de Maradona y así crear un gran momento televisivo. Uno del que hablaran todos los noticieros al día siguiente. Así que llamaron a Hernán, de la Iglesia Maradoniana, a ver si le recomendaban a alguno. Inmediatamente pensó en Mariano, que había hablado tan bien frente a los periodistas. Le digo: “Mirá, puntualmente”, digo, ”me parece que este es el que sirve. Tomá, llámalo, hablá con el padre”. El productor primero llamó al padre y luego habló con Mariano, que ya había cumplido los nueve años, para ver si era cierto que era tan fanático de Diego como decían. Hasta le hizo una especie de examen sobre diferentes datos de Maradona. Así lo recuerda Mariano. Se ve que les respondí bien porque me llamaron para la semana siguiente a… a ir a un casting en frente de la cámara en Buenos Aires. La idea de ellos era ver si yo me… me achicaba ante la cámara, ¿no? Y no, Mariano no se achicaba. Su papá lo empezó a sacar del colegio todos los miércoles o jueves para viajar desde Rosario a Buenos Aires, donde se quedaban dos días. Primero pasó algunas rondas de casting y luego ya empezaron las grabaciones. Su sueño de ser actor parecía cerca. Filmó varias entrevistas con el conductor, Dady Brieva, en donde lo presentaban como un representante de la Iglesia Maradoniana. Lo hacían recitar los mandamientos, contar lo que hacían, los ritos. Después volvía a Rosario con su papá y el lunes de nuevo a la escuela, en donde ya empezaba a ser famoso, porque salía en la tele. Pero no tanto como lo sería después de ese capítulo donde recibió la llamada de Maradona. Cuando fuimos a filmar ese programa yo ya tendría que haber sospechado, ahora viéndolo en retrospectiva, que algo extraño iba a pasar. Cuando llegó al canal, lo primero que le llamó la atención a Mariano fue un enorme auto de alta gama, que nunca había visto en el lugar. De la longitud de una cuadra entera básicamente. Parecía una limusina de puro lujo. Un auto azul Francia. Mariano se asomó por la ventanilla, y un detalle le quedó grabado. Me acuerdo ver en el auto, en el cenicero del auto, de la parte de atrás, un habano. Yo digo: “Bueno, debe ser el dueño del canal que llegó hoy, debe estar acá en la puerta”. Pero siguieron pasando cosas inusuales. Primero lo llevaron a cambiarse a un segundo piso, en vez del camarín que había usado siempre. Luego tuvo que atravesar un pasillo casi a oscuras, por el que nunca había pasado, para llegar al set. Y cuando llegó, el ambiente lo dejó con la boca abierta. Productores, gente de otros programas, familiares, amigos, los de la Iglesia Maradoniana, todos listos para ver la entrevista desde las tribunas. En mi cabeza yo estaba pensando: “Bueno, debo ser la atracción número uno del canal”. Se acomodaron, se encendieron las luces y el show comenzó. Señoras y señores, el escenario de Agrandadytos se viste de fiesta al presentar a una de sus más importantes figuras… En la mitad del set había una mesita muy baja, con dos sillas para niños. De un lado estaba sentado Dady y del otro Mariano, que ese día llevaba un buzo celeste de la selección argentina, con el 10 de Maradona en el pecho. Hablaron de si había famosos en la Iglesia, de si podían convivir en ella los hinchas de Newell’s y de Rosario Central, su archirrival. Si Mariano estaría dispuesto a compartir el programa con un invitado especial… Estoy por invitar a un nietito de Pelé a que venga acá y podamos charlar juntos, ¿cómo la ves? ¡Hacelo! ¿Me permitís? Sí, te dejo Y hablamos y qué sé yo… Está todo bien. Está todo bien. Es más, mejor así. Mariano recita los mandamientos, conversan un poco más y después entra la llamada que ya escuchamos, la de Maradona, que interrumpe todo. Esa voz la conozco, sí es Diego. La conversación dura unos tres minutos, en los que Mariano no para de sonreír. Al final, Maradona le hace una invitación… Yo quiero aprovechar para invitarlo a Mariano cuando él quiera venir a mi programa. ¡Gol! (Risas) que se busque tres o cuatro amiguitos de la Iglesia Maradoniana… No hay problema. Y que se vengan al programa, están invitados Y uno que a veces uno que busca a Dios y no lo encuentra en sus rezos, qué posibilidad de tener la Iglesia Maradoniana y encontrar a dios, y saber qué es dios y poder charlar con dios. En ninguna otra Iglesia pasa eso. ¡Es tener el teléfono de Dios! Mariano está dichoso. Está hablando con Maradona por teléfono, lo está invitando a su programa y pronto podrá conocerlo en persona. Cuando cortan la comunicación, Dady va más allá: le propone rezar, a ver si en una de esas el sueño se le cumple más rápido… Vamos a rezar fuerte para ver si Dios desciende del cielo y viene con nosotros. Y rezamos el Padre Nuestro. Sí. Vamos. Mariano cierra los ojos, junta sus palmas y dice: «Dios nuestro que estás en las canchas, santificada sea tu zurda. Venga a nuestros ojos tu magia, háganse tus goles recordar, así en la tierra como en el cielo. Danos hoy una alegría en este día y perdona a aquellos periodistas así como nosotros perdonamos a la mafia napolitana. Y no nos dejes caer en la tentación, líbranos de Havelange… Diego». Cuando termina de rezar, el presentador le hace una advertencia: Vos sabés que cuando uno reza con mucha fuerza… y uno le pone muchas ganas, pasa ¿viste? Entonces Mariano mira hacia los lados, intuyendo lo que está a punto de pasar… Oy, no… no, no, no… De repente, de entre las sombras aparece Maradona. Mariano se refriega los ojos, sin dejar de mirarlo, y el set de Agrandadytos queda en silencio. Diego saluda a Dady y camina hasta donde está Mariano. Hola papá. Diego abre los brazos y se agacha para abrazarlo. Se quedan varios segundos así, prendidos uno del otro, y Mariano empieza a llorar. A pesar de las cámaras y la audiencia, es un momento emotivo, hasta íntimo, entre el ídolo y el niño que lo admira sobre todas las cosas. Y es justo en este instante tan cargado que Dady interrumpe. Bueno no te vas a poner a llorar como un boludo ahora. ¿Qué? ¿Qué queré que le haga? Bueno está bien, llore, llore. Calmate y después dale acá tranquilo. Vamos ahora le mostramos a Diego todo lo que sabemos. Estuvimos hablando, estuvimos diciendo todo. Me hiciste rezar como un tarado. Dale, papi, dale, dale, papá, dale. Qué lo parió, ¿no? Qué fuerte, ¿no? ¡Cómo qué no! ¡Qué no va a ser fuerte! Diego se sienta a su lado, trata de calmarlo: lo abraza, le acaricia el pelo. Mariano se tapa los ojos y se seca las lágrimas. Mariano había aguantado el llanto durante la llamada, pero ahora, teniendo a Diego a su lado, fue imposible… Cuando estaba hablando por teléfono con vos no tenía ganas de llorar porque sé que no te gusta que lloren. (Risa)Es verdad, es verdad, papá… No le gusta que lloren a Diego. Pero bueno, dale, reponete y vamos a disfrutarlo al hombre, papá… estamos acá. Estoy intentando, pero… ¡Estoy con Diego! La única vez que se me va a dar en la vida, creo. Maradona hace un gesto de sorpresa por ese dato que sabe Mariano. Y vos sabés que esto del llanto yo digo que no hay que llorar, no me gusta que lloren. Y éste, éste mirá cómo sabe… Porque al Diego no le gusta que lloren. Diego le da un beso en la mejilla. Mariano sonríe. Ahora sí, estoy tocando el cielo ahora. Toy al lado de Dios, qué querés. Sí, ¿no? Bueno y qué pasa ahora. ¿Hay un día antes y un después de este momento? Y sí, hay un día antes y un después. Y no se equivocaba. Después de conocer a su Dios, su vida no sería la misma. Una pausa y volvemos. NPR y el siguiente mensaje son patrocinados por Womply. Womply está comprometido con ayudar a los trabajadores independientes y a las pequeñas empresas a conseguir sus préstamos del programa de protección de salarios. Ya han ayudado a más de cien mil negocios pequeños. No importa si trabajas por tu cuenta o por encargo, es posible que también califiques. Womply hace que el proceso sea simple. Empieza a llenar tu solicitud en Womply [punto] com [slash] NPR, y ellos la harán llegar a un prestamista autorizado. Envía hoy tu solicitud de forma gratuita en Womply [punto] com [slash] NPR, para comprobar si calificas. Estos días hay tantas cosas para ver que jamás te va a alcanzar el tiempo. Es por eso que existe Pop Culture Happy Hour, desde NPR. Dos veces por semana, buscan entre todas las tonterías que hay, comparten sus reacciones y te dan un resumen de lo que sí vale la pena. Escucha Pop Culture Happy Hour todos los miércoles y jueves. Ambulantes, hay un podcast en español que admiramos y que queremos recomendarles, se llama Entiende Tu Mente. Este es su presentador, Molo Cebrián: Hola, te saluda un oyente más de Radio Ambulante que se siente muy honrado de poder saludarte. Sabemos y además lo hemos escuchado en muchos capítulos, en muchas historias de este podcast, que vivimos en un mundo donde reina el estrés, la ansiedad los miedos, y creemos que la forma más inteligente de afrontar esta realidad es a base de psicología útil. En Entiende Tu Mente nos juntamos cada miércoles para ponerle nombre a lo que nos pasa, normalizarlo, compartir ideas para sobrellevarlo mejor y conocer cuál es el momento indicado para pedir ayuda a un psicoterapeuta. Puedes escucharlo buscando: Entiende Tu Mente en Spotify. Estamos de vuelta en Radio Ambulante, soy Daniel Alarcón. Antes de la pausa conocimos a Mariano Sinito, un niño de nueve años, miembro de la Iglesia Maradoniana, que conoció a Maradona en televisión. Fue uno de los momentos más felices de su vida, pero pronto se transformaría en otra cosa… Aneris nos sigue contando. Mariano siempre había soñado con conocer al Diego. Pero lo veía como una fantasía. De la misma manera que yo me imagino jugar en la primera de Barcelona, como algo distante, difícil que suceda. ¿No? Ganarme la lotería. Por eso, en el momento en que terminó de recitar el “Diego Nuestro”, abrió los ojos y vio a Maradona entrar en el estudio de televisión… Yo entro en un estado de negación total. Y empiezo a decir: “No, no, no, no, no, no”. No, no, no… No me salió otra palabra y quiebro en llanto absolutamente cuando le doy un abrazo. Dady Brieva, hace un chiste diciéndome que no me ponga a llorar como un tonto. Y yo me enojé con él, (risa) lo quería insultar. Pero me acuerdo que estoy en televisión y que no puedo insultar al aire. Entonces me salió el rosarino de adentro. Para los que no lo saben, los rosarinos tenemos un acento muy marcado en Argentina. No pronunciamos bien las S. Bueno, yo en vez de insultarlo me sale el rosarino de adentro y le digo: “¿qué queré que le haga?” “¿qué queré que le haga?” Sin pronunciar una sola S. Esa frase de Mariano quedaría en la memoria de las decenas de miles de personas que ese domingo estaban al otro lado de la pantalla. El programa fue pico de rating en Argentina. En Rosario, sobre todo, estaban muy pendientes de sus apariciones en televisión. Todo el mundo lo vio: sus parientes, sus amigos de la escuela y del barrio, sus maestros. Pero lo más emotivo para Mariano no se vio al aire. Cuando terminó la grabación, Maradona se acercó a su familia. Alzó a su hermanito, y les dio las gracias a su papá y su mamá por haberlo dejado conocer a su hijo. Mariano volvió a su casa feliz. Había conocido a su ídolo y, de paso, se había vuelto famoso. Y llevaba en las manos una pelota dedicada por Diego. Como era de esperar, cuando volvió al colegio, fue el centro de atención. Sus compañeros le preguntaban más detalles de cómo era Diego, de cómo era estar con él. Mariano se había quedado con una sensación: Maradona es una persona muy bajita, pero en ese momento a mi me hizo sentir de dos centímetros. O sea, me hizo sentir diminuto al lado suyo, porque tiene una energía muy especial y es algo que no puedo explicar a menos que uno lo sienta. Es realmente un ser humano con una energía diferente. Esa era una de las cosas que les contaba a algunos de sus compañeros, que lo felicitaban y estaban orgullosos de tener un amigo que salía en la tele. Aunque algunos chicos lo empezaron a molestar por haber llorado en televisión. Se burlaban diciéndole el ya famoso “que queré que le haga”, la frase que Mariano había dicho entre lágrimas al aire. Frente a eso, él tenía una respuesta que decía siempre, y que lo dejaba más tranquilo: “Bueno, yo le di un abrazo a Maradona y vos no”. Esas burlas no lo afectaban demasiado. Y tampoco tenía mucho tiempo para prestarles atención. Después del encuentro en Agrandadytos, Maradona le había dado un pase VIP para que fuera a todos los capítulos de La noche del 10. Mariano se convirtió en una especie de cronista, que cubría el detrás de escena del programa como enviado especial de Agrandadytos. Así que siguió viajando todas las semanas a Buenos Aires para ser parte de las grabaciones. Y ahí, en el detrás de escena, se cruzaba con personas que no podía creer que estuviera conociendo: desde Roberto Gómez Bolaños, el Chavo, hasta Lionel Messi, de Rosario y fanático de Newell’s como él. Y se saludaba con Maradona, ya sin lágrimas, que siempre era muy amable. Qué lindo verte. ¿Cómo estás? Qué bien. Hola Marianito, bienvenido”. Todo lo que estaba viviendo le parecía increíble. Su vida transcurría entre Buenos Aires, Maradona y las cámaras, por un lado, y Rosario y la escuela por el otro. Sus amigos seguían comentando todas sus apariciones, pero ya no solo ellos. Sus profesores y los directivos también empezaban a hablar del tema, y no siempre de manera positiva. Maradona ya no era solo el mito que había vengado a Argentina contra Inglaterra. En la última década, también se había convertido en esa figura llena de excesos y contradicciones. Brillante y único futbolísticamente; cuestionado en su vida privada que siempre fue pública. Sus opiniones políticas generaban polémica. Todo lo que hacía era escándalo, todo se comentaba, no solo en programas deportivos, sino hasta en los noticieros. Siempre daba de qué hablar: tenía hijos que no reconocía, lanzaba fuertes críticas a otros exjugadores, a la FIFA o hasta el Vaticano, y fue capaz de dispararle con un rifle de aire comprimido a unos periodistas que estaban fuera de su casa. A esa altura de su vida, la devoción que millones sentían por él, empezaba a encontrar su contraparte en otro sector de la sociedad argentina, que comenzaba a detestarlo. Y en este otro campo había varios profesores de Mariano. Él iba a un colegio católico. Y, aunque tenía solo nueve años, muchos adultos ahí no toleraban que tuviera una relación con Maradona, y menos que saliera en televisión rezándole como si fuera un dios. Su profesor de lengua y literatura no perdía ocasión para hacérselo saber. Él siempre empezaba sus clases con el Padre Nuestro y durante la época de Agrandadytos hacía hincapié en que yo rece el Padre Nuestro, diciendo: “No te vas a equivocar de Padre Nuestro y nos rezás el de Maradona”. ¿Viste? Y eso me avergonzaba mucho a mí adelante de mis compañeros. Primero parecía un chiste, pero se fue transformando en algo más. Igual, Mariano lo dejaba pasar, estaba entusiasmado con su cercanía con Diego y su participación en La noche del 10, y seguía grabando sketchs con otros niños en Agrandadytos. Pero a medida que aumentaba su exposición en la tele, algunos profesores en la escuela empezaron a ser más enfáticos en su rechazo. El de catequesis, por ejemplo, le prohibió participar en sus clases hasta que no se arrepintiera de lo que había hecho en televisión. Me mandaban a confesarme aleatoriamente con el… cura del colegio. Me acusaban de herejía por lo de la Iglesia Maradoniana, por idolatrar un no quiero decir falso profeta, pero sí un ídolo falso. Todo esto, cuando La noche del 10 era uno de los programas con más rating en todo el país. Durante un tiempo, Mariano soportó esas situaciones en silencio. Lo guardó como un secreto y trató de seguir disfrutando todo lo que le estaba pasando. Pero un día, durante un acto escolar, con todos los alumnos y profesores del colegio presentes, Mariano no aguantó más. Estaba parado en el patio, con los demás. Pero para el vicedirector él no era uno más. En un acto con el micrófono hizo referencia a directamente a lo que yo hacía en televisión, decía: “Aquella gente que hace el ridículo adorando falsos profetas”, mirándome a mí directamente. Ese día, Mariano volvió llorando a su casa. Cuando sus papás lo vieron así, le preguntaron qué le pasaba, y él les contó todo lo que venía sucediendo dentro de la escuela a raíz de su relación con Maradona. Su papá no reaccionó nada bien. Fue corriendo hasta el colegio. Agarró del cuello al vicedirector, casi lo muele a palos. En una, en una ira ciega que tenía mi papá en ese momento. En el colegio amenazaron con llamar a la policía, y el padre de Mariano finalmente se fue, pero a los gritos, exigiendo que terminara el acoso contra su hijo. Pensaron en cambiarlo de escuela, pero Mariano no quería separarse de sus amigos. Así que su mamá pidió una audiencia con la junta directiva del colegio, en la que le aseguraron que esas discriminaciones no se volverían a repetir. Pero por fuera del colegio, la cosa tampoco iba tan bien. Recibía comentarios parecidos en reuniones con conocidos, parientes lejanos, o incluso en la calle, donde la gente lo frenaba para decirle cosas. A veces buenas, otras no tanto. Me señalaban con el dedo y no tenían problemas en decirle a un nene de nueve años: “¿Cómo vas a llorar por ese drogadicto en televisión? Sos un idiota” o “tu ídolo es una mala persona” o “tu ídolo no es ejemplo de nada”. Y yo tenía nueve años, no tenía la capacidad de hacer esos juicios de valor sobre una persona. Hacia fines de 2005, Agrandadytos y La noche del 10 dejaron de emitirse, y Mariano dejó de salir en televisión. Se acabaron los viajes a Buenos Aires, los estudios de TV y volvió a su vida de antes. Y ya sin la euforia de estar cerca de su ídolo, los cuestionamientos empezaron a afectarlo cada vez más. La pasé muy mal realmente en… en esos años. Vi cómo un cierto sector de la sociedad. Sí, para ser más específico el adulto, mató a mi ídolo adelante de mis ojos, me hacían sentir culpable por haber conocido a mi ídolo. Y él no sabía qué podía responder ante esas críticas. No me quedaba otra que callarme y no decir nada porque no, no podía responder. No tenía argumentos con qué responder. Por esa época, empezó a sufrir insomnio y cambios abruptos en su ánimo. A veces, quería hacer mil cosas a la vez y otras veces no quería hacer nada. Fue tanto lo que empezaron a afectarlo las críticas que, a veces, en las reuniones familiares, si alguien ponía el video de Agrandaytos, Mariano pedía que lo quitaran. Ya no quería verse ahí, en el que había sido uno de los momentos más felices de su vida. Sus padres entendieron que ya no le hacía bien recordar ese día. Cuando iban a algún lado y alguien se ponía a hablar de Maradona, había un acuerdo tácito dentro de su familia para evitar que alguien mencionara lo del programa. Después de un tiempo, Mariano también comenzó a tener dolores en sus piernas y brazos, y no quiso volver a ningún casting. Con los años, empezó a hacer como si toda esa historia nunca le hubiera pasado. Empecé a negar que yo había sido el que estaba ahí. Cuando me decían vos sos el nene de Agrandadytos yo decía: “No, me confunden todo el tiempo, tenemos el mismo nombre nada más”. Era un mecanismo de defensa. Logré aislar en mi cabeza ese momento en una caja que decía recuerdo malo. Y me costó muchísimo sacarlo de esa caja y ponerlo de vuelta en la de los recuerdos lindos. Le tomó toda su adolescencia y varios años de terapia. Ahí empezó a comprender las cosas que le venían pasando desde que era niño y que habían empeorado durante los últimos años, luego del divorcio de sus padres. Los períodos de ira o alegría incontrolables, seguidos de una depresión profunda. Los problemas para dormir. Cuando mi psiquiatra se enteró de que yo tenía dolores en las extremidades, sumado a todos los otros síntomas que ya había descifrado mi psiquiatra, me diagnosticó. Y bueno hasta el día de hoy es algo con lo que convivo y con lo que tendré que convivir hasta el día que me muera. El diagnóstico fue síndrome maníaco depresivo, también conocido como trastorno bipolar. Se desconoce la causa exacta de la enfermedad. Puede estar relacionada con factores biológicos y genéticos, y ser detonada por factores psicológicos. Las condiciones ambientales también juegan un papel importante. Los eventos impactantes en la vida o las situaciones que generan mucho estrés pueden actuar como desencadenantes. Según mi psiquiatra, uno de los detonantes justamente fue ese momento que pasé con la gente que me rechazaba por haber estado con Maradona. Mariano también cree que pudo ser uno de los gatillos. No una de las causas, porque esto es algo que la gente confunde, no fue la causa por la cual yo termino siendo un paciente diagnosticado, sino que fue un detonante. Quizás yo a eso ya lo tenía. Pero lo que lo activó oficialmente fue justamente eso de haber tenido que pasar por esa situación. No es que llegó a esa conclusión en la primera sesión. Fueron varios años de terapia hasta poder volver a hablar de ese tema y darle otro significado… Desde otro lugar, ya más grande. Volver a examinar su momento de fama primero, las críticas después, y finalmente la negación. Una negación que lo llevó a no querer volver a hacer castings ni aparecer en televisión. Cerré muchas puertas por eso. O sea, mi mi sueño murió con eso. Fue solo hasta los 18 años que, con ayuda de su psiquiatra, el Mariano adulto entendió que tenía que perdonar. No solamente a la gente que me hizo sentir mal en el pasado, sino a mí mismo. Poder perdonarme por haber perdido esas oportunidades o por haber negado todo. O sea, hice las paces con el Mariano del pasado y ese momento, ¿no? Le pregunté a Mariano que siente hoy, más de quince años después, cuando ve ese video. Y me dijo que lo ha visto tantas veces que ya no siente nada. Y que eso, no sentir nada, lo pone feliz. Porque ya no siente vergüenza. La primera vez que hablé con Mariano fue dos meses antes de que muriera Maradona. Y después de la noticia volvimos a hablar. Me contó que, ese día, recién asimiló lo que había pasado cuando vio a su mamá llorando en la cocina. Él fue y la abrazó, pero se aguantó el llanto. A Mariano ya no le gusta llorar delante de otros. Poco después, cuando estuvo solo en el comedor, se quebró. Al rato recibió un llamado telefónico. Era Dady Brieva, el conductor de Agrandadytos, quien lo entrevistó en su programa de radio y recordaron su primer encuentro con Maradona. No habían vuelto a hablar desde entonces. Ese día, Mariano se envió mensajes con sus compañeros de la Iglesia Maradoniana, de la que sigue siendo parte. Se prometieron seguir con la Iglesia. En los medios, mientras tanto, ya empezaban los homenajes y también los cuestionamientos. Pero Mariano no quiso participar de las discusiones que se generaron a partir de su muerte, sobre cómo fue su vida. Nunca había querido hacerlo. En los últimos años, arrastrado por su última adicción, el alcohol, la figura de Maradona había tomado una dimensión más oscura, luego de las acusaciones por violencia que le hizo una de sus últimas parejas. Pero los recuerdos de Mariano no eran con ese Maradona, sino con uno distinto, anterior, el que había sido cariñoso con él. Prefirió no decir nada. Solo salió a caminar por Rosario. En el centro de la ciudad se cruzó con varias personas con la mirada apagada y los ojos llenos de lágrimas. Había como un velo de tristeza sobre sobre la ciudad. Y yo no dudo que haya sido así en muchas partes de Argentina. En Buenos Aires, por ejemplo, pasaba esto… Diego de mi vida, vos sos la alegría, de mi corazón. El día de su entierro, se formó una fila de diez cuadras. Miles de personas, bajo el sol, esperando para poder entrar a la Casa Rosada, el Palacio de Gobierno, para permanecer, con suerte, unos pocos segundos delante del féretro y poder despedirlo. La muerte de Maradona provocó una fuerte discusión en redes sociales. Se discutía si era legítimo o no llorar por su muerte. Y también sobre quién era Maradona realmente. ¿El genio del fútbol, el violento, el chico pobre que no se olvidó de sus orígenes, el adicto a las drogas, el que generó amor o el que generó odio? ¿O todas esas cosas al mismo tiempo, mezcladas en una vida compleja y extraordinaria, con más caras que ninguna? De cierta forma, fue como una réplica a gran escala de lo que vivió Mariano quince años antes, por haber llorado en televisión por un ídolo que empezaba ya a mostrar sus sombras. Después de estudiar para ser traductor de inglés, Mariano encontró su verdadera vocación en el periodismo. Hoy trabaja en el programa Pura Pasión de radio La Red, hablando del club de su vida, Newell’s Old Boys. Así, cumplió el sueño que por mucho tiempo dejó postergado: estar en los medios y poder hablar, entre otras cosas, de su gran ídolo deportivo. Aneris Casassus es productora de Radio Ambulante y vive en Buenos Aires. Este episodio fue editado por Camila Segura, Nicolás Alonso y por mí. Desirée Yépez hizo el fact-checking. La música y el diseño de sonido son de Andrés Azpiri. El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Paola Alean, Lisette Arévalo, Victoria Estrada, Jorge Caraballo, Xochitl Fabián, Fernanda Guzmán, Remy Lozano, Miranda Mazariegos, Barbara Sawhill, Hans-Gernot Schenk, David Trujillo y Elsa Liliana Ulloa. Carolina Guerrero es la CEO. Un abrazo especial a Victoria y Miranda, que con este episodio se despiden de Radio Ambulante. Gracias a las dos, or su talento, compromiso, y su buena onda. ¡Las vamos a extrañar! Muchísima suerte. También queremos agradecer a los amigos de LIP, la agencia de publicidad que nos ayuda con la imagen gráfica de todo, Deambulantes, el logo de El hilo, los Clubes de escucha. Mil gracias a Diana Ariza, Lucía de las Flores y Lucho Correa por apoyarnos durante toda la temporada. También queremos agradecer al talentoso grupo de ilustradores de la temporada: Daniel Liévano, Sabrina Pérez, Yael Frankel, Emilio Cruañas, Cristian Guzmán, Juan Antonio Ángel, Sol Undurraga, Elena Ho y Laura Pérez. Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, se produce y se mezcla en el programa Hindenburg PRO. Bueno, llegamos al fin de la temporada 10 de Radio Ambulante, pero tenemos otro podcast, El hilo, y con ese seguimos. Cada viernes revisamos una noticia importante de Latinoamérica y contamos la historia detrás de la noticia. En el episodio del viernes pasado, reportamos desde Venezuela y la desaparición de sus glaciares. No se lo pierdan. Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.

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