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Radio Ambulante - La red de la calle

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Cuando tu ciudad no tiene internet, lo inventas.

Alrededor de 2010, una telaraña de cables, antenas y computadoras empezó a crecer por La Habana hasta conectar a miles de personas. Cuando apenas había internet en Cuba, la SNet se convirtió en una alternativa para quienes buscaban nuevas formas de informarse y comunicarse. No respondía ni a empresas de telecomunicaciones ni al gobierno cubano. Era autónoma, orgullosa y, en sus mejores épocas, muy unida. O al menos eso parecía.

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: Hola,
Ambulante.
En
las
últimas
tres
semanas,
durante
nuestra
campaña
de
recaudación
de
fondos,
más
de
500
personas
nos
donaron
y
no
podríamos
estar
más
agradecidos
por
el
apoyo
y
los
mensajes
de
aprecio
que
hemos
recibido
de
parte
de
nuestra
comunidad.
Hemos
llegado
al
último
episodio
de
esta
temporada
de
Radio
Ambulante,
pero
recuerda
que
regresamos
en
septiembre,
usaremos
este
receso
para
investigar
y
producir
más
historias
para
ti.
Las
historias
que
escucharás
en
nuestra
temporada
13.
Y
claro,
con
mis
colegas
de
El
hilo
seguiremos
cada
semana
explicándote
a
profundidad
las
noticias
más
importantes
de
América
Latina.
Por
eso,
antes
de
terminar,
quisiera
recordarte
que
el
reto
de
financiar
el
periodismo
que
hacemos
sigue
vigente
y
que
siempre
puedes
apoyarnos
con
una
donación
para
ayudarnos
a
garantizar
la
sostenibilidad
de
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sin
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el
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importante
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Recuerda:
radioambulante.org/donar.
¡Mil
gracias!
Esto
es
Radio
Ambulante
desde
NPR.
Soy
Daniel
Alarcón.
Ok,
es
bastante
probable
que
para
escuchar
este
episodio
estés
usando
los
datos
móviles
de
tu
celular,
o
que
tu
computadora
esté
conectada
a
una
red
de
WiFi
en
algún
lugar
del
mundo.
Y
lo
más
probable
es
que
no
te
preguntes
mucho
cómo
funciona
toda
esa
tecnología
que
permite
que
hoy
nos
estés
escuchando.
Mientras
haya
buena
señal,
todo
bien,
¿no?
Lo
que
quiero
decir
es
que
para
muchos
de
nosotros,
estar
conectados
se
ha
vuelto
algo
tan
cotidiano
que
a
veces
es
difícil
imaginar
un
mundo…
desconectado.
Pues
bien,
la
historia
de
hoy
nos
lleva
a
Cuba.
Allí,
durante
los
últimos
30
años,
acceder
a
muchas
de
las
tecnologías
que
hoy
nos
permiten
comunicarnos
ha
sido
mucho
más
difícil
que
en
otros
países
de
América
Latina.
Hay
varias
razones
que
explican
esto:
la
crisis
económica
que
afectó
a
Cuba
después
de
la
caída
de
la
Unión
Soviética
en
1991;
el
embargo
estadounidense
que
durante
años
impidió
la
importación
de
aparatos
electrónicos
a
la
isla;
y
también
las
restricciones
del
régimen
cubano
a
las
nuevas
tecnologías
de
la
información
y
la
comunicación.
Así,
a
partir
de
los
años
90,
mientras
el
resto
del
mundo
se
iba
conectando
cada
vez
más,
los
cubanos
se
fueron
quedando
atrás.Básicamente
era
un
mundo
a-tecnológico,
un
mundo
analógico.Él
es
Ernesto
de
Armas.
Nació
en
1995
en
La
Habana.
O
sea,
es
un
cubano
millennial.
Y
cuando
dice
que
la
Cuba
de
su
infancia
era
un
mundo
a-tecnológico,
no
está
exagerando.
Entre
el
2002
y
el
2008,
comprar
una
computadora
para
uso
personal
era
ilegal.
O
sea,
era,
era
impensable
ver
un
computador
en
una…
en
una
tienda. Solo
las
empresas
con
permiso
del
gobierno
y
los
extranjeros
podían
tenerlas.
Si
eras
un
cubano
común
y
corriente,
tenías
que
encontrarlas
en
otros
lados,
como
en
el
mercado
negro,
o
a
través
de
algún
conocido
extranjero
Y
eso
fue
lo
que
le
pasó
a
Ernesto.
Por
ahí
en
el
2003,
cuando
tenía
como
8
años,
unos
amigos
españoles
de
la
familia
le
enseñaron
una
computadora
por
primera
vez.
Y
hubo
algo
en
particular
que
llamó
su
atención:
los
videojuegos.
Había
uno
de
ellos
que
recuerdo
que
le
gustaba
jugar…
Y
no
se
me
olvida,
tenía
un
juego…
:
You
win!
Give
me
your
treasure!
Que
todavía
me
gusta
mucho
que
se
llamaba
Monkey
Island.
Y
yo
recuerdo
que
me
pasaba
horas
a
veces
viéndolo
jugar. Ernesto
estaba
tan
maravillado
con
los
videojuegos,
que
los
españoles
le
regalaron
esa
computadora.
Y
así
pasó
los
siguientes
años…
explorando
los
mundos
de
fantasía
medieval
de
Warcraft
III
y
los
barrios
de
Grand
Theft
Auto.
La
mayoría
de
los
juegos
eran
copias
piratas
que
otros
amigos
le
daban,
porque,
en
Cuba,
acceder
a
los
originales
era
casi
imposible.
Además
por
entonces
sólo
había
Internet
en
oficinas
gubernamentales
y
en
algunos
centros
de
trabajo
y
de
educación.
O
sea,
ni
hablar
de
tener
señal
en
casa.Para
era
impensable
en
aquellos
años
que
dos
personas
a
kilómetros
de
distancia
pudieran
establecer
una
conexión
entre
ellos
y
jugar
juntos.Por
eso
se
sorprendió
tanto
cuando
un
día,
ya
en
la
preparatoria,
alrededor
del
2012,
un
amigo
le
habló
sobre
la
red.
Y
yo
me
quedé
“¿cómo
que
en
la
red?”.
Dice
“sí,
en
la
red,
en
la
red
de
La
Habana,
la
red
de
la
calle.”
Y
yo
no
sabía
de
qué
me
estaba
hablando.La
red
de
la
calle.
Una
red
en
la
que,
sin
necesidad
de
internet,
Ernesto
podía
conectarse
con
su
computadora
para
jugar
con
gente
de
toda
La
Habana.
]:
Y
yo
me
quedé
loco,
o
sea,
me
quedé
frío.
Dije
“esto
qué
es,
¿viste?
¿Qué
hay
que
hacer
para…
para
entrar
acá?”Pero
unirse
a
la
red
no
era
sencillo.
El
equipo
necesario
era
caro
y
difícil
de
encontrar.
Además
había
que
tener
conocimientos
en
tecnología
que,
a
los
17
años,
Ernesto
no
tenía. Tienes
que
saber
cómo
funcionan
las
redes,
qué
es
una
puerta
de
enlace,
qué
es
una
máscara
de
subred,
qué
es
una
dirección
DNS,
tienes
que
saber
que
es
una
IP,
una
IP
física,
cómo
funcionan
los
repetidores,
cómo
funcionan
los
switches,
cómo
se
hacen
conexiones
de
cableado
ethernet,
el
tipo
de
cable
que
necesitas…O
sea…
como
si
te
hablaran
en
otro
idioma.
Por
si
fuera
poco,
Ernesto
no
conocía
a
ningún
administrador
de
la
red,
a
nadie
que
le
pudiera
dar
acceso
desde
su
barrio.
Por
más
que
quisiera
no
podía
conectarse…
Pasaron
unos
cinco
años.
Ernesto
encontró
trabajo
en
una
agencia
de
viajes
francesa,
pudo
ahorrar
suficiente
dinero
y
también
se
mudó
a
una
zona
de
La
Habana
donde
conoció
a
un
administrador
local
de
la
red.
Él
le
dio
todas
las
instrucciones
para
conectarse.
Era
agosto
del
2017
y
Ernesto
se
puso
manos
a
la
obra.
Primero…
Necesitaba
un
cable
de
red
de
100
metros,
no
era
cualquier
cable
de
red.
:Por
suerte
ahí
estaba
el
mercado
negro
cubano. Y
creo
que
me
costó
como
60
dólares
o
algo
por
el
estilo.
O
sea,
no
fue
barato. Ernesto
debía
conectar
el
cable
desde
su
computadora
hasta
un
switch,
o
sea
un
puerto
de
conexión
a
la
red
que
estaba
en
el
apartamento
del
administrador
local,
en
un
edificio
vecino.
Así
que
con
ayuda
de
un
amigo,
Ernesto
comenzó
a
extender
esos
100
metros
de
cable. Recuerdo
que
tuvimos
que
pasar
el
cable
desde
mi
habitación
por
encima
de
la
pared.
Tuvimos
que
abrir
un
hueco,
perforar
un
hueco
en
la
pared,
pasarlo
hacia
la
cocina.
Por
la
cocina
lo
sacamos
por
una
ventana
hasta
la
azotea.
Lo
subimos
por
toda
la
azotea,
lo
pasamos
a
la
vecina
de
al
lado
que
recuerdo
que
tuvimos
que
bajar
a
hablar
con
ella,
explicarle
qué
estábamos
haciendo,
ella
se
asustó,
“¿Un
cable
en
mi
casa?
¿Pero
esto
qué
cosa
es?”.
Nosotros
le
dijimos
“No,
mire
señora
es
que
nos
queremos
conectar
a
la
red.”
“¿Pero
qué
es
la
red?”
Entonces
imagínese
usted
una
señora
de
70
años
explicarle
qué
era
la
red
era
imposible. Pero
la
señora
confió
en
ellos.
Así
que
pasaron
el
cable
por
la
azotea
y
de
ahí,
con
ayuda
de
un
palo
largo,
tuvieron
que
tirar
el
cable
por
encima
de
un
tendido
eléctrico
hasta
la
ventana
de
la
casa
del
amigo,
que
vivía
en
la
esquina
contraria.
:
Y
entonces
ese
amigo,
una
vez
que
le
pusimos
el
cable
en
su
casa,
igual
tuvo
que
perforar
una
parte
de
su
ventana
con
un
taladro,
pasarle
el
cable
por
ahí,
llevarlo
hasta
la
sala,
tirarlo
por
un
hueco
que
tenía
en
el
edificio
como
un
conducto
de
ventilación
en
el
edificio
donde
él
vivía.
Por
ahí
tiramos
el
cable
y
lo
bajamos
hasta
la
casa
del
que
era
el
administrador
local…El
administrador
insertó
el
cable
en
el
switch.Y
ahí
fue
cuando
tuvimos
conexión
a
SNet.
La
SNet.
La
Street
Network,
la
red
de
la
calle.
Una
telaraña
de
computadoras,
cables
y
antenas
que,
desde
inicios
de
los
años
2000,
fue
creciendo
por
toda
La
Habana
y
que
para
el
2017
llegó
a
conectar
a
por
lo
menos
20
mil
personas
en
la
ciudad.
Lo
que
Ernesto
encontró
ahí
fue
mucho
más
que
una
sala
de
videojuegos.
En
una
época
en
la
que
muy
pocas
personas
en
Cuba
tenían
acceso
a
internet,
la
SNet
se
convirtió
en
una
alternativa
para
miles
de
cubanos
que
buscaban
nuevas
formas
de
informarse
y
comunicarse.Yo
creo
que
SNet
fue
no
solo
necesario,
sino
que
además
fue
una
revolución,
una
pequeña
revolución
dentro
del
pensamiento
de
una
generación
completa
de
cubanos. La
SNet
era
una
de
las
pocas
cosas
que
le
pertenecía
a
los
cubanos.
Era
autónoma,
orgullosa
y,
en
sus
mejores
épocas,
muy
unida.
O
al
menos
eso
parecía.
Una
pausa
y
volvemos. Hola,
ambulantes.
Queremos
pedirles
su
ayuda.
Si
tienen
alguna
historia
que
crean
que
se
podría
contar
en
Radio
Ambulante…
escríbannos.
Estamos
buscando
historias
divertidas,
extrañas,
conmovedoras…
Historias
que
nos
sorprendan.
No
tienen
que
ser
periodistas
para
proponernos
una
historia.
Quizá
sea
una
historia
familiar,
algo
personal,
una
serie
de
eventos
insólitos
que
pudieron
presenciar,
que
años
después
les
siguen
marcando.
Toda
idea
es
bienvenida,
y
nos
ayuda
a
conocer
mejor
a
nuestra
región.
Nos
interesa
mucho
escuchar
de
nuestros
oyentes
en
lugares
como
Paraguay,
Nicaragua
y
Bolivia.
Países
que
nos
gustaría
cubrir
más.
Si
tienen
una
idea
que
nos
quieran
contar,
pueden
enviarnos
un
correo
a
[email protected].
Repito:
[email protected]Estamos
de
vuelta
en
Radio
Ambulante.
Nuestro
productor
Pablo
Argüelles
nos
trae
la
historia. Ernesto
se
conectó
a
la
SNet
en
2017,
cuando
la
red
estaba
en
su
apogeo,
y
más
adelante
volveremos
a
escucharlo.
Pero
la
red
no
nació
de
la
noche
a
la
mañana.
Así
que
retrocedamos
en
el
tiempo
para
conocer
a
uno
de
sus
fundadores. Me
llamo
Ángel
Esteban
Díaz
Díaz.
Tengo
51
años. Ángel
alcanzó
la
mayoría
de
edad
en
los
noventa,
una
época
que
no
fue
nada
fácil
en
Cuba.
A
finales
de
1991
la
Unión
Soviética
cayó
y
la
isla
se
quedó
sin
su
principal
aliado
económico.Fue
un
período
dificilísimo.
El
país
sin
petróleo,
apagones
programados.
Le
decían
jocosamente
que
eran
alumbrones
programados
porque
te
daban
corriente
cuatro
o
seis
horas
al
día,
nada
más.Había
racionamientos
de
agua,
de
gas
y
la
comida
escaseaba.
A
los
20
años,
Ángel
tuvo
que
abandonar
los
estudios
para
ayudar
a
su
madre
soltera
y
a
sus
tres
hermanos
menores.
Hizo
de
todo.
Cultivar
maíz,
criar
cerditos
y
hasta
meterse
al
mar
de
noche
para
pescar
con
arpón
en
cuevas
submarinas.
Y
además,
Ángel
pintaba
coches
en
su
casa.
Era
tan
bueno
que
uno
de
sus
clientes
habituales
le
puso
un
apodo
que
sería
importante
años
después.Y
él
me
decía
Da
Vinci.Da
Vinci,
como
Leonardo
da
Vinci. Por
los
trabajos
lindos
que
le
hacía,
¿no?
En
la
moto.
Diferentes
colores…
en
fin. Con
los
años
a
Ángel
le
empezó
a
ir
mejor.
Además
de
tener
su
taller
de
pintura,
en
1994
consiguió
trabajo
en
la
empresa
estatal
de
transporte
turístico.
Allí
pintaba
autobuses,
o
como
dicen
en
Cuba,
guaguas.
Y
fue
ahí
donde
Ángel
tuvo
su
primer
contacto
con
un
objeto
que
hasta
entonces
solo
había
visto
en
películas
y
fotografías:
una
computadora
de
escritorio.
Fue
un
encuentro
extraño.
Ángel
había
criado
cerditos,
pescado
barracudas
con
arpón
y
pintado
guaguas
inmensas… Pero
sentarme
y
tocar
un
mouse
en
la
mano,
eso
nunca
lo
había
hecho
yo. Así
que
al
principio,
se
sentía
un
poco
torpe
con
esa
máquina
tan
sensible.
Se
le
olvidaba
para
qué
funcionaban
tantos
botones.
Pero
el
encuentro
cuajó.
En
los
horarios
de
almuerzo
me
sentaba
a
jugar
la
bolita
que
hay
en
la
computadora,
cositas,
jueguitos
de
esos
que
normalmente
viene
con
el
Windows. Le
gustó
tanto
que
decidió
que
quería
una
computadora
solo
para
él.
Pero
ya
sabemos
que,
en
Cuba,
eso
no
era
nada
fácil.
Así
que
pasaron
unos
diez
años
hasta
que,
finalmente,
por
ahí
del
2006,
logró
conseguir
la
suya.
Era
un
Pentium
4
con
monitor…
aquí
se
le
dice
culón. Culón.
O
sea
de
esas
computadoras
antiguas
que
tenían
unos
monitores
grandotes…
nada
delgados
como
los
de
hoy.
Ángel
la
compró
de
segunda
mano
a
un
amigo.
Y
por
lo
que
he
escuchado
esto
era
bastante
común
en
Cuba.
Las
computadoras
eran
en
su
mayoría
de
segunda
mano,
compradas
a
extranjeros,
robadas
a
turistas
o
metidas
al
país
de
contrabando,
desarmadas.
Y
por
eso
muchas
había
que
construirlas.
Encontrabas
el
microprocesador,
la
memoria
y
el
disco
duro
por
aquí;
y
el
chasis,
el
monitor,
el
mouse
y
el
teclado
por
allá…
Y
las
piezas
no
eran
baratas.
Si
una
cosa
te
costaba
100
dólares
en
Estados
Unidos
o
en
México,
aquí
te
lo
duplicaban
el
precio.
Era
algo
bastante
lujoso
tener
una
computadora. En
total,
Ángel
gastó
unos
300
dólares
en
su
primera
computadora.
Casi
una
millonada
considerando
que,
para
ese
momento,
el
salario
mínimo
mensual
eran
unos
9
dólares.
De
eso
me
acuerdo
porque
reunir
300
dólares americanos
aquí
en
Cuba,
en
ese
momento,
era…
complicadísimo.Pero
no
le
importó.
Tenía
ahorros
de
sus
dos
trabajos
y
esto
era
una
inversión.
Usaría
la
computadora
como
una
herramienta
en
su
taller
de
pintura,
y
también
para
entretenerse.
De
hecho,
poco
después,
un
amigo
del
barrio
le
dio
por
USB
la
copia
de
un
videojuego
llamado
FarCry.
Y
bueno,
Ángel
quedó
enganchado…Te
hipnotizas
que
pierdes
la
esencia
del
tiempo.
Lo
pierdes
todo.
Fanatismo
total. Las
computadoras
y
los
videojuegos
le
dieron
a
Ángel
una
nueva
realidad,
muy
distinta
de
la
que
encontraba
afuera,
en
la
calle.
Y
este
descubrimiento
no
fue
sólo
para
él.
Desde
inicios
de
la
década
de
los
2000,
muchísimas
otras
personas
en
toda
La
Habana
comenzaban
a
entrar
en
contacto
con
las
computadoras
y
los
videojuegos.
Y
más
allá
de
los
retos
de
la
prohibición,
la
escasez
y
el
contrabando,
todos
esos
gamers
primerizos
se
encontraban
con
un
problema
crítico:
después
de
horas,
días
y
semanas
jugando,
se
volvía
aburridísimo
ganarle
una
y
otra
vez
a
la
computadora.Contra
la
PC
es
mucho
más
fácil,
aunque
pongas
en
la
dificultad
máxima.
Siempre
es
más
fácil
que
jugar
contra
otra
persona
que
piensa
igual
que
tú.Y
si
hay
algo
que
he
aprendido
produciendo
esta
historia
es
que
los
gamers
son
muy
competitivos.
Siempre
están
buscando
nuevos
contrincantes.
No
extraña
entonces
que,
dos
o
tres
meses
después
de
comprar
su
computadora,
Ángel
recibiera
una
propuesta
de
un
vecino.
Ángel,
tienes
un
patio
cementado
¿Por
qué
no
traemos
amigos
y
nos
ponemos
a
jugar?El
plan
era
una
fiesta
de
videojuegos:
que
cada
quien
trajera
su
computadora
y
se
conectaran
con
cables
para
crear
algo
así
como
una
mini-red
local
y
jugar
en
tiempo
real.
Su
amigo
le
siguió
explicando…
“Y
ya
por
ahí
podemos
jugar
la
opción
multiplayer.
Y
ahí
es
todo
más
difícil
porque
eres
contra
mí,
no
contra
la
PC”. Estas
fiestas
se
llaman
en
todo
el
mundo
LAN
Parties.
LAN
es
el
acrónimo
de
Local
Area
Network,
o
sea
una
red
de
área
local,
independiente,
sin
necesidad
de
conexión
a
internet.
Y
según
muchos
me
dijeron
son
divertidísimas.
Imagínese
usted
horas
y
horas
tirándonos
tiros.
Cuatro
o
cinco
personas
nada
más.Pero
organizar
una
LAN
Party
en
Cuba
hace
veinte
años
era
riesgoso.
Reunirse
en
un
solo
lugar
para
jugar
implicaba
transportar
por
toda
la
ciudad
esas
computadoras
mastodónticas.
Y
esto
era
un
problema
porque
recordemos
que
entre
el
2002
y
el
2008
sólo
los
extranjeros
y
las
empresas
con
permiso
del
gobierno
podían
tener
computadoras
para
uso
privado.
Entonces
ir
por
la
calle
con
una
computadora
grandota
era
muy
común
que
te
la
decomisara
la
policía. Entonces
uno
para
transportar
la
computadora
tenía
que
pedirle
a
un
amigo
que
tuviese
un
carro
pa’
que
con
mucho
cuidado
esconderla
dentro
del
carro
y
aquello
parecía
que
estabas
traficando
droga.Estaba
claro
que
las
LAN
Parties
no
eran
la
forma
más
conveniente
para
conectarse
y
jugar.
Pero,
en
ese
momento
parecía
ser
la
única
opción…
Hasta
que
a
algún
gamer
en
La
Habana
se
le
ocurrió
la
siguiente
idea:
“Ok.
Está
prohibido
tener
computadoras.
Pero…
no
hay
ninguna
ley
que
nos
impida
tender
cables.
¿Por
qué
no
creamos
entonces
una
red
LAN
mucho
más
grande,
tendiendo
cables
ya
no
solo
en
el
patio
de
la
casa,
sino
en
la
cuadra
entera,
y
así
nos
ahorramos
la
molestia
de
que
la
policía
nos
decomise
las
computadoras?”
Así
que,
alrededor
del
2005
o
2006
guiados
por
ese
impulso
competitivo
de
encontrar
más
y
más
contrincantes,
los
gamers
de
La
Habana
comenzaron
a
tirar
cables
en
distintos
barrios
de
la
ciudad. Una
tendedera
que
tiras
de
una
casa
a
la
otra,
de
una
casa
a
la
otra,
de
una
casa
a
la
otra.
Y
así
hacen
manzanas
enteras.
Cientos
de
usuarios
conectados
por
cable. Y
no
había
obstáculo
que
los
gamers
no
superaran:
avenidas
anchas,
tendidos
eléctricos
de
alta
tensión,
vecinos
escépticos…
La
conexión
era
un
juego
en
mismo.
Pero
había
un
reto
insuperable:
conectarse
por
cable
era
viable
dentro
de
un
radio
de
aproximadamente
100
metros.
Con
cables
más
largos
se
perdía
demasiada
velocidad
de
conexión.
Es
decir,
ir
más
allá
de
la
manzana
era
imposible.
Y
para
Ángel
este
fue
el
principal
problema.
Él
vivía
en
las
afueras
de
la
ciudad,
al
oeste
de
La
Habana,
a
unos
metros
del
mar.
Y
allí
las
distancias
entre
las
casas
pueden
ser
muy
grandes.
Conectarse
con
sus
vecinos
por
cable
sencillamente
no
era
una
opción.
Hasta
que
a
principios
de
2007,
el
mismo
amigo
que
le
había
sugerido
hacer
los
LAN
Party
en
el
patio
de
su
casa
le
marcó
por
teléfono
y
le
dijo:“Oye,
estoy
creando
una
red
inalámbrica.” Ángel
no
entendió
nada.“¿Pero
cómo
es
eso?” ¿Una
red
inalámbrica?
“Sí
Ángel,
son
unos
equipitos
WiFi…”Su
amigo
le
explicó
que
unos
aparatos
llamados
equipos
WiFi
hacían
lo
inimaginable:
podían
conectar
a
las
computadoras
entre
ellas
sin
usar
cables.
Ahora…
una
aclaración:
que
muchos
cuando
escuchamos
WiFi
pensamos
en
Internet
automáticamente.
Pero
en
este
caso
no
estaban
usando
estos
aparatos
para
conectarse
a
Internet.
El
amigo
quería
conectarse
desde
su
barrio
con
una
red
local
a
unos
cinco
kilómetros
de
distancia.
Pero
eso
era
demasiado
lejos.
Necesitaban
un
lugar
intermedio
que
sirviera
como
enlace
entre
los
equipos
WiFi.
Un
lugar
bien
ubicado,
sin
obstrucciones
geográficas
como
montes,
árboles
o
edificios.
Y
la
casa
de
Ángel,
a
apenas
cinco
metros
del
mar,
era
ese
punto.
Su
amigo
le
dijo:La
idea
es
que
que
estás
en
el
medio,
poner
un
mástil
en
tu
techo
y
poner
equipo
para
que
sirvas
de
puente
y
así
ya
te
conectas.Esta
era
la
oportunidad
que
Ángel
estaba
esperando.
Así
que
tomó
unos
cuantos
tubos
de
metal
y
los
soldó
hasta
tener
un
mástil. ¡Larguísimo
que
veía
pa’rriba
que
tenía
casi
15
metros!
¡Una
cosa
que
temblaba
allá
arriba! Con
ayuda
de
su
amigo,
Ángel
puso
en
la
punta
de
ese
mástil
el
aparato
WiFi.
Era
una
cajita
blanca
que
comenzaron
a
mover
milímetro
a
milímetro,
a
la
derecha,
a
la
derecha,
más
a
la
izquierda,
a
la
izquierda,
arriba,
arriba,
más
abajo,
abajo,
arriba,
arriba…
Mientras,
abajo
en
la
casa,
una
persona
que
estaba
frente
a
la
computadora
veía
si
se
alcanzaba
a
captar
la
señal
de
las
dos
redes. ¡Oye,
sí,
se
ve,
se
ve!
¡Quizás
no
con
la
mejor
señal,
pero
se
ve!Lo
que
se
veía
eran
los
nombres
de
las
redes.
Después,
para
comenzar
a
comunicarse
con
esas
redes,
instalaron
un
programa
de
mensajería. Y
entonces
cuando
él
me
instala
eso
me
dice
“¿Qué
nombre
vas
a
tener?”
Yo
me
llamo
Ángel.
Me
dice
“No,
no,
no,
en
las
redes
se
usa
un
sobrenombre.” Y
Ángel
ya
tenía
uno.Desde
el
primer
día,
desde
el
primer
minuto,
yo
siempre
me
llamé
Da
Vinci. Y
desde
ese
día,
Ángel,
–bueno,
Da
Vinci–
y
su
familia
se
unieron
a
las
dos
redes
vecinas.
La
señal
era
un
poco
lenta…Pero
ya
estábamos
conectados.
Imagínese
usted
ver
conectado
WiFi
a
una
persona
y
conversar
con
él.
Para
aquello
era
una
novedad
increíble.
Brincos
yo
daba. No
es
que
Da
Vinci
estuviera
conectado
a
toda
La
Habana.
Y
mucho
menos
al
internet.
Lo
que
podía
era
chatear
y
jugar
con
los
usuarios
de
las
dos
redes
vecinas.
No
eran
más
de
50
personas.
Pero
esto
estaba
pasando
en
otras
partes
de
La
Habana,
se
estaba
corriendo
la
voz
sobre
estas
redes
inalámbricas
que
empezaban
a
conectar
a
distintos
barrios
entre
sí.
Cuando
Da
Vinci
escaneaba
el
cielo
desde
su
techo
con
la
antena
WiFi… Veías
nombres
de
otras
redes
con
una
potencia,
una
señal
muy
bajita,
muy
bajita,
muy
bajita,
que
no
permitía
conectarte.
Pero
la
veías.
Existía.En
su
computadora
veía
los
nombres
de
esas
redes:
El
Vedado,
Playa,
La
Lisa.
Los
nombres
reflejaban
las
ubicaciones
geográficas
de
las
redes,
y
también
sus
identidades.
Por
ejemplo,
a
la
red
que
Da
Vinci
ayudó
a
construir
en
el
techo
de
su
casa
le
pusieron
RoG,
el
acrónimo
de
Republic
of
Gamers,
la
República
de
los
Gamers.
Y
esas
redes
se
iban
organizando
de
acuerdo
a
sus
propias
necesidades.
La
escasez
las
había
forzado
desde
el
comienzo
a
trabajar
con
lo
que
tenían
a
la
mano.
Podría
decirse
que
cada
red
era
una
suma
de
inventos
maravillosos.
Y
quizás
uno
de
los
más
extraordinarios
eran
las
antenas
con
las
que
se
conectaban
por
aquellos
años.
Les
decían
antenas
criollas
y
estaban
hechas
a
mano,
con
más
entusiasmo
que
conocimiento
y
con
toda
clase
de
objetos
metálicos:
algunas
hasta
con
latas
de
refresco,
cilindros
de
papas
fritas,
ganchos
de
ropa
o
bandejas
de
cocina…
Lo
cual
implicaba
que
no
eran
tan
confiables
y
que
también
eran
bastante
vulnerables
al
clima
y
a
las
tormentas
del
Caribe.
Pero
para
los
creadores
de
las
redes
estas
imperfecciones
eran
secundarias.
Lo
importante
era
siempre
conectar
a
más
y
más
y
más
personas.Al
principio
eran
personas
gamers,
jugadores
nada
más.
Era
juego,
juego
y
juego.Pero
luego…Ya
en
la
red
empezaron
a
entrar
todo
tipo
de
personas. Alrededor
del
2010,
RoG
tenía
conectados
a
cerca
de
700
usuarios
del
oeste
de
La
Habana.
Y
ya
no
solamente
jugaban
Warcraft
o
Call
of
Duty,
sino
que
también
compartían
archivos
y
hablaban
a
través
de
chats
de
voz.
Por
ese
entonces
Da
Vinci
había
sustituido
el
mástil
en
el
techo
de
su
casa
por
una
torre
de
unos
treinta
metros,
mucho
más
estable,
y
en
uno
de
sus
cuartos
tenía
miles
de
dólares
en
equipos.
Todo
se
pagaba
con
colectas
entre
los
usuarios
de
la
red
y
Da
Vinci
se
había
convertido
en
el
líder
de
RoG. Ya
todo
se
hacía
contando
conmigo.
Yo
era
el
que
daba
los
mejores
consejos,
yo
era
el
que
mantenía
una
disciplina,
un
respeto.Todo
esto
era
necesario
no
solamente
para
garantizar
una
buena
convivencia
dentro
de
la
red,
sino
también
para
no
llamar
la
atención
del
gobierno.
Porque
en
realidad
las
redes
se
estaban
expandiendo
en
una
especie
de
vacío
legal.
No
estaban
prohibidas,
pero
tampoco
permitidas.
La
ley
que
hasta
entonces
regulaba
el
uso
del
espectro
radioeléctrico
en
Cuba
era
de
1992
y
ni
siquiera
contemplaba
la
existencia
de
las
redes
inalámbricas
conectadas
vía
WiFi. Y
cuando
las
redes
empezaron
a
crecer
en
Cuba,
ya
el
Estado
empezó
a
interferir
en
eso. Algunos
inspectores
del
gobierno
comenzaron
a
visitar
a
los
que
tuvieran
antenas
sospechosas
en
sus
techos,
como
Da
Vinci. Llegaban
y
te
ponían
una
multa.
Volvían
otra
multa,
una
tercera
multa… Hasta
que
un
día,
las
cosas
empeoraron.
A
se
me
tiró
la
policía
aquí.
Y
me
decomisaron
todo.
Las
dos
computadoras.
Todos
los
equipos
de
WiFi
que
yo
tenía
arriba.
Eran
como
cinco
o
seis…Y
hasta
los
cables.
En
total,
unos
dos
mil
dólares
perdidos.
La
red
RoG
quedó
desmantelada
y
Da
Vinci
tuvo
que
salir
a
la
calle
a
hacer
una
colecta
entre
sus
usuarios.
Con
ese
dinero
y
el
suyo
compró
en
el
mercado
negro
todos
los
equipos
necesarios
para
armar
de
nuevo
RoG.No
pasó
ni
una
semana
que
volvimos
a
armar
la
red
completa.Esto
era
algo
que
ocurría
bastante.
Era
como
si
por
cada
red
que
el
gobierno
desmantelaba…
aparecían
dos,
cuatro,
ocho
más.
Llegó
un
momento
en
el
que
el
gobierno
no
tuvo
otra
opción
más
que
dar
un
paso
atrás
y
observar
cómo
las
redes
crecían. Por
el
2014,
cientos
de
ellas
conectaban
localidades
por
toda
La
Habana.
Mientras
tanto,
el
contrabando
constante
a
Cuba
de
antenas
cada
vez
más
potentes
estaba
facilitando
la
conexión
ya
no
solo
entre
manzanas,
barrios
y
localidades,
sino
ahora
también
entre
municipios.
A
inicios
de
ese
año,
Da
Vinci
recibió
una
llamada
del
administrador
de
una
red
del
centro
de
La
Habana.
Le
dijo: “Vamos
a
unir
las
redes,
compadre.
Al
final,
mientras
más
personas
seamos,
más
nos
divertimos.”El
hombre
lo
invitó
a
unas
reuniones
que
los
administradores
de
distintas
redes
de
la
ciudad
hacían
en
un
parque.
Eran
especies
de
asambleas
que
empezaron
siendo
bastante
caóticas. Imagínese
usted,
una
reunión
en
un
parque
de
200,
300
personas.
Todo
mundo
dando
su
criterio. Dando
su
criterio
sobre
cómo
unir
las
redes
en
una
gran
red
metropolitana.
Era
difícil
que
se
pusieran
de
acuerdo
porque
cada
una
tenía
su
forma
de
organizarse
y
de
conectarse.
Era
como
si
hablaran
distintos
idiomas.
Y
desde
un
punto
de
vista
técnico,
esto
hacía
que
las
conexiones
no
fueran
tan
estables,
que
fueran
lentas
y
tuvieran
ruido,
interferencia.
Si
todas
esas
redes
locales
querían
convertirse
en
una
sola
red
metropolitana,
había
que
poner
orden
a
nivel
técnico
y
administrativo.
Después
de
varias
discusiones,
se
decidió
que
todas
las
redes
de
La
Habana
se
articularían
alrededor
de
9
redes
principales,
rebautizadas
como
pilares.
RoG,
la
red
que
Da
Vinci
construyó
en
su
casa,
sería
uno
de
esos
pilares.
Los
ocho
restantes
se
llamaban
GNTK,
Imperivm,
Playa,
Wifinet,
Cerro
Cerrado,
Habana.Net,
Comunidad
Sur
y
Habana
del
Este.
Los
pilares
serían
los
encargados
de
canalizar
el
tráfico
de
los
usuarios
de
una
red
a
otra.
Por
ejemplo,
un
usuario
que
viviera
en
el
oeste
de
La
Habana,
cerca
de
casa
de
Da
Vinci,
se
conectaría
al
pilar
RoG,
y
a
través
de
ese
pilar
podría
conectarse
de
manera
automática
al
resto
de
los
pilares
de
la
ciudad.
Era
un
sistema
ordenado
y
funcionaba. Automáticamente
la
red
coge
una
calidad
abismal
porque
ya
no
había
ruido.
Todo
estaba
organizado
en
las
frecuencias,
en
los
canales,
en
la
potencia. Ahora…
estas
eran
las
soluciones
técnicas.
Pero
para
arreglar
el
caos
de
las
asambleas,
se
decidió
que
a
ellas
acudirían
solamente
tres
representantes
de
cada
uno
de
los
9
pilares:
uno
como
organizador
general
y
dos
como
técnicos.
Da
Vinci
se
convirtió
en
el
organizador
general
de
RoG.
Es
decir,
representaba
al
grupo
de
redes
pequeñas
de
su
localidad,
y
a
sus
usuarios.Todos
ponían
su
granito
de
arena
para
que
esto
funcionara.Con
este
sistema
de
representación,
las
asambleas
se
volvieron
mucho
más
eficientes.
Tomar
decisiones
era
mucho
más
rápido,
por
consenso.
Y
una
de
las
más
importantes
fue
la
de
instaurar
un
aporte
de
un
dólar
mensual
por
usuario.
Este
dinero
se
usaría
para
mantener
la
infraestructura
de
la
red. Para
mejorarla
todos
los
días,
porque
ahora
entras
y
ocupas
un
espacio
de
ancho
de
banda
que
hay
que
seguir
mejorando
los
equipos
para
poder
aceptar
a
otras
personas.El
crecimiento
de
la
red
también
obligó
a
la
asamblea
a
crear
un
código
de
reglas
y
sanciones:
no
dañar
la
infraestructura
de
la
red,
no
hackear
servicios,
no
hacer
spam,
no
distribuir
pornografía,
no
vender
drogas
y
no
publicar
contenido
discriminatorio.
Pero
también
había
otro
tipo
de
reglas:
no
retransmitir
servicios
de
telecomunicaciones
del
Estado,
no
utilizar
la
red
para
fines
de
lucro
y
sobre
todo
no
hablar
de
política.
Porque
lo
que
menos
querían
los
organizadores
era
darle
algún
pretexto
al
gobierno
para
que
desmantelara
la
red. Nosotros
sabíamos…
por
experiencia
ya,
que
si
quitabas
el
tema
de
la
política,
ya
teníamos
50%
de
ventaja.
Ni
a
favor
ni
en
contra. En
un
país
tan
politizado
como
Cuba,
la
red
sería
para
todos,
ni
revolucionaria
ni
contrarrevolucionaria.
Neutral.
Y
justo
por
esto
también
se
decidió
que
ella
se
llamaría
SNet,
la
Street
Network,
la
red
de
la
calle.
Alrededor
del
2017,
la
SNet
tenía
cerca
de
20
mil
usuarios
en
toda
La
Habana.
Era
una
de
las
redes
sin
conexión
a
Internet
más
grandes
del
mundo.
Y
estos
son
algunos
de
sus
usuarios. Me
uní
a
la
SNet
sobre
el
2014.Finales
del
2015
o
principios
del
2016.Y
ya,
a
partir
de
ahí
me
quedé
enganchada…Uno
se
levantaba
y
ni
siquiera
habías
salido
del
cuarto
a
desayunar
y
lo
que
hacías
era
encender
la
computadora,
la
laptop,
y
SNet. La
SNet
era
un
universo
por
explorar.
Y
la
puerta
de
entrada
era
un
programa
llamado
TeamSpeak.
Que
era
un
programa
con
el
cual
podías
chatear
y
video
vocear. TeamSpeak
era
como
el
Whatsapp
o
el
teléfono
de
la
SNet,
y
por
eso
uno
de
los
servicios
más
populares.
Porque
con
él
mucha
gente
de
La
Habana
estaba
a
un
click
de
distancia.
Sin
necesidad
de
tener
línea
telefónica
o
conexión
a
internet
podías
hacer
algo
que
hasta
entonces
había
sido
muy
difícil
para
el
cubano
de
a
pie:
hablar
de
forma
ilimitada
y
económica
con
gente
de
casi
toda
la
ciudad. Ahí
conocí
miles
de
personas,
miles
miles
de
personas,
casi
todo
mi
círculo
de
amistades,
casi
todas
las
personas
que
conozco,
las
conocí
ahí.También
había
bibliotecas
digitales
con
millones
de
títulos,
copias
actualizadas
de
Wikipedia,
sitios
de
compraventa
de
artículos
de
segunda
mano
y
servicios
de
transferencia
de
archivos.Era
un
repositorio
donde
se
podían
descargar
totalmente
gratis
películas,
música,
juegos,
novelas,
librosTodos
pirata,
por
supuesto.
De
hecho,
muchos
juegos
y
servicios
eran
así.
Las
pocas
personas
que
tenían
acceso
a
internet
en
sus
oficinas
o
sus
universidades
bajaban
los
programas
y
luego
subían
las
copias
a
la
SNet,
porque
conseguir
los
originales
era
imposible.
Y
bueno,
también
había
foros.
Y
era
como
el
Facebook,
por
decirlo
de
alguna
manera.
podías
subir
fotos,
tenías
tu
perfil.
Había
hasta
programas
de
radio
que
se
transmitían
a
través
de
TeamSpeak.
El
programa
que
tanto
esperas,
Radio
Tico
Madruga,
en
su
horario
habitual
de
11
de
la
noche
hasta
bien
cerca
de
las
3
de
la
madrugada.
[Suena
verso
de
“Hasta
que
se
seque
el
Malecón”]Pero
la
red
también
tenía
un
lado
oscuro:
pornografía,
estafas,
extorsión
o
acoso
sexual,
que
en
la
red
llamaban
“tiburoneo”.
Y
además
de
esto,
para
algunos
usuarios
lo
malo
tenía
que
ver
con
una
de
las
propias
reglas
de
la
SNet:
A
ver,
lo
que
menos
me
gustaba…
creo
que
era
la
falta
de
libertad
de
expresión. No
poder
hablar
de
política.
Pero
para
usuarios
como
la
que
acabamos
de
escuchar,
ese
silencio
impuesto,
la
autocensura,
era
un
precio
que
valía
la
pena
pagar. Para
era
preferible
tener
esa
prohibición,
pero
mantener
lo
que
teníamos,
que
era
mucho
más
grande
que
eso. Porque
a
pesar
de
sus
imperfecciones,
la
SNet
se
había
convertido
en
el
internet
de
La
Habana.
Y
los
habaneros
eran
sus
dueños. O
sea,
uno
siente
un
enorme
sentimiento
de
pertenencia
a
ese
lugar. Él
es
Ernesto,
al
que
escuchamos
al
inicio
de
esta
historia…
cuando
hizo
todos
esos
malabares
para
conectarse
por
primera
vez
a
la
red.
Poco
después
de
unirse
en
agosto
de
2017,
Ernesto
formó
con
cuatro
amigos
un
equipo
para
competir
en
los
torneos
del
videojuego
DOTA
2
que
se
organizaban
en
la
SNet.
Entrenaban
todos
los
días,
conectados
desde
distintos
lugares
de
La
Habana.
Y
decidieron
llamarse
Team
Fortress. No
diría
que
éramos
un
tremendísimo
equipo.
Pero
éramos…
Éramos
buenos.A
inicios
de
noviembre
de
2017,
Team
Fortress
se
estaba
preparando
para
un
torneo
organizado
por
la
Agrupación
de
Deportes
Electrónicos
de
Cuba.
El
sábado
11
de
noviembre,
Ernesto
acordó
con
el
equipo
que
al
día
siguiente
entrenarían
temprano.Yo
me
acuesto
a
dormir,
me
despierto…Se
conectó
a
la
SNet,
abrió
el
juego
de
DOTA
2
y
apareció
un
mensaje: Y
veo
que
me
dice
que
no
tiene
conexión. Decía
“Error
de
conexión”
en
la
pantalla
de
inicio
del
juego.
Al
principio
Ernesto
no
se
asombró.
Había
veces
que
los
enlaces
de
algunos
pilares
de
la
red
y
a
sus
servicios
se
iban
por
apagones
o
tormentas.
Pero
el
resto
de
la
SNet
seguía
funcionando.
Para
eso
había
sido
diseñada.Pero
luego
pasan
las
horas
y
veo
que
el
servicio
sigue
caído
y
decido
entrar
a
algún
foro
a
chequear
a
ver
si
alguien
había
escrito
algo
al
respecto,
porque
usualmente
cuando
se
caía
un
servicio
por
mucho
rato
las
personas
empezaban
a
escribir,
a
preguntar
que
¿qué
está
pasando,
qué
pasó,
qué
sucede?
Y
efectivamente
veo
un
comunicado
tremendo
de
parte
de
la
administración
diciendo
que
la
red
se
había
separado.Una
pausa
y
volvemos.
:
Estamos
de
vuelta
en
Radio
Ambulante,
soy
Daniel
Alarcón.
Antes
de
la
pausa
nos
conectamos
a
la
SNet,
una
red
que
creció
por
toda
La
Habana
hasta
conectar
a
miles
de
personas.
La
SNet
era
una
red
independiente,
una
de
las
más
grandes
del
mundo.
No
estaba
conectada
al
internet,
no
respondía
ni
a
empresas
de
telecomunicaciones
ni
al
gobierno
cubano.
Pero
en
noviembre
de
2017,
sus
miles
de
usuarios
amanecieron
con
una
noticia
inesperada:
la
red
se
había
separado.
Y
a
partir
de
ese
momento,
las
cosas
sólo
empeorarían.
Nuestro
productor
Pablo
Argüelles
nos
sigue
contando. Los
9
pilares
que
sostenían
a
la
SNet
se
habían
separado
en
dos
facciones.
Los
enlaces
entre
los
dos
bandos
se
habían
cortado,
los
usuarios
que
vivían
en
un
lado
de
la
red
ya
no
se
podían
conectar
a
los
pilares
del
otro
lado.
Foros,
chats
y
juegos
quedaron
vacíos.
Familias,
parejas
y
amigos
ya
no
podían
comunicarse…
Era
como
si
se
hubiera
levantado
un
muro
invisible
en
La
Habana
de
la
noche
a
la
mañana.
Pero
lo
cierto
es
que
desde
hacía
meses
la
red
y
sus
organizadores
se
habían
ido
dividiendo.Mira…
El
tema
de
la
separación
fue
simple.
Tiene
400
matices
y
8000
historias
para
hacer
cuatro
telenovelas.
Pero
es
simple. Él
es
Jade,
uno
de
los
arquitectos
de
la
SNet
y
jefe
técnico
del
pilar
RoG. SNet
requería
de
una
economía
colaborativa.Recordemos:
para
funcionar,
la
red
había
empezado
a
cobrar
un
dólar
al
mes
a
los
usuarios.
Era
un
ingreso
fundamental
para
mantener
y
mejorar
toda
la
infraestructura. Si
no
quieres
ayudar,
pues
simplemente
no
formas
parte
de
ella.
Totalmente
voluntario. En
teoría,
toda
la
estructura
organizativa
y
administrativa
de
la
red
era
así:
voluntaria,
colaborativa
y
sin
ánimo
de
lucro.
Lo
social
era
más
importante
que
lo
económico,
y
justo
por
eso
era
común
decir
que
la
SNet
le
pertenecía
a
sus
usuarios.
Pero
a
medida
que
más
y
más
personas
se
unían,
la
teoría
empezó
a
chocar
con
la
realidad.
Este
es
Da
Vinci
de
nuevo…Todo
se
volvió
una
hipocresía,
todo
se
volvió
un
descontrol.
Y
empezaron
los
problemas,
las
discusiones,
la
ambición
de
tener
más
usuarios
para
ganar
más
dinero.Uno
de
los
mayores
problemas
que
empezó
a
tener
la
red
es
que
no
había
transparencia
y
orden
en
sus
finanzas.
La
recaudación
del
aporte
de
un
dólar
estaba
en
manos
de
los
administradores
locales;
o
sea,
de
las
personas
encargadas
de
conectar
y
desconectar
a
los
usuarios.
Y
esto
era
un
problema.
Esos
administradores
tenían
demasiado
poder
sobre
la
gente
que
se
quería
conectar
y,
según
Jade…
El
usuario
promedio
de
SNet
empezó
ya
a
no
verse
como
usuario
sino
como
cliente. Y
hay
una
gran
diferencia
entre
usuario
y
cliente.
El
usuario…
usa,
muchas
veces
gratis.
Pero
al
cliente
siempre
se
le
cobra
por
un
servicio. Los
administradores
empezaron
a
generar
servicios
extra,
cobrados. Vendían
contenido
multimedia
y
también
desarrollaban
servicios
privados.Y
para
tener
acceso
a
ese
servidor
mensualmente
tendrías
que
aportar
otra
cantidad
de
dinero.Y
entre
esos
servicios,
había
uno
nuevo
que
por
entonces
comenzaba
a
expandirse
en
Cuba:
ni
más
ni
menos
que
el
Internet
como
lo
conocemos.
En
2015,
el
gobierno
cubano
comenzó
a
habilitar
hotspots
de
WiFi
en
distintos
parques
y
plazas
del
país,
incluyendo
La
Habana.
Se
les
conocía
como
los
Parques
WiFi.
Era
la
primera
vez
que
las
puertas
del
internet
—Google,
Facebook,
Twitter—
se
abrían
a
los
cubanos
de
a
pie.
Pero
esas
puertas
todavía
eran
demasiado
pequeñas.
El
área
de
cobertura
de
los
Parques
WiFi
era
muy
limitada.
Y
como
tanta
gente
trataba
de
conectarse
la
velocidad
no
era
buena.
Aparte
de
que
no
era
gratis:
necesitabas
comprar
una
tarjetita
rascable
que
por
una
hora
de
internet
costaba
2
dólares,
o
sea
casi
la
décima
parte
del
salario
promedio
mensual
en
La
Habana.
Fue
ahí
que
algunos
administradores
locales
de
la
SNet
vieron
una
oportunidad
de
negocio.
Apuntaban
sus
antenas
hacia
los
parques
WiFi
para
conectarse
y
cobrar
por
ese
servicio
dentro
de
la
SNet.
Era
una
movida
atrevida
porque
lo
que
estaban
haciendo
era
robarle
internet
al
monopolio
de
telecomunicaciones
del
estado
cubano.
Según
Jade
y
Da
Vinci,
esta
clase
de
abusos
se
estaban
cometiendo
en
varios
pilares
de
la
SNet.
Y
ellos
no
querían
tener
nada
que
ver
con
eso.
Pero
esta
es
solo
una
parte
de
la
historia. A
ver,
déjame
explicarte
así
por
arriba:
¿Qué
es
lo
que
pasa?Él
es
Juan,
fue
organizador
general
del
pilar
Cerro,
uno
de
los
bandos
opuestos
al
de
RoG.
Él
me
confirmó
que
en
la
red
se
estaban
haciendo
negocios
de
forma
generalizada.
Todo
el
mundo
lo
hacía. Y
Juan,
así
como
Jade
y
Da
Vinci,
estaba
preocupado
por
esto.
Los
intereses
económicos
estaban
pudriendo
a
la
SNet
y
poniéndola
en
la
mira
del
gobierno
cubano.
Pero
para
Juan,
el
negocio
más
peligroso
y
atrevido
dentro
de
la
SNet
no
era
el
que
hacían
los
administradores
locales,
sino
el
que
querían
crear
Jade
y
Da
Vinci.
Todos
ellos
trajeron
una
propuesta
de
un
juego
que
ellos
estaban
jugando,
que
era
el
WoW.El
WoW,
World
of
Warcraft,
uno
de
los
juegos
más
populares
y
adictivos
del
mundo.
Dentro
de
la
SNet
llegó
a
tener
más
de
mil
usuarios
conectados
a
la
vez.
En
cierto
sentido,
el
WoW
era
la
muestra
de
los
logros
de
la
SNet,
pero
también
de
sus
contradicciones.
Porque
conforme
la
red
crecía,
los
usuarios
exigían
más
velocidad,
más
servicios,
más
juegos.
Y
todo
esto
le
costaba
mucho
dinero
a
los
pilares
encargados
de
desarrollar
esos
servicios.
Y
para
los
organizadores
del
pilar
RoG,
se
hizo
evidente
que
el
aporte
de
$1
ya
no
era
suficiente.
Si
quería
seguir
creciendo,
la
SNet
necesitaría
nuevas
formas
de
financiamiento.
Este
es
Da
Vinci: Y
se
nos
ocurrió
la
idea
de
implementar
una
tienda
para
el
World
Of
Warcraft.La
tienda
era
para
que
los
usuarios
más
fanáticos
pudieran
comprar
accesorios
para
sus
avatares:
monturas
para
sus
dragones,
cascos,
armaduras,
ese
tipo
de
cosas.
Todo
el
dinero
se
usaría
para
mejorar
la
infraestructura
de
la
red
y,
según
sus
creadores,
no
habría
lucro
de
por
medio.
Así
que
en
agosto
de
2017,
Da
Vinci
y
Jade
presentaron
la
idea
de
la
tienda
a
la
asamblea
de
la
SNet.
Y
varios
de
los
organizadores
generales
se
opusieron,
entre
ellos
Juan: No
estábamos
de
acuerdo
con
que
ese
momento
se
hicieran
ese
tipo
de
negocios
en
la
red,
porque
no
queríamos
que
la
policía
nos
fuera
arriba.Según
ellos,
abrir
una
tienda,
fuera
cual
fuera
su
propósito,
pondría
a
la
red
en
riesgo
de
ser
acusada
de
enriquecimiento
ilícito
por
el
gobierno.
Simplemente
era
demasiado
peligroso.
Después
de
más
de
dos
horas
de
discusiones,
la
idea
de
la
tienda
se
llevó
a
votación.
Hubo
un
empate:
4
contra
4,
y
una
abstención.
Da
Vinci
no
estaba
contento. Esos
cinco
pilares
me
iban
a
denegar
nada
más
que
por
llevarme
la
contraria.
Nada
más
que
por
envidia. A
esas
alturas,
las
discusiones
y
las
acusaciones
entre
organizadores
se
habían
vuelto
demasiado
personales.
Da
Vinci
no
te
va
a
decir
que
lo
que
tenía
era
un
negocio
que
era
para
él
hacerse
rico.
Y
Jade
tampoco.Había
tensiones
demasiado
complicadas
para
explicarlas
aquí,
resentimientos
que
venían
de
años
de
trabajar
en
un
proyecto
comunitario
como
la
SNet.
Lo
cierto
es
que,
en
noviembre
de
2017,
tres
meses
después
de
la
votación
en
contra
de
la
tienda,
llegó
la
gota
que
derramó
el
vaso.
Un
pilar
acusó
a
otro
pilar
de
robarle
usuarios.
El
resto
de
los
pilares
entraron
en
la
disputa.
Se
formaron
dos
bandos:
los
4
pilares
que
habían
estado
a
favor
de
la
tienda,
y
los
4
que
habían
estado
en
contra,
más
el
pilar
que
se
abstuvo.
O
sea,
4
contra
5.
Se
pusieron
ultimatums.
Pero
la
imposibilidad
de
encontrar
una
solución
llevó
a
que
la
noche
del
viernes
11
de
noviembre
Jade
tomara
la
decisión
más
drástica
de
todas. Simplemente,
si
se
iba
a
romper,
yo
prefería,
yooo,
ser
parte
del
que
rompiera
el
billete.
A
no
que
se
pudriera
a
solo
por
las
cosas
de
otra
persona.
No,
no,
no,
no. Jade
desenchufó
los
equipos
que
conectaban
a
su
bando,
el
de
los
4
pilares,
con
el
otro
bando,
el
de
los
5. Decidimos
quedarnos
conectados
entre
nosotros
nada
más
y
desconectarnos
de
todas
esas
personas
que
claramente
no
estaban
con
los
mismos
objetivos
que
nosotros,
¡Pup!
Se
separó
la
red,
listo,
se
acabó.
Da
Vinci
se
sintió
decepcionado…
no
por
nada
había
dedicado
a
la
red
unos
10
años
de
su
vida.
Pero
después
de
todas
las
tensiones,
quizás
era
lo
que
tocaba. Cuando
algo
viene
funcionando
mal
durante
un
tiempo,
llega
un
momento
que
lo
que
sientes
es
alivio
porque
que
se
acaba
de
romper.Muchas
las
personas
con
las
que
hablé
concuerdan
en
que
la
SNet
se
separó
por
culpa
del
dinero.
Los
dos
bandos
que
quedaron
eran
como
una
familia
dividida.
Una
familia
que
conserva
el
mismo
apellido:
SNet.
Y
los
usuarios,
los
supuestos
dueños
de
la
red,
eran
los
que
menos
sabían
lo
que
estaba
pasando.
Entre
ellos
Ernesto
de
Armas,
que
la
mañana
del
12
de
noviembre
del
2017
se
levantó
para
entrenar
con
sus
amigos
y
se
encontró
con
la
red
dividida.A
todo
el
mundo
lo
tomó
por
sorpresa.
Nadie
se
imaginaba
eso.
Y
además,
a
todos
nos
pareció
una
idea
horripilante,
era
algo
horrible
lo
que
habían
hecho.
:Los
usuarios
organizaron
reuniones
en
los
foros
de
las
redes
para
protestar.
Se
crearon
hashtags
que
decían
“La
red
es
una
sola”,
“una
sola
SNet”.
Y
en
uno
de
esos
foros
Ernesto
lanzó
una
advertencia:
Y
hablé
sobre
el
peligro
que
representaba
para
la
supervivencia
de
SNet
el
hecho
que
estuviera
separada,
que
me
pareció
una
tremendísima
locura
y
una
metedura
de
pata. Es
que
con
la
separación
no
sólo
quedaron
incomunicadas
comunidades
enteras,
sino
que
volvieron
el
ruido,
las
señales
lentas
y
las
interferencias
entre
pilares.
También
muchos
usuarios
decidieron
desconectarse.
Y
además
la
SNet
era
más
vulnerable
que
nunca
a
una
intervención
por
parte
del
gobierno.
A
finales
de
mayo
de
2019,
un
año
y
medio
después
de
la
separación,
una
noticia
comenzó
a
circular
por
los
medios
cubanos.
Cualquier
ciudadano
con
residencia
permanente
en
Cuba
podrá,
a
partir
del
próximo
29
de
julio,
optar
por
una
licencia
para
la
ubicación
de
antenas
exteriores…Después
de
décadas
de
inacción,
el
gobierno
decidió
actualizar
las
leyes
de
1992
que
regían
el
uso
del
espectro
radioeléctrico
en
el
país.
Con
las
nuevas
resoluciones,
todas
las
redes
inalámbricas
que
funcionaran
en
exteriores,
o
sea,
en
la
calle,
tendrían
que
regularizarse
ante
el
Ministerio
de
Comunicaciones.
Y
en
teoría
esto
era
una
buena
noticia
para
la
SNet:
se
resolvía
el
vacío
legal
en
el
que
se
encontraba
desde
su
nacimiento.
Pero
cuando
le
pregunté
a
Da
Vinci
sobre
estos
cambios
en
la
ley,
me
dijo:Chico,
muy
personalmente…
un
desastre. Porque
ahora
el
gobierno
impondría
un
límite
a
la
potencia
de
las
antenas
WiFi
con
las
que
las
redes
inalámbricas
funcionaban. La
potencia
que
ellos
te
autorizaron
a
usar
da
para
conectarte
200
metros
a
la
redonda. Por
si
fuera
poco
se
prohibía
tender
cables
a
través
de
la
calle.
En
resumen,
ya
no
podrían
conectarse
redes
inalámbricas
de
un
barrio
a
otro,
de
una
localidad
a
otra,
y
mucho
menos
a
nivel
metropolitano.
Las
resoluciones
eran
un
ataque
frontal
a
la
SNet
y
entrarían
en
vigor
el
29
de
julio.
O
sea,
dos
meses
después.
Con
el
reloj
en
su
contra,
los
organizadores
de
los
distintos
bandos
de
la
SNet
comenzaron
a
reunirse
con
funcionarios
del
Ministerio
de
Comunicaciones.
Querían
proponer
alternativas
a
las
resoluciones.
Este
es
Jade,
de
nuevo.El
Ministerio
podía
de
alguna
forma
hacer
una
excepción
con
nosotros
para
seguir
existiendo,
tal
y
como
existíamos,
y
mejorar. Pero
había
otro
problema:
ya
divididos,
los
organizadores
de
los
dos
bandos
de
la
SNet
se
reunieron
con
el
gobierno
por
su
cuenta,
sin
formar
un
frente
común.
Y
eso
afectaba
su
poder
de
persuasión.
Eso
a
me
queda
clarísimo.
Si
nosotros
hubiéramos
podido
ir
al
Ministerio
en
el
momento
que
salieron
las
resoluciones
como
SNet,
como
un
solo
grupo,
como
una
sola
voz,
hubiese
sido
totalmente
diferente.
De
eso
estoy
seguro.Los
administradores
publicaron
en
los
foros
de
los
dos
bandos
de
la
SNet
informes
de
sus
encuentros
con
el
Ministerio
de
Comunicaciones.
Parecía
que
el
gobierno
los
escuchaba.
Pero
para
usuarios
como
Ernesto
esto
no
era
señal
de
nada. A
mí,
desde
un
primer
momento,
me
pareció
que
eso
era
infructífero,
me
pareció
que
no
se
puede
dialogar
con
el
gobierno
cubano,
no
puedes
sentarte
a
la
mesa
y
establecer
condiciones
porque
el
gobierno
cubano
tiene
todo
el
poder.Al
acercarse
el
día
de
la
entrada
en
vigor
de
las
resoluciones,
en
algunos
foros
de
la
red
algunos
usuarios
llamaron
a
adoptar
una
postura
más
confrontativa.
Se
decía
que
sentados
en
el
sofá
de
sus
casas
no
se
iba
a
lograr
nada.
Había
que
protestar.
Pero
no
todos
estaban
de
acuerdo.
Entre
ellos,
Jade
y
Da
Vinci. Los
administradores
de
este
lado,
todo
el
tiempo
exhortamos
a
la
gente
que
no
hicieran
eso. Para
ellos
y
para
el
bando
de
los
4
había
que
evitar
asumir
una
postura
política
porque
sólo
así
podrían
negociar
con
el
gobierno
hasta
el
último
minuto.
Protestar,
en
cambio,
significaría
cruzar
la
línea
entre
ser
neutrales
y
ser
opositores
del
gobierno.
El
lunes
29
de
julio
entraron
en
vigor
las
resoluciones.
A
partir
de
ese
día,
todos
los
dueños
de
redes
inalámbricas
exteriores
tenían
dos
meses
para
registrar
sus
equipos
con
el
gobierno.
La
mañana
del
viernes
9
de
agosto,
en
un
último
intento
por
llegar
a
un
acuerdo,
un
grupo
de
administradores
del
bando
de
los
5
se
reunió
con
el
subdirector
del
Ministerio
de
Comunicaciones.
Él
les
dijo
que
no
se
darían
ni
concesiones
ni
prórrogas.
Las
redes
inalámbricas
que
no
cumplieran
con
las
nuevas
regulaciones
deberían
desmantelarse
antes
de
los
siguientes
dos
meses.
Esa
noche,
Ernesto
leyó
un
comunicado
de
la
administración
del
pilar
del
Cerro,
del
bando
de
los
5. Lo
que
decía
era
que
había
llegado
un
momento
de
la
negociación
en
el
que
el
gobierno
ya
no
cedía.Y
se
hacía
un
llamado
a
los
usuarios
de
la
red
para
que
a
la
mañana
siguiente
hicieran
un
“acto
de
presencia”
frente
al
Ministerio
de
Comunicaciones
para
expresar
su
inconformidad
ante
las
resoluciones.
Así
que
al
día
siguiente,
Ernesto
no
fue
a
trabajar
y
se
fue
a
la
zona
de
edificios
gubernamentales,
a
unos
pasos
de
la
Plaza
de
la
Revolución. Yo
estaba
súper
nervioso. Sabía
que
ese
“acto
de
presencia”
era
en
realidad
una
protesta.
Y
protestar
en
Cuba…Es
peligroso,
es
muy
peligroso,
es
una
cosa
que
normalmente
no
está
en
la
mente
de
nadie.Pero
para
él
la
SNet
lo
valía. Estaba
harto
de
que
el
gobierno
cubano
y
el
Estado
hicieran
lo
que
les
diera
la
gana
todo
el
tiempo. Cuando
llegó
al
parque
frente
al
Ministerio
de
Comunicaciones,
ya
había
unas
cuantas
personas
ahí.
No
eran
muchas,
no
más
de
100.
Miró
a
su
alrededor. Y
me
di
cuenta
de
que
estaba
todo
el
parque
donde
estábamos
estaba
completamente
rodeado
por
efectivos
policiales.
Habían
patrullas
de
policía
alrededor
de
todas
las
calles. Y
nadie
sabía
muy
bien
qué
hacer.
Ni
siquiera
tenían
pancartas
o
gritaban
consignas.
Solo
estaban
ahí,
parados.
En
ese
momento
a
Ernesto
se
le
ocurrió
contactar
a
través
de
Twitter
al
medio
cubano
independiente
14ymedio. Comenzaron
a
informar
rápidamente
lo
que
estaba
sucediendo,
que
habían
personas
en
el
parque
frente
al
Ministerio
de
Comunicaciones
que
estaban
protestando. Pero
la
cobertura
de
la
prensa
comenzó
a
poner
a
algunos
muy
nerviosos. Porque
en
Cuba
solicitar
presencia
a
la
prensa
es
un
pecado.
Eso
es
algo
que
el
Gobierno
no
perdona.La
gente
tenía
miedo.
Un
grupo
de
administradores
entró
al
Ministerio
de
Comunicaciones.
Dos
funcionarios
los
recibieron.
Ellos
también
se
veían
asustados.
Le
pidieron
a
los
organizadores
que
por
favor
ya
no
estuvieran
afuera,
que
disuadieran
a
otras
personas
de
seguir
llegando
al
parque.
Los
administradores
salieron
del
edificio
y
alrededor
de
las
11
de
la
mañana,
anunciaron
que
la
protesta
había
terminado.
Ernesto
se
fue
a
casa
de
un
amigo
y
lo
primero
que
hizo
fue
entrar
a
la
red.
Ingresó
a
TeamSpeak,
contactó
a
los
organizadores
generales
de
su
pilar,
los
que
habían
convocado
la
protesta…Y
básicamente
lo
que
hice
fue
intentar
convencerlos
de
que
era
necesario
plantar
cara,
o
sea,
que
era
necesario
volver
a
ir
a
protestar
el
sábado
que
viene.Porque
llevaban
meses
tratando
de
negociar
con
el
gobierno,
porque
ya
la
hora
del
diálogo
había
pasado…Y
su
respuesta
fue
“lo
vamos
a
tener
en
consideración.” Los
días
siguientes,
Ernesto
intentó
movilizar
a
usuarios
de
la
SNet
por
su
cuenta.
Creó
grupos
en
Whatsapp
y
después
en
Telegram
para
organizar
una
nueva
protesta
ese
sábado.
Y
luego,
una
noche
de
esa
semana,
recibió
una
visita. Y
yo
estaba
en
mi
habitación
con
mi
teléfono.
Estaba
jugando.
Y
mi
mamá
entra
y
me
dice:
“Oye,
hay
unas
personas
que
quieren
verte.”
Y
yo
“¿unas
personas
de
qué?”
Mi
mamá
me
dice:
“No
sé,
pero
a
me
parece
que
son
segurosos.”Segurosos,
agentes
de
la
Seguridad
del
Estado,
de
los
órganos
de
inteligencia
del
gobierno.
Ernesto
le
dijo
a
su
mamá
que
no
abriera.
Pero
su
abuelo
también
estaba
en
la
casa.
Y
él
era
partidario
del
gobierno.
Le
rogó
a
Ernesto
que
colaborara.A
me
dio
mucho
miedo,
él
estaba
pálido,
estaba
temblando,
la
voz
estaba
como
temblorosa.Ernesto
cedió.
Los
hombres
entraron. Ellos
me
pidieron
que
por
favor
que
me
fuera
con
ellos,
que
querían
conversar
conmigo,
que
no
iba
a
pasar
nada,
que
solamente
querían
tener
una
charla
conmigo.Así
que
salió
a
la
calle.
De
la
nada
apareció
un
coche
de
la
policía,
lo
subieron,
lo
llevaron
a
una
estación
de
policía
cercana
y
lo
metieron
en
una
habitación
vacía.
Lo
dejaron
ahí,
solo,
durante
unos
30
minutos.
Luego,
entraron
dos
hombres.
Le
dijeron
que
sabían
que
había
protestado
y
que
tenía
que
comprometerse
a
no
participar
en
ninguna
otra
manifestación. Y
me
pidieron
firmar
un
documento
que
no
firmé.
Y
una
de
las
personas
que
estaba
ahí,
de
los
dos
hombres
que
estaba
ahí
alzó
la
mano
sobre
su
cabeza
y
me
dijo
algo
así
como:
“¡Muchacho,
te
voy
a
reventar
la
cara
si
no
firmas
eso!”Ernesto
no
cedió.
El
hombre
tampoco
le
pegó.
Pero
la
sensación
de
violencia
se
quedó
en
el
aire.
Entraron
dos
personas
más
al
cuarto,
un
hombre
y
una
mujer.
Ahora
eran
cuatro
contra
uno. Desde
ese
momento,
la
situación
dentro
de
la
habitación
se
volvió
aún
más
tensa.
Me
empezaron
a
hacer
un
montón
de
preguntas
personales
sobre
mis
amigos…
¿Quiénes
eran?Los
agentes
le
dijeron
a
Ernesto
que
sabían
que
estaba
planeando
un
atentado
terrorista
en
la
Plaza
de
la
Revolución.
Obviamente
es
una
tremenda
estupidez
y
es
una
mentira
total. Ernesto
se
mantuvo
en
silencio.
Y
luego,
después
de
un
rato… Me
dijeron:
“Mira,
te
puedes
ir”.
Salí
de
la
habitación
donde
estaba.
Recuerdo
que
las
piernas
me
temblaban,
las
manos
me
temblaban.
Sentía
que
tenía
un
nudo
en
la
garganta.
Y
salgo
de
la
estación
policial.
Camino
unos
metros,
bajo
las
escaleras
y
justo
cuando
termino
de
bajar
las
escaleras,
sale
uno
de
ellos
y
me
dice
“oye,
ven,
ven,
ven,
ven
de
nuevo.” Ernesto
volvió
al
cuarto.
Lo
siguieron
interrogando
y
luego
lo
dejaron
salir.
Y
al
salir,
le
dijeron
que
regresara.
Así
pasó
unas
dos
o
tres
veces
más.
Un
juego
cruel.
Hasta
que
uno
de
los
hombres
le
dijo: “Mira,
yo
te
recomiendo
que
pienses
bien
en
tu
familia,
si
quieres
a
tu
familia,
yo
que
tú,
dejo
esto
porque
tu
hermana
está
estudiando
en
la
universidad
y
sería
una
lástima
que
ella
tuviera
que
abandonar
su
carrera
y
sería
una
lástima
que
tus
familiares
perdieran
sus
trabajos.
¿Cómo
vas
a
decirles
a
ellos
que
eso
es
por
culpa
tuya?”
Y
ahí
empecé
a
tener
más
miedo. Eventualmente
lo
dejaron
salir,
esta
vez
de
verdad.
Mientras
caminaba
a
casa,
pensaba
en
qué
iba
a
hacer,
cómo
podía
proteger
a
su
familia,
y
si
debía
o
no
protestar
a
favor
de
la
SNet
el
siguiente
sábado.
Cuando
llegó
a
casa,
su
abuelo
le
preguntó
qué
había
pasado,
pero
Ernesto
no
pudo
contestar.
Se
fue
a
su
habitación,
se
quedó
dormido
y
la
mañana
siguiente
su
abuelo
se
sentó
con
él
y
le
dijo:“Tú
eres
mi
nieto,
yo
te
quiero
muchísimo,
pero
si
sigues
haciendo
lo
que
estás
haciendo,
no
puedes
ser
más
mi
nieto.
Y
aquí
no
puedes
vivir
más.” Mientras
le
decía
esto
su
abuelo
lloraba.
La
abuela
también.
Ernesto
nunca
los
había
visto
así
y
no
supo
qué
decirles.
Pero
tampoco
cambió
de
opinión:
quería
ir
a
protestar
el
sábado.
Faltaban
unos
tres
días
cuando
empezó
a
recibir
varias
llamadas
de
números
desconocidos.
Era
la
Seguridad
del
Estado.
Su
madre,
su
novia
y
sus
amigos
también
recibieron
llamadas
en
las
que
los
agentes
les
decían
esto:
que
se
alejaran
de
Ernesto,
o
que
lo
detuvieran,
porque
estaba
siendo
manipulado
por
grupos
contrarrevolucionarios
que
buscaban
derrocar
el
gobierno
cubano.
El
jueves,
un
par
de
días
antes
de
la
protesta,
dos
agentes
volvieron
a
llamarlo.Y
me
dijeron
que
si
yo
ponía
un
pie
fuera
de
mi
casa
el
sábado
me
iban
a
meter
preso.
Ya
está… El
miedo
ya
fue
demasiado.
Hice
un
comunicado
por
Twitter
en
el
que
decía
que
me
retiraba
de
las
protestas,
que
no
iba
a
ir
al
otro
día. Sus
amigos
y
su
familia
lo
entendieron.
Y
otros
usuarios
de
la
red
también.
En
realidad
muchos
ya
esperaban
lo
que
iba
a
suceder:
el
sábado,
la
policía
acordonó
las
calles
alrededor
del
parque
frente
al
Ministerio
de
Comunicaciones.
Varios
periodistas
y
activistas
reportaron
presiones
de
la
policía
y
la
Seguridad
del
Estado
para
que
no
salieran
de
sus
casas.
Como
pasó
con
Ernesto.
Y
así,
la
segunda
protesta
a
favor
de
la
SNet
nunca
se
llevó
a
cabo.Y
nada,
o
sea…
no
sucedió
nada
al
final…
Al
final
no
sucedió
nada…El
gobierno
cubano
terminó
dándole
a
la
SNet
una
última
alternativa:
o
se
desmantelaba
por
completo
y
desaparecía,
o
se
anexaba
a
los
centros
de
informática
del
Ministerio
de
Comunicaciones:
los
Joven
Club
de
Computación
y
Electrónica.
De
manera
unilateral,
sin
consultar
con
otros
pilares,
los
organizadores
generales
del
pilar
del
Cerro
acordaron
la
anexión.Se
acabó
todo
lo
que
significaba
SNet,
toda
la
comunidad
que
significaba
SNet,
donde
si
había
un
nodo
que
tenía
un
problema,
la
gente
ponía
plata,
compraban
el
equipo,
se
arreglaba…Con
la
anexión
a
los
Joven
Club,
la
SNet
se
unió
a
la
red
del
gobierno
y
así,
en
teoría,
dio
el
salto
de
La
Habana
a
otras
provincias
del
país.
Esto
es
algo
que
muchos
de
sus
creadores
siempre
habían
soñado.
Pero
los
servicios
de
la
red
se
volvieron
más
lentos
y
las
quejas
de
los
usuarios
tardaban
meses
en
ser
resueltas.
En
otras
palabras,
la
SNet
pasó
de
ser
una
red
comunitaria
a
ser
una
red
burocrática.
Para
Jade…Cuando
pones
una
institución
por
encima
a
controlar
y
a
decidir
de
algo
que
es
de
una
comunidad,
pues
ya
mataste
la
iniciativa,
murió.
Murió. Y
en
cuanto
a
Da
Vinci,
para
ese
momento
él
ya
estaba
muy
cansado
de
la
red.
Le
había
dedicado
años
de
su
tiempo,
de
su
trabajo,
de
su
salud
mental
y
de
su
dinero.
Para
él
la
anexión
a
los
Joven
Club
no
cambiaba
mucho
las
cosas.
La
SNet
ya
había
dado
todo
lo
que
tenía
que
dar. Ya
habíamos
cumplido
el
objetivo
para
lo
que
fue
creado
SNet:
para
sustituir
la
internet
que
no
la
había.Y
es
que
cuando
se
empezó
a
formar
la
SNet
alrededor
del
2011,
solo
2
de
cada
10
cubanos
tenían
acceso
a
internet.
Pero
en
2019,
después
de
toda
esta
historia,
ya
eran
7
de
cada
10.
Y
la
conexión
era
todavía
bastante
cara
y
lenta.
El
gobierno
cubano
censuraba
sitios
de
medios
independientes
y
también,
cuando
quería,
bloqueaba
el
acceso
a
redes
sociales,
algo
que
sigue
haciendo
hoy.
Pero
al
haber
Youtube,
Twitter,
Instagram,
Whatsapp…
la
SNet
ya
no
era
necesaria.
Y
esto
fue
algo
que
muchos
usuarios
me
dijeron.
En
cuanto
tuvieron
un
acceso
lo
suficientemente
decente
a
Internet,
dejaron
de
verle
el
chiste
a
la
SNet
y
simplemente
se
desconectaron
de
ella…
No
sin
un
poco
de
nostalgia.
Porque
esos
mismos
usuarios
me
dijeron
algo
más:
el
internet
al
que
estamos
conectados
hoy
nunca
podrá
ser
lo
que
fue
la
red
de
la
calle. Si
yo
tuviera
que
definir
la
SNet
en
una
palabra
sería
unidad. Sería
vínculo.Sin
pensarlo,
familia. Bueno,
yo
diría
que
comunidad.Comunicación.Creo
que
sería
novedad. Amistad.Experiencia.Futurista.Posibilidad.Una
locura.Fue
lindo,
fue
fuerte. Y
quizá
el
que
no
lo
vivió
no
lo
puede
entender. Como
muchos
de
nosotros…
los
que
no
sabemos
lo
que
es
hacer
maromas
para
enchufar
un
cable
entre
edificios,
o
lo
que
es
comprar
una
computadora
en
el
mercado
negro
y
luego
construir
una
antena
WiFi
con
una
lata
de
refresco.
Todo
para
conectarse
a
una
red
independiente
y
pionera,
construida
por
iniciativa
de
los
propios
cubanos,
con
invención,
solidaridad
y
el
deseo
constante
por
comunicar
a
más
y
más
y
más
personas. Da
Vinci
sigue
pintando
carros
y
todavía
tiene
la
torre
en
el
techo
de
su
casa.
Algunos
de
sus
clientes
aún
lo
reconocen
como
el
Da
Vinci
de
la
SNet.
Jade
vive
en
Matanzas
y
es
trabajador
autónomo.
Después
de
su
encuentro
con
la
Seguridad
del
Estado,
Ernesto
decidió
que
haría
todo
lo
posible
por
salir
de
Cuba.
Hoy
vive
en
el
sur
de
Chile.
Como
mencioné
al
principio
de
este
episodio,
este
es
el
último
de
nuestra
temporada
12.
Desde
ya
estamos
trabajando
en
las
historias
de
nuestra
próxima
temporada,
que
estrenaremos
en
septiembre.
Pero
no
nos
iremos
del
todo…
quizás
en
el
medio
haya
alguna
sorpresa,
así
que
te
recomiendo
estar
pendiente.
También
estaremos
compartiendo
en
nuestras
redes
materiales
exclusivos
de
los
episodios,
además
de
anuncios
y
novedades,
así
que
búscanos
como
radioambulante
todo
junto
en
Instagram,
Twitter,
Facebook
y
TikTok.
Si
no
te
has
suscrito
a
nuestro
boletín,
¡hazlo!
Y
si
quieres
ponerte
en
contacto
con
nuestro
equipo
para
comentarnos
algo
o
sugerirnos
una
historia,
escríbenos
a
[email protected].
Por
último,
si
lo
que
hacemos
te
emociona,
divierte,
informa
y
amplía
tu
mundo,
compártelo
con
tu
familia
y
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Radio
Ambulante
queremos
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acercar
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Muchas
gracias
y,
ahora
sí,
aquí
van
los
créditos…
Pablo
Argüelles
es
productor
de
Radio
Ambulante.
Vive
en
Ciudad
de
México.
Esta
historia
fue
editada
por
Camila
Segura
y
Lisette
Arévalo.
Bruno
Scelza
hizo
el
fact
checking.
El
diseño
de
sonido
es
de
Andrés
Azpiri
y
Rémy
Lozano
con
música
original
de
Rémy.
Muchas
gracias
a
Javier
Roque,
María
Lucía
Expósito,
Ted
Henken
y
Larry
Press
por
su
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Y
a
todas
las
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que
nos
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sus
historias
de
la
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El
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de
Radio
Ambulante
incluye
a
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Trujillo,
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Vargas.
Carolina
Guerrero
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la
CEO.
Radio
Ambulante
es
un
podcast
de
Radio
Ambulante
Estudios,
se
produce
y
se
mezcla
en
el
programa
de
Hindenburg
PRO.
Radio
Ambulante
cuenta
las
historias
de
América
Latina.
Soy
Daniel
Alarcón.
Gracias
por
escuchar.
Check out more Radio Ambulante

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: Hola, Ambulante. En las últimas tres semanas, durante nuestra campaña de recaudación de fondos, más de 500 personas nos donaron y no podríamos estar más agradecidos por el apoyo y los mensajes de aprecio que hemos recibido de parte de nuestra comunidad. Hemos llegado al último episodio de esta temporada de Radio Ambulante, pero recuerda que regresamos en septiembre, usaremos este receso para investigar y producir más historias para ti. Las historias que escucharás en nuestra temporada 13. Y claro, con mis colegas de El hilo seguiremos cada semana explicándote a profundidad las noticias más importantes de América Latina. Por eso, antes de terminar, quisiera recordarte que el reto de financiar el periodismo que hacemos sigue vigente y que siempre puedes apoyarnos con una donación para ayudarnos a garantizar la sostenibilidad de ambos podcasts. En RadioAmbulante.org/donar puedes unirte a nuestro programa de membresías y contribuir con lo que te sea posible. Toda ayuda, sin importar el monto, es infinitamente importante para nosotros. Recuerda: radioambulante.org/donar. ¡Mil gracias! Esto es Radio Ambulante desde NPR. Soy Daniel Alarcón. Ok, es bastante probable que para escuchar este episodio estés usando los datos móviles de tu celular, o que tu computadora esté conectada a una red de WiFi en algún lugar del mundo. Y lo más probable es que no te preguntes mucho cómo funciona toda esa tecnología que permite que hoy nos estés escuchando. Mientras haya buena señal, todo bien, ¿no? Lo que quiero decir es que para muchos de nosotros, estar conectados se ha vuelto algo tan cotidiano que a veces es difícil imaginar un mundo… desconectado. Pues bien, la historia de hoy nos lleva a Cuba. Allí, durante los últimos 30 años, acceder a muchas de las tecnologías que hoy nos permiten comunicarnos ha sido mucho más difícil que en otros países de América Latina. Hay varias razones que explican esto: la crisis económica que afectó a Cuba después de la caída de la Unión Soviética en 1991; el embargo estadounidense que durante años impidió la importación de aparatos electrónicos a la isla; y también las restricciones del régimen cubano a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Así, a partir de los años 90, mientras el resto del mundo se iba conectando cada vez más, los cubanos se fueron quedando atrás.Básicamente era un mundo a-tecnológico, un mundo analógico.Él es Ernesto de Armas. Nació en 1995 en La Habana. O sea, es un cubano millennial. Y cuando dice que la Cuba de su infancia era un mundo a-tecnológico, no está exagerando. Entre el 2002 y el 2008, comprar una computadora para uso personal era ilegal. O sea, era, era impensable ver un computador en una… en una tienda. Solo las empresas con permiso del gobierno y los extranjeros podían tenerlas. Si eras un cubano común y corriente, tenías que encontrarlas en otros lados, como en el mercado negro, o a través de algún conocido extranjero Y eso fue lo que le pasó a Ernesto. Por ahí en el 2003, cuando tenía como 8 años, unos amigos españoles de la familia le enseñaron una computadora por primera vez. Y hubo algo en particular que llamó su atención: los videojuegos. Había uno de ellos que recuerdo que le gustaba jugar… Y no se me olvida, tenía un juego… : You win! Give me your treasure! … Que todavía me gusta mucho que se llamaba Monkey Island. Y yo recuerdo que me pasaba horas a veces viéndolo jugar. Ernesto estaba tan maravillado con los videojuegos, que los españoles le regalaron esa computadora. Y así pasó los siguientes años… explorando los mundos de fantasía medieval de Warcraft III y los barrios de Grand Theft Auto. La mayoría de los juegos eran copias piratas que otros amigos le daban, porque, en Cuba, acceder a los originales era casi imposible. Además por entonces sólo había Internet en oficinas gubernamentales y en algunos centros de trabajo y de educación. O sea, ni hablar de tener señal en casa.Para mí era impensable en aquellos años que dos personas a kilómetros de distancia pudieran establecer una conexión entre ellos y jugar juntos.Por eso se sorprendió tanto cuando un día, ya en la preparatoria, alrededor del 2012, un amigo le habló sobre la red. Y yo me quedé “¿cómo que en la red?”. Dice “sí, en la red, en la red de La Habana, la red de la calle.” Y yo no sabía de qué me estaba hablando.La red de la calle. Una red en la que, sin necesidad de internet, Ernesto podía conectarse con su computadora para jugar con gente de toda La Habana. ]: Y yo me quedé loco, o sea, me quedé frío. Dije “esto qué es, ¿viste? ¿Qué hay que hacer para… para entrar acá?”Pero unirse a la red no era sencillo. El equipo necesario era caro y difícil de encontrar. Además había que tener conocimientos en tecnología que, a los 17 años, Ernesto no tenía. Tienes que saber cómo funcionan las redes, qué es una puerta de enlace, qué es una máscara de subred, qué es una dirección DNS, tienes que saber que es una IP, una IP física, cómo funcionan los repetidores, cómo funcionan los switches, cómo se hacen conexiones de cableado ethernet, el tipo de cable que necesitas…O sea… como si te hablaran en otro idioma. Por si fuera poco, Ernesto no conocía a ningún administrador de la red, a nadie que le pudiera dar acceso desde su barrio. Por más que quisiera no podía conectarse… Pasaron unos cinco años. Ernesto encontró trabajo en una agencia de viajes francesa, pudo ahorrar suficiente dinero y también se mudó a una zona de La Habana donde conoció a un administrador local de la red. Él le dio todas las instrucciones para conectarse. Era agosto del 2017 y Ernesto se puso manos a la obra. Primero… Necesitaba un cable de red de 100 metros, no era cualquier cable de red. :Por suerte ahí estaba el mercado negro cubano. Y creo que me costó como 60 dólares o algo por el estilo. O sea, no fue barato. Ernesto debía conectar el cable desde su computadora hasta un switch, o sea un puerto de conexión a la red que estaba en el apartamento del administrador local, en un edificio vecino. Así que con ayuda de un amigo, Ernesto comenzó a extender esos 100 metros de cable. Recuerdo que tuvimos que pasar el cable desde mi habitación por encima de la pared. Tuvimos que abrir un hueco, perforar un hueco en la pared, pasarlo hacia la cocina. Por la cocina lo sacamos por una ventana hasta la azotea. Lo subimos por toda la azotea, lo pasamos a la vecina de al lado que recuerdo que tuvimos que bajar a hablar con ella, explicarle qué estábamos haciendo, ella se asustó, “¿Un cable en mi casa? ¿Pero esto qué cosa es?”. Nosotros le dijimos “No, mire señora es que nos queremos conectar a la red.” “¿Pero qué es la red?” Entonces imagínese usted una señora de 70 años explicarle qué era la red era imposible. Pero la señora confió en ellos. Así que pasaron el cable por la azotea y de ahí, con ayuda de un palo largo, tuvieron que tirar el cable por encima de un tendido eléctrico hasta la ventana de la casa del amigo, que vivía en la esquina contraria. : Y entonces ese amigo, una vez que le pusimos el cable en su casa, igual tuvo que perforar una parte de su ventana con un taladro, pasarle el cable por ahí, llevarlo hasta la sala, tirarlo por un hueco que tenía en el edificio como un conducto de ventilación en el edificio donde él vivía. Por ahí tiramos el cable y lo bajamos hasta la casa del que era el administrador local…El administrador insertó el cable en el switch.Y ahí fue cuando tuvimos conexión a SNet. La SNet. La Street Network, la red de la calle. Una telaraña de computadoras, cables y antenas que, desde inicios de los años 2000, fue creciendo por toda La Habana y que para el 2017 llegó a conectar a por lo menos 20 mil personas en la ciudad. Lo que Ernesto encontró ahí fue mucho más que una sala de videojuegos. En una época en la que muy pocas personas en Cuba tenían acceso a internet, la SNet se convirtió en una alternativa para miles de cubanos que buscaban nuevas formas de informarse y comunicarse.Yo creo que SNet fue no solo necesario, sino que además fue una revolución, una pequeña revolución dentro del pensamiento de una generación completa de cubanos. La SNet era una de las pocas cosas que le pertenecía a los cubanos. Era autónoma, orgullosa y, en sus mejores épocas, muy unida. O al menos eso parecía. Una pausa y volvemos. Hola, ambulantes. Queremos pedirles su ayuda. Si tienen alguna historia que crean que se podría contar en Radio Ambulante… escríbannos. Estamos buscando historias divertidas, extrañas, conmovedoras… Historias que nos sorprendan. No tienen que ser periodistas para proponernos una historia. Quizá sea una historia familiar, algo personal, una serie de eventos insólitos que pudieron presenciar, que años después les siguen marcando. Toda idea es bienvenida, y nos ayuda a conocer mejor a nuestra región. Nos interesa mucho escuchar de nuestros oyentes en lugares como Paraguay, Nicaragua y Bolivia. Países que nos gustaría cubrir más. Si tienen una idea que nos quieran contar, pueden enviarnos un correo a [email protected]. Repito: [email protected]Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Nuestro productor Pablo Argüelles nos trae la historia. Ernesto se conectó a la SNet en 2017, cuando la red estaba en su apogeo, y más adelante volveremos a escucharlo. Pero la red no nació de la noche a la mañana. Así que retrocedamos en el tiempo para conocer a uno de sus fundadores. Me llamo Ángel Esteban Díaz Díaz. Tengo 51 años. Ángel alcanzó la mayoría de edad en los noventa, una época que no fue nada fácil en Cuba. A finales de 1991 la Unión Soviética cayó y la isla se quedó sin su principal aliado económico.Fue un período dificilísimo. El país sin petróleo, apagones programados. Le decían jocosamente que eran alumbrones programados porque te daban corriente cuatro o seis horas al día, nada más.Había racionamientos de agua, de gas y la comida escaseaba. A los 20 años, Ángel tuvo que abandonar los estudios para ayudar a su madre soltera y a sus tres hermanos menores. Hizo de todo. Cultivar maíz, criar cerditos y hasta meterse al mar de noche para pescar con arpón en cuevas submarinas. Y además, Ángel pintaba coches en su casa. Era tan bueno que uno de sus clientes habituales le puso un apodo que sería importante años después.Y él me decía Da Vinci.Da Vinci, como Leonardo da Vinci. Por los trabajos lindos que le hacía, ¿no? En la moto. Diferentes colores… en fin. Con los años a Ángel le empezó a ir mejor. Además de tener su taller de pintura, en 1994 consiguió trabajo en la empresa estatal de transporte turístico. Allí pintaba autobuses, o como dicen en Cuba, guaguas. Y fue ahí donde Ángel tuvo su primer contacto con un objeto que hasta entonces solo había visto en películas y fotografías: una computadora de escritorio. Fue un encuentro extraño. Ángel había criado cerditos, pescado barracudas con arpón y pintado guaguas inmensas… Pero sentarme y tocar un mouse en la mano, eso nunca lo había hecho yo. Así que al principio, se sentía un poco torpe con esa máquina tan sensible. Se le olvidaba para qué funcionaban tantos botones. Pero el encuentro cuajó. En los horarios de almuerzo me sentaba a jugar la bolita que hay en la computadora, cositas, jueguitos de esos que normalmente viene con el Windows. Le gustó tanto que decidió que quería una computadora solo para él. Pero ya sabemos que, en Cuba, eso no era nada fácil. Así que pasaron unos diez años hasta que, finalmente, por ahí del 2006, logró conseguir la suya. Era un Pentium 4 con monitor… aquí se le dice culón. Culón. O sea de esas computadoras antiguas que tenían unos monitores grandotes… nada delgados como los de hoy. Ángel la compró de segunda mano a un amigo. Y por lo que he escuchado esto era bastante común en Cuba. Las computadoras eran en su mayoría de segunda mano, compradas a extranjeros, robadas a turistas o metidas al país de contrabando, desarmadas. Y por eso muchas había que construirlas. Encontrabas el microprocesador, la memoria y el disco duro por aquí; y el chasis, el monitor, el mouse y el teclado por allá… Y las piezas no eran baratas. Si una cosa te costaba 100 dólares en Estados Unidos o en México, aquí te lo duplicaban el precio. Era algo bastante lujoso tener una computadora. En total, Ángel gastó unos 300 dólares en su primera computadora. Casi una millonada considerando que, para ese momento, el salario mínimo mensual eran unos 9 dólares. De eso sí me acuerdo porque reunir 300 dólares americanos aquí en Cuba, en ese momento, era… complicadísimo.Pero no le importó. Tenía ahorros de sus dos trabajos y esto era una inversión. Usaría la computadora como una herramienta en su taller de pintura, y también para entretenerse. De hecho, poco después, un amigo del barrio le dio por USB la copia de un videojuego llamado FarCry. Y bueno, Ángel quedó enganchado…Te hipnotizas que pierdes la esencia del tiempo. Lo pierdes todo. Fanatismo total. Las computadoras y los videojuegos le dieron a Ángel una nueva realidad, muy distinta de la que encontraba afuera, en la calle. Y este descubrimiento no fue sólo para él. Desde inicios de la década de los 2000, muchísimas otras personas en toda La Habana comenzaban a entrar en contacto con las computadoras y los videojuegos. Y más allá de los retos de la prohibición, la escasez y el contrabando, todos esos gamers primerizos se encontraban con un problema crítico: después de horas, días y semanas jugando, se volvía aburridísimo ganarle una y otra vez a la computadora.Contra la PC es mucho más fácil, aunque pongas en la dificultad máxima. Siempre es más fácil que jugar contra otra persona que piensa igual que tú.Y si hay algo que he aprendido produciendo esta historia es que los gamers son muy competitivos. Siempre están buscando nuevos contrincantes. No extraña entonces que, dos o tres meses después de comprar su computadora, Ángel recibiera una propuesta de un vecino. Ángel, tienes un patio cementado ¿Por qué no traemos amigos y nos ponemos a jugar?El plan era una fiesta de videojuegos: que cada quien trajera su computadora y se conectaran con cables para crear algo así como una mini-red local y jugar en tiempo real. Su amigo le siguió explicando… “Y ya por ahí podemos jugar la opción multiplayer. Y ahí es todo más difícil porque eres tú contra mí, no tú contra la PC”. Estas fiestas se llaman en todo el mundo LAN Parties. LAN es el acrónimo de Local Area Network, o sea una red de área local, independiente, sin necesidad de conexión a internet. Y según muchos me dijeron son divertidísimas. Imagínese usted horas y horas tirándonos tiros. Cuatro o cinco personas nada más.Pero organizar una LAN Party en Cuba hace veinte años era riesgoso. Reunirse en un solo lugar para jugar implicaba transportar por toda la ciudad esas computadoras mastodónticas. Y esto era un problema porque recordemos que entre el 2002 y el 2008 sólo los extranjeros y las empresas con permiso del gobierno podían tener computadoras para uso privado. Entonces ir por la calle con una computadora grandota … era muy común que te la decomisara la policía. Entonces uno para transportar la computadora tenía que pedirle a un amigo que tuviese un carro pa’ que con mucho cuidado esconderla dentro del carro y aquello parecía que estabas traficando droga.Estaba claro que las LAN Parties no eran la forma más conveniente para conectarse y jugar. Pero, en ese momento parecía ser la única opción… Hasta que a algún gamer en La Habana se le ocurrió la siguiente idea: “Ok. Está prohibido tener computadoras. Pero… no hay ninguna ley que nos impida tender cables. ¿Por qué no creamos entonces una red LAN mucho más grande, tendiendo cables ya no solo en el patio de la casa, sino en la cuadra entera, y así nos ahorramos la molestia de que la policía nos decomise las computadoras?” Así que, alrededor del 2005 o 2006 guiados por ese impulso competitivo de encontrar más y más contrincantes, los gamers de La Habana comenzaron a tirar cables en distintos barrios de la ciudad. Una tendedera que tiras de una casa a la otra, de una casa a la otra, de una casa a la otra. Y así hacen manzanas enteras. Cientos de usuarios conectados por cable. Y no había obstáculo que los gamers no superaran: avenidas anchas, tendidos eléctricos de alta tensión, vecinos escépticos… La conexión era un juego en sí mismo. Pero había un reto insuperable: conectarse por cable era viable dentro de un radio de aproximadamente 100 metros. Con cables más largos se perdía demasiada velocidad de conexión. Es decir, ir más allá de la manzana era imposible. Y para Ángel este fue el principal problema. Él vivía en las afueras de la ciudad, al oeste de La Habana, a unos metros del mar. Y allí las distancias entre las casas pueden ser muy grandes. Conectarse con sus vecinos por cable sencillamente no era una opción. Hasta que a principios de 2007, el mismo amigo que le había sugerido hacer los LAN Party en el patio de su casa le marcó por teléfono y le dijo:“Oye, estoy creando una red inalámbrica.” Ángel no entendió nada.“¿Pero cómo es eso?” ¿Una red inalámbrica? “Sí Ángel, son unos equipitos WiFi…”Su amigo le explicó que unos aparatos llamados equipos WiFi hacían lo inimaginable: podían conectar a las computadoras entre ellas sin usar cables. Ahora… una aclaración: sé que muchos cuando escuchamos WiFi pensamos en Internet automáticamente. Pero en este caso no estaban usando estos aparatos para conectarse a Internet. El amigo quería conectarse desde su barrio con una red local a unos cinco kilómetros de distancia. Pero eso era demasiado lejos. Necesitaban un lugar intermedio que sirviera como enlace entre los equipos WiFi. Un lugar bien ubicado, sin obstrucciones geográficas como montes, árboles o edificios. Y la casa de Ángel, a apenas cinco metros del mar, era ese punto. Su amigo le dijo:La idea es que tú que estás en el medio, poner un mástil en tu techo y poner equipo para que tú sirvas de puente y así ya te conectas.Esta era la oportunidad que Ángel estaba esperando. Así que tomó unos cuantos tubos de metal y los soldó hasta tener un mástil. ¡Larguísimo que veía pa’rriba que tenía casi 15 metros! ¡Una cosa que temblaba allá arriba! Con ayuda de su amigo, Ángel puso en la punta de ese mástil el aparato WiFi. Era una cajita blanca que comenzaron a mover milímetro a milímetro, a la derecha, a la derecha, más a la izquierda, a la izquierda, arriba, arriba, más abajo, abajo, arriba, arriba… Mientras, abajo en la casa, una persona que estaba frente a la computadora veía si se alcanzaba a captar la señal de las dos redes. ¡Oye, sí, se ve, se ve! ¡Quizás no con la mejor señal, pero se ve!Lo que se veía eran los nombres de las redes. Después, para comenzar a comunicarse con esas redes, instalaron un programa de mensajería. Y entonces cuando él me instala eso me dice “¿Qué nombre vas a tener?” Yo me llamo Ángel. Me dice “No, no, no, en las redes se usa un sobrenombre.” Y Ángel ya tenía uno.Desde el primer día, desde el primer minuto, yo siempre me llamé Da Vinci. Y desde ese día, Ángel, –bueno, Da Vinci– y su familia se unieron a las dos redes vecinas. La señal era un poco lenta…Pero ya estábamos conectados. Imagínese usted ver conectado WiFi a una persona y conversar con él. Para aquello era una novedad increíble. Brincos yo daba. No es que Da Vinci estuviera conectado a toda La Habana. Y mucho menos al internet. Lo que podía era chatear y jugar con los usuarios de las dos redes vecinas. No eran más de 50 personas. Pero esto estaba pasando en otras partes de La Habana, se estaba corriendo la voz sobre estas redes inalámbricas que empezaban a conectar a distintos barrios entre sí. Cuando Da Vinci escaneaba el cielo desde su techo con la antena WiFi… Veías nombres de otras redes con una potencia, una señal muy bajita, muy bajita, muy bajita, que no permitía conectarte. Pero la veías. Existía.En su computadora veía los nombres de esas redes: El Vedado, Playa, La Lisa. Los nombres reflejaban las ubicaciones geográficas de las redes, y también sus identidades. Por ejemplo, a la red que Da Vinci ayudó a construir en el techo de su casa le pusieron RoG, el acrónimo de Republic of Gamers, la República de los Gamers. Y esas redes se iban organizando de acuerdo a sus propias necesidades. La escasez las había forzado desde el comienzo a trabajar con lo que tenían a la mano. Podría decirse que cada red era una suma de inventos maravillosos. Y quizás uno de los más extraordinarios eran las antenas con las que se conectaban por aquellos años. Les decían antenas criollas y estaban hechas a mano, con más entusiasmo que conocimiento y con toda clase de objetos metálicos: algunas hasta con latas de refresco, cilindros de papas fritas, ganchos de ropa o bandejas de cocina… Lo cual implicaba que no eran tan confiables y que también eran bastante vulnerables al clima y a las tormentas del Caribe. Pero para los creadores de las redes estas imperfecciones eran secundarias. Lo importante era siempre conectar a más y más y más personas.Al principio eran personas gamers, jugadores nada más. Era juego, juego y juego.Pero luego…Ya en la red empezaron a entrar todo tipo de personas. Alrededor del 2010, RoG tenía conectados a cerca de 700 usuarios del oeste de La Habana. Y ya no solamente jugaban Warcraft o Call of Duty, sino que también compartían archivos y hablaban a través de chats de voz. Por ese entonces Da Vinci había sustituido el mástil en el techo de su casa por una torre de unos treinta metros, mucho más estable, y en uno de sus cuartos tenía miles de dólares en equipos. Todo se pagaba con colectas entre los usuarios de la red y Da Vinci se había convertido en el líder de RoG. Ya todo se hacía contando conmigo. Yo era el que daba los mejores consejos, yo era el que mantenía una disciplina, un respeto.Todo esto era necesario no solamente para garantizar una buena convivencia dentro de la red, sino también para no llamar la atención del gobierno. Porque en realidad las redes se estaban expandiendo en una especie de vacío legal. No estaban prohibidas, pero tampoco permitidas. La ley que hasta entonces regulaba el uso del espectro radioeléctrico en Cuba era de 1992 y ni siquiera contemplaba la existencia de las redes inalámbricas conectadas vía WiFi. Y cuando las redes empezaron a crecer en Cuba, ya el Estado empezó a interferir en eso. Algunos inspectores del gobierno comenzaron a visitar a los que tuvieran antenas sospechosas en sus techos, como Da Vinci. Llegaban y te ponían una multa. Volvían otra multa, una tercera multa… Hasta que un día, las cosas empeoraron. A mí se me tiró la policía aquí. Y me decomisaron todo. Las dos computadoras. Todos los equipos de WiFi que yo tenía arriba. Eran como cinco o seis…Y hasta los cables. En total, unos dos mil dólares perdidos. La red RoG quedó desmantelada y Da Vinci tuvo que salir a la calle a hacer una colecta entre sus usuarios. Con ese dinero y el suyo compró en el mercado negro todos los equipos necesarios para armar de nuevo RoG.No pasó ni una semana que volvimos a armar la red completa.Esto era algo que ocurría bastante. Era como si por cada red que el gobierno desmantelaba… aparecían dos, cuatro, ocho más. Llegó un momento en el que el gobierno no tuvo otra opción más que dar un paso atrás y observar cómo las redes crecían. Por el 2014, cientos de ellas conectaban localidades por toda La Habana. Mientras tanto, el contrabando constante a Cuba de antenas cada vez más potentes estaba facilitando la conexión ya no solo entre manzanas, barrios y localidades, sino ahora también entre municipios. A inicios de ese año, Da Vinci recibió una llamada del administrador de una red del centro de La Habana. Le dijo: “Vamos a unir las redes, compadre. Al final, mientras más personas seamos, más nos divertimos.”El hombre lo invitó a unas reuniones que los administradores de distintas redes de la ciudad hacían en un parque. Eran especies de asambleas que empezaron siendo bastante caóticas. Imagínese usted, una reunión en un parque de 200, 300 personas. Todo mundo dando su criterio. Dando su criterio sobre cómo unir las redes en una gran red metropolitana. Era difícil que se pusieran de acuerdo porque cada una tenía su forma de organizarse y de conectarse. Era como si hablaran distintos idiomas. Y desde un punto de vista técnico, esto hacía que las conexiones no fueran tan estables, que fueran lentas y tuvieran ruido, interferencia. Si todas esas redes locales querían convertirse en una sola red metropolitana, había que poner orden a nivel técnico y administrativo. Después de varias discusiones, se decidió que todas las redes de La Habana se articularían alrededor de 9 redes principales, rebautizadas como pilares. RoG, la red que Da Vinci construyó en su casa, sería uno de esos pilares. Los ocho restantes se llamaban GNTK, Imperivm, Playa, Wifinet, Cerro Cerrado, Habana.Net, Comunidad Sur y Habana del Este. Los pilares serían los encargados de canalizar el tráfico de los usuarios de una red a otra. Por ejemplo, un usuario que viviera en el oeste de La Habana, cerca de casa de Da Vinci, se conectaría al pilar RoG, y a través de ese pilar podría conectarse de manera automática al resto de los pilares de la ciudad. Era un sistema ordenado y funcionaba. Automáticamente la red coge una calidad abismal porque ya no había ruido. Todo estaba organizado en las frecuencias, en los canales, en la potencia. Ahora… estas eran las soluciones técnicas. Pero para arreglar el caos de las asambleas, se decidió que a ellas acudirían solamente tres representantes de cada uno de los 9 pilares: uno como organizador general y dos como técnicos. Da Vinci se convirtió en el organizador general de RoG. Es decir, representaba al grupo de redes pequeñas de su localidad, y a sus usuarios.Todos ponían su granito de arena para que esto funcionara.Con este sistema de representación, las asambleas se volvieron mucho más eficientes. Tomar decisiones era mucho más rápido, por consenso. Y una de las más importantes fue la de instaurar un aporte de un dólar mensual por usuario. Este dinero se usaría para mantener la infraestructura de la red. Para mejorarla todos los días, porque ahora tú entras y ocupas un espacio de ancho de banda que hay que seguir mejorando los equipos para poder aceptar a otras personas.El crecimiento de la red también obligó a la asamblea a crear un código de reglas y sanciones: no dañar la infraestructura de la red, no hackear servicios, no hacer spam, no distribuir pornografía, no vender drogas y no publicar contenido discriminatorio. Pero también había otro tipo de reglas: no retransmitir servicios de telecomunicaciones del Estado, no utilizar la red para fines de lucro y sobre todo no hablar de política. Porque lo que menos querían los organizadores era darle algún pretexto al gobierno para que desmantelara la red. Nosotros sabíamos… por experiencia ya, que si quitabas el tema de la política, ya teníamos 50% de ventaja. Ni a favor ni en contra. En un país tan politizado como Cuba, la red sería para todos, ni revolucionaria ni contrarrevolucionaria. Neutral. Y justo por esto también se decidió que ella se llamaría SNet, la Street Network, la red de la calle. Alrededor del 2017, la SNet tenía cerca de 20 mil usuarios en toda La Habana. Era una de las redes sin conexión a Internet más grandes del mundo. Y estos son algunos de sus usuarios. Me uní a la SNet sobre el 2014.Finales del 2015 o principios del 2016.Y ya, a partir de ahí me quedé enganchada…Uno se levantaba y ni siquiera habías salido del cuarto a desayunar y lo que hacías era encender la computadora, la laptop, y SNet. La SNet era un universo por explorar. Y la puerta de entrada era un programa llamado TeamSpeak. Que era un programa con el cual tú podías chatear y video vocear. TeamSpeak era como el Whatsapp o el teléfono de la SNet, y por eso uno de los servicios más populares. Porque con él mucha gente de La Habana estaba a un click de distancia. Sin necesidad de tener línea telefónica o conexión a internet podías hacer algo que hasta entonces había sido muy difícil para el cubano de a pie: hablar de forma ilimitada y económica con gente de casi toda la ciudad. Ahí conocí miles de personas, miles miles de personas, casi todo mi círculo de amistades, casi todas las personas que conozco, las conocí ahí.También había bibliotecas digitales con millones de títulos, copias actualizadas de Wikipedia, sitios de compraventa de artículos de segunda mano y servicios de transferencia de archivos.Era un repositorio donde se podían descargar totalmente gratis películas, música, juegos, novelas, librosTodos pirata, por supuesto. De hecho, muchos juegos y servicios eran así. Las pocas personas que tenían acceso a internet en sus oficinas o sus universidades bajaban los programas y luego subían las copias a la SNet, porque conseguir los originales era imposible. Y bueno, también había foros. Y era como el Facebook, por decirlo de alguna manera. Tú podías subir fotos, tenías tu perfil. Había hasta programas de radio que se transmitían a través de TeamSpeak. El programa que tanto esperas, Radio Tico Madruga, en su horario habitual de 11 de la noche hasta bien cerca de las 3 de la madrugada. [Suena verso de “Hasta que se seque el Malecón”]Pero la red también tenía un lado oscuro: pornografía, estafas, extorsión o acoso sexual, que en la red llamaban “tiburoneo”. Y además de esto, para algunos usuarios lo malo tenía que ver con una de las propias reglas de la SNet: A ver, lo que menos me gustaba… creo que era la falta de libertad de expresión. No poder hablar de política. Pero para usuarios como la que acabamos de escuchar, ese silencio impuesto, la autocensura, era un precio que valía la pena pagar. Para mí era preferible tener esa prohibición, pero mantener lo que teníamos, que era mucho más grande que eso. Porque a pesar de sus imperfecciones, la SNet se había convertido en el internet de La Habana. Y los habaneros eran sus dueños. O sea, uno siente un enorme sentimiento de pertenencia a ese lugar. Él es Ernesto, al que escuchamos al inicio de esta historia… cuando hizo todos esos malabares para conectarse por primera vez a la red. Poco después de unirse en agosto de 2017, Ernesto formó con cuatro amigos un equipo para competir en los torneos del videojuego DOTA 2 que se organizaban en la SNet. Entrenaban todos los días, conectados desde distintos lugares de La Habana. Y decidieron llamarse Team Fortress. No diría que éramos un tremendísimo equipo. Pero éramos… Éramos buenos.A inicios de noviembre de 2017, Team Fortress se estaba preparando para un torneo organizado por la Agrupación de Deportes Electrónicos de Cuba. El sábado 11 de noviembre, Ernesto acordó con el equipo que al día siguiente entrenarían temprano.Yo me acuesto a dormir, me despierto…Se conectó a la SNet, abrió el juego de DOTA 2 y apareció un mensaje: Y veo que me dice que no tiene conexión. Decía “Error de conexión” en la pantalla de inicio del juego. Al principio Ernesto no se asombró. Había veces que los enlaces de algunos pilares de la red y a sus servicios se iban por apagones o tormentas. Pero el resto de la SNet seguía funcionando. Para eso había sido diseñada.Pero luego pasan las horas y veo que el servicio sigue caído y decido entrar a algún foro a chequear a ver si alguien había escrito algo al respecto, porque usualmente cuando se caía un servicio por mucho rato las personas empezaban a escribir, a preguntar que ¿qué está pasando, qué pasó, qué sucede? Y efectivamente veo un comunicado tremendo de parte de la administración diciendo que la red se había separado.Una pausa y volvemos. : Estamos de vuelta en Radio Ambulante, soy Daniel Alarcón. Antes de la pausa nos conectamos a la SNet, una red que creció por toda La Habana hasta conectar a miles de personas. La SNet era una red independiente, una de las más grandes del mundo. No estaba conectada al internet, no respondía ni a empresas de telecomunicaciones ni al gobierno cubano. Pero en noviembre de 2017, sus miles de usuarios amanecieron con una noticia inesperada: la red se había separado. Y a partir de ese momento, las cosas sólo empeorarían. Nuestro productor Pablo Argüelles nos sigue contando. Los 9 pilares que sostenían a la SNet se habían separado en dos facciones. Los enlaces entre los dos bandos se habían cortado, los usuarios que vivían en un lado de la red ya no se podían conectar a los pilares del otro lado. Foros, chats y juegos quedaron vacíos. Familias, parejas y amigos ya no podían comunicarse… Era como si se hubiera levantado un muro invisible en La Habana de la noche a la mañana. Pero lo cierto es que desde hacía meses la red y sus organizadores se habían ido dividiendo.Mira… El tema de la separación fue simple. Tiene 400 matices y 8000 historias para hacer cuatro telenovelas. Pero es simple. Él es Jade, uno de los arquitectos de la SNet y jefe técnico del pilar RoG. SNet requería de una economía colaborativa.Recordemos: para funcionar, la red había empezado a cobrar un dólar al mes a los usuarios. Era un ingreso fundamental para mantener y mejorar toda la infraestructura. Si tú no quieres ayudar, pues simplemente no formas parte de ella. Totalmente voluntario. En teoría, toda la estructura organizativa y administrativa de la red era así: voluntaria, colaborativa y sin ánimo de lucro. Lo social era más importante que lo económico, y justo por eso era común decir que la SNet le pertenecía a sus usuarios. Pero a medida que más y más personas se unían, la teoría empezó a chocar con la realidad. Este es Da Vinci de nuevo…Todo se volvió una hipocresía, todo se volvió un descontrol. Y empezaron los problemas, las discusiones, la ambición de tener más usuarios para ganar más dinero.Uno de los mayores problemas que empezó a tener la red es que no había transparencia y orden en sus finanzas. La recaudación del aporte de un dólar estaba en manos de los administradores locales; o sea, de las personas encargadas de conectar y desconectar a los usuarios. Y esto era un problema. Esos administradores tenían demasiado poder sobre la gente que se quería conectar y, según Jade… El usuario promedio de SNet empezó ya a no verse como usuario sino como cliente. Y hay una gran diferencia entre usuario y cliente. El usuario… usa, muchas veces gratis. Pero al cliente siempre se le cobra por un servicio. Los administradores empezaron a generar servicios extra, cobrados. Vendían contenido multimedia y también desarrollaban servicios privados.Y para tú tener acceso a ese servidor mensualmente tendrías que aportar otra cantidad de dinero.Y entre esos servicios, había uno nuevo que por entonces comenzaba a expandirse en Cuba: ni más ni menos que el Internet como lo conocemos. En 2015, el gobierno cubano comenzó a habilitar hotspots de WiFi en distintos parques y plazas del país, incluyendo La Habana. Se les conocía como los Parques WiFi. Era la primera vez que las puertas del internet —Google, Facebook, Twitter— se abrían a los cubanos de a pie. Pero esas puertas todavía eran demasiado pequeñas. El área de cobertura de los Parques WiFi era muy limitada. Y como tanta gente trataba de conectarse la velocidad no era buena. Aparte de que no era gratis: necesitabas comprar una tarjetita rascable que por una hora de internet costaba 2 dólares, o sea casi la décima parte del salario promedio mensual en La Habana. Fue ahí que algunos administradores locales de la SNet vieron una oportunidad de negocio. Apuntaban sus antenas hacia los parques WiFi para conectarse y cobrar por ese servicio dentro de la SNet. Era una movida atrevida porque lo que estaban haciendo era robarle internet al monopolio de telecomunicaciones del estado cubano. Según Jade y Da Vinci, esta clase de abusos se estaban cometiendo en varios pilares de la SNet. Y ellos no querían tener nada que ver con eso. Pero esta es solo una parte de la historia. A ver, déjame explicarte así por arriba: ¿Qué es lo que pasa?Él es Juan, fue organizador general del pilar Cerro, uno de los bandos opuestos al de RoG. Él me confirmó que en la red sí se estaban haciendo negocios de forma generalizada. Todo el mundo lo hacía. Y Juan, así como Jade y Da Vinci, estaba preocupado por esto. Los intereses económicos estaban pudriendo a la SNet y poniéndola en la mira del gobierno cubano. Pero para Juan, el negocio más peligroso y atrevido dentro de la SNet no era el que hacían los administradores locales, sino el que querían crear Jade y Da Vinci. Todos ellos trajeron una propuesta de un juego que ellos estaban jugando, que era el WoW.El WoW, World of Warcraft, uno de los juegos más populares y adictivos del mundo. Dentro de la SNet llegó a tener más de mil usuarios conectados a la vez. En cierto sentido, el WoW era la muestra de los logros de la SNet, pero también de sus contradicciones. Porque conforme la red crecía, los usuarios exigían más velocidad, más servicios, más juegos. Y todo esto le costaba mucho dinero a los pilares encargados de desarrollar esos servicios. Y para los organizadores del pilar RoG, se hizo evidente que el aporte de $1 ya no era suficiente. Si quería seguir creciendo, la SNet necesitaría nuevas formas de financiamiento. Este es Da Vinci: Y se nos ocurrió la idea de implementar una tienda para el World Of Warcraft.La tienda era para que los usuarios más fanáticos pudieran comprar accesorios para sus avatares: monturas para sus dragones, cascos, armaduras, ese tipo de cosas. Todo el dinero se usaría para mejorar la infraestructura de la red y, según sus creadores, no habría lucro de por medio. Así que en agosto de 2017, Da Vinci y Jade presentaron la idea de la tienda a la asamblea de la SNet. Y varios de los organizadores generales se opusieron, entre ellos Juan: No estábamos de acuerdo con que ese momento se hicieran ese tipo de negocios en la red, porque no queríamos que la policía nos fuera arriba.Según ellos, abrir una tienda, fuera cual fuera su propósito, pondría a la red en riesgo de ser acusada de enriquecimiento ilícito por el gobierno. Simplemente era demasiado peligroso. Después de más de dos horas de discusiones, la idea de la tienda se llevó a votación. Hubo un empate: 4 contra 4, y una abstención. Da Vinci no estaba contento. Esos cinco pilares me iban a denegar nada más que por llevarme la contraria. Nada más que por envidia. A esas alturas, las discusiones y las acusaciones entre organizadores se habían vuelto demasiado personales. Da Vinci no te va a decir que lo que tenía era un negocio que era para él hacerse rico. Y Jade tampoco.Había tensiones demasiado complicadas para explicarlas aquí, resentimientos que venían de años de trabajar en un proyecto comunitario como la SNet. Lo cierto es que, en noviembre de 2017, tres meses después de la votación en contra de la tienda, llegó la gota que derramó el vaso. Un pilar acusó a otro pilar de robarle usuarios. El resto de los pilares entraron en la disputa. Se formaron dos bandos: los 4 pilares que habían estado a favor de la tienda, y los 4 que habían estado en contra, más el pilar que se abstuvo. O sea, 4 contra 5. Se pusieron ultimatums. Pero la imposibilidad de encontrar una solución llevó a que la noche del viernes 11 de noviembre Jade tomara la decisión más drástica de todas. Simplemente, si se iba a romper, yo prefería, yooo, ser parte del que rompiera el billete. A no que se pudriera a sí solo por las cosas de otra persona. No, no, no, no. Jade desenchufó los equipos que conectaban a su bando, el de los 4 pilares, con el otro bando, el de los 5. Decidimos quedarnos conectados entre nosotros nada más y desconectarnos de todas esas personas que claramente no estaban con los mismos objetivos que nosotros, ¡Pup! Se separó la red, listo, se acabó. Da Vinci se sintió decepcionado… no por nada había dedicado a la red unos 10 años de su vida. Pero después de todas las tensiones, quizás era lo que tocaba. Cuando algo viene funcionando mal durante un tiempo, llega un momento que tú lo que sientes es alivio porque que se acaba de romper.Muchas las personas con las que hablé concuerdan en que la SNet se separó por culpa del dinero. Los dos bandos que quedaron eran como una familia dividida. Una familia que conserva el mismo apellido: SNet. Y los usuarios, los supuestos dueños de la red, eran los que menos sabían lo que estaba pasando. Entre ellos Ernesto de Armas, que la mañana del 12 de noviembre del 2017 se levantó para entrenar con sus amigos y se encontró con la red dividida.A todo el mundo lo tomó por sorpresa. Nadie se imaginaba eso. Y además, a todos nos pareció una idea horripilante, era algo horrible lo que habían hecho. :Los usuarios organizaron reuniones en los foros de las redes para protestar. Se crearon hashtags que decían “La red es una sola”, “una sola SNet”. Y en uno de esos foros Ernesto lanzó una advertencia: Y hablé sobre el peligro que representaba para la supervivencia de SNet el hecho que estuviera separada, que me pareció una tremendísima locura y una metedura de pata. Es que con la separación no sólo quedaron incomunicadas comunidades enteras, sino que volvieron el ruido, las señales lentas y las interferencias entre pilares. También muchos usuarios decidieron desconectarse. Y además la SNet era más vulnerable que nunca a una intervención por parte del gobierno. A finales de mayo de 2019, un año y medio después de la separación, una noticia comenzó a circular por los medios cubanos. Cualquier ciudadano con residencia permanente en Cuba podrá, a partir del próximo 29 de julio, optar por una licencia para la ubicación de antenas exteriores…Después de décadas de inacción, el gobierno decidió actualizar las leyes de 1992 que regían el uso del espectro radioeléctrico en el país. Con las nuevas resoluciones, todas las redes inalámbricas que funcionaran en exteriores, o sea, en la calle, tendrían que regularizarse ante el Ministerio de Comunicaciones. Y en teoría esto era una buena noticia para la SNet: se resolvía el vacío legal en el que se encontraba desde su nacimiento. Pero cuando le pregunté a Da Vinci sobre estos cambios en la ley, me dijo:Chico, muy personalmente… un desastre. Porque ahora el gobierno impondría un límite a la potencia de las antenas WiFi con las que las redes inalámbricas funcionaban. La potencia que ellos te autorizaron a usar da para conectarte 200 metros a la redonda. Por si fuera poco se prohibía tender cables a través de la calle. En resumen, ya no podrían conectarse redes inalámbricas de un barrio a otro, de una localidad a otra, y mucho menos a nivel metropolitano. Las resoluciones eran un ataque frontal a la SNet y entrarían en vigor el 29 de julio. O sea, dos meses después. Con el reloj en su contra, los organizadores de los distintos bandos de la SNet comenzaron a reunirse con funcionarios del Ministerio de Comunicaciones. Querían proponer alternativas a las resoluciones. Este es Jade, de nuevo.El Ministerio podía de alguna forma hacer una excepción con nosotros para seguir existiendo, tal y como existíamos, y mejorar. Pero había otro problema: ya divididos, los organizadores de los dos bandos de la SNet se reunieron con el gobierno por su cuenta, sin formar un frente común. Y eso afectaba su poder de persuasión. Eso a mí me queda clarísimo. Si nosotros hubiéramos podido ir al Ministerio en el momento que salieron las resoluciones como SNet, como un solo grupo, como una sola voz, hubiese sido totalmente diferente. De eso estoy seguro.Los administradores publicaron en los foros de los dos bandos de la SNet informes de sus encuentros con el Ministerio de Comunicaciones. Parecía que el gobierno los escuchaba. Pero para usuarios como Ernesto esto no era señal de nada. A mí, desde un primer momento, me pareció que eso era infructífero, me pareció que no se puede dialogar con el gobierno cubano, no puedes sentarte a la mesa y establecer condiciones porque el gobierno cubano tiene todo el poder.Al acercarse el día de la entrada en vigor de las resoluciones, en algunos foros de la red algunos usuarios llamaron a adoptar una postura más confrontativa. Se decía que sentados en el sofá de sus casas no se iba a lograr nada. Había que protestar. Pero no todos estaban de acuerdo. Entre ellos, Jade y Da Vinci. Los administradores de este lado, todo el tiempo exhortamos a la gente que no hicieran eso. Para ellos y para el bando de los 4 había que evitar asumir una postura política porque sólo así podrían negociar con el gobierno hasta el último minuto. Protestar, en cambio, significaría cruzar la línea entre ser neutrales y ser opositores del gobierno. El lunes 29 de julio entraron en vigor las resoluciones. A partir de ese día, todos los dueños de redes inalámbricas exteriores tenían dos meses para registrar sus equipos con el gobierno. La mañana del viernes 9 de agosto, en un último intento por llegar a un acuerdo, un grupo de administradores del bando de los 5 se reunió con el subdirector del Ministerio de Comunicaciones. Él les dijo que no se darían ni concesiones ni prórrogas. Las redes inalámbricas que no cumplieran con las nuevas regulaciones deberían desmantelarse antes de los siguientes dos meses. Esa noche, Ernesto leyó un comunicado de la administración del pilar del Cerro, del bando de los 5. Lo que decía era que había llegado un momento de la negociación en el que el gobierno ya no cedía.Y se hacía un llamado a los usuarios de la red para que a la mañana siguiente hicieran un “acto de presencia” frente al Ministerio de Comunicaciones para expresar su inconformidad ante las resoluciones. Así que al día siguiente, Ernesto no fue a trabajar y se fue a la zona de edificios gubernamentales, a unos pasos de la Plaza de la Revolución. Yo estaba súper nervioso. Sabía que ese “acto de presencia” era en realidad una protesta. Y protestar en Cuba…Es peligroso, es muy peligroso, es una cosa que normalmente no está en la mente de nadie.Pero para él la SNet lo valía. Estaba harto de que el gobierno cubano y el Estado hicieran lo que les diera la gana todo el tiempo. Cuando llegó al parque frente al Ministerio de Comunicaciones, ya había unas cuantas personas ahí. No eran muchas, no más de 100. Miró a su alrededor. Y me di cuenta de que estaba todo el parque donde estábamos estaba completamente rodeado por efectivos policiales. Habían patrullas de policía alrededor de todas las calles. Y nadie sabía muy bien qué hacer. Ni siquiera tenían pancartas o gritaban consignas. Solo estaban ahí, parados. En ese momento a Ernesto se le ocurrió contactar a través de Twitter al medio cubano independiente 14ymedio. Comenzaron a informar rápidamente lo que estaba sucediendo, que habían personas en el parque frente al Ministerio de Comunicaciones que estaban protestando. Pero la cobertura de la prensa comenzó a poner a algunos muy nerviosos. Porque en Cuba solicitar presencia a la prensa es un pecado. Eso es algo que el Gobierno no perdona.La gente tenía miedo. Un grupo de administradores entró al Ministerio de Comunicaciones. Dos funcionarios los recibieron. Ellos también se veían asustados. Le pidieron a los organizadores que por favor ya no estuvieran afuera, que disuadieran a otras personas de seguir llegando al parque. Los administradores salieron del edificio y alrededor de las 11 de la mañana, anunciaron que la protesta había terminado. Ernesto se fue a casa de un amigo y lo primero que hizo fue entrar a la red. Ingresó a TeamSpeak, contactó a los organizadores generales de su pilar, los que habían convocado la protesta…Y básicamente lo que hice fue intentar convencerlos de que era necesario plantar cara, o sea, que era necesario volver a ir a protestar el sábado que viene.Porque llevaban meses tratando de negociar con el gobierno, porque ya la hora del diálogo había pasado…Y su respuesta fue “lo vamos a tener en consideración.” Los días siguientes, Ernesto intentó movilizar a usuarios de la SNet por su cuenta. Creó grupos en Whatsapp y después en Telegram para organizar una nueva protesta ese sábado. Y luego, una noche de esa semana, recibió una visita. Y yo estaba en mi habitación con mi teléfono. Estaba jugando. Y mi mamá entra y me dice: “Oye, hay unas personas que quieren verte.” Y yo “¿unas personas de qué?” Mi mamá me dice: “No sé, pero a mí me parece que son segurosos.”Segurosos, agentes de la Seguridad del Estado, de los órganos de inteligencia del gobierno. Ernesto le dijo a su mamá que no abriera. Pero su abuelo también estaba en la casa. Y él era partidario del gobierno. Le rogó a Ernesto que colaborara.A mí me dio mucho miedo, él estaba pálido, estaba temblando, la voz estaba como temblorosa.Ernesto cedió. Los hombres entraron. Ellos me pidieron que por favor que me fuera con ellos, que querían conversar conmigo, que no iba a pasar nada, que solamente querían tener una charla conmigo.Así que salió a la calle. De la nada apareció un coche de la policía, lo subieron, lo llevaron a una estación de policía cercana y lo metieron en una habitación vacía. Lo dejaron ahí, solo, durante unos 30 minutos. Luego, entraron dos hombres. Le dijeron que sabían que había protestado y que tenía que comprometerse a no participar en ninguna otra manifestación. Y me pidieron firmar un documento que no firmé. Y una de las personas que estaba ahí, de los dos hombres que estaba ahí alzó la mano sobre su cabeza y me dijo algo así como: “¡Muchacho, te voy a reventar la cara si no firmas eso!”Ernesto no cedió. El hombre tampoco le pegó. Pero la sensación de violencia se quedó en el aire. Entraron dos personas más al cuarto, un hombre y una mujer. Ahora eran cuatro contra uno. Desde ese momento, la situación dentro de la habitación se volvió aún más tensa. Me empezaron a hacer un montón de preguntas personales sobre mis amigos… ¿Quiénes eran?Los agentes le dijeron a Ernesto que sabían que estaba planeando un atentado terrorista en la Plaza de la Revolución. Obviamente es una tremenda estupidez y es una mentira total. Ernesto se mantuvo en silencio. Y luego, después de un rato… Me dijeron: “Mira, te puedes ir”. Salí de la habitación donde estaba. Recuerdo que las piernas me temblaban, las manos me temblaban. Sentía que tenía un nudo en la garganta. Y salgo de la estación policial. Camino unos metros, bajo las escaleras y justo cuando termino de bajar las escaleras, sale uno de ellos y me dice “oye, ven, ven, ven, ven de nuevo.” Ernesto volvió al cuarto. Lo siguieron interrogando y luego lo dejaron salir. Y al salir, le dijeron que regresara. Así pasó unas dos o tres veces más. Un juego cruel. Hasta que uno de los hombres le dijo: “Mira, yo te recomiendo que tú pienses bien en tu familia, si tú quieres a tu familia, yo que tú, dejo esto porque tu hermana está estudiando en la universidad y sería una lástima que ella tuviera que abandonar su carrera y sería una lástima que tus familiares perdieran sus trabajos. ¿Cómo tú vas a decirles a ellos que eso es por culpa tuya?” Y ahí empecé a tener más miedo. Eventualmente lo dejaron salir, esta vez de verdad. Mientras caminaba a casa, pensaba en qué iba a hacer, cómo podía proteger a su familia, y si debía o no protestar a favor de la SNet el siguiente sábado. Cuando llegó a casa, su abuelo le preguntó qué había pasado, pero Ernesto no pudo contestar. Se fue a su habitación, se quedó dormido y la mañana siguiente su abuelo se sentó con él y le dijo:“Tú eres mi nieto, yo te quiero muchísimo, pero si sigues haciendo lo que estás haciendo, no puedes ser más mi nieto. Y aquí no puedes vivir más.” Mientras le decía esto su abuelo lloraba. La abuela también. Ernesto nunca los había visto así y no supo qué decirles. Pero tampoco cambió de opinión: quería ir a protestar el sábado. Faltaban unos tres días cuando empezó a recibir varias llamadas de números desconocidos. Era la Seguridad del Estado. Su madre, su novia y sus amigos también recibieron llamadas en las que los agentes les decían esto: que se alejaran de Ernesto, o que lo detuvieran, porque estaba siendo manipulado por grupos contrarrevolucionarios que buscaban derrocar el gobierno cubano. El jueves, un par de días antes de la protesta, dos agentes volvieron a llamarlo.Y me dijeron que si yo ponía un pie fuera de mi casa el sábado me iban a meter preso. Ya está… El miedo ya fue demasiado. Hice un comunicado por Twitter en el que decía que me retiraba de las protestas, que no iba a ir al otro día. Sus amigos y su familia lo entendieron. Y otros usuarios de la red también. En realidad muchos ya esperaban lo que iba a suceder: el sábado, la policía acordonó las calles alrededor del parque frente al Ministerio de Comunicaciones. Varios periodistas y activistas reportaron presiones de la policía y la Seguridad del Estado para que no salieran de sus casas. Como pasó con Ernesto. Y así, la segunda protesta a favor de la SNet nunca se llevó a cabo.Y nada, o sea… no sucedió nada al final… Al final no sucedió nada…El gobierno cubano terminó dándole a la SNet una última alternativa: o se desmantelaba por completo y desaparecía, o se anexaba a los centros de informática del Ministerio de Comunicaciones: los Joven Club de Computación y Electrónica. De manera unilateral, sin consultar con otros pilares, los organizadores generales del pilar del Cerro acordaron la anexión.Se acabó todo lo que significaba SNet, toda la comunidad que significaba SNet, donde si había un nodo que tenía un problema, la gente ponía plata, compraban el equipo, se arreglaba…Con la anexión a los Joven Club, la SNet se unió a la red del gobierno y así, en teoría, dio el salto de La Habana a otras provincias del país. Esto es algo que muchos de sus creadores siempre habían soñado. Pero los servicios de la red se volvieron más lentos y las quejas de los usuarios tardaban meses en ser resueltas. En otras palabras, la SNet pasó de ser una red comunitaria a ser una red burocrática. Para Jade…Cuando tú pones una institución por encima a controlar y a decidir de algo que es de una comunidad, pues ya mataste la iniciativa, murió. Murió. Y en cuanto a Da Vinci, para ese momento él ya estaba muy cansado de la red. Le había dedicado años de su tiempo, de su trabajo, de su salud mental y de su dinero. Para él la anexión a los Joven Club no cambiaba mucho las cosas. La SNet ya había dado todo lo que tenía que dar. Ya habíamos cumplido el objetivo para lo que fue creado SNet: para sustituir la internet que no la había.Y es que cuando se empezó a formar la SNet alrededor del 2011, solo 2 de cada 10 cubanos tenían acceso a internet. Pero en 2019, después de toda esta historia, ya eran 7 de cada 10. Y la conexión era todavía bastante cara y lenta. El gobierno cubano censuraba sitios de medios independientes y también, cuando quería, bloqueaba el acceso a redes sociales, algo que sigue haciendo hoy. Pero al haber Youtube, Twitter, Instagram, Whatsapp… la SNet ya no era necesaria. Y esto fue algo que muchos usuarios me dijeron. En cuanto tuvieron un acceso lo suficientemente decente a Internet, dejaron de verle el chiste a la SNet y simplemente se desconectaron de ella… No sin un poco de nostalgia. Porque esos mismos usuarios me dijeron algo más: el internet al que estamos conectados hoy nunca podrá ser lo que fue la red de la calle. Si yo tuviera que definir la SNet en una palabra sería unidad. Sería vínculo.Sin pensarlo, familia. Bueno, yo diría que comunidad.Comunicación.Creo que sería novedad. Amistad.Experiencia.Futurista.Posibilidad.Una locura.Fue lindo, fue fuerte. Y quizá el que no lo vivió no lo puede entender. Como muchos de nosotros… los que no sabemos lo que es hacer maromas para enchufar un cable entre edificios, o lo que es comprar una computadora en el mercado negro y luego construir una antena WiFi con una lata de refresco. Todo para conectarse a una red independiente y pionera, construida por iniciativa de los propios cubanos, con invención, solidaridad y el deseo constante por comunicar a más y más y más personas. Da Vinci sigue pintando carros y todavía tiene la torre en el techo de su casa. Algunos de sus clientes aún lo reconocen como el Da Vinci de la SNet. Jade vive en Matanzas y es trabajador autónomo. Después de su encuentro con la Seguridad del Estado, Ernesto decidió que haría todo lo posible por salir de Cuba. Hoy vive en el sur de Chile. Como mencioné al principio de este episodio, este es el último de nuestra temporada 12. Desde ya estamos trabajando en las historias de nuestra próxima temporada, que estrenaremos en septiembre. Pero no nos iremos del todo… quizás en el medio haya alguna sorpresa, así que te recomiendo estar pendiente. También estaremos compartiendo en nuestras redes materiales exclusivos de los episodios, además de anuncios y novedades, así que búscanos como radioambulante todo junto en Instagram, Twitter, Facebook y TikTok. Si no te has suscrito a nuestro boletín, ¡hazlo! Y si quieres ponerte en contacto con nuestro equipo para comentarnos algo o sugerirnos una historia, escríbenos a [email protected]. Por último, si lo que hacemos te emociona, divierte, informa y amplía tu mundo, compártelo con tu familia y tus amigos, o empieza un Club de Escucha en tu comunidad. En Radio Ambulante queremos abrir conversaciones y acercar gente desde la empatía. Si piensas igual, ayúdanos a llegar a más personas. Muchas gracias y, ahora sí, aquí van los créditos… Pablo Argüelles es productor de Radio Ambulante. Vive en Ciudad de México. Esta historia fue editada por Camila Segura y Lisette Arévalo. Bruno Scelza hizo el fact checking. El diseño de sonido es de Andrés Azpiri y Rémy Lozano con música original de Rémy. Muchas gracias a Javier Roque, María Lucía Expósito, Ted Henken y Larry Press por su ayuda. Y a todas las personas que nos compartieron sus historias de la SNet. El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Paola Alean, Aneris Casassus, Diego Corzo, Emilia Erbetta, Camilo Jiménez Santofimio, Selene Mazón, Juan David Naranjo, Ana Pais, Melisa Rabanales, Natalia Ramírez, Laura Rojas Aponte, Natalia Sánchez Loayza, Barbara Sawhill, David Trujillo, Ana Tuirán, Elsa Liliana Ulloa y Luis Fernando Vargas. Carolina Guerrero es la CEO. Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, se produce y se mezcla en el programa de Hindenburg PRO. Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.

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