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Radio Ambulante - No soy tu chiste

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+
15
30

El soldado Micolta es uno de los personajes más reconocidos del popular programa de televisión colombiano Sábados Felices. Es una caricatura de todos los estereotipos negativos que hay contra los afrocolombianos: torpe, perezoso, ingenuo e ignorante. Además habla con un acento exagerado propio de la costa del Pacífico, la región con más afrodescendientes en el país. Durante años, Micolta fue interpretado por un actor blanco que se pintaba la cara de negro —al estilo Dzblackfacedz—, hasta que, en el 2015, un grupo de activistas afrocolombianos decidió que ya era suficiente.

Bienvenidos
a
Radio
Ambulante,
desde
NPR.
Soy
Daniel
Alarcón.
Hoy
empezamos
en
Cali,
Colombia.
Es
30
de
Octubre
del
2015
y
estamos
en
un
teatro.
No,
yo
estaba
pero
“toteado”
del
susto.
Yo
pensé
que
me
iban
a…
a
linchar
allá
en
el
teatro…
Y
este
es
Roberto
Lozano,
un
humorista
colombiano…
La
dueña
del
teatro
cerró
puertas,
y
se
vino
y
se
puso
a
llorar
al
lado
mío
y
me
dijo:
“Roberto,
yo
le
pido
por
el
amor
de
Dios
que
no
vaya
a
salir.
Si
usted
sale
de
aquí
y
a
usted
le
pasa
algo,
y
a
me
cierran
el
teatro,
se
acaba
el
teatro,
Roberto”.
Era
delicado.
Habían
organizado
un
show
de
Halloween.
Se
iban
a
presentar
varios
humoristas
que
salen
en
Sábados
Felices,
un
popular
programa
de
la
televisión
colombiana
que
lleva
más
de
45
años
al
aire.
Pero
ese
día,
tuvieron
que
cancelar
el
show.
Salí
del
teatro
a
la
1
de
la
mañana
porque
esa
señora
me
abrió
las
puertas
a
la
1
de
la
mañana,
cuando
ya
no
había
nadie
en
la
calle.
Me
sentí
secuestrado.
Camila
Segura,
nuestra
editora
principal,
nos
cuenta.
El
personaje
que
iba
a
presentar
Roberto
Lozano
llama
el
Soldado
Micolta.
Y
es
muy
conocido
por
los
colombianos.
Aquí
el
Ejército
Nacional,
defendiendo
el
territorio.
¡Soldado
Micolta!
Mire
que
estamos
en
combate,
¿qué
hacemos?
Pida
apoyo.
¿Y
por
qué
no
mejor
pedimos
arroz
chino?
[Risas]
¡No
llore
hombre!
En
ese
momento,
Micolta
casi
siempre
salía
acompañado
de
un
teniente…
Deje
de
ser
cobarde.
¡Saque
algo
de
valor!
Bueno,
mi
teniente.
Como
usted
ordene,
mi
teniente.
Rapidito.
¿Y
para
qué
saca
ese
reloj?
Es
que
tiene
mucho
valor
sentimental.
[Risas]
Puede
que
no
entiendan
bien
lo
que
dice
Micolta.
Y
es
que
aquí
hay
que
explicar
algo:
el
personaje
tiene
un
acento
que,
en
teoría,
remeda
al
de
los
afrocolombianos
del
Pacífico.
Pero
hay
algo
más:
Lozano
es
un
hombre
mestizo
que
se
pinta
la
cara
y
el
cuerpo
de
negro
y
los
labios
de
rojo.
La
personalidad
del
soldado
se
ve
en
la
dinámica
que
tiene
con
su
superior.
El
teniente
es
la
parte
seria.
Este
es
Roberto…
El
teniente
es
el
que
siempre
llega
a
poner
las
órdenes:
“Bueno,
soldado
Micolta,
¿usted
a
qué
compañía
pertenece?”.
“Eh,
pertenezco
a
la
compañía
Lobo”.
“¿Desde
hace
cuánto?”.
“¡Auuuuuuuuuuu!”.
¿Si
me
entiende?
Siempre
es…
le
intenta
contestar
bien,
y
cuando
cree
que
la
respuesta
va
bien:
¡tenga!
Le
sale
con
la
otra,
con
la
payasada.
Se
supone
que
el
soldado
le
toma
del
pelo
al
teniente,
se
burla
de
él.
El
Soldado
Micolta
hace
lo
que
todo
el
mundo
quiere
hacer,
que
a
veces
es
burlarse
un
poquito
de
la
autoridad.
Pero,
a
veces,
esa
burla
a
la
autoridad
que
representa
el
teniente
puede
confundirse
con
falta
de
inteligencia.
Por
ejemplo:
Usted
no
aspira
a
tener
nada.
Tener
sus
propias
cosas.
¿Cómo
que
no?
Si
ya
me
compré
mi
primer
carrito,
mano.
¿Y
dónde
lo
dejó?
Lo
dejé
allá
afuera
en
la
calle.
No,
pero…
¡No
sea
bruto,
hombre,
¿no
ve
que
allá
se
lo
roban?!
Más
bruto
usted,
porque
es
que
yo
le
quité
una
llanta.
[Risas]
¿Y
qué
llanta
le
quitó?
La
de
repuesto.
[Risas]
Para
Roberto,
Micolta
es
infantil.
Es
un
niño
grande,
un
niño
en
un
estuche
gigante.
Es
tierno.
Micolta
es
muy
tierno.
Es
ingenuo,
pero,
ay,
¡es
muy
pícaro!
¡Ay,
yo
a
ratos…
a
ratos
lo
veo
muy
pícaro!
[Risa]
Es
pillo.
Micolta
es
pillo,
es
pillo.
Y
perezoso.
A
Micolta
le
gusta
hacer
locha
a
toda
hora,
le
gusta
no
hacer
nada
[risa].
Le
gusta
reírse
Le
encanta
estar
toteado
de
la
risa
a
toda
hora.
A
Micolta
le
gusta
decir
palabras
mal
dichas.
Por
ejemplo:
¿Dónde
está
la
honestidad
de
este
país?
Yo
no
sabo,
Yo
no
sabo.
[Risas]
No
se
dice
sabo.
¿Entonces
cómo
se
dice?
“No
sé”.
Entonces
quédese
callado.
[Risas]
Roberto
y
Alexander
Rincón
—el
que
hace
del
teniente
se
conocieron
en
Bachillerato
y
se
volvieron
los
payasos
del
colegio.
Hacían
presentaciones
e
imitaciones
y
eran
muy
populares.
Así
que
en
el
2003
participaron
en
el
concurso
de
Sábados
Felices.
Viajaron
en
bus
desde
Palmira
hasta
Bogotá,
y
se
presentaron
varias
veces
como
cuentachistes.
Cada
uno
por
separado.
A
veces
les
iba
bien,
otras
no
tanto.
Hasta
que
un
día
decidieron
que
se
iban
a
inventarse
un
show
que
los
incluyera
a
ambos.
Nos
sentamos
en
la
oficina
de
nosotros,
que
en
esa
época
era
el
andén
de
la
casa
—yo
me
acuerdo—,
y
ahí
dijimos:
“Bueno,
vamos
a
hacer
dos
botones
de
hotel”.
Pero
empezaron
a
pensar
que
no
todo
el
mundo
sabe
qué
es
un
botones.
Una
persona
humilde
no
va
a
un
hotel
con
botones,
lo
mandan
pa’…
pa’
la
pieza
con
la
llave
[risa].
Entonces,
“no,
algo
que
haya
en
todas
las
casas”.
“¿Qué
hay
en
todas
las
casas?”.
Un
soldado.
Al
principio
eran
el
soldado
Lozano
y
el
teniente.
Y
Roberto
salía
simplemente
uniformado.
Pero
después
decidieron
que
era
mejor
que
el
soldado
se
pintara
de
negro
y
que
se
llamara
Micolta.
Le
pregunté
cómo
llegó
a
esta
decisión
y
me
dio
varias
respuestas…
Por
un
lado,
me
contó
que
a
pesar
de
que
él
vivía
con
su
mamá
y
sus
hermanos
en
Palmira,
durante
toda
su
infancia
su
papá
trabajó
como
motorista
en
el
puerto
de
Buenaventura,
el
más
importante
del
Pacífico
colombiano.
En
esa
época
la
gente
blanca
en
Buenaventura
no
se
veía
y
todos,
todos
los
amigos,
toda
la
gente
conocida
era
pura
gente
afrocolombiana.
Él
iba
a
visitar
a
su
papá
cada
vez
que
podía,
y
allá
lo
acompañaba
a
trabajar.
Y
pues,
la
verdad
muy…
muy
pegado
a
esa
cultura,
muy…
muy
pegado
a
esa
gente,
muy
unidos
a
ellos
desde
niños,
desde
infante.
Pero
Roberto
también
me
contó
que
estudió
locución
para
radio
y
televisión
en
Cali.
Y
en
esa
clase
tuvo
un
compañero
afro
de
apellido
Micolta.
Y
era
el
más
cómico
del
salón,
era…
era
muy
chistoso
porque
no
hablaba
bien.
Para
nada,
y
él…
y
él
decía:
“Lo
que
pasa
es
que
yo
quiero
ser
locutor”.
Y
pues
todo
el
mundo
hablaba
bien,
hablaba
“cha”.
Y
él
decía:
“No,
yo
quiero
ser
locutor”,
y
todos
los
días
iba
y
no
estudiaba,
pero
nos
hacía
reír
a
todos.
Era
una
recocha.
Entonces,
pues,
por
eso
creo
que
fue
la
motivación
para
hacer
ese
personaje
en
algún
momento,
¿no?
Y
además…
Bueno,
indiscutiblemente,
yo
tengo
unos
ojitos
grandes
y
tengo
una
boquita
grande.
Entonces
no
puedo
negar
que
con
el
maquillaje
negro
me
veía
muy
cómico.
El
Soldado
Micolta
se
convirtió
en
un
personaje
bastante
exitoso.
Junto
con
el
teniente
—en
un
show
que
llamaron
“Los
Siameses”—
ganaron
varias
finales
del
concurso
anual
de
Sábados
Felices,
y
rápidamente
se
volvieron
parte
del
elenco
del
programa.
Llevaban
12
años
al
aire
cuando
un
día
de
octubre
del
2015…
Estaba
yo
en
la
casa
cuando
me
llaman
y
me
dicen:
“Roberto,
aquí
en
el
canal
Caracol,
en
la
puerta,
hay
una
cantidad
de
gente
afro,
con
carteles
y
con…
y
con
vainas
de
que
fuera
el
Soldado
Micolta
de
la
televisión”.
¡Abajo
el
Soldado
Micolta!.
¡Abajo,
abajo,
abajo!
Fuera
el
racismo
de
los
medios
de
comunicación.
¡Fuera,
fuera,
fuera!
Los
medios
masivos
de
comunicación
fomentan
el
racismo
y
la
discriminación.
Los
medios
masivos
de
comunicación
fomentan
el
racismo
y
la
discriminación.
Claro,
yo
veo
ese
espectáculo
así,
pues,
aberrante,
y
lo
que
hace
es
afirmar
todos
los
estereotipos
por
los
cuales
uno
ha
peleado
toda
la
vida.
Este
es
Darwin
Balanta,
uno
de
los
que
participó
ese
día
en
la
protesta.
Esos
estereotipos
de
que
el
negro
no
sabe
hablar,
de
que
el
negro
es
bruto,
pero,
o
sea,
solo
sirve
para
la
viveza,
de
la
malicia,
pero
de
su
cabeza
no
sale
nada,
nada
positivo.
Darwin
nació
en
Cali
y
tiene
37
años.
Estudia
ciencias
sociales
en
la
Universidad
del
Valle
y
ha
estudiado
mucho
la
historia
afro.
Me
dijo
que
a
él,
personalmente,
a
estas
alturas
de
su
vida,
el
personaje
del
soldado
Micolta
no
lo
afecta
realmente.
Porque
yo
sé…
yo
quién
soy
y
de
a
dónde
vengo.
Yo
que
vengo
de
un
imperio
glorioso
en
África,
de
que
mis
descendientes
eran
reyes,
ingenieros,
arquitectos,
X,
Y,
Z.
Pero
Darwin
también
da
clase
a
niños
de
colegio.
La
mayoría
de
ellos
afrocolombianos.
Y
por
eso,
para
él,
un
personaje
como
Micolta…
Yo
lo
que
les
deja
a
los
niños.
Yo
que
fui
niño
afro,
racializado,
lo
que
afecta
eso.
Y
como
docente,
cómo
los
niños
afros
siempre
sienten
ese
miedo
para
hablar
porque,
a
cómo
habla
y
un
acento
raro,
todo
el
mundo
se
le
ríe.
“Ay
el
negrito.
Es
que
así
habla
Micolta”.
Y
como
que
usted
nada
más
sirve
para
el
fútbol,
para
hacer
fuerza,
para
el
sexo
y
para
tocar
el
tambor.
Para
entender
un
poco
mejor
lo
que
dice
Darwin,
tal
vez
vale
la
pena
saber
de
dónde
viene,
cómo
creció.
Eso
también
es
parte
de
esta
historia.
Se
crió
en
una
familia
de
madre
soltera
y
3
hijos.
Mi
mamá
hacía
lo
que
hacen
las
mujeres
que
vienen
del
Pacífico
a
la
ciudad,
imagínate:
servicio
doméstico.
En
Cali,
Darwin
creció
en
Prados
del
Sur,
un
barrio
que
él
describe
como
hostil.
Un
barrio
con
problemas
de
seguridad
fuertes,
con
un
entorno
pesado,
en
todos
los
aspectos.
Y
también
el
aspecto
también
del
racismo,
que
es
en
Colombia
cultural.
Él
y
su
familia
fueron
los
únicos
afrocolombianos
del
barrio
durante
muchos
años.
Y
el
racismo
se
sentía.
Uno
de
los
primeros
recuerdos
que
tiene
de
cuando
se
sintió
discriminado
es
de
cuando
tenía
más
o
menos
4
años.
Estaba
con
su
mamá
y
sus
dos
hermanos
frente
al
jardín
infantil,
esperando
el
bus.
Y
nos
sentamos,
era
como
una
fondita,
y
salió
un
señor
así,
pinta
paisa,
a
decir
que
eso
no
era
para
negros,
que
por
favor
nos
paráramos
de
ahí.
Mi
mamá,
una
mujer
sola
con
3…
3
niños,
dijo:
“No
pues
parémonos”.
Y
yo:
“¿Este
man
por
qué
dice
eso
En
ese
momento
no
entendió
bien
de
qué
hablaba
ese
señor
y
su
mamá
tampoco
entró
en
detalles.
Pero
esa
frase,
“esto
no
es
para
negros”,
se
le
quedó
grabada.
Ya
después,
cuando
entró
al
colegio
grande,
se
encontró
con
un
ambiente,
como
dice
él,
más
explícitamente
racializado.
Eh,
los
profesores
cargados
de
sesgos
racistas,
donde
a
los
afros…
Nosotros
los
afros
no
éramos
seres
humanos
prácticamente,
o
sea,
éramos
adjetivos:
entonces
era
el
niche,
el
negrito,
cuando
era
con
cariño.
Pero
para
ofender
es:
“Mate
un
negro
reclame
un
yoyo”.
“Mate
un
negro
y
haga
alquitrán
para
carreteras”.
“Niche
baña
niche
peina”.
“Todo
negro
huele
feo”.
O
sea
cosas
así
y
era
lo
típico,
lo
normal.
Cuando
entró
al
colegio,
a
Darwin
no
lo
conocían
por
su
nombre.
Todo
el
mundo
me
decía,
era
por
“niche”,
“negro”,
“gorilita”,
“miquito”…
Y
él
todo
el
tiempo
los
corregía.
“Yo
me
llamo
Darwin,
Darwin,
Darwin”.
Un
día
me
cansé
de
eso…
Y
a
un
niño
específico
que
siempre
lo
molestaba…
Tomé
el
lapicero
y
le
hice
una
herida,
una
herida
en
el
tórax.
Le
dañé
la
camisa
y
fue
un
rayón
profundo.
O
sea,
actué
de
cansado,
de…
con
mucha
ira,
pero
claro
uno
se
asusta
cuando
empieza
a
ver
la
sangre.
Darwin
tenía
8
años.
Obviamente
se
le
armó
un
problema
con
los
profesores
y
con
los
papás
del
niño.
Pero
no
lo
expulsaron.
Le
pregunté
si
después
se
había
arrepentido.
No.
No.
No
me
arrepentí.
Hasta
ahora
no
me
he
arrepentido
porque
sirvió.
Sirvió.
Y
sirvió
porque
al
otro
día
en
el
colegio
todo
el
mundo
sabía
su
nombre.
Magia,
magia:
“Darwin
Balanta”.
Decían:
“Ese
tipo
es
agresivísimo
y
es
un
peligro,
díganle
su
nombre”.
Es
que
el
medio
nos
vuelve
mestizos,
o
sea,
este
es
un
país
que
es
100%
andinocentrista.
Un
país
donde
la
mayoría
de
decisiones
se
toman
desde
la
capital.
Pero
además
un
país
donde
las
zonas
con
población
afro
tienen
las
peores
condiciones
de
vida.
Los
10
municipios
más
pobres
están
poblados
en
su
mayoría
por
afros.
Y
hay
lugares
como
Río
Quito,
en
el
departamento
del
Chocó,
donde
la
miseria
alcanza
el
98%.
Según
el
último
censo
del
2005,
casi
el
11%
de
la
población
es
afrocolombiana.
Aunque
muchos
expertos
dudan
de
esa
cifra,
y
aseguran
que
es
más
grande.
Pero
digamos
que
es
así,
entonces,
como
mínimo
estamos
hablando
de
más
de
4
millones
de
colombianos.
Pero
su
visibilidad
en
cargos
públicos
es
muy,
muy
poca.
Y
si
esto
es
en
el
2018,
imagínense
lo
que
era
la
representación
de
los
afrocolombianos
en
los
años
80,
mientras
Darwin
crecía.
Uno
prende
el
televisor
y
nunca
se
ve
representado
como
hombre
negro
o
como…
como
indígena.
Y
además
llega
la
educación,
llega
la
casa,
la
iglesia
y
todo
eso
te
lo
reafirma.
Cuando
te
dice:
“Lo
negro
es
malo,
como
hombre
negro
eres
feo,
tus
rasgos
son
feos,
tu
pelo…
tu
pelo
malo
—que
se
llama—,
tu
pelo
es
malo”.
Entonces
ese
chip
se
mete
en
el
ADN
de
la
gente
donde
dice:
“No”.
Y
por
eso
el
problema
de
autoestima
y
de
poca
identidad
de
las
comunidades
afro.
Es
porque
llevamos
un
chip
de
muchos
siglos
donde
todo
es
negativo.
Entonces
crecer
en
un
ambiente
mestizo
también
es
difícil
porque…
Cuando
quiero
sacar
mi
identidad
soy
ridiculizado.
Entonces
es
más
fácil
adaptarse
al
otro
que
uno
asumirse
a
ser
lo
que
es.
Como
a
los
16
años,
Darwin
empezó
a
trabajar
como
caddy
de
golf
en
un
prestigioso
club
de
Cali.
Allá
conoció
muchachos
de
la
clase
dirigente
caleña
y
empezó
a
andar
con
ellos.
Y
a
vestirse
y
a
hablar
como
ellos.
Se
trataba
de
un
tema
de
clase,
pero
también
de
raza.
Entonces
ya
cuando
andabas
con
un
grupo
de
5
afros
como
que:
“Qué
boleta,
yo
no
puedo
estar
con
ese
poco
de
negros
porque
no…
¿qué
creerán
de
mí?
Entonces
mejor
ando
con
5
mestizos,
blanco-mestizos,
ojalá
de
estratos
superiores,
para
que
crean
que
yo
soy
de
ese…
de
esa
ola”.
Pero
en
los
90s,
tuvo
un
cambio.
En
la
manera
en
que
Darwin
empezó
a
ver
el
mundo
y
a
mismo.
Un
día
estaba
yendo
con
sus
amigos
mestizos
a
una
fiesta,
y
pasó
por
enfrente
de
una
discoteca.
Una
por
la
que
siempre
pasaba.
Y
siempre
había
un
poco
de
negros
ahí
con
ropa
rara:
picado
norteamericanos
con
rastas.
Y
yo
pasaba
por
ahí
como
que:
“Ush,
¿esos
negros…
negros
qué?”.
Qué
pena,
o
sea,
pero
es
que
la
gente
hablaba
de
los
negros
solamente
haciendo
bulla.
Claro,
porque
uno
se
va
volviendo
racista.
Y
un
amigo
del
colegio
que
estaba
en
ese
grupo
lo
llamó
y
le
dijo:
“¿Vos
para
dónde
vas
todo
gomelo?”.
Yo
iba
todo
apretadito,
con
la
ropa
una
talla
menos.
Para
ser
sexy
[risa].
Y
él
me
llama:
“Ven,
entrá”.
Y
le
digo:
“No,
qué
voy
a
entrar
ahí.
Qué
tal”.
Pero
le
dio
curiosidad
y
terminó
entrando.
Era
una
“reggeteca”,
como
le
decían:
puro
reggae,
hip
hop
y
dancehall.
Casi
todos
los
que
estaban
en
esa
discoteca
eran
afrocolombianos
y
lo
miraban
rarísimo
por
cómo
estaba
vestido.
Como:
“Este
negro
perdido.
Tiene
más
identidad
un
perro
de
cuadras
que
este
man”.
[Risa]
Pero
le
encantó.
A
la
media
hora
se
dijo:
“Por
favor,
esa
es
mi
gente”.
Entonces
claro,
el…
para
el
despertar
fue
la
música.
La
música
fue
lo
primero.
Empezó
a
escuchar
hip-hop,
rap,
reggae…
Y
cuando
empezó
a
ver
los
vídeos
se
sorprendió.
¿Esta
gente
qué
está
hablando?
¿Cómo
así
que
el
negro
es
bonito?
Me
dije:
“Pero
eso
es…
¿Cómo
así?
¿Y
por
qué
con
unos
trajes
tan
africanos
y
por
qué
ese
puño
arriba?
¿Y
por
qué
hasta
tienen
orgullo
de
su…
de
su
cabello?”.
Empezó
a
leer
a
Mandela.
I
have
fought
against
white
domination.
A
Martin
Luther
King.
I
look
over
and
I
have
seen
the
promise
land.
I
may
not
get
there
with
you…
A
Malcolm
X.
Who
taught
you
to
hate
the
texture
of
your
hair?
Who
taught
you
to
hate
the
color
of
your
skin
to
such
extent
that
you
bleach
to
get
like
the
white
man?
Y
las
panteras
negras.
Y
ya
claro,
eso
va
cambiando
mi
cerebro
y
todo
mi
entorno.
También
empezó
a
dejarse
las
rastas,
a
vestirse
con
ropa
más
ancha,
algunas
prendas
africanas…
Pero
eso
a
su
familia
no
le
gustó.
Y
es
que
para
Darwin,
un
gran
porcentaje
de
la
población
afro
de
Colombia…
En
algún
momento
de
su
vida,
sobre
todo
en
la
infancia,
somos
endoracistas,
es
la
palabra.
Es
decir,
racistas
hacia
su
mismo
grupo.
Entonces…
Cuando
dice
uno:
“No,
es
que
yo
soy
afro,
pero
a
las
mujeres
afro
no,
¿qué
tal
yo
con
una
negra?
Necesito
una
blanca
para
mejorar
la
raza
porque
eso
fue…
eso
fue
lo
que
nos
enseñaron”.
Es
que
eso
es
lo
que
nos
enseñaron.
Entonces
digo
que
la
mayoría
de
los
afros
en
algún
momento
de
su
vida,
son
endoracistas.
Somos,
me
incluyo.
¡Fui!
Pero
el
salto
completo,
como
dice
él,
lo
dió
hacia
el
2004,
cuando
encontró
a
CADHUBEV:
un
colectivo
afro
de
la
Universidad
del
Valle.
CADHUBEV
quiere
decir
Colectivo
Afrodescendiente
Pro
Derechos
Humanos
Benkos
Vive.
Este
colectivo
trabaja
el
tema
afro…
Desde
la
academia,
pero
con
mucha
calle.
No
son
académicos
de
escritorio.
Hacen
trabajo
social.
Y
fueron
los
de
CADHUBEV
unos
de
los
que
en
octubre
del
2015
convocaron
las
protestas
por
el
personaje
del
soldado
Micolta.
Llevaban
6
años
intentándolo,
pero
no
tenían
la
plata
para
trasladarse
a
Bogotá.
Entonces,
por
fin,
después
de
tanto
tiempo,
decidieron
ponerlo
oficialmente
en
el
plan
de
trabajo.
Crearon
una
página
de
Facebook
que
se
llama
“No
más
Soldado
Micolta”.
Llegó
a
tener
más
de
2.000
seguidores.
Y
ahí
empezaron
a
poner
imágenes
del
personaje,
y
explicaciones
sobre
por
qué
es
ofensivo.
Una
de
las
razones
es
el
uso
de
lo
que
se
conoce
como
el
“blackface”.
Ellos
explicaron
el
concepto
en
uno
de
los
primeros
textos
que
publicaron
en
Facebook.
Dice:
“El
‘blackface’
es
un
práctica
que
surgió
en
los
Estados
Unidos,
alrededor
de
1848,
donde
actores
blancos
subían
a
escenarios
con
los
rostros
pintados
de
negros,
proliferando
así
los
estereotipos
racistas.
Esta
práctica
terminó
en
los
años
60
con
el
movimiento
de
los
derechos
de
los
negros
en
los
Estados
Unidos.
El
‘blackface’
no
solo
estigmatiza
al
negro,
también
lo
excluye,
ya
que
niega
de
cierta
forma
personajes
para
actores
negros”.
Después
dice:“¡Inviten
a
sus
amigos
a
seguir
la
protesta
#NoMasSoldadoMicolta!”
Durante
3
meses
estuvieron
recolectando
plata
a
través
de
presentaciones
musicales
y
bonos
solidarios.
Y
también
pusieron
de
su
propio
bolsillo.
Alquilaron
un
bus
y
el
8
de
octubre
llegaron
a
Bogotá,
al
Canal
Caracol.
Eran
más
o
menos
120
personas.
Fomentan
el
racismo
y
la
discriminación.
Los
medios
masivos
de
comunicación
fomentan
el
racismo
y
la
discriminación.
Y
al
día
siguiente
protestaron
en
frente
del
MINTIC,
el
Ministerio
de
Tecnologías
de
la
Información
y
las
Comunicaciones.
Porque
ese
Ministerio
es
la
entidad
que
regula
las
políticas
de
comunicación.
¡Chiste!
¡Yo
no
soy
su
chiste!
¡Yo
no
soy
su
chiste!
¡Yo
no
soy
su
chiste!
¡Yo
no
soy
su
chiste!
¡Yo
no
soy
su
chiste!
Me
llaman
y
me
dicen:
“Roberto,
aquí
hay
una
manifestación
de
gente
que
está
diciendo
que
fuera
el
Soldado
Micolta”.
Y
yo…
Yo
no
lo
podía
creer.
Me
mandaron
vídeos
con
pancartas,
no
dejaban
entrar
a
la
gente
a
Caracol…
¿Y
qué
pensaste
cuando
te
llaman
y
te
dicen
eso?
¿Qué
pasó
por
tu
cerebro?
No,
pues,
la
verdad
me
sorprende
mucho.
Porque
es
que
yo
soy
un
humorista.
Soy…
El
trabajo
mío
es
hacer
reír.
O
sea,
yo
creo
que
hay
maneras
de
decir
las
cosas,
y
me
sorprendió
mucho
esa…
eso…
esa
manera
como
tan
agresiva.
Claro,
una
protesta,
yo…
O
sea,
yo
entiendo
que
hagan
una
protesta
por…
por
alguien
malo
o
que
hagan
una
protesta
porque
está…
porque
alguien
está
sufriendo
o
porque
hay
hambre
o…
¿Pero
una
protesta
por
un
humorista?
Eso
me
pareció
absurdo.
Pero
esta
no
era
la
primera
vez
que
Roberto
se
enteraba
de
que
había
quejas
contra
su
personaje.
Primero
alguien
del
grupo
Cimarrón,
supuestamente
que
quiso
hablar
conmigo.
Pero
pues
nunca
me
filtraron
la
conversación
con
la
persona,
entonces
nunca
pude
reunirme
con
él.
El
movimiento
Cimarrón
es
una
organización
que
lleva
más
de
35
años
luchando
por
los
derechos
humanos
de
los
afrocolombianos.
Y
de
ahí
es
que
salen
colectivos
como
el
CADHUVE.
Desde
más
o
menos
principios
de
los
años
80
y
de
forma
constante,
Cimarrón
ha
presentado
denuncias
y
convocado
protestas
por
diferentes
actos
de
racismo.
Varias
de
estas
han
sido
a
diferentes
medios
de
comunicación
por
representaciones
consideradas
racistas.
Quejas
sobre
personajes
como
El
Negro
Palomino,
por
ejemplo,
un
personaje
que
también
salió
en
Sábados
Felices.
Oígamos…
Si
la
negramenta
se
diera
cuenta,
ay
Dios
mío.
Pero
cómo
les
parece
que
ha
llegado
un
negrito
de
pelo
quieto
—color
caoba
tono
46,
aguado,
pasado
de
melanina—
entró
al
apartamento,
llevaba
al
sobrino
del
brazo,
al
gorilita
pequeño…
Pero
también
quejas
sobre
otros,
como
La
Negra
Nieves,
Memín
Pinguín,
o
Taolamba.
Pero
además,
ya
en
1997,
Cimarrón
y
otras
organizaciones
afro
convocaron
al
Relator
Especial
de
la
ONU,
el
encargado
de
examinar
las
diferentes
formas
de
racismo
y
xenofobia.
El
relator
después
de
su
visita
dio
varias
recomendaciones.
Una
de
ellas
era
que
Sábados
Felices
saliera
del
aire
por
la
ridiculización
de
la
comunidad
afro.
Pero
nunca
hubo
cambios
por
parte
de
Caracol.
Traté
varias
veces
de
hablar
con
alguien
de
Caracol
sobre
este
tema
del
soldado
Micolta,
pero
no
me
dieron
la
entrevista.
Así
que
las
quejas
que
llegaban
al
programa
de
Sábados
Felices
por
el
soldado
Micolta
no
eran
nada
nuevas.
Roberto
Lozano,
en
concreto,
con
la
de
Cimarrón…
La
pasé
por
alto,
porque
es
que
le
llegan
quejas
a
todo
el
mundo.
En
algún
momento
el
doctor…
un
doctor
escribió
que
porque
no
le
gustaba
que
hicieran
de
doctores
y
los
ridiculizaran,
o…
o…
o
bueno,
algún
día
alguien
que
no
le
gustaba
que
se
pintara.
De
todo
el
mundo
llegan
críticas,
entonces
por
eso
muchas
veces
se
pasa
por
alto.
Pero
además
Roberto
opina
que…
Si
yo
estoy
viendo
un
programa
y
a
me
parece
agresivo
algo,
lo
cambio.
Hoy
tenemos
tantas
opciones,
que
la
gente
se
metió
en
la
cabeza
que
la
televisión
es
para
llevar
cultura,
y
eso
es
falso:
la
televisión
es
para
entretener,
pa’
eso
la
inventaron.
Entonces,
además
de
las
múltiples
quejas
del
movimiento
Cimarrón,
hubo
otras
personas
que
también
le
reclamaron
al
Canal
específicamente
por
el
Soldado
Micolta.
Uno
de
ellos
fue
Alí
Bantú,
un
estudiante
de
derecho
que
también
llevaba
años
cansado
de
este
personaje.
Este
es
Alí.
Hasta
que
llegó
el
punto
en
que
dije:
“No,
yo
tengo
que
hacer
algo”.
En
marzo
del
2014
mandó
un
derecho
de
petición
al
Canal
Caracol.
Pedía
que
sacaran
del
aire
varios
personajes,
entre
ellos
Micolta.
Me
tomé
toda
la…
la…
el
tiempo
necesario
para
formular
un
derecho
de
petición
con
mucho
más
argumentos,
aunque
con
solo
un
argumento
bastaba,
pero
pues
entendemos
que
estamos
en
un
país
bastante
leguleyo.
Fueron
5
páginas
argumentando
por
qué
personajes
como
el
del
soldado
Micolta
profundizan
los
estereotipos
raciales
de
los
afrodescendientes.
Menos
de
un
mes
después
recibió
una
respuesta
oficial
del
canal
donde
decían
que
—y
cito—“la
discriminación
racial
contra
la
población
afrodescendiente
no
se
practica
en
el
programa”.
Caracol
también
decía
que
Sábados
Felices
ha
tenido
una
alta
aceptación
entre
los
colombianos,
justamente
porque
interpreta
a
través
del
humor
las
diversas
expresiones
culturales
y
raciales
del
país.
Y
que
si
quitaran
las
representaciones
afro,
también
tendrían
que
quitar
las
de
los
paisas,
los
boyacenses,
los
costeños,
los
santandereanos,
los
pastusos
y
etcétera…
Uno
de
los
argumentos
era
que
si
en
el
programa
no
aparecieran
estos
grupos,
ahí
sería
una
discriminación.
Y
terminan
diciendo
—y
cito
textualmente—,
que
“acceder
a
su
petición
implicaría
la
violación
de
derechos
fundamentales
tales
como
a
la
igualdad,
al
trabajo
y
a
la
libertad
de
expresión,
entre
otros”.
Pero
Alí
no
se
conformó
con
la
respuesta,
y
empezó
a
trabajar
en
una
tutela,
otro
recurso
legal.
Para
seguir
dando
la
pelea,
porque
no
iba
a
terminar
allí.
Porque
Alí
piensa
que…
El
racismo
es
una
forma
de
violencia.
Y
ese
programa
era
una
forma
de
violencia.
Y
que
el
tema
de
la
libertad
de
expresión,
pues,
también
es
algo
complejo.
Si
alguien
se
le
ocurre
apuntarme
con
un
arma,
¿eso
es
una
libertad
de
expresión?
¿Qué
es
la
libertad
de
expresión
entonces?
Pero
mientras
Alí
escribía
la
tutela,
las
protestas
empezaron.
Roberto,
que
vivía
en
esa
época
en
Palmira,
volvió
a
Bogotá
a
grabar
una
semana
después
de
esa
primera
protesta.
Cuando
entré,
en
esto
todo
el
mundo:
“¿Quiubo,
Micolta?
¡Hola!
Oí,
lo
vinieron
a
visitar,
Micolta”.
Y
no,
todo
el
mundo,
claro,
todo
el
mundo
se
dio
cuenta
de
esa
vaina.
Y
de
ahí
pa’
allá
ya
fue
la
locura.
Empezaron
a
nombrarlo
en
las
redes
sociales.
Recibía
mensajes
en
Facebook,
recibía
Twitter,
recibía
cualquier
cantidad
de
amenazas,
de
cosas
feas,
de…
de
gente
tirándome,
de
otros…
de
otros
muchos
más
defendiéndome,
entonces,
¡argh!
Eso
enloquece.
Y
los
medios
empezaron
a
llamarlo.
Y
yo
soy
alguien
muy…
muy
mío:
a
me
encanta
que
no
me
reconozcan.
Me
encanta
estar
muy
solo,
me
encanta
estar
muy
calmado,
cuando
empieza
todo
el
mundo
a
hablar,
a
comentar,
a
tirar.
Se
acuerda
bien
que
un
día
de
esos
lo
llamó
un
periodista.
Y
yo…
yo
todo
bravo
le
dije,
o
todo
perdido
en
el
momento,
le
dije:
“Pues,
si
pa’
tanto
es
el
problema
yo
dejo
de
hacer
esto”.
¿Sí
me
entiendes?
Porque
yo
no
me
voy
a
ganar
un
enemigo
por
esto.
A
los
15
minutos
había
un
titular
ya
publicado.
Decía:
“El
soldado
Micolta
sale
de
la
televisión
colombiana”.
[Risa]
Cuando…
Cuando
sale
eso
el
jefe
me
llama
inmediatamente,
a
los
5
minutos
que
se
dio
cuenta
me
llamó,
y
me
dijo:
“Hermano,
¿usted
qué
está
haciendo?
¿Cómo
así
que
Micolta
se
acaba?”.
Yo
le
dije:
“Jefe,
entiéndame
que
me
está
llamando
todo
el
mundo”.
Pero
el
jefe
le
dijo:
“¿Cómo
así?
Micolta
no
se
acaba,
¿cómo
se
va
a
acabar
Milcota?,
—me
dice—
¿cómo
es
posible
que
querramos…
la
gente
querramos
defender
más
al
personaje
que
vos
mismo,
que
fuiste
el
que
lo
creaste?”.
Entonces
me
metió
como
una
bofetada
y…
y
como
que
hombre,
¿qué
pasa?
Le
aconsejó
que
se
desconectara
por
completo
de
Facebook,
de
Twitter,
que
no
contestara
el
teléfono.
“Apartate
una
semana,
dos
semanas
porque
es
que
eso
es
veneno”.
Roberto
le
hizo
caso
a
su
jefe
y
se
desconectó
durante
un
tiempo.
Pero
como
20
días
después,
el
viernes
30
de
octubre
del
2015,
Roberto
y
su
compañero
Alexander
ya
tenían
planeada
una
presentación
en
Cali
junto
con
otros
dos
humoristas.
Esa
de
la
que
hablamos
al
principio
de
esta
historia.
Cuando
Darwin
y
los
demás
que
habían
protestado
en
Bogotá
se
enteraron
de
que
Micolta
iba
para
Cali…
La
ciudad
con
el
movimiento
afro
yo
creo
que
más
fuerte
en
Colombia,
¿va
a
venir
acá,
a
nuestro
feudo,
a
hacer
su
show?
No,
eso
no
lo
podemos
permitir,
y
hay
que
marcar
precedentes.
Si
Cali
no
marca
precedentes,
no
lo
va
a
hacer
nadie.
Se
organizaron
otra
vez.
Convocaron
por
Facebook
y
WhatsApp.
Y
la
consigna
era:
“No
permitir
que
el
show
se
haga”.
Vamos
a
hacer
un
plantón
pacífico,
pero
si
se
va
a
formar,
que
se
forme.
Pero
el
show
no
se
va
a
hacer.
El
show
era
a
las
8
de
la
noche.
La
gente
empezó
a
llegar
como
a
las
5
de
la
tarde,
cuando
Roberto
y
los
otros
humoristas
ya
estaban
dentro
del
teatro.
Ya
llegó
el
primer
bus,
llegó
un
poco
de
gente
y
gente
y
gente.
Afro
y
no
afro.
Gente
también
mestiza,
también
cansada
de
esto,
y
también
mucha
gente
de
la
comunidad
LGTBI,
tengo
que
decirlo.
Porque
también
uno
de
los
personajes
que
se
presentaba
es
uno
que
se
llama
Mariconsuelo,
que
representa
a
un
hombre
gay.
Ya
como
a
las
6,
había
más
de
100
personas
frente
al
teatro.
¡No
soy
tu
chiste!
¡No
soy
tu
chiste!
¡No
soy
tu
chiste!
Y
cuando
el
señor
se
asoma
por
el
balcón,
ya
ahí
ya
se
asustó.
Yo
lo
veía
desde
la
ventana,
yo
me
asomaba,
y
cuando
me
asomaba,
se…
se
enfurecían
más,
entonces
me
escondía
y
luego
miraba
detrás
de
la
ventana.
Cuando
empezó
a
llegar
la
gente
que
venía
para
el
show,
que
ya
tenían
boleta
o
que
iban
a
comprar
una…
Le
hacíamos
un
coro
y
le
decíamos:
¡Si
compras
la
boleta,
también
eres
racista!
¡Si
compras
la
boleta,
también
eres
racista!
“Si
compras
la
boleta,
también
eres
racista”.
La
gente
se
indignaba:
“¡Yo
no
soy
ningún
racista!”.
“Sí
eres
un
racista”.
Mucha
gente
se
enojó.
De
hecho
una
chica
a
me
atacó.
Le
pegó
una
cachetada
a
Darwin
cuando
él
se
puso
al
lado
de
ella
a
gritarle
“racista”
mientras
ella
estaba
tratando
de
comprar
la
boleta.
Yo
no
le
respondí.
Si
le
respondo,
pues,
se
daña
toda
la
marcha.
Porque,
según
Darwin,
la
idea
era
tomarse
el
teatro
de
forma
pacífica.
Vamos
a
lo
Gandhi.
No
va
a
haber
agresión,
porque
a
como
hay
agresión,
de
una
eso
es
lo
que
va
a
salir
en
los
medios.
Pero
hubo
confrontaciones
físicas.
Por
ejemplo:
Un
señor
estaba
con
una
sombrilla
que
quería
matarnos
a
todos.
Yo
le
dije:
“Esa
sombrilla
hay
que
quitársela.
Nosotros
somos
más”.
Lo
cogemos
y
le
quitamos
la
sombrilla.
Pero
sin
golpearlo.
¡No
somos
violentos!
¡No
somos
violentos!
¡No
somos
violentos!
Según
Darwin
no
hubo
golpes,
pero
empujones,
y
a
veces
fuertes.
Hubo
demasiadas
provocaciones
que
mucha
gente
no…
no
aguantó
esa
efervescencia
y,
claro,
también
reaccionaron.
Y
la
gente
estuvo
muy
violenta,
hubo
gente
que
hubo
muy
violenta,
como
ser
humanos
que
son.
Fue
un
error.
Mientras
tanto,
Roberto
y
los
demás…
Todos
allá
arriba
en
el
tercer
piso,
la
verdad
nos
mirábamos
y
decíamos,
“¿pero
qué
es
esta
vaina?,
¿pero
qué
es
esa
locura?”.
O
sea…
O
sea,
hay
mucho
desocupado
en
la
vida
a
la
final,
hermano.
Según
Darwin,
como
a
las
8
y
media
de
la
noche,
la
directora
del
teatro
salió
y
anunció
que
se
cancelaba
el
show.
La
mayoría
se
quedaron
ahí
hasta
pasadas
las
9
o
10
de
la
noche…
Roberto,
como
ya
dijimos,
se
quedó
en
el
teatro
hasta
como
la
1
de
la
mañana,
cuando
ya
no
había
nadie
en
la
calle.
Y
aquí
hay
que
mencionar
otra
cosa
que
pasó
en
el
teatro:
Yo
estaba
en
el
teatro
Jorge
Isaacs,
todo
nervioso,
muy
asustado,
cuando
me
llaman
al
teléfono.
Y
me
dice:
“Hola,
¿Roberto?
“.
Y
yo:
“¿Con
quién
hablo?”.
“Con
el
señor
Ray
Charrupí”.
Bueno,
y
tengo
que
explicar
quién
es
él.
Ray
Charrupí
es
un
abogado
y
director
de
Chao
Racismo,
una
iniciativa
que
se
creó
a
finales
del
2011
para
luchar
contra
el
racismo.
Y
es
que
esta
organización
no
era
un
colectivo
de
estudiantes,
sino
una
con
visibilidad,
con
poder
de
convocatoria,
que
tenía
acceso
a
gente
de
la
farándula,
a
los
medios,
a
políticos
y
que
podía
organizar
congresos
y
eventos
masivos
con
gente
de
la
élite
colombiana.
Unos
meses
antes
de
las
manifestaciones,
Chao
Racismo
también
había
hecho
un
derecho
de
petición
al
canal
para
que
sacaran
al
Soldado
Micolta.
Para
Darwin
fue
clave
que
Chao
racismo
se
involucrara…
Usar
su
influencia
mediática,
porque
la
tiene,
como
para
hacer
esto…
esto
más…
más
visible,
porque
cuando
Alí
Bantú,
como
abogado,
lleva
esto,
como
que,
“pfff,
¿quién
es
este
negrito?”.
Pero
si
la
lleva
Ray
Charrupí,
es
el
hombre
negro
en
Colombia
a
mostrar:
tiene
más
trascendencia.
Y
ahí
él
usó
esa
trascendencia
que
los
medios
le
usaron…
le
dieron
para
atacarlos.
Así
que
cuando
Roberto
recibió
esa
llamada
de
Charrupí
en
el
teatro,
ya
él
había
oído
su
nombre.
Para
Roberto,
Charrupí
era
la
persona
que
estaba
al
frente
de
las
protestas.
Me
dijo:
“Yo
en
estos
momentos
estoy
en
Bogotá
—ya
estaba
toda
esa
bullarangada
afuera—,
y
en
este
momento
voy
viajando
para
allá
para
que
solucionemos
esto”.
Y
Roberto
se
acuerda
que
le
dijo:
“Señor,
yo
no
voy
a
hablar
con
alguien
que
me
está
dando
en
la
cara.
Porque
usted
no
está
viniendo
a
hablar
conmigo,
usted
primero
está
dando
en
la
cara
y
después
está
viniendo
a
hablar
conmigo.
Entonces
yo
no
tengo
absolutamente
nada
que
hablar
con
usted”.
Y
le
colgué.
Ese
fue
el
primer
contacto
que
tuve
con
él.
Hablé
con
Ray
Charrupí
varias
veces,
pero
no
quiso
darme
una
entrevista
formal
si
no
accedía
a
ciertas
condiciones.
Y
pues,
esas
condiciones
significaban
—en
conjunto—
darle
algo
de
control
editorial.
Cosa
que
no
podía,
ni
podíamos
en
Radio
Ambulante,
aceptar.
Obviamente,
nos
hubiera
gustado
tener
su
testimonio,
pero
entonces
cumplo
con
citarlo
aquí.
Lo
que
me
pidió
que
dijera
es
que
consideraba
que
la
entrevista
era
—y
aquí
cito—:
“Contraproducente
para
la
lucha
contra
el
racismo
y
el
mejoramiento
de
Colombia
en
esta
materia.”
En
todo
caso,
Roberto
me
dijo
que
después
de
lo
del
teatro…
Ya
uno
veía
a
alguien
afro
y
uno
decía:
“Dios
mío,
¿viene
a
agredirme?”.
Hubo
un
momento
donde
yo
decía:
“Dios
mío,
qué…
¿qué
pasa?
Más
seguridad
o
más
algo”,
porque
se
siente
uno
indefenso.
Pero
no
todo
eran
ataques
ni
rechazos.
Una
de
las
cosas
que
más
se
acuerda
fue
que,
en
medio
de
todo
esto,
estaba
un
día
en
su
casa
en
Palmira
con
su
compañero
Alex.
Estaban
en
la
terraza…
Escribiendo
libretos
para
Sábados
Felices
y,
pues,
bajo
la
presión
de
todo
lo
que
estaba
sucediendo.
Y
me…
me
hice,
en
algún
momento,
yo
amigo
de
moteros
del…
del
Valle
del
Cauca.
Y
no
me
vas
a
creer
que
han
hecho
una
caravana
de
más
de
500.
Y
llegaron
a
mi
casa
a
apoyarme.
[Llora]
Ufff…
Eso
fue
muy
bonito,
sentir
ese
apoyo.
Estábamos
escribiendo
cuando
empezaron
esas
motos
a
pitar.
Se
taparon
por
ahí
3,
4
cuadras
de
motos.
Y
todo
el
mundo
pitando:
“¡Micolta
te
queremos!
¡Micolta!”.
Y
lo
que
más
me
hizo
estallar
es
que
cuando…
cuando
abro
la
puerta,
el
primer
personaje
que
había
era
un
negro
gigante
con
la
pañoleta
y
me
dice:
“¡Mompa,
todos
somos
Micolta!”.
Ufff…
Eso
me
dio
mucha
emoción.
Fue
muy
bonito
sentir
al
público
defendiéndolo,
¿no?
En
esos
días,
Roberto
habló
con
los
jefes
de
canal
Caracol.
Y
ellos
3
me
dijeron:
“Micolta,
el
canal
está
para
apoyarlo
a
usted.
Tome
la
decisión
que
tome.
La
decisión
es
suya”.
Yo
decidí
hacer
lo
que
se
hizo.Cuando
volvamos,
¿qué
pasa
con
el
soldado
Micolta?
Es
hora
del
Pop
Culture
Happy
Hour
Summer
Movie
Preview.
Vamos
a
predecir
cuáles
serán
los
éxitos
y
los
fracasos,
te
diremos
en
lo
que
estamos
interesados
y
te
ayudaremos
a
invertir
ese
dinero
del
tiquete
inteligentemente.
Escúchalo
ya
mismo
en
Pop
Culture
Happy
Hour.
¿Qué
hace
única
la
experiencia
humana?
¿Y
qué
tenemos
todos
en
común?
Soy
Guy
Raz.
Todas
las
semanas
en
TED
Radio
Hour,
vamos
en
una
aventura
a
través
de
las
grandes
ideas,
cambios
y
descubrimientos
que
nos
maravillan.
Encuéntralo
en
el
app
de
NPR
One
o
donde
escuches
tus
podcasts.
Estamos
de
vuelta
en
Radio
Ambulante.
Soy
Daniel
Alarcón.
Entonces,
el
fin
de
semana
después
de
las
protestas
en
Cali,
algunos
medios
empezaron
a
sacar
titulares
como:
“Tumbaron
a
Micolta
de
Sábados
Felices”.
O
“El
soldado
Micolta
no
saldrá
más
en
Sábados
Felices”.
O
“Desaparece
el
polémico
Soldado
Micolta
del
humor
colombiano”.
También
hubo
mucha
discusión
en
redes
sociales.
Algunos
aplaudían
y
otros
condenaban
la
salida
del
personaje.
Camila
nos
sigue
contando.
Dentro
de
estos
que
criticaban
que
se
acabara
había
todo
tipo
de
tonos.
Desde
los
moderados:
Me
perdonan,
pero
lo
del
Soldado
Micolta
me
parece
una
pendejada.
Se
equivocan
sacando
al
Soldado
Micolta
de
Sábados
Felices.
Era
el
mejor
personaje
de
todo
el
programa.
¿Y
por
qué
no
denunciar
a
Chao
Racismo
por
racismo
contra
el
personaje
de
Micolta?
Hasta
unos
mucho
más
agresivos.
Y
sí,
racistas.
El
Soldado
Micolta
de
Sábados
Felices
ya
no
volverá
a
salir
en
Televisión
porque
no
falta
el
negro
hp
diciendo
que
es
racismo.
Los
negros
son
los
más
racistas
del
mundo.
Con
ese
cuento
del
racismo
van
ofendiendo
y
tratando
mal
a
los
demás.
Ejemplo,
Micolta.
¿Por
qué
no
se
van
para
África
y
dejan
tanto
drama?
Ese
lunes,
después
de
que
todo
el
fin
de
semana
se
había
anunciado
que
el
personaje
se
iba
a
acabar,
una
emisora
muy
importante,
La
W
radio,
entrevistó
a
Ray
Charrupí
sobre
este
tema.
Y
debo
aclarar
que
la
periodista
que
hace
la
entrevista
se
llama
Camila
Zuluaga,
no
soy
yo.
Bueno,
lo
primero
es
que,
Camila,
tenemos
que,
eh,
este
debate
ha
sido,
digamos,
en
el
que
más
grande
en
el
que
Chao
Racismo
se
ha
visto
involucrado.
Pero
estamos
seguros
que
esto
está
ayudando,
abrir
el
debate
está
ayudando.
¿Por
qué?
Porque,
hoy,
esto
verifica
—y
es
lo
que
pretendo
que
esta
entrevista
demuestre—
que
somos
un
país
conscientemente
excluyente
e
inconscientemente
racista.
Después
incluyó
a
Roberto
en
la
conversación.
Roberto,
se
ha
conocido
este
fin
de
semana
que
el
Soldado
Micolta
no
saldrá
más
en
Sábados
Felices.
¿Eso
es
cierto?,
¿usted
va
a
acabar
el
personaje?
Eso
es
mentira,
Camila.
Como…
Como
te…
Como…
Yo
tuve
una
reunión
especial
con
los
directivos
del
canal.
Pues
dado
todo
lo
que
se
viene
sucediendo,
ellos
me
preguntaron
que
yo
qué
decidía
hacer,.
Entonces
la
decisión
mía
fue
dejar
de
maquillar
al
personaje
con
el
maquillaje
que
lo
vengo
maquillando.
O
sea,
la
decisión
fue
abandonar
el
“blackface”.
Y
desde
ese
momento
en
adelante
pintarse
la
cara
de
varios
colores.
A
veces
con
la
bandera
de
Colombia;
a
veces
de
diferentes
colores
como
azul,
negro,
verde,
rojo.
Cuando
hablamos
meses
después,
Roberto
me
explicó
cómo
llegó
a
esto.
Entonces
yo
dije:
“Listo,
Micolta
tiene
un
cambio:
a
partir
de
ahora
Micolta
no
es
negro.
Es
un
soldado
que
habla
como
un
payaso
y…
y
mantiene
a
toda
hora
mimetizado.
¿Sí
me
entiendes?
Entonces
ese
es
Micolta
hoy
día.
Hoy
Micolta
para
no
tiene
color.
Pero…
Pero
el
personaje
es
el
mismo,
para
es
la
misma
magia.
Pero
cuando
Roberto
explicó
esto
ese
día
de
la
entrevista
en
la
radio,
Ray
Charrupí
dejó
claro
que
para
él,
eso
no
era
suficiente.
Sin
embargo,
Roberto,
usted
que
me
está
escuchando,
esto
va
más
allá.
No
es
simplemente
el
hecho
del ”blackface”, cosa
que
le
agradezco
y
si
usted
ha
tenido
hacer
esto
a
bien.
Como…
como
aporte,
la
comunidad
le
agradece
que
cancele
del
personaje
el
tema
del ”blackface”.
Pero
no
crea
que
somos
bobos,
de
pronto,
si
usted
continúa
con
la
cara
que
sea
diciendo:
«Nosotros
somos
negritos,
que
no
qué,
que
no
cuánto,
esto
y
aquello,
entonces
ahí
estamos
incurriendo,
y
seguimos
con
la
pendejada
de
seguir
incurriendo
en
un
acto
de
discriminación».
Porque
no
nos
gusta.
Y
bueno,
yo
hablé
con
Roberto
mucho
tiempo
después
de
que
pasó
todo
esto,
y
parece
que
con
lo
que
se
quedó
fue
con
lo
ofensivo
que
es
el
“blackface”.
Lo
que
entiendo
es
que
toda
persona
que
se
maquille
de
negro
totalmente
en
una
tarima
está
practicando
el
racismo.
Entonces,
la
verdad,
yo
era
ignorante
del
tema
hasta
el…
hasta
el
año
del
problema
me
vine
a
dar
cuenta
del
término.
Y
fue
lo
que
más
me…
me…
me
dio,
pues,
me
dio
pena
y
no
pena
porque,
bueno,
el
que
ignorantemente
peca,
ignorantemente
se
condena
también,
igual
dicen.
Pero
para
Darwin,
como
dijo
Charrupí
en
esa
entrevista,
el
problema
va
más
allá
del
“blackface”.
Porque
realmente
el
personaje
no
se
acabó.
Ahora
se
pinta
con
otros
colores,
pero
la
actitud,
el
acento,
el
tipo
con
malicia,
los
ademanes,
el
tipo…
bruto.
Y
esto
tiene
que
ver
con
todo
el
conjunto
de
cómo
se
representa
a
los
afrocolombianos
en
los
medios.
Porque
casi
siempre
que
sale
un
afro
en
televisión…
Es
mostrar
de
que
somos…
solo
somos
empleados
domésticos
o
jardineros,
ladrones,
y
las
mujeres
prostitutas.
Y
eso
viene
de
una
tradición
larga
de
Occidente.
Eso
lo
vemos
desde…
desde
Disney.
Nos
hemos
criado
con
toda
esa
iconografía
negativa.
Y
en
Disney
sale
siempre,
cuando
sale
el
afro,
sale
con
la
boca
grandísima
y
con
el
hueso
en
la
cabeza
y
tapa
rabos,
y
lo
mismo
con
el
indígena.
Y
sale
el
europeo
en
el
castillo…
culturas.
Y
acá…
acá
somos
incivilizados
y
acá
somos
aborígenes.
Pero,
claramente,
no
solo
se
trata
de
las
representaciones,
sino
del
lugar
que
han
tenido
en
la
sociedad.
A
pesar
de
que
en
la
constitución
del
91
Colombia
se
declara
como
una
nación
multicultural,
solo
es
hasta
el
93
que
se
reconoce
a
esta
población
como
grupo
étnico
y
se
establece
que
tienen
que
haber
mecanismos
para
proteger
los
derechos
de
esta
comunidad.
Colombia
era
un
país
andino,
lo
negro
no
existía.
No
es
de
gratis
que
el
Pacífico
esté
tan
atrasado.
¿Hay
corrupción
actual?
Claro,
hay
corrupción
como
en
todo
lado.
Pero
históricamente
hay
una
deuda
con
el
Pacífico.
Una
deuda
histórica,
económica
y
humana.
Entonces
esta
discriminación
es
sistemática.
El
cerebro
ya
estaba
programado
para
eso.
¿Por
qué
no
ponés
un
afro
vestido
de
doctor?
“Uy,
sí,
verdad”.
¿Sí
ves
tu
racismo
inconsciente?
Por
eso
también
parte
de
la
lucha
de
estos
colectivos
de
Cali
es
reclamar
más
representación
afro
en
lugares
de
trabajo.
“Hey,
aquí
en
Cali
también
hay
negros
profesionales,
formados
en
el
área
de
las
ciencias
exactas.
¿Y
por
qué
no
hay
ni
uno,
ni
un
negro
sentado
en
un
banco?”.
Así
se
forme,
no
le
vamos
a
dar
la
oportunidad.
¿Por
qué
crees
que
Roberto
Lozano
creó
a
Micolta?
Pues
yo…
Yo
creo
que…
Yo
no
creo
que
dentro
de
su
corazón
esté
ofender
a
la
gente,
no
creo,
no
creo
que
sea
tan…
tan
pésimo
ser
humano.
No
creo
que
salga
eso
de
su
cabeza
porque,
pues,
él
está
dentro
de
su
privilegio
como
hombre
heterosexual
católico.
Entonces
desde…
desde
ese
privilegio
no
puedes
ver
nada,
no
puedes
ver
nada.
Entonces,
para
Darwin,
el
problema
no
solo
es
Micolta,
sino
una
cultura
que
celebra
un
personaje
tan
claramente
racista.
No
es
cuestión
de
malicia,
sino
de
ignorancia,
de
ceguera,
de
un
privilegio
que
no
le
permite
a
la
gente
ver
más
allá
del
contexto
en
el
que
se
crió,
y
menos
solidarizarse
con
problemas
y
traumas
que
ellos
mismos
no
han
vivido.
Esto,
obviamente,
es
un
reto
no
solo
para
Roberto.
Sino
para
todos.
Le
pregunté
a
Roberto
si
él
cree
que
hay
racismo
en
Colombia.
Y
me
dijo
que
sí.
Sí,
hay
mucho
racismo.
Indiscutiblemente.
Y
no
es…
Y
ojo:
no
es
racismo
solamente
del
blanco
hacia
el
negro.
Es
racismo
del
negro
hacia
el
blanco,
del
negro
hacia
el
negro,
y
del
blanco
hacia
el
blanco.
Es
un
racismo
general.
No
qué
será
el
racismo
del
blanco
hacia
el
blanco.
Pero
en
todo
caso,
no
es
igual.
Porque
la
historia
no
es
igual.
No
fueron
desterrados
de
su
tierra
natal
África,
no
fueron
traídos
como…
como
animales,
en
barcos
negreros.
Y
tampoco
las
mujeres
fueron
violadas
por
más
de
6
siglos
y
tampoco
estuvieron
fuera
de
la
producción
de
capital
hasta
entrado
el
siglo
20.
Le
pregunté
a
Darwin
si
cree
que
toda
esta
polémica
con
Micolta
ayudó
en
algo
para
hablar
abiertamente
sobre
el
racismo
en
Colombia.
Uf,
claro.
Ese
episodio
fue…
A
raíz
de
eso
fue
que,
por
fin,
el
racismo
en
el
país
se
tornó
un
tema,
un
tema
a
abordar.
Porque
era
un
tabú:
siempre
se
hablaba
de
los
Estados
Unidos,
que
allá
hay
racismo,
pero
que
aquí
no.
Aquí
queremos
a
nuestros
negritos.
Y
le
pregunté
exactamente
lo
mismo
a
Roberto.
Y
me
dijo…
No.
No,
porque
lo
que
hicieron
fue
hacerme…
hacerme
el
daño
y
ya.
Que
hubiese
sido
una
causa
bonita,
una
causa
para
decir:
“Vamos
contra
el
racismo,
hagamos
una
campaña,
hagamos
algo
tan,
somos
hermanos”.
Eso
hubiese
sido
bonito,
pero
no.
Es
decir,
en
todo
esto,
según
Roberto,
la
víctima
es
él.
Con
todo
este
asunto
del
soldado
Micolta
se
abrieron
además
varios
temas
que
pocas
veces
son
discusión
en
Colombia.
Uno
de
ellos
es
la
forma
en
que
hacemos
y
consumimos
humor.
Pero
también
se
habló
de
los
límites
del
humor,
de
la
libertad
de
expresión,
de
la
censura.
En
fin,
de
la
relación
entre
lo
políticamente
correcto
y
el
humor.
Carlos
Gallego
es
uno
de
los
humoristas
que
creó
a
los
personajes
de
Tola
y
Maruja.
Son
dos
ancianas
paisas
que
se
burlan
de
la
sociedad
colombiana.
Para
él,
en
términos
de
lo
que
la
corrección
política
hace
con
el
humor…
Pues
yo
creo
que
lo
cerca
un
poco,
pero…
pero,
pues,
a
no
me
parece
mal.
Como
se
dice
por
ahí:
el
poder
de
las
palabras
que
se
van
convirtiendo
en
ideas.
Eso
puede
ocurrir:
que
el
humor
refuerce
esos
estereotipos
que
a
ellos
los
ofenden.
Y
es
que
para
Carlos,
una
de
las
grandes
ventajas
de
lo
políticamente
correcto
es
que
le
exige
al
humorista…
Que
trate
de
hacer
un
humor
más
fino,
más…
digamos
más
difícil,
que
no
sea…
que
no
sea
fácil.
Porque
es
perezoso
burlarse
de
alguien
por
el
color
de
su
piel,
por
sus
características
físicas
o
por
sus
preferencias
sexuales.
Ese
es
el
camino
más
fácil.
El
reto
es
reírse
con
el
otro,
más
que
del
otro.
Desde
que
pasó
lo
del
Soldado
Micolta,
Roberto
me
dijo
que
las
políticas
de
Sábados
Felices
se
volvieron
más
estrictas
con
respecto
a
los
temas
de
los
que
se
pueden
hacer
chistes.
Hay
límites
donde
antes
no
los
había.
Tienen
prohibidos
temas
políticos,
religiosos,
y
ahora
raciales.
Y
pues,
Roberto
tiene
sentimientos
encontrados
al
respecto.
Lo
del
político,
lo
político,
me
parece
muy
triste
que
no
se
pueda
hacer
humor
sobre
la
política.
Porque
me
parece
que
es
lo
más
comediante
que
hay,
lo
más
cómico
que
hay
aquí
en
Colombia.
Bueno,
sobre
lo
religioso
me
gusta,
porque
pues
a
me
gusta
el
respeto.
Me
gusta
el
respeto
hacia
papá
Dios
y
todos
creemos
en
Dios
de
una
u
otra
manera.
es
importante
respetar
lo
que
creemos,
¿no?
Entonces
en
algún
momento
me
di
cuenta
de
que
la
comedia
religiosa
no
es
muy
agradable
que
digamos.
Mucha
gente
que
se
interesó
en
la
polémica
de
Micolta
dijo
que,
para
la
comunidad
afro,
había
problemas
infinitamente
más
importantes
que
un
mestizo
imitando
a
un
afro
para
hacer
reír
en
televisión.
Y
sí,
esos
problemas
existen,
claramente.
Y
muchos
afrocolombianos
claro
que
están
peleando
por
acabar
con
la
pobreza
o
por
la
falta
de
acceso
a
educación
o
por
la
corrupción
de
los
políticos
que
los
representa.
Es
que
nosotros
estamos
tan…
tan
llevados
en
este
país
que
hace
12
años
peléabamos
por
ingreso
a
la
universidad,
peleábamos
por
que
nos
dieran
trabajos,
para
que
no
nos
mataran
en
Cali.
Pero
también
no
hay
por
qué
pensar
que
las
luchas
sean
excluyentes.
No
porque
uno
protesta
por
el
soldado
Micolta
quiere
decir
que
está
dejando
de
reclamar
otros
derechos
u
otros
cambios.
Pero
es
que
además
las
luchas
sociales
evolucionan.
Entonces
las
luchas
van
mutando.
Ya
cada
vez
peleamos
cosas
que
para
la
gente
son
más
superficiales.
Yo
hago
la
analogía
con
la
gente
en
Estados
Unidos,
que
antes
—en
el
tiempo
de
Rosa
Parks—,
se
peleaba
por
dejáme
sentar
al
bus
adonde
yo
quiera.
No
me
matés
en
un
árbol,
no
me
quemés
porque…
porque
soy
negro.
Ya
eso,
bien
o
mal,
se
ha
ido…
se
ha
ido
avanzando.
Es
como
que,
“hey,
también
quiero
ser
presidente”.
Entonces
la
gente
puede
decir,
“ah,
es
superficial”.
¿Qué
les
argumento?
Que
vayan
a
un…
a
un…
a
una
escuela,
y
ver
cómo
esos
niños
se
crían
con
ese
problema
de
autoestima,
ese
problema
de
identidad
hacia
lo
suyo
porque
lo
suyo
es
el
chiste
de
todo
el
mundo.
Camila
Segura
es
nuestra
editora
principal.
Vive
en
Bogotá.
Esta
historia
fue
editada
por
Silvia
Viñas,
Luis
Fernando
Vargas
y
por
mí.
El
diseño
de
sonido
es
de
Andrés
Azpiri.
Daniel
Villatoro
hizo
el
fact-checking.
El
resto
del
equipo
de
Radio
Ambulante
incluye
a
Jorge
Caraballo,
Patrick
Mosley,
Laura
Pérez,
Barbara
Sawhill,
Luis
Trelles,
David
Trujillo
y
Elsa
Liliana
Ulloa.
Carolina
Guerrero
es
la
CEO.
Radio
Ambulante
se
produce
y
se
mezcla
en
el
programa
Hindenburg
PRO.
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322
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Jorge
me
asegura
que
no
hay
nada
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spam,
y
le
creo.
Te
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al
tanto
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nuevo
episodio
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América
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Soy
Daniel
Alarcón.
Gracias
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Bienvenidos a Radio Ambulante, desde NPR. Soy Daniel Alarcón. Hoy empezamos en Cali, Colombia. Es 30 de Octubre del 2015 y estamos en un teatro. No, yo estaba pero “toteado” del susto. Yo pensé que me iban a… a linchar allá en el teatro… Y este es Roberto Lozano, un humorista colombiano… La dueña del teatro cerró puertas, y se vino y se puso a llorar al lado mío y me dijo: “Roberto, yo le pido por el amor de Dios que no vaya a salir. Si usted sale de aquí y a usted le pasa algo, y a mí me cierran el teatro, se acaba el teatro, Roberto”. Era delicado. Habían organizado un show de Halloween. Se iban a presentar varios humoristas que salen en Sábados Felices, un popular programa de la televisión colombiana que lleva más de 45 años al aire. Pero ese día, tuvieron que cancelar el show. Salí del teatro a la 1 de la mañana porque esa señora me abrió las puertas a la 1 de la mañana, cuando ya no había nadie en la calle. Me sentí secuestrado. Camila Segura, nuestra editora principal, nos cuenta. El personaje que iba a presentar Roberto Lozano llama el Soldado Micolta. Y es muy conocido por los colombianos. Aquí el Ejército Nacional, defendiendo el territorio. ¡Soldado Micolta! Mire que estamos en combate, ¿qué hacemos? Pida apoyo. ¿Y por qué no mejor pedimos arroz chino? [Risas] ¡No llore hombre! En ese momento, Micolta casi siempre salía acompañado de un teniente… Deje de ser cobarde. ¡Saque algo de valor! Bueno, mi teniente. Como usted ordene, mi teniente. Rapidito. ¿Y para qué saca ese reloj? Es que tiene mucho valor sentimental. [Risas] Puede que no entiendan bien lo que dice Micolta. Y es que aquí hay que explicar algo: el personaje tiene un acento que, en teoría, remeda al de los afrocolombianos del Pacífico. Pero hay algo más: Lozano es un hombre mestizo que se pinta la cara y el cuerpo de negro y los labios de rojo. La personalidad del soldado se ve en la dinámica que tiene con su superior. El teniente es la parte seria. Este es Roberto… El teniente es el que siempre llega a poner las órdenes: “Bueno, soldado Micolta, ¿usted a qué compañía pertenece?”. “Eh, pertenezco a la compañía Lobo”. “¿Desde hace cuánto?”. “¡Auuuuuuuuuuu!”. ¿Si me entiende? Siempre es… le intenta contestar bien, y cuando cree que la respuesta va bien: ¡tenga! Le sale con la otra, con la payasada. Se supone que el soldado le toma del pelo al teniente, se burla de él. El Soldado Micolta hace lo que todo el mundo quiere hacer, que a veces es burlarse un poquito de la autoridad. Pero, a veces, esa burla a la autoridad que representa el teniente puede confundirse con falta de inteligencia. Por ejemplo: Usted no aspira a tener nada. Tener sus propias cosas. ¿Cómo que no? Si ya me compré mi primer carrito, mano. ¿Y dónde lo dejó? Lo dejé allá afuera en la calle. No, pero… ¡No sea bruto, hombre, ¿no ve que allá se lo roban?! Más bruto usted, porque es que yo le quité una llanta. [Risas] ¿Y qué llanta le quitó? La de repuesto. [Risas] Para Roberto, Micolta es infantil. Es un niño grande, un niño en un estuche gigante. Es tierno. Micolta es muy tierno. Es ingenuo, pero, ay, ¡es muy pícaro! ¡Ay, yo a ratos… a ratos lo veo muy pícaro! [Risa] Es pillo. Micolta es pillo, es pillo. Y perezoso. A Micolta le gusta hacer locha a toda hora, le gusta no hacer nada [risa]. Le gusta reírse Le encanta estar toteado de la risa a toda hora. A Micolta le gusta decir palabras mal dichas. Por ejemplo: ¿Dónde está la honestidad de este país? Yo no sabo, Yo no sabo. [Risas] No se dice sabo. ¿Entonces cómo se dice? “No sé”. Entonces quédese callado. [Risas] Roberto y Alexander Rincón —el que hace del teniente — se conocieron en Bachillerato y se volvieron los payasos del colegio. Hacían presentaciones e imitaciones y eran muy populares. Así que en el 2003 participaron en el concurso de Sábados Felices. Viajaron en bus desde Palmira hasta Bogotá, y se presentaron varias veces como cuentachistes. Cada uno por separado. A veces les iba bien, otras no tanto. Hasta que un día decidieron que se iban a inventarse un show que los incluyera a ambos. Nos sentamos en la oficina de nosotros, que en esa época era el andén de la casa —yo me acuerdo—, y ahí dijimos: “Bueno, vamos a hacer dos botones de hotel”. Pero empezaron a pensar que no todo el mundo sabe qué es un botones. Una persona humilde no va a un hotel con botones, lo mandan pa’… pa’ la pieza con la llave [risa]. Entonces, “no, algo que haya en todas las casas”. “¿Qué hay en todas las casas?”. Un soldado. Al principio eran el soldado Lozano y el teniente. Y Roberto salía simplemente uniformado. Pero después decidieron que era mejor que el soldado se pintara de negro y que se llamara Micolta. Le pregunté cómo llegó a esta decisión y me dio varias respuestas… Por un lado, me contó que a pesar de que él vivía con su mamá y sus hermanos en Palmira, durante toda su infancia su papá trabajó como motorista en el puerto de Buenaventura, el más importante del Pacífico colombiano. En esa época la gente blanca en Buenaventura no se veía y todos, todos los amigos, toda la gente conocida era pura gente afrocolombiana. Él iba a visitar a su papá cada vez que podía, y allá lo acompañaba a trabajar. Y pues, la verdad muy… muy pegado a esa cultura, muy… muy pegado a esa gente, muy unidos a ellos desde niños, desde infante. Pero Roberto también me contó que estudió locución para radio y televisión en Cali. Y en esa clase tuvo un compañero afro de apellido Micolta. Y era el más cómico del salón, era… era muy chistoso porque no hablaba bien. Para nada, y él… y él decía: “Lo que pasa es que yo quiero ser locutor”. Y pues todo el mundo hablaba bien, hablaba “cha”. Y él decía: “No, yo quiero ser locutor”, y todos los días iba y no estudiaba, pero nos hacía reír a todos. Era una recocha. Entonces, pues, por eso creo que fue la motivación para hacer ese personaje en algún momento, ¿no? Y además… Bueno, indiscutiblemente, yo tengo unos ojitos grandes y tengo una boquita grande. Entonces no puedo negar que con el maquillaje negro me veía muy cómico. El Soldado Micolta se convirtió en un personaje bastante exitoso. Junto con el teniente —en un show que llamaron “Los Siameses”— ganaron varias finales del concurso anual de Sábados Felices, y rápidamente se volvieron parte del elenco del programa. Llevaban 12 años al aire cuando un día de octubre del 2015… Estaba yo en la casa cuando me llaman y me dicen: “Roberto, aquí en el canal Caracol, en la puerta, hay una cantidad de gente afro, con carteles y con… y con vainas de que fuera el Soldado Micolta de la televisión”. ¡Abajo el Soldado Micolta!. ¡Abajo, abajo, abajo! Fuera el racismo de los medios de comunicación. ¡Fuera, fuera, fuera! Los medios masivos de comunicación fomentan el racismo y la discriminación. Los medios masivos de comunicación fomentan el racismo y la discriminación. Claro, yo veo ese espectáculo así, pues, aberrante, y lo que hace es afirmar todos los estereotipos por los cuales uno ha peleado toda la vida. Este es Darwin Balanta, uno de los que participó ese día en la protesta. Esos estereotipos de que el negro no sabe hablar, de que el negro es bruto, pero, o sea, solo sirve para la viveza, de la malicia, pero de su cabeza no sale nada, nada positivo. Darwin nació en Cali y tiene 37 años. Estudia ciencias sociales en la Universidad del Valle y ha estudiado mucho la historia afro. Me dijo que a él, personalmente, a estas alturas de su vida, el personaje del soldado Micolta no lo afecta realmente. Porque yo sé… yo sé quién soy y de a dónde vengo. Yo sé que vengo de un imperio glorioso en África, de que mis descendientes eran reyes, ingenieros, arquitectos, X, Y, Z. Pero Darwin también da clase a niños de colegio. La mayoría de ellos afrocolombianos. Y por eso, para él, un personaje como Micolta… Yo sí sé lo que les deja a los niños. Yo que fui niño afro, racializado, sí sé lo que afecta eso. Y como docente, sé cómo los niños afros siempre sienten ese miedo para hablar porque, a cómo habla y un acento raro, todo el mundo se le ríe. “Ay el negrito. Es que así habla Micolta”. Y como que usted nada más sirve para el fútbol, para hacer fuerza, para el sexo y para tocar el tambor. Para entender un poco mejor lo que dice Darwin, tal vez vale la pena saber de dónde viene, cómo creció. Eso también es parte de esta historia. Se crió en una familia de madre soltera y 3 hijos. Mi mamá hacía lo que hacen las mujeres que vienen del Pacífico a la ciudad, imagínate: servicio doméstico. En Cali, Darwin creció en Prados del Sur, un barrio que él describe como hostil. Un barrio con problemas de seguridad fuertes, con un entorno pesado, en todos los aspectos. Y también el aspecto también del racismo, que es en Colombia cultural. Él y su familia fueron los únicos afrocolombianos del barrio durante muchos años. Y el racismo se sentía. Uno de los primeros recuerdos que tiene de cuando se sintió discriminado es de cuando tenía más o menos 4 años. Estaba con su mamá y sus dos hermanos frente al jardín infantil, esperando el bus. Y nos sentamos, era como una fondita, y salió un señor así, pinta paisa, a decir que eso no era para negros, que por favor nos paráramos de ahí. Mi mamá, una mujer sola con 3… 3 niños, dijo: “No pues parémonos”. Y yo: “¿Este man por qué dice eso En ese momento no entendió bien de qué hablaba ese señor y su mamá tampoco entró en detalles. Pero esa frase, “esto no es para negros”, se le quedó grabada. Ya después, cuando entró al colegio grande, se encontró con un ambiente, como dice él, más explícitamente racializado. Eh, los profesores cargados de sesgos racistas, donde a los afros… Nosotros los afros no éramos seres humanos prácticamente, o sea, éramos adjetivos: entonces era el niche, el negrito, cuando era con cariño. Pero para ofender es: “Mate un negro reclame un yoyo”. “Mate un negro y haga alquitrán para carreteras”. “Niche baña niche peina”. “Todo negro huele feo”. O sea cosas así y era lo típico, lo normal. Cuando entró al colegio, a Darwin no lo conocían por su nombre. Todo el mundo me decía, era por “niche”, “negro”, “gorilita”, “miquito”… Y él todo el tiempo los corregía. “Yo me llamo Darwin, Darwin, Darwin”. Un día me cansé de eso… Y a un niño específico que siempre lo molestaba… Tomé el lapicero y le hice una herida, una herida en el tórax. Le dañé la camisa y fue un rayón profundo. O sea, actué de cansado, de… con mucha ira, pero claro uno se asusta cuando empieza a ver la sangre. Darwin tenía 8 años. Obviamente se le armó un problema con los profesores y con los papás del niño. Pero no lo expulsaron. Le pregunté si después se había arrepentido. No. No. No me arrepentí. Hasta ahora no me he arrepentido porque sirvió. Sirvió. Y sirvió porque al otro día en el colegio todo el mundo sabía su nombre. Magia, magia: “Darwin Balanta”. Decían: “Ese tipo es agresivísimo y es un peligro, díganle su nombre”. Es que el medio nos vuelve mestizos, o sea, este es un país que es 100% andinocentrista. Un país donde la mayoría de decisiones se toman desde la capital. Pero además un país donde las zonas con población afro tienen las peores condiciones de vida. Los 10 municipios más pobres están poblados en su mayoría por afros. Y hay lugares como Río Quito, en el departamento del Chocó, donde la miseria alcanza el 98%. Según el último censo del 2005, casi el 11% de la población es afrocolombiana. Aunque muchos expertos dudan de esa cifra, y aseguran que es más grande. Pero digamos que sí es así, entonces, como mínimo estamos hablando de más de 4 millones de colombianos. Pero su visibilidad en cargos públicos es muy, muy poca. Y si esto es en el 2018, imagínense lo que era la representación de los afrocolombianos en los años 80, mientras Darwin crecía. Uno prende el televisor y nunca se ve representado como hombre negro o como… como indígena. Y además llega la educación, llega la casa, la iglesia y todo eso te lo reafirma. Cuando te dice: “Lo negro es malo, tú como hombre negro eres feo, tus rasgos son feos, tu pelo… tu pelo malo —que se llama—, tu pelo es malo”. Entonces ese chip se mete en el ADN de la gente donde dice: “No”. Y por eso el problema de autoestima y de poca identidad de las comunidades afro. Es porque llevamos un chip de muchos siglos donde todo es negativo. Entonces crecer en un ambiente mestizo también es difícil porque… Cuando quiero sacar mi identidad soy ridiculizado. Entonces es más fácil adaptarse al otro que uno asumirse a ser lo que es. Como a los 16 años, Darwin empezó a trabajar como caddy de golf en un prestigioso club de Cali. Allá conoció muchachos de la clase dirigente caleña y empezó a andar con ellos. Y a vestirse y a hablar como ellos. Se trataba de un tema de clase, pero también de raza. Entonces ya cuando andabas con un grupo de 5 afros como que: “Qué boleta, yo no puedo estar con ese poco de negros porque no… ¿qué creerán de mí? Entonces mejor ando con 5 mestizos, blanco-mestizos, ojalá de estratos superiores, para que crean que yo soy de ese… de esa ola”. Pero en los 90s, tuvo un cambio. En la manera en que Darwin empezó a ver el mundo y a sí mismo. Un día estaba yendo con sus amigos mestizos a una fiesta, y pasó por enfrente de una discoteca. Una por la que siempre pasaba. Y siempre había un poco de negros ahí con ropa rara: picado norteamericanos con rastas. Y yo pasaba por ahí como que: “Ush, ¿esos negros… negros qué?”. Qué pena, o sea, pero es que la gente hablaba de los negros solamente haciendo bulla. Claro, porque uno se va volviendo racista. Y un amigo del colegio que estaba en ese grupo lo llamó y le dijo: “¿Vos para dónde vas todo gomelo?”. Yo iba todo apretadito, con la ropa una talla menos. Para ser sexy [risa]. Y él me llama: “Ven, entrá”. Y le digo: “No, qué voy a entrar ahí. Qué tal”. Pero le dio curiosidad y terminó entrando. Era una “reggeteca”, como le decían: puro reggae, hip hop y dancehall. Casi todos los que estaban en esa discoteca eran afrocolombianos y lo miraban rarísimo por cómo estaba vestido. Como: “Este negro perdido. Tiene más identidad un perro de cuadras que este man”. [Risa] Pero le encantó. A la media hora se dijo: “Por favor, esa es mi gente”. Entonces claro, el… para mí el despertar fue la música. La música fue lo primero. Empezó a escuchar hip-hop, rap, reggae… Y cuando empezó a ver los vídeos se sorprendió. ¿Esta gente qué está hablando? ¿Cómo así que el negro es bonito? Me dije: “Pero eso es… ¿Cómo así? ¿Y por qué con unos trajes tan africanos y por qué ese puño arriba? ¿Y por qué hasta tienen orgullo de su… de su cabello?”. Empezó a leer a Mandela. I have fought against white domination. A Martin Luther King. I look over and I have seen the promise land. I may not get there with you… A Malcolm X. Who taught you to hate the texture of your hair? Who taught you to hate the color of your skin to such extent that you bleach to get like the white man? Y las panteras negras. Y ya claro, eso va cambiando mi cerebro y todo mi entorno. También empezó a dejarse las rastas, a vestirse con ropa más ancha, algunas prendas africanas… Pero eso a su familia no le gustó. Y es que para Darwin, un gran porcentaje de la población afro de Colombia… En algún momento de su vida, sobre todo en la infancia, somos endoracistas, es la palabra. Es decir, racistas hacia su mismo grupo. Entonces… Cuando dice uno: “No, es que yo soy afro, pero a mí las mujeres afro sí no, ¿qué tal yo con una negra? Necesito una blanca para mejorar la raza porque eso fue… eso fue lo que nos enseñaron”. Es que eso es lo que nos enseñaron. Entonces digo que la mayoría de los afros en algún momento de su vida, son endoracistas. Somos, me incluyo. ¡Fui! Pero el salto completo, como dice él, lo dió hacia el 2004, cuando encontró a CADHUBEV: un colectivo afro de la Universidad del Valle. CADHUBEV quiere decir Colectivo Afrodescendiente Pro Derechos Humanos Benkos Vive. Este colectivo trabaja el tema afro… Desde la academia, pero con mucha calle. No son académicos de escritorio. Hacen trabajo social. Y fueron los de CADHUBEV unos de los que en octubre del 2015 convocaron las protestas por el personaje del soldado Micolta. Llevaban 6 años intentándolo, pero no tenían la plata para trasladarse a Bogotá. Entonces, por fin, después de tanto tiempo, decidieron ponerlo oficialmente en el plan de trabajo. Crearon una página de Facebook que se llama “No más Soldado Micolta”. Llegó a tener más de 2.000 seguidores. Y ahí empezaron a poner imágenes del personaje, y explicaciones sobre por qué es ofensivo. Una de las razones es el uso de lo que se conoce como el “blackface”. Ellos explicaron el concepto en uno de los primeros textos que publicaron en Facebook. Dice: “El ‘blackface’ es un práctica que surgió en los Estados Unidos, alrededor de 1848, donde actores blancos subían a escenarios con los rostros pintados de negros, proliferando así los estereotipos racistas. Esta práctica terminó en los años 60 con el movimiento de los derechos de los negros en los Estados Unidos. El ‘blackface’ no solo estigmatiza al negro, también lo excluye, ya que niega de cierta forma personajes para actores negros”. Después dice:“¡Inviten a sus amigos a seguir la protesta #NoMasSoldadoMicolta!” Durante 3 meses estuvieron recolectando plata a través de presentaciones musicales y bonos solidarios. Y también pusieron de su propio bolsillo. Alquilaron un bus y el 8 de octubre llegaron a Bogotá, al Canal Caracol. Eran más o menos 120 personas. Fomentan el racismo y la discriminación. Los medios masivos de comunicación fomentan el racismo y la discriminación. Y al día siguiente protestaron en frente del MINTIC, el Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones. Porque ese Ministerio es la entidad que regula las políticas de comunicación. ¡Chiste! ¡Yo no soy su chiste! ¡Yo no soy su chiste! ¡Yo no soy su chiste! ¡Yo no soy su chiste! ¡Yo no soy su chiste! Me llaman y me dicen: “Roberto, aquí hay una manifestación de gente que está diciendo que fuera el Soldado Micolta”. Y yo… Yo no lo podía creer. Me mandaron vídeos con pancartas, no dejaban entrar a la gente a Caracol… ¿Y qué pensaste cuando te llaman y te dicen eso? ¿Qué pasó por tu cerebro? No, pues, la verdad me sorprende mucho. Porque es que yo soy un humorista. Soy… El trabajo mío es hacer reír. O sea, yo creo que hay maneras de decir las cosas, y me sorprendió mucho esa… eso… esa manera como tan agresiva. Claro, una protesta, yo… O sea, yo entiendo que hagan una protesta por… por alguien malo o que hagan una protesta porque está… porque alguien está sufriendo o porque hay hambre o… ¿Pero una protesta por un humorista? Eso me pareció absurdo. Pero esta no era la primera vez que Roberto se enteraba de que había quejas contra su personaje. Primero alguien del grupo Cimarrón, supuestamente que quiso hablar conmigo. Pero pues nunca me filtraron la conversación con la persona, entonces nunca pude reunirme con él. El movimiento Cimarrón es una organización que lleva más de 35 años luchando por los derechos humanos de los afrocolombianos. Y de ahí es que salen colectivos como el CADHUVE. Desde más o menos principios de los años 80 y de forma constante, Cimarrón ha presentado denuncias y convocado protestas por diferentes actos de racismo. Varias de estas han sido a diferentes medios de comunicación por representaciones consideradas racistas. Quejas sobre personajes como El Negro Palomino, por ejemplo, un personaje que también salió en Sábados Felices. Oígamos… Si la negramenta se diera cuenta, ay Dios mío. Pero cómo les parece que ha llegado un negrito de pelo quieto —color caoba tono 46, aguado, pasado de melanina— entró al apartamento, llevaba al sobrino del brazo, al gorilita pequeño… Pero también quejas sobre otros, como La Negra Nieves, Memín Pinguín, o Taolamba. Pero además, ya en 1997, Cimarrón y otras organizaciones afro convocaron al Relator Especial de la ONU, el encargado de examinar las diferentes formas de racismo y xenofobia. El relator después de su visita dio varias recomendaciones. Una de ellas era que Sábados Felices saliera del aire por la ridiculización de la comunidad afro. Pero nunca hubo cambios por parte de Caracol. Traté varias veces de hablar con alguien de Caracol sobre este tema del soldado Micolta, pero no me dieron la entrevista. Así que las quejas que llegaban al programa de Sábados Felices por el soldado Micolta no eran nada nuevas. Roberto Lozano, en concreto, con la de Cimarrón… La pasé por alto, porque es que le llegan quejas a todo el mundo. En algún momento el doctor… un doctor escribió que porque no le gustaba que hicieran de doctores y los ridiculizaran, o… o… o bueno, algún día alguien que no le gustaba que se pintara. De todo el mundo llegan críticas, entonces por eso muchas veces se pasa por alto. Pero además Roberto opina que… Si yo estoy viendo un programa y a mí me parece agresivo algo, lo cambio. Hoy tenemos tantas opciones, que la gente se metió en la cabeza que la televisión es para llevar cultura, y eso es falso: la televisión es para entretener, pa’ eso la inventaron. Entonces, además de las múltiples quejas del movimiento Cimarrón, hubo otras personas que también le reclamaron al Canal específicamente por el Soldado Micolta. Uno de ellos fue Alí Bantú, un estudiante de derecho que también llevaba años cansado de este personaje. Este es Alí. Hasta que llegó el punto en que dije: “No, yo tengo que hacer algo”. En marzo del 2014 mandó un derecho de petición al Canal Caracol. Pedía que sacaran del aire varios personajes, entre ellos Micolta. Me tomé toda la… la… el tiempo necesario para formular un derecho de petición con mucho más argumentos, aunque con solo un argumento bastaba, pero pues entendemos que estamos en un país bastante leguleyo. Fueron 5 páginas argumentando por qué personajes como el del soldado Micolta profundizan los estereotipos raciales de los afrodescendientes. Menos de un mes después recibió una respuesta oficial del canal donde decían que —y cito—“la discriminación racial contra la población afrodescendiente no se practica en el programa”. Caracol también decía que Sábados Felices ha tenido una alta aceptación entre los colombianos, justamente porque interpreta a través del humor las diversas expresiones culturales y raciales del país. Y que si quitaran las representaciones afro, también tendrían que quitar las de los paisas, los boyacenses, los costeños, los santandereanos, los pastusos y etcétera… Uno de los argumentos era que si en el programa no aparecieran estos grupos, ahí sí sería una discriminación. Y terminan diciendo —y cito textualmente—, que “acceder a su petición implicaría la violación de derechos fundamentales tales como a la igualdad, al trabajo y a la libertad de expresión, entre otros”. Pero Alí no se conformó con la respuesta, y empezó a trabajar en una tutela, otro recurso legal. Para seguir dando la pelea, porque no iba a terminar allí. Porque Alí piensa que… El racismo es una forma de violencia. Y ese programa era una forma de violencia. Y que el tema de la libertad de expresión, pues, también es algo complejo. Si alguien se le ocurre apuntarme con un arma, ¿eso es una libertad de expresión? ¿Qué es la libertad de expresión entonces? Pero mientras Alí escribía la tutela, las protestas empezaron. Roberto, que vivía en esa época en Palmira, volvió a Bogotá a grabar una semana después de esa primera protesta. Cuando entré, en esto todo el mundo: “¿Quiubo, Micolta? ¡Hola! Oí, lo vinieron a visitar, Micolta”. Y no, todo el mundo, claro, todo el mundo se dio cuenta de esa vaina. Y de ahí pa’ allá ya fue la locura. Empezaron a nombrarlo en las redes sociales. Recibía mensajes en Facebook, recibía Twitter, recibía cualquier cantidad de amenazas, de cosas feas, de… de gente tirándome, de otros… de otros muchos más defendiéndome, entonces, ¡argh! Eso enloquece. Y los medios empezaron a llamarlo. Y yo soy alguien muy… muy mío: a mí me encanta que no me reconozcan. Me encanta estar muy solo, me encanta estar muy calmado, cuando empieza todo el mundo a hablar, a comentar, a tirar. Se acuerda bien que un día de esos lo llamó un periodista. Y yo… yo todo bravo le dije, o todo perdido en el momento, le dije: “Pues, si pa’ tanto es el problema yo dejo de hacer esto”. ¿Sí me entiendes? Porque yo no me voy a ganar un enemigo por esto. A los 15 minutos había un titular ya publicado. Decía: “El soldado Micolta sale de la televisión colombiana”. [Risa] Cuando… Cuando sale eso el jefe me llama inmediatamente, a los 5 minutos que se dio cuenta me llamó, y me dijo: “Hermano, ¿usted qué está haciendo? ¿Cómo así que Micolta se acaba?”. Yo le dije: “Jefe, entiéndame que me está llamando todo el mundo”. Pero el jefe le dijo: “¿Cómo así? Micolta no se acaba, ¿cómo se va a acabar Milcota?, —me dice— ¿cómo es posible que querramos… la gente querramos defender más al personaje que vos mismo, que fuiste el que lo creaste?”. Entonces me metió como una bofetada y… y como que hombre, ¿qué pasa? Le aconsejó que se desconectara por completo de Facebook, de Twitter, que no contestara el teléfono. “Apartate una semana, dos semanas porque es que eso es veneno”. Roberto le hizo caso a su jefe y se desconectó durante un tiempo. Pero como 20 días después, el viernes 30 de octubre del 2015, Roberto y su compañero Alexander ya tenían planeada una presentación en Cali junto con otros dos humoristas. Esa de la que hablamos al principio de esta historia. Cuando Darwin y los demás que habían protestado en Bogotá se enteraron de que Micolta iba para Cali… La ciudad con el movimiento afro yo creo que más fuerte en Colombia, ¿va a venir acá, a nuestro feudo, a hacer su show? No, eso no lo podemos permitir, y hay que marcar precedentes. Si Cali no marca precedentes, no lo va a hacer nadie. Se organizaron otra vez. Convocaron por Facebook y WhatsApp. Y la consigna era: “No permitir que el show se haga”. Vamos a hacer un plantón pacífico, pero si se va a formar, que se forme. Pero el show no se va a hacer. El show era a las 8 de la noche. La gente empezó a llegar como a las 5 de la tarde, cuando Roberto y los otros humoristas ya estaban dentro del teatro. Ya llegó el primer bus, llegó un poco de gente y gente y gente. Afro y no afro. Gente también mestiza, también cansada de esto, y también mucha gente de la comunidad LGTBI, tengo que decirlo. Porque también uno de los personajes que se presentaba es uno que se llama Mariconsuelo, que representa a un hombre gay. Ya como a las 6, había más de 100 personas frente al teatro. ¡No soy tu chiste! ¡No soy tu chiste! ¡No soy tu chiste! Y cuando el señor se asoma por el balcón, ya ahí ya se asustó. Yo lo veía desde la ventana, yo me asomaba, y cuando me asomaba, se… se enfurecían más, entonces me escondía y luego miraba detrás de la ventana. Cuando empezó a llegar la gente que venía para el show, que ya tenían boleta o que iban a comprar una… Le hacíamos un coro y le decíamos: ¡Si compras la boleta, también eres racista! ¡Si compras la boleta, también eres racista! “Si compras la boleta, también eres racista”. La gente se indignaba: “¡Yo no soy ningún racista!”. “Sí eres un racista”. Mucha gente se enojó. De hecho una chica a mí me atacó. Le pegó una cachetada a Darwin cuando él se puso al lado de ella a gritarle “racista” mientras ella estaba tratando de comprar la boleta. Yo no le respondí. Si le respondo, pues, se daña toda la marcha. Porque, según Darwin, la idea era tomarse el teatro de forma pacífica. Vamos a lo Gandhi. No va a haber agresión, porque a como hay agresión, de una eso es lo que va a salir en los medios. Pero sí hubo confrontaciones físicas. Por ejemplo: Un señor sí estaba con una sombrilla que quería matarnos a todos. Yo le dije: “Esa sombrilla hay que quitársela. Nosotros somos más”. Lo cogemos y le quitamos la sombrilla. Pero sin golpearlo. ¡No somos violentos! ¡No somos violentos! ¡No somos violentos! Según Darwin no hubo golpes, pero sí empujones, y a veces fuertes. Hubo demasiadas provocaciones que mucha gente no… no aguantó esa efervescencia y, claro, también reaccionaron. Y la gente estuvo muy violenta, hubo gente que hubo muy violenta, como ser humanos que son. Fue un error. Mientras tanto, Roberto y los demás… Todos allá arriba en el tercer piso, la verdad nos mirábamos y decíamos, “¿pero qué es esta vaina?, ¿pero qué es esa locura?”. O sea… O sea, hay mucho desocupado en la vida a la final, hermano. Según Darwin, como a las 8 y media de la noche, la directora del teatro salió y anunció que se cancelaba el show. La mayoría se quedaron ahí hasta pasadas las 9 o 10 de la noche… Roberto, como ya dijimos, se quedó en el teatro hasta como la 1 de la mañana, cuando ya no había nadie en la calle. Y aquí hay que mencionar otra cosa que pasó en el teatro: Yo estaba en el teatro Jorge Isaacs, todo nervioso, muy asustado, cuando me llaman al teléfono. Y me dice: “Hola, ¿Roberto? “. Y yo: “¿Con quién hablo?”. “Con el señor Ray Charrupí”. Bueno, y tengo que explicar quién es él. Ray Charrupí es un abogado y director de Chao Racismo, una iniciativa que se creó a finales del 2011 para luchar contra el racismo. Y es que esta organización no era un colectivo de estudiantes, sino una con visibilidad, con poder de convocatoria, que tenía acceso a gente de la farándula, a los medios, a políticos y que podía organizar congresos y eventos masivos con gente de la élite colombiana. Unos meses antes de las manifestaciones, Chao Racismo también había hecho un derecho de petición al canal para que sacaran al Soldado Micolta. Para Darwin fue clave que Chao racismo se involucrara… Usar su influencia mediática, porque la tiene, como para hacer esto… esto más… más visible, porque cuando Alí Bantú, como abogado, lleva esto, como que, “pfff, ¿quién es este negrito?”. Pero si la lleva Ray Charrupí, es el hombre negro en Colombia a mostrar: tiene más trascendencia. Y ahí él usó esa trascendencia que los medios le usaron… le dieron para atacarlos. Así que cuando Roberto recibió esa llamada de Charrupí en el teatro, ya él había oído su nombre. Para Roberto, Charrupí era la persona que estaba al frente de las protestas. Me dijo: “Yo en estos momentos estoy en Bogotá —ya estaba toda esa bullarangada afuera—, y en este momento voy viajando para allá para que solucionemos esto”. Y Roberto se acuerda que le dijo: “Señor, yo no voy a hablar con alguien que me está dando en la cara. Porque usted no está viniendo a hablar conmigo, usted primero está dando en la cara y después está viniendo a hablar conmigo. Entonces yo no tengo absolutamente nada que hablar con usted”. Y le colgué. Ese fue el primer contacto que tuve con él. Hablé con Ray Charrupí varias veces, pero no quiso darme una entrevista formal si no accedía a ciertas condiciones. Y pues, esas condiciones significaban —en conjunto— darle algo de control editorial. Cosa que no podía, ni podíamos en Radio Ambulante, aceptar. Obviamente, nos hubiera gustado tener su testimonio, pero entonces cumplo con citarlo aquí. Lo que me pidió que dijera es que consideraba que la entrevista era —y aquí cito—: “Contraproducente para la lucha contra el racismo y el mejoramiento de Colombia en esta materia.” En todo caso, Roberto me dijo que después de lo del teatro… Ya uno veía a alguien afro y uno decía: “Dios mío, ¿viene a agredirme?”. Hubo un momento donde yo decía: “Dios mío, qué… ¿qué pasa? Más seguridad o más algo”, porque se siente uno indefenso. Pero no todo eran ataques ni rechazos. Una de las cosas que más se acuerda fue que, en medio de todo esto, estaba un día en su casa en Palmira con su compañero Alex. Estaban en la terraza… Escribiendo libretos para Sábados Felices y, pues, bajo la presión de todo lo que estaba sucediendo. Y me… me hice, en algún momento, yo amigo de moteros del… del Valle del Cauca. Y no me vas a creer que han hecho una caravana de más de 500. Y llegaron a mi casa a apoyarme. [Llora] Ufff… Eso fue muy bonito, sentir ese apoyo. Estábamos escribiendo cuando empezaron esas motos a pitar. Se taparon por ahí 3, 4 cuadras de motos. Y todo el mundo pitando: “¡Micolta te queremos! ¡Micolta!”. Y lo que más me hizo estallar es que cuando… cuando abro la puerta, el primer personaje que había era un negro gigante con la pañoleta y me dice: “¡Mompa, todos somos Micolta!”. Ufff… Eso me dio mucha emoción. Fue muy bonito sentir al público defendiéndolo, ¿no? En esos días, Roberto habló con los jefes de canal Caracol. Y ellos 3 me dijeron: “Micolta, el canal está para apoyarlo a usted. Tome la decisión que tome. La decisión es suya”. Yo decidí hacer lo que se hizo.Cuando volvamos, ¿qué pasa con el soldado Micolta? Es hora del Pop Culture Happy Hour Summer Movie Preview. Vamos a predecir cuáles serán los éxitos y los fracasos, te diremos en lo que estamos interesados y te ayudaremos a invertir ese dinero del tiquete inteligentemente. Escúchalo ya mismo en Pop Culture Happy Hour. ¿Qué hace única la experiencia humana? ¿Y qué tenemos todos en común? Soy Guy Raz. Todas las semanas en TED Radio Hour, vamos en una aventura a través de las grandes ideas, cambios y descubrimientos que nos maravillan. Encuéntralo en el app de NPR One o donde escuches tus podcasts. Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Soy Daniel Alarcón. Entonces, el fin de semana después de las protestas en Cali, algunos medios empezaron a sacar titulares como: “Tumbaron a Micolta de Sábados Felices”. O “El soldado Micolta no saldrá más en Sábados Felices”. O “Desaparece el polémico Soldado Micolta del humor colombiano”. También hubo mucha discusión en redes sociales. Algunos aplaudían y otros condenaban la salida del personaje. Camila nos sigue contando. Dentro de estos que criticaban que se acabara había todo tipo de tonos. Desde los moderados: Me perdonan, pero lo del Soldado Micolta me parece una pendejada. Se equivocan sacando al Soldado Micolta de Sábados Felices. Era el mejor personaje de todo el programa. ¿Y por qué no denunciar a Chao Racismo por racismo contra el personaje de Micolta? Hasta unos mucho más agresivos. Y sí, racistas. El Soldado Micolta de Sábados Felices ya no volverá a salir en Televisión porque no falta el negro hp diciendo que es racismo. Los negros son los más racistas del mundo. Con ese cuento del racismo van ofendiendo y tratando mal a los demás. Ejemplo, Micolta. ¿Por qué no se van para África y dejan tanto drama? Ese lunes, después de que todo el fin de semana se había anunciado que el personaje se iba a acabar, una emisora muy importante, La W radio, entrevistó a Ray Charrupí sobre este tema. Y debo aclarar que la periodista que hace la entrevista se llama Camila Zuluaga, no soy yo. Bueno, lo primero es que, Camila, tenemos que, eh, este debate ha sido, digamos, en el que más grande en el que Chao Racismo se ha visto involucrado. Pero estamos seguros que esto está ayudando, abrir el debate está ayudando. ¿Por qué? Porque, hoy, esto verifica —y es lo que pretendo que esta entrevista demuestre— que somos un país conscientemente excluyente e inconscientemente racista. Después incluyó a Roberto en la conversación. Roberto, se ha conocido este fin de semana que el Soldado Micolta no saldrá más en Sábados Felices. ¿Eso es cierto?, ¿usted va a acabar el personaje? Eso es mentira, Camila. Como… Como te… Como… Yo tuve una reunión especial con los directivos del canal. Pues dado todo lo que se viene sucediendo, ellos me preguntaron que yo qué decidía hacer,. Entonces la decisión mía fue dejar de maquillar al personaje con el maquillaje que lo vengo maquillando. O sea, la decisión fue abandonar el “blackface”. Y desde ese momento en adelante pintarse la cara de varios colores. A veces con la bandera de Colombia; a veces de diferentes colores como azul, negro, verde, rojo. Cuando hablamos meses después, Roberto me explicó cómo llegó a esto. Entonces yo dije: “Listo, Micolta tiene un cambio: a partir de ahora Micolta no es negro. Es un soldado que habla como un payaso y… y mantiene a toda hora mimetizado. ¿Sí me entiendes? Entonces ese es Micolta hoy día. Hoy Micolta para mí no tiene color. Pero… Pero el personaje es el mismo, para mí es la misma magia. Pero cuando Roberto explicó esto ese día de la entrevista en la radio, Ray Charrupí dejó claro que para él, eso no era suficiente. Sin embargo, Roberto, usted que me está escuchando, esto va más allá. No es simplemente el hecho del ”blackface”, cosa que le agradezco y si usted ha tenido hacer esto a bien. Como… como aporte, la comunidad le agradece que cancele del personaje el tema del ”blackface”. Pero no crea que somos bobos, de pronto, si usted continúa con la cara que sea diciendo: «Nosotros somos negritos, que no sé qué, que no cuánto, esto y aquello, entonces ahí estamos incurriendo, y seguimos con la pendejada de seguir incurriendo en un acto de discriminación». Porque no nos gusta. Y bueno, yo hablé con Roberto mucho tiempo después de que pasó todo esto, y parece que con lo que se quedó fue con lo ofensivo que es el “blackface”. Lo que entiendo es que toda persona que se maquille de negro totalmente en una tarima está practicando el racismo. Entonces, la verdad, yo era ignorante del tema hasta el… hasta el año del problema me vine a dar cuenta del término. Y fue lo que más me… me… me dio, pues, me dio pena y no pena porque, bueno, el que ignorantemente peca, ignorantemente se condena también, igual dicen. Pero para Darwin, como dijo Charrupí en esa entrevista, el problema va más allá del “blackface”. Porque realmente el personaje no se acabó. Ahora se pinta con otros colores, pero la actitud, el acento, el tipo con malicia, los ademanes, el tipo… bruto. Y esto tiene que ver con todo el conjunto de cómo se representa a los afrocolombianos en los medios. Porque casi siempre que sale un afro en televisión… Es mostrar de que somos… solo somos empleados domésticos o jardineros, ladrones, y las mujeres prostitutas. Y eso viene de una tradición larga de Occidente. Eso lo vemos desde… desde Disney. Nos hemos criado con toda esa iconografía negativa. Y en Disney sale siempre, cuando sale el afro, sale con la boca grandísima y con el hueso en la cabeza y tapa rabos, y lo mismo con el indígena. Y sale el europeo en el castillo… culturas. Y acá… acá somos incivilizados y acá somos aborígenes. Pero, claramente, no solo se trata de las representaciones, sino del lugar que han tenido en la sociedad. A pesar de que en la constitución del 91 Colombia se declara como una nación multicultural, solo es hasta el 93 que se reconoce a esta población como grupo étnico y se establece que tienen que haber mecanismos para proteger los derechos de esta comunidad. Colombia era un país andino, lo negro no existía. No es de gratis que el Pacífico esté tan atrasado. ¿Hay corrupción actual? Claro, hay corrupción como en todo lado. Pero históricamente hay una deuda con el Pacífico. Una deuda histórica, económica y humana. Entonces esta discriminación es sistemática. El cerebro ya estaba programado para eso. ¿Por qué no ponés un afro vestido de doctor? “Uy, sí, verdad”. ¿Sí ves tu racismo inconsciente? Por eso también parte de la lucha de estos colectivos de Cali es reclamar más representación afro en lugares de trabajo. “Hey, aquí en Cali también hay negros profesionales, formados en el área de las ciencias exactas. ¿Y por qué no hay ni uno, ni un negro sentado en un banco?”. Así se forme, no le vamos a dar la oportunidad. ¿Por qué crees que Roberto Lozano creó a Micolta? Pues yo… Yo creo que… Yo no creo que dentro de su corazón esté ofender a la gente, no creo, no creo que sea tan… tan pésimo ser humano. No creo que salga eso de su cabeza porque, pues, él está dentro de su privilegio como hombre heterosexual católico. Entonces desde… desde ese privilegio tú no puedes ver nada, no puedes ver nada. Entonces, para Darwin, el problema no solo es Micolta, sino una cultura que celebra un personaje tan claramente racista. No es cuestión de malicia, sino de ignorancia, de ceguera, de un privilegio que no le permite a la gente ver más allá del contexto en el que se crió, y menos solidarizarse con problemas y traumas que ellos mismos no han vivido. Esto, obviamente, es un reto no solo para Roberto. Sino para todos. Le pregunté a Roberto si él cree que hay racismo en Colombia. Y me dijo que sí. Sí, hay mucho racismo. Indiscutiblemente. Y no es… Y ojo: no es racismo solamente del blanco hacia el negro. Es racismo del negro hacia el blanco, del negro hacia el negro, y del blanco hacia el blanco. Es un racismo general. No sé qué será el racismo del blanco hacia el blanco. Pero en todo caso, no es igual. Porque la historia no es igual. No fueron desterrados de su tierra natal África, no fueron traídos como… como animales, en barcos negreros. Y tampoco las mujeres fueron violadas por más de 6 siglos y tampoco estuvieron fuera de la producción de capital hasta entrado el siglo 20. Le pregunté a Darwin si cree que toda esta polémica con Micolta ayudó en algo para hablar abiertamente sobre el racismo en Colombia. Uf, claro. Ese episodio fue… A raíz de eso fue que, por fin, el racismo en el país se tornó un tema, un tema a abordar. Porque era un tabú: siempre se hablaba de los Estados Unidos, que allá sí hay racismo, pero que aquí no. Aquí queremos a nuestros negritos. Y le pregunté exactamente lo mismo a Roberto. Y me dijo… No. No, porque lo que hicieron fue hacerme… hacerme el daño y ya. Que hubiese sido una causa bonita, una causa para decir: “Vamos contra el racismo, hagamos una campaña, hagamos algo tan, somos hermanos”. Eso hubiese sido bonito, pero no. Es decir, en todo esto, según Roberto, la víctima es él. Con todo este asunto del soldado Micolta se abrieron además varios temas que pocas veces son discusión en Colombia. Uno de ellos es la forma en que hacemos y consumimos humor. Pero también se habló de los límites del humor, de la libertad de expresión, de la censura. En fin, de la relación entre lo políticamente correcto y el humor. Carlos Gallego es uno de los humoristas que creó a los personajes de Tola y Maruja. Son dos ancianas paisas que se burlan de la sociedad colombiana. Para él, en términos de lo que la corrección política hace con el humor… Pues yo creo que lo cerca un poco, pero… pero, pues, a mí no me parece mal. Como se dice por ahí: el poder de las palabras que se van convirtiendo en ideas. Eso sí puede ocurrir: que el humor refuerce esos estereotipos que a ellos los ofenden. Y es que para Carlos, una de las grandes ventajas de lo políticamente correcto es que le exige al humorista… Que trate de hacer un humor más fino, más… digamos más difícil, que no sea… que no sea fácil. Porque es perezoso burlarse de alguien por el color de su piel, por sus características físicas o por sus preferencias sexuales. Ese es el camino más fácil. El reto es reírse con el otro, más que del otro. Desde que pasó lo del Soldado Micolta, Roberto me dijo que las políticas de Sábados Felices se volvieron más estrictas con respecto a los temas de los que se pueden hacer chistes. Hay límites donde antes no los había. Tienen prohibidos temas políticos, religiosos, y ahora raciales. Y pues, Roberto tiene sentimientos encontrados al respecto. Lo del político, lo político, me parece muy triste que no se pueda hacer humor sobre la política. Porque me parece que es lo más comediante que hay, lo más cómico que hay aquí en Colombia. Bueno, sobre lo religioso sí me gusta, porque pues a mí me gusta el respeto. Me gusta el respeto hacia papá Dios y todos creemos en Dios de una u otra manera. Sí es importante respetar lo que creemos, ¿no? Entonces en algún momento sí me di cuenta de que la comedia religiosa no es muy agradable que digamos. Mucha gente que se interesó en la polémica de Micolta dijo que, para la comunidad afro, había problemas infinitamente más importantes que un mestizo imitando a un afro para hacer reír en televisión. Y sí, esos problemas existen, claramente. Y muchos afrocolombianos claro que están peleando por acabar con la pobreza o por la falta de acceso a educación o por la corrupción de los políticos que los representa. Es que nosotros estamos tan… tan llevados en este país que hace 12 años peléabamos por ingreso a la universidad, peleábamos por que nos dieran trabajos, para que no nos mataran en Cali. Pero también no hay por qué pensar que las luchas sean excluyentes. No porque uno protesta por el soldado Micolta quiere decir que está dejando de reclamar otros derechos u otros cambios. Pero es que además las luchas sociales evolucionan. Entonces las luchas van mutando. Ya cada vez peleamos cosas que para la gente son más superficiales. Yo hago la analogía con la gente en Estados Unidos, que antes —en el tiempo de Rosa Parks—, se peleaba por dejáme sentar al bus adonde yo quiera. No me matés en un árbol, no me quemés porque… porque soy negro. Ya eso, bien o mal, se ha ido… se ha ido avanzando. Es como que, “hey, también quiero ser presidente”. Entonces la gente puede decir, “ah, es superficial”. ¿Qué les argumento? Que vayan a un… a un… a una escuela, y ver cómo esos niños se crían con ese problema de autoestima, ese problema de identidad hacia lo suyo porque lo suyo es el chiste de todo el mundo. Camila Segura es nuestra editora principal. Vive en Bogotá. Esta historia fue editada por Silvia Viñas, Luis Fernando Vargas y por mí. El diseño de sonido es de Andrés Azpiri. Daniel Villatoro hizo el fact-checking. El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Jorge Caraballo, Patrick Mosley, Laura Pérez, Barbara Sawhill, Luis Trelles, David Trujillo y Elsa Liliana Ulloa. Carolina Guerrero es la CEO. Radio Ambulante se produce y se mezcla en el programa Hindenburg PRO. Conoce más sobre Radio Ambulante y sobre esta historia en nuestra página web: radioambulante.org. Y únete a nuestro club de podcast, un grupo privado en Facebook donde discutimos sobre el episodio de la semana con otros oyentes y miembros de nuestro equipo. Búscanos como: Club de Podcast Radio Ambulante. Otra manera de comunicarte con nosotros es a través de nuestra lista de WhatsApp, envía un mensaje al número +57 322 9502192 y quedas conectado. Repito el número: +57 322 9502192. Jorge me asegura que no hay nada de spam, y le creo. Te mantendremos al tanto del nuevo episodio y podrás grabar mensajes de voz con comentarios, críticas, elogios, piropos, lo que quieras.. Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.

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