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Radio Ambulante - Que Dios nos ayude

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Cuatro palabras que cambiarían un país para siempre.

El 8 de agosto de 1990, Juan Carlos Hurtado Miller, presidente del Consejo de Ministros y ministro de Economía del recién inaugurado gobierno de Alberto Fujimori, apareció en televisión anunciando un gran incremento de los precios de los productos "de primera necesidad". Con esta noticia, miles de peruanos cayeron en la pobreza. A esto se le conoció como el "Fujishock" y formaba parte de una serie de medidas económicas que transformarían al Perú... hasta hoy.



En nuestro sitio web puedes encontrar una transcripción del episodio. Or you can also check this English translation.



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Esto
es
Radio
Ambulante,
desde
NPR.
Soy
Daniel
Alarcón.
Vámonos
a
Lima,
Perú.
Es
la
noche
del
8
de
agosto
de
1990,
y
Juan
Carlos
Hurtado
Miller
está
en
los
estudios
del
Canal
5,
también
conocido
como
Panamericana
Televisión.
En
ese
momento
cumple
una
doble
función
en
el
gobierno
peruano:
es
Presidente
del
Consejo
de
Ministros
y,
además,
ministro
de
economía
y
finanzas.
El
edificio
del
canal
queda
cerca
del
Estadio
Nacional
en
una
cuadra
conocida
como
La
Esquina
de
la
Televisión.
En
ese
momento
es
el
canal
más
importante
e
influyente
del
Perú.
Hurtado
Miller
ha
venido
a
dar
un
mensaje
a
la
nación.
Estaba
yo
muy
nervioso,
muy,
muy
nervioso.
No
solamente
por
dar
un
mensaje
tan
duro,
sino
por
las
posibilidades
de
que
hubiéramos
tenido
errores
en
su
concepción
o
que
fuéramos
a
fallar
en
los
días
siguientes.
Había
llegado
con
su
breve
discurso
escrito
en
unos
papeles,
pero
antes
de
entrar
al
aire,
tenía
que
pasarlo
al
telepronter,
esa
máquina
que
te
permite
leer
un
texto
mirando
directamente
a
la
cámara.
Y
de
ahí
me
lo
ponen
al
frente
y
me
enseñaron
a
manejarlo,
¿no?
Me
demoró
una
media
hora
tipear
el
telepronter.Quizá
por
la
angustia.
Es
que
el
mensaje
que
iba
dar
no
tenía
precedentes
en
la
historia
peruana.
Faltando
unos
minutos
para
las
9
de
la
noche,
Hurtado
Miller
se
sentó
frente
a
la
cámara.
Había
una
bandera
del
Perú
a
su
izquierda
y
tenía
un
vaso
de
agua
en
la
mesa.
Pero
no
estaba
solo.
También
estaban
los
ministros
del
gabinete
del
entonces
presidente
Alberto
Fujimori.
Todos
menos
tres,
que
se
habían
rehusado
a
participar.
A
las
nueve
en
punto
el
canal
empezó
a
transmitir.
Hurtado
Miller
anunció
que
el
gobierno
tomaría
una
serie
de
medidas
para
enfrentar
la
grave
crisis
económica
por
la
que
estaba
pasando
el
país.
Y
aquí
un
poco
de
contexto:
Perú
vivía
una
hiperinflación
que
ese
año
superaría
el
7
mil
por
ciento.
Es
decir,
los
precios
se
multiplicaron
más
de
70
veces.
Una
hiperinflación
tan
monstruosa
solo
tenía
precedentes
en
Bolivia…
y
en
Alemania,
Rusia,
Polonia
y
Hungría,
después
de
la
primera
guerra
mundial.
O,
para
dar
un
ejemplo
más
reciente,
en
la
Venezuela
de
hoy.
Como
política
para
amortiguar
el
golpe
de
la
hiperinflación,
el
gobierno
llevaba
varios
años
controlando
cuánto
costaban
las
cosas.
En
cierto
sentido,
el
discurso
era
muy
teórico,
no
tan
fácil
de
entender
para
la
mayoría
de
los
peruanos.
Pero
en
un
momento,
eso
tan
abstracto
se
transformó
en
algo
muy
concreto,
en
lo
que
realmente
muchos
recordarían
de
esa
noche.
Es
así
que
la
lata
de
leche
evaporada
que
hoy
costaba
en
la
calle
120
mil
intis
costará
a
partir
de
mañana
330
mil
intis.
El
kilo
de
azúcar
blanca
que
solo
se
conseguía
a
150
mil
intis,
costará
a
partir
de
mañana
300
mil
intis.
El
pan
francés
que
esta
tarde
costaba
9
mil
intis,
costará
a
partir
de
mañana
25
mil
intis.
Y
estas
cifras
que
mencionaba
Hurtado
Miller
podrían
incluso
subir
más.
Todo
sería
incertidumbre.
En
Zárate,
un
barrio
de
clase
media
ubicado
a
unos
10
kilómetros
del
Canal
5,
desde
donde
el
ministro
transmitía
esta
noticia,
estaba
Carlos
Meléndez.
En
ese
momento
tenía
13
años,
y
veía
el
discurso
en
la
televisión
con
sus
papás
y
sus
dos
hermanos
menores.
Recuerda
la
cara
de
su
mamá:
estaba
atónita,
quieta,
en
silencio.
Mi
padre
decía
tranquila,
ellos
saben
lo
que
están
haciendo,
son
economistas.
Y
mientras
tanto
el
ministro
de
Economía
termina
de
decir
los
precios
y
dice…
Que
Dios
nos
ayude.
Que
Dios
nos
ayude.
Eso
desautorizó
toda
calma
que
quería
imprimir
mi
padre
aquella
noche.
Y
cuando
termina
el
anuncio,
mi
madre,
con
los
ojos
en
rojo,
a
punto
de
llorar,
le
dice
a
mi
padre:
¿Qué
vamos
a
hacer?
Miles
de
peruanos
se
estaban
preguntando
lo
mismo
en
ese
preciso
momento.
Acababa
de
comenzar
lo
que
se
llegó
a
conocer
como
el
“Fujishock”…
El
gobierno
eliminó
los
subsidios
de
la
canasta
básica
y
aumentó
los
precios
para
disminuir
la
demanda
y
la
inflación.
Para
algunos,
el
Fujishock
era
la
única
medida
para
salvar
al
Perú.
Para
otros,
un
error
que
lanzaría
a
millones
de
peruanos
a
la
miseria.
Pero
hay
algo
en
que
todos
coinciden:
este
paquete
de
medidas
económicas
cambió
la
historia
del
país
y
sus
repercusiones
se
sienten
todavía,
tres
décadas
después.
Una
pausa
y
volvemos.
Este
mensaje
viene
del
patrocinador
de
NPR,
CarMax.
Imagina
comprar
un
auto
a
tu
manera.
En
línea,
desde
la
comodidad
de
tu
hogar.
En
persona
en
el
lote.
O
una
combinación
de
ambos.
CarMax
te
permite
elegir
cómo
comprar.
Incluso
llevan
tu
auto
a
la
puerta
de
tu
casa
en
mercados
selectos.
Y
sin
importar
cómo
compres,
CarMax
te
tiene
cubierto
gracias
a
una
garantía
de
reembolso
de
30
días
o
mil
quinientas
millas.
Conoce
más
y
empieza
a
comprar
en
carmax.com.
CarMax,
reinventando
la
compra
de
autos.
Estamos
de
vuelta
en
Radio
Ambulante.
En
el
episodio
de
hoy
vamos
a
contar
la
historia
de
cómo
llegó
a
existir
el
Fujishock.
Y
de
cómo
afectó
a
la
clase
media
peruana.
Va
a
ser
una
historia
con
números
y
conceptos
económicos,
pero
iremos
con
cuidado
para
no
confundir.
El
politólogo
Carlos
Meléndez
nos
cuenta
la
historia.
Aquí
Carlos.
La
noche
del
anuncio
toda
mi
familia
se
fue
a
la
cama
preocupada,
con
incertidumbre
de
lo
que
pasaría
al
día
siguiente.
Nuestra
casa
era
especial
en
el
barrio,
en
Zárate.
Era
una
de
las
pocas
que
tenía
un
teléfono
con
permiso
comercial,
es
decir,
se
podía
alquilar
para
hacer
llamadas.
Los
vecinos
llegaban,
pagaban
unos
intis
y
podían
usarlo.
Recuerdo
que
la
mañana
después
del
shock
mi
papá
se
levantó
temprano,
salió
a
la
puerta
de
la
casa
y
se
paró
frente
al
cartel
que
anunciaba
la
tarifa
del
alquiler.
Lo
miró
fijamente
por
un
largo
rato
tratando
de
descifrar
qué
hacer.
También
tengo
la
imagen
de
él
viendo
en
el
periódico
la
lista
de
precios
e
intentando
entender
cómo
ajustarse
al
aumento,
calculando
cuánto
debería
cobrar
por
una
llamada
de
tres
minutos.
Afuera
del
barrio
parecía
un
día
de
feriado
religioso.
Nadie
en
la
calle.
Se
sentía
el
pánico
de
la
gente
que
no
quería
salir
por
miedo
de
enterarse
cuánto
costaban
ahora
las
cosas.
Todos
temían
lo
mismo:
que
no
les
alcanzara
para
comprar
lo
más
básico.
Mi
mamá
tenía
un
puesto
en
el
mercado
cercano
a
la
casa
en
donde
vendía
productos
de
bazar
y
juguetes.
Ese
día,
el
negocio
permaneció
cerrado,
como
muchos
otros.
También
había
miedo
por
Sendero
Luminoso,
el
grupo
terrorista
que
estaba
causando
muertes
y
destrucción
desde
1980.
Para
ese
entonces,
la
violencia
estaba
en
su
momento
cúspide.
Los
atentados
con
bombas
eran
cotidianos,
pero,
claro,
nunca
nos
acostumbramos.
Se
hablaba
de
que
iba
a
haber
un
gran
paro
armado
o
una
intervención
terrorista
como
reacción
al
shock.
Quiero
contextualizar
la
situación
peruana
un
poco.
Este
es
el
expresidente
Alan
García
en
un
discurso
que
dio
en
la
Organización
de
las
Naciones
Unidas
en
1985,
anunciando
que
el
país
solo
pagaría
una
parte
mínima
de
la
deuda
que
tenía.
Hemos
tomado
una
decisión
que
sostendremos.
El
Perú
solo
asignará
a
la
deuda
uno
de
cada
10
dólares.
La
décima
parte
de
lo
que
le
paguen
por
su
trabajo
y
sus
exportaciones.
Y
es
que
el
país,
como
ya
dijimos,
pasaba
por
una
crisis
política
y
social
enorme.
La
catástrofe
climática
del
fenómeno
de
El
Niño
de
1982
y
1983
y
el
terrorismo
de
Sendero
Luminoso
y
del
Movimiento
Revolucionario
Túpac
Amaru
dejaron
miles
de
muertos
y
daños
materiales
millonarios.
Esta
es
una
decisión
responsable
y
revolucionaria.
Porque
es
la
decisión
de
un
país
pobre,
importador
de
alimentos
e
insumos
industriales,
cuya
deuda
es
con
los
bancos
occidentales.
Y
que
ha
sufrido
y
sufre
la
presión
del
fondo
monetario.
Pero
hubo
repercusiones.
El
Fondo
Monetario
Internacional
declaró
al
Perú
un
país
“no
elegible”
para
créditos
de
grandes
entidades,
como
el
Banco
Interamericano
de
Desarrollo
y
el
Banco
Mundial.
Pero
García
tenía
un
plan
para
vivir
sin
crédito
internacional.
Lo
primero
que
hizo
fue
impulsar
la
demanda
y
el
gasto
del
sector
privado,
reduciendo
los
impuestos
y
bajando
las
tasas
de
interés
para
reactivar
la
economía.
Durante
dos
años,
estas
medidas
funcionaron…
a
su
manera.
La
economía
creció
casi
un
10
por
ciento
anual,
algo
sorprendente
para
cualquier
país.
Luego
creó
empleos
públicos
ampliando
la
burocracia
estatal,
pero
la
inflación
empezó
a
subir.
Para
tratar
de
contener
los
precios,
dio
subsidios
a
empresas
y
a
trabajadores,
congeló
los
ahorros
en
moneda
extranjera
y
controló
los
precios
de
la
canasta
básica.
Es
decir,
era
el
gobierno
el
que
decidía
cuánto
valían
las
cosas,
no
los
productores
ni
el
mercado.
Pero,
claro,
los
subsidios,
los
salarios,
la
inversión
pública…
eran
gastos.
El
Perú
necesitaba
dinero.
Entonces,
en
lugar
de
recurrir
a
préstamos,
el
propio
gobierno
imprimía
billetes,
aunque
no
tuviera
reservas
en
moneda
extranjera
con
qué
respaldarlo.
O
sea,
estaba
imprimiendo
dinero
que
no
tenía.
Con
el
tiempo,
millones
de
intis
llegaron
a
servir
para
comprar
muy
poco.
Los
precios
de
los
productos
básicos
subían
día
a
día
o
en
realidad
en
cuestión
de
horas.
Los
comerciantes
a
veces
escondían
productos
y
no
los
vendían,
porque
dentro
de
tres
días
podrían
valer
más.
Para
1987,
el
Perú
ya
casi
no
tenía
reservas
internacionales
para
demostrar
a
los
países
del
exterior
que
podía
pagar
y
que
su
dinero
valía.
Para
ese
momento
la
inflación
estaba
en
85,5
por
ciento,
es
decir
los
precios
casi
se
duplicaron
en
un
año.
La
popularidad
de
García
estaba
cayendo
rápidamente
y
para
tratar
de
recuperarla
planteó
que
los
bancos
pasaran
a
ser
del
Estado.
No
logró
pasar
la
reforma
y
los
altos
niveles
de
popularidad
que
tuvo
al
inicio
de
su
gobierno
se
fueron
al
piso.
La
escasez
de
esos
años
transformó
nuestras
vidas.
En
mi
barrio,
con
mis
amigos
y
familiares,
gran
parte
de
nuestro
día
transcurría
haciendo
colas
con
baldes
en
los
parques
o
reservorios
municipales
para
llevar
agua
a
la
casa,
ya
que
era
frecuente
que
se
fuera
el
servicio,
al
igual
que
el
de
la
electricidad…
o
en
las
panaderías,
donde
tenías
que
levantarte
a
las
cinco
de
la
mañana
para
conseguir
unas
pocas
piezas
de
pan
dos
o
tres
horas
después
y
era
muy
difícil
encontrar
arroz
o
azúcar
en
las
tiendas.
Para
1989,
a
un
año
de
celebrar
elecciones
generales,
Perú
estaba
en
el
abismo.
Con
una
hiperinflación
del
casi
3,400
por
ciento,
los
temas
de
campaña
eran
dos:
el
terrorismo
y
la
crisis
económica.
El
candidato
favorito
era
el
ya
por
entonces
famoso
escritor
Mario
Vargas
Llosa,
de
la
coalición
Frente
Democrático
o
FREDEMO,
de
ideología
neoliberal.
Apoyado
por
el
establishment
y
por
los
empresarios,
su
campaña
fue
inmensa,
intensa
y
muy
mediática.
Vamos
Perú,
vamos
con
Mario.
Vamos
con
él
a
trabajar.
Vargas
Llosa
proponía
deshacer
todo
lo
que
Alan
García
había
implementado
en
su
gobierno.
Para
detener
la
hiperinflación,
proponía
un
shock
económico.
Tenemos
que
reformar
a
este
Estado.
Y
tenemos
sobre
todo
que
convertirlo
en
un
Estado
eficiente,
en
un
Estado
que
verdaderamente
sirva
a
los
peruanos
y
no,
como
ocurre
ahora
muchas
veces,
se
sirva
más
bien
de
ellos
para
favorecer
unos
cuantos
grupos
minoritarios
en
el
país.
El
shock
propuesto
por
Vargas
Llosa
haría
que
la
demanda
de
productos
disminuyera,
porque
los
precios
se
dispararían.
Así,
rápidamente,
empezarían
a
bajar
y
a
estabilizarse.
Esto,
por
lo
menos,
era
la
teoría.
Pero
habría
un
costo
grande:
millones
de
peruanos
serían
incapaces
de
comprar
cosas
básicas,
como
alimentos.
Recordemos
que
cerca
de
la
mitad
de
los
peruanos
vivían
en
la
pobreza.
La
medida
no
era
popular,
para
nada.
A
la
gente
le
daba
miedo.
Entre
los
candidatos
marginales
estaba
un
ingeniero
agrónomo
y
matemático
desconocido
para
las
mayorías:
Alberto
Fujimori,
quien
se
lanzó
con
el
partido
Cambio
90.
Su
principal
fuerza
era
un
slogan
sencillo:
honradez,
tecnología
y
trabajo.
Nadie
tenía
clara
la
ideología
de
Fujimori,
ni
cuál
era
su
propuesta
concreta
para
atender
los
problemas
del
Perú,
pero
lo
cierto
es
que
su
perfil
bajo
empezó
a
resonar
entre
la
gente.
de
un
viejo
amanecer.
Fujimori
presidente
debe
ser…
A
un
mes
de
las
elecciones,
Fujimori
aparecía
con
menos
del
2%
de
intención
de
voto
en
las
encuestas.
En
una
de
las
últimas,
publicada
por
el
periódico
El
Comercio
el
24
de
marzo,
Fujimori
ni
siquiera
llegaba
al
5%.
Justamente
en
esos
días
es
que
el
economista
Santiago
Roca
entra
en
la
historia.
Ahora
tiene
71
años.
Y
me
dedico
a
la
enseñanza
y
a
la
investigación
en
la
Universidad.
En
Centrum
PUCP,
la
escuela
de
negocios
de
la
Universidad
Católica
del
Perú.
Para
las
elecciones
de
1990,
Roca
tenía
39
años.
Un
amigo
suyo,
también
economista,
llamado
Jorge
Chávez,
estaba
muy
pendiente
de
las
elecciones,
especialmente
de
la
sorpresa
que
era
Fujimori.
Entonces
venía
siempre
a
buscarme
para
contarme:
«Oye,
hay
un
candidato
que
está
subiendo
en
las
encuestas»
(risa).
Yo
le
decía:
«No
te
creo».
“No,
sí”,
qué
bueno…
Jorge
Chávez
sabía
que
Fujimori
no
tenía
un
equipo
económico
—así
de
marginal
y
amateur
era—
y
vio
una
oportunidad
ahí.
A
pesar
de
que
no
tenía
ninguna
cercanía
a
Fujimori,
empezó
a
armar
una
propuesta
para
presentársela
al
candidato.
Aunque
ni
siquiera
se
conocían.
Viene
donde
mí,
me
presenta
lo
que
había
escrito.
Lo
reviso.
Se
lo
comento.
Cambiamos
algunas
cosas,
cambio
algunas
cosas,
y
evidentemente
yo
me
reí,
yo
me
reía.
«¿Pero
qué
cosas
vas
a
hacer?»,
le
digo,
«Jorge,
que,
pues
si
no
conoces
a
Fujimori,
¿qué
cosa
crees?»
(risas).
Jorge
llevó
el
documento
a
la
casa
de
campaña
de
Fujimori
unos
días
antes
de
la
primera
vuelta
electoral,
lo
entregó
y
no
supo
nada
más.
Ni
llamada,
ni
agradecimientos,
ni
rechazos.
Nada.
Pero
poco
después,
todavía
antes
del
día
de
las
elecciones,
Santiago
vio
a
Fujimori
en
televisión,
que
recién
empezaba
a
llamar
la
atención
de
los
medios,
presentando
sus
propuestas
de
gobierno.
Y
cuando
escucho
a
Fujimori
prácticamente
acogió
todo
el
discurso
que
le
había
dado
Jorge,
Jorge
Chávez.
Santiago
no
lo
podía
creer.
Apenas
terminó
el
programa,
llamó
a
Jorge
para
comentar
lo
que
acababa
de
ver.
Y
desesperado
Jorge
me
decía
«Bueno,
pucha,
qué
increíble,
¡qué
increíble!
¡Qué
increíble!»
Bueno,
“me
debe
llamar
en
cualquier
momento».
Pero
Fujimori
no
lo
llamó,
ni
al
día
siguiente,
ni
el
día
después
de
ese.
Desesperado
Jorge
Chávez
me
decía:
«Cómo
es
posible
que
ni
siquiera
me
llame
para
darme
las
gracias».
«Ya
no
aguanto».
Me
dice:
«Acompáñame.
Voy
a
buscarlo
a
su
casa».
Santiago
le
dijo
que
no
podía
ir,
que
lo
disculpara.
Eso
fue
como
a
las
seis
de
la
tarde.
A
eso
de
las
ocho
de
la
noche
tengo
una
persona
tocando
el
timbre
de
mi
casa
diciéndome
que
urgente
me
tenía
que
llevar
porque
quería
mi
presencia
el
candidato
Fujimori.
Santiago
tenía
pendientes,
pero
la
persona
insistió.
No
se
iría
de
ahí
sin
él.
Resignado,
fue
hasta
la
casa
de
Fujimori.
Entró
a
su
oficina,
y
ahí
también
estaba
Jorge
Chávez.
Fujimori
estaba
sentado
en
su
escritorio,
me
ve
y
me
dice…
me
saluda,
«Señor
Roca»,
me
dice,
«De
usted
conozco
mucho».
Se
para.
Voltea
hacia
su
repisa
de
libros,
su
escritorio,
y
me
dice:
«Acá
tengo
sus
escritos».
Y
aquí
hay
que
explicar
que
Santiago
era
un
economista
experto
en
temas
de
desarrollo.
En
los
años
80
había
escrito
varios
artículos
y
libros
de
macroeconomía,
creando
modelos
de
lo
que
podría
pasar
en
la
economía
peruana
en
diferentes
contextos.
En
1989,
publicó
un
artículo
donde
solicitaba
al
gobierno
tomar
medidas
inmediatas
ante
la
crisis.
Pedía
un
consenso
entre
partidos,
para
que
cualquiera
que
quedara
en
las
elecciones
aplicara
un
programa
que
Santiago
llamó
“bisagra”.
Puesto
muy
simple,
este
programa
era
más
moderado
que
el
shock
que
proponía
Vargas
Llosa.
No
todos
los
productos
básicos
se
elevarían
de
precio
de
inmediato,
se
iría
poco
a
poco.
El
golpe
a
la
ciudadanía
sería
duro,
pero
no
tan
duro.
Y
esa
noche
en
la
oficina
de
Fujimori,
parecía
que
el
candidato
sabía
todo
lo
que
Santiago
había
propuesto.
Entonces
agarra
y
me
dice:
«Gracias,
que
usted
ha
venido».
Nos
mira
a
Jorge
Chávez
y
a
y
nos
dice:
«Ustedes
me
han
caído
del
cielo»
(risas).
Luego
Fujimori
le
dijo
a
Santiago:
«Quiero
invitarlo
a
usted,
señor
Roca,
a
que
sea
el
jefe
del
plan
de
gobierno
para
que
me
arme
un
plan
de
estabilización
y
de
crecimiento
para
el
Perú».
Jorge
Chávez
ayudaría
a
Santiago,
pero
a
distancia,
pues
debía
regresar
a
Inglaterra
a
terminar
su
doctorado.
Santiago
respondió
que
tenía
que
pensarlo,
que
era
una
responsabilidad
enorme.
Demoró
unos
días
analizando
el
tema,
pero
decidió
que
sí,
que
era
una
buena
oportunidad.
Y
le
dijo
a
Fujimori
que
trabajaría
con
él.
Así,
y
ya
Fujimori
clasificado
para
la
segunda
vuelta
contra
Vargas
Llosa,
empezaron
a
formar
el
equipo
económico
y
a
redactar
el
plan
de
rescate
para
el
Perú.
Él
totalmente
me
dio
la
confianza,
me
permitió
organizar
el
plan
de
gobierno,
me
dio
total
libertad
para
formar
los
equipos.
Santiago
llamó
a
gente
que
estaba
de
acuerdo
con
un
plan
de
propuesta
económica
que,
según
él,
había
publicado
en
la
revista
Moneda,
del
Banco
Central
de
Reserva.
La
extrema
izquierda
y
la
derecha
neoliberal
estaban
descartadas
para
formar
parte
de
su
equipo.
[Buscaba
personas
no
de
los
extremos.
Más
centradas
y
más
sensatas,
digamos.
Su
meta
era
ocuparse
de
la
hiperinflación
y
del
déficit
fiscal
afectando
lo
menos
posible
a
la
ciudadanía.
En
economía
se
trata
de
hacer
las
cosas
al
menor
costo
posible.
Es
muy
fácil
matar
la
inflación
a
la
bruta.
Si
le
quitas
los
ingresos
a
la
gente,
no
tiene
cómo
comprar
y
si
no
tiene
cómo
comprar,
los
precios
van
a
caer.
Entonces,
Santiago
planteaba
que
el
país
produjera
más
cosas,
para
así
aumentar
la
oferta
y
crear
empleo
para
que
la
gente
tuviera
poder
de
compra.
Según
él,
los
problemas
no
se
resolverían
en
uno
o
ni
siquiera
dos
años,
pero
el
costo
social
para
la
ciudadanía
sería
menor.
Había
un
segundo
punto
central
en
su
plan
económico.
La
creación
de
una
nueva
moneda.
Esta
propuesta
la
diseñaron
economistas
de
la
Universidad
Católica.
Se
llamaría
Amaru.
La
nueva
moneda
se
proponía
para
matar
las
expectativas
inflacionarias,
es
decir
para
romper
la
idea
de
que
los
precios
iban
a
continuar
subiendo
indefinidamente.
El
objetivo
era
generar
confianza
y
credibilidad,
un
efecto
psicológico
que
creía
importante
para
la
gente.
Y
el
tercer
punto:
Era
el
control
nacional
de
las
políticas
públicas.
¿Y
qué
significa
control
nacional?
La
priorización
de
los
intereses
nacionales
frente
a
los
intereses
extranjeros.
Santiago
proponía
impedir
que
los
intereses
de
otros
países
o
instituciones
financieras
internacionales
estuvieran
por
encima
de
las
necesidades
de
la
gente.
Hacer
política
para
el
pueblo,
en
cierto
sentido.
Ahora
bien,
aquí
hay
que
dejar
algo
claro.
Lo
de
Santiago
era
una
propuesta,
una
teoría,
solo
eso.
En
la
práctica,
no
hay
certeza
de
que
lo
que
planteaba
hubiera
funcionado.
[El
plan
de
gobierno
se
hizo
prácticamente
en
mi
casa.
Fujimori
venía
todos
los
días,
se
quedaba
con
el
equipo
y
conmigo
hasta
las
tres
de
la
mañana.
Santiago
recuerda
a
Fujimori
como
un
personaje
calculador.
Pero
muy
austero
en
su
persona.
Muy
sencillo.
Y
siempre
obsesionado
por
la
efectividad
y
resultados,
siempre
quería
ver
resultados.
Se
hicieron
muy
cercanos.
De
vez
en
cuando
me
llevaba
montado
los
camiones
y
yendo
a
los
pueblos
jóvenes
donde
yo
veía
la
realidad.
Llegábamos
a
lugares
inhóspitos
o
a
lugares
con
un
nivel
de
pobreza
tremendo.
Era
impactante
para
él,
porque,
claro,
era
un
académico
dedicado
a
la
teoría
macroeconómica,
ajeno
al
día
a
día
de
la
mayoría
de
los
peruanos.
Le
confirmó
lo
que
pensaba…
Que
gran
parte
del
país
no
podría
tolerar
un
shock
económico
como
el
que
se
planteaba.
El
domingo
10
de
junio
de
1990
se
llevó
a
cabo
la
segunda
vuelta
electoral.
Alberto
Fujimori
llegó
ayer
al
poder
con
un
fuerte
respaldo
de
los
pobres
peruanos.
Fujimori
derrotó
a
Vargas
Llosa
con
el
62
por
ciento
de
los
votos
emitidos,
con
el
apoyo
del
partido
gobernante
y
la
izquierda.
La
gente,
con
temor,
prefirió
un
candidato
desconocido,
con
pocas
propuestas
para
resolver
los
problemas
del
país,
pero
que
prometía
que
no
haría
nada
drástico
en
la
economía.
Pero
todo
esto
iba
a
cambiar.
Y
a
todos,
incluso
a
Santiago,
los
tomó
por
sorpresa.
Una
vez
que
gana
la
segunda
vuelta,
le
venden
la
idea
de
que
es
importante
resolver
el
tema
externo.
¿Quién
le
mete
la
idea?
Hernando
de
Soto
le
dice:
«Es
importante
que
resuelva
usted
el
problema
con…
con
los
de
afuera».
Hernando
de
Soto
era
un
economista
liberal
que
había
publicado
El
Otro
Sendero,
libro
de
cabecera
de
la
derecha
peruana.
Era
muy
influyente
a
nivel
nacional
e
internacional.
Al
quedar
Fujimori
de
presidente
vio
una
gran
oportunidad
de
promover
sus
propuestas.
Entonces
pidió
una
cita
con
él
y
le
ofreció
todos
sus
contactos.
Y
hay
algo
importante
que
entender
aquí.
Fujimori,
que
era
nikei,
o
sea
descendiente
directo
de
japoneses,
quería
el
apoyo
del
país
de
sus
papás.
Fujimori
tenía
la
idea
de
que
el
Japón,
como
hijo
de
japoneses,
se
iba
a
tomar
lo
de
su
presidencia
en
el
Perú
como
un
tema
de
honor
internacional
y
del
prestigio
del
Japón,
iba
a
llegar
con
el
talonario
de
cheques
y
solucionar
todos
los
problemas
que
tenía
Perú,
¿no?
Él
es
Ricardo
Lago
Gallego.
En
el
momento
en
que
Fujimori
quedó
electo
trabajaba
en
el
Banco
Mundial,
en
Washington
D.C.
Aunque
la
organización
ya
había
cerrado
su
oficina
en
Lima,
querían
mantener
un
contacto
con
el
gobierno
de
Alan
García,
y
él
fue
el
elegido.
Convencido
de
que
el
shock
económico
era
la
única
manera
de
sacar
a
Perú
de
la
crisis,
permanecía
siempre
a
la
guardia
de
una
oportunidad
para
promoverlo.
El
cambio
de
presidencia
era
un
momento
clave.
Fujimori,
por
su
lado,
esperando
encontrar
apoyo
en
Japón,
organizó
su
primer
viaje
internacional
como
presidente
electo,
teniendo
al
país
de
sus
ancestros
como
destino.
Hernando
De
Soto
le
dijo
que
fuera.
Pero
que
de
paso
viajara
también
a
Estados
Unidos,
donde
él
le
organizaría
un
almuerzo
con
el
secretario
general
de
las
Naciones
Unidas,
el
peruano
Javier
Pérez
de
Cuéllar,
y
los
presidentes
del
Fondo
Monetario
Internacional,
del
Banco
Mundial
y
del
Banco
Interamericano
de
Desarrollo.
Fujimori
se
entusiasmó.
Y
claro,
aceptó.
El
28
de
junio
de
1990,
Fujimori
viajó
a
Nueva
York
para
reunirse
con
los
representantes
de
las
principales
organizaciones
financieras
internacionales.
Santiago
Roca
no
fue
con
él,
porque
estaba
preocupado
afinando
el
plan
económico.
Faltaban
pocos
días
para
asumir
el
poder.
Por
su
parte,
Ricardo
Lago,
aunque
no
estuvo
en
ese
almuerzo,
escribió
la
intervención
que
tuvo
el
presidente
del
Banco
Mundial
y
sabe
bien
lo
que
pasó.
El
mensaje
era
“Mire,
usted
tiene
muchas
ideas
sobre
qué
hacer
en
el
Perú
y
mucho
entusiasmo
y
tal.
Pero
aquí
hay
una
serie
de
problemas
que
tiene
que
resolver”.
La
hiperinflación,
las
deudas
con
el
sistema
financiero
internacional,
la
debilidad
de
una
economía
mal
administrada
y
la
violencia
terrorista,
etc.
Si
usted
no
soluciona
eso.
Nunca
va
a
poder
salir
del
hoyo.
Y
le
dicen
que
ellos
le
van
a
ayudar,
con
una
condición.
Que
aplique
un
shock
económico.
O
sea,
algo
no
muy
distinto
a
lo
que
había
planteado
su
rival
electoral,
Mario
Vargas
Llosa.
Y
además
le
dicen:
Necesitamos
un
período
de
prueba
en
el
que
veamos
que
usted
está
cumpliendo.
Eso
se
lo
dijeron
al
final
del
almuerzo
y
Fujimori
contestó,
y
son
palabras
textuales:
“Les
agradezco
que
me
lo
hayan
dicho
al
final
del
almuerzo,
porque
si
me
lo
dicen
al
principio
no
como”.
Habían
puesto
a
Fujimori
contra
la
pared.
Una
pausa
y
volvemos.
Estamos
de
vuelta
en
Radio
Ambulante,
soy
Daniel
Alarcón.
Antes
de
la
pausa
escuchábamos
como
Alberto
Fujimori
planeó
su
primer
viaje
como
presidente
electo
peruano
en
1990,
en
medio
de
la
crisis
económica
más
grave
que
ha
enfrentado
el
país.
El
viaje
tendría
como
destino
final
Japón,
la
tierra
de
sus
papás,
donde
Fujimori
pediría
ayuda
para
salvar
al
Perú
del
abismo
económico.
Pero
antes
habría
un
almuerzo
en
Estados
Unidos,
específicamente
en
Nueva
York,
con
personas
muy
importantes
en
el
campo
financiero
internacional.
Y
en
ese
almuerzo
le
hicieron
una
propuesta:
que
aplicara
un
shock
económico,
que
liberara
los
precios
de
una
sola
vez
y
dejara
que
el
mercado
los
regulara…
Si
hacía
lo
que
le
pedían,
le
darían
la
ayuda
financiera
que
desesperadamente
necesitaba.
Carlos
Meléndez
nos
sigue
contando.
Fujimori
llegó
a
Tokio
el
primero
de
julio
de
1990.
Ahí
solicitó
apoyo
del
gobierno
japonés
para
que
la
economía
peruana
entrara
de
nuevo
al
sistema
financiero
internacional.
Además,
aprovechó
para
visitar
Kumamoto,
pueblo
natal
de
sus
papás,
e
hizo
reuniones
diplomáticas
que
terminaron
en
promesas
de
ayudas.
Regresó
a
Perú
a
los
pocos
días.
Regresa
atado
de
pies
y
manos,
hay
que
hacer
eso
o
hay
que
hacer
eso.
No
era
una
convicción,
o
un
convencimiento
intelectual
o
analítico,
era
que
no
hay
otra
más
que
hacer
esto.
Al
regresar
a
Lima,
Vladimiro
Montesinos,
que
para
ese
entonces
ya
era
uno
de
los
principales
asesores
de
Fujimori,
lo
convenció
de
aislarse
en
el
Círculo
Militar,
una
de
las
sedes
de
las
fuerzas
armadas
peruanas.
Montesinos
era
ex
integrante
del
Ejército,
y
autorizaba
las
llegadas
y
las
salidas
de
las
instalaciones,
según
él,
por
razones
de
seguridad.
Nadie
podía
acceder
a
Fujimori,
ni
siquiera
quien
iba
a
ser
su
ministro
de
economía,
Santiago
Roca.
Pero
a
los
pocos
días,
Fujimori
finalmente
se
puso
en
contacto
con
Santiago.
Y
en
esa
reunión
me
pide
a
para
que
implemente
como
ministro
de
Economía
el
plan
del
Fondo
Monetario
Internacional.
Santiago
le
pidió
explicaciones.
¿Por
qué
cambiar
el
plan?
Y
más
importante
aún:
¿Por
qué
asumir
el
plan
de
los
opositores?
Y
me
responde
muy
pragmáticamente.
«Mira,
Santiago»,
me
dice.
«Nosotros
tenemos
buenas
ideas.
Lo
que
me
han
presentado
la
gente
del
Fondo
Monetario
Internacional
también
me
parecen
buenas
ideas.
sabes
yo
no
soy
economista.
Yo
soy
ingeniero.
Entonces
yo
la
veo
también
buenas
ideas.
Pero
la
diferencia
es
que
el
Fondo
Monetario
y
el
Banco
Mundial
tienen
dinero.
Y
nosotros
no
tenemos
dinero.
Solamente
tenemos
ideas.
Nuestro
programa…
gradualista,
¿y
si
no
funciona?
Si
después
de
un
año
o
dos
años
la
inflación
sigue
siendo
300
por
ciento.
La
gente
se
va
a
ir
en
contra
nuestro.
Políticamente,
es
mejor
entrar
al
gobierno
golpeando,
golpeando
lo
máximo
que
uno
pueda
golpear,
porque
quien
paga
el
costo
del
golpe
es
el
gobierno
anterior”.
Santiago
le
dijo
que
no
estaba
de
acuerdo
con
el
plan
del
Fondo
Monetario
Internacional
y
que
le
parecía
poco
ético
cambiar
el
plan
de
gobierno
cuando
la
gente
ya
había
votado.
Decidió
que
no
podía
tomar
el
puesto
de
Ministro
de
Economía
y
Finanzas.
Casi
todos
los
integrantes
del
equipo
económico
lo
acompañaron
en
su
decisión
de
retirarse.
Él
se
quedó
un
poco,
diríamos,
congelado.
Salimos,
redactamos
esa
misma
noche,
una
carta
de
renuncia
y
presentamos
la
renuncia
y
la
enviamos
a
todos
los
diarios
esa
misma
noche.
Así
entra
en
la
historia
Juan
Carlos
Hurtado
Miller,
el
Presidente
del
Consejo
de
Ministros
y
Ministro
de
Economía
y
Finanzas
que
escuchamos
al
inicio
de
este
episodio.
Cuando
Fujimori
quedó
electo,
Hurtado
Miller
vivía
en
Argentina.
Tenía
sus
negocios
propios
y
estaba
relativamente
alejado
de
la
política.
Conocía
a
Fujimori
pero
no
mucho.
Fueron
al
mismo
colegio,
aunque
nunca
hicieron
amistad,
y
luego,
cuando
Hurtado
Miller
fue
ministro
de
Agricultura,
lo
había
llamado
para
que
formara
parte
de
un
comité
asesor,
dado
que
Fujimori
era
rector
de
la
Universidad
Nacional
Agraria
de
La
Molina.
Después
de
que
Santiago
Roca
presentó
su
renuncia,
Fujimori
mandó
a
llamar
a
Hurtado
Miller,
quien
creía
que
le
iba
a
proponer
repetir
el
encargo
al
frente
del
sector
Agricultura.
Pero
al
sentarse
a
conversar
se
dio
cuenta
de
que
el
presidente
electo
tenía
un
plan
diferente
para
él.
No
solo
le
pedía
ser
Ministro
de
Economía
y
Finanzas,
sino
además
ser
presidente
del
consejo
de
ministros.
Me
dijo:
«Porque
las
medidas
que
vas
a
tener
que
dar
necesitan
autoridad
plena
y
necesitas
más
autoridad
que
siendo
Ministro
de
Economía,
como
Primer
Ministro,
para
poder
hacer
las
cosas
que
yo
que
vas
a
hacer,
las
cosas
que
son
necesarias.
A
no
ser
que
tengas
miedo»,
me
dice.
“No”,
le
dije,
“miedo
no
tengo
lo
que
tengo
es
pánico.
Pero
te
voy
a
decir,
Alberto,
tener
coraje
no
es
no
tener
miedo,
es
tener
miedo
y
saber
superarlo.
Y
eso
es
lo
que
espero
tener,
si
es
que
te
acepto
entrar”.
Hurtado
Miller
aceptó
los
dos
puestos.
El
28
de
julio
de
1990,
Fujimori
tomó
el
poder.
Nos
toca
afrontar
la
crisis
más
profunda
que
ha
vivido
el
país
en
toda
su
historia
republicana.
Una
sociedad
escindida
por
la
violencia,
la
corrupción,
terrorismo
y
el
narcotráfico.
En
una
palabra:
casi
una
economía
de
guerra.
Dentro
del
equipo
económico,
lo
más
urgente
era
crear
un
programa
de
emergencia
social…
Los
efectos
del
shock
golpearían
a
los
sectores
más
vulnerables
de
la
sociedad
peruana,
y
había
que
tratar
de
protegerlos
en
la
medida
posible.
Tenemos
que
dar
una
asistencia
alimenticia
a
la
gente,
porque
el
shock
es
muy
fuerte
y
el
aumento
de
precios…
una
cosa
monstruosa,
para
la
gente
de
pequeños
ingresos
era
una
cosa
terrible.
El
programa
creaba
comités
locales
para
ofrecer
ayuda
alimenticia
y
puestos
de
empleo
temporales
y
de
baja
calificación
en
cocinas
comunitarias
o
brigadas
de
limpieza
pública,
por
ejemplo.
Otra
medida
para
contener
el
golpe
a
la
ciudadanía
sería
dar
un
bono
monetario
y
aumentar
el
salario
mínimo.
Pero
el
shock
no
solo
era
el
aumento
de
precios.
También
se
impondrían
impuestos
fáciles
de
recaudar,
se
eliminarían
las
exoneraciones
tributarias
y
se
haría
un
ajuste
al
tipo
de
cambio
con
el
dólar.
Todos
los
días,
Hurtado
Miller
se
reunía
con
el
equipo
económico
de
Fujimori
a
redactar
el
plan
para
el
shock.
La
presentación
se
haría
en
televisión
nacional.
Lo
que
dijimos
puede
haber
una
reacción
espantosa,
porque
la
inflación
y
los
precios
son
enormes.
Entonces
establecieron
con
Fujimori
la
posibilidad
de
decretar
un
estado
de
sitio,
que
es
un
régimen
de
excepción
en
el
que
se
suspenden
las
garantías
constitucionales,
por
si
la
ciudadanía
decidía
manifestarse.
Además
Hurtado
Miller
le
informó
a
Fujimori
que
daría
un
mensaje
de
esperanza
al
pueblo
peruano,
que
es
muy
católico.
Es
el
que
oímos
al
principio,
que
terminó
con
la
frase
“Que
Dios
nos
ayude”,
ideada
por
Felipe
Ortiz
de
Zevallos,
amigo
y
asesor
de
Hurtado
Miller.
Aquí
hay
que
entender
la
relevancia
que
tenía
el
canal
5,
desde
donde
Hurtado
Miller
daría
el
anuncio
del
shock
económico.
El
canal
5
ponía
la
agenda
política
y
social
en
el
Perú
por
mucho
tiempo.
Canal
5
era
en
ese
momento
por
el
que
pasaban
todos
los
cambios,
no
solamente
sociales,
económicos,
sino
todo
lo
que
te
generaba
impacto.
Ella
es
Mónica
Delta,
una
reconocida
periodista
peruana.
En
1990
trabajaba
en
canal
5
como
presentadora
y
cubriendo
el
Palacio
de
Gobierno.
Todo
lo
que
ocurriera
en
el
Perú,
bueno
o
malo,
pasaba
por
la
esquina
de
la
televisión.
El
canal
pertenecía
a
la
familia
Delgado
Parker,
y
dos
hermanos
tomaban
la
mayoría
de
decisiones:
Genaro
y
Héctor.
Esa
campaña
electoral
había
dividido
a
los
hermanos,
como
al
resto
del
Perú.
Me
tocó
ver
un
cruce
de
puñetes
o
de
puñetazos
entre
ambos
hermanos,
porque
Genaro
apostaba
al
1000
por
ciento
a
Mario
Vargas
Llosa.
Y
Héctor,
que
era
amigo
del
expresidente
Alan
García,
tenía
una
simpatía
discreta
por
Fujimori.
Además
estaba
preocupado
porque
el
canal
no
aparentara
apoyar
abiertamente
a
Vargas
Llosa,
y
mantuviera
la
imparcialidad
periodística.
Pero
claro,
ahí
nadie
esperaba
que
ganara
Fujimori.
Jamás.
Era
impactante
ver
caras,
no?
en
general.
Y
comenzaron
a
llegar…
este…
políticos
para
ser
entrevistados
y
esto
era
una
vorágine,
no?
El
pueblo
peruano
cansado
de
lo
mismo
de
siempre
decidió
apostar
por
un
desconocido.
Fue
un
baldazo
de
agua
para
muchísima
gente.
En
el
fondo
a
mi
personalmente
me
parecía,
que
la
ciudadanía
había
hablado.
Pues
sí,
había
hablado
distinto
y
que
no
estábamos
conociendo
el
Perú
y
que
no
estábamos
midiendo
lo
que
estaba
pasando
en
el
Perú.
Si
bien
es
cierto
lo
que
dice
Mónica,
que
la
ciudadanía
había
hablado…
También
es
cierto
que,
al
votar
por
Fujimori,
habían
votado
por
un
candidato
que
había
propuesto
algo
diferente
a
un
shock.
Sin
embargo,
el
8
de
agosto
de
1990,
solo
diez
días
después
de
haber
asumido
el
poder…
el
presidente
del
consejo
de
ministros
Hurtado
Miller
dio
el
anuncio
que
nadie
se
esperaba.
En
ese
momento,
Mónica
estaba
en
el
Congreso
de
la
República
y
se
alistaba
para
dirigirse
a
la
televisora.
Genaro
y
Héctor,
los
dueños
del
canal,
eran
amigos
de
Hurtado
Miller.
Mónica
cree
que,
además
de
la
influencia
de
la
televisora
a
nivel
nacional,
la
cercanía
entre
los
tres
terminó
de
definir
por
qué
se
eligió
el
canal
5
para
el
anuncio.
Mónica
vio
el
discurso
ahí,
junto
a
otros
colegas.
Y
como
el
resto
de
los
peruanos
escuchó…
Que
Dios
nos
ayude.
Mónica
Delta
recuerda
que,
al
día
siguiente,
el
ánimo
en
Lima
era
oscuro.
Ya
estamos
medio
acostumbrados
a
ver
caras
de
angustia
en
Lima,
¿no?
O
sea,
la
crisis
nos
había
generado
muchas
caras
de
angustia
y
el
miedo
al
terrorismo
también,
¿no?
Pero
imagínate…
la
noche
anterior
la
gasolina
por
galón
costaba,
creo,
21.000
y
al
día
siguiente
600.000.
O
sea,
30
veces
más,
¿no?
Tristeza,
dolor,
angustia.
Eso
vio
Mónica.
El
día
después
del
anuncio
se
reportaron
cuatro
muertos
en
el
país,
debido
a
los
intentos
de
saqueo
y
manifestaciones.
Eso
es
un
cañón
de
agua
disparando
a
unos
manifestantes.
Desde
que
el
pasado
8
de
agosto,
el
gobierno
de
Fujimori
puso
en
marcha
su
plan
de
austeridad
ha
aumentado
la
escasez
y
la
inquietud
social
en
el
país.
Pero
algo
es
cierto:
Perú
no
se
levantó
contra
Fujimori
en
esa
ocasión.
Aceptó
su
suerte.
Hay
algunos
datos
que
no
están
en
discusión.
Después
del
shock,
que
fue
terrible,
un
recuerdo
que
mi
generación
tiene
marcado
en
la
memoria…
la
hiperinflación
bajó.
Cinco
años
después
era
de
10%,
algo
impensable
durante
los
primeros
días
del
shock.
Y
la
economía
del
Perú
siguió
creciendo…
por
décadas.
Solo
se
frenó
con
la
pandemia
del
Covid-19.
Pero
también
es
cierto
que
en
el
corto
plazo,
fue
muy
doloroso.
La
pobreza
aumentó
brutalmente.
Pasó
de
un
38
por
ciento
en
1985,
a
un
57
por
ciento
en
1991,
como
efecto
de
las
medidas.
Esto
significa
que
había
unos
12
millones
de
personas
pobres
en
el
Perú
al
inicio
de
los
noventa
y
el
porcentaje
se
mantuvo
alto
durante
toda
esa
década.
La
pobreza
bajó
en
los
2000…
hasta
un
22
por
ciento,
antes
que
la
pandemia
la
hiciera
subir
de
nuevo,
pero
el
costo
de
lograr
esto
fue
grandísimo.
De
1990
a
1996,
casi
300
mil
peruanos
se
fueron
del
país,
muchos
debido
a
la
situación
económica.
¿Y
los
que
se
quedaron…?
¿A
qué
se
dedicaron
los
maestros?
a
hacer
taxi.
¿A
qué
se
dedicaron
los
policías?
Tenían
que
tener
dos,
tres
trabajos…
En
Zárate,
mi
barrio,
no
fue
muy
diferente.
La
señora
Lucha,
que
tenía
un
garaje
en
su
casa,
lo
convirtió
en
una
peluquería.
Don
Epifanio,
que
tenía
un
pequeño
jardín,
lo
convirtió
en
un
quiosco
para
vender
jugos.
Nino
convirtió
la
sala
de
su
casa
en
un
restaurante.
No
fueron
los
únicos.
El
día
que
pusieron
semáforos
en
la
cuadra
de
mi
casa,
me
di
cuenta
de
que
habíamos
mutado,
como
buena
parte
de
Lima
y
del
país.
Ya
no
éramos
un
barrio
donde
jugábamos
en
las
calles.
Ahora
había
tránsito.
Actividad.
Y
este
barrio,
que
era
un
vecindario
de
empleados
y
obreros
de
ocho
horas
y
boleta
de
pagos
a
fin
de
mes,
se
convirtió
en
un
lugar
comercial.
La
avenida
Gran
Chimú
se
atiborró
de
tiendas,
galerías
e,
incluso,
ambulantes.
En
mi
casa,
el
servicio
de
llamadas
que
les
conté
al
principio
se
fue
expandiendo.
Primero
compramos
una
fotocopiadora.
Luego,
una
computadora
e
impresora
para
hacer
servicios
de
transcripción
de
documentos
e
impresiones.
Todo
esto
vino
con
un
costo:
mi
familia
tuvo
que
vender
el
puesto
de
ropa
que
tenía
mi
mamá.
Era
cuestión
de
supervivencia.
Leímos,
por
así
decirlo,
el
mercado.
Analizamos
hacia
dónde
iba
la
economía
y
la
vida
cotidiana
y
nos
adaptamos.
Incluso,
años
después,
volvimos
a
cambiar
de
giro:
a
una
bodega.
Al
comienzo
fue
complicado,
claro,
pero
a
nosotros,
en
realidad,
nos
fue
bien.
Salimos
adelante.
Mis
hermanos
y
yo
estudiamos,
terminamos
el
colegio
y
fuimos
a
la
universidad
a
estudiar
carreras
que
nos
gustaban.
Yo
emigré
a
hacer
un
posgrado.
Cosas
que
se
pueden
considerar
privilegios,
pero
las
conseguimos
con
trabajo
duro,
todos
siendo
empleados
del
pequeño
negocio
familiar,
cuando
nuestros
deberes
de
la
escuela
acababan.
Mi
historia
no
es
la
historia
de
la
mayoría
de
peruanos.
Muchas
personas
de
mi
edad
se
fueron
del
país,
otros
decidieron
emprender
y
muchos
otros
tuvieron
que
trabajar
en
la
informalidad,
sin
garantías
laborales.
También
tuvieron
que
buscar
suerte
todos
los
que
despidieron
de
las
empresas
públicas
que
fueron
privatizadas
en
el
shock.
Así
nació
el
capitalismo
popular
que
halagan
los
defensores
del
modelo;
así
también
se
fue
precarizando
nuestra
calidad
de
vida,
como
critican
sus
detractores.
Durante
la
última
década,
la
informalidad
se
ha
mantenido
cerca
del
75
por
ciento.
En
este
momento
más
de
11
millones
de
personas
se
encuentran
en
esta
situación.
Es
una
economía
viva,
pero
sin
seguros
sociales
ni
jubilación
protegida.
Finalmente,
la
clave
del
éxito
del
modelo
neoliberal
que
se
impuso
con
el
shock
económico
no
fueron
los
tecnócratas,
aquellos
con
el
poder
de
diseñar
la
macroeconomía
del
país,
sino
los
informales:
esos
millones
de
personas
a
las
que
las
decisiones
de
unos
pocos
les
quitaron
muchos
de
sus
derechos
sociales.
Esas
personas
a
las
que
no
les
quedó
de
otra
que
sobrevivir
fueron
los
verdaderos
autores
del
“milagro
peruano”.
Pero
hoy
ese
modelo
de
mercado
está
más
cuestionado
que
nunca.
Un
maestro
de
escuela
rural,
Pedro
Castillo,
fue
elegido
presidente
hace
unos
meses
con
la
promesa
de
transformar
la
economía
peruana,
esta
vez
a
un
esquema
más
equitativo.
Como
en
1990,
los
peruanos
votamos
por
un
desconocido
sin
un
plan
de
país
muy
claro.
Por
eso,
muchos
aún
prefieren
defender,
con
sus
méritos
y
errores,
el
modelo
económico
actual.
El
futuro
es
incierto.
Treinta
y
un
años
después
los
peruanos
seguimos
pidiendo…
que
Dios
nos
ayude.
Juan
Carlos
Hurtado
Miller
renunció
a
sus
cargos
de
Primer
Ministro
y
Ministro
de
Economía
y
Finanzas
en
el
gabinete
de
Fujimori
el
15
de
febrero
de
1991.
Postuló
sin
éxito
a
la
alcaldía
de
Lima
en
1998
y
fue
acusado
de
haber
recibido
fondos
ilícitos
del
asesor
Vladimiro
Montesinos
para
su
campaña
electoral.
Después
de
10
años
prófugo,
Hurtado
Miller
se
entregó
a
la
justicia
en
el
2011,
acusado
de
delitos
de
corrupción
cometidos
en
la
administración
de
Alberto
Fujimori.
Terminó
cumpliendo
prisión
domiciliaria.
Carlos
Meléndez
es
politólogo.
Vive
en
Santiago,
Chile.
Esta
historia
fue
producida
con
nuestro
editor,
Luis
Fernando
Vargas,
que
vive
en
Costa
Rica.
Este
episodio
fue
editado
por
Camila
Segura
y
por
mí.
Desirée
Yépez
hizo
el
fact-checking.
Mil
gracias
a
Piero
Ghezzi
por
su
ayuda
verificando
los
datos
y
conceptos
de
esta
historia.
El
diseño
de
sonido
es
de
Andrés
Azpiri
y
Rémy
Lozano,
con
música
original
de
Remy.
El
resto
del
equipo
de
Radio
Ambulante
incluye
a
Paola
Alean,
Nicolás
Alonso,
Lisette
Arévalo,
Aneris
Casassus,
Emilia
Erbetta,
Fernanda
Guzmán,
Camilo
Jiménez
Santofimio,
Ana
Pais,
Laura
Rojas
Aponte,
Barbara
Sawhill,
Elsa
Liliana
Ulloa
y
David
Trujillo.
Carolina
Guerrero
es
la
CEO.
Radio
Ambulante
es
un
podcast
de
Radio
Ambulante
Estudios,
se
produce
y
se
mezcla
en
el
programa
Hindenburg
PRO.
Radio
Ambulante
cuenta
las
historias
de
América
Latina.
Soy
Daniel
Alarcón.
Gracias
por
escuchar.
Check out more Radio Ambulante

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Esto es Radio Ambulante, desde NPR. Soy Daniel Alarcón. Vámonos a Lima, Perú. Es la noche del 8 de agosto de 1990, y Juan Carlos Hurtado Miller está en los estudios del Canal 5, también conocido como Panamericana Televisión. En ese momento cumple una doble función en el gobierno peruano: es Presidente del Consejo de Ministros y, además, ministro de economía y finanzas. El edificio del canal queda cerca del Estadio Nacional en una cuadra conocida como La Esquina de la Televisión. En ese momento es el canal más importante e influyente del Perú. Hurtado Miller ha venido a dar un mensaje a la nación. Estaba yo muy nervioso, muy, muy nervioso. No solamente por dar un mensaje tan duro, sino por las posibilidades de que hubiéramos tenido errores en su concepción o que fuéramos a fallar en los días siguientes. Había llegado con su breve discurso escrito en unos papeles, pero antes de entrar al aire, tenía que pasarlo al telepronter, esa máquina que te permite leer un texto mirando directamente a la cámara. Y de ahí me lo ponen al frente y me enseñaron a manejarlo, ¿no? Me demoró una media hora tipear el telepronter.Quizá por la angustia. Es que el mensaje que iba dar no tenía precedentes en la historia peruana. Faltando unos minutos para las 9 de la noche, Hurtado Miller se sentó frente a la cámara. Había una bandera del Perú a su izquierda y tenía un vaso de agua en la mesa. Pero no estaba solo. También estaban los ministros del gabinete del entonces presidente Alberto Fujimori. Todos menos tres, que se habían rehusado a participar. A las nueve en punto el canal empezó a transmitir. Hurtado Miller anunció que el gobierno tomaría una serie de medidas para enfrentar la grave crisis económica por la que estaba pasando el país. Y aquí un poco de contexto: Perú vivía una hiperinflación que ese año superaría el 7 mil por ciento. Es decir, los precios se multiplicaron más de 70 veces. Una hiperinflación tan monstruosa solo tenía precedentes en Bolivia… y en Alemania, Rusia, Polonia y Hungría, después de la primera guerra mundial. O, para dar un ejemplo más reciente, en la Venezuela de hoy. Como política para amortiguar el golpe de la hiperinflación, el gobierno llevaba varios años controlando cuánto costaban las cosas. En cierto sentido, el discurso era muy teórico, no tan fácil de entender para la mayoría de los peruanos. Pero en un momento, eso tan abstracto se transformó en algo muy concreto, en lo que realmente muchos recordarían de esa noche. Es así que la lata de leche evaporada que hoy costaba en la calle 120 mil intis costará a partir de mañana 330 mil intis. El kilo de azúcar blanca que solo se conseguía a 150 mil intis, costará a partir de mañana 300 mil intis. El pan francés que esta tarde costaba 9 mil intis, costará a partir de mañana 25 mil intis. Y estas cifras que mencionaba Hurtado Miller podrían incluso subir más. Todo sería incertidumbre. En Zárate, un barrio de clase media ubicado a unos 10 kilómetros del Canal 5, desde donde el ministro transmitía esta noticia, estaba Carlos Meléndez. En ese momento tenía 13 años, y veía el discurso en la televisión con sus papás y sus dos hermanos menores. Recuerda la cara de su mamá: estaba atónita, quieta, en silencio. Mi padre decía tranquila, ellos saben lo que están haciendo, son economistas. Y mientras tanto el ministro de Economía termina de decir los precios y dice… Que Dios nos ayude. Que Dios nos ayude. Eso desautorizó toda calma que quería imprimir mi padre aquella noche. Y cuando termina el anuncio, mi madre, con los ojos en rojo, a punto de llorar, le dice a mi padre: ¿Qué vamos a hacer? Miles de peruanos se estaban preguntando lo mismo en ese preciso momento. Acababa de comenzar lo que se llegó a conocer como el “Fujishock”… El gobierno eliminó los subsidios de la canasta básica y aumentó los precios para disminuir la demanda y la inflación. Para algunos, el Fujishock era la única medida para salvar al Perú. Para otros, un error que lanzaría a millones de peruanos a la miseria. Pero hay algo en que todos coinciden: este paquete de medidas económicas cambió la historia del país y sus repercusiones se sienten todavía, tres décadas después. Una pausa y volvemos. Este mensaje viene del patrocinador de NPR, CarMax. Imagina comprar un auto a tu manera. En línea, desde la comodidad de tu hogar. En persona en el lote. O una combinación de ambos. CarMax te permite elegir cómo comprar. Incluso llevan tu auto a la puerta de tu casa en mercados selectos. Y sin importar cómo compres, CarMax te tiene cubierto gracias a una garantía de reembolso de 30 días o mil quinientas millas. Conoce más y empieza a comprar en carmax.com. CarMax, reinventando la compra de autos. Estamos de vuelta en Radio Ambulante. En el episodio de hoy vamos a contar la historia de cómo llegó a existir el Fujishock. Y de cómo afectó a la clase media peruana. Va a ser una historia con números y conceptos económicos, pero iremos con cuidado para no confundir. El politólogo Carlos Meléndez nos cuenta la historia. Aquí Carlos. La noche del anuncio toda mi familia se fue a la cama preocupada, con incertidumbre de lo que pasaría al día siguiente. Nuestra casa era especial en el barrio, en Zárate. Era una de las pocas que tenía un teléfono con permiso comercial, es decir, se podía alquilar para hacer llamadas. Los vecinos llegaban, pagaban unos intis y podían usarlo. Recuerdo que la mañana después del shock mi papá se levantó temprano, salió a la puerta de la casa y se paró frente al cartel que anunciaba la tarifa del alquiler. Lo miró fijamente por un largo rato tratando de descifrar qué hacer. También tengo la imagen de él viendo en el periódico la lista de precios e intentando entender cómo ajustarse al aumento, calculando cuánto debería cobrar por una llamada de tres minutos. Afuera del barrio parecía un día de feriado religioso. Nadie en la calle. Se sentía el pánico de la gente que no quería salir por miedo de enterarse cuánto costaban ahora las cosas. Todos temían lo mismo: que no les alcanzara para comprar lo más básico. Mi mamá tenía un puesto en el mercado cercano a la casa en donde vendía productos de bazar y juguetes. Ese día, el negocio permaneció cerrado, como muchos otros. También había miedo por Sendero Luminoso, el grupo terrorista que estaba causando muertes y destrucción desde 1980. Para ese entonces, la violencia estaba en su momento cúspide. Los atentados con bombas eran cotidianos, pero, claro, nunca nos acostumbramos. Se hablaba de que iba a haber un gran paro armado o una intervención terrorista como reacción al shock. Quiero contextualizar la situación peruana un poco. Este es el expresidente Alan García en un discurso que dio en la Organización de las Naciones Unidas en 1985, anunciando que el país solo pagaría una parte mínima de la deuda que tenía. Hemos tomado una decisión que sostendremos. El Perú solo asignará a la deuda uno de cada 10 dólares. La décima parte de lo que le paguen por su trabajo y sus exportaciones. Y es que el país, como ya dijimos, pasaba por una crisis política y social enorme. La catástrofe climática del fenómeno de El Niño de 1982 y 1983 y el terrorismo de Sendero Luminoso y del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru dejaron miles de muertos y daños materiales millonarios. Esta es una decisión responsable y revolucionaria. Porque es la decisión de un país pobre, importador de alimentos e insumos industriales, cuya deuda es con los bancos occidentales. Y que ha sufrido y sufre la presión del fondo monetario. Pero hubo repercusiones. El Fondo Monetario Internacional declaró al Perú un país “no elegible” para créditos de grandes entidades, como el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial. Pero García tenía un plan para vivir sin crédito internacional. Lo primero que hizo fue impulsar la demanda y el gasto del sector privado, reduciendo los impuestos y bajando las tasas de interés para reactivar la economía. Durante dos años, estas medidas funcionaron… a su manera. La economía creció casi un 10 por ciento anual, algo sorprendente para cualquier país. Luego creó empleos públicos ampliando la burocracia estatal, pero la inflación empezó a subir. Para tratar de contener los precios, dio subsidios a empresas y a trabajadores, congeló los ahorros en moneda extranjera y controló los precios de la canasta básica. Es decir, era el gobierno el que decidía cuánto valían las cosas, no los productores ni el mercado. Pero, claro, los subsidios, los salarios, la inversión pública… eran gastos. El Perú necesitaba dinero. Entonces, en lugar de recurrir a préstamos, el propio gobierno imprimía billetes, aunque no tuviera reservas en moneda extranjera con qué respaldarlo. O sea, estaba imprimiendo dinero que no tenía. Con el tiempo, millones de intis llegaron a servir para comprar muy poco. Los precios de los productos básicos subían día a día o en realidad en cuestión de horas. Los comerciantes a veces escondían productos y no los vendían, porque dentro de tres días podrían valer más. Para 1987, el Perú ya casi no tenía reservas internacionales para demostrar a los países del exterior que sí podía pagar y que su dinero sí valía. Para ese momento la inflación estaba en 85,5 por ciento, es decir los precios casi se duplicaron en un año. La popularidad de García estaba cayendo rápidamente y para tratar de recuperarla planteó que los bancos pasaran a ser del Estado. No logró pasar la reforma y los altos niveles de popularidad que tuvo al inicio de su gobierno se fueron al piso. La escasez de esos años transformó nuestras vidas. En mi barrio, con mis amigos y familiares, gran parte de nuestro día transcurría haciendo colas con baldes en los parques o reservorios municipales para llevar agua a la casa, ya que era frecuente que se fuera el servicio, al igual que el de la electricidad… o en las panaderías, donde tenías que levantarte a las cinco de la mañana para conseguir unas pocas piezas de pan dos o tres horas después y era muy difícil encontrar arroz o azúcar en las tiendas. Para 1989, a un año de celebrar elecciones generales, Perú estaba en el abismo. Con una hiperinflación del casi 3,400 por ciento, los temas de campaña eran dos: el terrorismo y la crisis económica. El candidato favorito era el ya por entonces famoso escritor Mario Vargas Llosa, de la coalición Frente Democrático o FREDEMO, de ideología neoliberal. Apoyado por el establishment y por los empresarios, su campaña fue inmensa, intensa y muy mediática. Vamos Perú, vamos con Mario. Vamos con él a trabajar. Vargas Llosa proponía deshacer todo lo que Alan García había implementado en su gobierno. Para detener la hiperinflación, proponía un shock económico. Tenemos que reformar a este Estado. Y tenemos sobre todo que convertirlo en un Estado eficiente, en un Estado que verdaderamente sirva a los peruanos y no, como ocurre ahora muchas veces, se sirva más bien de ellos para favorecer unos cuantos grupos minoritarios en el país. El shock propuesto por Vargas Llosa haría que la demanda de productos disminuyera, porque los precios se dispararían. Así, rápidamente, empezarían a bajar y a estabilizarse. Esto, por lo menos, era la teoría. Pero habría un costo grande: millones de peruanos serían incapaces de comprar cosas básicas, como alimentos. Recordemos que cerca de la mitad de los peruanos vivían en la pobreza. La medida no era popular, para nada. A la gente le daba miedo. Entre los candidatos marginales estaba un ingeniero agrónomo y matemático desconocido para las mayorías: Alberto Fujimori, quien se lanzó con el partido Cambio 90. Su principal fuerza era un slogan sencillo: honradez, tecnología y trabajo. Nadie tenía clara la ideología de Fujimori, ni cuál era su propuesta concreta para atender los problemas del Perú, pero lo cierto es que su perfil bajo empezó a resonar entre la gente. … de un viejo amanecer. Fujimori presidente debe ser… A un mes de las elecciones, Fujimori aparecía con menos del 2% de intención de voto en las encuestas. En una de las últimas, publicada por el periódico El Comercio el 24 de marzo, Fujimori ni siquiera llegaba al 5%. Justamente en esos días es que el economista Santiago Roca entra en la historia. Ahora tiene 71 años. Y me dedico a la enseñanza y a la investigación en la Universidad. En Centrum PUCP, la escuela de negocios de la Universidad Católica del Perú. Para las elecciones de 1990, Roca tenía 39 años. Un amigo suyo, también economista, llamado Jorge Chávez, estaba muy pendiente de las elecciones, especialmente de la sorpresa que era Fujimori. Entonces venía siempre a buscarme para contarme: «Oye, hay un candidato que está subiendo en las encuestas» (risa). Yo le decía: «No te creo». “No, sí”, qué bueno… Jorge Chávez sabía que Fujimori no tenía un equipo económico —así de marginal y amateur era— y vio una oportunidad ahí. A pesar de que no tenía ninguna cercanía a Fujimori, empezó a armar una propuesta para presentársela al candidato. Aunque ni siquiera se conocían. Viene donde mí, me presenta lo que había escrito. Lo reviso. Se lo comento. Cambiamos algunas cosas, cambio algunas cosas, y evidentemente yo me reí, yo me reía. «¿Pero qué cosas vas a hacer?», le digo, «Jorge, que, pues si tú no conoces a Fujimori, ¿qué cosa crees?» (risas). Jorge llevó el documento a la casa de campaña de Fujimori unos días antes de la primera vuelta electoral, lo entregó y no supo nada más. Ni llamada, ni agradecimientos, ni rechazos. Nada. Pero poco después, todavía antes del día de las elecciones, Santiago vio a Fujimori en televisión, que recién empezaba a llamar la atención de los medios, presentando sus propuestas de gobierno. Y cuando escucho a Fujimori prácticamente acogió todo el discurso que le había dado Jorge, Jorge Chávez. Santiago no lo podía creer. Apenas terminó el programa, llamó a Jorge para comentar lo que acababa de ver. Y desesperado Jorge me decía «Bueno, pucha, qué increíble, ¡qué increíble! ¡Qué increíble!» Bueno, “me debe llamar en cualquier momento». Pero Fujimori no lo llamó, ni al día siguiente, ni el día después de ese. Desesperado Jorge Chávez me decía: «Cómo es posible que ni siquiera me llame para darme las gracias». «Ya no aguanto». Me dice: «Acompáñame. Voy a buscarlo a su casa». Santiago le dijo que no podía ir, que lo disculpara. Eso fue como a las seis de la tarde. A eso de las ocho de la noche tengo una persona tocando el timbre de mi casa diciéndome que urgente me tenía que llevar porque quería mi presencia el candidato Fujimori. Santiago tenía pendientes, pero la persona insistió. No se iría de ahí sin él. Resignado, fue hasta la casa de Fujimori. Entró a su oficina, y ahí también estaba Jorge Chávez. Fujimori estaba sentado en su escritorio, me ve y me dice… me saluda, «Señor Roca», me dice, «De usted conozco mucho». Se para. Voltea hacia su repisa de libros, su escritorio, y me dice: «Acá tengo sus escritos». Y aquí hay que explicar que Santiago era un economista experto en temas de desarrollo. En los años 80 había escrito varios artículos y libros de macroeconomía, creando modelos de lo que podría pasar en la economía peruana en diferentes contextos. En 1989, publicó un artículo donde solicitaba al gobierno tomar medidas inmediatas ante la crisis. Pedía un consenso entre partidos, para que cualquiera que quedara en las elecciones aplicara un programa que Santiago llamó “bisagra”. Puesto muy simple, este programa era más moderado que el shock que proponía Vargas Llosa. No todos los productos básicos se elevarían de precio de inmediato, se iría poco a poco. El golpe a la ciudadanía sería duro, pero no tan duro. Y esa noche en la oficina de Fujimori, parecía que el candidato sabía todo lo que Santiago había propuesto. Entonces agarra y me dice: «Gracias, que usted ha venido». Nos mira a Jorge Chávez y a mí y nos dice: «Ustedes me han caído del cielo» (risas). Luego Fujimori le dijo a Santiago: «Quiero invitarlo a usted, señor Roca, a que sea el jefe del plan de gobierno para que me arme un plan de estabilización y de crecimiento para el Perú». Jorge Chávez ayudaría a Santiago, pero a distancia, pues debía regresar a Inglaterra a terminar su doctorado. Santiago respondió que tenía que pensarlo, que era una responsabilidad enorme. Demoró unos días analizando el tema, pero decidió que sí, que era una buena oportunidad. Y le dijo a Fujimori que trabajaría con él. Así, y ya Fujimori clasificado para la segunda vuelta contra Vargas Llosa, empezaron a formar el equipo económico y a redactar el plan de rescate para el Perú. Él totalmente me dio la confianza, me permitió organizar el plan de gobierno, me dio total libertad para formar los equipos. Santiago llamó a gente que estaba de acuerdo con un plan de propuesta económica que, según él, había publicado en la revista Moneda, del Banco Central de Reserva. La extrema izquierda y la derecha neoliberal estaban descartadas para formar parte de su equipo. [Buscaba personas no de los extremos. Más centradas y más sensatas, digamos. Su meta era ocuparse de la hiperinflación y del déficit fiscal afectando lo menos posible a la ciudadanía. En economía se trata de hacer las cosas al menor costo posible. Es muy fácil matar la inflación a la bruta. Si le quitas los ingresos a la gente, no tiene cómo comprar y si no tiene cómo comprar, los precios van a caer. Entonces, Santiago planteaba que el país produjera más cosas, para así aumentar la oferta y crear empleo para que la gente tuviera poder de compra. Según él, los problemas no se resolverían en uno o ni siquiera dos años, pero el costo social para la ciudadanía sería menor. Había un segundo punto central en su plan económico. La creación de una nueva moneda. Esta propuesta la diseñaron economistas de la Universidad Católica. Se llamaría Amaru. La nueva moneda se proponía para matar las expectativas inflacionarias, es decir para romper la idea de que los precios iban a continuar subiendo indefinidamente. El objetivo era generar confianza y credibilidad, un efecto psicológico que creía importante para la gente. Y el tercer punto: Era el control nacional de las políticas públicas. ¿Y qué significa control nacional? La priorización de los intereses nacionales frente a los intereses extranjeros. Santiago proponía impedir que los intereses de otros países o instituciones financieras internacionales estuvieran por encima de las necesidades de la gente. Hacer política para el pueblo, en cierto sentido. Ahora bien, aquí hay que dejar algo claro. Lo de Santiago era una propuesta, una teoría, solo eso. En la práctica, no hay certeza de que lo que planteaba hubiera funcionado. [El plan de gobierno se hizo prácticamente en mi casa. Fujimori venía todos los días, se quedaba con el equipo y conmigo hasta las tres de la mañana. Santiago recuerda a Fujimori como un personaje calculador. Pero muy austero en su persona. Muy sencillo. Y siempre obsesionado por la efectividad y resultados, siempre quería ver resultados. Se hicieron muy cercanos. De vez en cuando me llevaba montado los camiones y yendo a los pueblos jóvenes donde yo veía la realidad. Llegábamos a lugares inhóspitos o a lugares con un nivel de pobreza tremendo. Era impactante para él, porque, claro, era un académico dedicado a la teoría macroeconómica, ajeno al día a día de la mayoría de los peruanos. Le confirmó lo que pensaba… Que gran parte del país no podría tolerar un shock económico como el que se planteaba. El domingo 10 de junio de 1990 se llevó a cabo la segunda vuelta electoral. Alberto Fujimori llegó ayer al poder con un fuerte respaldo de los pobres peruanos. Fujimori derrotó a Vargas Llosa con el 62 por ciento de los votos emitidos, con el apoyo del partido gobernante y la izquierda. La gente, con temor, prefirió un candidato desconocido, con pocas propuestas para resolver los problemas del país, pero que prometía que no haría nada drástico en la economía. Pero todo esto iba a cambiar. Y a todos, incluso a Santiago, los tomó por sorpresa. Una vez que gana la segunda vuelta, le venden la idea de que es importante resolver el tema externo. ¿Quién le mete la idea? Hernando de Soto le dice: «Es importante que resuelva usted el problema con… con los de afuera». Hernando de Soto era un economista liberal que había publicado El Otro Sendero, libro de cabecera de la derecha peruana. Era muy influyente a nivel nacional e internacional. Al quedar Fujimori de presidente vio una gran oportunidad de promover sus propuestas. Entonces pidió una cita con él y le ofreció todos sus contactos. Y hay algo importante que entender aquí. Fujimori, que era nikei, o sea descendiente directo de japoneses, quería el apoyo del país de sus papás. Fujimori tenía la idea de que el Japón, como hijo de japoneses, se iba a tomar lo de su presidencia en el Perú como un tema de honor internacional y del prestigio del Japón, iba a llegar con el talonario de cheques y solucionar todos los problemas que tenía Perú, ¿no? Él es Ricardo Lago Gallego. En el momento en que Fujimori quedó electo trabajaba en el Banco Mundial, en Washington D.C. Aunque la organización ya había cerrado su oficina en Lima, querían mantener un contacto con el gobierno de Alan García, y él fue el elegido. Convencido de que el shock económico era la única manera de sacar a Perú de la crisis, permanecía siempre a la guardia de una oportunidad para promoverlo. El cambio de presidencia era un momento clave. Fujimori, por su lado, esperando encontrar apoyo en Japón, organizó su primer viaje internacional como presidente electo, teniendo al país de sus ancestros como destino. Hernando De Soto le dijo que fuera. Pero que de paso viajara también a Estados Unidos, donde él le organizaría un almuerzo con el secretario general de las Naciones Unidas, el peruano Javier Pérez de Cuéllar, y los presidentes del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo. Fujimori se entusiasmó. Y claro, aceptó. El 28 de junio de 1990, Fujimori viajó a Nueva York para reunirse con los representantes de las principales organizaciones financieras internacionales. Santiago Roca no fue con él, porque estaba preocupado afinando el plan económico. Faltaban pocos días para asumir el poder. Por su parte, Ricardo Lago, aunque no estuvo en ese almuerzo, escribió la intervención que tuvo el presidente del Banco Mundial y sabe bien lo que pasó. El mensaje era “Mire, usted tiene muchas ideas sobre qué hacer en el Perú y mucho entusiasmo y tal. Pero aquí hay una serie de problemas que tiene que resolver”. La hiperinflación, las deudas con el sistema financiero internacional, la debilidad de una economía mal administrada y la violencia terrorista, etc. Si usted no soluciona eso. Nunca va a poder salir del hoyo. Y le dicen que ellos le van a ayudar, con una condición. Que aplique un shock económico. O sea, algo no muy distinto a lo que había planteado su rival electoral, Mario Vargas Llosa. Y además le dicen: Necesitamos un período de prueba en el que veamos que usted está cumpliendo. Eso se lo dijeron al final del almuerzo y Fujimori contestó, y son palabras textuales: “Les agradezco que me lo hayan dicho al final del almuerzo, porque si me lo dicen al principio no como”. Habían puesto a Fujimori contra la pared. Una pausa y volvemos. Estamos de vuelta en Radio Ambulante, soy Daniel Alarcón. Antes de la pausa escuchábamos como Alberto Fujimori planeó su primer viaje como presidente electo peruano en 1990, en medio de la crisis económica más grave que ha enfrentado el país. El viaje tendría como destino final Japón, la tierra de sus papás, donde Fujimori pediría ayuda para salvar al Perú del abismo económico. Pero antes habría un almuerzo en Estados Unidos, específicamente en Nueva York, con personas muy importantes en el campo financiero internacional. Y en ese almuerzo le hicieron una propuesta: que aplicara un shock económico, que liberara los precios de una sola vez y dejara que el mercado los regulara… Si hacía lo que le pedían, le darían la ayuda financiera que desesperadamente necesitaba. Carlos Meléndez nos sigue contando. Fujimori llegó a Tokio el primero de julio de 1990. Ahí solicitó apoyo del gobierno japonés para que la economía peruana entrara de nuevo al sistema financiero internacional. Además, aprovechó para visitar Kumamoto, pueblo natal de sus papás, e hizo reuniones diplomáticas que terminaron en promesas de ayudas. Regresó a Perú a los pocos días. Regresa atado de pies y manos, hay que hacer eso o hay que hacer eso. No era una convicción, o un convencimiento intelectual o analítico, era que no hay otra más que hacer esto. Al regresar a Lima, Vladimiro Montesinos, que para ese entonces ya era uno de los principales asesores de Fujimori, lo convenció de aislarse en el Círculo Militar, una de las sedes de las fuerzas armadas peruanas. Montesinos era ex integrante del Ejército, y autorizaba las llegadas y las salidas de las instalaciones, según él, por razones de seguridad. Nadie podía acceder a Fujimori, ni siquiera quien iba a ser su ministro de economía, Santiago Roca. Pero a los pocos días, Fujimori finalmente se puso en contacto con Santiago. Y en esa reunión me pide a mí para que implemente como ministro de Economía el plan del Fondo Monetario Internacional. Santiago le pidió explicaciones. ¿Por qué cambiar el plan? Y más importante aún: ¿Por qué asumir el plan de los opositores? Y me responde muy pragmáticamente. «Mira, Santiago», me dice. «Nosotros tenemos buenas ideas. Lo que me han presentado la gente del Fondo Monetario Internacional también me parecen buenas ideas. Tú sabes yo no soy economista. Yo soy ingeniero. Entonces yo la veo también buenas ideas. Pero la diferencia es que el Fondo Monetario y el Banco Mundial tienen dinero. Y nosotros no tenemos dinero. Solamente tenemos ideas. Nuestro programa… gradualista, ¿y si no funciona? Si después de un año o dos años la inflación sigue siendo 300 por ciento. La gente se va a ir en contra nuestro. Políticamente, es mejor entrar al gobierno golpeando, golpeando lo máximo que uno pueda golpear, porque quien paga el costo del golpe es el gobierno anterior”. Santiago le dijo que no estaba de acuerdo con el plan del Fondo Monetario Internacional y que le parecía poco ético cambiar el plan de gobierno cuando la gente ya había votado. Decidió que no podía tomar el puesto de Ministro de Economía y Finanzas. Casi todos los integrantes del equipo económico lo acompañaron en su decisión de retirarse. Él se quedó un poco, diríamos, congelado. Salimos, redactamos esa misma noche, una carta de renuncia y presentamos la renuncia y la enviamos a todos los diarios esa misma noche. Así entra en la historia Juan Carlos Hurtado Miller, el Presidente del Consejo de Ministros y Ministro de Economía y Finanzas que escuchamos al inicio de este episodio. Cuando Fujimori quedó electo, Hurtado Miller vivía en Argentina. Tenía sus negocios propios y estaba relativamente alejado de la política. Conocía a Fujimori pero no mucho. Fueron al mismo colegio, aunque nunca hicieron amistad, y luego, cuando Hurtado Miller fue ministro de Agricultura, lo había llamado para que formara parte de un comité asesor, dado que Fujimori era rector de la Universidad Nacional Agraria de La Molina. Después de que Santiago Roca presentó su renuncia, Fujimori mandó a llamar a Hurtado Miller, quien creía que le iba a proponer repetir el encargo al frente del sector Agricultura. Pero al sentarse a conversar se dio cuenta de que el presidente electo tenía un plan diferente para él. No solo le pedía ser Ministro de Economía y Finanzas, sino además ser presidente del consejo de ministros. Me dijo: «Porque las medidas que vas a tener que dar necesitan autoridad plena y necesitas más autoridad que siendo Ministro de Economía, como Primer Ministro, para poder hacer las cosas que yo sé que vas a hacer, las cosas que son necesarias. A no ser que tengas miedo», me dice. “No”, le dije, “miedo no tengo lo que tengo es pánico. Pero te voy a decir, Alberto, tener coraje no es no tener miedo, es tener miedo y saber superarlo. Y eso es lo que espero tener, si es que te acepto entrar”. Hurtado Miller aceptó los dos puestos. El 28 de julio de 1990, Fujimori tomó el poder. Nos toca afrontar la crisis más profunda que ha vivido el país en toda su historia republicana. Una sociedad escindida por la violencia, la corrupción, terrorismo y el narcotráfico. En una palabra: casi una economía de guerra. Dentro del equipo económico, lo más urgente era crear un programa de emergencia social… Los efectos del shock golpearían a los sectores más vulnerables de la sociedad peruana, y había que tratar de protegerlos en la medida posible. Tenemos que dar una asistencia alimenticia a la gente, porque el shock es muy fuerte y el aumento de precios… una cosa monstruosa, para la gente de pequeños ingresos era una cosa terrible. El programa creaba comités locales para ofrecer ayuda alimenticia y puestos de empleo temporales y de baja calificación en cocinas comunitarias o brigadas de limpieza pública, por ejemplo. Otra medida para contener el golpe a la ciudadanía sería dar un bono monetario y aumentar el salario mínimo. Pero el shock no solo era el aumento de precios. También se impondrían impuestos fáciles de recaudar, se eliminarían las exoneraciones tributarias y se haría un ajuste al tipo de cambio con el dólar. Todos los días, Hurtado Miller se reunía con el equipo económico de Fujimori a redactar el plan para el shock. La presentación se haría en televisión nacional. Lo que dijimos puede haber una reacción espantosa, porque la inflación y los precios son enormes. Entonces establecieron con Fujimori la posibilidad de decretar un estado de sitio, que es un régimen de excepción en el que se suspenden las garantías constitucionales, por si la ciudadanía decidía manifestarse. Además Hurtado Miller le informó a Fujimori que daría un mensaje de esperanza al pueblo peruano, que es muy católico. Es el que oímos al principio, que terminó con la frase “Que Dios nos ayude”, ideada por Felipe Ortiz de Zevallos, amigo y asesor de Hurtado Miller. Aquí hay que entender la relevancia que tenía el canal 5, desde donde Hurtado Miller daría el anuncio del shock económico. El canal 5 ponía la agenda política y social en el Perú por mucho tiempo. Canal 5 era en ese momento por el que pasaban todos los cambios, no solamente sociales, económicos, sino todo lo que te generaba impacto. Ella es Mónica Delta, una reconocida periodista peruana. En 1990 trabajaba en canal 5 como presentadora y cubriendo el Palacio de Gobierno. Todo lo que ocurriera en el Perú, bueno o malo, pasaba por la esquina de la televisión. El canal pertenecía a la familia Delgado Parker, y dos hermanos tomaban la mayoría de decisiones: Genaro y Héctor. Esa campaña electoral había dividido a los hermanos, como al resto del Perú. Me tocó ver un cruce de puñetes o de puñetazos entre ambos hermanos, porque Genaro apostaba al 1000 por ciento a Mario Vargas Llosa. Y Héctor, que era amigo del expresidente Alan García, tenía una simpatía discreta por Fujimori. Además estaba preocupado porque el canal no aparentara apoyar abiertamente a Vargas Llosa, y mantuviera la imparcialidad periodística. Pero claro, ahí nadie esperaba que ganara Fujimori. Jamás. Era impactante ver caras, no? en general. Y comenzaron a llegar… este… políticos para ser entrevistados y esto era una vorágine, no? El pueblo peruano cansado de lo mismo de siempre decidió apostar por un desconocido. Fue un baldazo de agua para muchísima gente. En el fondo a mi personalmente me parecía, que la ciudadanía había hablado. Pues sí, había hablado distinto y que no estábamos conociendo el Perú y que no estábamos midiendo lo que estaba pasando en el Perú. Si bien es cierto lo que dice Mónica, que la ciudadanía había hablado… También es cierto que, al votar por Fujimori, habían votado por un candidato que había propuesto algo diferente a un shock. Sin embargo, el 8 de agosto de 1990, solo diez días después de haber asumido el poder… el presidente del consejo de ministros Hurtado Miller dio el anuncio que nadie se esperaba. En ese momento, Mónica estaba en el Congreso de la República y se alistaba para dirigirse a la televisora. Genaro y Héctor, los dueños del canal, eran amigos de Hurtado Miller. Mónica cree que, además de la influencia de la televisora a nivel nacional, la cercanía entre los tres terminó de definir por qué se eligió el canal 5 para el anuncio. Mónica vio el discurso ahí, junto a otros colegas. Y como el resto de los peruanos escuchó… Que Dios nos ayude. Mónica Delta recuerda que, al día siguiente, el ánimo en Lima era oscuro. Ya estamos medio acostumbrados a ver caras de angustia en Lima, ¿no? O sea, la crisis nos había generado muchas caras de angustia y el miedo al terrorismo también, ¿no? Pero imagínate… la noche anterior la gasolina por galón costaba, creo, 21.000 y al día siguiente 600.000. O sea, 30 veces más, ¿no? Tristeza, dolor, angustia. Eso vio Mónica. El día después del anuncio se reportaron cuatro muertos en el país, debido a los intentos de saqueo y manifestaciones. Eso es un cañón de agua disparando a unos manifestantes. Desde que el pasado 8 de agosto, el gobierno de Fujimori puso en marcha su plan de austeridad ha aumentado la escasez y la inquietud social en el país. Pero algo es cierto: Perú no se levantó contra Fujimori en esa ocasión. Aceptó su suerte. Hay algunos datos que no están en discusión. Después del shock, que sí fue terrible, un recuerdo que mi generación tiene marcado en la memoria… la hiperinflación bajó. Cinco años después era de 10%, algo impensable durante los primeros días del shock. Y la economía del Perú siguió creciendo… por décadas. Solo se frenó con la pandemia del Covid-19. Pero también es cierto que en el corto plazo, fue muy doloroso. La pobreza aumentó brutalmente. Pasó de un 38 por ciento en 1985, a un 57 por ciento en 1991, como efecto de las medidas. Esto significa que había unos 12 millones de personas pobres en el Perú al inicio de los noventa y el porcentaje se mantuvo alto durante toda esa década. La pobreza bajó en los 2000… hasta un 22 por ciento, antes que la pandemia la hiciera subir de nuevo, pero el costo de lograr esto fue grandísimo. De 1990 a 1996, casi 300 mil peruanos se fueron del país, muchos debido a la situación económica. ¿Y los que se quedaron…? ¿A qué se dedicaron los maestros? a hacer taxi. ¿A qué se dedicaron los policías? Tenían que tener dos, tres trabajos… En Zárate, mi barrio, no fue muy diferente. La señora Lucha, que tenía un garaje en su casa, lo convirtió en una peluquería. Don Epifanio, que tenía un pequeño jardín, lo convirtió en un quiosco para vender jugos. Nino convirtió la sala de su casa en un restaurante. No fueron los únicos. El día que pusieron semáforos en la cuadra de mi casa, me di cuenta de que habíamos mutado, como buena parte de Lima y del país. Ya no éramos un barrio donde jugábamos en las calles. Ahora había tránsito. Actividad. Y este barrio, que era un vecindario de empleados y obreros de ocho horas y boleta de pagos a fin de mes, se convirtió en un lugar comercial. La avenida Gran Chimú se atiborró de tiendas, galerías e, incluso, ambulantes. En mi casa, el servicio de llamadas que les conté al principio se fue expandiendo. Primero compramos una fotocopiadora. Luego, una computadora e impresora para hacer servicios de transcripción de documentos e impresiones. Todo esto vino con un costo: mi familia tuvo que vender el puesto de ropa que tenía mi mamá. Era cuestión de supervivencia. Leímos, por así decirlo, el mercado. Analizamos hacia dónde iba la economía y la vida cotidiana y nos adaptamos. Incluso, años después, volvimos a cambiar de giro: a una bodega. Al comienzo fue complicado, claro, pero a nosotros, en realidad, nos fue bien. Salimos adelante. Mis hermanos y yo estudiamos, terminamos el colegio y fuimos a la universidad a estudiar carreras que nos gustaban. Yo emigré a hacer un posgrado. Cosas que se pueden considerar privilegios, pero las conseguimos con trabajo duro, todos siendo empleados del pequeño negocio familiar, cuando nuestros deberes de la escuela acababan. Mi historia no es la historia de la mayoría de peruanos. Muchas personas de mi edad se fueron del país, otros decidieron emprender y muchos otros tuvieron que trabajar en la informalidad, sin garantías laborales. También tuvieron que buscar suerte todos los que despidieron de las empresas públicas que fueron privatizadas en el shock. Así nació el capitalismo popular que halagan los defensores del modelo; así también se fue precarizando nuestra calidad de vida, como critican sus detractores. Durante la última década, la informalidad se ha mantenido cerca del 75 por ciento. En este momento más de 11 millones de personas se encuentran en esta situación. Es una economía viva, pero sin seguros sociales ni jubilación protegida. Finalmente, la clave del éxito del modelo neoliberal que se impuso con el shock económico no fueron los tecnócratas, aquellos con el poder de diseñar la macroeconomía del país, sino los informales: esos millones de personas a las que las decisiones de unos pocos les quitaron muchos de sus derechos sociales. Esas personas a las que no les quedó de otra que sobrevivir fueron los verdaderos autores del “milagro peruano”. Pero hoy ese modelo de mercado está más cuestionado que nunca. Un maestro de escuela rural, Pedro Castillo, fue elegido presidente hace unos meses con la promesa de transformar la economía peruana, esta vez a un esquema más equitativo. Como en 1990, los peruanos votamos por un desconocido sin un plan de país muy claro. Por eso, muchos aún prefieren defender, con sus méritos y errores, el modelo económico actual. El futuro es incierto. Treinta y un años después los peruanos seguimos pidiendo… que Dios nos ayude. Juan Carlos Hurtado Miller renunció a sus cargos de Primer Ministro y Ministro de Economía y Finanzas en el gabinete de Fujimori el 15 de febrero de 1991. Postuló sin éxito a la alcaldía de Lima en 1998 y fue acusado de haber recibido fondos ilícitos del asesor Vladimiro Montesinos para su campaña electoral. Después de 10 años prófugo, Hurtado Miller se entregó a la justicia en el 2011, acusado de delitos de corrupción cometidos en la administración de Alberto Fujimori. Terminó cumpliendo prisión domiciliaria. Carlos Meléndez es politólogo. Vive en Santiago, Chile. Esta historia fue producida con nuestro editor, Luis Fernando Vargas, que vive en Costa Rica. Este episodio fue editado por Camila Segura y por mí. Desirée Yépez hizo el fact-checking. Mil gracias a Piero Ghezzi por su ayuda verificando los datos y conceptos de esta historia. El diseño de sonido es de Andrés Azpiri y Rémy Lozano, con música original de Remy. El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Paola Alean, Nicolás Alonso, Lisette Arévalo, Aneris Casassus, Emilia Erbetta, Fernanda Guzmán, Camilo Jiménez Santofimio, Ana Pais, Laura Rojas Aponte, Barbara Sawhill, Elsa Liliana Ulloa y David Trujillo. Carolina Guerrero es la CEO. Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, se produce y se mezcla en el programa Hindenburg PRO. Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.

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