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Radio Ambulante - Salones de baile

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15
30

Es salud, es amor, es alegría: el baile.

Hay un baile que parece cumbia pero no es cumbia, que se parece al swing pero no es swing. Se llama swing criollo y es único de Costa Rica. Y un periodista está determinado a aprender su arte.

En nuestro sitio web puedes encontrar una transcripción del episodio.

Or you can also check this English translation.

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:
Hola
Ambulantes.
Escuchen
bien:
Un
episodio
de
Radio
Ambulante
que
publicamos
este
año
fue
el
más
compartido
en
Spotify
de
todos
los
episodios
de
todos
los
podcasts
de
NPR.
Increíble,
¿no?
Vale
la
pena
detenerse
en
eso
un
momento,
y
pensar
en
lo
que
significa.
NPR,
por
si
no
lo
saben,
es
de
las
casas
productoras
de
podcasts
más
importantes
de
EE.UU.
y
en
el
mundo.
Y
Radio
Ambulante
es
su
único
podcast
en
español.
Siempre
supimos
que
Radio
Ambulante
tenía
futuro,
si
no
no
hubiéramos
invertido
13
años
en
esto.
Sabemos
que
existe
una
audiencia
para
lo
que
hacemos,
y
si
nuestro
alcance
ya
es
grande,
nuestro
potencial
es
enorme.
Gracias
por
hacer
posible
todo
esto.
Por
escuchar,
compartir
y
donar.
Nos
hemos
ganado
un
espacio
en
medios
en
Estados
Unidos
y
lo
hemos
logrado
juntos.
Seguimos
en
campaña
hasta
fin
de
año,
y
quiero
pedirte
un
favor.
Si
aprecias
lo
que
hacemos…
Si
eres
de
las
miles
de
personas
que
compartieron
un
episodio
nuestro
en
algún
momento
del
año…
por
qué
no
dar
un
paso
más
y
convertirte
en
miembro.
Con
cualquier
donación,
te
unes
a
nuestro
programa
de
membresías,
lo
cual
tiene
varios
beneficios:
reuniones
con
el
equipo,
acceso
previo
a
los
episodios,
descuentos
en
nuestra
tienda
y
más.
Pero
sobre
todo,
hacerte
miembro
te
da
la
satisfacción
de
saber
que
estás
ayudando
a
que
este
proyecto
siga.
Que
las
historias
latinas,
latinoamericanas,
se
sigan
contando.
Puedes
apoyarnos
en
radioambulante.org/donar.
Gracias.
Aquí
el
episodio.
Esto
es
Radio
Ambulante
desde
NPR.
Soy
Daniel
Alarcón.
Hace
unos
meses,
nuestro
editor
Senior,
Luis
Fernando
Vargas,
visitó
a
una
leyenda
de
Costa
Rica:
Carlos
Moreira.
Mejor
conocido
como
Gringo. Voy
a
enseñarle
un
poquito
de…
de
lo
que
es
Gringo. Mhm.
¡Wow!
Son
un
montón.Gringo
es
muchas
cosas:
un
hombre
rubio,
de
ojos
claros,
papá,
comerciante,
una
especie
de
filósofo
de
lo
cotidiano…
Pero
principalmente
bailarín.
:
Lo
que
yo
llevo
lo
llevo
en
la
sangre
y
si
tengo
que
bailar
en
media
calle,
en
media
calle,
bailo.
Así
de
sencillo.
Porque
la
pasión
mía
es
el
baile
y
eso
nadie
me
lo
va
a
quitar.Y
el
estrellato
de
Gringo,
que
se
acerca
a
los
70
años,
se
debe
a
un
baile
en
particular:
el
swing
criollo.
Es
un
baile
extraño.
Primero
que
todo,
no
existe
como
género
músical.
Se
baila
con
cumbia.
Pero
sus
pasos
son
unos
pequeños
brincos
y
patadas
y
vueltas
que
se
parecen
al
swing
estadounidense
de
los
años
40.
Es
un
baile
energético,
juguetón
y
único
de
Costa
Rica.
Gringo
forma
parte
de
un
grupo
de
personas
conocidas
no
oficialmente
como
La
Vieja
Guardia.
Una
especie
de
liga
de
superhéroes,
cuyo
poder
es
el
swing
criollo.
Personas
que
le
dieron
forma
al
baile
durante
los
años
70
y
80
en
San
José,
la
capital
costarricense. Yo
vengo
de
esos
salones
de
baile
que
son
la
crema
legítima
de
Costa
Rica,
donde
el
bailarín
se
tira
al
suelo,
brinca
y
salta,
pero
él
verá
lo
que
hace,
pero
en
la
pista,
porque
en
esos
tiempos
no
habían
academias.Personas
que
aún
hoy,
siguen
existiendo
para
bailar… La
vieja
guardia
le
da
larga
vida
al
swing.
O
sea,
que
nosotros,
aún
muriéndonos,
estamos
bailando.Y
Luis
Fernando
fue
donde
Gringo
con
una
misión
muy
particular:
entender
y
aprender
su
arte.
El
swing
criollo.
Después
de
la
pausa,
una
historia
de
autoconocimiento,
dolor
físico
y
otras
cosas
incómodas.
Ya
volvemos.Estamos
de
vuelta.
Luis
Fernando
nos
cuenta
la
historia.
Aquí
Luis
Fernando. Ok.
Lo
primero:
yo
no
bailo.
Tuve
una
clase
–la
única
antes
de
esta
historia–
a
los
12
o
13
años.
Fue
salsa
o
cumbia,
no
recuerdo
bien,
pero
ahí
decidí
definitivamente
que
el
baile,
como
el
fútbol
o
andar
en
bicicleta,
no
era
para
mí.
Supe
de
inmediato
que
yo
era
demasiado
descoordinado
y
perezoso
para
lograr
bailar
en
algún
término
que
se
considerara
aceptable.
Entonces,
lo
abandoné
y
desde
ese
momento,
bailar,
para
mí,
fue
mover
la
cabeza,
tal
vez
las
manos
si
me
siento
aventurero,
en
el
bar,
al
ritmo
de
New
Order…
Pero
siempre
he
sentido
unos
celos
reprimidos
por
la
gente
que
baila.
Tengo
fijada
en
mi
mente
la
idea
de
que
los
que
bailan
son
el
centro
de
la
diversión,
de
la
fiesta.
Y
yo
digo
que
no
quiero
ser
el
centro
de
la
diversión
y
de
la
fiesta,
pero,
en
el
fondo,
por
más
de
que
lo
niegue
y
lo
rechace,
quiero
serlo…
Aunque
sea
un
poquito.
Y
es
que
en
Latinoamérica,
si
no
bailas,
te
excluyes.
Es
como
si
fuera
una
habilidad
social
que
a
uno
le
hace
falta.
No
al
nivel
de,
digamos,
hacer
conversación
pero
tampoco
tan
distinto.
Ahora,
con
31
años,
siempre
prematuro
con
las
cosas
y
por
ende
anticipando
una
crisis
de
mediana
edad,
pero
también
buscando
nuevas
cosas
que
me
hagan
sentir
vivo
antes
del
inminente
apocalipsis
climático,
pensé
que
bailar
podría
ser
una
buena
idea.
Y
ningún
baile
ni
el
merengue
ni
la
salsa,
me
ha
parecido
tan
atractivo,
tan
extrañamente
hermoso
y
encantador
como
el
swing
criollo.
Se
siente
inherentemente
tico.
Así
como
la
energía
y
sensualidad
de
la
salsa
remite
al
Caribe,
el
saltito
y
la
patadita
del
swing
criollo
tiene
algo
tan
poco
serio
y
juguetón
que
me
hace
pensar
en
los
costarricenses.
No
cómo
más
explicarlo.
Pensé
que
sería
interesante
grabarme
aprendiendo
a
bailar
swing
criollo,
que
podría
ser
un
capítulo
de
Radio
Ambulante.
Y
apunté
alto:
a
Gringo.
Es
como
si
todos
los
caminos
de
ese
baile
llevaran,
de
una
forma
u
otra,
a
él.
Su
estilo
y
su
energía
al
bailar
son
reconocidos
a
nivel
nacional.
Ha
sido
sujeto
de
un
documental,
infinidad
de
reportajes
de
prensa
y
de
televisión,
y
ahora
de
este
podcast.
Pero
algo
es
cierto.
Él
sabe
bien
quién
es
y
lo
que
se
habla
de
él. De
antemano.
A
Gringo
lo
pueden
imitar,
pero
no
igualar.La
humildad
no
es
precisamente
su
fuerte.
Por
ejemplo,
cuando
hablé
con
él,
me
mencionó
en
más
de
una
ocasión
y
con
énfasis
que
él
había
inventado
bailar
swing
criollo
con
cuatro
mujeres
al
mismo
tiempo. Bailaba
una,
pero
la
otra
quería
meterse.
2Déjeme
a
bailar,
deje…”
Entonces
se
metía
ahí.
Digo
yo
que
torta.
La
otra
decía:
“No,
yo
no
salgo
usted”.
Dice
aquí
no
me
queda
más,
o
bailarlas
o
quedar
como
un
cobarde,
porque
ahora
es
cierto,
¿qué
hago?Y
esa
vez
Gringo
usó
cabeza,
pies,
cadera,
codos,
todo
para
hacer
bailar
a
las
cuatro.
En
YouTube
se
puede
ver
un
video
de
una
presentación
de
Gringo
en
el
programa
de
televisión
nacional
Fantástico,
específicamente
en
la
sección
los
Piratas
del
Ritmo,
bailando
con
cuatro
mujeres.
Búsquenlo.
Es
caótico.
Se
siente
como
que
en
cualquier
momento
todo
se
viene
abajo,
pero
se
mantiene
durante
minutos.
Y
en
esa
fragilidad
hay
una
elegancia
que
a
primera
vista
cuesta
encontrar
en
el
swing
criollo.
Hablé
con
Gringo
durante
unas
dos
horas.
Me
mostró
su
vida
puesta
en
reportajes
y
reconocimientos.
Televisora
de
Costa
Rica.Televisora
de
Costa
Rica
fue
cuando
yo
participaba
mucho
en
Fantástico,
era
muy
ganador
y
vea
qué
clase
de
premios
nos
daban:
olla
de
presión
y
planchas.
Dos
planchas,
dos
percoladores
y
dos
sartenes
eléctricos.Me
mostró
sus
trajes
blancos
y
negros,
con
brillantina
azul
o
roja… Se
usan
solamente
para
presentaciones
de
baile
o
concursos
de
baile.
O
sea,
estamos
hablando
ya
más
profesional. Teorizó
sobre
el
baile… Es
salud,
es
amor,
es
alegría:
el
baile.Me
enumeró
los
salones
de
baile
donde
se
vivió
la
historia
del
swing
criollo… El
gran
parqueo,
los
Higuerones,
los
Citados,
el
Versalles,
los
Jocotes…Pero
Gringo
me
aclaró
una
cosa:
él
no
me
enseñaría
a
bailar.
Si
un
día
usted
va
a
bailar
puedo
llegarme
a
ver
cómo…
si
aprendo
un
poquito.
Yo
no
bailar
nada.
Sinceramente,
honestamente,
uno
en
la
vida
tiene
que
ser
honesto.
Me
han
llamado
para
profesor
de
baile.
Me
han
dicho
que
cobre
lo
que
tenga
que
cobrar.
Pero
yo
no
me
hallo.Sí.
No,
no,
no,
no… No
es
lo
mío. No
sale,
no
sale,
no
sale,
entiendo.No
es
lo
mío.Para
él
es
algo
innato.
Me
dio
a
entender
que
bailar
no
es
solo
aprender
unos
pasos
y
combinarlos.
Y
luego
me
dijo
que
el
mejor
bailarín
no
es
él,
sino
el
que
disfruta.
No
comprendí
muy
bien,
pero
me
lo
mencionó
al
despedirnos,
con
la
grabadora
ya
apagada,
saliendo
de
su
casa,
como
si
debiera
recordar
esa
frase
para
la
posteridad.
Con
Gringo
no
iba
a
aprender
swing
criollo.
Así
que
recurrí
a
una
amiga.Quería
como
chequear
mis
playlist
a
ver
si
ya
tengo
uno
que
sea
así
como…
swing
criollesco. Kimberly
Elizondo.
Kim
no
es
bailarina
profesional,
pero
ha
dado
clases
y
baila
increíblemente
bien.
Además
fue
la
única
persona
que
se
entusiasmó
de
verdad
cuando
le
dije
que
iba
a
aprender
a
bailar
swing
criollo.
Porque
es
su
baile
favorito. Siento
que
es
muy
divertido.
Como
que
tiene
un
componente
mucho
más
alto
de
juego
que
otros
géneros
que
se
bailan
en
pareja.
Empezando
porque
son
saltos,
¿verdad?
Entonces
es
como
estar
brincando
todo
el
tiempo
a
full
cardio
y
también…
O
sea,
el
hecho
de
que
sean
saltos
hace
que
mucha
más
cantidad
de
gente
le
pueda
entrar
más
fácilmente.Bueno,
por
lo
menos,
dice
Kim,
es
más
fácil
que
los
movimientos
de
cadera
del
merengue.
Entonces,
saltos,
cardio…
No
estaba
en
forma
física,
pero
sonaba
lo
suficientemente
simple.
Recibí
mi
primera
clase
de
swing
criollo
en
la
sala
de
la
casa
de
Kim. Tu
objetivo
con
el
swing
criollo…
vos
querés
llegar
a
poder
hacer
la
base
y
vueltas,
como
unas
vueltas
para
poder
bailar
unas
dos
canciones
así,
seguidas
y
sentirte
como
tuanis. Tuanis,
o
sea,
cool,
chévere. Sí. Ok.Como
para
poder
ir
a
un
salón
de
baile
y
no
hacer
como
el… Ok.No
hacer
el
ridículo,
quise
decir.
Empezamos
buscando
el
ritmo
de
la
cumbia. Titititis
tititis… Y
trasladarlo
a
los
pies
con
un
paso
llamado
el
patín.
:
Y
es
arrastrar
los
pies,
lo
voy
a
hacer
así,
superescueto,
¿verdad?
Es
básicamento
esto:
un
deslizamiento. Ah,
un
deslizadoEs
como
deslizado,
sí. Es
dar
un
paso
a
la
derecha
–o
a
la
izquierda–
deslizando
los
pies
para
que
se
vea
bailadito.
Se
puede
hacer
doble,
también.
O
sea
dos
pasos
a
la
derecha
o
izquierda
y
luego
al
otro
lado. TA…
TA…
TA…
TA… Kim
me
enseñó
el
patín
primero
porque,
además
de
ser
simple,
es
un
paso
que
atiende
a
uno
de
los
mayores
miedos
de
gente
ansiosa
como
yo,
que
es
no
tener
nadie
con
quien
bailar.
O
sea,
el
patín
se
puede
hacer
solo
o
en
pareja.
Hay
un
truco
con
el
patín,
eso
sí. Puedes
irle
agregando
un
poquitito
más
de
saltito
cuando
caés. Ok.
Para
que
se
vea
como
genuino
swing
criollo,
hay
que
meterle
un
rebote
al
patín.
El
rebote
es
algo
básico
en
el
swing
criollo,
es
lo
que
hace
que
se
vea
saltado.
Es
un
flexionar
de
rodillas
constante,
que
hace,
valga
la
redundancia,
que
parezca
que
estás
rebotando
en
el
piso.
Es
lo
que
permite
que
el
swing
criollo
se
vea
ligero,
juguetón.
Es
también
cansancio
asegurado.
:
Ya,
ya
estoy
cansado
Aún
así,
Kim
se
mantenía
positiva,
me
aseguraba
que
lo
estaba
haciendo
súper
bien.
En
realidad,
era
difícil
creerle.
No
me
sentía
ni
con
ritmo
ni
ligero,
ni
agraciado
como
ella
o
como
gringo.
Más
bien,
tenía
la
percepción
de
que
mi
cuerpo
era
un
bulto
pesado.
No
tengo
la
mejor
relación
con
él.
Nunca
me
he
sentido
cómodo.
Bromeo
constantemente
con
que
me
gustaría
ser
un
concepto,
flotando
en
un
mundo
de
ideas,
alejado
del
plano
material
de
la
realidad.
Pero
no
es
odio
lo
que
siento.
Es
un
sentimiento
más
cercano
a
la
decepción
o
a
la
vergüenza.
Como
si
fuera
una
adolescencia
que
ha
durado
demasiados
años.
Cuando
le
pregunté
a
Kim
sobre
qué
significa
para
ella
bailar,
su
respuesta
me
hizo
pensar
directamente
en
esa
relación
que
siempre
he
tenido
con
mi
cuerpo. La
máxima
expresión
de
comodidad.
Porque
a
me
pasa
personalmente
que
si
estoy
mínimamente
incómoda
no
puedo
bailar,
digamos,
todavía
me
pasa
que
tal
vez
voy
a
una
fiesta,
voy
a
un
bar
y
yo
digo:
“No
estoy
cómoda,
no
tengo
ganas
de
bailar”
y
tal
vez
lo
fuerzo,
un
poquito
al
inicio
y
de
repente
tengo
demasiadas
ganas
de
bailar
y
ya
estoy
bailando
y
hay
gente
conmigo
bailando
y
ya,
ahí,
es
cuando
ya
lo
siento
como
la
máxima
expresión
de
comodidad
y
soltura,
digamos.
Desde
niña,
Kim
ha
sido
alta
y
flaca.
Se
sentía
rígida,
incómoda.
Tal
vez
un
poco
más
que
algunas
otras
chicas
de
su
escuela.
Y
en
aprender
a
bailar
vio
una
oportunidad
para
cambiar
eso.
Poco
a
poco,
a
medida
que
avanzaban
las
clases
que
empezó
a
los
13
años,
vio
cómo
su
forma
de
moverse
cambiaba.
Se
volvía
más
segura.Fue
como
un
gran
paso
en
mi
vida
porque
fue
cambiando,
no
solo
como
mi
actitud,
personalidad
digamos,
como
para
desenvolverme
con
la
gente,
sino
también
como
que
mi
cuerpo
cambió
como
físicamente,
como
la
forma
de
de
moverme,
de
desenvolverme,
digamos,No
creo
que
a
mi
edad
bailar
me
vaya
a
cambiar
la
vida
de
una
manera
tan
profunda
o
radical.
Pero,
en
retrospectiva,
viendo
videos
de
ese
primer
ensayo
con
Kim,
de
mi
manera
de
ejecutar
el
patín,
pude
percibir
entre
toda
la
torpeza
movimientos
que
se
sentían
de
otra
persona:
pequeños
flashes
de
la
postura
de
alguien
que
llega
a
un
lugar
y
saluda
y
se
presenta
sin
sudar
de
la
ansiedad,
de
una
persona
que
no
tiene
que
ocultarse
en
capas
de
ironía,
oraciones
rebuscadas
y
chistes
despreciativos
contra
mismo.
Aquí
una
pausa.
Ya
volvemos. Estamos
de
vuelta
en
Radio
Ambulante.
Soy
Daniel
Alarcón.
Aquí
sigue
el
entrenamiento
de
Luis
Fernando. Del
patín
pasamos
a
la
patada
y
al
paso
base.
Los
presento
juntos
porque
la
patada
es
la
acción
principal
del
paso
base.
Consiste
en
patadas
frontales,
colocando
el
talón
en
el
piso.
Primero
izquierda,
luego
derecha.
Una
vez
que
dominas
eso,
agregas
un
paso
más:
que
es
colocar
el
pie
izquierdo
atrás
y
tirar
la
primera
patada
desde
ahí.
Si
logras
hacer
eso
mientras
flexionas
las
rodillas
en
el
movimiento
rebote,
ya
prácticamente
estás
bailando
swing
criollo.
Y
de
repente
ta,
ta,
ta,
ta,
ta…Este
paso
se
suele
hacer
en
pareja,
como
si
bailaras
merengue,
salsa
o
cumbia.
Uno
frente
al
otro.
Los
bailarines
se
dan
las
manos
solo
cuando
el
pie
izquierdo
se
coloca
atrás.
El
contacto
es
mínimo,
cuestión
de
un
instante. Casi
como
si
quemara.
Es
como
más
bien
un
empujoncito,
como
no,
mentira,
no
le
voy
a
dar
la
mano,
¿verdad?
Entonces,
es
como
es
muy
como
juguetón.La
similitud
de
este
paso
con
el
swing
estadounidense
es
una
especie
de
misterio.
No
hay
una
narrativa
definida
y
documentada
sobre
el
nacimiento
del
swing
criollo.
El
estudio
más
formal
del
baile
es
una
tesis
del
2010
–cuatro
décadas
después
de
que
empezó
a
bailarse
el
swing
criollo
en
San
José–
y
ahí
se
presentan
solo
teorías.
Una
de
las
fuentes
de
esa
tesis
es
ella. Mi
nombre
es
Ligia
Torijano,
soy
de
San
José,
Costa
Rica.
Me
dedico
al
rescate,
investigación
y
difusión
del
swing
criollo.Ligia
se
adentró
en
el
mundo
del
swing
criollo
en
los
años
90s,
visitando
salones
de
baile
y
hablando
con
diferentes
personajes.
Y
más
que
un
baile,
vio
belleza. Ver
el
lugar,
el
salón
de
baile…
vestirse.
Llegaban
en
minifalda,
llevaban
pantalón,
gente
mayor.
O
sea,
había
todo
un
manojo
de
belleza
que
la
gente
de
ahí
no
notaba.Pero
era
una
belleza
que
se
ocultaba
en
plena
capital. El
swing
criollo
siempre
se
estuvo
creciendo
subterráneamente.
Entonces
no
era,
digamos,
como
para…
Uno
que
a
pesar
de
que
no
era
gente
de
plata,
pero
era
una
familia
de
cuidar
a
sus
hijos
y
de
que
no
se
revolviera
con
la
chusma,
pues
el
swing
criollo
era
un
baile
chusma,
¿no?Un
baile
para
los
delincuentes,
las
trabajadoras
sexuales,
los
obreros
rasos.
El
porqué
de
la
relación
directa
que
se
hizo
entre
el
swing
criollo
y
estos
grupos
no
está
muy
claro.
Una
explicación
puede
estar
en
una
de
las
teorías
de
los
orígenes
de
este
baile,
en
las
compañías
bananeras
durante
los
años
40.Una
forma
de
entretenimiento
que
tenían
las
bananeras
a
los
obreros
era
la
proyección
de
películas.
Donde
venían
películas
de
Glenn
Miller
y
Benny
Goodman,
aquellas
películas
de
la
Segunda
Guerra
Mundial
donde
se
veían
las
parejillas
bailando
aquí
las
tiraban
por
todo
lado.
Si
usted
las
ve
y
las
analiza
esas
películas,
el
swing
criollo
tiene
seis
tiempos
y
el
baile
del
indie
y
el
boogie
woogie
y
el
Jipi
tienen
seis
tiempos
y
está
el
agarre
de
la
mano.La
teoría
de
Ligia
es
que
los
obreros
de
las
bananeras
–y
aquí
hay
que
aclarar
que
muchos
de
ellos
eran
de
San
José–
veían
las
películas,
copiaban
lo
que
podían
de
memoria,
y
luego
regresaban
con
el
baile
de
vuelta
al
valle
central,
donde
está
la
capital.
Pero
de
nuevo,
no
hay
mucha
claridad
en
el
asunto.
Lo
que
es
claro
es
que
hay
un
componente
de
clase
instaurado
en
la
marginación
que
tuvo
el
swing
criollo
durante
décadas.
Gringo,
por
ejemplo,
me
contó
de
un
cartel
que
se
puso
en
un
salón
de
baile
que
apuntaba
a
un
público
de
clase
media
y
que
decía:
Prohibido
Bailar
Swing
Criollo.
Esto
para
evitar
que
la
llamada
chusma
llegara.
Y
sí,
bailar
swing
criollo
era
prohibido
en
muchos
lugares,
no
por
ley,
pero
por
sanción
social.
Y
aunque
técnicamente
no
era
ilegal,
siempre
la
legislación
hizo
las
suyas
para
excluir
a
estos
bailarines.
Es
momento
de
hablar
de
una
ley
con
un
nombre
inverosímil:
la
Ley
sobre
Vagancia.
Una
primera
versión
empezó
a
regir
en
1864
y
la
última
se
derogó
sólo
hasta
1994.
Sí,
verificamos
esto
y
tampoco
lo
creíamos.
¿Quién
era
vago?
Pues
aquel
que
no
pudiera
demostrar
que
tuviera
trabajo.
Como
Gringo,
que
durante
bastante
tiempo
de
los
años
70
vivió
de
bailar.
No
era
que
le
pagaran
por
bailar
si
no
que
él
era
tan
popular,
guapo
y
encantador
que
alguien
siempre
terminaba
invitándolo
a
comer
o
a
dormir.
Era
común
que
la
policía
llegara
a
los
lugares
donde
estaban
bailando
y
los
detuvieran
a
él
y
a
sus
amigos.Nos
agarraban
en
los
salones
a
las
nueve,
diez,
once
de
la
noche.
Todos
los
días.
La
policía
nos
veía
bailando
y
decían:
“Estos
¿qué
hacen?
Solo
baile
y
baile.
Son
unos
vagos”.Los
llevaban
a
la
comisaría
y
los
encerraban
en
una
celda
pequeña. No
porque
habíamos
hecho
un
robo,
no
porque
habíamos
hecho
o
vendido
droga.
No.
Es
porque
estábamos
bailando
a
esas
horas
y
no
teníamos
una
colilla
que
era
la
de
la
Caja
del
Seguro
Social.Se
refiere
a
un
papel
que
indica
que
tienes
un
trabajo
formal
y
cotizas
a
la
seguridad
social.
Duraban
presos
hasta
la
mañana
siguiente,
cuando
cambiaba
el
turno.
Le
pregunté
a
Gringo
cómo
se
sentía
cuando
pasaba
esto. Usted
se
siente
como
la
persona
más
baja
porque
a
usted
lo
meten
con
los
chicheros,
los
meten
con
los
delincuentes,
con
aquel
que
mató
a
otro,
con
aquel
que
fue
y
asaltó
un
banco
y
llegó
y
lo
metieron
ahí
y
yo
estaba
ahí
de
casualidad
¿me
entiende?
Se
siente
algo
muy
bajo.Pero
Gringo
y
sus
amigos
seguían
bailando,
porque
su
única
ley
es
que
se
baila
hasta
morir.
Cuando
intento
coordinar
los
brazos,
se
me
descoordinan
los
pies.
Kim
terminó
la
primera
clase
y
me
dejó
la
tarea
de
practicar.
Y
así
lo
hice.
Tal
vez
no
practiqué
de
forma
religiosa,
pero
fui
diligente.
Y
en
cuanto
a
la
coordinación,
fue
frustrante.
Hubo
días
en
que
no
me
salía
ningún
paso,
otros
en
que
sentí
que
bailaba
swing
criollo.
Hubo
días
en
que
simplemente
me
dolían
horrible
las
piernas
y
me
quería
morir.
Me
adelgacé,
luego
creo
que
engordé
pero
bajé
de
nuevo.
Pero
también
entendí
a
mi
yo
de
12
o
13
años
que
dijo:
“Esto
es
demasiado
complicado
para
mí”.
Entonces,
hablé
con
una
experta. Hola,
corazón.
Pura
vida.
¿Y
tú?es
Cecilia
Méndez.
Tiene
62
años
y
baila
desde
los
15.
Gringo
era
un
nombre
obvio
para
esta
historia,
es
espectáculo
asegurado.
Pero
otro
nombre
que
sonaba
una
y
otra
vez
era
el
de
Cecilia.
Una
bailarina
como
ninguna
otra,
pero
de
perfil
más
bajo.
Es
tímida,
tuvimos
que
hablar
varias
veces
antes
de
hacer
la
entrevista,
que
por
cierto
la
hizo
a
distancia
mientras
visitaba
Nueva
York,
donde
bailó
como
embajadora
no
oficial
del
swing
criollo
frente
a
la
estatua
de
la
Libertad.
Me
envió
un
video.
La
introducción
de
Cecilia
al
swing
criollo
fue
por
casualidad,
cuando
sus
tías
que
la
cuidaban
iban
a
los
salones
a
bailar. Y
al
principio
no
me
gustaba.
Yo
decía:
Ay
no,
qué
feo,
qué
feo
que
brincan.
¿No,
no,
no,
no.
Y
ya
después
era
yo
también
la
que
estaba
dando
brincos
ahí,
¿verdad?
Y
seguí
bailando
toda
mi
vida.
Es
más,
si
hablamos
de
vicios,
es
el
único
vicio
que
he
tenido.
Ni
tomo
ni
fumo
ni
trasnocho.
No,
nunca
he
amanecido
en
la
calle,
pero
el
baile…
mmm…
no
lo
he
podido
dejar.Esto
a
pesar
del
estigma
que
causaba
bailar
swing
criollo.
En
los
años
70
y
80,
era
literalmente
etiquetarse. Decían
que
solo
las
mujeres
de
la
mala
vida.
Las
mujeres
de
la
vida
alegre.
¿Es
que
llaman?
Se
suponía
que
la
gente
que
llegaba
ahí
era
gente
vagabunda
que
no
tenía
trabajo
y
que
andaba
haciendo,
robando
y
haciendo
cosas
malas.
Y
en
realidad
eso,
eso
no
es
cierto.
Para
eso
tal
vez
allá
en
los
salones
de
de
San
José
Centro,
¿verdad?
Pero
no,
donde
yo
iba,
no,
no
se
veía
eso
de
prostitución
y
esas
cosas,
no.
llegaban
gente
así,
claro
que
sí,
pero
no
todo
el
mundo
se
podía
catalogar
igual.Cecilia
hacía
cosas
como
bajarse
dos
paradas
de
bus
después
del
salón
y
caminar,
para
que
no
vieran
que
iba
ahí.
Y
es
que
hoy
en
día,
para
personas
de
mi
edad,
el
swing
criollo
es
una
actividad
no
solo
muy
folclórica
sino
ya
institucionalizada
hasta
el
punto
de
que
hay
presentaciones
en
teatros
y
eventos
culturales.
Un
baile
que
se
enseña
en
las
academias,
junto
al
tango,
el
bolero
y
la
salsa.
Ya
no
es
algo
censurable
que
representa
una
parte
de
la
sociedad
de
la
que
se
prefiere
no
hablar.
En
gran
medida,
esta
institucionalización
se
debe
a
los
esfuerzos
de
Ligia
Torijano,
a
quien
escuchamos
hace
un
rato,
que
fue
la
que
propuso
volver
al
swing
criollo
patrimonio
intangible
del
país
en
el
2011.
Ahora,
en
teoría,
hay
un
esfuerzo
activo
del
Estado
por
preservar
el
baile,
pero
se
habla
más
de
los
pasos
que
del
contexto
en
el
que
se
desarrolló.
Creo
que
le
debemos
a
personas
como
Cecilia
y
Gringo
no
quitar
las
partes
de
la
historia
que
le
parecen
incómodas
a
la
sociedad
conservadora
costarricense
y
que
sea
esta
cosa
alegre
y
poco
controversial.
Un
vicio
muy
tico.
Pero,
en
fin,
hablé
con
Cecilia
con
las
mismas
intenciones
que
tiene
un
aprendiz
que
busca
a
una
maestra.
Buscando
sabiduría,
guía,
y
a
la
vez,
palabras
de
confort.
Le
pregunté
qué
consejo
me
daba
en
mi
aprendizaje. Vea,
mi
amigo
Luis
Fernando,
apréndase
los
pasos
básicos,
que
en
realidad
son
dos
o
tres.
Después
de
los
pasos
básicos
usted
ya
se
va
montado.
Usted
ya
se
va
montado
en
el
avión.
Es
solamente
dejarse
llevar. Me
dio
a
entender
que
el
baile
es
más
espontaneidad
e
instinto
que
técnica. Yo
nunca
le
dije:
“Mira,
enséñame
ese
paso”.
No,
no,
no,
no,
no,
jamás,
sino
que
uno
veía
y
ya
uno
hacía
ahí,
o
sea,
le
salía
le
salían
unos
pasos
que
nadie
hacía,
sino
que
eso
era
inspiración
de
cada
uno.Creatividad
pura.
Y
es
que
para
Cecilia
bailar
es
un
estado
meditativo. Cuando
yo
estoy
bailando,
se
me
olvida
todo.
Y
mi
cuerpo
se
mueve
al
ritmo
de
la
música.
Ni
siquiera
puedo
mirar
para
ningún
lado.
Solamente
enfocada
en
mi
cuerpo,
bailando.
Y
me
hace
tan
feliz. Es
algo
más
que
una
habilidad
social.
Es
un
espacio
donde
callás
al
mundo
y
te
enfocás
en
vos
mismo,
en
el
ahora,
y
por
unos
minutos
no
tenés
problemas.
Es,
tal
vez,
una
definición
de
alegría.
Ensayé
las
vueltas,
pero
ya
sin
preocuparme
por
hacer
el
ridículo.
Después
de
hablar
con
Cecilia.
Ya
me
dejó
de
importar.
Me
sentía
pleno,
victorioso
y
seguro
de
mismo.
Estaba
pensando
en
una
forma
de
invitar
a
Cecilia
a
bailar…
Ya
saben,
una
prueba
final
para
cerrar
la
aventura,
cuando
vi
anunciada
una
actividad
en
un
instituto
cultural.
Una
celebración
del
swing
criollo:
tarde-noche
de
baile
y
tertulias.
Decidí
ir.
A
ver
qué
encontraba.
Fue
un
viernes
lluvioso
y
al
llegar,
la
mayoría
de
personas
eran
de
la
tercera
edad,
como
si
el
swing
criollo
fuese
este
vestigio
del
pasado
que
se
niega
a
morir.
Al
poco
tiempo,
aparecieron
Gringo
y
Cecilia.
Cecilia
iba
con
un
vestido
negro,
de
falda
corta
y
unos
tacones
que
parecen
incompatibles
con
el
swing
criollo.
Minutos
antes
de
que
comenzara
el
evento,
la
sala
ya
estaba
llena
con
personas
de
todas
las
edades.
Eran
unas
60
o
70
personas.
Empezó
con
un
foro.
Una
de
las
invitadas
era
Cecilia.
Se
habló
del
pasado,
sí,
de
cómo
era
bailar
swing
criollo
en
la
San
José
de
hace
40
años,
pero
también,
para
mi
sorpresa,
del
presente:
los
mejores
salones
para
bailar
actualmente,
y
de
la
nueva
guardia
del
swing.
Dice
la
pregunta:
Cuando
salen
a
bailar,
¿cuál
es
la
relación
de
ustedes
con
los
bailarines
de
la
nueva
guardia?Al
principio
del
episodio
mencionamos
a
la
vieja
guardia,
o
la
guardia
dorada.
El
grupo
de
bailarines
que
definió
lo
que
era
el
swing
criollo
en
sus
inicios…
El
grupo
al
que
pertenecen
Gringo
y
Cecilia.
Ahora
existe
algo
que
se
llama
la
Nueva
Guardia,
que
es
gente
más
joven,
incluso
adolescentes,
que
están
aprendiendo
swing
criollo,
a
veces
en
academias,
y
bailan
de
una
forma
más
saltada
y
energética.
A
veces,
se
ha
querido
formar
una
narrativa
de
rivalidad
entre
las
guardias,
como
si
ambas
no
pudieran
coexistir
en
Costa
Rica.
Lo
cierto
es
que
no
se
mezclan,
pero
como
dijo
Cecilia
en
el
foro,
es
más
por
una
cuestión
de
edad.
Sí,
son
mucho
más
rápidos
que
nosotros.
En
realidad
nosotros
estamos
más
lenticas,
¿verdad?
Y
yo
tengo
muy
buena
relación
con
los
jóvenes.Aunque
no
baila
mucho
con
ellos
pues,
según
ella,
la
edad
ya
le
pesa.
Pero
al
verla
bailar
esa
noche
después
del
foro,
no
se
le
nota.
Tiene
una
energía
que
yo
nunca
podré
tener.
Cuando
se
acabaron
las
presentaciones
de
ambas
guardias
quedó
la
pista
abierta
para
todo
el
público
y
pensé
que
era
el
momento
de
poner
a
prueba
todo
el
entrenamiento
de
semanas.
Fui
donde
Cecilia,
que
ya
se
iba,
y
le
pedí
bailar
un
minuto.
Se
sorprendió
y
yo
me
sorprendí
de
que
se
sorprendiera.
Bailamos
la
base.
Me
perdí,
fallé
pasos,
pero
no
hubo
ansiedad.
Por
fin,
por
primera
vez
en
todas
estas
semanas,
ya
en
el
contexto
de
fiesta
y
bailongo,
me
divertí
y
bailar
torpemente
no
se
sintió
como
un
problema.
Fui
feliz
y
entendí
lo
que
me
había
dicho
Cecilia,
uno
se
deja
llevar.
Al
terminar
nos
dimos
un
abracito,
como
cuando
una
madre
abraza
a
su
hijo
antes
del
primer
día
de
escuela
sabiendo
que
hay
un
mar
de
experiencias
que
se
le
abrirán
a
partir
de
ese
momento.
Luis
Fernando
Vargas
es
nuestro
editor
senior,
vive
en
San
José.
Muchas
gracias
a
Gabriela
Noriega
por
su
ayuda
en
la
producción.
Esta
historia
fue
editada
por
Camila
Segura.
Bruno
Scelza
hizo
el
factchecking.
El
diseño
de
sonido
y
la
música
es
de
Andrés
Azpiri.
El
resto
del
equipo
de
Radio
Ambulante
incluye
a
Paola
Alean,
Lisette
Arévalo,
Pablo
Argüelles,
Adriana
Bernal,
Aneris
Casassus,
Diego
Corzo,
Emilia
Erbetta,
Rémy
Lozano,
Selene
Mazón,
Juan
David
Naranjo,
Ana
Pais,
Melisa
Rabanales,
Natalia
Ramírez,
Natalia
Sánchez
Loayza,
Barbara
Sawhill,
Ana
Tuirán,
David
Trujillo
y
Elsa
Liliana
Ulloa.
Carolina
Guerrero
es
la
CEO.
Radio
Ambulante
es
un
podcast
de
Radio
Ambulante
Estudios,
se
produce
y
se
mezcla
en
el
programa
de
Hindenburg
PRO.
Radio
Ambulante
cuenta
las
historias
de
América
Latina.
Soy
Daniel
Alarcón.
Gracias
por
escuchar.
Check out more Radio Ambulante

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: Hola Ambulantes. Escuchen bien: Un episodio de Radio Ambulante que publicamos este año fue el más compartido en Spotify de todos los episodios de todos los podcasts de NPR. Increíble, ¿no? Vale la pena detenerse en eso un momento, y pensar en lo que significa. NPR, por si no lo saben, es de las casas productoras de podcasts más importantes de EE.UU. y en el mundo. Y Radio Ambulante es su único podcast en español. Siempre supimos que Radio Ambulante tenía futuro, si no no hubiéramos invertido 13 años en esto. Sabemos que existe una audiencia para lo que hacemos, y si nuestro alcance ya es grande, nuestro potencial es enorme. Gracias por hacer posible todo esto. Por escuchar, compartir y donar. Nos hemos ganado un espacio en medios en Estados Unidos y lo hemos logrado juntos. Seguimos en campaña hasta fin de año, y quiero pedirte un favor. 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Son un montón.Gringo es muchas cosas: un hombre rubio, de ojos claros, papá, comerciante, una especie de filósofo de lo cotidiano… Pero principalmente bailarín. : Lo que yo llevo lo llevo en la sangre y si tengo que bailar en media calle, en media calle, bailo. Así de sencillo. Porque la pasión mía es el baile y eso nadie me lo va a quitar.Y el estrellato de Gringo, que se acerca a los 70 años, se debe a un baile en particular: el swing criollo. Es un baile extraño. Primero que todo, no existe como género músical. Se baila con cumbia. Pero sus pasos son unos pequeños brincos y patadas y vueltas que se parecen al swing estadounidense de los años 40. Es un baile energético, juguetón y único de Costa Rica. Gringo forma parte de un grupo de personas conocidas no oficialmente como La Vieja Guardia. Una especie de liga de superhéroes, cuyo poder es el swing criollo. Personas que le dieron forma al baile durante los años 70 y 80 en San José, la capital costarricense. Yo vengo de esos salones de baile que son la crema legítima de Costa Rica, donde el bailarín se tira al suelo, brinca y salta, pero él verá lo que hace, pero en la pista, porque en esos tiempos no habían academias.Personas que aún hoy, siguen existiendo para bailar… La vieja guardia le da larga vida al swing. O sea, que nosotros, aún muriéndonos, estamos bailando.Y Luis Fernando fue donde Gringo con una misión muy particular: entender y aprender su arte. El swing criollo. Después de la pausa, una historia de autoconocimiento, dolor físico y otras cosas incómodas. Ya volvemos.Estamos de vuelta. Luis Fernando nos cuenta la historia. Aquí Luis Fernando. Ok. Lo primero: yo no bailo. Tuve una clase –la única antes de esta historia– a los 12 o 13 años. Fue salsa o cumbia, no recuerdo bien, pero ahí decidí definitivamente que el baile, como el fútbol o andar en bicicleta, no era para mí. Supe de inmediato que yo era demasiado descoordinado y perezoso para lograr bailar en algún término que se considerara aceptable. Entonces, lo abandoné y desde ese momento, bailar, para mí, fue mover la cabeza, tal vez las manos si me siento aventurero, en el bar, al ritmo de New Order… Pero siempre he sentido unos celos reprimidos por la gente que baila. Tengo fijada en mi mente la idea de que los que bailan son el centro de la diversión, de la fiesta. Y yo digo que no quiero ser el centro de la diversión y de la fiesta, pero, en el fondo, por más de que lo niegue y lo rechace, quiero serlo… Aunque sea un poquito. Y es que en Latinoamérica, si no bailas, te excluyes. Es como si fuera una habilidad social que a uno le hace falta. No al nivel de, digamos, hacer conversación pero tampoco tan distinto. Ahora, con 31 años, siempre prematuro con las cosas y por ende anticipando una crisis de mediana edad, pero también buscando nuevas cosas que me hagan sentir vivo antes del inminente apocalipsis climático, pensé que bailar podría ser una buena idea. Y ningún baile ni el merengue ni la salsa, me ha parecido tan atractivo, tan extrañamente hermoso y encantador como el swing criollo. Se siente inherentemente tico. Así como la energía y sensualidad de la salsa remite al Caribe, el saltito y la patadita del swing criollo tiene algo tan poco serio y juguetón que me hace pensar en los costarricenses. No sé cómo más explicarlo. Pensé que sería interesante grabarme aprendiendo a bailar swing criollo, que podría ser un capítulo de Radio Ambulante. Y apunté alto: a Gringo. Es como si todos los caminos de ese baile llevaran, de una forma u otra, a él. Su estilo y su energía al bailar son reconocidos a nivel nacional. Ha sido sujeto de un documental, infinidad de reportajes de prensa y de televisión, y ahora de este podcast. Pero algo es cierto. Él sabe bien quién es y lo que se habla de él. De antemano. A Gringo lo pueden imitar, pero no igualar.La humildad no es precisamente su fuerte. Por ejemplo, cuando hablé con él, me mencionó en más de una ocasión y con énfasis que él había inventado bailar swing criollo con cuatro mujeres al mismo tiempo. Bailaba una, pero la otra quería meterse. 2Déjeme a mí bailar, deje…” Entonces se metía ahí. Digo yo que torta. La otra decía: “No, yo no salgo usted”. Dice aquí no me queda más, o bailarlas o quedar como un cobarde, porque ahora sí es cierto, ¿qué hago?Y esa vez Gringo usó cabeza, pies, cadera, codos, todo para hacer bailar a las cuatro. En YouTube se puede ver un video de una presentación de Gringo en el programa de televisión nacional Fantástico, específicamente en la sección los Piratas del Ritmo, bailando con cuatro mujeres. Búsquenlo. Es caótico. Se siente como que en cualquier momento todo se viene abajo, pero se mantiene durante minutos. Y en esa fragilidad hay una elegancia que a primera vista cuesta encontrar en el swing criollo. Hablé con Gringo durante unas dos horas. Me mostró su vida puesta en reportajes y reconocimientos. Televisora de Costa Rica.Televisora de Costa Rica fue cuando yo participaba mucho en Fantástico, era muy ganador y vea qué clase de premios nos daban: olla de presión y planchas. Dos planchas, dos percoladores y dos sartenes eléctricos.Me mostró sus trajes blancos y negros, con brillantina azul o roja… Se usan solamente para presentaciones de baile o concursos de baile. O sea, estamos hablando ya más profesional. Teorizó sobre el baile… Es salud, es amor, es alegría: el baile.Me enumeró los salones de baile donde se vivió la historia del swing criollo… El gran parqueo, los Higuerones, los Citados, el Versalles, los Jocotes…Pero Gringo me aclaró una cosa: él no me enseñaría a bailar. Si un día usted va a bailar puedo llegarme a ver cómo… si aprendo un poquito. Yo no sé bailar nada. Sinceramente, honestamente, uno en la vida tiene que ser honesto. Me han llamado para profesor de baile. Me han dicho que cobre lo que tenga que cobrar. Pero yo no me hallo.Sí. No, no, no, no… No es lo mío. No sale, no sale, no sale, entiendo.No es lo mío.Para él es algo innato. Me dio a entender que bailar no es solo aprender unos pasos y combinarlos. Y luego me dijo que el mejor bailarín no es él, sino el que disfruta. No comprendí muy bien, pero me lo mencionó al despedirnos, con la grabadora ya apagada, saliendo de su casa, como si debiera recordar esa frase para la posteridad. Con Gringo no iba a aprender swing criollo. Así que recurrí a una amiga.Quería como chequear mis playlist a ver si ya tengo uno que sea así como… swing criollesco. Kimberly Elizondo. Kim no es bailarina profesional, pero ha dado clases y baila increíblemente bien. Además fue la única persona que se entusiasmó de verdad cuando le dije que iba a aprender a bailar swing criollo. Porque es su baile favorito. Siento que es muy divertido. Como que tiene un componente mucho más alto de juego que otros géneros que se bailan en pareja. Empezando porque son saltos, ¿verdad? Entonces es como estar brincando todo el tiempo a full cardio y también… O sea, el hecho de que sean saltos hace que mucha más cantidad de gente le pueda entrar más fácilmente.Bueno, por lo menos, dice Kim, es más fácil que los movimientos de cadera del merengue. Entonces, saltos, cardio… No estaba en forma física, pero sonaba lo suficientemente simple. Recibí mi primera clase de swing criollo en la sala de la casa de Kim. Tu objetivo con el swing criollo… vos querés llegar a poder hacer la base y vueltas, como unas vueltas para poder bailar unas dos canciones así, seguidas y sentirte como tuanis. Tuanis, o sea, cool, chévere. Sí. Ok.Como para poder ir a un salón de baile y no hacer como el… Ok.No hacer el ridículo, quise decir. Empezamos buscando el ritmo de la cumbia. Titititis tititis… Y trasladarlo a los pies con un paso llamado el patín. : Y es arrastrar los pies, lo voy a hacer así, superescueto, ¿verdad? Es básicamento esto: un deslizamiento. Ah, un deslizadoEs como deslizado, sí. Es dar un paso a la derecha –o a la izquierda– deslizando los pies para que se vea bailadito. Se puede hacer doble, también. O sea dos pasos a la derecha o izquierda y luego al otro lado. TA… TA… TA… TA… Kim me enseñó el patín primero porque, además de ser simple, es un paso que atiende a uno de los mayores miedos de gente ansiosa como yo, que es no tener nadie con quien bailar. O sea, el patín se puede hacer solo o en pareja. Hay un truco con el patín, eso sí. Puedes irle agregando un poquitito más de saltito cuando caés. Ok. Para que se vea como genuino swing criollo, hay que meterle un rebote al patín. El rebote es algo básico en el swing criollo, es lo que hace que se vea saltado. Es un flexionar de rodillas constante, que hace, valga la redundancia, que parezca que estás rebotando en el piso. Es lo que permite que el swing criollo se vea ligero, juguetón. Es también cansancio asegurado. : Ya, ya estoy cansado Aún así, Kim se mantenía positiva, me aseguraba que lo estaba haciendo súper bien. En realidad, era difícil creerle. No me sentía ni con ritmo ni ligero, ni agraciado como ella o como gringo. Más bien, tenía la percepción de que mi cuerpo era un bulto pesado. No tengo la mejor relación con él. Nunca me he sentido cómodo. Bromeo constantemente con que me gustaría ser un concepto, flotando en un mundo de ideas, alejado del plano material de la realidad. Pero no es odio lo que siento. Es un sentimiento más cercano a la decepción o a la vergüenza. Como si fuera una adolescencia que ha durado demasiados años. Cuando le pregunté a Kim sobre qué significa para ella bailar, su respuesta me hizo pensar directamente en esa relación que siempre he tenido con mi cuerpo. La máxima expresión de comodidad. Porque a mí me pasa personalmente que si estoy mínimamente incómoda no puedo bailar, digamos, todavía me pasa que tal vez voy a una fiesta, voy a un bar y yo digo: “No estoy cómoda, no tengo ganas de bailar” y tal vez lo fuerzo, un poquito al inicio y de repente tengo demasiadas ganas de bailar y ya estoy bailando y hay gente conmigo bailando y ya, ahí, es cuando ya lo siento como la máxima expresión de comodidad y soltura, digamos. Desde niña, Kim ha sido alta y flaca. Se sentía rígida, incómoda. Tal vez un poco más que algunas otras chicas de su escuela. Y en aprender a bailar vio una oportunidad para cambiar eso. Poco a poco, a medida que avanzaban las clases que empezó a los 13 años, vio cómo su forma de moverse cambiaba. Se volvía más segura.Fue como un gran paso en mi vida porque fue cambiando, no solo como mi actitud, personalidad digamos, como para desenvolverme con la gente, sino también como que mi cuerpo cambió como físicamente, como la forma de de moverme, de desenvolverme, digamos,No creo que a mi edad bailar me vaya a cambiar la vida de una manera tan profunda o radical. Pero, en retrospectiva, viendo videos de ese primer ensayo con Kim, de mi manera de ejecutar el patín, pude percibir entre toda la torpeza movimientos que se sentían de otra persona: pequeños flashes de la postura de alguien que llega a un lugar y saluda y se presenta sin sudar de la ansiedad, de una persona que no tiene que ocultarse en capas de ironía, oraciones rebuscadas y chistes despreciativos contra sí mismo. Aquí una pausa. Ya volvemos. Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Soy Daniel Alarcón. Aquí sigue el entrenamiento de Luis Fernando. Del patín pasamos a la patada y al paso base. Los presento juntos porque la patada es la acción principal del paso base. Consiste en patadas frontales, colocando el talón en el piso. Primero izquierda, luego derecha. Una vez que dominas eso, agregas un paso más: que es colocar el pie izquierdo atrás y tirar la primera patada desde ahí. Si logras hacer eso mientras flexionas las rodillas en el movimiento rebote, ya prácticamente estás bailando swing criollo. Y de repente ta, ta, ta, ta, ta…Este paso se suele hacer en pareja, como si bailaras merengue, salsa o cumbia. Uno frente al otro. Los bailarines se dan las manos solo cuando el pie izquierdo se coloca atrás. El contacto es mínimo, cuestión de un instante. Casi como si quemara. Es como más bien un empujoncito, como no, mentira, no le voy a dar la mano, ¿verdad? Entonces, es como es muy como juguetón.La similitud de este paso con el swing estadounidense es una especie de misterio. No hay una narrativa definida y documentada sobre el nacimiento del swing criollo. El estudio más formal del baile es una tesis del 2010 –cuatro décadas después de que empezó a bailarse el swing criollo en San José– y ahí se presentan solo teorías. Una de las fuentes de esa tesis es ella. Mi nombre es Ligia Torijano, soy de San José, Costa Rica. Me dedico al rescate, investigación y difusión del swing criollo.Ligia se adentró en el mundo del swing criollo en los años 90s, visitando salones de baile y hablando con diferentes personajes. Y más que un baile, vio belleza. Ver el lugar, el salón de baile… vestirse. Llegaban en minifalda, llevaban pantalón, gente mayor. O sea, había todo un manojo de belleza que la gente de ahí no notaba.Pero era una belleza que se ocultaba en plena capital. El swing criollo siempre se estuvo creciendo subterráneamente. Entonces no era, digamos, como para… Uno que a pesar de que no era gente de plata, pero sí era una familia de cuidar a sus hijos y de que no se revolviera con la chusma, pues el swing criollo era un baile chusma, ¿no?Un baile para los delincuentes, las trabajadoras sexuales, los obreros rasos. El porqué de la relación directa que se hizo entre el swing criollo y estos grupos no está muy claro. Una explicación puede estar en una de las teorías de los orígenes de este baile, en las compañías bananeras durante los años 40.Una forma de entretenimiento que tenían las bananeras a los obreros era la proyección de películas. Donde venían películas de Glenn Miller y Benny Goodman, aquellas películas de la Segunda Guerra Mundial donde se veían las parejillas bailando aquí las tiraban por todo lado. Si usted las ve y las analiza esas películas, el swing criollo tiene seis tiempos y el baile del indie y el boogie woogie y el Jipi tienen seis tiempos y está el agarre de la mano.La teoría de Ligia es que los obreros de las bananeras –y aquí hay que aclarar que muchos de ellos eran de San José– veían las películas, copiaban lo que podían de memoria, y luego regresaban con el baile de vuelta al valle central, donde está la capital. Pero de nuevo, no hay mucha claridad en el asunto. Lo que es claro es que hay un componente de clase instaurado en la marginación que tuvo el swing criollo durante décadas. Gringo, por ejemplo, me contó de un cartel que se puso en un salón de baile que apuntaba a un público de clase media y que decía: Prohibido Bailar Swing Criollo. Esto para evitar que la llamada chusma llegara. Y sí, bailar swing criollo era prohibido en muchos lugares, no por ley, pero sí por sanción social. Y aunque técnicamente no era ilegal, siempre la legislación hizo las suyas para excluir a estos bailarines. Es momento de hablar de una ley con un nombre inverosímil: la Ley sobre Vagancia. Una primera versión empezó a regir en 1864 y la última se derogó sólo hasta 1994. Sí, verificamos esto y tampoco lo creíamos. ¿Quién era vago? Pues aquel que no pudiera demostrar que tuviera trabajo. Como Gringo, que durante bastante tiempo de los años 70 vivió de bailar. No era que le pagaran por bailar si no que él era tan popular, guapo y encantador que alguien siempre terminaba invitándolo a comer o a dormir. Era común que la policía llegara a los lugares donde estaban bailando y los detuvieran a él y a sus amigos.Nos agarraban en los salones a las nueve, diez, once de la noche. Todos los días. La policía nos veía bailando y decían: “Estos ¿qué hacen? Solo baile y baile. Son unos vagos”.Los llevaban a la comisaría y los encerraban en una celda pequeña. No porque habíamos hecho un robo, no porque habíamos hecho o vendido droga. No. Es porque estábamos bailando a esas horas y no teníamos una colilla que era la de la Caja del Seguro Social.Se refiere a un papel que indica que tienes un trabajo formal y cotizas a la seguridad social. Duraban presos hasta la mañana siguiente, cuando cambiaba el turno. Le pregunté a Gringo cómo se sentía cuando pasaba esto. Usted se siente como la persona más baja porque a usted lo meten con los chicheros, los meten con los delincuentes, con aquel que mató a otro, con aquel que fue y asaltó un banco y llegó y lo metieron ahí y yo estaba ahí de casualidad ¿me entiende? Se siente algo muy bajo.Pero Gringo y sus amigos seguían bailando, porque su única ley es que se baila hasta morir. Cuando intento coordinar los brazos, se me descoordinan los pies. Kim terminó la primera clase y me dejó la tarea de practicar. Y así lo hice. Tal vez no practiqué de forma religiosa, pero sí fui diligente. Y en cuanto a la coordinación, fue frustrante. Hubo días en que no me salía ningún paso, otros en que sentí que bailaba swing criollo. Hubo días en que simplemente me dolían horrible las piernas y me quería morir. Me adelgacé, luego creo que engordé pero bajé de nuevo. Pero también entendí a mi yo de 12 o 13 años que dijo: “Esto es demasiado complicado para mí”. Entonces, hablé con una experta. Hola, corazón. Pura vida. ¿Y tú?es Cecilia Méndez. Tiene 62 años y baila desde los 15. Gringo era un nombre obvio para esta historia, es espectáculo asegurado. Pero otro nombre que sonaba una y otra vez era el de Cecilia. Una bailarina como ninguna otra, pero de perfil más bajo. Es tímida, tuvimos que hablar varias veces antes de hacer la entrevista, que por cierto la hizo a distancia mientras visitaba Nueva York, donde bailó como embajadora no oficial del swing criollo frente a la estatua de la Libertad. Me envió un video. La introducción de Cecilia al swing criollo fue por casualidad, cuando sus tías que la cuidaban iban a los salones a bailar. Y al principio no me gustaba. Yo decía: Ay no, qué feo, qué feo que brincan. ¿No, no, no, no. Y ya después era yo también la que estaba dando brincos ahí, ¿verdad? Y seguí bailando toda mi vida. Es más, si hablamos de vicios, es el único vicio que he tenido. Ni tomo ni fumo ni trasnocho. No, nunca he amanecido en la calle, pero el baile… mmm… no lo he podido dejar.Esto a pesar del estigma que causaba bailar swing criollo. En los años 70 y 80, era literalmente etiquetarse. Decían que solo las mujeres de la mala vida. Las mujeres de la vida alegre. ¿Es que llaman? Se suponía que la gente que llegaba ahí era gente vagabunda que no tenía trabajo y que andaba haciendo, robando y haciendo cosas malas. Y en realidad eso, eso no es cierto. Para mí eso tal vez allá en los salones de de San José Centro, ¿verdad? Pero no, donde yo iba, no, no se veía eso de prostitución y esas cosas, no. Sí llegaban gente así, claro que sí, pero no todo el mundo se podía catalogar igual.Cecilia hacía cosas como bajarse dos paradas de bus después del salón y caminar, para que no vieran que iba ahí. Y es que hoy en día, para personas de mi edad, el swing criollo es una actividad no solo muy folclórica sino ya institucionalizada hasta el punto de que hay presentaciones en teatros y eventos culturales. Un baile que se enseña en las academias, junto al tango, el bolero y la salsa. Ya no es algo censurable que representa una parte de la sociedad de la que se prefiere no hablar. En gran medida, esta institucionalización se debe a los esfuerzos de Ligia Torijano, a quien escuchamos hace un rato, que fue la que propuso volver al swing criollo patrimonio intangible del país en el 2011. Ahora, en teoría, hay un esfuerzo activo del Estado por preservar el baile, pero se habla más de los pasos que del contexto en el que se desarrolló. Creo que le debemos a personas como Cecilia y Gringo no quitar las partes de la historia que le parecen incómodas a la sociedad conservadora costarricense y que sea esta cosa alegre y poco controversial. Un vicio muy tico. Pero, en fin, hablé con Cecilia con las mismas intenciones que tiene un aprendiz que busca a una maestra. Buscando sabiduría, guía, y a la vez, palabras de confort. Le pregunté qué consejo me daba en mi aprendizaje. Vea, mi amigo Luis Fernando, apréndase los pasos básicos, que en realidad son dos o tres. Después de los pasos básicos usted ya se va montado. Usted ya se va montado en el avión. Es solamente dejarse llevar. Me dio a entender que el baile es más espontaneidad e instinto que técnica. Yo nunca le dije: “Mira, enséñame ese paso”. No, no, no, no, no, jamás, sino que uno veía y ya uno hacía ahí, o sea, le salía le salían unos pasos que nadie hacía, sino que eso era inspiración de cada uno.Creatividad pura. Y es que para Cecilia bailar es un estado meditativo. Cuando yo estoy bailando, se me olvida todo. Y mi cuerpo se mueve al ritmo de la música. Ni siquiera puedo mirar para ningún lado. Solamente enfocada en mi cuerpo, bailando. Y me hace tan feliz. Es algo más que una habilidad social. Es un espacio donde callás al mundo y te enfocás en vos mismo, en el ahora, y por unos minutos no tenés problemas. Es, tal vez, una definición de alegría. Ensayé las vueltas, pero ya sin preocuparme por hacer el ridículo. Después de hablar con Cecilia. Ya me dejó de importar. Me sentía pleno, victorioso y seguro de mí mismo. Estaba pensando en una forma de invitar a Cecilia a bailar… Ya saben, una prueba final para cerrar la aventura, cuando vi anunciada una actividad en un instituto cultural. Una celebración del swing criollo: tarde-noche de baile y tertulias. Decidí ir. A ver qué encontraba. Fue un viernes lluvioso y al llegar, la mayoría de personas eran de la tercera edad, como si el swing criollo fuese este vestigio del pasado que se niega a morir. Al poco tiempo, aparecieron Gringo y Cecilia. Cecilia iba con un vestido negro, de falda corta y unos tacones que parecen incompatibles con el swing criollo. Minutos antes de que comenzara el evento, la sala ya estaba llena con personas de todas las edades. Eran unas 60 o 70 personas. Empezó con un foro. Una de las invitadas era Cecilia. Se habló del pasado, sí, de cómo era bailar swing criollo en la San José de hace 40 años, pero también, para mi sorpresa, del presente: los mejores salones para bailar actualmente, y de la nueva guardia del swing. Dice la pregunta: Cuando salen a bailar, ¿cuál es la relación de ustedes con los bailarines de la nueva guardia?Al principio del episodio mencionamos a la vieja guardia, o la guardia dorada. El grupo de bailarines que definió lo que era el swing criollo en sus inicios… El grupo al que pertenecen Gringo y Cecilia. Ahora existe algo que se llama la Nueva Guardia, que es gente más joven, incluso adolescentes, que están aprendiendo swing criollo, a veces en academias, y bailan de una forma más saltada y energética. A veces, se ha querido formar una narrativa de rivalidad entre las guardias, como si ambas no pudieran coexistir en Costa Rica. Lo cierto es que no se mezclan, pero como dijo Cecilia en el foro, es más por una cuestión de edad. Sí, son mucho más rápidos que nosotros. En realidad nosotros estamos más lenticas, ¿verdad? Y yo tengo muy buena relación con los jóvenes.Aunque no baila mucho con ellos pues, según ella, la edad ya le pesa. Pero al verla bailar esa noche después del foro, no se le nota. Tiene una energía que yo nunca podré tener. Cuando se acabaron las presentaciones de ambas guardias quedó la pista abierta para todo el público y pensé que era el momento de poner a prueba todo el entrenamiento de semanas. Fui donde Cecilia, que ya se iba, y le pedí bailar un minuto. Se sorprendió y yo me sorprendí de que se sorprendiera. Bailamos la base. Me perdí, fallé pasos, pero no hubo ansiedad. Por fin, por primera vez en todas estas semanas, ya en el contexto de fiesta y bailongo, me divertí y bailar torpemente no se sintió como un problema. Fui feliz y entendí lo que me había dicho Cecilia, uno se deja llevar. Al terminar nos dimos un abracito, como cuando una madre abraza a su hijo antes del primer día de escuela sabiendo que hay un mar de experiencias que se le abrirán a partir de ese momento. Luis Fernando Vargas es nuestro editor senior, vive en San José. Muchas gracias a Gabriela Noriega por su ayuda en la producción. Esta historia fue editada por Camila Segura. Bruno Scelza hizo el factchecking. El diseño de sonido y la música es de Andrés Azpiri. El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Paola Alean, Lisette Arévalo, Pablo Argüelles, Adriana Bernal, Aneris Casassus, Diego Corzo, Emilia Erbetta, Rémy Lozano, Selene Mazón, Juan David Naranjo, Ana Pais, Melisa Rabanales, Natalia Ramírez, Natalia Sánchez Loayza, Barbara Sawhill, Ana Tuirán, David Trujillo y Elsa Liliana Ulloa. Carolina Guerrero es la CEO. Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, se produce y se mezcla en el programa de Hindenburg PRO. Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.

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