logo
Listen Language Learn
thumb

Radio Ambulante - Sin lugar seguro

-
+
15
30

Mariana vive sola en una casa en Tijuana y de vez en cuando le alquila habitaciones a turistas o viajeros. Un día, uno de esos visitantes cruzó los límites de su privacidad. Ella decidió actuar, pero no de la manera en la que se esperaría.

Uno,
dos,
tres.
Uno,
dos,
tres.
Okay.
Eliseo,
¿cuál
es
el
número
más
grande
que
tu
conoces?
10.
10?
¿Y
qué
número
es
más
grande
que
diez?
100.
La
historia
que
van
a
escuchar
es
muy
especial
para
Radio
Ambulante:
con
ella
estamos
celebrando
los
100
episodios
publicados.
100
episodios.
Eso
es
mucho,
más
aún
si
se
tiene
en
cuenta
que
cada
uno
ha
significado
meses
de
trabajo.
Pero
la
verdad
es
que
se
nos
han
ido
rapidísimo.
En
parte
porque
amamos
contar
historias,
pero
también
porque
hemos
contado
con
la
compañía
de
cada
uno
de
ustedes.
Es
gracias
a
la
comunidad
de
oyentes
que
Radio
Ambulante
tiene
sentido.
Por
eso,
quisimos
invitarlos
a
unirse
a
la
celebración.
¡Nos
llegaron
más
de
100
audios
por
Whatsapp!
Queremos
compartir
con
ustedes
algunas
de
esas
voces.
Quedamos
impresionados
por
la
diversidad
de
lugares
donde
nos
escuchan…
San
Francisco,
Estados
Unidos.
Desde
Heredia,
Costa
Rica.
Querétaro,
México.
Oxford,
Mississippi.
Desde
Taiwán.
Lima,
Perú.
Desde
Buga,
en
el
Valle
del
Cauca,
en
Colombia.
Washington
D.
C.
Santiago
de
Chile.
Bogotá.
Oklahoma
City.
Desde
Venezuela.
De
Munich,
en
Alemania.
Desde
Madrid,
España.
Melbourne,
Australia.
San
José,
California.
Desde
Delft,
Holanda.
¡De
Santo
Domingo,
República
Dominicana!
Y
no
solo
eso…
Cuando
escucho
Radio
Ambulante
siento
alegría,
emoción…
Me
siento
más
conectada
a
mi
gente
latina…
Siento
fraternidad…
Reconociendo
las
similitudes…
Tantas
cosas
que
unos
unen
y
tan
pocas
que
nos
separan.
De
gente
tan
distinta
cada
semana.
De
sitios
completamente
diferentes.
Me
conecto
con
los
mexicanos,
con
los
brasileros,
con
los
argentinos.
Países
de
Latinoamérica
que
no
he
podido
conocer.
Es
como
ponerte
unos
audífonos
de
realidad
virtual.
Es
una
caja
mágica
que
me
permite
ver
lo
que
oigo.
Es
tan
envolvente
y
genial
que
uno
se
vuelve
un
oyente
totalmente
fiel.
Es
una
voz
latinoamericana
que
me
hacía
falta.
Es
periodismo
con
calidad.
Lúcido
y
con
sensibilidad.
Escuchamos
Radio
Ambulante
con
cada
nuevo
grupo
de
alumnos
de
comunicación,
y
ese
día
todos
quieren
hablar.
Es
cercano
a
la
gente,
con
historias
muy
humanas
y
con
temas
infinitos.
Nos
muestra
que
en
un
mundo
pintado
de
rosa,
también
hay
gente
allá
afuera
con
muchos
más
problemas
que
los
nuestros.
Hacen
un
gran
esfuerzo
porque
un
programa
tan
bueno
sea
incluyente
y
tratan
de
ver
muchos
puntos
de
vista.
En
cada
uno
de
sus
episodios,
aún
cuando
vives
en
Latinoamérica,
te
recuerda
lo
maravilloso
que
es,
lo
poco
que
conocemos,
lo
humano
que
somos,
y
lo
grande
que
son
las
personas.
Gracias
por
tanto.
¡Felices
100
episodios!
¡Felices
100
episodios!
¡Felices
100
episodios,
Radio
Ambulante!
Que
sean
muchísimos,
muchísimos
más.
¡Felices
100
episodios
Radio
Ambulante!
Bueno,
pero
no
todos
nuestros
oyentes
están
tan
lejos.
Algunos
viven
bastante
cerca
de
las
oficinas.
Radio
Ambulante
acaba
de
publicar
su
episodio
número
100.
¿Qué
piensas?
Bien.
¿Qué
más?
Bonito.
Efectivamente.
Todo
esto
nos
parece
muy
bonito….
Entonces,
en
nombre
de
todo
el
equipo
de
Radio
Ambulante,
mil
gracias.
Y
aquí
el
episodio…
Bienvenidos
a
Radio
Ambulante,
desde
NPR.
Soy
Daniel
Alarcón.
Bueno,
yo
soy
Mariana
Martinez
Estens.
Eh,
soy
periodista
y
tengo
un
estudio
de
yoga
en
Tijuana.
Mariana
vive
en
una
casa
que
era
de
sus
abuelos.
Vive
sola.
Bueno,
sola
es
un
decir,
pues
vive
con
una
gata,
dos
tortugas,
dos
conejos
y
una
gallina.
Y
esta
casa…
Tiene
dos
habitaciones
además
de
la
mía.
Llevo
mucho
tiempo
rentándola,
invitando
a
personas
a
quedarse
aquí
conmigo.
Ha
sido
muy
interesante
porque
me
ha
llegado
de
todos
los
personajes.
Personas
que
buscan
venir
a
turismo
médico
a
Tijuana,
personas
que
vienen
a
visitar
a
sus
familiares…
Es
un
negocio
muy
común
ahora.
La
gente
abre
sus
casas
a
extraños,
alquilando
un
cuarto
a
gente
que
apenas
conoce,
o
que
conoce
solo
por
un
breve
perfil
en
internet.
Y
por
lo
general,
a
Mariana
le
ha
ido
muy
bien.
Personas
en
general
limpias,
organizadas.
Como
vienen
a
Tijuana,
o
de
compras
o
visita
como…
como
turistas,
pues
no
están
en
la
casa
nunca,
¿no?
Inquilinos
temporales.
Inofensivos.
Plata
fácil.
Asi
funciona
normalmente.
Esa
es
nuestra
editora
principal,
Camila
Segura.
Pero
en
octubre
del
2017,
eso
cambió.
Cuando
llegó
un
hombre
que
Mariana
conocía
un
poco.
Era
amigo
de
un
amigo.
Camila
nos
va
contar
por
qué.
Todo
comenzó
cuando
un
amigo
de
Mariana,
Patricio,
al
que
le
dicen
Pato,
le
dijo
que
él
tenía
un
amigo
que
venía
de
otra
ciudad.
Que
estaba
buscando
un
lugar
en
Tijuana
para
dar
un
taller.
Decidieron
hacerlo
en
el
espacio
donde
se
hace
yoga.
Y
tuvimos
4
talleres
con
él
que
fueron
muy
exitosos.
Fueron
dos
semanas
de
talleres.
Él
no
se
quedó
aquí.
Él
se
quedó
en
casa
de
nuestro
amigo
en
común.
Que
es
aquí
a
3
cuadras.
Y
todo
salió
perfecto.
La
gente
se
quedó
satisfecha,
incluyéndome.
Y
la
interacción
fue
de
lo
más
natural,
de
lo
más
tranquila.
Todo
muy
amable,
cordial.
Incluso
se
volvieron
amigos
en
Facebook
y
se
conectaron
por
WhatsApp.
Como
3
meses
después,
él
la
volvió
a
contactar
porque
quería
volver
a
Tijuana
a
dar
otro
taller
de
dos
días.
Como
sabía
que
ella
alquilaba
habitaciones
le
dijo
que
si
podía
quedarse
en
su
casa
3
noches.
Y
yo
no
le
veo
problema.
Le
digo
cuánto
se
cobra
la
habitación
por
noche.
Me
dice
que
está
bien.
Y
listo.
Llegó
un
jueves.
Mariana
le
ayudó
organizando
toda
la
logística
de
los
cursos,
los
cobros.
Fueron
dos
días
de
talleres
que
salieron
muy
bien.
Y
dos
noches
que
se
quedó
ahí
sin
ningún
problema.
La
tercera
noche,
sábado,
Mariana
tenía
un
evento
y
lo
invitó.
Y
se
toma
ahí
un
vino
con
mis
amigos,
se
los
presento,
les
digo
lo
que
hace,
etcétera,
etcétera,
y
nos
regresamos.
Mariana
no
tomó
nada
esa
noche,
así
que
ella
manejó,
pues
él
se
había
tomado
varias
copas.
Yo
había
estado
12
horas
de
pie…
Estaba
rendida.
Ya
eran
como
las
10
de
la
noche
cuando
entraron
a
la
casa.
Apenas
llegaron,
él
se
sirvió
una
cerveza
y
se
sentó
en
la
sala.
¿No?
Como
para
seguir
platicando.
Yo
la
verdad
es
que
no
tomé,
¿no?,
la…
como
la
invitación.
Yo
me
seguí
de
largo,
y
le
dije
buenas
noches.
Se
fue
para
su
cuarto
y
cerró
la
puerta.
Pero
la
casa
es
vieja,
y
está
medio
chueca,
entonces…
Aunque
yo
la
cierre
totalmente,
se
acaba
como
abriendo
un
poquito.
Queda
mal,
mal
cerrada…
Lo
único
que
Mariana
quería
hacer
era
bañarse…
Tratando
de
dejar
el
día
atrás,
¿no?
El
baño
de
Mariana
es
especial,
lo
remodeló
ella
misma.
Se
puede
decir
que
es
como
mi…
mi
refugio.
Es
una
parte
que
yo…
que
yo
le
agregué
a
la
casa.
Que
tiene
mi
gusto,
que
tiene
un
mosaico
como
de…
como
de
panal
de
abeja
que
me
gusta
mucho.
Que
tiene
velas
amarillas
que
me
gustan
mucho.
Que
huele
rico,
tengo
mis
perfumes…
Es
muy
pequeño.
Mide
un
metro
por
metro
y
medio
y
es
lo
que
se
llama
en
inglés
un
“wet
bathroom”,
de
esos
baños
que
no
tienen
una
ducha
delimitada…
que
se
inundan
cuando
uno
se
baña.
Así
que
Mariana
apagó
la
luz
de
su
cuarto,
prendió
las
velas
del
baño
y
se
metió
debajo
del
agua
hirviendo.
Y
de
repente,
cuando
volteo
a
ver
hacia
la
puerta
de
mi
baño,
está
entreabierta
y
veo
a
alguien.
Veo
unos
ojos
que
me
están
viendo.
Y
me
doy
cuenta
de
que
este
tipo
entró
a
mi
cuarto,
y
entró
a
asomarse
a
mi
baño
a
verme
bañarme
sin
mi
consentimiento.
Mira,
todavía
me
acuerdo
y
me
empiezan
a
dar
cosquilleo
en
los
brazos.
Cuando
veo
sus
ojos,
yo
recuerdo
haber
puesto
los
antebrazos
sobre
la
puerta
como
para
cerrarla.
Incluso
previniendo
un
forcejeo:
que
yo
pudiera
estar
bien
parada.
No
fue
un
empujoncito
con
las
palmas
de
las
manos,
así
como,
“¡ay!”.
No,
fue
como…
como
lanzar
todo
mi
cuerpo
hacia
adelante…
Ni
siquiera
recuerdo
si
grité
algo.
Creo
que
no
grité.
Recuerdo
más
la
sensación
que
el
pensamiento.
Entonces
hay
un
hormigueo
en
el
cuerpo.
Como
calor
del
enojo,
de
la
vergüenza,
del…
del
no
creer.
¿Qué
es
esto?
Pero,
a
la
vez,
ese
pensamiento
ya
está
muy
lejos
de
mi
acción
que
ya
se
estaba
salvando.
Mariana
puso
el
seguro
de
la
puerta
del
baño
a
pesar
de
que
no
funciona.
Fue
casi
simbólico.
Se
puso
su
bata…
Me
acuerdo
que
le
puse
un
como
súper
nudo
de
karateka,
¿no?
Como
que
si
voy
a
tener
que
pelear
vestida
solo
con
esta
bata,
¿no?,
no
se
me
va
a
abrir…
Abrió
la
puerta
del
baño
y
no
lo
vio.
Él
ya
no
estaba
en
su
cuarto.
Corrió
a
la
puerta
de
su
habitación
y
la
volvió
a
cerrar.
Rápidamente
se
puso
unos
pantalones
de
sudadera,
una
camiseta,
y
unos
tenis.
Cogió
el
celular,
una
copia
de
las
llaves
del
carro
que
tiene
en
su
mesa
de
noche
y
salió
por
una
puerta
de
su
cuarto
que
da
al
jardín…
Y
salgo
al
jardín
como
muy
dispuesta
a
pelear.
Yo
no
sabía
si
este
tipo
me
estaba
esperando
en
el
jardín.
Si
estaba
acechándome,
si
me
iba
a
seguir.
Pero
no…
No
se
le
pasó
por
la
cabeza
confrontarlo,
preguntarle
qué
fue
eso.
Porque
no.
Porque
cuando
lo
vio
ahí,
parado
en
la
puerta
del
baño,
lo
que
vio…
Fueron
los
ojos
de
un
predador.
Y
yo
de
lo
poco
que
supe
inmediatamente
es
que
con
alguien
así
yo
no
iba
a
dialogar…
Mariana
se
subió
al
carro
y
supo
inmediatamente
que
quería
irse
a
la
estación
de
policía
más
cercana,
que
queda
como
a
10
cuadras.
Ya
en
su
carro,
manejando,
se
sintió
más
segura
y
se
tranquilizó
un
poco.
Pero
no
se
acuerda
bien
cómo
fue
que
manejó
hasta
allá…
Desde
el
carro
llamó
a
un
amigo
que
vive
con
Patricio,
el
que
los
presentó.
Le
contó
lo
que
acababa
de
pasar,
y
él
le
dijo
que
iba
a
avisarle
a
Pato,
que
él
lo
iba
a
llamar.
Mariana
también
llamó
a
Gerardo,
un
amigo
periodista
que
cubre
policiaca
con
ella.
Cuando
le
contó,
él
le
dijo
que
ya
iba
a
salir
para
su
casa
y
que
la
encontraba
allá.
Cuando
Mariana
llegó
a
la
estación…
Estaba
un
oficial
afuera
y
le
dije:
“Buenas
noches,
disculpe,
necesito
que
me
ayuden
a
sacar
a
alguien
de
mi
casa”.
Nada
más
así
El
policía
le
empezó
a
hacer
preguntas:
que
si
él
era
el
dueño
de
la
casa,
que
si
era
su
marido,
que
si
era
su
pareja.
Y
le
dije
que
no,
que
no.
Como
que
al
principio
yo
lo
vi
no
me
creyó,
porque
yo
no
estaba
histérica
llorando,
ni
con
un
ojo
morado.
Y
es
que
hay
que
entender
que
Mariana
lleva
17
años
siendo
periodista
en
Tijuana.
Ha
visto
de
todo.
Descabezados,
cuerpos
en
tambos,
hombres
colgando
de
los
puentes,
situaciones
de
rehenes,
motines,
balaceras…
Todo.
Y
eso
importa…
Porque
me
ha
templado
los
nervios
de
una
manera
que
hasta
no
debería
ser.
Cuando
Mariana
le
explicó
al
policía
que
el
hombre
es
alguien
al
que
ella
le
alquiló
una
habitación…
El
policía
me
voltea
a
ver
con
cara
de
“esta
mujer
es
una
idiota”.
Por
haberle
alquilado
una
habitación
a
un
hombre,
claro.
La
miró
con
cara
de…
Se
lo
buscó
porque
es
mujer,
¿no?
Entonces,
yo
con
ese
argumento
no
puedo.
Porque
para
ella
es
claro…
Yo
no
creo
que
hice
una
estupidez.
Yo
creo
que
la
estupidez
la
hizo
él.
Ignoró
que
el
policía
la
estuviera
juzgando
y
le
dijo:
“A
ver,
¿me
va
a
ayudar
o
no
me
va
ayudar?”.
El
policía
se
fue
a
buscar
a
su
compañero
porque,
para
casos
de
violencia
doméstica,
siempre
tienen
que
ir
dos.
La
siguieron
en
su
patrulla
y
llegaron
a
la
casa.
Cuando
entraron…
Lo
encuentran
a
él,
en
el
cuarto
que
yo
le
rentaba,
sentado
en
la
cama
dormido
de
borracho.
Lo
despertaron
y
él
empieza
a
decir:
“Yo
no
hice
nada.
No
le
hice
nada.
Pero
ni
la
toqué.
Y…
Y
yo,
y
lo
que
pasa”,
y
empieza
como
a
justificarse
y
a
tratar
de
tener
un
diálogo
conmigo.
Y
tratando
como
de
convencer
a
los
policías
haciéndose
el
chistoso.
Y
yo
detrás
de
los
policías,
y
yo
me
negué
a
tener
una
conversación
con
él…
A
Mariana
igual
la
actitud
de
los
policías
la
terminó
sorprendiendo.
Para
bien.
Porque
ya
en
la
casa
validaron
su
denuncia
y
le
preguntaron
que
qué
quería
hacer.
Y
yo
simplemente
le
dije:
“Yo
lo
que
quiero
es
que
se
salga
de
mi
casa.
Ya”.
Le
dijeron
que
levantara
sus
cosas,
y
en
ese
momento…
Le
tomé
dos
fotos
mientras
lo
estaba
sacando
la
policía.
[Risas]
¿En
tu
espíritu
de
reportera?
Sí,
claro,
porque
además
era
una
manera…
Yo
estaba…
Ahí
creo
que
me
enojé.
Todo
este
tiempo
no
estaba
enojada,
pero
cuando
lo
oigo
decir,
“no
te
hice
nada,
y
no
hice
nada”.
Yo
así
como:
“Lo
quiero
matar.
¿Cómo
que
no
hizo
nada?”.
¿No?
Mientras
recogía
sus
cosas,
los
policías
lo
empezaron
a
regañar.
“Señor:
si
le
gusta
la
señorita,
hay
maneras.
Hay
maneras.
Le
puede
usted
haber
traído
flores.
Eso,
claro,
eso
la
va
a
halagar.
Verla
bañarse
no
la
va
a
halagar”.
Y
yo
dije:
“Mierda.
Un
policía
le
está
explicando
cómo
seducir
a
una
mujer,
¡y
estoy
de
acuerdo
con
él!”.
Cuando
finalmente
recogió
todo,
el
tipo
le
pidió
a
los
policías
que
si
lo
podían
llevar
en
su
patrulla
a
la
casa
del
amigo
en
común,
ya
que
estaba
tan
cerca.
Está
buscando
la
complicidad
masculina
de:
“Ay,
la
vieja
exagerada,
nos
peleamos”,
¿no?
Así,
cerrando
el
ojo:
guiño,
guiño.
Y
uno
de
los
policías
le
dijo:
“Señor,
usted
no
entiende.
Nosotros
estamos
atendiendo
la
llamada
de
la
señorita.
Aquí
en
la
esquina
puede
tomar
un
taxi,
puede
tomar
un
Uber”.
Mariana
se
sintió
aliviada
con
esa
actitud
de
los
policías,
porque…
Por
lo
menos
no
estoy
ahora
tratando
de
defenderme
de
3
hombres
en
mi
casa,
¿verdad?
Porque
eso
también
pudo
haber
sucedido…
Los
policías
le
insistieron
a
Mariana
que
pusiera
una
denuncia,
pero
ella
no
quiso.
En
ese
momento
estaba
rendida,
y
se
acordó
de
los
casos
de
acoso
que
conoce,
donde
los
jueces
no
consideran
grave
acosar,
toquetear
a
una
mujer.
No
quiso
exponerse.
Gerardo,
su
amigo
periodista,
llegó
cuando
el
tipo
se
estaba
yendo.
La
abrazó
y
vieron
cómo
salía
de
la
casa.
Los
policías
le
dijeron
que
iban
a
seguir
dando
rondas
y
también
se
fueron.
Ya
sola,
con
su
amigo,
se
puso
a
llorar…
Se
me
acaba
la
adrenalina.
Y
de
repente
me
veo
a
misma
tirada
en
el
sillón,
y
ya
no
puedo
levantar
la
cabeza
ni
la
parte
de
arriba
del
cuerpo.
Hablaron
un
rato
y
al
poco
tiempo
ya
Mariana
se
quiso
ir
a
dormir.
¿Y
te
acostaste
a
dormir
en
esa
casa
sola,
sin
pánico
de
que
volviera?
Sin
ningún
pánico.
Es
una
cosa
que
ahora,
a
la
distancia,
a
los
meses,
creo
que
es
una
capacidad
muy
monstruosa
de
mi
parte.
Antes
de
dormirse,
en
algún
momento,
ella
no
se
acuerda
bien,
alcanzó
a
bloquear
al
tipo
de
Facebook
y
de
su
teléfono,
para
no
recibir
llamadas
de
él.
Pero
no
se
le
ocurrió
bloquearlo
de
WhatsApp.
Al
día
siguiente
se
despertó
agotada.
Con
una
resaca…
Con
los
ojos
llenos
de
arena,
la
boca
seca,
como
una
golpiza.
Físicamente
estaba
todo
mi
cuerpo
reaccionando
al
proceso
y
al
ciclo
de
la
adrenalina.
Y
poco
después
de
despertarse
le
llegó
un
mensaje
de
él
que
decía:
“Estoy
profundamente
apenado
por
lo
que
hice.
Discúlpame”.
Yo
le
escribí
inmediatamente
como…
como
sin
pensarlo,
así,
como
con
una
rabia,
le
puse:
“Deberías
de
sentirte
avergonzado.
Tus
acciones
son
de
un
ser
despreciable.
No
me
vuelvas
a
contactar
jamás”.
Que
ahora
me
pongo
a
pensar
y
bueno,
me
he
reído
de
eso
con
mis
amigos
porque
es
la
frase
más
telenovelera.
[Risas]
O
sea,
el
tipo
acaba
de
agredirme,
es
un
insulto,
¿sabes?,
de
guante
blanco
y
de
dama
del
siglo
19,
pero
bueno…
Y
ahí
lo
bloquea
de
WhatsApp.
Se
estuvo
sintiendo
mal
física
y
emocionalmente
durante
un
par
de
días.
No
tenía
hambre.
Lo
que
comía
no
lo
retenía.
Se
la
pasaba
dormida.
Y
estaba
como
zombie,
como
que…
¿Llanto?
¿O
no
llorabas?
Sí,
sí.
Llanto
a
ratitos,
llegué.
Me
preguntaste
hace
rato
que
si
me
había
sentido
como
responsable
o
estúpida
por
lo
que
había
hecho
y
hubo…
hay
un
discurso,
hay
un
diálogo
conmigo
en
lo
de,
claro,
tarada,
¿no?
Imagínate:
te
pudo
haber
violado.
Imagínate
llegar
al
MP
y
decir:
“Hola,
deje
que
un
hombre
se
quedara
en
mi
casa
y
pasó
esto”,
¿no?
Pero
después
se
decía
que
no,
que
él
era
el
que
estaba
mal,
que
era
él
el
que
nunca
debía
haber
hecho
eso.
Se
fue
donde
una
terapeuta
china
que
le
hizo
tratamientos,
y
masajes
y
eso
la
ayudó
a
calmarse.
Y
ahí,
ya
mejor,
Mariana
empezó
a
pensar
qué
quería
hacer.
Sobre
si
iba
a
escribir
algo
que
lo
denunciara,
que
lo
expusiera.
Tenía
las
fotos
de
él
siendo
escoltado
por
la
policía.
Pensó
que
fácilmente
podía
publicar
las
fotos
y
denunciar
en
redes
sociales
lo
que
el
tipo
había
hecho.
Pero
no
estaba
segura.
Pensó
que
tal
vez…
Que
la
mayoría
de
las
personas
iban
a
estar
de
su
lado…
O
que
podía
ella
también
exponerse
a
un
linchamiento…
De,
pues,
¿qué
hacía
esa
tipa?
Claro,
lo
invitó
a
su
casa,
¿no?
Le
rentó
una
habitación,
de
seguro
ella
quería…
Entonces
era
exponerse
a
que
la
criticaran
o
que
lo
crucificaran
a
él
diciendo
que
es
un
cerdo
como
todos
los
hombres.
Cosa
en
la
que
ella
no
quería
caer
porque
sencillamente
no
cree
que
eso
sea
verdad.
Y
es
que
en
este
último
año
en
el
que
muchas
personas
han
denunciado
públicamente
a
sus
acosadores,
para
Mariana
la
respuesta
casi
nunca
ha
sido
un
diálogo
útil.
Uno
que
nos
haya
llevado
a
entendernos
mejor.
No.
La
respuesta
ha
sido
lincharnos
en
la
plaza
pública
todos
contra
todos.
No
entendernos.
Y
no
es
que
las
denuncias
no
sean
valiosas
ni
importantes.
Lo
han
sido,
pero…
Yo
no
veo
que
le
haya
traído
paz
a
las
víctimas
de
un
acoso,
de
un
abuso.
Mariana
estaba
en
una
situación
que
no
es
muy
común
para
las
personas
que
han
sido
agredidas:
su
agresor
no
vive
en
su
misma
ciudad.
Vive
bastante
lejos.
Ella
sabía
que
al
día
siguiente
de
que
esto
pasara,
él
se
había
montado
en
un
avión
durante
3
horas
para
irse
a
su
ciudad.
Entonces,
bueno,
tampoco
era
una
amenaza
física
inminente
en
mi
vida.
Después
de
un
par
de
días,
ya
un
poco
más
recuperada
emocional
y
físicamente.
Cuando
ya
dormía
para
descansar
y
no
para
evadir,
cuando
ya
le
entraba
la
comida,
se
quedó
pensando…
Que
yo
como
periodista
lo
primero
que
quiero
es
saber,
entender
qué
pasa,
entender
el
mecanismo.
Tengo
una
gran
curiosidad
de
saber
qué
pasó…
Por
qué
hizo
lo
que
hizo.
Cuál
fue
la
lógica.
Cómo
llegamos
ahí.
A
ese
punto
adonde
él
me
deshumanizó
de
esa
manera
y
me
agredió.
Así
que
tomó
una
decisión
inesperada.
Una
que
no
hubiera
podido
siquiera
imaginarse
en
las
horas
después
del
incidente.
Lo
desbloqueó
del
teléfono
y
le
puso
un
mensaje
en
WhatsApp.
Un
mensaje
simple.
Al
grano.
Quiero
hablar.
Después
de
la
pausa,
Mariana
confronta
a
su
agresor.
Ya
volvemos…
Para
iniciar
tu
día,
necesitas
saber
qué
está
pasando
en
el
mundo
y
es
por
eso
que
debes
escuchar
Up
First,
el
podcast
de
noticias
matutinas
de
NPR.
Son
las
noticias
que
necesitas
para
afrontar
el
día
en
menos
de
10
minutos.
Encuentra
Up
First
en
el
app
NPR
One
o
donde
escuches
tus
podcast.
Alguna
vez
has
llegado
al
viernes,
reflexionas
sobre
los
días
que
han
pasado,
y
te
has
dicho:
“¿Qué
fue
lo
pasó?”.
Soy
Sam
Sanders,
el
presentador
del
podcast
It’s
Been
a
Minute,
donde
todos
los
viernes
nos
ponemos
al
día
con
las
noticias
y
los
acontecimientos
culturales
de
la
semana,
y
tratamos
de
encontrarle
el
sentido
a
lo
que
está
sucediendo.
Encuéntralo
en
el
app
de
NPR
One
o
donde
escuches
tus
podcasts.
Estamos
de
vuelta
en
Radio
Ambulante.
Soy
Daniel
Alarcón.
Entonces,
antes
de
la
pausa,
Mariana
decidió
escribirle
a
su
agresor.
Le
mandó
un
mensaje
diciéndole
que
quería
hablar.
Y
a
los
5
minutos
recibió
una
respuesta
que
decía:
“Muchas
gracias.
¿Cómo
le
quieres
hacer?
Estoy
a
tu
disposición”.
Y
bueno,
desde
aquí,
Mariana
misma
nos
cuenta.
Hola.
Bueno,
¿sí?
Hola,
Mariana…
Hola.
Decidí
llamarlo
y
grabar
la
conversación.
Con
su
consentimiento,
claro.
Y
garantizándole
que
lo
mantendría
en
anonimato.
Al
principio
estaba
tan
nerviosa
que
se
me
olvidó
ponerlo
en
altavoz.
Este
pues,
todo
lo
que
tengo
que
decirte…
Empieza
diciendo
que
lamenta
todo
lo
que
pasó.
Ahí
lo
puse
en
altavoz.
Pues,
yo
no
quiero
que
me
veas
como
una
persona
así,
despreciable
o
mala,
¿no?
O
sea,
jamás
intentaría
lastimarte
ni
hacerte
daño,
y
eso
fue
lo
que
me
dejó
así,
muy
“shockeado”
también.
Entiendo,
o
sea
entiendo,
que
esto
te
haya
causado
una
sorpresa
tan
grande
y
que
hayas
reaccionado
como
lo
hiciste.
Y
pues
eso.
Estoy
llegando
aquí,
no
he
podido
dejar
de
pensar
en
eso,
¿no?
Este…
Quisiera
poder
hacer
algo
para…
para
resarcir
esto,
para
platicarlo,
para…
no
sé,
que
esto
se
pueda
digerir
mejor
¿no?
Que
bueno.
Que
bueno.
Justo
necesito
eso,
¿no?
Porque…
Porque
creo
que
ahorita
estamos
viviendo
un
clima
super
violento
en
todas
partes,
en
donde
es
muy
fácil
clasificarte
a
ti
de
violento
y
a
de
pendeja,
y
me
parece
que
las
cosas
son
más
complejas
que
eso.
Y
que
quiero
entender,
sobre
todo,
¿qué
chingados
pasó?
Él
me
agradece
mi
disposición
de
hablar
con
él,
y
me
explica
que
realmente
él
no
es
así…
No
soy
una
persona
así,
no…
no…
no
abuso
de
nadie,
ni
intento
aprovecharme
de
nada
¿no?
[Llora]
Si
no
me
querías
lastimar,
¿qué
pasó?
Pues,
o
sea,
yo
no
recuerdo
haberte
tocado
ni
nada,
¿no?
No
hice
nada
para
agredirte.
No
me
sorprendió
que
dijera
eso.
Para
él
—como
seguramente
para
muchas
personas—
lo
que
él
hizo
no
fue
una
agresión
porque
ni
siquiera
me
tocó.
Igual,
en
ese
momento,
a
pesar
de
que
me
esperaba
esa
respuesta,
me
sentí
indignada.
Cansada.
¿Por
qué
tengo
que
explicar
que
es
una
agresión?
¿Por
qué
tengo
que
explicar
algo
tan
obvio?
Pero
estar
afuera
del
baño
viéndome
desnuda
sin
mi
consentimiento
es
violento,
es
muy
violento.
Viola
mi
espacio,
viola
mi
consentimiento…
Porque
invade,
lastima,
humilla,
ofende,
duele.
Yo
lo
único
que
puedo
decirte
es
que
fue
un
momento
en
que
yo
me
sentí
invitado,
me
sentí
con
una
correspondencia
que
veo
que
fue
en
mi
cabeza.
Y
por…
Pues
por
lo
que
habíamos
pasado,
¿no?
Por
la
convivencia
que
tuvimos
y…
Y
pues
porque
eres
guapa,
me
gustas…
Cuando
él
dice
“lo
que
habíamos
pasado”
se
refiere
a
un
par
de
pláticas
en
torno
a
una
serie
de
animación
japonesa,
y
a
que
le
di
indicaciones
de
cómo
llegar
a
Costco.
Nada
más.
Ni
un
mínimo
coqueteo
de
mi
parte.
Y
es
que
esto
es
tan
común.
No
soy
la
primera
mujer
a
la
que
malinterpretan.
No
es
raro
que
la
amabilidad
se
interprete
como
coquetería.
[Llanto]
Quiero
entender
en
qué
momento
te
confundiste.
O
sea,
entrando
a
la
casa
te
dije,
“buenas
noches”.
Pero
si
yo
hubiera
querido
que….
no
sé,
que
te
metieras
a
mi
cuarto,
soy
una
persona
capaz
de
pedirlo
y
no
lo
hice.
¿Cómo
entendiste
eso?
Pues
sí,
fue
una
estupidez
de
mi
parte,
o
sea,
el
que
hayas
dejado
la
puerta
abierta
entendí
después
que
lo
hacías
por
la
gata,
y
pues
eso
fue…
La
puerta
con
el
marco
chueco
estaba
abierta
apenas
unos
8
centímetros,
los
que
necesita
la
gata
para
pasar
y
acostarse
en
mi
cama.
No
cómo
comunicarte
que
no
he
tenido
más
miedo
en
toda
mi
vida,
y
que
soy
periodista
en
Tijuana,
no
mames…
entiendo
que
fallé
en
la
confianza
que
depositaste
completamente.
Yo
no
sabía
si
ibas
a
entrar.
Y
claro,
no
me
violaste,
pero
no
te
mereces
un
premio
por
no
violarme
¿no?
Tampoco…
tampoco
te
va
no
a
aplaudirte.
No,
claro
que
no.
Creo
que
los
batos
no
saben
lo
que
se
nos
rompe
cuando
nos
pasa
eso.
He
pensado
que
quizá
mi
reacción
esa
noche,
la
rabia
que
sentí
en
ese
momento,
y
la
decisión
de
llamar
a
la
policía,
fue
una
reacción
no
solo
contra
él,
sino
contra
todos.
Una
reacción
a
todas
las
veces
que
me
han
toqueteado
en
el
metro,
que
me
han
chiflado,
que
me
han
jaloneado.
Todas
las
veces
que
un
hombre
me
ha
hecho
sentir
que
valgo
menos.
Que
mi
voz
no
importa.
Una
reacción
hacia
una
cultura
misógina.
Sí,
o
sea
yo
creo
que
son
muchas
cosas,
pero
tengo
claro
que
si
no
hubiera
estado
con
el
alcohol
que
traía
y
la
marihuana
que
traía,
pues,
seguro
que
no
tomo
la
decisión
esa,
¿no?
Abrupta,
en
ese
momento.
Es
una
justificación
que
no
acepto,
que
nunca
me
ha
convencido.
Las
sustancias
no
lo
transforman
a
uno.
Solo
sacan
a
relucir
lo
que
uno
puede
ser.
Uno
hace
algo
así
por
que
ha
internalizado
una
cultura
machista,
que
deshumaniza
a
la
mujer.
Una
cultura
que
le
dice
al
hombre
tienes
poder,
y
las
mujeres,
pues…
no.
Traté
de
reconstruir
con
él
cuando
llegué
con
los
policías.
Quería
explicarle
bien
algo
que
dije
en
ese
momento…
Y
cuando
estaban
los
policías
preguntandote
cosas
sentí
que
lo
estabas
planteando
como…
como
seducción
fallida,
¿no?
Y
yo
quería
dejarle
bien
claro
a
los
policías
que…
que
para
fue
totalmente
otra
cosa.
Y
yo
me
acuerdo
que
yo
nomás
repetía,
“te
equivocaste”,
pero
yo
no
solamente
me
refería
a
“te
equivocaste
al
entrar
a
mi
cuarto”.
Sino
también
te
equivocaste
de
víctima,
¿no?
Te
equivocaste
de
alguien
que
iba
a
decir,
“ay,
pues,
ya
estamos
aquí
en
mi
casa”
o
“adelante”,
o…
O
sea
en
mi
cabeza
es
como:
“¿Qué
pensó?”.
Que
yo
iba
a
voltear
a
ver,
iba
a
verte
en
la
oscuridad,
iba
a
decir:
“Ven
¿no?”.
Porque
probablemente
lo
que
él
quería,
en
su
borrachera,
era
recrear
una
escena
de
porno.
Una
de
esas
donde
el
consentimiento
de
la
mujer
no
importa,
donde
el
tipo
entra
al
baño,
forcejean
un
poco,
y
ella
termina
cediendo
y
hasta
disfrutando.
Escenas
de
esas
que
contaminan
y
educan
a
generaciones
enteras.
Quería
que
le
quedara
bien
clarito
que
nada
más
lejos
de
parecerme
un
halago,
que…
Cuando
te
vi
afuera
del
baño
reconocí
una
mirada
de…
de
hacerme
objeto.
Y
de
que
no
me
estabas
pidiendo
permiso.
Y
ese
es
un
miedo
que
nunca
vas
a
sentir,
porque
eres
bato,
nada
más
por
eso.
Y
las
mujeres
lo
sentimos
una
y
otra
vez.
Sí,
reconozco
que
esto
es
una
injusticia
y
es
algo
malo.
Y
quisiera…
quisiera
poder
resarcir.
Hacer
algo.
Chingados,
nomás
no
lo
hagas.
Pregunta.
Si
te
gusta
alguien
pregunta.
Deja
que
la
otra
persona
responda.
No
por
qué
es
tan
complicado.
Soy
un
tonto.
O
por
lo
menos
actuó
como
tal.
Me
sigue
pidiendo
disculpas
y
ya
me
cansó.
No
hay
muchas
reflexiones
que
él
haga
que
me
satisfagan.
Colgamos,
y
yo
me
siento
más
tranquila,
por
lo
menos
escuchada.
Pero
unos
días
después
cuando
oigo
la
conversación
grabada,
siento
muchos
huecos,
momentos
en
que
solo
lloro
y
me
gana
la
emoción.
Y
siento
que
debí
haberlo
confrontado
más,
pero
también
dejarlo
hablar
más.
Así
que
una
semana
después
decido
volver
a
llamarlo.
Con
menos
sentimiento
de
por
medio.
Más
serena.
Y,
con
suerte,
más
periodista.
Hola.
Hola.
Hola,
Mariana.
¿Cómo
estás?
En
esta
segunda
llamada
nos
saludamos
tranquilos.
Hablamos
brevemente
de
tonterías,
pero
rápidamente
yo
llevo
la
conversación
a
eso
de
justificar
o
explicar
los
abusos
con
el
tema
de
las
sustancias.
Y
me
llama
la
atención
porque
Kevin
Spacey,
que
ahorita
está
metido
en
un
bronconón
porque
todo
el
mundo
lo
está
denunciado
por
acoso
sexual,
él
lo
está
vinculando
a
la
adicción…
Él
lo
está
vinculando…
¿Sí,
alcohol?
Sí,
creo
que
alcohol,
sí,
me
parece.
Y
también
está
yendo
a
un
centro
de
rehabilitación
como
tipo
como
Alcohólicos
Anónimos
para
personas
que
son
adictas
al
sexo.
Y
a
me
parece
que…
que
el
llamarle
enfermo
a
un
individuo
no
toca
el
fondo
que
es
llamarle
a
una
sociedad
enferma.
Sí,
coincido.
Pues
sí,
porque
son
reproducción,
estas
conductas
son…
no
surgen
de
la
nada,
ni
del
diablo
que
le
susurra
a
la
gente,
¿no?,
que
haga
cosas
así
[risas].
Son
comportamientos
estructurales,
¿no?
Pues
si
tienen
que
ver
con
relaciones
de
poder.
Entiende.
O
en
teoría
entiende.
Es
muy
extraño
que
esta
misma
persona,
en
la
práctica,
no
dejó
de
ejercer
ese
poder
y
llamarle
otra
cosa:
error,
borrachera,
intento
de
ligar
porque
le
gusto…
Platicamos
otra
vez
de
mi
decisión
de
hablar
con
él
en
vez
de
crucificarlo
en
las
redes
sociales.
Él
lo
agradece.
Me
cuenta
de
un
caso
de
un
amigo
que
fue
acusado
públicamente
de
agresión
por
la
novia
que
tenía.
Todo
fue
un
desastre.
La
mujer
publicó
una
carta
donde
más
que
explicar
lo
que
había
pasado
—al
parecer
una
nalgada
sin
consentimiento—
lo
que
hacía
era
insultarlo.
Y
eso,
pues,
pasó
lo
que
dices:
que
se
polarizó
la
gente.
Había
gente
que
tomaba
partido,
pero
nada
más
como
por
tomar
partido.
Cuando
le
pregunto
que
si
él
tomó
alguna
postura
pública
frente
al
tema
me
dice:
No,
y
me
presionaron
como
para
tener
ahí
la
postura
pública,
sobre
todo
la
chava.
Y
yo
no
lo
quise
hacer
hasta
tener
la
versión
de
los
dos
y
realmente
que
era,
de
que
estábamos
hablando,
¿no?
Y
el
debate
se
fue
hacia
otros
cosas,
hacia
otras…
Ya
se
volvió
más
personal,
hubo…
Y
no
me
pareció
tampoco
participar
en
una
orda
linchadora.
Y
después
me
dice
que
realmente
su
postura
pública
fue…
Sí,
hacer
como
la
revisión
y…
y
un
diálogo
para
establecer
nuevas
formas,
contratos
de…
que
incluyeran
el
cortejo
y
las
relaciones
entre
parejas.
Voy
a
repetir
en
caso
de
que
no
se
entienda
bien:
lo
que
propuso
de
manera
pública,
según
él,
fue
básicamente
“revisar
las
formas
de
cortejo
y
los
contratos
que
hay
para
las
relaciones
de
parejas”.
Cualquiera
que
lo
oyera
creería
que
él
jamás
sería
capaz
de
hacer
lo
que
hizo.
Él
no
se
reconoce
en
lo
que
hizo
Fue
muy
impactante
para
que
me
dijeras
que
me
habías
visto
como
un
ser
despreciable.
Y
eso…
eso
me
puso,
pues,
mal,
pero
mal.
O
sea
que
tengas
esa
imagen
de
me
perturba
mucho.
Y
de
nuevo
me
agradece
la
oportunidad
de
haberlo
oído.
Le
digo
que
estas
conversaciones
me
dieron
un
poco
de
paz.
Por
lo
menos
más
de
la
que
me
hubieran
dado
otras
vías
como
la
rabia,
la
venganza
o
exponerlo
en
la
plaza
pública.
¿Vas
a
hacer
algo
diferente
después
de
esto?
Pues
claro,
claro,
esto
me
pone
nuevos
límites
y
más
atención
y
alertas.
Ser
más
consciente.
Y
sí,
no
propiciar
esas
situaciones…
Quiero
creerle.
Dado
que
él
menciona
a
las
mujeres
en
su
vida,
le
pregunto
qué
le
diría
a
sus
hijas
sobre
cómo
enfrentar
el
acoso.
Tienen
que
aprender
a
convivir
con
eso,
¿no?
A
también
aportar
lo
que
pueden
aportar
para
modificarlo.
Hablándolo
con
sus
amigas,
participando,
acciones
colectivas
en
campañas.
O
en
su
entorno,
platicando
con
la
gente
que
las
rodea.
Yo
creo
que
así
es
como
se
pueden
ir
modificando
esos
patrones
o
comportamientos,
¿no?
Me
da
tristeza
que
una
vez
más
se
saque
de
la
ecuación.
Como
lo
plantea,
el
problema
del
acoso
parece
que
fuera
solo
de
las
mujeres.
Mexicanas,
argentinas,
chilenas,
francesas…
En
todos
lados
denunciamos
y
hablamos
entre
nosotras
y
rara
vez
con
ellos.
Pero
parece
no
importar:
seguimos
topándonos
con
agresores
como
él,
que
ni
siquiera
se
asumen
como
tales
y
que
casi
nunca
se
plantean
platicar
entre
ellos
para
modificar
patrones
y
comportamientos.
Para
fue
un
ejercicio
brutal
hablar
con
él
sintiéndome
herida
y
vulnerable.
Reconozco
que
fui
muy
afortunada.
Afortunada
de
haber
encontrado
apoyo
en
los
policías
y
en
los
amigos
que
me
acompañaron
esa
noche.
Afortunada
también
porque
a
todos
los
que
les
conté
lo
que
pasó
(mujeres
y
hombres)
me
apoyaron
y
reaccionaron
sin
justificar
sus
acciones.
Todos,
sin
excepción,
entendieron
que
para
ese
acto
fue
violento
y
apoyaron
mi
decisión
de
llamar
a
la
policía.
Pero
también
fui
afortunada
al
dar
con
un
agresor
que
era
poco
más
que
un
voyeur
y
no
un
violador.
Un
depredador
hubiera
reaccionado
muy
diferente
al
ser
visto.
Y
también
estuvo
dispuesto
a
hablar
conmigo
durante
horas
sobre
un
un
tema
que
era
muy
incómodo
para
él.
Y
reconozco
que
se
mostró
arrepentido
y
con
disposición
a
entender
lo
que
le
estaba
diciendo.
Y
sí,
ya
para
el
final
de
la
llamada
sentía
algo
de
paz
por
haber
sido
escuchada,
y
con
eso
me
quedo.
Qué
extraño
decirte,
pero…
gracias…
Gracias
yo
te
digo
a
ti…
Yo
siento
que
esto
ha
sido…
ha
sido
una
reflexión
bastante
fuerte
para
mí.
Y
todo
como
lo
hiciste,
o
sea:
Pato,
los
policías,
ayudaron
bastante
a
que
tomara
una
dimensión
real
de
todo
esto.
Y
te
agradezco
esta
oportunidad
de
poderlo
confrontar
y
dialogar,
y
aprender.
Cuando
vuelvas
a
estar
enfrentado
con
esas
situaciones,
ojalá
puedas
tomar
una
postura
de
reflejarle
a
los
hombres
como
están
siendo
violentos
y
no
solapar.
Eso
ayudaría
un
montón…
Sí,
sí.
Te
mando
un
abrazo,
con
cariño.
Fraterno.
Gracias.
Estamos
en
contacto.
Si
quieres
y
puedes,
me
puedes…
este…
desbloquear…
Está
bien,
voy
viendo
cómo
me
siento,
gracias.
Bye.
Han
pasado
meses
y
no
lo
he
desbloqueado.
Mariana
Martinez
es
periodista
y
vive
en
Tijuana.
Camila
Segura
es
nuestra
editora
principal.
Esta
historia
fue
editada
por
Silvia
Viñas
y
por
mí.
La
música,
el
mezcla
y
el
diseño
de
sonido
son
de
Andrés
Azpiri.
El
resto
del
equipo
de
Radio
Ambulante
incluye
a
Jorge
Caraballo,
Patrick
Mosley,
Laura
Pérez,
Ana
Prieto,
Barbara
Sawhill,
Ryan
Sweikert,
Luis
Trelles,
David
Trujillo,
Elsa
Liliana
Ulloa,
y
Luis
Fernando
Vargas.
Carolina
Guerrero
es
la
CEO.
Radio
Ambulante
se
produce
y
se
mezcla
en
el
programa
Hindenburg
PRO.
Conoce
más
sobre
Radio
Ambulante
y
sobre
esta
historia
en
nuestra
página
web:
radioambulante.org.
Radio
Ambulante
cuenta
las
historias
de
América
Latina.
Soy
Daniel
Alarcón.
Gracias
por
escuchar.
Check out more Radio Ambulante

See below for the full transcript

Uno, dos, tres. Uno, dos, tres. Okay. Eliseo, ¿cuál es el número más grande que tu conoces? 10. 10? ¿Y qué número es más grande que diez? 100. La historia que van a escuchar es muy especial para Radio Ambulante: con ella estamos celebrando los 100 episodios publicados. 100 episodios. Eso es mucho, más aún si se tiene en cuenta que cada uno ha significado meses de trabajo. Pero la verdad es que se nos han ido rapidísimo. En parte porque amamos contar historias, pero también porque hemos contado con la compañía de cada uno de ustedes. Es gracias a la comunidad de oyentes que Radio Ambulante tiene sentido. Por eso, quisimos invitarlos a unirse a la celebración. ¡Nos llegaron más de 100 audios por Whatsapp! Queremos compartir con ustedes algunas de esas voces. Quedamos impresionados por la diversidad de lugares donde nos escuchan… San Francisco, Estados Unidos. Desde Heredia, Costa Rica. Querétaro, México. Oxford, Mississippi. Desde Taiwán. Lima, Perú. Desde Buga, en el Valle del Cauca, en Colombia. Washington D. C. Santiago de Chile. Bogotá. Oklahoma City. Desde Venezuela. De Munich, en Alemania. Desde Madrid, España. Melbourne, Australia. San José, California. Desde Delft, Holanda. ¡De Santo Domingo, República Dominicana! Y no solo eso… Cuando escucho Radio Ambulante siento alegría, emoción… Me siento más conectada a mi gente latina… Siento fraternidad… Reconociendo las similitudes… Tantas cosas que unos unen y tan pocas que nos separan. De gente tan distinta cada semana. De sitios completamente diferentes. Me conecto con los mexicanos, con los brasileros, con los argentinos. Países de Latinoamérica que no he podido conocer. Es como ponerte unos audífonos de realidad virtual. Es una caja mágica que me permite ver lo que oigo. Es tan envolvente y genial que uno se vuelve un oyente totalmente fiel. Es una voz latinoamericana que me hacía falta. Es periodismo con calidad. Lúcido y con sensibilidad. Escuchamos Radio Ambulante con cada nuevo grupo de alumnos de comunicación, y ese día todos quieren hablar. Es cercano a la gente, con historias muy humanas y con temas infinitos. Nos muestra que en un mundo pintado de rosa, también hay gente allá afuera con muchos más problemas que los nuestros. Hacen un gran esfuerzo porque un programa tan bueno sea incluyente y tratan de ver muchos puntos de vista. En cada uno de sus episodios, aún cuando vives en Latinoamérica, te recuerda lo maravilloso que es, lo poco que conocemos, lo humano que somos, y lo grande que son las personas. Gracias por tanto. ¡Felices 100 episodios! ¡Felices 100 episodios! ¡Felices 100 episodios, Radio Ambulante! Que sean muchísimos, muchísimos más. ¡Felices 100 episodios Radio Ambulante! Bueno, pero no todos nuestros oyentes están tan lejos. Algunos viven bastante cerca de las oficinas. Radio Ambulante acaba de publicar su episodio número 100. ¿Qué piensas? Bien. ¿Qué más? Bonito. Efectivamente. Todo esto nos parece muy bonito…. Entonces, en nombre de todo el equipo de Radio Ambulante, mil gracias. Y aquí el episodio… Bienvenidos a Radio Ambulante, desde NPR. Soy Daniel Alarcón. Bueno, yo soy Mariana Martinez Estens. Eh, soy periodista y tengo un estudio de yoga en Tijuana. Mariana vive en una casa que era de sus abuelos. Vive sola. Bueno, sola es un decir, pues vive con una gata, dos tortugas, dos conejos y una gallina. Y esta casa… Tiene dos habitaciones además de la mía. Llevo mucho tiempo rentándola, invitando a personas a quedarse aquí conmigo. Ha sido muy interesante porque me ha llegado de todos los personajes. Personas que buscan venir a turismo médico a Tijuana, personas que vienen a visitar a sus familiares… Es un negocio muy común ahora. La gente abre sus casas a extraños, alquilando un cuarto a gente que apenas conoce, o que conoce solo por un breve perfil en internet. Y por lo general, a Mariana le ha ido muy bien. Personas en general limpias, organizadas. Como vienen a Tijuana, o de compras o visita como… como turistas, pues no están en la casa nunca, ¿no? Inquilinos temporales. Inofensivos. Plata fácil. Asi funciona normalmente. Esa es nuestra editora principal, Camila Segura. Pero en octubre del 2017, eso cambió. Cuando llegó un hombre que Mariana conocía un poco. Era amigo de un amigo. Camila nos va contar por qué. Todo comenzó cuando un amigo de Mariana, Patricio, al que le dicen Pato, le dijo que él tenía un amigo que venía de otra ciudad. Que estaba buscando un lugar en Tijuana para dar un taller. Decidieron hacerlo en el espacio donde se hace yoga. Y tuvimos 4 talleres con él que fueron muy exitosos. Fueron dos semanas de talleres. Él no se quedó aquí. Él se quedó en casa de nuestro amigo en común. Que es aquí a 3 cuadras. Y todo salió perfecto. La gente se quedó satisfecha, incluyéndome. Y la interacción fue de lo más natural, de lo más tranquila. Todo muy amable, cordial. Incluso se volvieron amigos en Facebook y se conectaron por WhatsApp. Como 3 meses después, él la volvió a contactar porque quería volver a Tijuana a dar otro taller de dos días. Como sabía que ella alquilaba habitaciones le dijo que si podía quedarse en su casa 3 noches. Y yo no le veo problema. Le digo cuánto se cobra la habitación por noche. Me dice que está bien. Y listo. Llegó un jueves. Mariana le ayudó organizando toda la logística de los cursos, los cobros. Fueron dos días de talleres que salieron muy bien. Y dos noches que se quedó ahí sin ningún problema. La tercera noche, sábado, Mariana tenía un evento y lo invitó. Y se toma ahí un vino con mis amigos, se los presento, les digo lo que hace, etcétera, etcétera, y nos regresamos. Mariana no tomó nada esa noche, así que ella manejó, pues él sí se había tomado varias copas. Yo había estado 12 horas de pie… Estaba rendida. Ya eran como las 10 de la noche cuando entraron a la casa. Apenas llegaron, él se sirvió una cerveza y se sentó en la sala. ¿No? Como para seguir platicando. Yo la verdad es que no tomé, ¿no?, la… como la invitación. Yo me seguí de largo, y le dije buenas noches. Se fue para su cuarto y cerró la puerta. Pero la casa es vieja, y está medio chueca, entonces… Aunque yo la cierre totalmente, se acaba como abriendo un poquito. Queda mal, mal cerrada… Lo único que Mariana quería hacer era bañarse… Tratando de dejar el día atrás, ¿no? El baño de Mariana es especial, lo remodeló ella misma. Se puede decir que es como mi… mi refugio. Es una parte que yo… que yo le agregué a la casa. Que tiene mi gusto, que tiene un mosaico como de… como de panal de abeja que me gusta mucho. Que tiene velas amarillas que me gustan mucho. Que huele rico, tengo mis perfumes… Es muy pequeño. Mide un metro por metro y medio y es lo que se llama en inglés un “wet bathroom”, de esos baños que no tienen una ducha delimitada… que se inundan cuando uno se baña. Así que Mariana apagó la luz de su cuarto, prendió las velas del baño y se metió debajo del agua hirviendo. Y de repente, cuando volteo a ver hacia la puerta de mi baño, está entreabierta y veo a alguien. Veo unos ojos que me están viendo. Y me doy cuenta de que este tipo entró a mi cuarto, y entró a asomarse a mi baño a verme bañarme sin mi consentimiento. Mira, todavía me acuerdo y me empiezan a dar cosquilleo en los brazos. Cuando veo sus ojos, yo recuerdo haber puesto los antebrazos sobre la puerta como para cerrarla. Incluso previniendo un forcejeo: que yo pudiera estar bien parada. No fue un empujoncito con las palmas de las manos, así como, “¡ay!”. No, fue como… como lanzar todo mi cuerpo hacia adelante… Ni siquiera recuerdo si grité algo. Creo que no grité. Recuerdo más la sensación que el pensamiento. Entonces hay un hormigueo en el cuerpo. Como calor del enojo, de la vergüenza, del… del no creer. ¿Qué es esto? Pero, a la vez, ese pensamiento ya está muy lejos de mi acción que ya se estaba salvando. Mariana puso el seguro de la puerta del baño a pesar de que no funciona. Fue casi simbólico. Se puso su bata… Me acuerdo que le puse un como súper nudo de karateka, ¿no? Como que si voy a tener que pelear vestida solo con esta bata, ¿no?, no se me va a abrir… Abrió la puerta del baño y no lo vio. Él ya no estaba en su cuarto. Corrió a la puerta de su habitación y la volvió a cerrar. Rápidamente se puso unos pantalones de sudadera, una camiseta, y unos tenis. Cogió el celular, una copia de las llaves del carro que tiene en su mesa de noche y salió por una puerta de su cuarto que da al jardín… Y salgo al jardín como muy dispuesta a pelear. Yo no sabía si este tipo me estaba esperando en el jardín. Si estaba acechándome, si me iba a seguir. Pero no… No se le pasó por la cabeza confrontarlo, preguntarle qué fue eso. Porque no. Porque cuando lo vio ahí, parado en la puerta del baño, lo que vio… Fueron los ojos de un predador. Y yo de lo poco que supe inmediatamente es que con alguien así yo no iba a dialogar… Mariana se subió al carro y supo inmediatamente que quería irse a la estación de policía más cercana, que queda como a 10 cuadras. Ya en su carro, manejando, se sintió más segura y se tranquilizó un poco. Pero no se acuerda bien cómo fue que manejó hasta allá… Desde el carro llamó a un amigo que vive con Patricio, el que los presentó. Le contó lo que acababa de pasar, y él le dijo que iba a avisarle a Pato, que él lo iba a llamar. Mariana también llamó a Gerardo, un amigo periodista que cubre policiaca con ella. Cuando le contó, él le dijo que ya iba a salir para su casa y que la encontraba allá. Cuando Mariana llegó a la estación… Estaba un oficial afuera y le dije: “Buenas noches, disculpe, necesito que me ayuden a sacar a alguien de mi casa”. Nada más así El policía le empezó a hacer preguntas: que si él era el dueño de la casa, que si era su marido, que si era su pareja. Y le dije que no, que no. Como que al principio yo lo vi no me creyó, porque yo no estaba histérica llorando, ni con un ojo morado. Y es que hay que entender que Mariana lleva 17 años siendo periodista en Tijuana. Ha visto de todo. Descabezados, cuerpos en tambos, hombres colgando de los puentes, situaciones de rehenes, motines, balaceras… Todo. Y eso importa… Porque me ha templado los nervios de una manera que hasta no debería ser. Cuando Mariana le explicó al policía que el hombre es alguien al que ella le alquiló una habitación… El policía me voltea a ver con cara de “esta mujer es una idiota”. Por haberle alquilado una habitación a un hombre, claro. La miró con cara de… Se lo buscó porque es mujer, ¿no? Entonces, yo con ese argumento no puedo. Porque para ella es claro… Yo no creo que hice una estupidez. Yo creo que la estupidez la hizo él. Ignoró que el policía la estuviera juzgando y le dijo: “A ver, ¿me va a ayudar o no me va ayudar?”. El policía se fue a buscar a su compañero porque, para casos de violencia doméstica, siempre tienen que ir dos. La siguieron en su patrulla y llegaron a la casa. Cuando entraron… Lo encuentran a él, en el cuarto que yo le rentaba, sentado en la cama dormido de borracho. Lo despertaron y él empieza a decir: “Yo no hice nada. No le hice nada. Pero ni la toqué. Y… Y yo, y lo que pasa”, y empieza como a justificarse y a tratar de tener un diálogo conmigo. Y tratando como de convencer a los policías haciéndose el chistoso. Y yo detrás de los policías, y yo me negué a tener una conversación con él… A Mariana igual la actitud de los policías la terminó sorprendiendo. Para bien. Porque ya en la casa sí validaron su denuncia y le preguntaron que qué quería hacer. Y yo simplemente le dije: “Yo lo que quiero es que se salga de mi casa. Ya”. Le dijeron que levantara sus cosas, y en ese momento… Le tomé dos fotos mientras lo estaba sacando la policía. [Risas] ¿En tu espíritu de reportera? Sí, claro, porque además era una manera… Yo estaba… Ahí creo que me enojé. Todo este tiempo no estaba enojada, pero cuando lo oigo decir, “no te hice nada, y no hice nada”. Yo así como: “Lo quiero matar. ¿Cómo que no hizo nada?”. ¿No? Mientras recogía sus cosas, los policías lo empezaron a regañar. “Señor: si le gusta la señorita, hay maneras. Hay maneras. Le puede usted haber traído flores. Eso, claro, eso la va a halagar. Verla bañarse no la va a halagar”. Y yo dije: “Mierda. Un policía le está explicando cómo seducir a una mujer, ¡y estoy de acuerdo con él!”. Cuando finalmente recogió todo, el tipo le pidió a los policías que si lo podían llevar en su patrulla a la casa del amigo en común, ya que estaba tan cerca. Está buscando la complicidad masculina de: “Ay, la vieja exagerada, nos peleamos”, ¿no? Así, cerrando el ojo: guiño, guiño. Y uno de los policías le dijo: “Señor, usted no entiende. Nosotros estamos atendiendo la llamada de la señorita. Aquí en la esquina puede tomar un taxi, puede tomar un Uber”. Mariana se sintió aliviada con esa actitud de los policías, porque… Por lo menos no estoy ahora tratando de defenderme de 3 hombres en mi casa, ¿verdad? Porque eso también pudo haber sucedido… Los policías le insistieron a Mariana que pusiera una denuncia, pero ella no quiso. En ese momento estaba rendida, y se acordó de los casos de acoso que conoce, donde los jueces no consideran grave acosar, toquetear a una mujer. No quiso exponerse. Gerardo, su amigo periodista, llegó cuando el tipo se estaba yendo. La abrazó y vieron cómo salía de la casa. Los policías le dijeron que iban a seguir dando rondas y también se fueron. Ya sola, con su amigo, se puso a llorar… Se me acaba la adrenalina. Y de repente me veo a mí misma tirada en el sillón, y ya no puedo levantar la cabeza ni la parte de arriba del cuerpo. Hablaron un rato y al poco tiempo ya Mariana se quiso ir a dormir. ¿Y tú te acostaste a dormir en esa casa sola, sin pánico de que volviera? Sin ningún pánico. Es una cosa que ahora, a la distancia, a los meses, creo que es una capacidad muy monstruosa de mi parte. Antes de dormirse, en algún momento, ella no se acuerda bien, alcanzó a bloquear al tipo de Facebook y de su teléfono, para no recibir llamadas de él. Pero no se le ocurrió bloquearlo de WhatsApp. Al día siguiente se despertó agotada. Con una resaca… Con los ojos llenos de arena, la boca seca, como una golpiza. Físicamente estaba todo mi cuerpo reaccionando al proceso y al ciclo de la adrenalina. Y poco después de despertarse le llegó un mensaje de él que decía: “Estoy profundamente apenado por lo que hice. Discúlpame”. Yo le escribí inmediatamente como… como sin pensarlo, así, como con una rabia, le puse: “Deberías de sentirte avergonzado. Tus acciones son de un ser despreciable. No me vuelvas a contactar jamás”. Que ahora me pongo a pensar y bueno, me he reído de eso con mis amigos porque es la frase más telenovelera. [Risas] O sea, el tipo acaba de agredirme, es un insulto, ¿sabes?, de guante blanco y de dama del siglo 19, pero bueno… Y ahí lo bloquea de WhatsApp. Se estuvo sintiendo mal física y emocionalmente durante un par de días. No tenía hambre. Lo que comía no lo retenía. Se la pasaba dormida. Y estaba como zombie, como que… ¿Llanto? ¿O no llorabas? Sí, sí. Llanto a ratitos, sí llegué. Me preguntaste hace rato que si me había sentido como responsable o estúpida por lo que había hecho y sí hubo… sí hay un discurso, sí hay un diálogo conmigo en lo de, claro, tarada, ¿no? Imagínate: te pudo haber violado. Imagínate llegar al MP y decir: “Hola, deje que un hombre se quedara en mi casa y pasó esto”, ¿no? Pero después se decía que no, que él era el que estaba mal, que era él el que nunca debía haber hecho eso. Se fue donde una terapeuta china que le hizo tratamientos, y masajes y eso la ayudó a calmarse. Y ahí, ya mejor, Mariana empezó a pensar qué quería hacer. Sobre si iba a escribir algo que lo denunciara, que lo expusiera. Tenía las fotos de él siendo escoltado por la policía. Pensó que fácilmente podía publicar las fotos y denunciar en redes sociales lo que el tipo había hecho. Pero no estaba segura. Pensó que tal vez… Que la mayoría de las personas iban a estar de su lado… O que podía ella también exponerse a un linchamiento… De, pues, ¿qué hacía esa tipa? Claro, lo invitó a su casa, ¿no? Le rentó una habitación, de seguro ella quería… Entonces era exponerse a que la criticaran o que lo crucificaran a él diciendo que es un cerdo como todos los hombres. Cosa en la que ella no quería caer porque sencillamente no cree que eso sea verdad. Y es que en este último año en el que muchas personas han denunciado públicamente a sus acosadores, para Mariana la respuesta casi nunca ha sido un diálogo útil. Uno que nos haya llevado a entendernos mejor. No. La respuesta ha sido lincharnos en la plaza pública todos contra todos. No entendernos. Y no es que las denuncias no sean valiosas ni importantes. Lo han sido, pero… Yo no veo que le haya traído paz a las víctimas de un acoso, de un abuso. Mariana estaba en una situación que no es muy común para las personas que han sido agredidas: su agresor no vive en su misma ciudad. Vive bastante lejos. Ella sabía que al día siguiente de que esto pasara, él se había montado en un avión durante 3 horas para irse a su ciudad. Entonces, bueno, tampoco era una amenaza física inminente en mi vida. Después de un par de días, ya un poco más recuperada emocional y físicamente. Cuando ya dormía para descansar y no para evadir, cuando ya le entraba la comida, se quedó pensando… Que yo como periodista lo primero que quiero es saber, entender qué pasa, entender el mecanismo. Tengo una gran curiosidad de saber qué pasó… Por qué hizo lo que hizo. Cuál fue la lógica. Cómo llegamos ahí. A ese punto adonde él me deshumanizó de esa manera y me agredió. Así que tomó una decisión inesperada. Una que no hubiera podido siquiera imaginarse en las horas después del incidente. Lo desbloqueó del teléfono y le puso un mensaje en WhatsApp. Un mensaje simple. Al grano. Quiero hablar. Después de la pausa, Mariana confronta a su agresor. Ya volvemos… Para iniciar tu día, necesitas saber qué está pasando en el mundo y es por eso que debes escuchar Up First, el podcast de noticias matutinas de NPR. Son las noticias que necesitas para afrontar el día en menos de 10 minutos. Encuentra Up First en el app NPR One o donde escuches tus podcast. Alguna vez has llegado al viernes, reflexionas sobre los días que han pasado, y te has dicho: “¿Qué fue lo pasó?”. Soy Sam Sanders, el presentador del podcast It’s Been a Minute, donde todos los viernes nos ponemos al día con las noticias y los acontecimientos culturales de la semana, y tratamos de encontrarle el sentido a lo que está sucediendo. Encuéntralo en el app de NPR One o donde escuches tus podcasts. Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Soy Daniel Alarcón. Entonces, antes de la pausa, Mariana decidió escribirle a su agresor. Le mandó un mensaje diciéndole que quería hablar. Y a los 5 minutos recibió una respuesta que decía: “Muchas gracias. ¿Cómo le quieres hacer? Estoy a tu disposición”. Y bueno, desde aquí, Mariana misma nos cuenta. Hola. Bueno, ¿sí? Hola, Mariana… Hola. Decidí llamarlo y grabar la conversación. Con su consentimiento, claro. Y garantizándole que lo mantendría en anonimato. Al principio estaba tan nerviosa que se me olvidó ponerlo en altavoz. Este pues, todo lo que tengo que decirte… Empieza diciendo que lamenta todo lo que pasó. Ahí sí lo puse en altavoz. Pues, yo no quiero que me veas como una persona así, despreciable o mala, ¿no? O sea, jamás intentaría lastimarte ni hacerte daño, y eso fue lo que me dejó así, muy “shockeado” también. Entiendo, o sea entiendo, que esto te haya causado una sorpresa tan grande y que hayas reaccionado como lo hiciste. Y pues eso. Estoy llegando aquí, no he podido dejar de pensar en eso, ¿no? Este… Quisiera poder hacer algo para… para resarcir esto, para platicarlo, para… no sé, que esto se pueda digerir mejor ¿no? Que bueno. Que bueno. Justo necesito eso, ¿no? Porque… Porque creo que ahorita estamos viviendo un clima super violento en todas partes, en donde es muy fácil clasificarte a ti de violento y a mí de pendeja, y me parece que las cosas son más complejas que eso. Y que quiero entender, sobre todo, ¿qué chingados pasó? Él me agradece mi disposición de hablar con él, y me explica que realmente él no es así… No soy una persona así, no… no… no abuso de nadie, ni intento aprovecharme de nada ¿no? [Llora] Si no me querías lastimar, ¿qué pasó? Pues, o sea, yo no recuerdo haberte tocado ni nada, ¿no? No hice nada para agredirte. No me sorprendió que dijera eso. Para él —como seguramente para muchas personas— lo que él hizo no fue una agresión porque ni siquiera me tocó. Igual, en ese momento, a pesar de que me esperaba esa respuesta, me sentí indignada. Cansada. ¿Por qué tengo que explicar que sí es una agresión? ¿Por qué tengo que explicar algo tan obvio? Pero estar afuera del baño viéndome desnuda sin mi consentimiento es violento, es muy violento. Viola mi espacio, viola mi consentimiento… Porque invade, lastima, humilla, ofende, duele. Yo lo único que puedo decirte es que fue un momento en que yo me sentí invitado, me sentí con una correspondencia que veo que fue en mi cabeza. Y por… Pues por lo que habíamos pasado, ¿no? Por la convivencia que tuvimos y… Y pues porque eres guapa, me gustas… Cuando él dice “lo que habíamos pasado” se refiere a un par de pláticas en torno a una serie de animación japonesa, y a que le di indicaciones de cómo llegar a Costco. Nada más. Ni un mínimo coqueteo de mi parte. Y es que esto es tan común. No soy la primera mujer a la que malinterpretan. No es raro que la amabilidad se interprete como coquetería. [Llanto] Quiero entender en qué momento te confundiste. O sea, entrando a la casa te dije, “buenas noches”. Pero si yo hubiera querido que…. no sé, que te metieras a mi cuarto, soy una persona capaz de pedirlo y no lo hice. ¿Cómo entendiste eso? Pues sí, fue una estupidez de mi parte, o sea, el que hayas dejado la puerta abierta entendí después que lo hacías por la gata, y pues eso fue… La puerta con el marco chueco estaba abierta apenas unos 8 centímetros, los que necesita la gata para pasar y acostarse en mi cama. No sé cómo comunicarte que no he tenido más miedo en toda mi vida, y que soy periodista en Tijuana, no mames… Sí entiendo que fallé en la confianza que depositaste completamente. Yo no sabía si ibas a entrar. Y claro, no me violaste, pero no te mereces un premio por no violarme ¿no? Tampoco… tampoco te va no a aplaudirte. No, claro que no. Creo que los batos no saben lo que se nos rompe cuando nos pasa eso. He pensado que quizá mi reacción esa noche, la rabia que sentí en ese momento, y la decisión de llamar a la policía, fue una reacción no solo contra él, sino contra todos. Una reacción a todas las veces que me han toqueteado en el metro, que me han chiflado, que me han jaloneado. Todas las veces que un hombre me ha hecho sentir que valgo menos. Que mi voz no importa. Una reacción hacia una cultura misógina. Sí, o sea yo creo que son muchas cosas, pero tengo claro que si no hubiera estado con el alcohol que traía y la marihuana que traía, pues, seguro que no tomo la decisión esa, ¿no? Abrupta, en ese momento. Es una justificación que no acepto, que nunca me ha convencido. Las sustancias no lo transforman a uno. Solo sacan a relucir lo que uno puede ser. Uno hace algo así por que ha internalizado una cultura machista, que deshumaniza a la mujer. Una cultura que le dice al hombre tú tienes poder, y las mujeres, pues… no. Traté de reconstruir con él cuando llegué con los policías. Quería explicarle bien algo que dije en ese momento… Y cuando estaban los policías preguntandote cosas sentí que lo estabas planteando como… como seducción fallida, ¿no? Y yo quería dejarle bien claro a los policías que… que para mí fue totalmente otra cosa. Y yo me acuerdo que yo nomás repetía, “te equivocaste”, pero yo no solamente me refería a “te equivocaste al entrar a mi cuarto”. Sino también te equivocaste de víctima, ¿no? Te equivocaste de alguien que iba a decir, “ay, pues, ya estamos aquí en mi casa” o “adelante”, o… O sea en mi cabeza es como: “¿Qué pensó?”. Que yo iba a voltear a ver, iba a verte en la oscuridad, iba a decir: “Ven ¿no?”. Porque probablemente lo que él quería, en su borrachera, era recrear una escena de porno. Una de esas donde el consentimiento de la mujer no importa, donde el tipo entra al baño, forcejean un poco, y ella termina cediendo y hasta disfrutando. Escenas de esas que contaminan y educan a generaciones enteras. Quería que le quedara bien clarito que nada más lejos de parecerme un halago, que… Cuando te vi afuera del baño reconocí una mirada de… de hacerme objeto. Y de que no me estabas pidiendo permiso. Y ese es un miedo que tú nunca vas a sentir, porque eres bato, nada más por eso. Y las mujeres lo sentimos una y otra vez. Sí, reconozco que esto es una injusticia y es algo malo. Y quisiera… quisiera poder resarcir. Hacer algo. Chingados, nomás no lo hagas. Pregunta. Si te gusta alguien pregunta. Deja que la otra persona responda. No sé por qué es tan complicado. Soy un tonto. O por lo menos actuó como tal. Me sigue pidiendo disculpas y ya me cansó. No hay muchas reflexiones que él haga que me satisfagan. Colgamos, y yo me siento más tranquila, por lo menos escuchada. Pero unos días después cuando oigo la conversación grabada, siento muchos huecos, momentos en que solo lloro y me gana la emoción. Y siento que debí haberlo confrontado más, pero también dejarlo hablar más. Así que una semana después decido volver a llamarlo. Con menos sentimiento de por medio. Más serena. Y, con suerte, más periodista. Hola. Hola. Hola, Mariana. ¿Cómo estás? En esta segunda llamada nos saludamos tranquilos. Hablamos brevemente de tonterías, pero rápidamente yo llevo la conversación a eso de justificar o explicar los abusos con el tema de las sustancias. Y me llama la atención porque Kevin Spacey, que ahorita está metido en un bronconón porque todo el mundo lo está denunciado por acoso sexual, él lo está vinculando a la adicción… Él lo está vinculando… ¿Sí, alcohol? Sí, creo que alcohol, sí, me parece. Y también está yendo a un centro de rehabilitación como tipo como Alcohólicos Anónimos para personas que son adictas al sexo. Y a mí me parece que… que el llamarle enfermo a un individuo no toca el fondo que es llamarle a una sociedad enferma. Sí, coincido. Pues sí, porque son reproducción, estas conductas son… no surgen de la nada, ni del diablo que le susurra a la gente, ¿no?, que haga cosas así [risas]. Son comportamientos estructurales, ¿no? Pues si tienen que ver con relaciones de poder. Entiende. O en teoría entiende. Es muy extraño que esta misma persona, en la práctica, no dejó de ejercer ese poder y llamarle otra cosa: error, borrachera, intento de ligar porque le gusto… Platicamos otra vez de mi decisión de hablar con él en vez de crucificarlo en las redes sociales. Él lo agradece. Me cuenta de un caso de un amigo que fue acusado públicamente de agresión por la novia que tenía. Todo fue un desastre. La mujer publicó una carta donde más que explicar lo que había pasado —al parecer una nalgada sin consentimiento— lo que hacía era insultarlo. Y eso, pues, pasó lo que tú dices: que se polarizó la gente. Había gente que tomaba partido, pero nada más como por tomar partido. Cuando le pregunto que si él tomó alguna postura pública frente al tema me dice: No, y sí me presionaron como para tener ahí la postura pública, sobre todo la chava. Y yo no lo quise hacer hasta tener la versión de los dos y realmente que era, de que estábamos hablando, ¿no? Y el debate se fue hacia otros cosas, hacia otras… Ya se volvió más personal, hubo… Y no me pareció tampoco participar en una orda linchadora. Y después me dice que realmente su postura pública fue… Sí, hacer como la revisión y… y un diálogo para establecer nuevas formas, contratos de… que incluyeran el cortejo y las relaciones entre parejas. Voy a repetir en caso de que no se entienda bien: lo que propuso de manera pública, según él, fue básicamente “revisar las formas de cortejo y los contratos que hay para las relaciones de parejas”. Cualquiera que lo oyera creería que él jamás sería capaz de hacer lo que hizo. Él no se reconoce en lo que hizo Fue muy impactante para mí que me dijeras que me habías visto como un ser despreciable. Y eso… eso me puso, pues, mal, pero mal. O sea que tengas esa imagen de mí me perturba mucho. Y de nuevo me agradece la oportunidad de haberlo oído. Le digo que estas conversaciones me dieron un poco de paz. Por lo menos más de la que me hubieran dado otras vías como la rabia, la venganza o exponerlo en la plaza pública. ¿Vas a hacer algo diferente después de esto? Pues claro, claro, esto me pone nuevos límites y más atención y alertas. Ser más consciente. Y sí, no propiciar esas situaciones… Quiero creerle. Dado que él menciona a las mujeres en su vida, le pregunto qué le diría a sus hijas sobre cómo enfrentar el acoso. Tienen que aprender a convivir con eso, ¿no? A también aportar lo que pueden aportar para modificarlo. Hablándolo con sus amigas, participando, acciones colectivas en campañas. O en su entorno, platicando con la gente que las rodea. Yo creo que así es como se pueden ir modificando esos patrones o comportamientos, ¿no? Me da tristeza que una vez más se saque de la ecuación. Como lo plantea, el problema del acoso parece que fuera solo de las mujeres. Mexicanas, argentinas, chilenas, francesas… En todos lados denunciamos y hablamos entre nosotras y rara vez con ellos. Pero parece no importar: seguimos topándonos con agresores como él, que ni siquiera se asumen como tales y que casi nunca se plantean platicar entre ellos para modificar patrones y comportamientos. Para mí fue un ejercicio brutal hablar con él sintiéndome herida y vulnerable. Reconozco que fui muy afortunada. Afortunada de haber encontrado apoyo en los policías y en los amigos que me acompañaron esa noche. Afortunada también porque a todos los que les conté lo que pasó (mujeres y hombres) me apoyaron y reaccionaron sin justificar sus acciones. Todos, sin excepción, entendieron que para mí ese acto fue violento y apoyaron mi decisión de llamar a la policía. Pero también fui afortunada al dar con un agresor que era poco más que un voyeur y no un violador. Un depredador hubiera reaccionado muy diferente al ser visto. Y también estuvo dispuesto a hablar conmigo durante horas sobre un un tema que era muy incómodo para él. Y reconozco que se mostró arrepentido y con disposición a entender lo que le estaba diciendo. Y sí, ya para el final de la llamada sentía algo de paz por haber sido escuchada, y con eso me quedo. Qué extraño decirte, pero… gracias… Gracias yo te digo a ti… Yo siento que esto ha sido… ha sido una reflexión bastante fuerte para mí. Y todo como lo hiciste, o sea: Pato, los policías, ayudaron bastante a que tomara una dimensión real de todo esto. Y te agradezco esta oportunidad de poderlo confrontar y dialogar, y aprender. Cuando vuelvas a estar enfrentado con esas situaciones, ojalá puedas tomar una postura de reflejarle a los hombres como están siendo violentos y no solapar. Eso ayudaría un montón… Sí, sí. Te mando un abrazo, con cariño. Fraterno. Gracias. Estamos en contacto. Si quieres y puedes, me puedes… este… desbloquear… Está bien, voy viendo cómo me siento, gracias. Bye. Han pasado meses y no lo he desbloqueado. Mariana Martinez es periodista y vive en Tijuana. Camila Segura es nuestra editora principal. Esta historia fue editada por Silvia Viñas y por mí. La música, el mezcla y el diseño de sonido son de Andrés Azpiri. El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Jorge Caraballo, Patrick Mosley, Laura Pérez, Ana Prieto, Barbara Sawhill, Ryan Sweikert, Luis Trelles, David Trujillo, Elsa Liliana Ulloa, y Luis Fernando Vargas. Carolina Guerrero es la CEO. Radio Ambulante se produce y se mezcla en el programa Hindenburg PRO. Conoce más sobre Radio Ambulante y sobre esta historia en nuestra página web: radioambulante.org. Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.

Translation Word Bank
AdBlock detected!

Your Add Blocker will interfere with the Google Translator. Please disable it for a better experience.

dismiss