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Radio Ambulante - Torres de papel

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Jugaron a lo seguro y no lo fue.

Andrea Echeverri y Jorge Toro compraron un apartamento en Medellín y lo remodelaron como quisieron. Su plan era perfecto: en tres años recuperarían la inversión, lo venderían y se irían a vivir fuera de la ciudad con sus perros. Efectivamente se fueron de ahí en los tiempos previstos, pero por razones muy diferentes a las que pensaban.

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:
Este
episodio
contiene
lenguaje
explícito,
se
recomienda
discreción.
Esto
es
Radio
Ambulante
desde
NPR,
soy
Daniel
Alarcón.
Al
suroriente
de
Medellín,
en
Colombia,
hay
un
barrio,
principalmente
de
clase
alta
muy
conocido:
El
Poblado. El
Poblado
es
una
comunidad
donde
vos
estás
inmerso
en
edificios
de
altura.
Entonces
tenés
una
ventaja:
es
una
vista
privilegiada
sobre
Medellín.
Como
estás
en
la
ladera,
sentís
una
frescura
diferente.
O
sea,
sentís
un
alivio
estar
ahí
en
esa
zona.Él
es
Jorge
Toro.
Un
día,
en
2010,
mientras
caminaba
por
una
esquina
de
El
Poblado
con
su
esposa,
Andrea
Echeverri,
se
encontraron
con
una
valla.
En
esa
época
estaban
planeando
comprar
su
primera
vivienda
juntos,
y
por
eso
les
llamó
la
atención.Promocionaba
un
nuevo
proyecto
inmobiliario:
Continental
Towers.
Esta
es
Andrea. Entonces
Jorge
me
dijo:
“Ah,
entremos”
pues
un
domingo
está
la
sala
de
ventas
abierta.
Una
entraba
y
estaba
pues
la
portería,
una
zona
verde
pues
pequeñita,
un
parqueadero
para
visitantes.
Entraba
uno
y
estaba
un
espejo
de
agua
hermoso,
con
un
lobby
súper
bonito.
Parecía
un
hotel”. El
proyecto,
que
apenas
estaban
terminando
de
construir,
consistía
en
64
apartamentos,
distribuidos
en
un
par
de
torres
de
19
pisos
cada
una.
Quedaba
frente
a
una
de
las
vías
más
importantes
de
la
ciudad:
la
Avenida
Las
Palmas.
A
Andreéa
y
a
Jorge
les
mostraron
el
apartamento
505
de
la
torre
1,
tenía
vista
hacia
el
oriente
y
el
occidente
y
unos
140
metros
cuadrados,
que
es
grande
para
dos
personas…
Pues
a
no
me
gustó.
Pues
porque
era
súper
extraño.
Porque
era…
es
que
era
muy
raro.
Era
la
cocina
arriba
en
el
segundo
piso
y
el
comedor,
y
uno
llegaba,
abría
la
puerta,
y
eran
las
habitaciones.
Y
yo
le
decía
a
Jorge
que
qué
era
eso
tan
raro.Pero
la
persona
que
les
estaba
mostrando
el
apartamento
les
dijo
que,
como
no
lo
habían
terminado,
podían
remodelarlo… “Y
lo
ponemos
como
ustedes
quieran”.
Ya
tenía
paredes
y
Jorge
les
dijo:
“No,
es
que
yo
no
lo
quiero
así,
yo
quiero
es
que
sea
tipo
loft”.
“Ah
no,
no
hay
problema
y
las
quitamos.
Pues
aquí
no
pasa
nada”.El
apartamento,
con
todas
las
remodelaciones,
costaba
290
millones
de
pesos
de
la
época,
que
eran
poco
más
de
160
mil
dólares.
Para
ellos,
que
eran
una
pareja
joven
de
no
más
de
35
años,
les
pareció
un
buen
precio,
y
les
gustó
la
opción
de
remodelarlo
como
quisieran.
El
inconveniente
era
que,
aunque
ellos
tenían
la
mitad
de
esa
plata
ahorrada,
estaba
destinada
para
otro
proyecto.
Así
que
lo
conversaron.
Dentro
de
las
ilusiones
nuestras
es
ir
a
vivir
a
una
finca
porque
pues
convivimos
con
perros,
vámonos
a
vivir
a
una
finca.
Curiosamente
los
bancos
en
esa
época
no
prestaban
para
un
lote.
Yo
le
dije
a
Andrea:
vea,
a
me
da
un
punto
de
equilibrio
a
los
tres
años.
A
los
tres
años
nos
vamos
de
acá,
vendemos
el
apartamento,
recuperamos
la
inversión
y
nos
queda
algo
para
ir
a
buscar
un
lote.El
plan
sonaba
muy
bien…
Pagaron
la
mitad
del
apartamento
con
sus
ahorros
y
el
resto
con
un
préstamo
de
un
banco. Y
pues
el
negocio
se
cerró
relativamente
rápido.Esa
era
mi
primera
casa.
Era
mi…
mi
primera
inversión
grande. Se
mudaron
menos
de
un
año
después,
cuando
los
arreglos
estuvieron
listos.
En
ese
momento,
Andrea
y
Jorge
fueron
de
los
primeros
propietarios
en
irse
a
vivir
a
Continental
Towers.
Estaban
felices. Vivíamos
en
un
quinto
piso
donde
nadie
nos
molestaba
y
no
había
cortinas
en
ninguna
parte.
La
vista
era
espectacular.
Era
súper
limpio,
la
luz
era
impresionante.Tenías
una
terraza
de
40
metros
cuadrados.
Lo
normal
es
que
los
viernes
nosotros
siempre
teníamos
gente
ahí.
Siempre
venían
amigos.
A
todo
el
mundo
le
encantaba.
Pues
es
que
era
un
apartamento
muy
agradable.Pero
al
muy
poco
tiempo,
cuando
ya
el
edificio
empezó
a
llenarse,
comenzaron
a
pasar
cosas
que
les
parecían
un
poco
extrañas:
una
vecina
que
se
metió
con
su
carro
al
espejo
de
agua,
otro
que
dejó
una
vela
prendida
y
se
incendió
su
apartamento…O
se
caían
unos
por
el
balcón
o
se
agarraban
a
puño
los
otros
en
la
puerta,
o
el
que
entraba
prostitutas
al
otro
apartamento.
Todos
los
fines
de
semana
siempre
había
algo.
Las
historias
de
allá
son
una
cosa
de
locos.
No,
eso
no
era
un
edificio
normal.
Eso
no
era
un
edificio
normal.
Es
como
si
tuviera
una
nube
negra
encima.
Allá
pasaban
cosas
que
no
pasan
en
ninguna
otra
parte.Pero
en
realidad
no
les
parecían
razones
tan
fuertes
como
para
irse
de
ahí.
Igual
estaban
en
una
de
las
mejores
esquinas
de
El
Poblado
y
aún
tenían
una
deuda
con
el
banco.
Así
que
continuaron
con
su
plan
de
quedarse
en
Continental
Towers
por
tres
años…
y
eso
fue
lo
que
pasó:
a
los
tres
años
se
irían
de
ese
apartamento,
solo
que
por
razones
muy
diferentes
a
las
que
pensaban.
Los
problemas
graves
estaban
por
comenzar.
El
periodista
Adrián
Atehortúa
viene
investigando
esta
historia
desde
hace
un
tiempo
y
la
produjo
con
nuestro
productor
senior
David
Trujillo.
Después
de
la
pausa,
Adrián
nos
sigue
contando.
Ambulantes,
hoy
vengo
a
pedirles
su
ayuda.
Radio
Ambulante
Estudios
necesita
de
su
comunidad
hoy
más
que
nunca,
para
seguir
haciendo
periodismo
que
te
informa
y
te
acerca
a
América
Latina.
Somos
una
organización
sin
fines
de
lucro
y
la
ayuda
de
nuestra
comunidad
es
vital
para
hacer
con
nuestro
trabajo.
Cualquier
donación,
no
importa
si
es
por
única
vez
o
si
decides
hacerla
de
manera
recurrente,
es
vital
para
nosotros.
Si
quieres
ser
Deambulante,
ingresa
a
radioambulante.org/donar.
¡Mil
gracias!
Estamos
de
vuelta,
acá
Adrián. A
pesar
de
los
episodios
incómodos
que
ocurrían
en
Continental
Towers,
Andrea
y
Jorge
siguieron
viviendo
en
el
apartamento
505
como
lo
habían
planeado.
Tenían
un
supermercado
grande
cerca,
una
iglesia
al
lado
y
la
zona
era
tan
tranquila
y
segura
que
podían
sacar
a
pasear
a
sus
tres
perros
a
cualquier
hora
sin
ningún
problema.
La
vida
ahí,
dentro
de
todo,
transcurría
muy
cómodamente. Hasta
que
en
2013,
cuando
llevaban
tres
años
viviendo
ahí,
empezaron
a
notar
una
pequeña
falla
en
su
apartamento
perfecto:
las
puertas
de
los
ventanales
no
cerraban
bien.
Es
decir,
no
encajaban
en
los
marcos.
Entonces
pues
para
irse
uno
a
trabajar
con
tres
perros…
Pues
yo
tenía
que
cerrar
la
casa.
Me
tocaba
llamar
a
la
ingeniera:
“Vea,
no
me
cierra
la
puerta”,
entonces
cada
vez
que
iban
la
cepillaban.
O
sea,
lo
que
hacían
era
que
cepillaban
la
parte
de
arriba
pa
que
la
puerta
cerrara. Pero
por
más
que
la
pulieran,
una
y
otra
vez,
siempre
volvía
a
pasar
lo
mismo.
O
sea,
la
puerta
terminó
siendo
un
triángulo.
Pues
eso
ya
no
era…
ya
no
era
un
rectángulo.
Y
yo
les
decía
a
los
ingenieros
eso
no
es
normal.Pero
la
ingeniera
encargada
ni
lo
discutía.
Simplemente
enviaban
obreros
para
repararla
las
veces
que
fuera
necesario.
Pero
no
solo
era
esa
puerta,
también
había
otros
daños
evidentes
en
las
áreas
comunes
del
edificio.
Por
ejemplo,
el
salón
social
se
la
pasaba
inundado.
Y
eso
arreglaban
y
volvía
y
salía
la
misma
humedad
y
los
tubos
se
vivían
reventando.
Entonces
el
sauna
del
gimnasio
nunca
funcionaba.Y
en
los
pasillos
aparecían
grietas
y
había
ladrillos
que
se
movían… Salían
así
bloquecitos…
de
verdad.
En
el
corredor
había
uno
que
Jorge
quitaba
y
me
decía:
“Pues,
¿pues
estos
hijueputas
qué?
¿Qué
cemento
usan?
Pues
mirá”.En
esa
época,
Andrea
trabajaba
como
asistente
administrativa
en
una
firma
de
ingenieros.
Como
los
del
Continental
Towers
no
les
daban
explicaciones
de
los
daños,
decidió
tomarles
fotos
y
mostrárselas
a
sus
compañeros
de
trabajo.
Quería
saber
qué
opinaban
y
si
era
normal
que
este
tipo
de
cosas
pasaran. Y
ellos
decían:
“Eso
no
es
normal.
Eso
está
muy
raro,
esas
grietas
no
deberían
de
ser.
En
ese
edificio
está
pasando
algo”. Pero
fuera
lo
que
pasara,
seguía
siendo
un
misterio.
Ni
Jorge,
ni
Andrea,
ni
los
compañeros
de
ella
encontraban
explicaciones
aparentes.
Y
la
administración
del
edificio
no
se
preocupaba
mucho:
si
había
un
daño
acá,
reparaban…
si
había
otro
acá,
reparaban…
otro
más,
reparaban.
Pero
la
situación
se
puso
mucho
más
preocupante
a
mediados
de
ese
año,
2013.
Para
ese
momento,
el
edificio
ya
estaba
prácticamente
lleno.
Jorge
es
aficionado
a
las
motos,
y
esa
mañana,
cuando
entró
al
parqueadero,
vio
una
que
le
gustaba
mucho.
Estaba
estacionada
al
lado
de
una
columna
y
quiso
tomarle
una
foto.
Y
le
estaba
tomando
una
foto
cuando
sintió
Jorge
un
plim.
Acto
seguido,
la
columna
me
tira
un
pedazo
de
concreto.
Le
cayó
una
piedra
y
unas
piedritas.
Le
salpicó.
El
pedazo
me
cayó
y
empecé
a
tomar
fotos. Lo
que
se
veía
en
las
fotos
era
una
pequeña
grieta
entre
la
columna
y
el
piso,
y
una
de
las
esquinas
de
abajo
estaba
resquebrajada.
Al
día
siguiente,
Andrea
se
las
mostró
a
uno
de
sus
compañeros
de
la
oficina,
un
ingeniero.
Raúl
dijo:
“¿En
dónde
es
esto?”
Y
yo:
“En
el
parqueadero”.
“¿Pero
de
qué
parte
del
parqueadero?”
Y
yo:
“El
primer
piso”.
Le
dijo:
“Danilo,
vení
y
mirá”.
Entonces
Danilo:
¿En
qué
parte
es?
Y
yo:
“En
el
parqueadero,
abajo”.
“Margarita,
venga,
mire”.
Y
entonces
ya
eran
todos
mirando
y
yo
¿pero
qué
está
pasando?
Y
entonces
ellos
todos
serios
me
dijeron:
“Esto
es
una
implosión
por
compresión,
se
tienen
ir
ya
de
ahí”.Una
implosión
por
compresión
significaba
que
esa
columna
se
había
agrietado
porque
no
tenía
la
resistencia
suficiente
para
aguantar
el
peso
del
edificio.
Todo
parecía
tener
sentido
ahora:
las
puertas
de
los
ventanales
nunca
iban
a
cerrar
bien,
las
tuberías
nunca
iban
a
parar
de
romperse
y
los
ladrillos
no
dejarían
de
agrietarse,
porque
la
estructura
del
edificio,
según
la
foto,
estaba
cediendo.
Andrea
llamó
a
Jorge
en
ese
momento
y
trató
de
contarle
como
mejor
podía
lo
que
le
acababan
de
decir.
Uno
de
sus
compañeros,
desesperado
por
la
gravedad
del
asunto,
le
pidió
el
teléfono
para
hablar
con
Jorge. Pásemelo,
pásemelo.
Me
decía
Danilo:
“Vea
Jorge,
es
muy
sencillo:
usted
tiene
dos
pies.
Si
a
usted
le
cortan
un
pie,
se
cae
pa
un
lado.
Eso
es
así.
Tienen
que
hacer
algo
ya.
O
sea,
ese
edificio
se
va
a
caer”.
No,
yo
estaba
paralizada.
A
me
dio
de
todo.
Pues
vos
verlos
en
ese
grado
de
estrés
y
todos
pegados
de
una
foto.
A
el
corazón
se
me
iba
a
salir.
Pues,
no…
yo
estaba
paniqueada.Jorge
decidió
hablar
con
algunos
vecinos
para
ver
qué
podían
hacer.
Necesitaban
reunirse.
El
primero
en
el
que
pensó
fue
en
un
vecino
que
siempre
que
lo
veía,
se
quejaba…Que
el
apartamento
de
él
estaba
súper
deteriorado.
El
hombre
se
salía
y
se
rasgaba
las
vestiduras
y
decía
es
que
esto
está
gravísimo.Los
vecinos
no
le
habían
prestado
atención
realmente,
porque
pensaban
que
sus
comentarios
podían
generar
pánico.
Ahora,
ya
sabiendo
lo
de
la
implosión
por
compresión,
Jorge
lo
buscó
y
le
pidió
permiso
para
entrar
a
su
apartamento
y
tomar
fotos.
El
vecino
aceptó
y
cuando
Jorge
entró,
no
podía
creer
la
dimensión
de
las
grietas
en
los
muros.
Hacé
de
cuenta
que
hubieras
metido
a
ese
apartamento
un
carro
y
hubieran
empezado
a
pegarle
a
los
muros
para
que
los
muros
se
fueran
a
caer.
Así
estaba
el
apartamento
de
ese
señor.Y,
claro,
Andrea
y
Jorge
nunca
habían
visto
esas
fallas
en
su
apartamento
porque
simplemente
habían
quitado
la
mayoría
de
las
paredes
durante
la
remodelación.
Pero
después
de
ver
la
magnitud
de
esos
daños,
no
les
quedaban
dudas
de
que
muy
seguramente
había
otros
vecinos
con
problemas
iguales
o
peores.
Entonces
decidieron
buscar
evidencia.
Lo
primero
fue
pedirle
a
la
administración
el
libro
donde
recogían
las
quejas
de
los
propietarios.Cuando
yo
cojo
ese
libro,
eran
64
apartamentos,
180
reclamaciones.
Lo
curioso
es
que
empezabas
a
ver
que
eran
repetitivas:
cuatro
o
cinco
veces
lo
mismo,
lo
mismo,
lo
mismo,
la
misma
grieta,
la
misma
fisura,
la
puerta
que
abre
y
después
no
cierra,
o
la
puerta
que
vas
a
salir
y
no
te
deja
salir
porque
la
puerta
está
bloqueada. Jorge
fue
a
varios
de
esos
apartamentos
a
pedir
que
le
dejaran
tomar
fotos
de
los
daños.
Los
vecinos,
que
desde
hace
mucho
pedían
soluciones,
accedían
sin
problema.
Cuando
registró
todos
los
daños,
armó
una
presentación
en
PowerPoint
y
con
los
vecinos
pidieron
una
reunión
extraordinaria
a
la
junta
administrativa
de
Continental
Towers.
La
aceptaron
rápidamente
y
convocaron
no
solo
a
los
propietarios
de
los
apartamentos,
sino
a
los
representantes
de
la
firma
constructora
del
edificio:
Constructora
de
Obras,
o
mejor
conocida
por
sus
siglas,
CDO.
Andrea
y
Jorge
sabían
de
esa
constructora
incluso
antes
de
comprar
el
apartamento.
De
hecho
ese
fue
un
factor
que
les
dio
seguridad
para
firmar
el
contrato,
porque
es
una
empresa
muy
reconocida
en
Medellín
desde
hace
varios
años.
Su
fundador,
Álvaro
Villegas,
además
de
ser
ingeniero
civil
y
un
empresario
importante
en
la
región,
fue
alcalde
de
Medellín,
gobernador
del
departamento
y
presidente
del
Senado
de
la
República.
Y
aquí
hay
que
explicar
un
detalle:
para
hacer
la
construcción
de
Continental
Towers,
CDO
había
creado
una
figura
jurídica
diferente,
algo
así
como
una
empresa
de
papel.
Es
algo
que
suelen
hacer
las
constructoras
con
cada
proyecto
para
que,
en
caso
de
que
algo
malo
pase,
no
resulte
comprometida
la
empresa
matriz.
En
este
caso
la
figura
jurídica
se
llamaba
Alsacia-CDO
y
era
la
directamente
responsable
de
todos
los
asuntos
administrativos
del
edificio.
Recuerden
ese
nombre,
Alsacia-CDO,
porque
va
a
ser
importante
después.
Volvamos
al
momento
de
la
asamblea
extraordinaria.
A
esa
reunión,
además
de
los
propietarios,
fueron
tres
representantes
de
CDO:
el
gerente,
Pablo
Villegas,
que
es
hijo
del
fundador.
Su
mano
derecha
y
directora
de
obra
de
la
compañía,
María
Cecilia
Posada.
Y
Jorge
Aristizábal,
el
ingeniero
calculista
de
esa
obra,
es
decir,
el
responsable
de
calcular
y
gestionar
los
materiales
y
las
cantidades
necesarias
para
la
construcción
del
edificio.
Era
la
primera
vez
que
muchos
en
esa
reunión
los
veían.
La
asamblea
extraordinaria
empezó.
Los
vecinos
les
mencionaban
a
los
de
CDO
los
múltiples
daños,
las
reparaciones
inútiles
que
habían
hecho
los
ingenieros
y
les
preguntaban
directamente
si
existía
la
posibilidad
de
que
esto
fuera
peligroso.
Andrea
y
Jorge
se
acuerdan
muy
bien
de
la
actitud
despreocupada
y
hasta
burlona
que
tomaron
los
de
CDO,
particularmente
de
un
gesto
que
tuvo
Aristizábal,
el
calculista: Se
paró
y
le
hacía
así
al
piso
brincando
y
decía:
“Ustedes
viven
en
los
edificios
más
seguros
del
mundo”.
Así
súper
arrogante.Pero
el
tono
burlón
les
cambió
cuando
Jorge
empezó
a
mostrarles
la
presentación
en
PowerPoint
que
había
preparado. La
cereza
del
postre
fue
cuando
yo
les
mostré
la
última
foto
y
tenía
la
columna
reventada.
Les
dije:
“¿Entonces
esto
también
es
del
edificio
más
seguro
del
mundo?”
Esa
gente
inmediatamente
se
empezaron
a
mirar
entre
ellos.Esos
manes
se
paniquearon.
El
Aristizábal
dejó
de
hacer
sus
chistecitos
y
Pablo
Villegas
no
hacía
sino
míreme
y
míreme
y
míreme,
y
María
Cecilia
no
sabía
dónde
meterse. Esa
columna,
la
misma
que
le
había
escupido
un
pedazo
de
concreto
a
Jorge,
era
la
prueba
reina
de
todo
lo
malo
que
estaba
pasando
en
Continental
Towers.
A
los
de
CDO
no
les
quedó
otra
y
accedieron
a
lo
que
Jorge
y
Andrea
ya
sabían
que
se
tenía
que
hacer:
un
estudio
de
patología.
Los
compañeros
ingenieros
de
Andrea
ya
les
habían
explicado
que,
básicamente,
se
trataba
de
estudiar
la
estructura
y
los
materiales
con
los
que
se
construyó
el
edificio
para
determinar
una
solución
a
las
constantes
fallas
que
se
presentaban.
Cuando
se
terminó
la
reunión,
le
pidieron
a
Jorge
que
los
llevara
al
punto
exacto
donde
estaba
la
columna.
Así
fue,
y
al
día
siguiente
la
cubrieron
con
un
plástico
que
ocultaba
la
grieta.
Aunque
el
compromiso
del
estudio
de
patología
los
había
tranquilizado,
eso
no
duraría
mucho.
El
sábado
siguiente
a
la
reunión,
el
12
de
octubre
de
2013,
es
una
de
las
noches
que
más
recuerdan
los
habitantes
de
Medellín.
Como
a
las
7
de
la
noche,
Jorge
se
asomó
a
la
terraza
de
su
apartamento.
Quería
ver
un
carro
antiguo
que
habían
contratado
para
un
matrimonio
en
la
iglesia
cercana.Yo
estaba
mirando
hacia
la
izquierda
y
mi
mente
estaba
enfocada
en
ver
ese
carro
antiguo
que
venía
bajando
un
matrimonio.
En
ese
momento
se
siente
un
ruido
como
cuando
una
volqueta
empieza
a
dejar
caer
piedras,
que
suena
el
golpe
de
las
piedras
sobre
su
metal
del
volco.
Cuando
de
un
momento
a
otro
vos
empezás
a
notar
que
todos
los
postes
del
frente,
de
los
postes
que
conducen
la
energía
y
los
árboles,
empiezan
a
hacer
el
vaivén,
empiezan
a
tensionar
y
distensionar.
Empezó
a
temblar,
pero
no
a
temblar
a
los
lados,
como
normalmente
empieza
a
temblar. Parecía
como
un
rebote.
Como
una
pelota
de
estas
de
gimnasio
que
caen
y
caen
como
en
seco.
Pa
arriba
y
pa
abajo,
pa
arriba
y
pa
abajo,
pa
arriba
y
pa
abajo.
Pues
yo,
claro,
obvio,
entré
en
pánico.
¡Se
cayó
este
hijueputa!
O
sea,
nos
matamos
todos.
Entonces
Jorge
me
agarró
duro
y
me
dijo:
“Chaquetas,
collares,
perros.
Nos
fuimos”.Salieron
corriendo
con
sus
tres
perros.
Bajaron
por
las
escaleras
en
medio
del
pánico
de
los
demás
vecinos
que,
como
ellos,
también
huían
sin
entender
exactamente
qué
estaba
pasando.
Fueron
de
los
primeros
en
estar
abajo. Yo
recuerdo
cuando
salí,
venía
saliendo
una
gente
del
parqueadero
de
Space,
y
decían:
“Esto
se
prendió,
esto
se
prendió”. De
Space,
un
edificio
que
estaba
en
la
cuadra
del
frente,
a
la
derecha,
a
solo
unos
200
metros
de
Continental
Towers…
Lo
único
que
se
alcanzaba
a
ver
en
esa
dirección
era
una
nube
de
polvo
muy
densa
que
se
hacía
cada
vez
más
grande.
A
través
de
ella
había
unos
destellos
que
parecían
fuego…
pero
no
se
trataba
de
un
incendio. Y
no
es
que
se
haya
prendido,
sino
que
había
unas
luces,
unas
lámparas
de
alumbrado
público,
son
de
color
anaranjado,
entonces
el
polvero,
vos
veías
eso
en
llamas.
Como
si
fuera
fuego. Cuando
la
nube
de
polvo
se
fue
disipando,
los
vecinos
vieron
lo
que
realmente
sucedió:
no
era
un
terremoto.
Tampoco
una
avalancha.
Lo
que
había
pasado
era
que
la
torre
6
del
edificio
Space,
de
26
pisos,
había
colapsado
por
su
propio
peso.El
edificio
no
hizo
una
implosión,
sino
que
él
empezó
a
caerse
como
un
naipe,
a
regarse.
El
se
regó
toda
la
parte
frontal,
se
derramó.
Así
fue.Fue
entonces
cuando
los
vecinos
de
Continental
Towers
entraron
en
otro
tipo
de
pánico.
Porque
Space
también
había
sido
construido
por
CDO,
la
constructora
que
había
hecho
el
edificio
donde
vivían.
Y
dijimos:
“No,
esto
aquí
está
igual,
esto
va
a
tener
el
mismo
fin”.
Una
pausa
y
volvemos.
Estamos
de
vuelta
en
Radio
Ambulante,
soy
Daniel
Alarcón.
Antes
de
la
pausa,
Andrea,
Jorge
y
otros
habitantes
de
Continental
Towers
acababan
de
presenciar
la
caída
de
la
torre
6
del
edificio
Space,
el
12
de
octubre
de
2013.
Andrea
estaba
ahí,
a
unos
metros
y
recuerda
bien
lo
que
se
sentía
en
esos
primeros
momentos
después
del
derrumbe… Era
una
sensación
de
soledad
y
un
silencio…
ustedes
no
se
alcanzan
a
imaginar
la
tristeza
que
se
sentía.
Era
horrible. Empezó
a
llover
y
la
gente
de
los
edificios
vecinos
sacó
ropa
para
los
que
habían
logrado
salir
de
Space.
Llegaron
ambulancias,
paramédicos,
bomberos,
rescatistas… Todo
fue
muy,
muy
triste.
Ya
ver
llegar
los
perros,
empezar
a
buscar
cuerpos.
Y
nadie
quería
subir
al
apartamento,
pues
ya
era
de
madrugada
lloviendo
y,
pues,
qué
va
a
dormir
uno.Y
menos
sabiendo
que
CDO
era
la
misma
constructora
de
su
edificio,
que
tantos
problemas
estaba
teniendo.
Adrián
nos
sigue
contando.La
lluvia
complicó
muchísimo
los
intentos
de
rescate.
La
atención
del
país
sigue
concentrada
en
Medellín,
donde
organismos
de
socorro
adelantaron
durante
toda
la
noche
labores
de
búsqueda
de
las
personas
desaparecidas
en
el
conjunto
residencial
Space. Ni
Andrea
ni
Jorge
ni
sus
vecinos
sabían
que,
hasta
el
día
de
su
caída,
los
habitantes
de
Space
habían
vivido
exactamente
lo
mismo
que
ellos.
Desde
su
construcción,
y
durante
los
últimos
dos
años,
venían
haciendo
reclamos
constantes
por
fallas
estructurales.
Así
que
un
noticiero
de
la
ciudad
hizo
una
nota
al
respecto
el
11
de
octubre,
justo
un
día
antes
del
colapso.
Este
es
un
testimonio
de
una
de
las
residentes.
Cada
uno
de
los
apartamentos
de
nosotros
ha
sufrido
grietas
profundas,
los
closets
y
las
puertas
están
colgadas.
Han
pasado,
pues,
cosas
que
venimos
hablando
con
la
constructora
hace
mucho
y
que
no
han
sido…
pues,
algunas
han
sido
atendidas,
pero
sentimos…Ese
mismo
día,
funcionarios
del
Departamento
de
Gestión
de
Riesgo
y
Desastres,
DAGRD,
fueron
a
Space
para
revisar
los
daños
que
reportaban
los
habitantes.
En
esa
inspección
descubrieron
una
falla
por
compresión
en
una
columna
estructural
de
la
torre
6…
una
falla
muy
parecida
a
la
que
había
fotografiado
Jorge
en
Continental
Towers.
Los
representantes
de
la
constructora
CDO
también
estuvieron
ahí,
y
dijeron
que
no
existía
ningún
riesgo.
Mencionaron
el
premio
de
arquitectura
que
había
ganado
Space
hacía
poco
y
recordaron
la
experiencia
y
el
prestigio
de
la
compañía.
Jorge
Aristizábal,
el
ingeniero
calculista
y
que,
recordemos,
fue
el
que
les
dijo
a
los
habitantes
de
Continental
Towers
que
estaban
en
uno
de
los
edificios
más
seguros
del
mundo,
también
salió
en
el
noticiero.
Ahí
aseguró
que
no
había
nada
de
qué
preocuparse.
Se
presentó
un
evento
en
un
elemento
puntual
de
la
estructura,
que
estamos
trabajando
en
su
reparación,
pero
no
implica
en
absoluto
ningún
peligro
de
colapso
del
edificio
ni
de
seguridad
pa
las
personas
ni
pasó
nada,
pues,
que
hay
que
lamentar. Afortunadamente
al
DAGRD
le
pareció
grave
la
situación
y
ordenó
la
evacuación
inmediata
de
la
torre
6.
Gracias
a
esa
decisión,
se
salvaron
muchísimas
vidas,
pero
no
todas:
de
las
14
personas
que
estaban
en
el
edificio
cuando
se
vino
abajo,
solo
sobrevivieron
dos.
Tres
días
después
del
colapso,
encontraron
a
la
primera
víctima
mortal:
Juan
Esteban
Cantor,
un
joven
de
23
años,
habitante
de
Space
que
estaba
estacionando
su
carro
en
el
parqueadero
de
la
torre
6
cuando
colapsó.
Su
amigo,
Felipe
Ocampo,
sobrevivió
porque
el
impacto
lo
expulsó
del
edificio.
Durante
esa
semana
fueron
apareciendo
los
demás.
En
total,
pasarían
diez
días
para
conocer
el
saldo
final:
13
personas
bajo
los
escombros,
de
las
cuales
solo
sobrevivió
una:
el
vigilante
Jader
Lopera,
de
24
años.
Entre
las
víctimas
mortales
había
9
trabajadores
contratados
por
CDO,
entre
ingenieros
y
obreros,
que
intentaban
reparar
las
fallas…
Un
esfuerzo
inútil,
claro,
porque
según
explicaron
los
estudios
técnicos
después
del
colapso,
la
estructura
estaba
mal
construida
desde
el
principio
y
la
probabilidad
de
falla
era
casi
del
100%.
Las
otras
dos
víctimas
eran
vigilantes
de
esa
torre.
Uno
de
ellos
era
Jesús
Adrián
Colorado,
quien
fue
rescatado
con
vida.
Nunca
había
trabajado
en
Space
y
llegó
justo
esa
noche,
después
de
pasar
una
semana
de
vacaciones,
para
reemplazar
a
uno
de
sus
compañeros.
Murió
en
enero
de
2014,
después
de
pasar
tres
meses
en
cuidados
intensivos.
La
caída
de
Space
prendió
las
alarmas
en
la
ciudad.
Las
líneas
de
atención
del
DAGRD
colapsaron
con
llamadas
de
personas
de
toda
la
región
que
reportaban
que
en
sus
edificios
también
había
grietas.
No
todas
eran
graves,
pero
igual
la
gente
no
se
sentía
segura
después
de
lo
que
había
pasado.
Sin
embargo,
los
casos
más
preocupantes
no
estaban
tan
lejos
de
Space:
en
la
misma
cuadra
había
dos
edificios
más
construidos
por
CDO.
Continental
Towers
era
uno
de
esos.
Y
si
bien
entre
los
habitantes
de
los
tres
no
lo
supieron
hasta
ese
momento,
todos
venían
reportando
las
mismas
fallas
desde
hacía
meses.
Andrea,
también
alarmada,
empezó
a
presionar
mucho
más
para
que
CDO
hiciera
el
estudio
de
patología
de
Continental
Towers
que
ya
había
prometido.
Les
pedía
a
sus
vecinos
que
se
unieran
al
reclamo.
Algunos
la
apoyaban,
otros
no
tanto. Y
no
se
me
olvidan
esas
palabras
de
un
vecino:
“Andrea,
no
generes
pánico”.
Y
yo:
“¿No
genere
pánico?
¿No
genere
pánico?
Con
un
edificio
al
lado
en
el
piso”.Pero
gracias
a
ese
pánico,
varios
vecinos
se
pusieron
de
acuerdo
para
pagar
ellos
mismos
ese
estudio. Ahí
es
donde
entra
el
ingeniero
Rochel
a
nuestras
vidas.
Alabado
sea
el
Señor.
Nuestro
ángel
de
la
guarda.Mi
nombre
es
Roberto
Rochel,
yo
soy
ingeniero
civil.
He
ejercido
la
profesión
durante
50
años
y
dentro
del
campo
de
la
consultoría…Roberto
es
reconocido
en
su
gremio
como
una
autoridad
en
materia
de
consultorías
y
diseños
estructurales.
Además,
es
profesor
en
EAFIT,
una
de
las
universidades
más
prestigiosas
de
la
ciudad,
donde
ha
enseñado
a
varias
generaciones
de
ingenieros.
Por
eso,
los
vecinos
de
Continental
Towers
lo
contactaron.
Roberto
arrancó
su
estudio
de
patología
ocho
días
después
de
la
caída
de
Space. Lo
primero
que
uno
hace
es
revisar
que
la
estructura
que
se
construyó
corresponda
a
los
planos
que
se
tienen
de
diseño.Y
que
la
calidad
de
los
materiales
que
se
usaron
también
corresponda
a
ese
diseño…
Pero
cuando
Roberto
llegó
con
su
equipo
a
hacer
la
inspección
se
encontraron
con
la
administración
del
edificio,
que
estaba
a
cargo
de
la
constructora.
Según
él,
no
los
dejaron
tomar
muchas
pruebas
y
les
limitaron
el
ingreso
a
ciertas
zonas…
básicamente
solo
pudieron
inspeccionar
las
fallas
de
los
pisos
superiores.
Pero
aún
así,
con
lo
que
pudo
evidenciar,
Roberto
no
necesitó
mucho
tiempo
para
dar
su
diagnóstico. Parece
mentira
lo
que
le
voy
a
decir,
pero
para
dar
la
opinión
no
me
demore
más
de
dos
días.
Por
una
razón
muy
sencilla:
las
fallas
de
la
estructura
eran
evidentes.
Una
evaluación
muy
simple
de
cargas
demostraba
que
el
edificio
tenía
problemas
de
cargas
verticales. Eso
significa
que
el
edificio
estaba
resistiendo
al
límite
no
solo
su
propio
peso
sino
también
el
de
los
habitantes,
los
muebles,
los
carros…
o
sea,
lo
básico.
Ninguna
de
las
dos
torres
de
Continental
Towers
tenía
la
capacidad
para
aguantar
cargas
adicionales
como
granizo,
vientos
fuertes
o
terremotos.
Pero
esa
evidencia
no
fue
lo
que
más
sorprendió
al
ingeniero
Rochel.
Cuando
fue
a
comparar
estos
hallazgos
con
los
planos
del
edificio,
no
lo
podía
creer:
el
edificio
se
construyó
siguiendo
los
planos
del
diseño
estructural
al
pie
de
la
letra.
Y
para
rematar,
la
autoridad
encargada
de
dar
las
licencias
de
construcción
en
la
ciudad,
los
había
aprobado.
Es
decir:
no
es
que
el
edificio
se
hubiera
planeado
bien
y
algo
hubiera
fallado
a
la
hora
de
construirlo.
No.
Desde
su
planeación,
fue
un
desastre.Los
planos
estructurales
no
cumplían
las
normas
que
tenía
Colombia.
Ese
es
el
problema
grande
de
ese
edificio,
que
el
ingeniero
calculista
no
respetó
las
normas,
no
respetó
los
códigos
de
construcción
y
él
se
creyó
que
él
era
el
código.
Por
pretender
obtener
unas
estructuras
súper
económicas
llegó
al
extremo
de
tener
una
estructura
tan
inestable
como
la
que
él
diseñó.Roberto
le
contó
sus
hallazgos
al
consejo
administrativo
de
Continental
Towers
a
través
de
un
informe,
y
los
vecinos
quedaron
tan
impactados
como
él.
No
construyeron
lo
que
tenían
que
construir
y
lo
que
construyeron,
le
bajaron
la
calidad
material.
Construyeron
ahorrando
material
y
fuera
de
eso
le
revolvían
icopor
al
concreto. Icopor,
como
se
conoce
en
Colombia.
O,
en
otras
partes
del
continente,
como
unicel,
telgopor,
espumaflex,
plumavit…
poliestireno
expandido
es
su
nombre
técnico.
No
nos
mataron
estos
hijueputas
de
milagro.17
días
después
de
la
caída
de
Space,
mientras
estaba
en
su
oficina,
Andrea
recibió
una
llamada.
Era
una
conocida…
una
mujer
de
una
empresa
que
le
proveía
materiales
a
la
firma
de
ingenieros
donde
Andrea
trabajaba.
Recuerda
bien
lo
que
le
dijo
en
un
tono
misterioso:Andre,
¿cierto
que
usted
tiene
apartamento
en
Continental?
Y
yo:
“Sí”.
“¡Ah!
Ahorita
la
llamo”.
:Le
colgó.
Andrea
no
entendía
nada.
Unos
minutos
después,
la
mujer
la
volvió
a
llamar
y
con
el
mismo
tono
misterioso
le
preguntó:“Andre,
si
yo
hago
una
denuncia,
¿puedo
decir
que
es
a
nombre
suyo?”
Y
yo:
“¿Cómo
así?
Ya
la
llamo”.Andrea
ya
estaba
muy
preocupada. Yo
ya
no
volví
a
trabajar.
Yo
ya
estaba
con
caminadera. A
la
tercera
llamada,
la
mujer
le
habló
claramente:
]:
“Andre,
vea,
le
voy
a
contar
la
verdad:
resulta
que
un
ingeniero,
terminó
haciéndonos
una
consulta.
Acá
tenemos
la
modelación
y
Continental
se
va
a
caer”.Ese
ingeniero
era
Roberto
Rochel.
Durante
el
estudio
de
patología
había
llamado
a
diferentes
proveedoras
para
comparar
la
calidad
de
los
materiales
que
había
usado
CDO.
Cuando
les
envió
los
cálculos
de
la
construcción
de
Continental
Towers,
se
dieron
cuenta
de
todo.
La
mujer
continuó
explicándole
a
Andrea: “Yo
voy
a
hacer
un
escándalo
en
la
Alcaldía,
pero
no
puedo
hacer
el
escándalo
a
nombre
de
la
empresa.
O
sea,
mejor
dicho,
tengo
que
mostrar
qué
está
pasando,
pero
tengo
que
hacer
la
denuncia
ante
el
DAGRD,
pero
tiene
que
ser
un
propietario”.El
DAGRD,
el
departamento
de
prevención
de
desastres…
Andrea
no
lo
dudó:
le
dio
luz
verde. Nombre,
cédula
y
me
dijo:
“Alguien
que
esté
dispuesto
a
ir
ya
en
este
instante
al
edificio
con
unos
del
DAGRD”.Para
confirmar
las
fallas
y
tomar
decisiones…
Andrea
le
dijo
a
Jorge
que
fuera
y
así
lo
hizo:
les
mostró
todos
los
daños
en
las
áreas
comunes
y
los
acompañó
a
cada
apartamento
para
que
vieran
las
grietas.
Después
de
una
inspección
de
3
a
4
horas,
se
fueron
sin
decir
nada.
Un
rato
después,
la
mujer
volvió
a
llamar
a
Andrea.
Los
van
a
evacuar.
Esté
preparada.
Si
no
es
esta
noche,
es
mañana
por
la
mañana.
Y
yo:
“¿Qué?”
Me
dijo:
“Andre,
se
fue
y
sacó
todo
de
la
casa
ya”. Andrea
salió
corriendo
para
su
apartamento.
Lo
único
que
ella
y
Jorge
podían
hacer
era
sacar
sus
cosas.Yo
lo
primero
que
saqué
fue
escrituras,
pasaportes.
O
sea,
todos
los
documentos,
toda
la
ropa.
Jorge
hacía
así,
tran,
y
me
tiraba.
Y
yo
empacaba,
enrollaba
y
bajaba.
Llenaban
el
carro
hasta
donde
podían
y
llevaban
las
cosas
a
la
casa
de
los
papás
de
Andrea.
Luego
volvían
por
más. Muchos
vecinos
detrás
me
decían:
“Andre,
¿qué
está
pasando?”
“Nos
van
a
evacuar,
hombre
¿Qué
estás
haciendo
aquí?
Andá
empacá.
Las
escrituras,
los
pasaportes,
lo
que
necesités
ya”. A
eso
de
las
7
de
la
noche,
los
funcionarios
del
DAGRD
llegaron
a
anunciar
oficialmente
la
evacuación
inmediata.
Pasaron
apartamento
por
apartamento
dando
las
mismas
indicaciones:
a
cada
persona
le
daban
un
par
de
bolsas
de
basura
y
le
anunciaban
que
tenía
unas
pocas
horas
para
recoger
las
pertenencias
que
pudieran
e
irse
del
edificio
cuanto
antes.
Habían
pasado
dos
semanas
desde
la
caída
de
Space,
y
con
esta
evacuación
tan
repentina
no
les
cabía
otra
opción
en
la
cabeza:
su
edificio
iba
a
terminar
igual.
Andrea
y
Jorge
ya
habían
logrado
sacar
varias
de
sus
cosas.
También
algunos
de
los
vecinos
con
los
que
habían
alcanzado
a
hablar.
Pero
había
otros
que
apenas
llegaban
de
sus
trabajos
y
no
tenían
tiempo
ni
para
asimilar
la
noticia. Uno
lo
vive
como
en
cámara
lenta,
o
sea,
todo
el
mundo
en
pánico.
Todos
saliendo
con
los
perros,
con
los
animales…
el
caos.
Carros
pa
dentro,
carros
pa
fuera.
Se
acuerda
de
ver
a
una
vecina
salir
solo
con
una
muda
de
ropa
y
una
botella
de
whisky…
También
tuvo
que
ayudarle
a
otra
a
encontrar
su
carro
porque
en
medio
del
pánico
no
se
acordaba
dónde
lo
había
dejado.
Los
del
DAGRD
no
les
decían
si
los
iban
a
dejar
volver
o
no.
Cuando
les
preguntaban
qué
iba
a
pasar,
solo
respondían
una
cosa:Hay
que
evacuar,
hay
que
evacuar.
Los
vamos
a
llevar
a
un
hotel
y
vamos
a
resolver
en
el
camino,
vamos
a
ver
qué
pasa.
Y
Jorge
me
decía:
Aquí
no
vamos
a
volver.
Hágase
de
una
vez
a
la
idea
de
que
aquí
no
volvemos”.
Y
le
decía:
“No,
es
que
tengo
muy
claro.
Yo
que
aquí
no
vamos
a
volver”.CDO
gestionó
el
hospedaje
de
los
habitantes
de
los
64
apartamentos
evacuados
de
Continental
Towers.
Esa
noche
terminaron
en
un
hotel
que
acababa
de
abrir
sus
instalaciones
para
que
pudieran
estar
ahí
mientras
se
resolvía
la
situación.
Entre
todos
compraron
algo
de
comida
y
se
acomodaron
como
pudieron. Pues
todo
el
mundo
con
caminadera,
pues
¿quién
iba
a
dormir?
Pues
que
era
como
un
desconcierto
que
no
sabíamos
qué
hacer.
O
sea…
Te
quedaste
sin
casa,
no
sabes
qué
va
a
pasar.Al
otro
día,
como
nadie
les
daba
explicaciones
de
nada,
decidieron
organizarse.
Un
grupo
de
vecinos
se
encargó
de
recoger
la
información
de
todos
y
armar
una
base
de
datos.
Otro
se
enfocó
en
las
comunicaciones
y
en
hablar
con
los
medios.
Un
tercer
grupo
se
dedicó
a
analizar
la
forma
como
podrían
enfrentarse
a
CDO.
Este
es
Jorge,
otra
vez. Fue
bien
interesante
porque
al
convivir
en
el
hotel,
empezamos
a
hacer
reuniones
todos
los
días
por
la
noche
a
ver
cómo
íbamos
a
enfrentar
este…
pelear
contra
una
constructora
que
en
ese
momento
era
muy
poderosa. El
DAGRD
solo
les
dio
una
información
certera:
a
partir
de
ese
momento,
se
programarían
turnos
cada
semana
para
que,
apartamento
por
apartamento,
los
habitantes
de
Continental
Towers
volvieran
al
edificio
y
sacaran
sus
pertenencias
en,
máximo,
cuatro
horas.
Durante
dos
semanas,
las
45
familias
evacuadas
de
la
urbanización
Continental
Towers
podrán
retirar
la
totalidad
de
sus
enseres.
La
constructora
CDO
se
encarga
del
trasteo…Cuando
les
tocó
el
turno
a
Andrea
y
a
Jorge,
había
pasado
un
mes
desde
que
llegaron
al
hotel.
Ellos
habían
alcanzado
a
sacar
más
cosas
que
otros
vecinos
el
día
de
la
evacuación,
pero
eso
no
facilitó
las
cosas.
Todo
el
proceso
fue
muy
incómodo. Nos
hicieron
sentir
como
si
hubiéramos
hecho
algo
malo.
Pues
era
una
ingeniera
detrás
de
uno
haciendo
inventario
de
lo
que
sacábamos
de
mi
casa. Pero
todo
era
de
ellos,
así
que
se
fueron
preparados
para
llevarse
lo
que
faltaba.
No
querían
dejarles
nada
a
CDO.
Por
eso,
aprovecharon
a
sacar
lo
que
podían,
con
destornilladores
y
llaves
inglesas
en
mano:
desde
el
sofá
de
cuero
rojo
capitonado
de
más
de
2
metros
de
largo
que
tuvieron
que
sacar
por
la
terraza,
hasta
el
calentador
de
agua
incrustado
en
la
pared.
De
resto,
todo
quedó
ahí:
qué
temas
de
iluminación,
el
cableado,
el
cobre,
las
tuberías.
Todo
eso
quedó
ahí
metido.
En
todo
ese
tiempo,
nunca
hubo
una
respuesta
oficial
a
las
preguntas
de
los
propietarios
sobre
qué
pasaría
con
sus
apartamentos.
La
constructora
solo
repetía
lo
que
ya
les
habían
dicho
las
últimas
tres
semanas:
que
ellos
se
encargarían
de
arreglar
el
edificio,
pero
no
decían
cómo.
Mientras
aclaraban
algo,
muchos
de
los
propietarios
decidieron
irse
provisionalmente
donde
familiares.
Otros
se
fueron
a
vivir
a
lugares
arrendados.
Al
final,
de
lo
único
que
se
hizo
responsable
CDO
fue
del
alojamiento
en
el
hotel
y
se
comprometió
a
dar
auxilios
de
arrendamiento
mientras
se
resolvía
qué
pasaría
con
el
edificio,
pero
dejaron
de
pagarlos
poco
después
de
un
año.
Como
salvavidas,
buscaron
a
las
aseguradoras
de
los
apartamentos
para
que
les
cubrieran
los
daños,
pero
resultó
que
las
de
los
bancos
no
lo
hacían…Porque
se
supone
que
si
usted
se
va
a
pasar,
el
edificio
está
en
buen
estado,
no
tiene
fallas
estructurales.
Entonces
eso
no
lo
cubren.
Entonces
las
aseguradoras
nunca
cubrieron,
nunca
respondieron.Y,
según
Andrea,
en
el
contrato
que
tenían
con
una
aseguradora
del
Estado…Hay
una
cláusula
que
dice
que
unilateralmente
se
puede
suspender
el
contrato,
y
nos
dejaron
sin
seguro.
Pa
que
vean
ustedes:
la
aseguradora
del
Estado
nos
dejó
en
la
cochina
calle.
Nos
tiró.Desesperados
y
sin
muchas
más
opciones,
Andrea
y
Jorge
se
fueron
a
vivir
a
otro
apartamento
arrendado,
y
con
sus
vecinos
decidieron
meterse
en
un
largo
proceso
legal
contra
Alsacia-CDO,
la
figura
jurídica
que,
ante
la
ley,
era
la
que
había
construido
el
edificio.
Mientras
tanto,
el
país
seguía
atento
a
todo
lo
que
tenía
que
ver
con
la
tragedia
de
Space.
Tres
meses
después
del
colapso
de
la
torre
6,
en
enero
de
2014,
la
justicia
falló
que,
definitivamente,
el
edificio
era
inhabitable
e
irrecuperable,
y
ordenaron
que
las
otras
torres
que
habían
quedado
en
pie
fueran
implosionadas.
Cualquiera
que
haya
estado
en
Medellín
ese
año
recuerda
el
momento
en
el
que
Space
cayó
definitivamente
el
martes
23
de
septiembre.
Los
medios
cubrieron
esa
implosión
en
vivo.
Casi
40
segundos
después
de
las
9,
se
oyó
y
se
vio
una
sucesión
de
20
microexplosiones,
producto
de
los
200
kilos
de
indugel
instalados
en
1,200
perforaciones.
En
seis
segundos
se
derrumbaron
las
cuatro
torres
que
permanecían
en
pie.
Pero
los
problemas
de
Continental
Towers
estaban
lejos
de
desaparecer.
Esa
misma
semana
de
la
implosión
de
Space,
recibieron
la
única
propuesta
de
solución
por
parte
de
CDO:
repotenciar
el
edificio.
Es
decir,
reforzar
su
estructura
para
que
pudieran
habitarlo
de
nuevo,
algo
que
también
propusieron
en
su
momento
en
el
caso
de
Space.
Los
propietarios
rechazaron
rotundamente
la
propuesta
en
dos
ocasiones.
Por
un
lado,
las
adecuaciones
eran
absurdas: Que
es
el
caso
mío:
atravesada
una
columna
en
la
puerta.
Y
así
por
el
estilo.
Terrazas
que
les
atravesaba
una
viga
horizontalmente
a
un
metro
de
altura. Y
por
el
otro,
ya
el
ingeniero
Roberto
Rochel
lo
había
dejado
claro. ¿Cómo
vamos
a
reforzar
un
edificio
que
no
resiste
su
propio
peso?
El
ejemplo
más
claro
es
como
si
uno
naciera
con
un
esqueleto
que
no
aguantara
el
peso
de
uno.
Ahí
no
hay
nada
qué
hacer. Para
mayo
de
2015,
CDO
seguía
empeñado
en
decir
que
esa
era
la
única
salida
que
les
podía
ofrecer
a
los
propietarios.
Y
ellos,
mientras
insistían
en
la
pelea
judicial,
tenían
que
lidiar
con
la
bola
de
nieve
en
la
que
se
habían
convertido
sus
problemas:
ya
llevaban
casi
un
año
y
medio
sin
vivienda,
algunos
estaban
en
casas
ajenas
o
rentando
otros
espacios,
y
lo
peor
de
todo,
es
que
tenían
que
seguir
pagando
los
impuestos
de
sus
apartamentos
y
las
deudas
que
muchos
habían
adquirido
con
bancos
para
comprarlos.
Tuvieron
que
esperar
hasta
mediados
de
2015
para
que
la
justicia
por
fin
los
citara
a
audiencias.
En
representación
de
Alsacia-CDO,
la
figura
jurídica
a
la
que
habían
demandado,
solo
fueron
sus
abogados.
En
el
caso
de
las
víctimas,
estaban
casi
todos
los
propietarios
de
los
64
apartamentos
evacuados.
Todos
dieron
sus
testimonios…
Testimonios
demoledores… Esa
audiencia
fue
tan
dura.
Ustedes
no
se
alcanzan
a
imaginar
la
cantidad
de
cosas
que
salieron
en
esas
audiencias
que
no
nos
habíamos
dado
cuenta.
Fue
como
una
especie
de
catarsis
colectiva,
una
forma
de
entender
los
dramas
personales
desencadenados
por
las
grietas
en
el
edificio
y
el
desalojo.
A
Andrea
se
le
quedaron
grabadas
algunas
de
esas
historias…
Me
acuerdo
de
otra
vecina
que
en
ese
momento
estaba
lactando
y
dejó
de
lactar.
No
pudo
volver
a
alimentar
a
su
bebé
porque
el
estrés
fue
tan
horrible
que
no
le
salía.
No
fue
capaz.O
el
caso
de
Sergio,
otro
vecino
al
que
le
descubrieron
cáncer. Y
fue
muy
duro
porque
no
habíamos
visto
a
don
Sergio
en
mucho
tiempo.
Fue
muy
duro
verlo
así.
Él
decía
me
voy
a
morir
y
no
nos
van
a
pagar.
Y
don
Sergio
murió
y
no
alcanzó
a
ver
nada.Después
de
una
serie
de
audiencias
larguísimas
que
se
extendieron
durante
dos
meses,
el
22
de
enero
de
2016,
los
citaron
para
dar
el
veredicto…
Cuando
él
empieza
a
leer
ese
fallo,
éramos
todos,
vea,
con
el
corazón
aquí.Y
como
pocas
veces
pasa
en
Colombia,
la
justicia
falló
con
contundencia
a
favor
de
los
afectados.
Les
digo
la
verdad,
yo
no
pensé
que
fuéramos
a
ganar. El
juez
le
ordenó
algo
muy
claro
a
la
constructora…
Es
devuelvan
la
plata.
Ustedes
hicieron
un
producto
de
mala
calidad
que
no
cumple
con
lo
mínimo.
Entonces
tienen
que
hacer
ese
reembolso
a
toda
la
gente.Pero
el
fallo
no
solo
ordenaba
que
Alsacia-CDO
tenía
que
reembolsar
el
valor
de
cada
uno
de
los
64
apartamentos,
sino
que
también
debía
pagar
las
remodelaciones
que
los
propietarios
hubieran
hecho,
más
las
indemnizaciones
por
daños
morales
y
económicos
causados
en
los
últimos
dos
años
y
medio
tras
el
desalojo.
La
cifra
llegaba
a
los
13.400
millones
de
pesos,
casi
4
millones
de
dólares.
La
máxima
autoridad
del
tribunal
que
dio
el
veredicto
lo
calificó
como
histórico.
Nosotros
en
nuestro
proceso
dictamos
la
sentencia
y
esperamos
que
la
constructora,
de
muy
buena
fe,
la
cumpla.
También
esperamos
que
el
proceso
que
se
adelanta
en
Supersociedades
sea
de
la
manera
más
favorable
a
todos,
incluyendo
a
estos
consumidores.La
Supersociedades,
o
Superintendencia
de
Sociedades,
es
la
entidad
que
vigila
y
controla
a
las
sociedades
comerciales
en
Colombia,
como
Alsacia-CDO.Aunque
era
un
fallo
en
firme,
es
decir,
que
no
se
puede
aplicar
ningún
otro
recurso
legal
para
cambiarlo,
CDO
no
lo
acató
y
apeló
la
decisión.
Mientras
tanto,
siguió
presionando
durante
seis
meses
más
para
que
les
aprobaran
la
licencia
de
repotenciación.
Pero,
nuevamente,
la
justicia
falló
a
favor
de
los
propietarios
de
Continental
Towers
y,
a
mediados
de
2016,
dio
la
razón
más
contundente
para
que
la
propuesta
de
la
constructora
fuera
rechazada.
Simplemente
era
inviable
desde
todo
punto
de
vista.Dada
la
presión
mediática,
la
presión
del
alcalde
y
de,
todo
el
mundo
pendiente
del
tema,
fueron
súper
rigurosos:
a
ellos
le
negaron
la
licencia
cuatro
veces.Si
todavía
quedaba
alguna
duda
de
la
culpabilidad
de
CDO,
finalmente
fue
reconfirmada
el
7
de
septiembre
de
2016,
ocho
meses
después
del
primer
fallo.
En
ese
momento,
la
justicia
resolvió
la
apelación
que
interpuso
la
constructora
y
volvió
a
darles
la
razón
a
los
copropietarios
en
segunda
instancia.
Es
decir,
CDO
tenía
que
pagar,
punto.
Bueno,
no
exactamente
CDO,
sino
la
empresa
de
papel
que
había
creado
para
la
construcción
de
Continental
Towers:
Alsacia-CDO.
Y,
aun
con
dos
fallos
en
su
contra,
la
respuesta
que
dieron
fue
inesperada.
Se
declaran
en
quiebra. Era
una
estrategia
de
CDO
de
la
que
Jorge,
Andrea
y
los
propietarios
de
Continental
Towers
apenas
se
estaban
dando
cuenta.
En
los
seis
meses
que
pasaron,
mientras
la
justicia
les
respondía
que
no
podían
apelar
y
se
resolvía
lo
de
la
licencia
de
repotenciación,
la
constructora
empezó
el
proceso
de
liquidación
de
Alsacia-CDO.
Eso
significó
que
cuando
la
Superintendencia
de
Sociedades
intervino,
lo
único
que
pudo
hacer
fue
intentar
repartir
la
plata
que
quedaba
de
la
empresa
de
papel
en
el
orden
que
dice
la
ley:
primero
deben
pagarles
a
los
empleados,
luego
siguen
con
las
deudas
con
el
Estado,
después
entran
los
créditos
administrativos
y
otras
categorías
hasta
finalmente
llegar
a
lo
que
les
exigía
la
demanda. Pero
la
plata,
pues
obviamente
no
llegó
hasta
allá,
no
llegó
ni
siquiera
al
pago
administrativo.Al
final,
lo
único
que
obtuvieron
de
toda
su
batalla
judicial
de
tres
años
fueron
dos
papeles
en
la
mano
que
decían
que
habían
ganado,
pero
que
nunca
nadie
hizo
cumplir. No,
es
que
son
unos
hijueputas.
Es
que,
o
sea,
estamos
en
Colombia.
Los
dejaron
que
sacaran
la
plata,
la
Superintendencia
de
Sociedades
no
hizo
nada.
No
les
bloquearon
las
cuentas.Y
como
si
se
tratara
de
un
juego
absurdo
de
Monopoly,
lo
único
que
les
dieron
a
los
propietarios
de
Continental
Towers
fueron
partes
de
la
propiedad
de
apartamentos
del
edificio
que
CDO
nunca
pudo
vender.
En
otras
palabras,
repartieron
entre
los
afectados
porcentajes
de
apartamentos
que
nunca
nadie
iba
a
habitar.Pa
colmo
de
males,
o
sea,
como
si
nada
de
todo
lo
que
nos
está
pasando
es
suficiente,
yo
tengo
un
apartamento
y
un
pedazo
de
otro
más.
O
sea,
es
que
esto
no
tiene…
Es
ridículo.Las
noticias
sobre
CDO
siguieron
llegando:
en
2018,
cinco
años
después
de
la
caída
de
Space
y
del
desalojo
de
Continental
Towers,
la
justicia
condenó
a
Pablo
Villegas,
María
Cecilia
Posada
y
Jorge
Aristizábal
por
el
homicidio
culposo
de
Juan
Esteban
Cantor,
el
único
residente
de
Space
de
las
12
víctimas
fatales
que
murieron
en
el
desplome
de
la
torre
6.
Era
la
primera
vez
en
Colombia
que
se
daba
una
condena
de
ese
tipo
por
el
colapso
de
un
edificio.
La
pena
fue
de
cuatro
años
de
prisión
domiciliaria,
unos
15
mil
dólares
de
sanción
económica
para
cada
uno
y
se
les
prohibió
ejercer
sus
profesiones
durante
cinco
años.
Por
otro
lado,
a
los
propietarios
aún
les
deben
el
60%
de
la
indemnización
que
exigió
la
justicia
por
la
pérdida
de
sus
apartamentos.
Ese
mismo
año,
las
autoridades
ordenaron
la
evacuación
de
otro
edificio
llamado
Bernavento
en
el
que
también
había
participado
el
calculista
Jorge
Aristizábal.
A
diferencia
de
Continental
Towers,
en
este
caso,
la
repotenciación
fue
aprobada
por
los
propietarios,
quienes
además
tuvieron
que
pagarla.
Pero
los
resultados
fueron
tan
desastrosos,
que
el
edificio
tuvo
que
ser
implosionado
en
menos
de
dos
meses.
Al
final,
los
condenados
solo
estuvieron
un
año
y
medio
en
casa
por
cárcel.
Les
concedieron
la
libertad
porque
negociaron,
bajo
cláusula
de
confidencialidad,
una
indemnización
mayor
con
la
familia
de
Juan
Esteban
Cantor,
lo
cual
en
Colombia
se
puede
considerar
como
una
reparación
integral.
Intentamos
hablar
con
ellos,
pero
desde
que
quedaron
en
libertad
se
alejaron
de
los
medios.
Intenté
comunicarme
con
Pablo
Villegas,
pero
nunca
respondió
ni
a
mis
llamadas
ni
a
mis
chats.
Pero
la
odisea
de
los
propietarios
de
Continental
Towers
no
terminó
ahí,
aún
cuando
de
su
caso
poco
o
nada
se
siguió
hablando.
Nunca
pudieron
regresar,
ni
siquiera
para
sacar
las
cosas
que
muchos
habían
dejado.
Para
hacer
cualquier
ingreso
al
edificio
abandonado
debían
tener
la
aprobación
simultánea
de
la
Superintendencia
de
Sociedades,
del
DAGRD
y
de
la
Policía.
Y
sin
embargo,
esa
burocracia
no
fue
impedimento
para
que
el
edificio
fuera
saqueado
por
ladrones,
día
y
noche,
durante
seis
años
de
abandono. El
edificio
fue
completamente
abandonado,
descuidado
por
completo
y
dejado
a
su
suerte. Ya
se
estaba
metiendo
gente
a
vivir
allá.Todo
el
que
quería
podía
entrar
allá,
eso
sí,
nosotros
los
propietarios
no
podíamos
entrar.Y
la
situación
empeoró
en
2020,
cuando
llegó
el
confinamiento
por
la
pandemia.En
vista
de
que
estábamos
todos
encerrados,
aprovecharon
para
desvalijar
el
edificio. Los
ladrones
lograron
sacar
todo
lo
que
los
antiguos
habitantes
no
pudieron…
y
mucho
más:
se
robaron
vidrios,
tuberías,
puertas,
ladrillos,
el
cableado
y
hasta
el
motor
del
ascensor.
Dejaron
al
edificio
en
los
huesos.
Ese
deterioro
generó
dos
problemas
importantes:
el
primero
fue
que
los
vecinos
del
sector
empezaron
a
quejarse
ante
la
policía
por
la
inseguridad
y
la
presencia
de
ladrones
en
el
edificio.
Pero
lo
que
resolvió
la
policía
fue
que
los
propietarios
debían
garantizar
la
tranquilidad
del
barrio
contratando
un
esquema
de
seguridad
privado,
aun
cuando
no
vivían
ahí
hacía
nueve
años.
Por
otro
lado,
el
nivel
de
saqueo
fue
tal,
que
la
estructura
ya
no
aguantaba
más,
podía
desplomarse
sobre
alguna
de
las
avenidas
cercanas
en
cualquier
momento.
El
DAGRD
decidió
declararlo
una
calamidad
pública
en
septiembre
de
2022.
Pero
como
si
en
esta
historia
no
hubiera
suficientes
absurdos,
si
Continental
Towers
se
caía,
como
Space,
los
directos
responsables
por
los
daños
serían
los
propietarios.Ese
puto
edificio
se
cae
sobre
Las
Palmas,
mata
a
100
personas
y
nos
metemos
en
el…
Mejor
dicho:
a
alguien
le
llega
a
pasar
algo
por
culpa
de
ese
adefesio
y
los
que
vamos
a
pagar
con
cárcel
vamos
a
ser
nosotros.
El
problema
de
nosotros
es
de
ese
tamaño. Cada
vez
era
más
obvia
la
solución:
implosionar…
Y
así
lo
ordenó
la
Alcaldía.
Pero
la
nueva
pregunta
era
quién
iba
pagar
los
4.600
millones
de
pesos,
o
sea,
un
millón
dólares,
que
cuesta
esa
operación.
Los
propietarios
de
Continental
Towers
temían
que
también
les
iba
a
tocar
asumir
ese
costo.Nosotros
no
teníamos
con
qué.
Ni
siquiera
recuperando
la
plata
del
apartamento,
nos
hubiera
alcanzado
a
todos
para
pagar
una
implosión.
No
teníamos
cómo.En
ese
nuevo
limbo
de
esperar
quién
pagaba
la
implosión
de
Continental
Towers
o
esperar
a
que
se
cayera
por
mismo,
pasaron
dos
meses
más.
Finalmente,
en
noviembre
de
2022,
la
alcaldía
de
Medellín
se
pronunció
al
respecto.
Este
es
Daniel
Quintero,
el
alcalde
de
la
ciudad
en
ese
momento.
:
La
declaración
de
calamidad
pública
permite
que
podamos
esta
vez
entonces
ya
utilizar
recursos
públicos
para
hacer
varias
tareas.
La
primera… Como
si
aún
hubiera
dudas
de
lo
que
se
debía
hacer,
la
Alcaldía
volvió
a
llamar
al
ingeniero
Roberto
Rochel
para
confirmar
y
reconfirmar
lo
que
se
sabía
desde
2013.
El
tiempo
demostró
que
el
edificio
estaba
malo
y
que
esa
decisión
que
tomaron
ahora
de
demolerlo
la
debieron
haber
tomado
hace
diez
años. Una
decisión
que
los
propietarios
estaban
esperando
desde
hace
tanto
tiempo,
por
fin
era
una
realidad.
Aunque
no
precisamente
porque
les
hubieran
dado
la
razón.Paradójicamente,
los
que
nos
ayudaron
fueron
los
que
dañaron
el
edificio.
Saquearon
tanto,
que
terminaron
de
dañar
más
el
edificio,
haciendo
que
el
DAGRD
y
la
administración
actual
tomaran
la
decisión
de
implosionar.El
proceso
tomó
más
de
tres
meses
de
preparación.
Se
evacuaron
los
edificios
cercanos
a
Continental
Towers,
lo
que
requirió
de
una
logística
extensa
y
burocrática
para
reacomodar
a
los
vecinos
del
sector,
hacer
los
estudios
pertinentes
y
solicitar
la
cantidad
necesaria
y
exacta
de
carga
explosiva.
La
operación
estuvo
a
cargo
de
la
misma
empresa
que
había
implosionado
a
Space.
Se
decidió
que
la
implosión
sería
el
8
de
diciembre
de
2022
a
las
10
de
la
mañana.
La
zona
fue
evacuada
desde
primera
hora
del
día
en
más
de
un
kilómetro
a
la
redonda
y
sobre
la
avenida
Las
Palmas
se
acumularon
los
medios
y
los
curiosos
que
querían
ver,
en
vivo
y
en
directo,
la
caída
de
otro
edificio
enfermo
en
Medellín.
Andrea
también
estuvo
ahí
y
yo
la
acompañé
todo
el
tiempo
esa
mañana. ¿Cómo
vas?Ay,
no
sé.
Con
susto.
Es
como
una
sensación
muy
extraña
de
verlo
y
pensar
que
ya,
ya
va
a
desaparecer.
Que
ya
vamos
a
comenzar
a
descansar. La
vi
ir
de
un
lado
al
otro
organizando
a
los
vecinos
para
estar
atentos
al
momento
de
la
implosión.
Para
ella,
era
como
el
momento
de
un
duelo.
Jorge,
por
su
lado,
decidió
romper
los
protocolos
de
seguridad
y
se
adentró
en
la
avenida
Las
Palmas:
quería
ver
caer
el
edificio
más
de
cerca.
De
un
momento
a
otro,
una
sirena
empezó
a
sonar.
Y
continuó
haciéndolo
otras
dos
veces
con
intervalos
de
10
minutos.
Eso
anunciaba
que
estaba
cerca
el
momento
de
la
detonación.
Todos
alrededor
estaban
a
la
expectativa.
Pero
la
hora
cero
llegó
y
no
hubo
detonación.
Pasaron
2,
5,
10
minutos…
Andrea
estaba
impaciente.¿Qué
más
van
a
esperar?
¿Space
no
fue
más
rápido?Pasaron
20,
30
minutos…
Hasta
que
finalmente…
Hay
una
sensación
extraña
en
ver
la
implosión
de
un
edificio,
sobre
todo
uno
tan
grande
como
Continental
Towers.
Sus
dos
torres,
de
19
pisos
cada
una,
no
tardaron
más
de
tres
segundos
en
caer
por
completo.
Lo
primero
que
pasa
es
que
uno
ve
la
estructura
estallarse,
como
si
fuera
un
globo
de
helio,
y
solo
milésimas
de
segundo
después
se
escucha
el
sonido
de
la
detonación.
Esa
desincronización
produce
un
efecto
devastador,
que
desubica:
en
esos
pocos
segundos,
es
como
si
el
cerebro
no
asimilara
que
ese
objeto
que
uno
está
mirando
fijamente
ya
no
está,
como
si
fuera
un
truco
de
magia.
Simplemente,
uno
no
puede
creer
que
ahora
sea
solo
una
nube
de
polvo.
Andrea
tampoco
podía
creerlo.
Mientras
asimilaba
que
el
edificio
había
desaparecido,
los
medios
corrieron
a
apuntarla
con
cámaras
y
micrófonos
para
registrar
su
reacción.
Andrea,
cuéntanos
cuáles
son
esos
sentimientos
encontrados
que
tienes
en
este
momento.Ay,
ya
no
está.
No…
se
me
quita
un
peso
de
encima.
Solo
quiero
como
ya…
continuar.
Ya…
ya
no
está
lo
que
tanto
daño
y
tanto
sufrimiento
nos
causó
ya
no
está.En
el
momento
en
que
el
edificio
se
desplomó,
¿qué
sentiste? Ay,
como
un
hueco
en
el
corazón.
Yo
que
nos
va
a
ir
bien
y
vamos
a
recuperar
nuestro
dinero. Sin
embargo,
la
caída
de
Continental
Towers
no
ha
sido
el
fin
de
los
problemas
de
Andrea
y
Jorge.
Hoy
viven
fuera
de
Medellín
en
una
finca
pequeña
sin
acabados
y
el
banco
los
sigue
presionando
para
pagar
la
deuda
de
un
apartamento
que,
todo
el
mundo
en
Colombia
sabe,
ya
no
existe.Ah
no,
esa
pesadilla
sí,
peor.
Todos
los
días
me
llaman
del
banco.
A
ellos
se
les
hizo
un
ofrecimiento
y
no
les
sirve
nada,
a
ellos
es
lo
único
es
págueme
toda
la
plata
que
me
debe
y
se
acabó.
Para
el
banco
simplemente
si
usted
se
tiene
que
ir
a
vivir
debajo
de
un
puente
y
págueme
mi
plata,
páguela
y
váyase
a
vivir
debajo
del
puente,
que
eso
no
es
problema
de
nosotros.
Entonces
yo
les
digo
no,
es
que
yo
ya
perdí
todo.En
este
momento,
siguen
en
otro
lío
judicial
para
poder
salir
de
esa
deuda.
Esperan
que
les
vuelvan
a
dar
la
razón,
como
en
los
otros
casos
que
han
resuelto
en
estos
diez
años
a
punta
de
insistencia.
Aun
así,
para
Andrea
y
Jorge
no
es
suficiente.
Para
ellos
y
para
el
resto
de
copropietarios
de
Continental
Towers,
aún
falta
justicia.
Hasta
el
momento
se
ha
comprobado
que
11
de
los
edificios
de
CDO
tenían
problemas
estructurales
graves,
y
aunque
el
único
caso
en
el
que
hubo
víctimas
mortales
fue
el
de
Space,
los
constructores
sabían
perfectamente
que
esa
era
una
posibilidad
en
cada
uno
de
esos
proyectos. A
que
no
me
vengan
a
decir
que
no
sabían
qué
estaba
pasando.
Si
vos
tenés
la
misma
patología
no
me
vengás
a
decir
que
no
sabes
qué
está
pasando.
Y
esas
personas
no
deberían
de
tener
permiso
para
construir
ni
para
mover
un
puto
ladrillo.
Pues
perdón,
pero
es
así.
No
deberían
de
levantar
un
puto
ladrillo
ni
en
este
país
ni
en
ninguna
parte.
Y
deberían
de
estar
en
la
cárcel.
Eso
es
un
intento
de
homicidio,
porque
sabían
lo
que
estaba
pasando.Y,
claro,
falta
que
les
paguen
la
plata…
lo
que
ellos
llevan
pidiendo
desde
hace
una
década.
Cuando
cerramos
esta
historia,
ninguno
de
los
propietarios
había
recibido
el
dinero
que
invirtieron
en
los
apartamentos
ni
en
las
remodelaciones
ni
en
las
reparaciones
por
los
daños
causados,
tal
como
lo
ordenó
la
justicia. Es
que
eso
es
lo
que
nosotros
reclamábamos:
devuélvanos,
en
ese
momento
la
plata
que
nosotros
invertimos
aquí.
Para
nosotros
salirnos
del
problema.
Nosotros
le
entregamos
lo
que
le
debemos
al
banco
y
con
lo
que
nos
quedó,
todos
resolvemos. Pero
en
una
década,
han
aumentado
las
deudas
y
los
costos
de
vida. En
este
momento,
si
ellos
nos
devolvieran
la
plata
eso
ya
no
alcanza
para
nada. Seamos
realistas,
esto
nunca
debió
haber
pasado,
y
pasó.
O
sea,
todo
lo
que
no
debe
ser,
fue. Eran
nuestros
ahorros
los
que
estaban
ahí.
No
era
más.
O
sea,
estábamos
jugando
a
lo
seguro
y
no
fue
seguro.Con
la
implosión
de
Continental
Towers,
los
propietarios
esperan
dejar
de
pagar
administración
y
solo
se
preocuparían
por
algunos
impuestos.
También
piensan
vender
el
lote
y
recuperar
algo
del
dinero
que
perdieron.
Pero
aun
si
eso
sucediera,
el
problema
va
más
allá
de
Continental
Towers.
Hoy,
en
Medellín
y
su
área
metropolitana
hay
22
edificios
con
problemas
estructurales,
incluidos
los
de
CDO.
A
estos
los
han
llamado
‘edificios
enfermos’.
En
2016,
el
Congreso
aprobó
la
llamada
Ley
de
Vivienda
Segura
o
Ley
Anti
Space
para,
entre
otras
cosas,
proteger
a
quienes
compren
vivienda,
aumentar
la
seguridad
de
los
edificios
y
fortalecer
a
las
instituciones
que
dan
los
permisos
de
construcción.
El
periodista
Adrián
Atehortúa
es
de
Medellín
y
vive
en
Bogotá.
Coprodujo
el
episodio
con
nuestro
productor
senior
David
Trujillo.
También
vive
en
Bogotá.
Esta
historia
fue
editada
por
Camila
Segura.
Bruno
Scelza
hizo
el
factchecking.
El
diseño
de
sonido
es
de
Andrés
Azpiri
y
Ana
Tuirán
con
música
original
de
Ana.
El
resto
del
equipo
de
Radio
Ambulante
incluye
a
Paola
Alean,
Lisette
Arévalo,
Pablo
Argüelles,
Aneris
Casassus,
Diego
Corzo,
Emilia
Erbetta,
Camilo
Jiménez
Santofimio,
Rémy
Lozano,
Selene
Mazón,
Juan
David
Naranjo,
Ana
Pais,
Melisa
Rabanales,
Natalia
Ramírez,
Laura
Rojas
Aponte,
Natalia
Sánchez
Loayza,
Barbara
Sawhill,
Elsa
Liliana
Ulloa
y
Luis
Fernando
Vargas.
Carolina
Guerrero
es
la
CEO.
Radio
Ambulante
es
un
podcast
de
Radio
Ambulante
Estudios,
se
produce
y
se
mezcla
en
el
programa
de
Hindenburg
PRO.
Radio
Ambulante
cuenta
las
historias
de
América
Latina.
Soy
Daniel
Alarcón.
Gracias
por
escuchar.
Check out more Radio Ambulante

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: Este episodio contiene lenguaje explícito, se recomienda discreción. Esto es Radio Ambulante desde NPR, soy Daniel Alarcón. Al suroriente de Medellín, en Colombia, hay un barrio, principalmente de clase alta muy conocido: El Poblado. El Poblado es una comunidad donde vos estás inmerso en edificios de altura. Entonces tenés una ventaja: es una vista privilegiada sobre Medellín. Como estás en la ladera, sentís una frescura diferente. O sea, sentís un alivio estar ahí en esa zona.Él es Jorge Toro. Un día, en 2010, mientras caminaba por una esquina de El Poblado con su esposa, Andrea Echeverri, se encontraron con una valla. En esa época estaban planeando comprar su primera vivienda juntos, y por eso les llamó la atención.Promocionaba un nuevo proyecto inmobiliario: Continental Towers. Esta es Andrea. Entonces Jorge me dijo: “Ah, entremos” pues un domingo está la sala de ventas abierta. Una entraba y estaba pues la portería, una zona verde pues pequeñita, un parqueadero para visitantes. Entraba uno y estaba un espejo de agua hermoso, con un lobby súper bonito. Parecía un hotel”. El proyecto, que apenas estaban terminando de construir, consistía en 64 apartamentos, distribuidos en un par de torres de 19 pisos cada una. Quedaba frente a una de las vías más importantes de la ciudad: la Avenida Las Palmas. A Andreéa y a Jorge les mostraron el apartamento 505 de la torre 1, tenía vista hacia el oriente y el occidente y unos 140 metros cuadrados, que es grande para dos personas… Pues a mí no me gustó. Pues porque era súper extraño. Porque era… es que era muy raro. Era la cocina arriba en el segundo piso y el comedor, y uno llegaba, abría la puerta, y eran las habitaciones. Y yo le decía a Jorge que qué era eso tan raro.Pero la persona que les estaba mostrando el apartamento les dijo que, como no lo habían terminado, podían remodelarlo… “Y lo ponemos como ustedes quieran”. Ya tenía paredes y Jorge les dijo: “No, es que yo no lo quiero así, yo quiero es que sea tipo loft”. “Ah no, no hay problema y las quitamos. Pues aquí no pasa nada”.El apartamento, con todas las remodelaciones, costaba 290 millones de pesos de la época, que eran poco más de 160 mil dólares. Para ellos, que eran una pareja joven de no más de 35 años, les pareció un buen precio, y les gustó la opción de remodelarlo como quisieran. El inconveniente era que, aunque ellos tenían la mitad de esa plata ahorrada, estaba destinada para otro proyecto. Así que lo conversaron. Dentro de las ilusiones nuestras es ir a vivir a una finca porque pues convivimos con perros, vámonos a vivir a una finca. Curiosamente los bancos en esa época no prestaban para un lote. Yo le dije a Andrea: vea, a mí me da un punto de equilibrio a los tres años. A los tres años nos vamos de acá, vendemos el apartamento, recuperamos la inversión y nos queda algo para ir a buscar un lote.El plan sonaba muy bien… Pagaron la mitad del apartamento con sus ahorros y el resto con un préstamo de un banco. Y pues el negocio se cerró relativamente rápido.Esa era mi primera casa. Era mi… mi primera inversión grande. Se mudaron menos de un año después, cuando los arreglos estuvieron listos. En ese momento, Andrea y Jorge fueron de los primeros propietarios en irse a vivir a Continental Towers. Estaban felices. Vivíamos en un quinto piso donde nadie nos molestaba y no había cortinas en ninguna parte. La vista era espectacular. Era súper limpio, la luz era impresionante.Tenías una terraza de 40 metros cuadrados. Lo normal es que los viernes nosotros siempre teníamos gente ahí. Siempre venían amigos. A todo el mundo le encantaba. Pues es que era un apartamento muy agradable.Pero al muy poco tiempo, cuando ya el edificio empezó a llenarse, comenzaron a pasar cosas que les parecían un poco extrañas: una vecina que se metió con su carro al espejo de agua, otro que dejó una vela prendida y se incendió su apartamento…O se caían unos por el balcón o se agarraban a puño los otros en la puerta, o el que entraba prostitutas al otro apartamento. Todos los fines de semana siempre había algo. Las historias de allá son una cosa de locos. No, eso no era un edificio normal. Eso no era un edificio normal. Es como si tuviera una nube negra encima. Allá pasaban cosas que no pasan en ninguna otra parte.Pero en realidad no les parecían razones tan fuertes como para irse de ahí. Igual estaban en una de las mejores esquinas de El Poblado y aún tenían una deuda con el banco. Así que continuaron con su plan de quedarse en Continental Towers por tres años… y eso fue lo que pasó: a los tres años se irían de ese apartamento, solo que por razones muy diferentes a las que pensaban. Los problemas graves estaban por comenzar. El periodista Adrián Atehortúa viene investigando esta historia desde hace un tiempo y la produjo con nuestro productor senior David Trujillo. Después de la pausa, Adrián nos sigue contando. Ambulantes, hoy vengo a pedirles su ayuda. Radio Ambulante Estudios necesita de su comunidad hoy más que nunca, para seguir haciendo periodismo que te informa y te acerca a América Latina. Somos una organización sin fines de lucro y la ayuda de nuestra comunidad es vital para hacer con nuestro trabajo. Cualquier donación, no importa si es por única vez o si decides hacerla de manera recurrente, es vital para nosotros. Si quieres ser Deambulante, ingresa a radioambulante.org/donar. ¡Mil gracias! Estamos de vuelta, acá Adrián. A pesar de los episodios incómodos que ocurrían en Continental Towers, Andrea y Jorge siguieron viviendo en el apartamento 505 como lo habían planeado. Tenían un supermercado grande cerca, una iglesia al lado y la zona era tan tranquila y segura que podían sacar a pasear a sus tres perros a cualquier hora sin ningún problema. La vida ahí, dentro de todo, transcurría muy cómodamente. Hasta que en 2013, cuando llevaban tres años viviendo ahí, empezaron a notar una pequeña falla en su apartamento perfecto: las puertas de los ventanales no cerraban bien. Es decir, no encajaban en los marcos. Entonces pues para irse uno a trabajar con tres perros… Pues yo tenía que cerrar la casa. Me tocaba llamar a la ingeniera: “Vea, no me cierra la puerta”, entonces cada vez que iban la cepillaban. O sea, lo que hacían era que cepillaban la parte de arriba pa que la puerta cerrara. Pero por más que la pulieran, una y otra vez, siempre volvía a pasar lo mismo. O sea, la puerta terminó siendo un triángulo. Pues eso ya no era… ya no era un rectángulo. Y yo les decía a los ingenieros eso no es normal.Pero la ingeniera encargada ni lo discutía. Simplemente enviaban obreros para repararla las veces que fuera necesario. Pero no solo era esa puerta, también había otros daños evidentes en las áreas comunes del edificio. Por ejemplo, el salón social se la pasaba inundado. Y eso arreglaban y volvía y salía la misma humedad y los tubos se vivían reventando. Entonces el sauna del gimnasio nunca funcionaba.Y en los pasillos aparecían grietas y había ladrillos que se movían… Salían así bloquecitos… de verdad. En el corredor había uno que Jorge quitaba y me decía: “Pues, ¿pues estos hijueputas qué? ¿Qué cemento usan? Pues mirá”.En esa época, Andrea trabajaba como asistente administrativa en una firma de ingenieros. Como los del Continental Towers no les daban explicaciones de los daños, decidió tomarles fotos y mostrárselas a sus compañeros de trabajo. Quería saber qué opinaban y si era normal que este tipo de cosas pasaran. Y ellos decían: “Eso no es normal. Eso está muy raro, esas grietas no deberían de ser. En ese edificio está pasando algo”. Pero fuera lo que pasara, seguía siendo un misterio. Ni Jorge, ni Andrea, ni los compañeros de ella encontraban explicaciones aparentes. Y la administración del edificio no se preocupaba mucho: si había un daño acá, reparaban… si había otro acá, reparaban… otro más, reparaban. Pero la situación se puso mucho más preocupante a mediados de ese año, 2013. Para ese momento, el edificio ya estaba prácticamente lleno. Jorge es aficionado a las motos, y esa mañana, cuando entró al parqueadero, vio una que le gustaba mucho. Estaba estacionada al lado de una columna y quiso tomarle una foto. Y le estaba tomando una foto cuando sintió Jorge un plim. Acto seguido, la columna me tira un pedazo de concreto. Le cayó una piedra y unas piedritas. Le salpicó. El pedazo me cayó y empecé a tomar fotos. Lo que se veía en las fotos era una pequeña grieta entre la columna y el piso, y una de las esquinas de abajo estaba resquebrajada. Al día siguiente, Andrea se las mostró a uno de sus compañeros de la oficina, un ingeniero. Raúl dijo: “¿En dónde es esto?” Y yo: “En el parqueadero”. “¿Pero de qué parte del parqueadero?” Y yo: “El primer piso”. Le dijo: “Danilo, vení y mirá”. Entonces Danilo: ¿En qué parte es? Y yo: “En el parqueadero, abajo”. “Margarita, venga, mire”. Y entonces ya eran todos mirando y yo ¿pero qué está pasando? Y entonces ellos todos serios me dijeron: “Esto es una implosión por compresión, se tienen ir ya de ahí”.Una implosión por compresión significaba que esa columna se había agrietado porque no tenía la resistencia suficiente para aguantar el peso del edificio. Todo parecía tener sentido ahora: las puertas de los ventanales nunca iban a cerrar bien, las tuberías nunca iban a parar de romperse y los ladrillos no dejarían de agrietarse, porque la estructura del edificio, según la foto, estaba cediendo. Andrea llamó a Jorge en ese momento y trató de contarle como mejor podía lo que le acababan de decir. Uno de sus compañeros, desesperado por la gravedad del asunto, le pidió el teléfono para hablar con Jorge. Pásemelo, pásemelo. Me decía Danilo: “Vea Jorge, es muy sencillo: usted tiene dos pies. Si a usted le cortan un pie, se cae pa un lado. Eso es así. Tienen que hacer algo ya. O sea, ese edificio se va a caer”. No, yo estaba paralizada. A mí me dio de todo. Pues vos verlos en ese grado de estrés y todos pegados de una foto. A mí el corazón se me iba a salir. Pues, no… yo estaba paniqueada.Jorge decidió hablar con algunos vecinos para ver qué podían hacer. Necesitaban reunirse. El primero en el que pensó fue en un vecino que siempre que lo veía, se quejaba…Que el apartamento de él estaba súper deteriorado. El hombre se salía y se rasgaba las vestiduras y decía es que esto está gravísimo.Los vecinos no le habían prestado atención realmente, porque pensaban que sus comentarios podían generar pánico. Ahora, ya sabiendo lo de la implosión por compresión, Jorge lo buscó y le pidió permiso para entrar a su apartamento y tomar fotos. El vecino aceptó y cuando Jorge entró, no podía creer la dimensión de las grietas en los muros. Hacé de cuenta que hubieras metido a ese apartamento un carro y hubieran empezado a pegarle a los muros para que los muros se fueran a caer. Así estaba el apartamento de ese señor.Y, claro, Andrea y Jorge nunca habían visto esas fallas en su apartamento porque simplemente habían quitado la mayoría de las paredes durante la remodelación. Pero después de ver la magnitud de esos daños, no les quedaban dudas de que muy seguramente había otros vecinos con problemas iguales o peores. Entonces decidieron buscar evidencia. Lo primero fue pedirle a la administración el libro donde recogían las quejas de los propietarios.Cuando yo cojo ese libro, eran 64 apartamentos, 180 reclamaciones. Lo curioso es que empezabas a ver que eran repetitivas: cuatro o cinco veces lo mismo, lo mismo, lo mismo, la misma grieta, la misma fisura, la puerta que abre y después no cierra, o la puerta que vas a salir y no te deja salir porque la puerta está bloqueada. Jorge fue a varios de esos apartamentos a pedir que le dejaran tomar fotos de los daños. Los vecinos, que desde hace mucho pedían soluciones, accedían sin problema. Cuando registró todos los daños, armó una presentación en PowerPoint y con los vecinos pidieron una reunión extraordinaria a la junta administrativa de Continental Towers. La aceptaron rápidamente y convocaron no solo a los propietarios de los apartamentos, sino a los representantes de la firma constructora del edificio: Constructora de Obras, o mejor conocida por sus siglas, CDO. Andrea y Jorge sabían de esa constructora incluso antes de comprar el apartamento. De hecho ese fue un factor que les dio seguridad para firmar el contrato, porque es una empresa muy reconocida en Medellín desde hace varios años. Su fundador, Álvaro Villegas, además de ser ingeniero civil y un empresario importante en la región, fue alcalde de Medellín, gobernador del departamento y presidente del Senado de la República. Y aquí hay que explicar un detalle: para hacer la construcción de Continental Towers, CDO había creado una figura jurídica diferente, algo así como una empresa de papel. Es algo que suelen hacer las constructoras con cada proyecto para que, en caso de que algo malo pase, no resulte comprometida la empresa matriz. En este caso la figura jurídica se llamaba Alsacia-CDO y era la directamente responsable de todos los asuntos administrativos del edificio. Recuerden ese nombre, Alsacia-CDO, porque va a ser importante después. Volvamos al momento de la asamblea extraordinaria. A esa reunión, además de los propietarios, fueron tres representantes de CDO: el gerente, Pablo Villegas, que es hijo del fundador. Su mano derecha y directora de obra de la compañía, María Cecilia Posada. Y Jorge Aristizábal, el ingeniero calculista de esa obra, es decir, el responsable de calcular y gestionar los materiales y las cantidades necesarias para la construcción del edificio. Era la primera vez que muchos en esa reunión los veían. La asamblea extraordinaria empezó. Los vecinos les mencionaban a los de CDO los múltiples daños, las reparaciones inútiles que habían hecho los ingenieros y les preguntaban directamente si existía la posibilidad de que esto fuera peligroso. Andrea y Jorge se acuerdan muy bien de la actitud despreocupada y hasta burlona que tomaron los de CDO, particularmente de un gesto que tuvo Aristizábal, el calculista: Se paró y le hacía así al piso brincando y decía: “Ustedes viven en los edificios más seguros del mundo”. Así súper arrogante.Pero el tono burlón les cambió cuando Jorge empezó a mostrarles la presentación en PowerPoint que había preparado. La cereza del postre fue cuando yo les mostré la última foto y tenía la columna reventada. Les dije: “¿Entonces esto también es del edificio más seguro del mundo?” Esa gente inmediatamente se empezaron a mirar entre ellos.Esos manes se paniquearon. El Aristizábal dejó de hacer sus chistecitos y Pablo Villegas no hacía sino míreme y míreme y míreme, y María Cecilia no sabía dónde meterse. Esa columna, la misma que le había escupido un pedazo de concreto a Jorge, era la prueba reina de todo lo malo que estaba pasando en Continental Towers. A los de CDO no les quedó otra y accedieron a lo que Jorge y Andrea ya sabían que se tenía que hacer: un estudio de patología. Los compañeros ingenieros de Andrea ya les habían explicado que, básicamente, se trataba de estudiar la estructura y los materiales con los que se construyó el edificio para determinar una solución a las constantes fallas que se presentaban. Cuando se terminó la reunión, le pidieron a Jorge que los llevara al punto exacto donde estaba la columna. Así fue, y al día siguiente la cubrieron con un plástico que ocultaba la grieta. Aunque el compromiso del estudio de patología los había tranquilizado, eso no duraría mucho. El sábado siguiente a la reunión, el 12 de octubre de 2013, es una de las noches que más recuerdan los habitantes de Medellín. Como a las 7 de la noche, Jorge se asomó a la terraza de su apartamento. Quería ver un carro antiguo que habían contratado para un matrimonio en la iglesia cercana.Yo estaba mirando hacia la izquierda y mi mente estaba enfocada en ver ese carro antiguo que venía bajando un matrimonio. En ese momento se siente un ruido como cuando una volqueta empieza a dejar caer piedras, que suena el golpe de las piedras sobre su metal del volco. Cuando de un momento a otro vos empezás a notar que todos los postes del frente, de los postes que conducen la energía y los árboles, empiezan a hacer el vaivén, empiezan a tensionar y distensionar. Empezó a temblar, pero no a temblar a los lados, como normalmente empieza a temblar. Parecía como un rebote. Como una pelota de estas de gimnasio que caen y caen como en seco. Pa arriba y pa abajo, pa arriba y pa abajo, pa arriba y pa abajo. Pues yo, claro, obvio, entré en pánico. ¡Se cayó este hijueputa! O sea, nos matamos todos. Entonces Jorge me agarró duro y me dijo: “Chaquetas, collares, perros. Nos fuimos”.Salieron corriendo con sus tres perros. Bajaron por las escaleras en medio del pánico de los demás vecinos que, como ellos, también huían sin entender exactamente qué estaba pasando. Fueron de los primeros en estar abajo. Yo recuerdo cuando salí, venía saliendo una gente del parqueadero de Space, y decían: “Esto se prendió, esto se prendió”. De Space, un edificio que estaba en la cuadra del frente, a la derecha, a solo unos 200 metros de Continental Towers… Lo único que se alcanzaba a ver en esa dirección era una nube de polvo muy densa que se hacía cada vez más grande. A través de ella había unos destellos que parecían fuego… pero no se trataba de un incendio. Y no es que se haya prendido, sino que había unas luces, unas lámparas de alumbrado público, son de color anaranjado, entonces el polvero, vos veías eso en llamas. Como si fuera fuego. Cuando la nube de polvo se fue disipando, los vecinos vieron lo que realmente sucedió: no era un terremoto. Tampoco una avalancha. Lo que había pasado era que la torre 6 del edificio Space, de 26 pisos, había colapsado por su propio peso.El edificio no hizo una implosión, sino que él empezó a caerse como un naipe, a regarse. El se regó toda la parte frontal, se derramó. Así fue.Fue entonces cuando los vecinos de Continental Towers entraron en otro tipo de pánico. Porque Space también había sido construido por CDO, la constructora que había hecho el edificio donde vivían. Y dijimos: “No, esto aquí está igual, esto va a tener el mismo fin”. Una pausa y volvemos. Estamos de vuelta en Radio Ambulante, soy Daniel Alarcón. Antes de la pausa, Andrea, Jorge y otros habitantes de Continental Towers acababan de presenciar la caída de la torre 6 del edificio Space, el 12 de octubre de 2013. Andrea estaba ahí, a unos metros y recuerda bien lo que se sentía en esos primeros momentos después del derrumbe… Era una sensación de soledad y un silencio… ustedes no se alcanzan a imaginar la tristeza que se sentía. Era horrible. Empezó a llover y la gente de los edificios vecinos sacó ropa para los que habían logrado salir de Space. Llegaron ambulancias, paramédicos, bomberos, rescatistas… Todo fue muy, muy triste. Ya ver llegar los perros, empezar a buscar cuerpos. Y nadie quería subir al apartamento, pues ya era de madrugada lloviendo y, pues, qué va a dormir uno.Y menos sabiendo que CDO era la misma constructora de su edificio, que tantos problemas estaba teniendo. Adrián nos sigue contando.La lluvia complicó muchísimo los intentos de rescate. La atención del país sigue concentrada en Medellín, donde organismos de socorro adelantaron durante toda la noche labores de búsqueda de las personas desaparecidas en el conjunto residencial Space. Ni Andrea ni Jorge ni sus vecinos sabían que, hasta el día de su caída, los habitantes de Space habían vivido exactamente lo mismo que ellos. Desde su construcción, y durante los últimos dos años, venían haciendo reclamos constantes por fallas estructurales. Así que un noticiero de la ciudad hizo una nota al respecto el 11 de octubre, justo un día antes del colapso. Este es un testimonio de una de las residentes. Cada uno de los apartamentos de nosotros ha sufrido grietas profundas, los closets y las puertas están colgadas. Han pasado, pues, cosas que venimos hablando con la constructora hace mucho y que no han sido… pues, algunas han sido atendidas, pero sentimos…Ese mismo día, funcionarios del Departamento de Gestión de Riesgo y Desastres, DAGRD, fueron a Space para revisar los daños que reportaban los habitantes. En esa inspección descubrieron una falla por compresión en una columna estructural de la torre 6… una falla muy parecida a la que había fotografiado Jorge en Continental Towers. Los representantes de la constructora CDO también estuvieron ahí, y dijeron que no existía ningún riesgo. Mencionaron el premio de arquitectura que había ganado Space hacía poco y recordaron la experiencia y el prestigio de la compañía. Jorge Aristizábal, el ingeniero calculista y que, recordemos, fue el que les dijo a los habitantes de Continental Towers que estaban en uno de los edificios más seguros del mundo, también salió en el noticiero. Ahí aseguró que no había nada de qué preocuparse. Se presentó un evento en un elemento puntual de la estructura, que estamos trabajando en su reparación, pero no implica en absoluto ningún peligro de colapso del edificio ni de seguridad pa las personas ni pasó nada, pues, que hay que lamentar. Afortunadamente al DAGRD sí le pareció grave la situación y ordenó la evacuación inmediata de la torre 6. Gracias a esa decisión, se salvaron muchísimas vidas, pero no todas: de las 14 personas que estaban en el edificio cuando se vino abajo, solo sobrevivieron dos. Tres días después del colapso, encontraron a la primera víctima mortal: Juan Esteban Cantor, un joven de 23 años, habitante de Space que estaba estacionando su carro en el parqueadero de la torre 6 cuando colapsó. Su amigo, Felipe Ocampo, sobrevivió porque el impacto lo expulsó del edificio. Durante esa semana fueron apareciendo los demás. En total, pasarían diez días para conocer el saldo final: 13 personas bajo los escombros, de las cuales solo sobrevivió una: el vigilante Jader Lopera, de 24 años. Entre las víctimas mortales había 9 trabajadores contratados por CDO, entre ingenieros y obreros, que intentaban reparar las fallas… Un esfuerzo inútil, claro, porque según explicaron los estudios técnicos después del colapso, la estructura estaba mal construida desde el principio y la probabilidad de falla era casi del 100%. Las otras dos víctimas eran vigilantes de esa torre. Uno de ellos era Jesús Adrián Colorado, quien fue rescatado con vida. Nunca había trabajado en Space y llegó justo esa noche, después de pasar una semana de vacaciones, para reemplazar a uno de sus compañeros. Murió en enero de 2014, después de pasar tres meses en cuidados intensivos. La caída de Space prendió las alarmas en la ciudad. Las líneas de atención del DAGRD colapsaron con llamadas de personas de toda la región que reportaban que en sus edificios también había grietas. No todas eran graves, pero igual la gente no se sentía segura después de lo que había pasado. Sin embargo, los casos más preocupantes no estaban tan lejos de Space: en la misma cuadra había dos edificios más construidos por CDO. Continental Towers era uno de esos. Y si bien entre los habitantes de los tres no lo supieron hasta ese momento, todos venían reportando las mismas fallas desde hacía meses. Andrea, también alarmada, empezó a presionar mucho más para que CDO hiciera el estudio de patología de Continental Towers que ya había prometido. Les pedía a sus vecinos que se unieran al reclamo. Algunos la apoyaban, otros no tanto. Y no se me olvidan esas palabras de un vecino: “Andrea, no generes pánico”. Y yo: “¿No genere pánico? ¿No genere pánico? Con un edificio al lado en el piso”.Pero gracias a ese pánico, varios vecinos se pusieron de acuerdo para pagar ellos mismos ese estudio. Ahí es donde entra el ingeniero Rochel a nuestras vidas. Alabado sea el Señor. Nuestro ángel de la guarda.Mi nombre es Roberto Rochel, yo soy ingeniero civil. He ejercido la profesión durante 50 años y dentro del campo de la consultoría…Roberto es reconocido en su gremio como una autoridad en materia de consultorías y diseños estructurales. Además, es profesor en EAFIT, una de las universidades más prestigiosas de la ciudad, donde ha enseñado a varias generaciones de ingenieros. Por eso, los vecinos de Continental Towers lo contactaron. Roberto arrancó su estudio de patología ocho días después de la caída de Space. Lo primero que uno hace es revisar que la estructura que se construyó sí corresponda a los planos que se tienen de diseño.Y que la calidad de los materiales que se usaron también corresponda a ese diseño… Pero cuando Roberto llegó con su equipo a hacer la inspección se encontraron con la administración del edificio, que estaba a cargo de la constructora. Según él, no los dejaron tomar muchas pruebas y les limitaron el ingreso a ciertas zonas… básicamente solo pudieron inspeccionar las fallas de los pisos superiores. Pero aún así, con lo que pudo evidenciar, Roberto no necesitó mucho tiempo para dar su diagnóstico. Parece mentira lo que le voy a decir, pero para dar la opinión no me demore más de dos días. Por una razón muy sencilla: las fallas de la estructura eran evidentes. Una evaluación muy simple de cargas demostraba que el edificio tenía problemas de cargas verticales. Eso significa que el edificio estaba resistiendo al límite no solo su propio peso sino también el de los habitantes, los muebles, los carros… o sea, lo básico. Ninguna de las dos torres de Continental Towers tenía la capacidad para aguantar cargas adicionales como granizo, vientos fuertes o terremotos. Pero esa evidencia no fue lo que más sorprendió al ingeniero Rochel. Cuando fue a comparar estos hallazgos con los planos del edificio, no lo podía creer: el edificio se construyó siguiendo los planos del diseño estructural al pie de la letra. Y para rematar, la autoridad encargada de dar las licencias de construcción en la ciudad, los había aprobado. Es decir: no es que el edificio se hubiera planeado bien y algo hubiera fallado a la hora de construirlo. No. Desde su planeación, fue un desastre.Los planos estructurales no cumplían las normas que tenía Colombia. Ese es el problema grande de ese edificio, que el ingeniero calculista no respetó las normas, no respetó los códigos de construcción y él se creyó que él era el código. Por pretender obtener unas estructuras súper económicas llegó al extremo de tener una estructura tan inestable como la que él diseñó.Roberto le contó sus hallazgos al consejo administrativo de Continental Towers a través de un informe, y los vecinos quedaron tan impactados como él. No construyeron lo que tenían que construir y lo que construyeron, le bajaron la calidad material. Construyeron ahorrando material y fuera de eso le revolvían icopor al concreto. Icopor, como se conoce en Colombia. O, en otras partes del continente, como unicel, telgopor, espumaflex, plumavit… poliestireno expandido es su nombre técnico. No nos mataron estos hijueputas de milagro.17 días después de la caída de Space, mientras estaba en su oficina, Andrea recibió una llamada. Era una conocida… una mujer de una empresa que le proveía materiales a la firma de ingenieros donde Andrea trabajaba. Recuerda bien lo que le dijo en un tono misterioso:Andre, ¿cierto que usted tiene apartamento en Continental? Y yo: “Sí”. “¡Ah! Ahorita la llamo”. :Le colgó. Andrea no entendía nada. Unos minutos después, la mujer la volvió a llamar y con el mismo tono misterioso le preguntó:“Andre, si yo hago una denuncia, ¿puedo decir que es a nombre suyo?” Y yo: “¿Cómo así? Ya la llamo”.Andrea ya estaba muy preocupada. Yo ya no volví a trabajar. Yo ya estaba con caminadera. A la tercera llamada, la mujer le habló claramente: ]: “Andre, vea, le voy a contar la verdad: resulta que un ingeniero, terminó haciéndonos una consulta. Acá tenemos la modelación y Continental se va a caer”.Ese ingeniero era Roberto Rochel. Durante el estudio de patología había llamado a diferentes proveedoras para comparar la calidad de los materiales que había usado CDO. Cuando les envió los cálculos de la construcción de Continental Towers, se dieron cuenta de todo. La mujer continuó explicándole a Andrea: “Yo voy a hacer un escándalo en la Alcaldía, pero no puedo hacer el escándalo a nombre de la empresa. O sea, mejor dicho, tengo que mostrar qué está pasando, pero tengo que hacer la denuncia ante el DAGRD, pero tiene que ser un propietario”.El DAGRD, el departamento de prevención de desastres… Andrea no lo dudó: le dio luz verde. Nombre, cédula y me dijo: “Alguien que esté dispuesto a ir ya en este instante al edificio con unos del DAGRD”.Para confirmar las fallas y tomar decisiones… Andrea le dijo a Jorge que fuera y así lo hizo: les mostró todos los daños en las áreas comunes y los acompañó a cada apartamento para que vieran las grietas. Después de una inspección de 3 a 4 horas, se fueron sin decir nada. Un rato después, la mujer volvió a llamar a Andrea. Los van a evacuar. Esté preparada. Si no es esta noche, es mañana por la mañana. Y yo: “¿Qué?” Me dijo: “Andre, se fue y sacó todo de la casa ya”. Andrea salió corriendo para su apartamento. Lo único que ella y Jorge podían hacer era sacar sus cosas.Yo lo primero que saqué fue escrituras, pasaportes. O sea, todos los documentos, toda la ropa. Jorge hacía así, tran, y me tiraba. Y yo empacaba, enrollaba y bajaba. Llenaban el carro hasta donde podían y llevaban las cosas a la casa de los papás de Andrea. Luego volvían por más. Muchos vecinos detrás me decían: “Andre, ¿qué está pasando?” “Nos van a evacuar, hombre ¿Qué estás haciendo aquí? Andá empacá. Las escrituras, los pasaportes, lo que necesités ya”. A eso de las 7 de la noche, los funcionarios del DAGRD llegaron a anunciar oficialmente la evacuación inmediata. Pasaron apartamento por apartamento dando las mismas indicaciones: a cada persona le daban un par de bolsas de basura y le anunciaban que tenía unas pocas horas para recoger las pertenencias que pudieran e irse del edificio cuanto antes. Habían pasado dos semanas desde la caída de Space, y con esta evacuación tan repentina no les cabía otra opción en la cabeza: su edificio iba a terminar igual. Andrea y Jorge ya habían logrado sacar varias de sus cosas. También algunos de los vecinos con los que habían alcanzado a hablar. Pero había otros que apenas llegaban de sus trabajos y no tenían tiempo ni para asimilar la noticia. Uno lo vive como en cámara lenta, o sea, todo el mundo en pánico. Todos saliendo con los perros, con los animales… el caos. Carros pa dentro, carros pa fuera. Se acuerda de ver a una vecina salir solo con una muda de ropa y una botella de whisky… También tuvo que ayudarle a otra a encontrar su carro porque en medio del pánico no se acordaba dónde lo había dejado. Los del DAGRD no les decían si los iban a dejar volver o no. Cuando les preguntaban qué iba a pasar, solo respondían una cosa:Hay que evacuar, hay que evacuar. Los vamos a llevar a un hotel y vamos a resolver en el camino, vamos a ver qué pasa. Y Jorge me decía: Aquí no vamos a volver. Hágase de una vez a la idea de que aquí no volvemos”. Y le decía: “No, es que tengo muy claro. Yo sé que aquí no vamos a volver”.CDO gestionó el hospedaje de los habitantes de los 64 apartamentos evacuados de Continental Towers. Esa noche terminaron en un hotel que acababa de abrir sus instalaciones para que pudieran estar ahí mientras se resolvía la situación. Entre todos compraron algo de comida y se acomodaron como pudieron. Pues todo el mundo con caminadera, pues ¿quién iba a dormir? Pues que era como un desconcierto que no sabíamos qué hacer. O sea… Te quedaste sin casa, no sabes qué va a pasar.Al otro día, como nadie les daba explicaciones de nada, decidieron organizarse. Un grupo de vecinos se encargó de recoger la información de todos y armar una base de datos. Otro se enfocó en las comunicaciones y en hablar con los medios. Un tercer grupo se dedicó a analizar la forma como podrían enfrentarse a CDO. Este es Jorge, otra vez. Fue bien interesante porque al convivir en el hotel, empezamos a hacer reuniones todos los días por la noche a ver cómo íbamos a enfrentar este… pelear contra una constructora que en ese momento era muy poderosa. El DAGRD solo les dio una información certera: a partir de ese momento, se programarían turnos cada semana para que, apartamento por apartamento, los habitantes de Continental Towers volvieran al edificio y sacaran sus pertenencias en, máximo, cuatro horas. Durante dos semanas, las 45 familias evacuadas de la urbanización Continental Towers podrán retirar la totalidad de sus enseres. La constructora CDO se encarga del trasteo…Cuando les tocó el turno a Andrea y a Jorge, había pasado un mes desde que llegaron al hotel. Ellos habían alcanzado a sacar más cosas que otros vecinos el día de la evacuación, pero eso no facilitó las cosas. Todo el proceso fue muy incómodo. Nos hicieron sentir como si hubiéramos hecho algo malo. Pues era una ingeniera detrás de uno haciendo inventario de lo que sacábamos de mi casa. Pero todo era de ellos, así que se fueron preparados para llevarse lo que faltaba. No querían dejarles nada a CDO. Por eso, aprovecharon a sacar lo que podían, con destornilladores y llaves inglesas en mano: desde el sofá de cuero rojo capitonado de más de 2 metros de largo que tuvieron que sacar por la terraza, hasta el calentador de agua incrustado en la pared. De resto, todo quedó ahí: qué temas de iluminación, el cableado, el cobre, las tuberías. Todo eso quedó ahí metido. En todo ese tiempo, nunca hubo una respuesta oficial a las preguntas de los propietarios sobre qué pasaría con sus apartamentos. La constructora solo repetía lo que ya les habían dicho las últimas tres semanas: que ellos se encargarían de arreglar el edificio, pero no decían cómo. Mientras aclaraban algo, muchos de los propietarios decidieron irse provisionalmente donde familiares. Otros se fueron a vivir a lugares arrendados. Al final, de lo único que se hizo responsable CDO fue del alojamiento en el hotel y se comprometió a dar auxilios de arrendamiento mientras se resolvía qué pasaría con el edificio, pero dejaron de pagarlos poco después de un año. Como salvavidas, buscaron a las aseguradoras de los apartamentos para que les cubrieran los daños, pero resultó que las de los bancos no lo hacían…Porque se supone que si usted se va a pasar, el edificio está en buen estado, no tiene fallas estructurales. Entonces eso no lo cubren. Entonces las aseguradoras nunca cubrieron, nunca respondieron.Y, según Andrea, en el contrato que tenían con una aseguradora del Estado…Hay una cláusula que dice que unilateralmente se puede suspender el contrato, y nos dejaron sin seguro. Pa que vean ustedes: la aseguradora del Estado nos dejó en la cochina calle. Nos tiró.Desesperados y sin muchas más opciones, Andrea y Jorge se fueron a vivir a otro apartamento arrendado, y con sus vecinos decidieron meterse en un largo proceso legal contra Alsacia-CDO, la figura jurídica que, ante la ley, era la que había construido el edificio. Mientras tanto, el país seguía atento a todo lo que tenía que ver con la tragedia de Space. Tres meses después del colapso de la torre 6, en enero de 2014, la justicia falló que, definitivamente, el edificio era inhabitable e irrecuperable, y ordenaron que las otras torres que habían quedado en pie fueran implosionadas. Cualquiera que haya estado en Medellín ese año recuerda el momento en el que Space cayó definitivamente el martes 23 de septiembre. Los medios cubrieron esa implosión en vivo. Casi 40 segundos después de las 9, se oyó y se vio una sucesión de 20 microexplosiones, producto de los 200 kilos de indugel instalados en 1,200 perforaciones. En seis segundos se derrumbaron las cuatro torres que permanecían en pie. Pero los problemas de Continental Towers estaban lejos de desaparecer. Esa misma semana de la implosión de Space, recibieron la única propuesta de solución por parte de CDO: repotenciar el edificio. Es decir, reforzar su estructura para que pudieran habitarlo de nuevo, algo que también propusieron en su momento en el caso de Space. Los propietarios rechazaron rotundamente la propuesta en dos ocasiones. Por un lado, las adecuaciones eran absurdas: Que es el caso mío: atravesada una columna en la puerta. Y así por el estilo. Terrazas que les atravesaba una viga horizontalmente a un metro de altura. Y por el otro, ya el ingeniero Roberto Rochel lo había dejado claro. ¿Cómo vamos a reforzar un edificio que no resiste su propio peso? El ejemplo más claro es como si uno naciera con un esqueleto que no aguantara el peso de uno. Ahí no hay nada qué hacer. Para mayo de 2015, CDO seguía empeñado en decir que esa era la única salida que les podía ofrecer a los propietarios. Y ellos, mientras insistían en la pelea judicial, tenían que lidiar con la bola de nieve en la que se habían convertido sus problemas: ya llevaban casi un año y medio sin vivienda, algunos estaban en casas ajenas o rentando otros espacios, y lo peor de todo, es que tenían que seguir pagando los impuestos de sus apartamentos y las deudas que muchos habían adquirido con bancos para comprarlos. Tuvieron que esperar hasta mediados de 2015 para que la justicia por fin los citara a audiencias. En representación de Alsacia-CDO, la figura jurídica a la que habían demandado, solo fueron sus abogados. En el caso de las víctimas, estaban casi todos los propietarios de los 64 apartamentos evacuados. Todos dieron sus testimonios… Testimonios demoledores… Esa audiencia fue tan dura. Ustedes no se alcanzan a imaginar la cantidad de cosas que salieron en esas audiencias que no nos habíamos dado cuenta. Fue como una especie de catarsis colectiva, una forma de entender los dramas personales desencadenados por las grietas en el edificio y el desalojo. A Andrea se le quedaron grabadas algunas de esas historias… Me acuerdo de otra vecina que en ese momento estaba lactando y dejó de lactar. No pudo volver a alimentar a su bebé porque el estrés fue tan horrible que no le salía. No fue capaz.O el caso de Sergio, otro vecino al que le descubrieron cáncer. Y fue muy duro porque no habíamos visto a don Sergio en mucho tiempo. Fue muy duro verlo así. Él decía me voy a morir y no nos van a pagar. Y don Sergio murió y no alcanzó a ver nada.Después de una serie de audiencias larguísimas que se extendieron durante dos meses, el 22 de enero de 2016, los citaron para dar el veredicto… Cuando él empieza a leer ese fallo, éramos todos, vea, con el corazón aquí.Y como pocas veces pasa en Colombia, la justicia falló con contundencia a favor de los afectados. Les digo la verdad, yo no pensé que fuéramos a ganar. El juez le ordenó algo muy claro a la constructora… Es devuelvan la plata. Ustedes hicieron un producto de mala calidad que no cumple con lo mínimo. Entonces tienen que hacer ese reembolso a toda la gente.Pero el fallo no solo ordenaba que Alsacia-CDO tenía que reembolsar el valor de cada uno de los 64 apartamentos, sino que también debía pagar las remodelaciones que los propietarios hubieran hecho, más las indemnizaciones por daños morales y económicos causados en los últimos dos años y medio tras el desalojo. La cifra llegaba a los 13.400 millones de pesos, casi 4 millones de dólares. La máxima autoridad del tribunal que dio el veredicto lo calificó como histórico. Nosotros en nuestro proceso dictamos la sentencia y esperamos que la constructora, de muy buena fe, la cumpla. También esperamos que el proceso que se adelanta en Supersociedades sea de la manera más favorable a todos, incluyendo a estos consumidores.La Supersociedades, o Superintendencia de Sociedades, es la entidad que vigila y controla a las sociedades comerciales en Colombia, como Alsacia-CDO.Aunque era un fallo en firme, es decir, que no se puede aplicar ningún otro recurso legal para cambiarlo, CDO no lo acató y apeló la decisión. Mientras tanto, siguió presionando durante seis meses más para que les aprobaran la licencia de repotenciación. Pero, nuevamente, la justicia falló a favor de los propietarios de Continental Towers y, a mediados de 2016, dio la razón más contundente para que la propuesta de la constructora fuera rechazada. Simplemente era inviable desde todo punto de vista.Dada la presión mediática, la presión del alcalde y de, todo el mundo pendiente del tema, fueron súper rigurosos: a ellos le negaron la licencia cuatro veces.Si todavía quedaba alguna duda de la culpabilidad de CDO, finalmente fue reconfirmada el 7 de septiembre de 2016, ocho meses después del primer fallo. En ese momento, la justicia resolvió la apelación que interpuso la constructora y volvió a darles la razón a los copropietarios en segunda instancia. Es decir, CDO tenía que pagar, punto. Bueno, no exactamente CDO, sino la empresa de papel que había creado para la construcción de Continental Towers: Alsacia-CDO. Y, aun con dos fallos en su contra, la respuesta que dieron fue inesperada. Se declaran en quiebra. Era una estrategia de CDO de la que Jorge, Andrea y los propietarios de Continental Towers apenas se estaban dando cuenta. En los seis meses que pasaron, mientras la justicia les respondía que no podían apelar y se resolvía lo de la licencia de repotenciación, la constructora empezó el proceso de liquidación de Alsacia-CDO. Eso significó que cuando la Superintendencia de Sociedades intervino, lo único que pudo hacer fue intentar repartir la plata que quedaba de la empresa de papel en el orden que dice la ley: primero deben pagarles a los empleados, luego siguen con las deudas con el Estado, después entran los créditos administrativos y otras categorías hasta finalmente llegar a lo que les exigía la demanda. Pero la plata, pues obviamente no llegó hasta allá, no llegó ni siquiera al pago administrativo.Al final, lo único que obtuvieron de toda su batalla judicial de tres años fueron dos papeles en la mano que decían que habían ganado, pero que nunca nadie hizo cumplir. No, es que son unos hijueputas. Es que, o sea, estamos en Colombia. Los dejaron que sacaran la plata, la Superintendencia de Sociedades no hizo nada. No les bloquearon las cuentas.Y como si se tratara de un juego absurdo de Monopoly, lo único que les dieron a los propietarios de Continental Towers fueron partes de la propiedad de apartamentos del edificio que CDO nunca pudo vender. En otras palabras, repartieron entre los afectados porcentajes de apartamentos que nunca nadie iba a habitar.Pa colmo de males, o sea, como si nada de todo lo que nos está pasando es suficiente, yo tengo un apartamento y un pedazo de otro más. O sea, es que esto no tiene… Es ridículo.Las noticias sobre CDO siguieron llegando: en 2018, cinco años después de la caída de Space y del desalojo de Continental Towers, la justicia condenó a Pablo Villegas, María Cecilia Posada y Jorge Aristizábal por el homicidio culposo de Juan Esteban Cantor, el único residente de Space de las 12 víctimas fatales que murieron en el desplome de la torre 6. Era la primera vez en Colombia que se daba una condena de ese tipo por el colapso de un edificio. La pena fue de cuatro años de prisión domiciliaria, unos 15 mil dólares de sanción económica para cada uno y se les prohibió ejercer sus profesiones durante cinco años. Por otro lado, a los propietarios aún les deben el 60% de la indemnización que exigió la justicia por la pérdida de sus apartamentos. Ese mismo año, las autoridades ordenaron la evacuación de otro edificio llamado Bernavento en el que también había participado el calculista Jorge Aristizábal. A diferencia de Continental Towers, en este caso, la repotenciación sí fue aprobada por los propietarios, quienes además tuvieron que pagarla. Pero los resultados fueron tan desastrosos, que el edificio tuvo que ser implosionado en menos de dos meses. Al final, los condenados solo estuvieron un año y medio en casa por cárcel. Les concedieron la libertad porque negociaron, bajo cláusula de confidencialidad, una indemnización mayor con la familia de Juan Esteban Cantor, lo cual en Colombia se puede considerar como una reparación integral. Intentamos hablar con ellos, pero desde que quedaron en libertad se alejaron de los medios. Intenté comunicarme con Pablo Villegas, pero nunca respondió ni a mis llamadas ni a mis chats. Pero la odisea de los propietarios de Continental Towers no terminó ahí, aún cuando de su caso poco o nada se siguió hablando. Nunca pudieron regresar, ni siquiera para sacar las cosas que muchos habían dejado. Para hacer cualquier ingreso al edificio abandonado debían tener la aprobación simultánea de la Superintendencia de Sociedades, del DAGRD y de la Policía. Y sin embargo, esa burocracia no fue impedimento para que el edificio fuera saqueado por ladrones, día y noche, durante seis años de abandono. El edificio fue completamente abandonado, descuidado por completo y dejado a su suerte. Ya se estaba metiendo gente a vivir allá.Todo el que quería podía entrar allá, eso sí, nosotros los propietarios no podíamos entrar.Y la situación empeoró en 2020, cuando llegó el confinamiento por la pandemia.En vista de que estábamos todos encerrados, aprovecharon para desvalijar el edificio. Los ladrones lograron sacar todo lo que los antiguos habitantes no pudieron… y mucho más: se robaron vidrios, tuberías, puertas, ladrillos, el cableado y hasta el motor del ascensor. Dejaron al edificio en los huesos. Ese deterioro generó dos problemas importantes: el primero fue que los vecinos del sector empezaron a quejarse ante la policía por la inseguridad y la presencia de ladrones en el edificio. Pero lo que resolvió la policía fue que los propietarios debían garantizar la tranquilidad del barrio contratando un esquema de seguridad privado, aun cuando no vivían ahí hacía nueve años. Por otro lado, el nivel de saqueo fue tal, que la estructura ya no aguantaba más, podía desplomarse sobre alguna de las avenidas cercanas en cualquier momento. El DAGRD decidió declararlo una calamidad pública en septiembre de 2022. Pero como si en esta historia no hubiera suficientes absurdos, si Continental Towers se caía, como Space, los directos responsables por los daños serían los propietarios.Ese puto edificio se cae sobre Las Palmas, mata a 100 personas y nos metemos en el… Mejor dicho: a alguien le llega a pasar algo por culpa de ese adefesio y los que vamos a pagar con cárcel sí vamos a ser nosotros. El problema de nosotros es de ese tamaño. Cada vez era más obvia la solución: implosionar… Y así lo ordenó la Alcaldía. Pero la nueva pregunta era quién iba pagar los 4.600 millones de pesos, o sea, un millón dólares, que cuesta esa operación. Los propietarios de Continental Towers temían que también les iba a tocar asumir ese costo.Nosotros no teníamos con qué. Ni siquiera recuperando la plata del apartamento, nos hubiera alcanzado a todos para pagar una implosión. No teníamos cómo.En ese nuevo limbo de esperar quién pagaba la implosión de Continental Towers o esperar a que se cayera por sí mismo, pasaron dos meses más. Finalmente, en noviembre de 2022, la alcaldía de Medellín se pronunció al respecto. Este es Daniel Quintero, el alcalde de la ciudad en ese momento. : La declaración de calamidad pública permite que podamos esta vez entonces ya utilizar recursos públicos para hacer varias tareas. La primera… Como si aún hubiera dudas de lo que se debía hacer, la Alcaldía volvió a llamar al ingeniero Roberto Rochel para confirmar y reconfirmar lo que se sabía desde 2013. El tiempo demostró que el edificio sí estaba malo y que esa decisión que tomaron ahora de demolerlo la debieron haber tomado hace diez años. Una decisión que los propietarios estaban esperando desde hace tanto tiempo, por fin era una realidad. Aunque no precisamente porque les hubieran dado la razón.Paradójicamente, los que nos ayudaron fueron los que dañaron el edificio. Saquearon tanto, que terminaron de dañar más el edificio, haciendo que el DAGRD y la administración actual tomaran la decisión de implosionar.El proceso tomó más de tres meses de preparación. Se evacuaron los edificios cercanos a Continental Towers, lo que requirió de una logística extensa y burocrática para reacomodar a los vecinos del sector, hacer los estudios pertinentes y solicitar la cantidad necesaria y exacta de carga explosiva. La operación estuvo a cargo de la misma empresa que había implosionado a Space. Se decidió que la implosión sería el 8 de diciembre de 2022 a las 10 de la mañana. La zona fue evacuada desde primera hora del día en más de un kilómetro a la redonda y sobre la avenida Las Palmas se acumularon los medios y los curiosos que querían ver, en vivo y en directo, la caída de otro edificio enfermo en Medellín. Andrea también estuvo ahí y yo la acompañé todo el tiempo esa mañana. ¿Cómo vas?Ay, no sé. Con susto. Es como una sensación muy extraña de verlo y pensar que ya, ya va a desaparecer. Que ya vamos a comenzar a descansar. La vi ir de un lado al otro organizando a los vecinos para estar atentos al momento de la implosión. Para ella, era como el momento de un duelo. Jorge, por su lado, decidió romper los protocolos de seguridad y se adentró en la avenida Las Palmas: quería ver caer el edificio más de cerca. De un momento a otro, una sirena empezó a sonar. Y continuó haciéndolo otras dos veces con intervalos de 10 minutos. Eso anunciaba que estaba cerca el momento de la detonación. Todos alrededor estaban a la expectativa. Pero la hora cero llegó y no hubo detonación. Pasaron 2, 5, 10 minutos… Andrea estaba impaciente.¿Qué más van a esperar? ¿Space no fue más rápido?Pasaron 20, 30 minutos… Hasta que finalmente… Hay una sensación extraña en ver la implosión de un edificio, sobre todo uno tan grande como Continental Towers. Sus dos torres, de 19 pisos cada una, no tardaron más de tres segundos en caer por completo. Lo primero que pasa es que uno ve la estructura estallarse, como si fuera un globo de helio, y solo milésimas de segundo después se escucha el sonido de la detonación. Esa desincronización produce un efecto devastador, que desubica: en esos pocos segundos, es como si el cerebro no asimilara que ese objeto que uno está mirando fijamente ya no está, como si fuera un truco de magia. Simplemente, uno no puede creer que ahora sea solo una nube de polvo. Andrea tampoco podía creerlo. Mientras asimilaba que el edificio había desaparecido, los medios corrieron a apuntarla con cámaras y micrófonos para registrar su reacción. Andrea, cuéntanos cuáles son esos sentimientos encontrados que tienes en este momento.Ay, ya no está. No… se me quita un peso de encima. Solo quiero como ya… continuar. Ya… ya no está lo que tanto daño y tanto sufrimiento nos causó ya no está.En el momento en que el edificio se desplomó, ¿qué sentiste? Ay, como un hueco en el corazón. Yo sé que nos va a ir bien y vamos a recuperar nuestro dinero. Sin embargo, la caída de Continental Towers no ha sido el fin de los problemas de Andrea y Jorge. Hoy viven fuera de Medellín en una finca pequeña sin acabados y el banco los sigue presionando para pagar la deuda de un apartamento que, todo el mundo en Colombia sabe, ya no existe.Ah no, esa pesadilla sí, peor. Todos los días me llaman del banco. A ellos se les hizo un ofrecimiento y no les sirve nada, a ellos es lo único es págueme toda la plata que me debe y se acabó. Para el banco simplemente si usted se tiene que ir a vivir debajo de un puente y págueme mi plata, páguela y váyase a vivir debajo del puente, que eso no es problema de nosotros. Entonces yo les digo no, es que yo ya perdí todo.En este momento, siguen en otro lío judicial para poder salir de esa deuda. Esperan que les vuelvan a dar la razón, como en los otros casos que han resuelto en estos diez años a punta de insistencia. Aun así, para Andrea y Jorge no es suficiente. Para ellos y para el resto de copropietarios de Continental Towers, aún falta justicia. Hasta el momento se ha comprobado que 11 de los edificios de CDO tenían problemas estructurales graves, y aunque el único caso en el que hubo víctimas mortales fue el de Space, los constructores sabían perfectamente que esa era una posibilidad en cada uno de esos proyectos. A mí que no me vengan a decir que no sabían qué estaba pasando. Si vos tenés la misma patología no me vengás a decir que no sabes qué está pasando. Y esas personas no deberían de tener permiso para construir ni para mover un puto ladrillo. Pues perdón, pero es así. No deberían de levantar un puto ladrillo ni en este país ni en ninguna parte. Y deberían de estar en la cárcel. Eso es un intento de homicidio, porque sabían lo que estaba pasando.Y, claro, falta que les paguen la plata… lo que ellos llevan pidiendo desde hace una década. Cuando cerramos esta historia, ninguno de los propietarios había recibido el dinero que invirtieron en los apartamentos ni en las remodelaciones ni en las reparaciones por los daños causados, tal como lo ordenó la justicia. Es que eso es lo que nosotros reclamábamos: devuélvanos, en ese momento la plata que nosotros invertimos aquí. Para nosotros salirnos del problema. Nosotros le entregamos lo que le debemos al banco y con lo que nos quedó, todos resolvemos. Pero en una década, han aumentado las deudas y los costos de vida. En este momento, si ellos nos devolvieran la plata eso ya no alcanza para nada. Seamos realistas, esto nunca debió haber pasado, y pasó. O sea, todo lo que no debe ser, fue. Eran nuestros ahorros los que estaban ahí. No era más. O sea, estábamos jugando a lo seguro y no fue seguro.Con la implosión de Continental Towers, los propietarios esperan dejar de pagar administración y solo se preocuparían por algunos impuestos. También piensan vender el lote y recuperar algo del dinero que perdieron. Pero aun si eso sucediera, el problema va más allá de Continental Towers. Hoy, en Medellín y su área metropolitana hay 22 edificios con problemas estructurales, incluidos los de CDO. A estos los han llamado ‘edificios enfermos’. En 2016, el Congreso aprobó la llamada Ley de Vivienda Segura o Ley Anti Space para, entre otras cosas, proteger a quienes compren vivienda, aumentar la seguridad de los edificios y fortalecer a las instituciones que dan los permisos de construcción. El periodista Adrián Atehortúa es de Medellín y vive en Bogotá. Coprodujo el episodio con nuestro productor senior David Trujillo. También vive en Bogotá. Esta historia fue editada por Camila Segura. Bruno Scelza hizo el factchecking. El diseño de sonido es de Andrés Azpiri y Ana Tuirán con música original de Ana. El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Paola Alean, Lisette Arévalo, Pablo Argüelles, Aneris Casassus, Diego Corzo, Emilia Erbetta, Camilo Jiménez Santofimio, Rémy Lozano, Selene Mazón, Juan David Naranjo, Ana Pais, Melisa Rabanales, Natalia Ramírez, Laura Rojas Aponte, Natalia Sánchez Loayza, Barbara Sawhill, Elsa Liliana Ulloa y Luis Fernando Vargas. Carolina Guerrero es la CEO. Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, se produce y se mezcla en el programa de Hindenburg PRO. Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.

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