logo
Listen Language Learn
thumb

Radio Ambulante - Una ciudad en dos

-
+
15
30

En el mapa se ven dos ciudades. De cerca es un poco más complicado.

La frontera entre Ciudad Juárez, México, y El Paso, Estados Unidos, es un lugar de fluidez cultural y lingüística, una zona de intercambio y tránsito. Pero el ataque del 3 de agosto del 2019 en un Walmart de El Paso puso todo eso en riesgo.

*

Contestaremos tus preguntas sobre este episodio en un Facebook Live el viernes 21 de febrero a la 11:00 a.m. ET. Si tienes Facebook, puedes programar un recordatorio.

Bienvenidos
a
Radio
Ambulante,
desde
NPR.
Soy
Daniel
Alarcón.
Entonces,
asumamos
que
por
la
misma
naturaleza
de
nuestro
podcast,
nos
interesan
las
fronteras.
Por
todas
las
razones
que
se
pueden
imaginar.
Son
lugares
de
tránsito.
De
fluidez
cultural
y
lingüística.
Son
zonas
de
intercambio.
Depende
de
dónde
las
mires,
claro,
pero
a
veces
esas
mismas
fronteras
hasta
pasan
desapercibidas.
Cuando
vuelas
a
Juárez
y
llegas
—que
vienes
en
el
avión—
si
vas
de
noche,
no
hay
una
diferencia.
O
sea,
es
una
sola
ciudad,
si
lo
ves
desde
arriba.
Esta
es
Victoria.
Soy
Victoria
Estrada.
Soy
editora
en
Radio
Ambulante.
Victoria
ahora
vive
en
Xalapa,
Veracruz,
pero
creció
en
Ciudad
Juárez,
casi
casi
en
la
frontera
con
Estados
Unidos.
Son
como,
si
no
hay
tráfico,
como
10
minutos.
Desde
la
casa
de
sus
padres
hasta
el
Puente
Libre,
uno
de
los
cruces
que
te
lleva
a
El
Paso,
Texas.
Es
una
zona
un
poco
más
nueva
de
la
ciudad.
Pero…
La
casa
de
mis
abuelos,
esa
es
en
el
centro.
Entonces,
las
casas
viejas
son
las
que
están
en
el
centro
y
son
las
que
están
cerca
de
la
frontera.
Y
cuando
dices
cerca,
¿qué?
¿como
caminando?
Sí,
caminando.
Entonces,
durante
toda
su
niñez,
cruzar
la
frontera
era
lo
más
normal.
¿Te…
te
acuerdas
cuándo
fue
la
primera
vez
que
tenías
como
reconocimiento
de
que
existía
una
frontera?
No,
no,
no.
He
estado
tratando
de
pensar
si
en
algún
momento
pensé
como
“en
la
frontera”,
pero…
pero
no
recuerdo.
Para
ella,
y
para
mucha
gente
de
Juárez,
cruzar
a
El
Paso
es
algo
cotidiano.
Cualquier
negocio
en
Juárez
te
acepta
dólares.
Victoria
se
acuerda
incluso
de
negocios
en
El
Paso
que
aceptan
pesos.
Claro,
hay
diferencias
entre
las
dos
ciudades
y
no
quiero
minimizarlas—,
pero
no
es
un
viaje
internacional.
Por
lo
menos
para
los
juarenses
no
se
siente
así.
Más
bien
es
“ir
a
visitar
a
la
familia
que
vive
a
media
hora”.
Así
se
entiende.
Es
“ir
de
compras”.
Es
“comer
en
un
restaurante
que
te
gusta”.
Es
“ir
a
la
chamba”.
Solo
que
la
familia,
el
mall,
ese
restaurante
y
ese
trabajo,
pues
quedan
en
Estados
Unidos.
Digámoslo
así:
para
Victoria,
El
Paso
era
simplemente
una
extensión
del
mundo
que
ya
conocía.
Recuerda
estar
en
la
camioneta
de
sus
papás,
con
sus
hermanos,
en
la
fila,
esperando…
Pero
no
recuerdo,
o
sea,
pensar:
“Lo
que
está
pasando
aquí
es
que
hay
una
frontera
y
tenemos
como
que
ir
a
otro
país”.
No.
Hablé
de
las
diferencias.
Las
hay,
claro.
La
carretera.
La
infraestructura.
El
dinero.
La
abundancia
comercial.
Eso
se
nota
al
toque.Cuando
cruzas
a
El
Paso,
me
acuerdo
que
mi…
mi
papá
nos
decía
como:
“Pónganse
los
cinturones”,
¿no?
O
sea,
porque
para
cruzar
(risas)
necesitas
ponerte
los
cinturones.
Entonces,
era
como:
“Ya,
siéntense
bien.
Siéntense
en
sus
lugares”,
¿no?
O
sea…
Como
quien
llega
de
visita
y
hay
que
tener
modales.
Y
otro
detalle…
En
El
Paso,
te
tienes
que
parar
en
los
altos.
O
sea,
Juárez
con
reglas,
más
orden
y
con
diversión.
Cruzar
la
frontera,
sea
cual
fuera
la
razón,
siempre
le
llamaba
la
atención
a
Victoria.
Se
me
hacía
como
divertido.
Como
que
a
El
Paso
sólo
ibas
a
hacer
cosas
divertidas.
Iba
a
ver
a
sus
primos
o
a
su
tía.
Había
una
montaña
rusa,
un
zoológico.
Entonces
a
me
gustaba
mucho
ir
a
El
Paso,
mucho.
Al
punto
al
que
si
sus
padres
iban
sin
ella…
Me
enojaba
mucho,
así…
Me
enojaba
mucho
que
se
fueran
a
El
Paso
sin
mí.
Por
ejemplo,
si
traían
la
visa
en
la
bolsa
y
luego
los
veía
que
la
sacaban
de
la
bolsa
y
la…
la
guardaba
donde
iba
en
la
casa
y
decía:
“¡Se
fueron
a
El
Paso!”.
O
sea…
(risas).
En
fin.
Lo
resumo
así.
El
Paso
estaba
tan
cerca
de
Ciudad
Juárez
que
algunos
cruzaban
la
frontera
para
comprar
helado.
Y
a
pesar
del
calor
del
desierto,
llegaban
tranquilamente
a
casa
antes
de
que
se
derritiera.
La
niñez
y
la
adolescencia
de
Victoria
coincide
con
dos
olas
de
violencia
que
le
dieron
a
Juárez
su
reputación.
1993
fue
el
año
en
que
empezó
a
llevarse
un
registro
de
los
feminicidios
en
la
ciudad.
Victoria
tenía
seis
años.
Nos
vamos
a
México
en
donde
siguen
sin
conocerse
oficialmente
las
cifras
de
jóvenes
asesinadas
en
Ciudad
Juárez
durante
las
últimas
décadas.
Y
luego,
ya
más
grande,
vio
la
llegada
de
la
llamada
“guerra
contra
el
narco”.
La
que
el
presidente
Felipe
Calderón
empezó
en
2006.
Juárez
es
uno
de
los
campos
de
batalla
más
duros
de
esta
narcoguerra.
La
violencia
explotó
en
la
ciudad,
por
la
lucha
de
los
cárteles,
por
el
territorio
y
el
mercado.
Ver
personas
asesinadas
en
las
calles
de
esta
ciudad
se
ha
convertido
en
algo
casi
cotidiano.
Quiero
mencionar
estas
dos
etapas
tan
crudas,
porque
si
no
eres
de
allí
y
de
algo
te
suena
el
lugar,
es
probablemente
por
esto.
En
mi
caso,
confieso,
es
así.
Pero
para
los
de
la
zona,
eso
viene
a
ser
la
música
de
fondo
de
una
vida
que
es,
en
todos
los
sentidos,
normal.
Victoria,
por
ejemplo,
no
vivía
encerrada,
ni
nada
por
el
estilo.
Iba
al
colegio,
a
casas
de
sus
amigas.
Trabajaba
al
otro
lado,
en
El
Paso.
Se
iba
con
sus
amigos
en
carretera,
a
conciertos
de
rock
en
Texas,
en
Arizona.
Una
vez
hasta
Los
Ángeles.
Pero
como
tantos
adolescentes,
soñaba
con
ver
el
mundo.
Londres,
París,
Nueva
York.
La
idea
era
estudiar
afuera.
Pero
sus
padres
le
dijeron:
“Pues,
no.
No
tenemos
dinero,
¿no?
Entonces
no
te
puedes
ir
a
otro
lado».
Pero
yo
siempre…
como
que
siempre
lo
pensé.
O
sea,
siempre
pensé
que
me
iba
a
ir
a
otro
lugar.
Ya
tendría
su
oportunidad.
En
todo
este
tiempo,
esos
años
en
que
Juárez
aparecía
como
titular
de
noticieros
internacionales,
Victoria
me
dijo
que
la
violencia
de
Juárez
no
la
afectó,
no
directamente.
Uno
se
acostumbra
a
convivir
con
cierta
violencia.
Pasa
en
otro
barrio,
a
las
afueras
de
la
ciudad,
a
veces
hasta
a
la
vuelta
de
la
esquina,
pero
cada
vez
lo
notas
menos.
Aprendes
a
ignorarlo.
Simplemente
como
que
pasa
una
balacera
y
es
como:
eso
nunca
había
pasado
antes,
estás
asustado
y
después
como
de
“mmm”,
sigues
viviendo.
Entonces,
siempre…
la
violencia
es
así,
es
como:
sigues
viviendo.
Y
fue
hasta
años
después
que
se
dio
cuenta
de
que
todo
lo
que
se
había
convertido
en
normal
para
ella,
no
era,
en
realidad,
tan
normal.
Fue
cuando
llegó
de
Juárez
a
la
Ciudad
de
México
por
primera
vez
y
vio
la
forma
en
que
la
gente
reaccionaba
al
enterarse
que
de
dónde
venía.
Primero
cuando
les
contaba
que
había
estudiado
literatura,
como
que
no
le
creían.
¿Hay
literatura
en
Juárez?
¿Hay
cultura
en
ese
lugar?
O
sea,
como
si
nadie
estuviera
haciendo
otra
cosa
más
que,
no
sé,
comer
carne
asada
y
disparándose,
¿no?
O
sea…
Y
parecía
que
eso
era
lo
que
querían
escuchar.
No
sobre
literatura,
claramente,
sino
sobre
los
tiroteos.
Sobre
los
muertos.
Ese
folclor
norteño.
Una
fascinación
casi
morbosa.
Quiere
que
le
cuentes,
¿no?
Así
como
cuántos
baleados
has
visto.
Entonces,
como
que
parece
que
siempre
tienes
algo
que
decir,
¿no?
O
sea,
si
eres
de
Juárez,
vas
a
tener
algo
que
contar
porque
ahí
han
pasado
cosas,
¿no?
Porque
ser
de
Juárez
es
como
haber
sobrevivido
algo.
Victoria
se
dio
cuenta
de
cómo
reaccionaba
la
gente
y
vio
una
posibilidad.
Total,
estaba
en
una
ciudad
desconocida.
Y
no
cualquier
ciudad,
sino
la
Ciudad
de
México,
inmensa,
infinita,
fuera
de
control.
Estaba
súper
perdida
porque
no
conocía
nada
y
como
que
era
una
gran
ciudad
y
yo
nunca
había
estado
en
un
lugar
así.
Y
como
que
intentaba
usar
esta
cosa
como
de
ser
de
Juárez,
como
si
eso
me
hiciera
una
persona
como
más
ruda
de
lo
que
soy.
Y
se
dio
cuenta
que
el
hecho
de
ser
de
Juárez
la
podía
proteger.
Estamos
hablando
de
todo
esto,
de
Juárez,
específicamente,
por
algo
que
sucedió,
no
ahí,
sino
en
El
Paso.
El
3
de
agosto,
del
2019.
Un
tiroteo.
El
día
del
ataque,
¿dónde
estabas
tú?
Eh,
en
mi
casa
en
Xalapa,
en
mi
departamento.
Para
estas
alturas,
Victoria
ya
llevaba
ocho
años
fuera
de
Juárez.
Después
de
ese
primer
viaje
a
la
Ciudad
de
México
había
pasado
por
varias
ciudades
y
tenía
ya
unos
meses
viviendo
en
Xalapa.
Era
sábado
en
la
mañana.
Entonces
estaba
todavía…
como,
creo
que
hasta
en
mi
cama.
O
sea,
como
leyendo
o
algo
así.
We
begin
with
breaking
news:
A
deadly
mass
shooting
at
a
Walmart
in
El
Paso,
Texas.
Hace
algunos
momentos
se
reportó
una
balacera
en
una
tienda
comercial
ubicada
aquí
en
El
Paso,
Texas.
Police
say
several
people
have
been
killed,
numerous
injuries
at
this
time.
En
la
ciudad
de
El
Paso
confirman
múltiples
víctimas
a
causa
de
un
tiroteo
en
un
centro
comercial.
Ese
sábado
estuve
como
todo
el
día
en
la
computadora,
¿no?
O
sea,
checando
updates
y…
y
como…
como
que
empezaron
a
salir
videos.
Un
herido.
Tenemos
un
herido
por
aquí,
señoras.
Tirado
aquí
afuera
en
la
vendimia
que
tenían
los
de
la
escuela.
Un
señor
herido.
O
sea,
empezaron
a…
empezaron
a
haber
videos
como
en…
en
Facebook,
en
unos
grupos
que
hay
que
son
como
de
grupos
de
Juárez,
¿no?
O
sea
que
de
gente
que
está
ahí.
¡Ay
no!
Y
Facebook
también
tiene
esta
cosa
ahora,
que
está
muy
feo,
que
es
como
de:
“Mark
yourself
as
safe”,
como
de:
“Pasó
este
evento
y
marca
que
estás
bien”,
¿no?
Entonces
como
que
la
gente
que
conozco
que
está
en
El
Paso
o
en
Juárez,
así
se
empieza
a
marcar
que
están
bien.
Y
empieza
como
a
subir
la
cuenta.
More
than
a
dozen
people
are
dead.
Al
menos
15
personas
han
muerto.
At
least
18
people
have
been
killed.
Mataron
al
menos
a
19
personas.
Las
autoridades
confirman
20
muertos
y
26
heridos
en
un
tiroteo
en
un
centro
comercial
en
la
ciudad
estadounidense
de
El
Paso.
Poco
después
de
las
10
de
la
mañana,
un
hombre
entró
con
un
rifle
semiautomático
a
un
Walmart
en
El
Paso
y
empezó
a
disparar.
El
tiroteo
duró
pocos
minutos.
Luego,
el
asesino
salió
de
la
tienda,
se
subió
a
su
auto,
manejó
a
un
lugar
cerca
y
se
entregó
a
la
policía.
La
cifra
final
de
víctimas
en
el
ataque
fue
de
22
muertos
y
26
heridos.
Ese
mismo
día
empezaron
a
salir
en
los
medios
la
identidad
y
las
historias
de
las
personas
que
habían
muerto.
El
chavito
ese
que
tenía
15
años.
Y
luego
así
la
ma…
la
señora
que
era
maestra.
Y
entonces
como
que
es…
es
como
mucho,
¿no?
O
sea,
cómo
se
empieza
a
volver
mucho.
O
sea,
ese
sábado,
como
en
el
transcurso
del
día,
de
tener
una
noticia
como
de
una
balacera,
se
empieza
a
volver
como
una
cosa
mucho
más
fea,
¿no?
O
sea,
como
más
emocionalmente
dañina,
¿no?
Más
dañina,
según
Victoria,
que
la
violencia
en
Juárez.
Quizá
porque
esa
violencia
ya
era
normal.
Hay
que
reconocer
cierta
contradicción,
o
por
lo
menos
incongruencia
en
esa
reacción.
¿Por
qué
un
muerto,
o
diez,
o
quince,
allá
en
El
Paso,
duele
más
que
la
misma
cifra
en
Juárez?
Suena
insensato.
Suena,
hasta
se
podría
decir,
cruel.
En
Juárez
hay
como
muchas
masacres,
¿no?,
o
sea,
muchas.
Y
te
enteras
como
cada
cierto
tiempo
de…
no
sé,
quemaron
un
camión
y
hay
tantas
personas
muertas,
¿no?
O
sea,
balearon
una
casa
y
tantas
personas
muertas,
¿no?
Es
decir,
para
Victoria,
uno
de
los
efectos
de
esa
normalización
de
la
violencia
es
que
en
Juárez
ya
no
hay
víctimas.
Sólo
muertos.
Y
otra
cosa…
La
violencia
en
Juárez
siempre
es
como
muy
anónima,
¿no?
O
sea,
nunca
ves
exactamente
quiénes
son
las
víctimas.
Porque
aparte
siempre
está
el
discurso
de:
“No,
seguramente
estaban
en
algo”,
¿no?
O
sea,
“son
narcos”
y
así.
Funciona
como
una
manera
de
justificar
esos
asesinatos.
U
olvidarlos.
Lo
que
menos
se
quiere
es
que
empatices
con
las
víctimas.
Es
muy
distinto
a
cómo
se
cubre
la
violencia
por
tiroteos
masivos
en
Estados
Unidos.
¿Por
qué
este
ataque
duele
tanto?
Tal
vez
tiene
que
ver
con
lo
que
representa
El
Paso
para
tantos
juarenses.
Con
eso
que
ya
hemos
mencionado
antes:
la
diversión,
la
comodidad,
la
seguridad.
Durante
esos
años
oscuros
que
vivió
Ciudad
Juárez,
decenas
de
miles
de
familias
mexicanas
se
mudaron
a
El
Paso,
huyendo.
Y
la
idea
de
El
Paso
como
una
Juárez
ordenada
y
segura
se
acentuó
aún
más.
Y,
pues,
duele
darte
cuenta
que
esa
idea
que
tenías,
que
al
cruzar
la
línea
ya
estabas
seguro,
pues
no
era
más
que
una
ilusión.
Y
en
el
caso
de
Victoria…
Una
cosa
que
me
impactó
mucho
es
que
cuando…
cuando
dijeron
así
como:
“No,
fue
en
tal
Walmart”,
que
pues
todo
mundo
sabe
cuál
es
el
Walmart
de
Cielo
Vista,
y
decía
ahí:
“En
este
fin
de
semana,
porque
es
el
fin
de
semana
de
las
ofertas
de
los
útiles
escolares”.
Y
eso
es
cuando
viene
gente
de
otras
par…
incluso
como
de…
de
otras
partes
de
Chihuahua
y
así,
como,
porque
se
llena
aún
más,
porque
son
esas
ofertas.
Y
yo
me
acuerdo
que
a
mis
papás
nos
llevaban
ese
fin
de
semana,
cuando
yo
estaba
como
en
la
secun…
en
la
primaria
y
en
la
secundaria.
Y…
y
como
que
se
me
hizo
como…
como:
“They’re
targeting
me”.
O
sea,
yo
soy
esa
persona
que
va
a
comprar
en
Walmart
cuando
hay
oferta,
¿no?
Porque…
Entonces,
se
me
hizo
como
muy
malévolo,
o
sea,
como
de,
¿really?
O
sea,
¿a
la
gente
que
está
comprando
útiles
escolares
es
a
la
que
quieres
matar?
Y
al
mismo
tiempo
como…
como
muy
cercano
también.
Una
pausa
y
volvemos.
Este
podcast
y
el
siguiente
mensaje
son
patrocinados
por
Squarespace,
el
creador
de
sitios
web
dedicado
a
proporcionar
a
sus
clientes
plantillas
fáciles
de
usar
y
diseñadas
por
profesionales.
Únete
a
los
millones
de
diseñadores
gráficos,
arquitectos,
abogados
y
otros
profesionales
que
usan
Squarespace
para
promocionar
su
negocio.
Visita
ya
Squarespace.com/NPR
para
una
prueba
gratuita
de
14
días,
y
cuando
estés
listo
para
lanzar
tu
página,
usa
el
código
NPR
para
ahorrarte
10
por
ciento
en
tu
compra
de
tu
primer
sitio
web
o
dominio.
Si
quieres
entender
mejor
cómo
funciona
la
economía,
escucha
The
Indicator
de
NPR.
Ahí
te
cuentan
historias
fascinantes
sobre
cómo
funcionan
las
cosas,
en
tan
solo
10
minutos.
Por
ejemplo,
cómo
engañarte
a
mismo
para
que
puedas
pagar
tus
deudas
estudiantiles
más
rápido.
O
por
qué
cada
vez
más
obreros
están
firmando
cláusulas
de
no
competencia
en
sus
trabajos.
The
Indicator
desde
NPR.
Escúchalo
todos
los
días.
Estás
escuchando
este
podcast
de
NPR
porque
quieres
estar
informado,
porque
quieres
aprender
algo,
¿cierto?
Bueno,
¿qué
tal
si
necesitas
un
pequeño
descanso?
Para
eso
querrás
oír
Wait
Wait
Don’t
Tell
Me,
el
quiz
de
noticias
de
NPR.
Es
el
show
que
deja
que
tu
cerebro
reptiliano
se
divierta
por
una
vez
en
la
vida.
En
todo
caso,
puedes
volver
a
ser
serio
más
tarde.
Wait
Wait
Don’t
Tell
Me,
desde
NPR.
Escúchalo
todos
los
viernes.
Estamos
de
vuelta
en
Radio
Ambulante.
Soy
Daniel
Alarcón.
Antes
de
la
pausa
Victoria
Estrada
nos
contaba
cómo
fue
crecer
en
Juárez,
con
El
Paso
justo
al
otro
lado
de
la
frontera.
Tres
días
después
del
ataque
de
agosto
del
año
pasado,
Victoria
volvió
a
su
ciudad
natal,
para
tratar
de
entender
lo
que
había
pasado.
Aquí
Victoria.
La
llegada
a
Ciudad
Juárez
siempre
me
descoloca
un
poco.
Es
al
mismo
tiempo
lo
que
más
conozco
y
el
lugar
que
dejé
hace
casi
una
década.
Volver
tan
pocos
días
después
del
ataque
fue
aún
más
confuso.
No
tenía
una
idea
muy
clara
de
lo
que
iba
hacer,
solo
sentía
la
necesidad
de
estar
allá,
de
ver
a
mi
familia,
de
tratar
de
procesar
lo
que
había
pasado.
Ese
mismo
martes
cruce
a
El
Paso.
Ya
no
es
tan
fácil
cruzar
como
antes.
Ahora
lo
normal
es
tardar
una
hora
o
más
en
la
fila,
y
ese
día
fue
igual.
Cuando
llegué
a
la
mitad
del
puente,
me
encontré
con
una
barrera
de
alambre
de
púas
que
tapaba
uno
de
los
carriles,
las
habían
puesto
después
de
que
aumentara
el
número
de
migrantes
que
llegó
a
la
frontera.
Hacía
que
el
cruce
se
viera
aún
más
agresivo.
Lo
primero
que
hice
fue
ir
a
Cielo
Vista,
el
centro
comercial
donde
había
sido
el
tiroteo.
Llegué
poco
después
de
las
cuatro
de
la
tarde.
Había
un
altar
improvisado
para
las
víctimas
y
me
sorprendió
la
cantidad
de
gente
que
había.
Unas
doscientas
personas
entre
niños,
adultos
y
personas
mayores.
Muchos
traían
flores
o
mensajes
para
dejar
entre
las
cruces
blancas
que
se
habían
colocado
para
las
22
víctimas
del
tiroteo.
De
los
muertos,
casi
todos
eran
latinos,
aunque
unos
tenían
nacionalidad
mexicana,
otros
gringa,
y
otros
de
las
dos.
Había
también
una
persona
con
ciudadanía
alemana.
Lo
que
más
me
impactó
era
el
silencio
que
se
sentía
en
el
lugar.
Estábamos
al
aire
libre,
cerca
de
tiendas
y
restaurantes
que
seguían
abiertos.
Había
personas
repartiendo
comida
y
agua.
Era
pleno
verano,
y
una
tarde
en
la
que
se
sentía
el
calor
y
el
sol
agobiante
del
desierto.
El
altar
estaba
en
un
estacionamiento
detrás
del
Walmart,
sobre
una
plancha
de
cemento
en
la
mitad
del
mall.
Era
un
lugar
extraño
para
reunirse,
no
tiene
nada
de
encanto
ni
de
atractivo.
Pero
ahí
estábamos,
más
de
doscientas
personas,
algunos
susurrando
entre
ellos.
Era
tal
el
ambiente
sombrío
que
se
me
hizo
complicado
hablar
con
la
gente,
casi
de
mal
gusto.
No
saqué
la
grabadora.
Me
senté
donde
encontré
una
sombra
y
traté
de
quedarme
quieta.
Observando.
Me
quedé
más
de
una
hora
sin
moverme,
solo
mirando,
y
a
eso
de
las
seis
llegó
una
nueva
ola
de
gente.
Salían
del
trabajo
y
querían
pasar
de
camino
a
casa,
a
ver
el
altar.
A
dejar
un
recuerdo.
Dar
su
pésame.
Y
ahí
fue
que,
finalmente,
me
animé
a
hablar
con
algunos
de
los
que
habían
llegado.
Pues
se
siente
como
si…
si
uno
mismo
hubiera
perdido
un
familiar.
No
les
pedí
los
nombres
a
las
personas
con
las
que
hablé,
porque
en
ese
momento
no
me
sentía
exactamente
como
periodista.
Estar
ahí
en
el
estacionamiento
del
Walmart
también
representaba
un
duelo
para
mí.
Este
señor,
de
unos
cuarentaitantos
años,
me
contó
que
no
había
perdido
a
nadie
cercano
en
el
ataque,
pero
había
venido
igual.
Le
pregunté
por
qué.
Se
me
hizo
importante
venir
a
ofrecer
algunas
oraciones
y
estar
aquí
cerca,
porque
esto
no…
no
debe
ser
ignorado.
Yo
tampoco
perdí
a
ningún
conocido,
ningún
amigo
o
familiar.
Sin
embargo
ahí
estaba,
con
mi
grabadora
en
mano,
entre
la
multitud
silenciosa
delante
del
altar
improvisado.
Me
sorprendió
cuánta
gente
había
venido
de
Ciudad
Juárez
solo
para
visitar
el
altar.
Eran
personas
que
entendían
lo
que
une
a
ambas
ciudades.
Nos
duele
mucho
lo
que
sucedió.
Nosotros
consideramos
El
Paso
como
si
fuéramos
hermanos,
¿verdad?
Porque
siempre
venimos
aquí.
Hay
gente
que
no
lo
entiende,
pero
hay
raíces
muy
fuertes
entre
las
dos
ciudades
y
los
dos
países.
Esa
unión
nos
tenía
ahí,
tratando
de
entender
lo
que
sentíamos
Porque
no
es
justo
lo
que
pasó.
Me
siento
indignada
por
lo
que
pasó.
No
puedo
creerlo.
A
todos
nos
costaba
creerlo,
la
verdad.
Tiroteos
en
Estados
Unidos
son
comunes,
desafortunadamente,
pero
a
las
pocas
horas
de
la
noticia
nos
enteramos
que
ese
ataque
no
había
sido
casual.
El
Paso
había
sido
escogido
como
un
blanco
deliberado.
Lo
que
se
quería
atacar
era
la
idea
misma
de
la
región
fronteriza.
De
ese
lugar
donde
las
culturas
se
mezclan.
Donde
es
casi
imposible
distinguir
a
un
ciudadano
mexicano
de
un
estadounidense.
Donde
no
sabes
si
las
personas
con
quienes
hablas
te
van
a
responder
en
inglés
o
en
español.
Los
motivos
xenófobos
los
supimos
por
el
manifiesto
que
publicó
el
asesino.
No
voy
a
decir
su
nombre,
porque
para
qué,
pero
en
ese
texto
—en
medio
de
un
listado
de
paranoias
racistas
y
fantasías
supremacistas—
estaba
la
idea
de
que
la
migración
era
un
problema,
que
se
necesitaba
detener
lo
que
él
llamaba
la
“invasión
hispana”
de
Texas.
Por
eso
había
viajado
más
de
diez
horas
para
atacar
la
frontera,
para
mandar
un
mensaje
de
odio.
Con
balas.
Ahora
son
dos
ciudades,
pero
cuando
se
fundó
en
1659
era
sola
una,
que
se
llamó
“Paso
del
Norte”.
Pasaron
casi
200
años
antes
de
que
una
guerra
entre
Estados
Unidos
y
México
dividiera
esa
ciudad
en
dos.
El
Paso
del
lado
gringo
y
Paso
del
Norte
en
el
lado
mexicano,
que
40
años
después
se
cambió
el
nombre
a
Ciudad
Juárez.
El
río,
que
antes
unía
la
ciudad,
ahora
la
dividía.
Unos
años
después
de
que
terminó
la
guerra,
en
1864,
hubo
lluvias
torrenciales
y
el
río,
que
se
había
convertido
en
frontera
internacional,
cambió
de
cauce
—cosas
que
pasan
en
el
desierto—
y
quedó
un
poco
más
al
sur
que
antes.
Eso
hizo
que
Estados
Unidos
ganara
un
poco
más
de
terreno.
Ahí
empezó
una
disputa
entre
los
dos
países,
que
no
se
resolvió
sino
hasta
100
años
después,
en
1964,
cuando
Estados
Unidos
le
devolvió
a
México
una
parte
del
territorio,
que
se
llamó
El
Chamizal.
Y
desde
entonces
se
fijó
el
cauce
del
río
con
una
construcción
de
cemento
para
que
ya
no
se
volviera
a
mover.
Pero
aún
ahora,
quedan
huellas
de
cómo
se
movió
esa
frontera.
La
preparatoria
en
la
que
estudié
en
Juárez
estaba
en
el
área
de
El
Chamizal.
Desde
el
patio
podías
ver
Estados
Unidos.
Estaba
tan
cerca
que
algunos
compañeros
a
veces
se
salían
de
clases
para
comprar
cigarros
y
burritos
en
el
puente.
Uno
de
los
edificios
de
la
prepa
era
más
viejo
que
los
demás
y
era
diferente:
tenía
un
solo
piso,
pasillos
internos,
una
cafetería
interior
y
un
auditorio,
al
estilo
gringo.
Era
uno
de
los
edificios
que
se
habían
cambiado
de
país
cuando
se
movió
la
frontera.
Se
había
construido
cuando
El
Chamizal
todavía
era
de
Estados
Unidos
y
después
pasó
a
ser
de
México
cuando
se
regresó
el
territorio.
Se
decía
que
cuando
estaba
en
Estados
Unidos
había
sido
un
kínder.
Y
se
notaba,
porque
los
salones
tenían
pizarrones
bajitos,
que
le
llegaban
como
a
las
rodillas
a
cualquier
adolescente,
pizarrones
hechos
para
que
los
niños
chiquitos
pudieran
escribir
en
ellos.
De
su
anterior
vida
como
kínder
gringo,
solo
quedaba
ese
detalle
de
las
pizarras.
A
veces
me
pregunto
si
a
los
estadounidenses
que
estudiaron
ahí,
les
hubiera
parecido
extraño
tener
que
cruzar
la
frontera
para
visitar
su
antiguo
colegio.
Quizá
no,
total,
habían
crecido
en
El
Paso,
así
que
seguramente
entendían.
Y
es
que
es
eso
lo
que
los
mapas
no
muestran:
que
la
frontera
no
es
una
línea,
sino
una
región,
con
una
cultura,
un
pueblo,
un
lenguaje
particular.
El
biculturalismo
es
una
cultura
en
misma,
igual
que
el
binacionalismo
es
una
forma
particular
del
nacionalismo.
Desde
Juárez,
puedes
manejar
casi
10
horas
hacia
el
sur
sin
salir
del
estado
de
Chihuahua.
Es
el
estado
más
grande
de
México
y
Texas
es
casi
el
triple
de
grande.
Menciono
esto
para
que
entiendan
lo
aislados
que
estamos,
para
que
sepan
que
hemos
construido
a
fuerza
una
cultura
que
parece
ser
una
nacionalidad
distinta
a
la
del
México
del
sur
y
al
Estados
Unidos
del
norte.
Somos
del
desierto.
Estamos
más
agringados
y
hablamos
pocho,
mezclando
el
español
con
inglés.
Y
parece
que
nos
afecta
más
lo
que
pasa
en
Estados
Unidos
que
en
México.
Cuando
llega
el
horario
de
verano,
Juárez
cambia
la
hora
después
que
el
resto
del
país,
porque
es
más
importante
compartir
la
hora
con
El
Paso
que
con
Ciudad
de
México.
Los
que
no
son
de
aquí
muchas
veces
caen
en
explicaciones
simples:
que
la
cultura
fronteriza
es
una
copia
mal
hecha
de
las
dos
culturas
que
la
componen.
No
entienden
que
al
contrario,
nuestra
cultura
es
la
representación
auténtica
de
una
región
que
no
se
parece
a
otra.
Desde
que
existe
la
frontera,
hay
alguna
gente
que
celebra
esa
convivencia,
esa
hibridez.
Hay
otros
que
la
toleran
sin
entusiasmo.
Pero
también
están
los
que
la
ven
como
una
amenaza.
Al
día
siguiente
de
haber
llegado
a
El
Paso
fui
a
Casa
Carmelita,
un
centro
comunitario
de
apoyo
a
migrantes.
Habían
hecho
una
vigilia
dos
días
antes
por
lo
del
tiroteo,
así
que
quería
hablar
con
los
organizadores.
Cuando
llegué,
me
pasaron
el
contacto
de
Juan
Ortiz,
que
era
quien
mejor
hablaba
español
de
ellos.
Pero
en
ese
momento
no
estaba
en
El
Paso,
así
que
hablamos
por
teléfono
esa
misma
noche.
Lo
escuché
bastante
afectado.
Me
contó
que
ese
miércoles
en
la
tarde,
un
poco
después
de
que
me
fui
de
Casa
de
Carmelita,
un
hombre…
Se
parqueó
enfrente
de…
de
Casa
Carmelita
en
la
área
donde
dice
claramente
que
no
se
deben
parquear.
Casa
Carmelita
está
en
el
centro
de
El
Paso,
a
unos
metros
de
la
frontera,
en
una
calle
que
te
lleva
directamente
a
Juárez.
No
está
permitido
estacionarse
enfrente
de
la
casa,
porque
hay
un
hidrante
Pero
fue
ahí
donde
se
estacionó
ese
hombre
en
su
camioneta.
Estando
ahí…
Se
puso
unos
guantes
azules
y
lo
que
se
ha
reportado…
lo
que
reportaron
los…los
testigos
que
era
una
pistola.
Y
nomás
estuvo
allí
parado
mirando
a
gente
que
estaba
entrando
y
saliendo.
Pero
había
un
detalle
tal
vez
aún
más
alarmante:
la
parte
de
atrás
de
su
camioneta
estaba
cubierta
con
una
imagen
que
mostraba
el
cuerpo
de
Rambo
con
la
cabeza
del
presidente
Trump
y
una
metralleta
gigante.
Tenía
otros
stickers
pegados
con
leyendas
como:
“Si
vienen
por
tus
armas,
dales
primero
tus
balas”.
Y
es
que
ese
había
sido
el
día
que
Trump
había
llegado
a
El
Paso
a
visitar
a
las
víctimas
del
tiroteo.
Se
reportó
que
se
había
visto
esa
misma
camioneta
más
temprano
en
el
altar
de
Walmart,
donde
habían
llegado
unos
cuantos
simpatizantes
de
Trump.
Ahí,
el
hombre
de
la
camioneta
declaró
a
los
medios
que
había
viajado
desde
Houston
—unas
11
horas
en
auto—
para
apoyar
la
visita
del
presidente.
Como
dije
antes,
Juan
no
estaba
en
Casa
Carmelita
en
ese
momento,
pero
me
contó
que
llamaron
a
la
policía
y
que
no
tardó
mucho
en
llegar.
Cuestionaron
al
hombre,
pero
al
final
lo
dejaron
ir.
Y
es
que,
aunque
los
testigos
declararon
que
lo
habían
visto
con
una
pistola
y
un
arma
blanca…
En
Texas
no
es
ilegal
portar
o
tener
una
pistola
presente
en
plena
vista
cuando
está
uno
dentro
de
su
carro.
Texas
es
un
estado
donde
se
permite
el
“open
carry”.
O
sea,
que
puedes
traer
armas
a
la
vista,
siempre
que
tengas
los
permisos
necesarios.
Según
la
policía,
el
hombre
de
la
camioneta
no
había
cometido
ningún
delito.
Y
aunque
las
personas
de
Casa
Carmelita
y
otros
vecinos
declararon
que
se
sentían
amenazados
por
ese
hombre…
La
policía
no
ha
querido
ponerle
cargos
y
lo
soltó.
Durante
la
llamada,
le
pregunté
a
Juan
por
qué
no
estaba
en
El
Paso
en
ese
momento
y
me
contó
que
estaba
en
Dallas
con
algunos
familiares.
Se
estaba
recuperando
de
algo
que
le
había
pasado
tres
meses
antes.
Porque
yo
fui
víctima
de
un…
de
un
crimen
de
odio
ahí
en
El
Paso.
Fue
la
noche
del
16
de
mayo,
en
su
cumpleaños.
Ese
día
Juan
había
salido
con
unos
amigos.
Estábamos
hablando
de
políticas,
incluso
inmigración.
Cuando
a
otra
gente,
un
blanco
y
otra
gente
que
estaban
con
ellos,
se
ofendieron
y…
y
comenzaron
una
pelea
en
la
que
me
lastimé.
Me
lastimaron
bastante
bien,
más
bien
bastante
mal
Le
rompieron
el
peroné
y
la
tibia
de
una
pierna.
Cuando
estaba
en
el
piso,
lo
patearon
tantas
veces
que
su
músculo
pectoral
se
desprendió
del
hueso
de
su
brazo
izquierdo.
Las
heridas
fueron
tan
graves
que
Juan
seguía
recuperándose.
Así
que
incluso
antes
del
ataque
al
Walmart,
Juan
estaba
muy
consciente
del
odio.
Presentó
una
denuncia
ante
la
policía,
pero
hasta
ahora
no
han
detenido
a
las
personas
que
lo
atacaron
esa
noche.
Creo
que
lo
sabía,
pero
no
terminaba
de
entenderlo
hasta
el
ataque
de
agosto.
El
hecho
de
que
hay
algo
en
Juárez
y
El
Paso
que
a
mucha
gente
le
parece
una
amenaza,
tanto
que
quieren
destruirlo.
En
esos
días
platiqué
con
María,
la
esposa
de
una
de
mis
primas
O
sea,
como
que
te
quedas
pensando,
como
que:
“Ay
wey,
¿pues
así
de
gacho
está
la
gente?”.
Like…
O
sea,
yo
que
muchos
salen
así
en
la
tele
que
que:
“Sí
saquen
a
los
inmigrantes”
y
you
know,
bla
bla
bla,
mucha
discriminación.
Pero
de
saber
de
que
esa
persona
de…
de
a
tiro
manejó
a
El
Paso
nomás
para
eso.
¿Cuántas
personas
hay
así?
O
sea,
si
ya
lo
hizo
uno,
¿are
there
going
to
be
any
more?
Se
sentía
como
un
nuevo
tipo
de
violencia.
La
sentías
cuando
estabas
en
público,
en
una
tienda,
una
gasolinera
o
una
librería.
Era
el
mensaje
que
había
llegado
con
el
ataque:
“No
eres
bienvenido”.
O
sea,
es
que
está
gacho
porque
¿por
qué
me
tengo
que
ir?
O
sea,
¿a
dónde
adónde
me
voy
a
ir?
¿Por
qué?
¿Por
qué
me
voy
a
ir?
¿Por
qué
tengo
que
tener
miedo?
Y
desafortunadamente
es
algo
que
sentimos.
Es
algo
que
yo
siento
todo
el
tiempo:
miedo.
Y
me
enc….
me
choca
porque
no
debería
que
sentirme
así.
¿Por
qué
tengo
que
tener
miedo?
¿Por
qué?
Si
es
imposible
que
haya
una
invasión,
porque
Texas
siempre
fue
hispano.
Si
la
frontera
es
una
invención
tan
ridícula
que
a
los
pocos
años
se
movió
solo
por
unas
lluvias.
Es
tan
absurdo
como
que
alguien
te
quiera
matar
solo
por
existir.
Daría
risa
si
no
fuera
tan
aterrador.
El
6
de
febrero
de
2020
—seis
meses
después
del
tiroteo—
el
gobierno
federal
presentó
cargos
de
crímenes
de
odio
al
hombre
que
disparó
en
el
Walmart.
El
tirador
ya
se
enfrentaba
a
un
juicio
de
homicidio
en
primer
grado
a
nivel
estatal,
en
el
que
se
declaró
inocente.
En
ese
caso,
los
fiscales
declararon
que
buscarían
la
pena
de
muerte.
Esta
historia
fue
producida
por
Victoria
Estrada
y
por
mí.
La
editaron
Camila
Segura
y
Luis
Fernando
Vargas.
La
mezcla
y
el
diseño
de
sonido
son
de
Andrés
Azpiri.
Andrea
López
Cruzado
hizo
el
fact-checking.
El
resto
del
equipo
de
Radio
Ambulante
incluye
a
Lisette
Arévalo,
Gabriela
Brenes,
Jorge
Caraballo,
Rémy
Lozano,
Miranda
Mazariegos,
Patrick
Moseley,
Laura
Rojas
Aponte,
Barbara
Sawhill,
Luis
Trelles,
David
Trujillo
y
Elsa
Liliana
Ulloa.
Carolina
Guerrero
es
la
CEO.
Radio
Ambulante
es
un
podcast
de
Radio
Ambulante
Estudios,
y
se
produce
y
se
mezcla
en
el
programa
Hindenburg
PRO.
Ahora
queremos
escucharlos
a
ustedes.
La
mayoría
de
oyentes
de
Radio
Ambulante
vive
en
Estados
Unidos.
Y
sí,
hay
razones
para
tener
miedo:
la
masacre
en
El
Paso,
las
redadas
masivas,
el
discurso
xenófobo.
Pero
queremos
darle
la
vuelta
a
esa
sensación.
Entonces
se
nos
ocurrió
hacer
un
retrato
colectivo
que
celebre
nuestra
cultura
en
Estados
Unidos.
Para
eso
necesitamos
que
nos
manden
una
imagen
—solo
una—
de
un
objeto
personal
que
a
ustedes
les
sirva
para
recordar
y
expresar
su
identidad
latina.
Para
algunos
es
una
carta,
una
foto
familiar,
la
maleta
con
la
que
migraron,
un
llavero,
una
receta,
una
artesanía,
un
libro.
Cualquier
objeto
cotidiano
que
indique
que
están
orgullosos
de
ser
lo
que
son,
aunque
el
ambiente
parezca
cada
vez
más
hostil.
Mándennos
la
imagen
y
una
descripción
breve
de
ese
objeto
usando
el
hashtag
#EstadosUnidosEsEsto.
No
olviden
mencionar
a
@radioambulante.
Compartiremos
sus
imágenes
y
testimonios
con
los
demás
oyentes.
Recuerden:
#EstadosUnidosEsEsto.
Radio
Ambulante
cuenta
las
historias
de
América
Latina.
Soy
Daniel
Alarcón.
Gracias
por
escuchar.
En
el
siguiente
episodio
de
Radio
Ambulante,
una
adolescente
tiene
un
sueño:
jugar
fútbol
en
Brasil,
un
país
líder
en
el
deporte.
Era
futebol
para
os
meninos
e
ballet
para
as
meninas,
que
eu
não
queria
fazer
ballet,
eu
sempre
quis
fazer
futebol,
né,
sempre
gostei
de
futebol.
Pero
los
prejuicios
ponen
ese
sueño
en
peligro.
Su
historia,
la
próxima
semana.
Check out more Radio Ambulante

See below for the full transcript

Bienvenidos a Radio Ambulante, desde NPR. Soy Daniel Alarcón. Entonces, asumamos que por la misma naturaleza de nuestro podcast, nos interesan las fronteras. Por todas las razones que se pueden imaginar. Son lugares de tránsito. De fluidez cultural y lingüística. Son zonas de intercambio. Depende de dónde las mires, claro, pero a veces esas mismas fronteras hasta pasan desapercibidas. Cuando vuelas a Juárez y llegas —que vienes en el avión— si vas de noche, no hay una diferencia. O sea, es una sola ciudad, si lo ves desde arriba. Esta es Victoria. Soy Victoria Estrada. Soy editora en Radio Ambulante. Victoria ahora vive en Xalapa, Veracruz, pero creció en Ciudad Juárez, casi casi en la frontera con Estados Unidos. Son como, si no hay tráfico, como 10 minutos. Desde la casa de sus padres hasta el Puente Libre, uno de los cruces que te lleva a El Paso, Texas. Es una zona un poco más nueva de la ciudad. Pero… La casa de mis abuelos, esa sí es en el centro. Entonces, las casas viejas son las que están en el centro y son las que están cerca de la frontera. Y cuando dices cerca, ¿qué? ¿como caminando? Sí, caminando. Entonces, durante toda su niñez, cruzar la frontera era lo más normal. ¿Te… te acuerdas cuándo fue la primera vez que tenías como reconocimiento de que existía una frontera? No, no, no. He estado tratando de pensar si en algún momento pensé como “en la frontera”, pero… pero no recuerdo. Para ella, y para mucha gente de Juárez, cruzar a El Paso es algo cotidiano. Cualquier negocio en Juárez te acepta dólares. Victoria se acuerda incluso de negocios en El Paso que aceptan pesos. Claro, hay diferencias entre las dos ciudades — y no quiero minimizarlas—, pero no es un viaje internacional. Por lo menos para los juarenses no se siente así. Más bien es “ir a visitar a la familia que vive a media hora”. Así se entiende. Es “ir de compras”. Es “comer en un restaurante que te gusta”. Es “ir a la chamba”. Solo que la familia, el mall, ese restaurante y ese trabajo, pues quedan en Estados Unidos. Digámoslo así: para Victoria, El Paso era simplemente una extensión del mundo que ya conocía. Recuerda estar en la camioneta de sus papás, con sus hermanos, en la fila, esperando… Pero no recuerdo, o sea, pensar: “Lo que está pasando aquí es que hay una frontera y tenemos como que ir a otro país”. No. Hablé de las diferencias. Las hay, claro. La carretera. La infraestructura. El dinero. La abundancia comercial. Eso se nota al toque.Cuando tú cruzas a El Paso, me acuerdo que mi… mi papá nos decía como: “Pónganse los cinturones”, ¿no? O sea, porque para cruzar (risas) necesitas ponerte los cinturones. Entonces, era como: “Ya, siéntense bien. Siéntense en sus lugares”, ¿no? O sea… Como quien llega de visita y hay que tener modales. Y otro detalle… En El Paso, sí te tienes que parar en los altos. O sea, Juárez con reglas, más orden y con diversión. Cruzar la frontera, sea cual fuera la razón, siempre le llamaba la atención a Victoria. Se me hacía como divertido. Como que a El Paso sólo ibas a hacer cosas divertidas. Iba a ver a sus primos o a su tía. Había una montaña rusa, un zoológico. Entonces a mí me gustaba mucho ir a El Paso, mucho. Al punto al que si sus padres iban sin ella… Me enojaba mucho, así… Me enojaba mucho que se fueran a El Paso sin mí. Por ejemplo, si traían la visa en la bolsa y luego los veía que la sacaban de la bolsa y la… la guardaba donde iba en la casa y decía: “¡Se fueron a El Paso!”. O sea… (risas). En fin. Lo resumo así. El Paso estaba tan cerca de Ciudad Juárez que algunos cruzaban la frontera para comprar helado. Y a pesar del calor del desierto, llegaban tranquilamente a casa antes de que se derritiera. La niñez y la adolescencia de Victoria coincide con dos olas de violencia que le dieron a Juárez su reputación. 1993 fue el año en que empezó a llevarse un registro de los feminicidios en la ciudad. Victoria tenía seis años. Nos vamos a México en donde siguen sin conocerse oficialmente las cifras de jóvenes asesinadas en Ciudad Juárez durante las últimas décadas. Y luego, ya más grande, vio la llegada de la llamada “guerra contra el narco”. La que el presidente Felipe Calderón empezó en 2006. Juárez es uno de los campos de batalla más duros de esta narcoguerra. La violencia explotó en la ciudad, por la lucha de los cárteles, por el territorio y el mercado. Ver personas asesinadas en las calles de esta ciudad se ha convertido en algo casi cotidiano. Quiero mencionar estas dos etapas tan crudas, porque si no eres de allí y de algo te suena el lugar, es probablemente por esto. En mi caso, confieso, es así. Pero para los de la zona, eso viene a ser la música de fondo de una vida que es, en todos los sentidos, normal. Victoria, por ejemplo, no vivía encerrada, ni nada por el estilo. Iba al colegio, a casas de sus amigas. Trabajaba al otro lado, en El Paso. Se iba con sus amigos en carretera, a conciertos de rock en Texas, en Arizona. Una vez hasta Los Ángeles. Pero como tantos adolescentes, soñaba con ver el mundo. Londres, París, Nueva York. La idea era estudiar afuera. Pero sus padres le dijeron: “Pues, no. No tenemos dinero, ¿no? Entonces no te puedes ir a otro lado». Pero yo siempre… como que siempre lo pensé. O sea, siempre pensé que me iba a ir a otro lugar. Ya tendría su oportunidad. En todo este tiempo, esos años en que Juárez aparecía como titular de noticieros internacionales, Victoria me dijo que la violencia de Juárez no la afectó, no directamente. Uno se acostumbra a convivir con cierta violencia. Pasa en otro barrio, a las afueras de la ciudad, a veces hasta a la vuelta de la esquina, pero cada vez lo notas menos. Aprendes a ignorarlo. Simplemente como que pasa una balacera y es como: eso nunca había pasado antes, estás asustado y después como de “mmm”, sigues viviendo. Entonces, siempre… la violencia es así, es como: sigues viviendo. Y fue hasta años después que se dio cuenta de que todo lo que se había convertido en normal para ella, no era, en realidad, tan normal. Fue cuando llegó de Juárez a la Ciudad de México por primera vez y vio la forma en que la gente reaccionaba al enterarse que de dónde venía. Primero cuando les contaba que había estudiado literatura, como que no le creían. ¿Hay literatura en Juárez? ¿Hay cultura en ese lugar? O sea, como si nadie estuviera haciendo otra cosa más que, no sé, comer carne asada y disparándose, ¿no? O sea… Y parecía que eso era lo que querían escuchar. No sobre literatura, claramente, sino sobre los tiroteos. Sobre los muertos. Ese folclor norteño. Una fascinación casi morbosa. Quiere que le cuentes, ¿no? Así como cuántos baleados has visto. Entonces, como que parece que siempre tienes algo que decir, ¿no? O sea, si eres de Juárez, vas a tener algo que contar porque ahí han pasado cosas, ¿no? Porque ser de Juárez es como haber sobrevivido algo. Victoria se dio cuenta de cómo reaccionaba la gente y vio una posibilidad. Total, estaba en una ciudad desconocida. Y no cualquier ciudad, sino la Ciudad de México, inmensa, infinita, fuera de control. Estaba súper perdida porque no conocía nada y como que era una gran ciudad y yo nunca había estado en un lugar así. Y como que intentaba usar esta cosa como de ser de Juárez, como si eso me hiciera una persona como más ruda de lo que soy. Y se dio cuenta que el hecho de ser de Juárez la podía proteger. Estamos hablando de todo esto, de Juárez, específicamente, por algo que sucedió, no ahí, sino en El Paso. El 3 de agosto, del 2019. Un tiroteo. El día del ataque, ¿dónde estabas tú? Eh, en mi casa en Xalapa, en mi departamento. Para estas alturas, Victoria ya llevaba ocho años fuera de Juárez. Después de ese primer viaje a la Ciudad de México había pasado por varias ciudades y tenía ya unos meses viviendo en Xalapa. Era sábado en la mañana. Entonces estaba todavía… como, creo que hasta en mi cama. O sea, como leyendo o algo así. We begin with breaking news: A deadly mass shooting at a Walmart in El Paso, Texas. Hace algunos momentos se reportó una balacera en una tienda comercial ubicada aquí en El Paso, Texas. Police say several people have been killed, numerous injuries at this time. En la ciudad de El Paso confirman múltiples víctimas a causa de un tiroteo en un centro comercial. Ese sábado estuve como todo el día en la computadora, ¿no? O sea, checando updates y… y como… como que empezaron a salir videos. Un herido. Tenemos un herido por aquí, señoras. Tirado aquí afuera en la vendimia que tenían los de la escuela. Un señor herido. O sea, empezaron a… empezaron a haber videos como en… en Facebook, en unos grupos que hay que son como de grupos de Juárez, ¿no? O sea que de gente que está ahí. ¡Ay no! Y Facebook también tiene esta cosa ahora, que está muy feo, que es como de: “Mark yourself as safe”, como de: “Pasó este evento y marca que estás bien”, ¿no? Entonces como que la gente que conozco que está en El Paso o en Juárez, así se empieza a marcar que están bien. Y empieza como a subir la cuenta. More than a dozen people are dead. Al menos 15 personas han muerto. At least 18 people have been killed. Mataron al menos a 19 personas. Las autoridades confirman 20 muertos y 26 heridos en un tiroteo en un centro comercial en la ciudad estadounidense de El Paso. Poco después de las 10 de la mañana, un hombre entró con un rifle semiautomático a un Walmart en El Paso y empezó a disparar. El tiroteo duró pocos minutos. Luego, el asesino salió de la tienda, se subió a su auto, manejó a un lugar cerca y se entregó a la policía. La cifra final de víctimas en el ataque fue de 22 muertos y 26 heridos. Ese mismo día empezaron a salir en los medios la identidad y las historias de las personas que habían muerto. El chavito ese que tenía 15 años. Y luego así la ma… la señora que era maestra. Y entonces como que es… es como mucho, ¿no? O sea, cómo se empieza a volver mucho. O sea, ese sábado, como en el transcurso del día, de tener una noticia como de una balacera, se empieza a volver como una cosa mucho más fea, ¿no? O sea, como más emocionalmente dañina, ¿no? Más dañina, según Victoria, que la violencia en Juárez. Quizá porque esa violencia ya era normal. Hay que reconocer cierta contradicción, o por lo menos incongruencia en esa reacción. ¿Por qué un muerto, o diez, o quince, allá en El Paso, duele más que la misma cifra en Juárez? Suena insensato. Suena, hasta se podría decir, cruel. En Juárez hay como muchas masacres, ¿no?, o sea, muchas. Y te enteras como cada cierto tiempo de… no sé, quemaron un camión y hay tantas personas muertas, ¿no? O sea, balearon una casa y tantas personas muertas, ¿no? Es decir, para Victoria, uno de los efectos de esa normalización de la violencia es que en Juárez ya no hay víctimas. Sólo muertos. Y otra cosa… La violencia en Juárez siempre es como muy anónima, ¿no? O sea, nunca ves exactamente quiénes son las víctimas. Porque aparte siempre está el discurso de: “No, seguramente estaban en algo”, ¿no? O sea, “son narcos” y así. Funciona como una manera de justificar esos asesinatos. U olvidarlos. Lo que menos se quiere es que empatices con las víctimas. Es muy distinto a cómo se cubre la violencia por tiroteos masivos en Estados Unidos. ¿Por qué este ataque duele tanto? Tal vez tiene que ver con lo que representa El Paso para tantos juarenses. Con eso que ya hemos mencionado antes: la diversión, la comodidad, la seguridad. Durante esos años oscuros que vivió Ciudad Juárez, decenas de miles de familias mexicanas se mudaron a El Paso, huyendo. Y la idea de El Paso como una Juárez ordenada y segura se acentuó aún más. Y, pues, duele darte cuenta que esa idea que tenías, que al cruzar la línea ya estabas seguro, pues no era más que una ilusión. Y en el caso de Victoria… Una cosa que me impactó mucho es que cuando… cuando dijeron así como: “No, fue en tal Walmart”, que pues todo mundo sabe cuál es el Walmart de Cielo Vista, y decía ahí: “En este fin de semana, porque es el fin de semana de las ofertas de los útiles escolares”. Y eso es cuando viene gente de otras par… incluso como de… de otras partes de Chihuahua y así, como, porque se llena aún más, porque son esas ofertas. Y yo me acuerdo que a mí mis papás nos llevaban ese fin de semana, cuando yo estaba como en la secun… en la primaria y en la secundaria. Y… y como que se me hizo como… como: “They’re targeting me”. O sea, yo soy esa persona que va a comprar en Walmart cuando hay oferta, ¿no? Porque… Entonces, se me hizo como muy malévolo, o sea, como de, ¿really? O sea, ¿a la gente que está comprando útiles escolares es a la que quieres matar? Y al mismo tiempo como… como muy cercano también. Una pausa y volvemos. Este podcast y el siguiente mensaje son patrocinados por Squarespace, el creador de sitios web dedicado a proporcionar a sus clientes plantillas fáciles de usar y diseñadas por profesionales. Únete a los millones de diseñadores gráficos, arquitectos, abogados y otros profesionales que usan Squarespace para promocionar su negocio. Visita ya Squarespace.com/NPR para una prueba gratuita de 14 días, y cuando estés listo para lanzar tu página, usa el código NPR para ahorrarte 10 por ciento en tu compra de tu primer sitio web o dominio. Si quieres entender mejor cómo funciona la economía, escucha The Indicator de NPR. Ahí te cuentan historias fascinantes sobre cómo funcionan las cosas, en tan solo 10 minutos. Por ejemplo, cómo engañarte a tí mismo para que puedas pagar tus deudas estudiantiles más rápido. O por qué cada vez más obreros están firmando cláusulas de no competencia en sus trabajos. The Indicator desde NPR. Escúchalo todos los días. Estás escuchando este podcast de NPR porque quieres estar informado, porque quieres aprender algo, ¿cierto? Bueno, ¿qué tal si necesitas un pequeño descanso? Para eso querrás oír Wait Wait Don’t Tell Me, el quiz de noticias de NPR. Es el show que deja que tu cerebro reptiliano se divierta por una vez en la vida. En todo caso, puedes volver a ser serio más tarde. Wait Wait Don’t Tell Me, desde NPR. Escúchalo todos los viernes. Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Soy Daniel Alarcón. Antes de la pausa Victoria Estrada nos contaba cómo fue crecer en Juárez, con El Paso justo al otro lado de la frontera. Tres días después del ataque de agosto del año pasado, Victoria volvió a su ciudad natal, para tratar de entender lo que había pasado. Aquí Victoria. La llegada a Ciudad Juárez siempre me descoloca un poco. Es al mismo tiempo lo que más conozco y el lugar que dejé hace casi una década. Volver tan pocos días después del ataque fue aún más confuso. No tenía una idea muy clara de lo que iba hacer, solo sentía la necesidad de estar allá, de ver a mi familia, de tratar de procesar lo que había pasado. Ese mismo martes cruce a El Paso. Ya no es tan fácil cruzar como antes. Ahora lo normal es tardar una hora o más en la fila, y ese día fue igual. Cuando llegué a la mitad del puente, me encontré con una barrera de alambre de púas que tapaba uno de los carriles, las habían puesto después de que aumentara el número de migrantes que llegó a la frontera. Hacía que el cruce se viera aún más agresivo. Lo primero que hice fue ir a Cielo Vista, el centro comercial donde había sido el tiroteo. Llegué poco después de las cuatro de la tarde. Había un altar improvisado para las víctimas y me sorprendió la cantidad de gente que había. Unas doscientas personas entre niños, adultos y personas mayores. Muchos traían flores o mensajes para dejar entre las cruces blancas que se habían colocado para las 22 víctimas del tiroteo. De los muertos, casi todos eran latinos, aunque unos tenían nacionalidad mexicana, otros gringa, y otros de las dos. Había también una persona con ciudadanía alemana. Lo que más me impactó era el silencio que se sentía en el lugar. Estábamos al aire libre, cerca de tiendas y restaurantes que seguían abiertos. Había personas repartiendo comida y agua. Era pleno verano, y una tarde en la que se sentía el calor y el sol agobiante del desierto. El altar estaba en un estacionamiento detrás del Walmart, sobre una plancha de cemento en la mitad del mall. Era un lugar extraño para reunirse, no tiene nada de encanto ni de atractivo. Pero ahí estábamos, más de doscientas personas, algunos susurrando entre ellos. Era tal el ambiente sombrío que se me hizo complicado hablar con la gente, casi de mal gusto. No saqué la grabadora. Me senté donde encontré una sombra y traté de quedarme quieta. Observando. Me quedé más de una hora sin moverme, solo mirando, y a eso de las seis llegó una nueva ola de gente. Salían del trabajo y querían pasar de camino a casa, a ver el altar. A dejar un recuerdo. Dar su pésame. Y ahí fue que, finalmente, me animé a hablar con algunos de los que habían llegado. Pues se siente como si… si uno mismo hubiera perdido un familiar. No les pedí los nombres a las personas con las que hablé, porque en ese momento no me sentía exactamente como periodista. Estar ahí en el estacionamiento del Walmart también representaba un duelo para mí. Este señor, de unos cuarentaitantos años, me contó que no había perdido a nadie cercano en el ataque, pero había venido igual. Le pregunté por qué. Se me hizo importante venir a ofrecer algunas oraciones y estar aquí cerca, porque esto no… no debe ser ignorado. Yo tampoco perdí a ningún conocido, ningún amigo o familiar. Sin embargo ahí estaba, con mi grabadora en mano, entre la multitud silenciosa delante del altar improvisado. Me sorprendió cuánta gente había venido de Ciudad Juárez solo para visitar el altar. Eran personas que entendían lo que une a ambas ciudades. Nos duele mucho lo que sucedió. Nosotros consideramos El Paso como si fuéramos hermanos, ¿verdad? Porque siempre venimos aquí. Hay gente que no lo entiende, pero hay raíces muy fuertes entre las dos ciudades y los dos países. Esa unión nos tenía ahí, tratando de entender lo que sentíamos Porque no es justo lo que pasó. Me siento indignada por lo que pasó. No puedo creerlo. A todos nos costaba creerlo, la verdad. Tiroteos en Estados Unidos son comunes, desafortunadamente, pero a las pocas horas de la noticia nos enteramos que ese ataque no había sido casual. El Paso había sido escogido como un blanco deliberado. Lo que se quería atacar era la idea misma de la región fronteriza. De ese lugar donde las culturas se mezclan. Donde es casi imposible distinguir a un ciudadano mexicano de un estadounidense. Donde no sabes si las personas con quienes hablas te van a responder en inglés o en español. Los motivos xenófobos los supimos por el manifiesto que publicó el asesino. No voy a decir su nombre, porque para qué, pero en ese texto —en medio de un listado de paranoias racistas y fantasías supremacistas— estaba la idea de que la migración era un problema, que se necesitaba detener lo que él llamaba la “invasión hispana” de Texas. Por eso había viajado más de diez horas para atacar la frontera, para mandar un mensaje de odio. Con balas. Ahora son dos ciudades, pero cuando se fundó en 1659 era sola una, que se llamó “Paso del Norte”. Pasaron casi 200 años antes de que una guerra entre Estados Unidos y México dividiera esa ciudad en dos. El Paso del lado gringo y Paso del Norte en el lado mexicano, que 40 años después se cambió el nombre a Ciudad Juárez. El río, que antes unía la ciudad, ahora la dividía. Unos años después de que terminó la guerra, en 1864, hubo lluvias torrenciales y el río, que se había convertido en frontera internacional, cambió de cauce —cosas que pasan en el desierto— y quedó un poco más al sur que antes. Eso hizo que Estados Unidos ganara un poco más de terreno. Ahí empezó una disputa entre los dos países, que no se resolvió sino hasta 100 años después, en 1964, cuando Estados Unidos le devolvió a México una parte del territorio, que se llamó El Chamizal. Y desde entonces se fijó el cauce del río con una construcción de cemento para que ya no se volviera a mover. Pero aún ahora, quedan huellas de cómo se movió esa frontera. La preparatoria en la que estudié en Juárez estaba en el área de El Chamizal. Desde el patio podías ver Estados Unidos. Estaba tan cerca que algunos compañeros a veces se salían de clases para comprar cigarros y burritos en el puente. Uno de los edificios de la prepa era más viejo que los demás y era diferente: tenía un solo piso, pasillos internos, una cafetería interior y un auditorio, al estilo gringo. Era uno de los edificios que se habían cambiado de país cuando se movió la frontera. Se había construido cuando El Chamizal todavía era de Estados Unidos y después pasó a ser de México cuando se regresó el territorio. Se decía que cuando estaba en Estados Unidos había sido un kínder. Y se notaba, porque los salones tenían pizarrones bajitos, que le llegaban como a las rodillas a cualquier adolescente, pizarrones hechos para que los niños chiquitos pudieran escribir en ellos. De su anterior vida como kínder gringo, solo quedaba ese detalle de las pizarras. A veces me pregunto si a los estadounidenses que estudiaron ahí, les hubiera parecido extraño tener que cruzar la frontera para visitar su antiguo colegio. Quizá no, total, habían crecido en El Paso, así que seguramente entendían. Y es que es eso lo que los mapas no muestran: que la frontera no es una línea, sino una región, con una cultura, un pueblo, un lenguaje particular. El biculturalismo es una cultura en sí misma, igual que el binacionalismo es una forma particular del nacionalismo. Desde Juárez, puedes manejar casi 10 horas hacia el sur sin salir del estado de Chihuahua. Es el estado más grande de México y Texas es casi el triple de grande. Menciono esto para que entiendan lo aislados que estamos, para que sepan que hemos construido a fuerza una cultura que parece ser una nacionalidad distinta a la del México del sur y al Estados Unidos del norte. Somos del desierto. Estamos más agringados y hablamos pocho, mezclando el español con inglés. Y parece que nos afecta más lo que pasa en Estados Unidos que en México. Cuando llega el horario de verano, Juárez cambia la hora después que el resto del país, porque es más importante compartir la hora con El Paso que con Ciudad de México. Los que no son de aquí muchas veces caen en explicaciones simples: que la cultura fronteriza es una copia mal hecha de las dos culturas que la componen. No entienden que al contrario, nuestra cultura es la representación auténtica de una región que no se parece a otra. Desde que existe la frontera, hay alguna gente que celebra esa convivencia, esa hibridez. Hay otros que la toleran sin entusiasmo. Pero también están los que la ven como una amenaza. Al día siguiente de haber llegado a El Paso fui a Casa Carmelita, un centro comunitario de apoyo a migrantes. Habían hecho una vigilia dos días antes por lo del tiroteo, así que quería hablar con los organizadores. Cuando llegué, me pasaron el contacto de Juan Ortiz, que era quien mejor hablaba español de ellos. Pero en ese momento no estaba en El Paso, así que hablamos por teléfono esa misma noche. Lo escuché bastante afectado. Me contó que ese miércoles en la tarde, un poco después de que me fui de Casa de Carmelita, un hombre… Se parqueó enfrente de… de Casa Carmelita en la área donde dice claramente que no se deben parquear. Casa Carmelita está en el centro de El Paso, a unos metros de la frontera, en una calle que te lleva directamente a Juárez. No está permitido estacionarse enfrente de la casa, porque hay un hidrante Pero fue ahí donde se estacionó ese hombre en su camioneta. Estando ahí… Se puso unos guantes azules y lo que se ha reportado… lo que reportaron los…los testigos que era una pistola. Y nomás estuvo allí parado mirando a gente que estaba entrando y saliendo. Pero había un detalle tal vez aún más alarmante: la parte de atrás de su camioneta estaba cubierta con una imagen que mostraba el cuerpo de Rambo con la cabeza del presidente Trump y una metralleta gigante. Tenía otros stickers pegados con leyendas como: “Si vienen por tus armas, dales primero tus balas”. Y es que ese había sido el día que Trump había llegado a El Paso a visitar a las víctimas del tiroteo. Se reportó que se había visto esa misma camioneta más temprano en el altar de Walmart, donde habían llegado unos cuantos simpatizantes de Trump. Ahí, el hombre de la camioneta declaró a los medios que había viajado desde Houston —unas 11 horas en auto— para apoyar la visita del presidente. Como dije antes, Juan no estaba en Casa Carmelita en ese momento, pero me contó que llamaron a la policía y que no tardó mucho en llegar. Cuestionaron al hombre, pero al final lo dejaron ir. Y es que, aunque los testigos declararon que lo habían visto con una pistola y un arma blanca… En Texas no es ilegal portar o tener una pistola presente en plena vista cuando está uno dentro de su carro. Texas es un estado donde se permite el “open carry”. O sea, que puedes traer armas a la vista, siempre que tengas los permisos necesarios. Según la policía, el hombre de la camioneta no había cometido ningún delito. Y aunque las personas de Casa Carmelita y otros vecinos declararon que se sentían amenazados por ese hombre… La policía no ha querido ponerle cargos y lo soltó. Durante la llamada, le pregunté a Juan por qué no estaba en El Paso en ese momento y me contó que estaba en Dallas con algunos familiares. Se estaba recuperando de algo que le había pasado tres meses antes. Porque yo sí fui víctima de un… de un crimen de odio ahí en El Paso. Fue la noche del 16 de mayo, en su cumpleaños. Ese día Juan había salido con unos amigos. Estábamos hablando de políticas, incluso inmigración. Cuando a otra gente, un blanco y otra gente que estaban con ellos, se ofendieron y… y comenzaron una pelea en la que me lastimé. Me lastimaron bastante bien, más bien bastante mal Le rompieron el peroné y la tibia de una pierna. Cuando estaba en el piso, lo patearon tantas veces que su músculo pectoral se desprendió del hueso de su brazo izquierdo. Las heridas fueron tan graves que Juan seguía recuperándose. Así que incluso antes del ataque al Walmart, Juan estaba muy consciente del odio. Presentó una denuncia ante la policía, pero hasta ahora no han detenido a las personas que lo atacaron esa noche. Creo que lo sabía, pero no terminaba de entenderlo hasta el ataque de agosto. El hecho de que hay algo en Juárez y El Paso que a mucha gente le parece una amenaza, tanto que quieren destruirlo. En esos días platiqué con María, la esposa de una de mis primas O sea, como que sí te quedas pensando, como que: “Ay wey, ¿pues así de gacho está la gente?”. Like… O sea, yo sé que muchos salen así en la tele que que: “Sí saquen a los inmigrantes” y you know, bla bla bla, mucha discriminación. Pero de saber de que esa persona de… de a tiro manejó a El Paso nomás para eso. ¿Cuántas personas hay así? O sea, si ya lo hizo uno, ¿are there going to be any more? Se sentía como un nuevo tipo de violencia. La sentías cuando estabas en público, en una tienda, una gasolinera o una librería. Era el mensaje que había llegado con el ataque: “No eres bienvenido”. O sea, es que está gacho porque ¿por qué me tengo que ir? O sea, ¿a dónde adónde me voy a ir? ¿Por qué? ¿Por qué me voy a ir? ¿Por qué tengo que tener miedo? Y desafortunadamente es algo que sí sentimos. Es algo que yo siento todo el tiempo: miedo. Y me enc…. me choca porque no debería que sentirme así. ¿Por qué tengo que tener miedo? ¿Por qué? Si es imposible que haya una invasión, porque Texas siempre fue hispano. Si la frontera es una invención tan ridícula que a los pocos años se movió solo por unas lluvias. Es tan absurdo como que alguien te quiera matar solo por existir. Daría risa si no fuera tan aterrador. El 6 de febrero de 2020 —seis meses después del tiroteo— el gobierno federal presentó cargos de crímenes de odio al hombre que disparó en el Walmart. El tirador ya se enfrentaba a un juicio de homicidio en primer grado a nivel estatal, en el que se declaró inocente. En ese caso, los fiscales declararon que buscarían la pena de muerte. Esta historia fue producida por Victoria Estrada y por mí. La editaron Camila Segura y Luis Fernando Vargas. La mezcla y el diseño de sonido son de Andrés Azpiri. Andrea López Cruzado hizo el fact-checking. El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Lisette Arévalo, Gabriela Brenes, Jorge Caraballo, Rémy Lozano, Miranda Mazariegos, Patrick Moseley, Laura Rojas Aponte, Barbara Sawhill, Luis Trelles, David Trujillo y Elsa Liliana Ulloa. Carolina Guerrero es la CEO. Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, y se produce y se mezcla en el programa Hindenburg PRO. Ahora queremos escucharlos a ustedes. La mayoría de oyentes de Radio Ambulante vive en Estados Unidos. Y sí, hay razones para tener miedo: la masacre en El Paso, las redadas masivas, el discurso xenófobo. Pero queremos darle la vuelta a esa sensación. Entonces se nos ocurrió hacer un retrato colectivo que celebre nuestra cultura en Estados Unidos. Para eso necesitamos que nos manden una imagen —solo una— de un objeto personal que a ustedes les sirva para recordar y expresar su identidad latina. Para algunos es una carta, una foto familiar, la maleta con la que migraron, un llavero, una receta, una artesanía, un libro. Cualquier objeto cotidiano que indique que están orgullosos de ser lo que son, aunque el ambiente parezca cada vez más hostil. Mándennos la imagen y una descripción breve de ese objeto usando el hashtag #EstadosUnidosEsEsto. No olviden mencionar a @radioambulante. Compartiremos sus imágenes y testimonios con los demás oyentes. Recuerden: #EstadosUnidosEsEsto. Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar. En el siguiente episodio de Radio Ambulante, una adolescente tiene un sueño: jugar fútbol en Brasil, un país líder en el deporte. Era futebol para os meninos e ballet para as meninas, só que eu não queria fazer ballet, eu sempre quis fazer futebol, né, sempre gostei de futebol. Pero los prejuicios ponen ese sueño en peligro. Su historia, la próxima semana.

Translation Word Bank
AdBlock detected!

Your Add Blocker will interfere with the Google Translator. Please disable it for a better experience.

dismiss