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Radio Ambulante - Welcome to the Jungle

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Alexis Figueroa está dispuesto a hacer lo que para muchos sería impensable con tal de conseguir el autógrafo de una celebridad. En este episodio lo seguimos en su intento de conseguir el que le falta: la firma de una estrella de rock en franca decadencia que se la he escapado por más de una década. ¿Lo logrará o se estrellará en el intento?



En nuestro sitio web puedes leer una transcripción del episodio.

Or you can also read this English translation.



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Una
advertencia,
en
el
episodio
de
hoy
escucharán
algunas
palabras
que
no
son
aptas
para
niños.
Se
recomienda
discreción.
Bienvenidos
a
Radio
Ambulante
desde
NPR.
Soy
Daniel
Alarcón.
Hoy
queremos
compartir
con
ustedes
un
episodio
de
nuestros
archivos.
La
historia
de
la
persona
más
fanática
que
hemos
encontrado:
Alexis
Figueroa.
Hay
dos
cosas
que
deben
saber
sobre
Alexis
antes
de
seguir:
primero,
es
un
puertorriqueño
que
vive
en
Chicago.
Segundo,
si
quieren
aprender
algunas
malas
palabras
puertorriqueñas
—en
spanglish—
pues,
este
es
el
episodio
para
hacerlo.
Porque
Alexis
se
las
sabe
todas.
Y
las
usa
todo
el
tiempo.
Desde
Chicago,
Luis
Trelles
nos
trae
esta
historia.
Aquí
Luis.
Son
las
cinco
de
la
mañana
y
yo
estoy
en
la
esquina
de
una
calle
desierta,
cerca
del
lago
que
domina
la
geografía
de
esta
ciudad.
Aunque
es
noviembre
del
2017
y
el
invierno
aun
no
ha
comenzado
oficialmente,
hace
menos
de
veinte
grados
Farenheit.
Es
decir
como
menos
seis
grados
Celsius.
Soy
caribeño.
Odio
este
frío
con
toda
la
fuerza
de
mi
ser.
Estoy
a
punto
de
abortar
la
misión
y
volver
a
entrar
al
edificio
donde
me
estoy
quedando,
cuando
una
minivan
de
tamaño
familiar
—de
esas
que
usan
las
madres
suburbanas
para
carretear
a
sus
hijos—
para
al
lado
mío.
Vaya,
¿qué
está
pasando?
¿Qué
pasa
cabra?
Alexis
había
venido
a
buscarme.
Siempre
que
me
ve,
me
saluda
de
la
misma
manera:
“¿Qué
pasa,
cabra?”.
Y
no
es
solo
a
mí,
Alexis
le
dice
“cabra”
a
todo
el
mundo.
No
conozco
a
nadie
más
que
utilice
esa
palabra
para
referirse
a
otras
personas.
Pero
Alexis
es
especial.
¿Cómo
estás?
Acho
cabrón,
cansao.
¡Cierra
ahí!
Está
friíto,
¿eh?
Me
estaba
montando
en
su
carro
para
seguirlo
en
su
viaje.
Y
es
que
Alexis
había
hecho
todo
un
plan
muy
elaborado
para
conseguir
el
autógrafo
de
uno
de
sus
ídolos
de
adolescencia.
You
know
where
you
are?
Axl
Rose.
You’re
in
the
jungle,
baby.
You’re
gonna
die!
El
líder
de
Guns
n’
Roses,
la
banda
gringa
de
rock
pesado.
Welcome
to
the
jungle,
Welcome
to
the
jungle…
El
plan
era
este:
Alexis
se
iba
a
estacionar
cerca
de
una
salida
de
la
autopista,
y
luego
iba
a
esperar
hasta
que
se
apareciera
el
autobús
de
la
banda,
porque
sabía
que
estaban
viajando
de
San
Luis
a
Chicago
para
tocar
en
un
concierto.
El
viaje
es
de
cinco
horas.
Pero
si
no
hay
tráfico,
como
es
de
madrugada
no
hay
tráfico,
no
más
que
camiones,
van
volando
bajito.
Así
que
puede
ser
que
lleguen
una
hora
temprano,
pero
van
a
llegar
a
las
siete.
Nada
de
esto
era
absurdo
para
Alexis.
Al
contrario,
estaba
preparado:
incluso
tenía
un
cómplice,
Ryan
Loveless,
un
chico
de
origen
colombiano
de
24
años
que
también
quería
un
autógrafo.
So
they
left
at
three
a.
m.…
They
should
be
here
at
seven…
Y
juntos
hacían
todo
tipo
de
cálculos
para
adivinar
a
qué
hora
entraría
el
autobús
a
la
ciudad.
¿Y
qué
hora
es
ahora
mismo?
Ahora
son
las
cinco
y
cincuenta
¿Y
entre
medio
qué
hacemos?
Nos
comemos
un
mojón
mirando
los
pajaritos,
hablando
historias
de
terror,
hablando
lo
que…
lo
que
se
pueda.
Porque
a
esta
hora
no
hay
ni
gente
pa’
mirar
ni
criticar,
no
hay
nada
con
este
frío.
Y
eso
fue
exactamente
lo
que
hicimos.
¿Pero
y
cuándo
va
a
estar
pasando
Guns
n’
Roses?
En
cualquier
momento.
Estamos
esperando
a
ver
la
guagua.
En
cualquier
momento,
sí.
Esperar…
Se
están
tardando…
La
espera
desespera.
Por
horas…
Estos
cabrones
que
lleguen,
¡puñeta!
Tengo
un
hambre
enorme.
Pero
el
autobús
nunca
apareció.
Dos
horas
más
tarde,
los
chicos
tuvieron
que
poner
su
plan
B
en
marcha.
Ryan
había
conseguido
el
nombre
del
productor
de
Guns
n’
Roses,
así
que
su
plan
era
llamar
a
todos
los
hoteles
más
lujosos
de
la
ciudad
para
ver
si
averiguaba
en
cuál
de
todos
se
estaba
quedando
la
banda.
Y
golpe
de
suerte.
Al
primer
hotel
al
que
llamó
le
dijeron
que
sí,
que
el
productor
se
estaba
quedando
allí.
Y
vamos
ahora
a
esperarlos
allí
para
tan
pronto
se
parqué
la
guagua,
caerle.
O
sea,
estar
allí
esperando
ya
listos.
Nos
fuimos
para
el
Hotel
Península,
un
hotel
clásico
de
Chicago.
Pero
cuando
llegamos…
Ya
están
ahí.
Ah,
shit.
Eran
los
autobuses
gigantescos
de
Guns
n’
Roses.
Ya
estaban
estacionados
frente
al
hotel.
¿Ya
están
ahí?
Fail…
Sí.
We
failed.
Alexis
lo
supo
desde
el
momento
que
vio
los
autobuses.
Su
plan
de
esperar
el
bus
de
Axl
Rose
en
la
autopista
había
fallado
miserablemente.
Habíamos
perdido
mucho
tiempo,
y
Alexis
se
temía
que
los
miembros
de
la
banda
ya
habían
entrado
al
hotel,
y
que
había
perdido
su
oportunidad
de
firmarlo.
Y
lo
peor
del
caso
es
que
esta
no
era
la
primera
vez
que
le
pasaba
esto.
Alexis
lleva
más
de
una
década
tratando
de
conseguir
el
autógrafo
de
Axl.
Y
esta
vez
yo
estaba
empeñado
en
seguirlo
hasta
que
lo
lograra.
Conozco
a
Alexis
desde
hace
muchos
años,
y
siempre
ha
sido
igual:
un
tipo
gordito
que
suele
vestirse
con
ropa
sport,
sudaderas,
t-shirts…
No
estaría
fuera
de
lugar
como
un
extra
en
alguno
de
esos
shows
de
mafiosos
gringos.
Y
desde
que
lo
conozco,
siempre
ha
sido
un
coleccionista.
Es
algo
que
heredó
de
su
papá,
que
coleccionaba
sellos
o
estampillas.
Él
tenía
una
colección
de
filatelia
sólida.
Y
pues
por
eso
yo
siempre
lo
ayudaba
y
entonces
mucho
de…
yo
sabía
mucho
de
países,
de…
de
todo
porque
uno
ve
los
sellos
y
los
pone.
Estábamos
horas
muertas
haciendo
eso.
Y
así
fue
como
empezó
a
crear
sus
propias
colecciones.
De
cómics,
por
ejemplo.
O
de
monedas.
Iba
con
su
viejo
al
banco,
y
cambiaba
veinte
dólares
en
moneditas
de
un
centavo,
para
luego
buscar
las
que
tenían
imperfecciones
o
fallas.
Y
esas
eran
las
que
guardaba.
Las
especiales.
La
fiebre
de
los
autógrafos
vino
después,
a
los
diez
años,
cuando
su
papá
le
regaló
una
caja
de
zapatos
llena
de
lo
que
se
conoce
en
Puerto
Rico
como
“cartas
de
pelota”.
Fuera
de
Estados
Unidos
y
el
Caribe,
quizá
esto
no
se
va
entender,
pero,
para
algunos
fanáticos
del
béisbol,
la
colección
de
estas
tarjetas
que
tienen
la
foto
de
los
jugadores
en
la
parte
de
enfrente
es
una
tradición
casi
sagrada.
Son
talismanes
que
acercan
a
chicos
como
Alexis
a
sus
jugadores
favoritos.
Algo
así
como
los
álbumes
de
Panini
para
los
Mundiales
de
fútbol.
Y
bueno,
en
esa
primera
caja
llena
de
tarjetas
de
pelota…
Vino
una
carta
de
1968
de
Mickey
Mantle
toda
jodía.
Hecha
mierda.
Mickey
Mantle.
Un
jugador
súper
estrella
de
los
Yankees
de
Nueva
York
que
jugó
en
las
Grandes
Ligas
durante
los
años
cincuenta
y
sesenta.
Uno
de
los
grandes.
(Risas)
El
tipo
era
una
bestia
peluda.
Era
como
encontrar
una
carta
de
Pelé
en
sus
años
de
gloria.
Y
para
colmo
era
valiosa.
en
aquella
época,
los
ochentas,
esa
tarjeta
valía
como
cien
dólares,
lo
mismo
que
ellos
habían
pagado
por
esa
caja
que
contenía
cientos
de
tarjetas.
Alexis
se
enganchó,
quería
coleccionar
todas
las
tarjetas
que
pudiera.
Luego
su
padre
comenzó
a
llevarlo
a
los
juegos
de
béisbol
de
la
liga
invernal
puertorriqueña,
donde
los
profesionales
de
Estados
Unidos
iban
a
jugar
cuando
se
terminaba
la
temporada
de
Grandes
Ligas.
Peligroso
center.
Right
center.
La
bola
pica
fácilmente
hacia
la
segunda
base.
Ramón
Ravilés
todavía
está
en
lo
profundo
del
right
center,
hasta
la
tercera
veterano,
viene
relevo…
¡Fácilmente!
En
aquella
época,
los
juegos
de
béisbol
tenían
ambiente
de
fiesta
patronal,
de
provincia.
Todos
se
conocían,
y
las
grandes
estrellas
profesionales
compartían
con
el
público,
incluso
durante
el
juego,
entre
una
jugada
y
otra.
El
papá
de
Alexis
lo
llevaba
al
parque
de
San
Juan
todos
los
días,
y
él
aprovechaba
para
que
le
firmaran
todas
las
tarjetas
que
podía.
Además,
pa’
los
ochentas,
pa’
ese
tiempo
no,
nadie…
O
sea,
los
peloteros
firmaban
autógrafos,
era
como
un
placer
para
ellos,
era
un…
Como
se
sentían
como
con
un
deber:
tenían
que
ir
a
firmar.
Eran
bien
buena
gentes
todos.
Cuando
llegó
a
la
adolescencia,
Alexis
ya
tenía
las
firmas
de
todos
sus
ídolos
peloteros.
Después
de
hacer
beísbol
quince
años,
fue
como
que
hubo
un
downtime,
porque
ya
tenía
a
todo
el
mundo.
Y
fue
como
que:
“Ah,
¿qué
voy
a
hacer
ahora?”.
Entonces
pasó
a
las
estrellas
de
cine
y
de
rock.
En
Puerto
Rico
se
filman
muchas
películas
y
empecé
a
hacer
cine.
Y
hay
conciertos.
No
muchos,
porque
para
ese
tiempo
no
había
mucho
concierto,
pero
cuando
había
conciertos
de
rock,
iba.
Y
nunca
paró
de
conseguir
autógrafos.
Hoy
en
día
tiene
más
de
sesenta
mil:
de
artistas,
deportistas,
políticos.
Todos
famosos,
claro.
En
su
casa
de
Chicago
me
mostró
cientos
de
discos
y
dvds
que
le
han
firmado:
John
Travolta,
Bette
Midler.
La
hostia,
este
es
mi
favorito:
Robert
DeNiro.
Anthony
Hopkins
en
“Silence
of
the
Lambs”.
Tiene
los
autógrafos
de
cuatro
presidentes
de
Estados
Unidos,
y
de
los
últimos
cinco
gobernadores
de
Puerto
Rico.
Le
firman
libros,
fotos,
un
pedazo
de
papel,
donde
sea
que
puedan
poner
la
firma.
Debo
decir
que
yo
nunca
he
conseguido
un
autógrafo
en
mi
vida,
pero
Alexis
tenía
firmas
que
hasta
a
me
gustaría
tener.
Radiohead,
de
las
bandas
más
difíciles
de
firmar
de
todas.
Alexis
se
define
como
un
coleccionista
extremo.
Lo
más
importante
es
conseguir
las
firmas
él
mismo,
siempre
que
pueda.
Y
entonces,
los
autógrafos
más
importantes
son
lo
que
todavía
no
ha
podido
conseguir.
Sobre
todo
los
de
los
ídolos
de
su
juventud.
Y
su
ídolo
más
importante,
claro
Axl
Rose,
de
Guns
n’
Roses
Porque
soy
fanático,
y
crecí
escuchando
el…
el
“Appetite
for
Destruction”.
Fue
el
primer
cassette
que
yo
me
compré
con
mis
chavos.
Y
le
di
paleta
y
paleta
y
paleta
y…
Chavos:
es
decir
dinero.
Cuando
salió
en
los
años
ochentas,
Alexis
se
lo
compró
con
su
propio
dinero.
Y
le
dio
tanta
paleta,
o
sea,
que
lo
escuchó
tanto,
que
la
cinta
se
dañó.
Y
me
compré
otro
igual.
Porque
ese
cassette
estaba
fuera
de
control.
Y
como
Alexis
comenzó
a
buscar
firmas
cuando
vivía
en
Puerto
Rico,
una
isla
a
la
que
Guns
n’
Roses
nunca
iba,
conseguir
un
autógrafo
de
alguno
de
los
de
esa
banda
era
imposible.
Hasta
el
2006,
cuando
Guns
n’
Roses
tuvo
su
primer
concierto
en
San
Juan.
Y
obviamente
Alexis
estuvo
ahí.
Ya
era
un
adulto
de
treinta
años,
un
profesional
que
trabajaba
en
publicidad.
Pero
nunca
había
dejado
de
coleccionar
autógrafos.
Y
ese
concierto
era
una
oportunidad
única
para
conseguir
una
de
las
firmas
más
deseadas.
Y
estuvo
cerca.
Tan
cerca
que
literalmente
se
chocó
con
Axl
luego
del
concierto.
Alexis
lo
estaba
esperando,
cerca
de
la
puerta
trasera
del
coliseo.
Era
la
única
persona
que
estaba
allí,
y
Axl
salió
corriendo.
Salió,
papo,
corriendo
así,
no
sabía
ni
donde
estaba.
Me
pasó
por
el
lado,
así,
y
hasta
me
chocó
y
todo
con
el
hombro,
así
corriendo
a
lo
loco.
Demás
está
decir
que
Alexis
se
quedó
sin
su
autógrafo.
En
el
2016,
ya
en
Chicago,
tuvo
una
segunda
oportunidad.
Otro
concierto,
otro
tour
del
grupo
legendario.
Y
otra
vez
fracasó.
Pero
Alexis,
no
es
de
los
que
se
rinde
fácilmente.
A
la
tercera
va
la
vencida.
Ojalá.
Yo
estaba
allí
para
documentarlo,
pero
no
había
empezado
bien.
El
plan
de
interceptar
el
autobús
de
Axl
había
fracasado.
Y
a
me
daba
la
sensación
de
que
Alexis
nunca
iba
a
conseguir
ese
autógrafo.
Pero
aquí
hay
que
entender
una
cosa.
Y
es
que
hasta
el
fracaso
le
divierte
a
Alexis.
Nos
habíamos
despertado
a
las
cinco
de
la
mañana,
y
luego
esperamos
más
de
dos
horas
por
un
autobús
que
nunca
llegó.
Lo
más
probable
es
que
los
miembros
de
la
banda
ya
estarían
durmiendo
dentro
del
hotel.
Yo
también
estaba
listo
para
volver
a
la
cama.
Pero
Alexis
no.
Una
vez
que
llegamos
al
Hotel
Península,
Alexis
insistió
en
bajarse
de
su
miniván
para
inspeccionar
los
autobuses
parqueados.
Aún
tenía
la
esperanza
de
que
Axl
estuviera
dentro
de
uno
de
ellos…
Deben
estar
en
la
guagua
esperando
para
bajarse.
Yo
espero.
Si
no,
estamos
jodidos.
Y
típico:
tan
pronto
nos
bajamos
de
su
miniván
comenzó
a
caer
una
llovizna
helada.
Como
quiera,
lo
ves
difícil.
Sí,
porque
está
lloviendo
hoy
nasty.
Alexis
no
quería
volver
al
carro.
Quería
estar
cerca
de
los
autobuses,
para
poder
acercarse
a
los
miembros
de
la
banda
cuando
se
bajaran.
Así
que
decidimos
esperar
en
la
acera
frente
al
hotel,
debajo
del
toldo
de
un
café
que
apenas
nos
resguardaba.
Y
la
llovizna
se
convirtió
en
una
tormenta.
Está
lloviendo
de
verdad.
¡Es
huracán,
cabrón!
María
está
cayéndole
pa’
acá.
Esperar
es
una
mierda.
Esperar
en
la
lluvia
es
más
mierda.
Esperar
en
la
lluvia
con
frío
es
más
mierda
todavía.
Ya
yo
no
sentía
los
dedos
del
pie
por
lo
congelados
que
estaban
cuando
Alexis
finalmente
tiró
la
toalla.
Eran
más
o
menos
las
diez
de
la
mañana.
Los
autobuses
seguían
parqueados,
como
si
nada.
Nunca
llegamos
a
saber
si
los
del
grupo
se
habían
quedado
dormidos
adentro,
si
habían
entrado
al
hotel
o
qué.
¿Qué
pasó?
¿Se
acabó?
Ah,
sí,
loco,
yo
no
estoy
pa’.
Estoy
cansado,
no
quiero
esperar
tanto.
Me
dice
que
sí,
que
está
cansado,
que
no
quiere
esperar
tanto.
Fue
una
retirada
táctica.
Una
vez
que
volvimos
a
entrar
a
su
carro,
Alexis
me
explicó
que
no
se
iba
a
dar
por
vencido.
Y
a
última
instancia,
el
día
del
concierto
venimos,
y
lo
esperamos
antes
de…
antes
de
que
salga
pal
concierto,
porque
tiene
que
cruzar
por
el
frente
de…
de
nosotros
para
ir
a
la
guagua.
Es
raro
que
él
firme
yendo
para
el
concierto,
pero
como
ha
cambiado
ha
estado
un
poco
más…
más
buena
gente…
Quiero
dejar
algo
claro,
para
que
conste.
Nos
habíamos
levantado
mucho
antes
del
amanecer,
y
luego
esperamos
en
total
unas
seis
horas
por
un
autógrafo
que
Alexis
no
consiguió.
Me
sentía
frustrado,
lo
admito.
Me
parece
una
reacción
bastante
normal.
Pero
Alexis
no.
Hay
que
entender
que
él
hace
esto
muy
a
menudo.
Cuando
me
dijo
que
era
un
coleccionista
extremo,
no
estaba
exagerando.
Más
que
un
pasatiempo,
su
obsesión
con
los
autógrafos
me
parecía
una
forma
muy
particular
de
autoflagelación
psicológica.
No
podía
entender
por
qué
un
hombre
adulto
puede
pasar
tanto
trabajo,
tanto
tiempo
y
tanto
esfuerzo
para
conseguir
estas
firmas.
A
menos
que
viera
su
colección
como
una
inversión,
una
manera
de
hacer
dinero.
Pero
no.
Esto
no
es
un
negocio
para
Alexis.
Todo
lo
contrario.
Sí,
si
yo
vendo
toda
esta
mierda…
hay
par
de
pesos
aquí.
Pero,
no
los
vendo.
Siempre
me
ofrecen
comprarme
las
cosas,
los
dealers.
Los
dealers,
es
decir,
la
gente
que
se
dedica
a
conseguir
autógrafos
de
celebridades
para
revenderlos.
Yo
las
firmo
y
me
ofrecen
chavos
allí
al
momento,
pa’
que
se
las
venda
pa’
ellos
venderla
por
allá
al
triple.
Yo
nunca
vendo
ná.
A
Alexis
no
le
gusta
ponerle
un
precio
a
su
colección,
pero
en
más
de
una
ocasión
me
mencionó
que
probablemente
tiene
más
de
doscientos
mil
dólares
en
autógrafos.
Doscientos
mil.
No
lo
podía
creer.
Es
mucha
plata.
Suficiente
para
comprar
un
buen
apartamento
en
Puerto
Rico,
o
comenzar
un
negocio
propio.
Pero
Alexis
no
vende
sus
autógrafos.
La
gran
pregunta,
Alexis:
¿por
qué?
¿Por
qué
lo
haces?
Porque
sí.
Es
que
no
tiene…
no
tiene
razón
de
ser.
Es
una
estupidez
realmente,
si
te
pones
a
pensar,
es
completamente
una
estupidez.
Pero
es
una
estupidez
que
me
gusta
y
me
despeja
la
mente
de
la
vida,
del
diario,
de
mi
casa.
Me
saca
de
los
problemas.
Si
estoy
teniendo
un
mal
día,
me
voy
a
firmar.
Y
aunque
no
me
firmen
la
paso
bien.
Quizá
es
aquí
que
comencé
a
entenderlo.
Alguna
gente
hace
yoga.
Otros
se
juntan
con
los
amigos
a
jugar
póker.
A
otros
les
gusta
probar
recetas
nuevas,
a
ver
qué
tal
les
salen
en
su
propia
cocina.
Esa
necesidad
humana
de
aliviar
las
tensiones
diarias,
de
buscar
una
válvula
de
escape,
es
algo
que
todos
buscamos.
Y
lo
que
a
alguien
le
parece
relajante
y
placentero,
a
otro
le
puede
parecerle
desagradable
y
hasta
incomprensible.
Desde
que
se
mudó
a
Chicago,
su
hobby
se
ha
vuelto
aún
más
importante.
No
siempre
había
sido
así.
Antes
de
mudarse,
Alexis
tenía
una
galería
de
arte
exitosa
en
Puerto
Rico,
pero
en
2012
a
su
esposa
le
ofrecieron
un
trabajo
en
Chicago.
Ella
trabaja
en
publicidad,
y
la
habían
llamado
de
una
agencia
importante…
Y
ella
me
dice:
“Mano,
mi
sueño
siempre,
mi
manera
de…
de
vida
era
llegar
afuera,
y
ella…
y
ella…
o
sea
trabajar
afuera.
Que
alguien
me
llamara
de
una
agencia
grande
y
me
llamaron”.
Y…
y
yo
de
esposo,
mi
trabajo
como
esposo
es,
pues
complacer
a
tu
familia
y
que
todos
estén
felices.
Entonces
Alexis,
su
esposa,
y
sus
dos
hijos
pequeños
se
mudaron
a
Chicago.
La
familia
llegó
a
la
ciudad
en
enero
del
2013,
en
medio
de
un
invierno
muy
crudo.
Las
noticias
reportaban
que
en
el
zoológico
de
la
ciudad…
Iban
a
meter
al
oso
polar
adentro,
porque
tenía
frío.
Eso
es
pa’
que
tu
sepas
el
frío
que
hacía.
Y
esa
fue
la
bienvenida
que
les
dio
la
ciudad.
Alexis
pasó
a
ser
un
padre
a
tiempo
completo.
Y
creo
que
le
gusta.
Aunque
también
tiene
sus
opiniones
muy
particulares
al
respecto.
Simplemente
tienes
que
hacer
lo
que
puedes
y
play
it
by
ear,
tratar
de
hacer
lo
mejor.
Pero
está
difícil.
Y
no
y
no
te…
te
llega
un
cheque
todas
las
semanas,
papá.
Estás
jodiéndote
trabajando
veinte
horas
corridas
con
los
nenes.
Yo
mientras
esté…
mientras
se
acabe
el
día
y
yo
los
vea
a
los
dos
vivos
siento
que
hice
mi
trabajo
bien.
Y
para
tratar
de
encontrar
algún
sentido
de
normalidad
dentro
de
esa
nueva
realidad,
Alexis
recurrió
a
su
viejo
hábito
de
buscar
autógrafos.
Después
del
corte
Alexis
se
abre
camino
en
una
nueva
ciudad
y
tiene
un
encuentro
con
Guns
n
Roses,
pero
no
de
la
manera
que
esperaba.
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y
volvemos.
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Dos
veces
por
semana,
buscan
entre
todas
las
tonterías
que
hay,
comparten
sus
reacciones
y
te
dan
un
resumen
de
lo
que
vale
la
pena.
Escucha
Pop
Culture
Happy
Hour
todos
los
miércoles
y
jueves.
Ambulantes,
quiero
invitarlos
a
escuchar
otro
podcast
que
creo
les
va
gustar:
el
podcast
de
TED
en
Español.
Cada
semana
traen
las
mejores
ideas
en
nuestro
idioma
a
través
de
charlas
o
conversaciones.
En
esta
nueva
temporada,
se
hacen
preguntas,
como:
¿Cuál
es
la
diferencia
entre
lo
que
percibimos
y
lo
que
realmente
sucede?
¿Cómo
podemos
tener
ciudades
con
aire
más
limpio?
¿Hay
vida
fuera
de
la
Tierra?
¿A
qué
desafíos
éticos
nos
enfrentamos
con
la
edición
de
nuestros
genes?
¿Cuáles
son
las
ventajas
de
ser
bilingüe?
Y
muchas
más.
Los
invito
a
escuchar
TED
en
Español
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cualquier
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o
en
TEDenEspanol.com.
Ideas
en
nuestro
idioma.
Estamos
de
vuelta
en
Radio
Ambulante.
Soy
Daniel
Alarcón.
Chicago
no
es
San
Juan.
No
solo
por
el
frío,
que
es
francamente
chocante
para
cualquier
caribeño.
Sino
también
porque
la
oferta
cultural
para
un
coleccionista
como
Alexis
era
como
llegar
a
las
grandes
ligas.
Luis
Trelles
nos
sigue
contando.
No
fue
fácil,
pero
con
el
tiempo
Alexis
empezó
a
ver
posibilidades
en
Chicago
que
nunca
hubiera
tenido
en
Puerto
Rico.
Es
una
gran
ciudad,
todo
tipo
de
artistas
y
deportistas
pasan
por
allí.
Aquí
todos
los
días
uno…
uno
puede
firmar.
Entonces,
pues,
mano,
después
de
estar
todo
el
día
con
los
nenes,
tan
pronto
mi
esposa
llega,
mano,
yo
tengo
que
yo…
necesito
un
break.
Entonces
me
voy
a
firmar.
Empecé
a
firmar
todos
los
días
otra
vez.
Las
oportunidades
son
tan
abundante
que
Alexis
hace
una
lista
detallada
de
todos
los
conciertos
y
las
presentaciones
diarias
que
va
a
haber
en
la
ciudad.
Y
me
la
enseñó.
El
calendario
estaba
lleno
por
los
próximos
seis
meses.
Léeme
las
fechas
y
a
quién
tienes
ahí.
Dream
Theater…
Una
banda
de
Heavy
Metal
Progresivo…
Mañana
es
Bootsy
Collins…
Legendario
bajista
de
funk…
El
domingo
es
Alan
Alda.
Actor
de
comedias
setenteras.
El
cinco
también
es
Wayne
Newton.
Cantante
conocido
internacionalmente
por
el
kitsch
desbordante
de
sus
presentaciones
en
Las
Vegas.
Herb
Alpert
el
seis
y
el
siete.
Trompetista
de
smooth
jazz…
Y
nada,
en
medio
de
todo
eso,
el
plato
fuerte:
Guns
n’
Roses.
O
sea,
Alexis
es
una
máquina
de
conseguir
autógrafos.
Una
bestia
peluda,
como
él
mismo
diría.
Nunca
para.
Para
que
quede
claro,
esa
misma
tarde,
después
de
haber
madrugado
y
fracasado
en
el
intento
de
conseguir
la
firma
de
Axl
Rose,
Alexis
me
volvió
a
buscar.
Tenía
una
nueva
misión:
conseguir
el
autógrafo
del
legendario
bajista
de
funk:
Bootsy
Collins.
Si
conoces
la
música
de
James
Brown
o
Parliament-Funkadelic,
has
escuchado
a
Bootsy.
Entonces,
de
camino
a
conseguir
su
autógrafo,
Alexis
me
explicó
que
para
él,
Bootsy
Collins.
¡Es
una
leyenda
que
yo
pensaba
que
estaba
muerta,
loco,
es
increíble!
¡Pero
no,
está
vivo
todavía!
Y
ese
día
iba
a
estar
en
un
evento
diseñado
para
fans
como
él:
para
firmar
álbumes
y
que
la
gente
se
pudiera
tomar
fotos
con
Bootsy.
En
inglés
se
le
llama
un
Meet
&
Greet.
Cuando
llegamos
al
lugar,
había
una
fila
que
le
daba
la
vuelta
a
la
manzana:
más
de
trescientas
personas.
Casi
todos
con
sus
discos
debajo
del
brazo.
Y
claro,
el
que
más
álbumes
tenía
era
Alexis.
Eran
tantos,
que
los
otros
fans
en
la
fila
se
acercaron
a
él
para
ver
los
discos
que
había
traído.
Fue
la
primera
vez
que
pude
ver
el
mundo
de
los
coleccionistas
en
acción.
Cómo
hablan
y
se
acercan
los
unos
a
los
otros.
Cómo
comparan
discos
y
objetos
que
para
cualquier
otra
persona
no
tienen
ningún
valor,
pero
para
ellos
sí.
Fue
bonito,
en
realidad,
darme
cuenta
que
Alexis
pertenece
a
un
mundo.
No
está
solo.
Su
obsesión
es
compartida
y
comprendida.
So,
how
did
you
decide
which
ones?
I
brought
them
all…
(Risas)
I
brought
everything.
Those
are
all
the
ones
you
have?
Yeah…
Había
traído
seis
álbumes
de
vinilo.
Mucho
más
que
los
otros
en
la
fila.
Y
es
que
con
Alexis
un
solo
autógrafo
nunca
es
suficiente.
Siempre
quiere
más.
Y
está
dispuesto
a
hacer
casi
cualquier
cosa
con
tal
de
conseguirlo.
En
esta
ocasión
me
reclutó
para
conseguir
firmas
adicionales,
porque
era
un
evento
donde
solo
se
podía
firmar
un
solo
álbum
por
persona.
Y
así
fue
como
acabé
en
la
fila
con
él,
para
pedirle
una
firma
a
Bootsy.
Uy,
lo
puedo
ver.
Ahora
que
siento
la
expectativa…
(Risas)
Bootsy
está…
De
buen
humor.
Y
como…
como
uno
esperaría
que
estuviera
Bootsy,
con
su…
Vestido
de
los
setentas
todavía.
Su
sombrero,
sus
gafitas,
sus
prendas
al
garete…
Con
su
sombrero
alto
y
psicodélico,
gafas
en
forma
de
estrellas
y
botas
con
plataformas
de
tres
pulgadas,
Bootsy
parecía
que
acababa
de
salir
de
“Alicia
en
el
País
de
las
Maravillas”,
pero
en
versión
funk
de
los
setentas.
Y
nos
firmó.
Y
debo
confesar
que
es
emocionante.
Minutos
antes,
Alexis
tuvo
que
explicarme
quién
carajos
era
Bootsy.
Cuando
por
fin
lo
tuve
delante,
no
me
pude
controlar:
I’m
a
big
fan,
man.
This
is
ah…
This
is
amazing!
Le
dije
que
era
su
fan
número
uno.
Nunca
antes
había
conseguido
un
autógrafo
de
alguien
famoso.
Y
estaba
listo
para
ir
a
celebrar
a
la
barra
más
cercana.
Para
mi
sorpresa,
Alexis
no
se
sentía
igual
que
yo.
Cuando
le
tocó
acercarse
a
Bootsty,
se
tapó
la
cara
lo
más
que
pudo
con
la
capucha
de
su
chaqueta,
como
si
se
estuviera
tratando
de
esconder.
Ni
siquiera
le
habló.
Me
sorprendió
esa
reacción.
Yo
pensaba
que
alguien
como
él
buscaba
autógrafos
porque
le
gustaba
conocer
gente
famosa.
Pero
Alexis
se
fue
tan
rápido,
que
tuve
que
salir
corriendo
detrás
de
él.
Yo
decía,
¿dónde
está
Alexis?
¿Qué
tal?
Me
tuve
que
ir
para
que
no
nos
vean
mucho.
Y
luego
hizo
algo
que
nunca
llegaré
a
comprender.
Vamos
a
hacer
la
fila.
Vamos
a
hacer
la
fila
de
nuevo
(risas).
Se
fue
directamente
al
final
de
la
cola
y
se
puso
en
fila
otra
vez.
Por
eso
se
había
ido
tan
rápido.
No
quería
que
Bootsy
ni
los
organizadores
del
evento
lo
reconocieran,
para
poder
conseguir
más
autógrafos.
Al
día
siguiente,
Alexis
y
yo
regresamos
al
Hotel
Península,
donde
se
estaba
quedando
Axl.
Después
de
nuestro
triunfo
con
Bootsy,
ya
le
estaba
encontrando
el
gusto
a
esta
vaina.
Y
también
me
comenzaba
a
obsesionar,
ya
no
con
la
firma
de
Axl,
sino
con
la
persistencia
de
Alexis.
Quería
entender
por
qué
se
sometía
al
frío
y
al
rechazo
con
tanta
tenacidad…
Y
fue
mientras
esperábamos
afuera
del
hotel
que
Alexis
me
contó
la
peor
parte
de
ser
un
caza-autógrafos:
los
“dealers”,
la
gente
que
se
dedica
a
buscar
firmas
para
revenderlas.
Y
se
ponen
bien
nasty
y
empujan
y
gritan
y
se
meten
en
el
medio,
y
dan
codazos.
Son
bien
hardcore
y
bien
nasty.
En
verdad
es
como
que…
Son
como
animales.
Y
ese
son
el
tipo
de
gente
que
los…
que
los
artistas
odian
y
evitan.
Los
dealers
terminan
ahuyentando
a
los
artistas.
Los
fans
y
coleccionistas
como
Alexis
son
los
que
terminan
pagando
el
precio.
Todos
justos
por
pecadores.
“No,
mano,
si
van
a
estar
así
yo
no
voy
a
firmar”,
y
se
van.
Y
nos
quedamos
todos
sin
firmas.
Esto
era
algo
que
yo
no
había
visto
todavía.
Ese
día
no
había
dealers
esperando
fuera
del
hotel,
ni
siquiera
había
otros
fans.
Solo
estaba
Alexis
con
un
par
de
álbumes
de
Guns
n’
Roses
debajo
del
brazo.
Y
por
primera
vez
en
este
proceso
largo
y
tedioso,
tuvo
un
golpe
de
suerte.
Una
SUV
negra
y
brillosa
se
acercó
a
nosotros
en
la
acera.
La
ventana
de
tinte
oscuro
se
abrió.
Adentro
había
un
chofer
que
evidentemente
se
había
interesado
por
los
álbumes
de
Alexis,
porque
los
miraba
con
mucha
insistencia.
Alexis
me
pidió
que
me
quedara
atrás
y
él
se
acercó
al
chofer.
Los
grabé
hablando
desde
lejos.
Yeah,
I’ll
be
back
like
at
six-ish-
Hope
to
see
you
here.
Tonight
or
tomorrow?
Tonight
and
tomorrow
and
the
next
day.
Everyday
until
I
get
this
fucker.
Unos
minutos
después
el
carro
se
fue
y
Alexis
me
explicó
que
era
el
chofer
de
Slash,
el
guitarrista
de
la
banda,
que
le
había
dado
información
de
cuándo
y
cómo
saldría
del
hotel
esa
noche.
Era
todo
lo
que
necesitaba
para
hacer
un
nuevo
plan.
Y
tratar
de
coger
a
Slash
al
menos
en
uno
de
mis
CDs.
Uno
es
bueno.
Y
Slash
es
crema.
Y
él
es
buena
gente
y
firma.
A
él
le
gusta.
Es
pro-fanático.
Espero
que
esté
de
buen
humor.
Un
coleccionista
extremo,
como
Alexis,
depende
de
estar
en
el
lugar
correcto
y
en
el
momento
exacto.
Así
es
como
logra
toparse
con
el
chofer
de
un
guitarrista
famoso,
casi
por
accidente.
Pero
más
importante
es
la
tenacidad.
Es
un
compromiso
que
solo
pueden
entender
los
del
propio
gremio.
Pero
ese
compromiso:
¿de
dónde
viene?
Me
imagino
que
es
distinto
para
cada
uno.
Me
quedaba
claro
que
el
hábito
de
salir
a
firmar
se
había
hecho
más
frecuente
desde
que
Alexis
se
mudó
a
Chicago.
Y
que
en
los
últimos
meses
Alexis
lo
hacía
con
un
nuevo
fervor.
Las
firmas
en
no
parecían
importarle
tanto,
era
más
bien
el
proceso
de
salir
a
buscarlas,
una
tras
otra,
como
si
hubiera
algo
en
esa
transacción
que
le
hacía
falta.
Algo
que
se
le
había
perdido,
y
que
estaba
tratando
de
encontrar.
Alexis
me
había
dicho
que
era
su
manera
de
bregar
con
las
presiones
del
día
a
día:
su
válvula
de
escape.
Pero
yo
me
sospechaba
que
había
algo
más.
No
fue
fácil
llegar
a
esto.
Aunque
lo
conozco
desde
hace
años,
Alexis
no
es
un
tipo
que
se
abre
fácilmente.
Ya
lo
han
escuchado.
Es
un
tipo
con
mucha
seguridad,
siempre
está
buscando
un
ángulo
nuevo,
alguna
ventaja
para
conseguir
su
próxima
firma,
pero
lo
hace
con
sentido
del
humor.
Se
ríe
fácilmente,
hasta
de
mismo.
Pero
yo
intuía
que
lo
de
las
firmas
era
una
cosa
seria.
Me
tardé
en
llegar
a
la
razón
de
fondo.
Creo
que
le
pregunté
por
qué
lo
hace
de
mil
maneras
y
cuando
finalmente
respondió,
digo,
cuando
finalmente
respondió
de
corazón…
Fue
como
abrir
un
grifo.
Este…
Nada,
nos
mudamos
en
el
2013.
Y
en
el
2016
a
mi
papá
le
diagnosticaron
cáncer
del
páncreas.
Que
es
pena
de
muerte
básicamente.
Estuvo…
Está
—no
estuvo—
muy
cabrón,
difícil.
La
noticia
fue
devastadora.
Es
bien
difícil
estar
acá,
a
la
distancia,
sabiendo
que
cada
día
que
pasa,
se
pierde.
Y
sabiendo
que
mi
papá
tenía
fecha
de
expiración
de
un
año.
Eso
era
lo
peor
de
todo:
estar
lejos
de
Puerto
Rico
y
de
su
familia.
Me
arrepentí
de
haberme
ido.
De
no
estar
ahí
pa’
él,
pa’
mi
mamá,
pa’
mis
hermanos,
pa’
ayudar.
Súper
fuerte.
Este…
Y
perder
a
tu
mejor
amigo…
es
difícil
(llanto).
El
padre
de
Alexis
murió
el
ocho
de
abril
de
2017.
Alexis
viajó
a
Puerto
Rico
para
el
funeral,
y
después
se
dedicó
a
encontrar
un
comprador
para
la
colección
de
tarjetas
de
béisbol
de
su
padre.
Era
una
colección
valiosa,
y
Alexis
sentía
que
tenía
que
venderla
para
repartir
el
dinero
con
su
madre
y
sus
hermanos.
Deshacerse
de
todas
esas
tarjetas
fue
uno
de
los
momentos
más
difíciles
de
su
vida.
Pero
las
vendí…
O
sea,
me
dio…
Me…
me…
me…
Se
me
rompió
el
corazón,
pero
era
algo
necesario.
Como
ejercicio
de…
de
dejar
ir
y…
Y
todavía
está
luchando
entre
despedir
a
su
papá,
y
tratar
de
mantenerlo
vivo
de
alguna
manera.
Salir
a
firmar
es
su
manera
de
procesar
el
duelo.
Pero
sí,
esto
es
algo
que
yo
hago,
y
llevo
siempre
a
mi
papá
conmigo.
Sí,
porque
siempre
me
acuerdo
cuando
era
chiquito
que
iba
con
él…
siempre.
Es
como
si
estuviera
en
el
carro
esperándome…
Puñeta…
La
noche
del
concierto
fue
la
última
vez
que
salí
con
Alexis.
A
las
11
de
la
noche
lo
llamé,
y
me
contestó
con
la
misma
actitud
de
siempre:
Baja.
cabrón,
y
camina
a
la
esquina.
Dale,
chévere.
Camina,
avanza,
cabrón,
ya
estoy
llegando.
Bye.
Bye.
Y
nos
fuimos
al
United
Center
de
Chicago,
el
coliseo
multitudinario
donde
Guns
n’
Roses
estaba
tocando.
Alexis
sabía
que
la
banda
saldría
para
la
próxima
ciudad
esa
misma
noche…
y
no
parecía
muy
optimista
con
la
idea
de
llegar
a
verlos.
Que
básicamente
la
posibilidad
que
firmen
es
negativo.
Es
cero
por
ciento.
Pero
nada…
pa’
que
los
veas
yéndose,
¿no?,
y
veas
las
guaguitas
yéndose.
Tenía
razón,
necesitábamos
algún
tipo
de
desenlace,
aunque
solo
fuera
ver
al
grupo
alejarse
en
su
autobús.
Cuando
llegamos
al
coliseo,
Alexis
se
estacionó
en
una
calle
trasera.
Es
un
experto
en
encontrar
los
espacios
que
el
público
no
ve:
las
puertas
de
atrás
y
las
zonas
de
carga
por
donde
entran
y
salen
los
artistas.
Caminamos
hasta
llegar
a
una
cerca.
A
lo
lejos
se
veían
los
autobuses
de
la
banda
y
los
camiones
de
equipo.
Y
esta
vez
no
estábamos
solos.
En
la
cerca
había
cinco
fans
que
acababan
de
salir
del
concierto.
The
show
was
fucking
insane,
it’s
my
4th
time
seeing
them…
Aunque
su
voz
suena
gruesa,
este
era
poco
más
que
un
niño.
De
unos
16
años,
nomás.
Y
me
contó
que
él
y
sus
amigos
habían
visto
el
show
cuatro
veces,
en
las
últimas
4
ciudades
donde
Guns
n’
Roses
había
tocado.
The
same
show.
It’s
still
as
good
as
the
first
time
so…
Estaban
allí
por
la
misma
razón
que
Alexis
y
yo.
Y
entonces
apareció
el
grupo,
o
al
menos
algunos
miembros.
Slash,
el
guitarrista,
y
otros
músicos
más
llegaron
con
sus
maletas
de
instrumentos.
Estaban
a
unos
quince
metros
de
distancia.
Y
Alexis…
Slash,
would
you
hook
me
up,
please!
Alexis
se
activó
tan
pronto
lo
vio.
Se
aferraba
a
la
cerca
y
le
gritaba
a
Slash
que
por
favor
le
regalara
un
autógrafo.
Solo
uno…
Slash!
Come
on,
please,
man!
Only
one…
Pero
Slash
ni
se
inmutó.
Siguió
directo
al
autobús.
Las
puertas
se
abrieron
para
dejarlo
entrar
y
luego
volvieron
a
cerrarse.
Y
desapareció.
Fail…
Fail…
Alexis
estaba
despechado.
Yo
también.
Volvimos
al
carro,
y
esta
vez
estábamos
seguros
de
que
ya
no
íbamos
a
conseguir
nada.
Pero
entonces
pasó
algo
inesperado.
Las
puertas
del
autobús
se
volvieron
a
abrir
y
apareció
una
silueta
a
contraluz.
Muchísimo
pelo
rizado
y
un
sombrero
de
copa:
era
Slash,
que
se
estaba
bajando
del
bus.
Era
todo
lo
que
hacía
falta
para
que
Alexis
saliera
corriendo.
¡Ahí
viene
a
firmar,
cabrón!
Y
yo
me
fui
con
él.
¡Wow!
Acompañado
por
su
guardaespaldas,
Slash
se
acercó
a
los
chicos
que
estaban
esperándolo
y
comenzó
a
firmarles
CDs,
camisetas
y
boletos
del
concierto
a
través
de
la
cerca.
Alexis
era
el
último
en
la
fila,
y
se
estaba
impacientando.
Aw,
man,
thanks
for
coming
over,
bro…
Pero
cuando
llegó
el
turno
de
Alexis,
Slash
lo
miró
de
arriba
abajo
y
se
detuvo.
I
don’t
trust
you.
Le
dijo
que
no
confiaba
en
él,
y
se
negó
a
firmarle.
You’re
an
ebayer.
Su
guardaespaldas
lo
acusó
de
ser
un
dealer
que
iba
a
revender
el
autógrafo
en
Ebay.
I’m
not
an
ebayer…
Alexis
les
decía
que
no.
You
got
a
ticket?
Pero
cuando
el
guardaespaldas
le
exigió
que
le
mostrara
su
boleto
del
concierto…
You
got
a
ticket
to
the
show?!
Alexis
no
tenía
nada
que
enseñarle,
porque
no
había
ido
al
concierto…
No,
no…
You
don’t
have
a
ticket
to
the
show?
Para
Slash,
esa
fue
la
gota
que
colmó
la
copa.
You
reek
of
Ebay.
Y
terminó
diciéndole
que
apestaba.
A
dealer
de
Ebay.
Fue
un
golpe
muy
bajo
para
Alexis.
Lo
estaban
acusando
de
ser
todo
lo
que
él
odia
en
el
mundo
de
los
autógrafos.
Y
no
sabía
cómo
responder.
Slash
estaba
a
punto
de
irse,
y
fue
en
ese
momento
que
decidí
romper
todas
las
reglas
del
periodismo,
y
me
metí
en
la
historia:
Hey
Slash,
this
guy…
this
guy
is
for
real.
Se
supone
que
yo
me
iba
a
dedicar
solo
a
documentar
a
Alexis,
sin
influenciar
los
hechos.
Pero
había
pasado
demasiado
tiempo
con
él
en
los
últimos
días,
y
no
quería
que
se
fuera
a
su
casa
con
las
manos
vacías.
No,
seriously,
man,
he’s
not
reselling.
Y
por
eso
le
dije
a
Slash
que
Alexis
era
un
tipo
genuino,
que
no
revendía
autógrafos.
Look
I
have
been
following
him
around
for
3
days,
he
is
my
friend.
It
really
means
a
lot
to
him.
Seriously.
Que
simplemente
era
un
fan
que
quería
un
autógrafo.
Y
Slash…
Alright,
let
me
see
this.
So
what’s
your
name?
Alexis,
Alexis…
Le
firmó.
Pero
no
sin
antes
decirle
que
no
quería
ver
el
disco
que
estaba
autografiando
en
Ebay.
If
I
see
this…
No,
dude,
I
swear
to
God,
man.
I’m
a
fan.
I
swear.
I’m
a
real
fan.
Y
luego
se
fue.
Thank
you
so
much.
Have
a
good
trip,
men.
¿Te
lo
firmó?
Sí.
Está
firmadito,
dedicado.
¿Pero
ves
lo
que
te
digo?
Unos
minutos
después,
ya
adentro
del
carro
con
Alexis,
finalmente
pude
ver
por
qué
lo
hace:
el
frío,
las
horas
muertas
de
espera,
el
rechazo
de
tantas
celebridades.
Es
difícil
de
explicar.
Esa
sensación
de
tener
un
disco
garabateado
en
las
manos,
y
pensar
que
has
logrado
algo
grande,
algo
que
a
Alexis
le
va
a
durar
el
resto
de
su
vida.
Al
menos
algo
se
firmó,
cabrón.
No
perdimos…
No
perdimos
el
“full”
entero.
No,
pero
puedo
ver
la
emoción
de
esta
mierda.
Es
un
“tripeo”.
Ya
se
fue
la
guagua
de
él.
Esperamos
un
rato
más
por
Axl,
pero
nunca
apareció.
Realmente
ya
no
nos
hacía
falta.
Eran
las
tres
de
la
mañana
cuando
regresamos
a
nuestras
casas,
y
aunque
no
habíamos
conseguido
el
autógrafo
que
Alexis
quería,
conseguimos
algo
más.
Ese
momento
en
que
Alexis
logró
convencer
a
uno
de
sus
ídolos
de
adolescencia
que
le
diera
un
autógrafo.
Y
eso
era
suficiente.
Debido
a
la
pandemia
Alexis
lleva
más
de
un
año
sin
salir
a
hacer
lo
que
más
le
gusta:
cazar
autógrafos.
Pero
nos
contó
que
Ryan
Loveless,
su
amigo
colombiano,
logró
hacer
lo
que
Luis
y
él
no
pudieron
en
este
episodio:
consiguió
que
Axl
Rose
le
firmara
un
dólar
y
le
regaló
el
billete
a
Alexis.
Es
el
mejor
regalo
de
cumpleaños
que
le
han
dado.
Luis
Trelles
es
editor
en
la
nueva
unidad
de
periodismo
narrativo
de
NPR,
el
Enterprise
Storytelling
Unit
que
cuenta
con
series
como
Rough
Translation,
Invisibilia
y
Embedded.
Vive
en
San
Juan,
Puerto
Rico.
Esta
historia
fue
editada
por
Camila
Segura
y
por
mí.
La
música
y
el
diseño
de
sonido
son
de
Andrés
Azpiri
y
Rémy
Lozano
.
El
resto
del
equipo
de
Radio
Ambulante
incluye
a
Paola
Alean,
Nicolas
Alonso,
Lisette
Arévalo,
Jorge
Caraballo,
Aneris
Casassus,
Victoria
Estrada,
Xochitl
Fabián,
Hans-Gernot
Schenk,
Fernanda
Guzmán,
Miranda
Mazariegos,
Barbara
Sawhill,
Elsa
Liliana
Ulloa,
David
Trujillo
y
Desirée
Yépez.
Carolina
Guerrero
es
la
CEO.
Radio
Ambulante
es
un
podcast
de
Radio
Ambulante
Estudios,
se
produce
y
se
mezcla
en
el
programa
Hindenburg
PRO.
Radio
Ambulante
cuenta
las
historias
de
América
Latina.
Soy
Daniel
Alarcón.
Gracias
por
escuchar.
Check out more Radio Ambulante

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► Una advertencia, en el episodio de hoy escucharán algunas palabras que no son aptas para niños. Se recomienda discreción. Bienvenidos a Radio Ambulante desde NPR. Soy Daniel Alarcón. Hoy queremos compartir con ustedes un episodio de nuestros archivos. La historia de la persona más fanática que hemos encontrado: Alexis Figueroa. Hay dos cosas que deben saber sobre Alexis antes de seguir: primero, es un puertorriqueño que vive en Chicago. Segundo, si quieren aprender algunas malas palabras puertorriqueñas —en spanglish— pues, este es el episodio para hacerlo. Porque Alexis se las sabe todas. Y las usa todo el tiempo. Desde Chicago, Luis Trelles nos trae esta historia. Aquí Luis. Son las cinco de la mañana y yo estoy en la esquina de una calle desierta, cerca del lago que domina la geografía de esta ciudad. Aunque es noviembre del 2017 y el invierno aun no ha comenzado oficialmente, hace menos de veinte grados Farenheit. Es decir como menos seis grados Celsius. Soy caribeño. Odio este frío con toda la fuerza de mi ser. Estoy a punto de abortar la misión y volver a entrar al edificio donde me estoy quedando, cuando una minivan de tamaño familiar —de esas que usan las madres suburbanas para carretear a sus hijos— para al lado mío. Vaya, ¿qué está pasando? ¿Qué pasa cabra? Alexis había venido a buscarme. Siempre que me ve, me saluda de la misma manera: “¿Qué pasa, cabra?”. Y no es solo a mí, Alexis le dice “cabra” a todo el mundo. No conozco a nadie más que utilice esa palabra para referirse a otras personas. Pero Alexis es especial. ¿Cómo estás? Acho cabrón, cansao. ¡Cierra ahí! Está friíto, ¿eh? Me estaba montando en su carro para seguirlo en su viaje. Y es que Alexis había hecho todo un plan muy elaborado para conseguir el autógrafo de uno de sus ídolos de adolescencia. You know where you are? Axl Rose. You’re in the jungle, baby. You’re gonna die! El líder de Guns n’ Roses, la banda gringa de rock pesado. Welcome to the jungle, Welcome to the jungle… El plan era este: Alexis se iba a estacionar cerca de una salida de la autopista, y luego iba a esperar hasta que se apareciera el autobús de la banda, porque sabía que estaban viajando de San Luis a Chicago para tocar en un concierto. El viaje es de cinco horas. Pero si no hay tráfico, como es de madrugada no hay tráfico, no más que camiones, van volando bajito. Así que puede ser que lleguen una hora temprano, pero van a llegar a las siete. Nada de esto era absurdo para Alexis. Al contrario, estaba preparado: incluso tenía un cómplice, Ryan Loveless, un chico de origen colombiano de 24 años que también quería un autógrafo. So they left at three a. m.… They should be here at seven… Y juntos hacían todo tipo de cálculos para adivinar a qué hora entraría el autobús a la ciudad. ¿Y qué hora es ahora mismo? Ahora son las cinco y cincuenta ¿Y entre medio qué hacemos? Nos comemos un mojón mirando los pajaritos, hablando historias de terror, hablando lo que… lo que se pueda. Porque a esta hora no hay ni gente pa’ mirar ni criticar, no hay nada con este frío. Y eso fue exactamente lo que hicimos. ¿Pero y cuándo va a estar pasando Guns n’ Roses? En cualquier momento. Estamos esperando a ver la guagua. En cualquier momento, sí. Esperar… Se están tardando… La espera desespera. Por horas… Estos cabrones que lleguen, ¡puñeta! Tengo un hambre enorme. Pero el autobús nunca apareció. Dos horas más tarde, los chicos tuvieron que poner su plan B en marcha. Ryan había conseguido el nombre del productor de Guns n’ Roses, así que su plan era llamar a todos los hoteles más lujosos de la ciudad para ver si averiguaba en cuál de todos se estaba quedando la banda. Y golpe de suerte. Al primer hotel al que llamó le dijeron que sí, que el productor se estaba quedando allí. Y vamos ahora a esperarlos allí para tan pronto se parqué la guagua, caerle. O sea, estar allí esperando ya listos. Nos fuimos para el Hotel Península, un hotel clásico de Chicago. Pero cuando llegamos… Ya están ahí. Ah, shit. Eran los autobuses gigantescos de Guns n’ Roses. Ya estaban estacionados frente al hotel. ¿Ya están ahí? Fail… Sí. We failed. Alexis lo supo desde el momento que vio los autobuses. Su plan de esperar el bus de Axl Rose en la autopista había fallado miserablemente. Habíamos perdido mucho tiempo, y Alexis se temía que los miembros de la banda ya habían entrado al hotel, y que había perdido su oportunidad de firmarlo. Y lo peor del caso es que esta no era la primera vez que le pasaba esto. Alexis lleva más de una década tratando de conseguir el autógrafo de Axl. Y esta vez yo estaba empeñado en seguirlo hasta que lo lograra. Conozco a Alexis desde hace muchos años, y siempre ha sido igual: un tipo gordito que suele vestirse con ropa sport, sudaderas, t-shirts… No estaría fuera de lugar como un extra en alguno de esos shows de mafiosos gringos. Y desde que lo conozco, siempre ha sido un coleccionista. Es algo que heredó de su papá, que coleccionaba sellos o estampillas. Él tenía una colección de filatelia sólida. Y pues por eso yo siempre lo ayudaba y entonces sé mucho de… yo sabía mucho de países, de… de todo porque uno ve los sellos y los pone. Estábamos horas muertas haciendo eso. Y así fue como empezó a crear sus propias colecciones. De cómics, por ejemplo. O de monedas. Iba con su viejo al banco, y cambiaba veinte dólares en moneditas de un centavo, para luego buscar las que tenían imperfecciones o fallas. Y esas eran las que guardaba. Las especiales. La fiebre de los autógrafos vino después, a los diez años, cuando su papá le regaló una caja de zapatos llena de lo que se conoce en Puerto Rico como “cartas de pelota”. Fuera de Estados Unidos y el Caribe, quizá esto no se va entender, pero, para algunos fanáticos del béisbol, la colección de estas tarjetas que tienen la foto de los jugadores en la parte de enfrente es una tradición casi sagrada. Son talismanes que acercan a chicos como Alexis a sus jugadores favoritos. Algo así como los álbumes de Panini para los Mundiales de fútbol. Y bueno, en esa primera caja llena de tarjetas de pelota… Vino una carta de 1968 de Mickey Mantle toda jodía. Hecha mierda. Mickey Mantle. Un jugador súper estrella de los Yankees de Nueva York que jugó en las Grandes Ligas durante los años cincuenta y sesenta. Uno de los grandes. (Risas) El tipo era una bestia peluda. Era como encontrar una carta de Pelé en sus años de gloria. Y para colmo era valiosa. en aquella época, los ochentas, esa tarjeta valía como cien dólares, lo mismo que ellos habían pagado por esa caja que contenía cientos de tarjetas. Alexis se enganchó, quería coleccionar todas las tarjetas que pudiera. Luego su padre comenzó a llevarlo a los juegos de béisbol de la liga invernal puertorriqueña, donde los profesionales de Estados Unidos iban a jugar cuando se terminaba la temporada de Grandes Ligas. Peligroso center. Right center. La bola pica fácilmente hacia la segunda base. Ramón Ravilés todavía está en lo profundo del right center, hasta la tercera veterano, viene relevo… ¡Fácilmente! En aquella época, los juegos de béisbol tenían ambiente de fiesta patronal, de provincia. Todos se conocían, y las grandes estrellas profesionales compartían con el público, incluso durante el juego, entre una jugada y otra. El papá de Alexis lo llevaba al parque de San Juan todos los días, y él aprovechaba para que le firmaran todas las tarjetas que podía. Además, pa’ los ochentas, pa’ ese tiempo no, nadie… O sea, los peloteros firmaban autógrafos, era como un placer para ellos, era un… Como se sentían como con un deber: tenían que ir a firmar. Eran bien buena gentes todos. Cuando llegó a la adolescencia, Alexis ya tenía las firmas de todos sus ídolos peloteros. Después de hacer beísbol quince años, fue como que hubo un downtime, porque ya tenía a todo el mundo. Y fue como que: “Ah, ¿qué voy a hacer ahora?”. Entonces pasó a las estrellas de cine y de rock. En Puerto Rico se filman muchas películas y empecé a hacer cine. Y hay conciertos. No muchos, porque para ese tiempo no había mucho concierto, pero cuando había conciertos de rock, iba. Y nunca paró de conseguir autógrafos. Hoy en día tiene más de sesenta mil: de artistas, deportistas, políticos. Todos famosos, claro. En su casa de Chicago me mostró cientos de discos y dvds que le han firmado: John Travolta, Bette Midler. La hostia, este es mi favorito: Robert DeNiro. Anthony Hopkins en “Silence of the Lambs”. Tiene los autógrafos de cuatro presidentes de Estados Unidos, y de los últimos cinco gobernadores de Puerto Rico. Le firman libros, fotos, un pedazo de papel, donde sea que puedan poner la firma. Debo decir que yo nunca he conseguido un autógrafo en mi vida, pero Alexis tenía firmas que hasta a mí me gustaría tener. Radiohead, de las bandas más difíciles de firmar de todas. Alexis se define como un coleccionista extremo. Lo más importante es conseguir las firmas él mismo, siempre que pueda. Y entonces, los autógrafos más importantes son lo que todavía no ha podido conseguir. Sobre todo los de los ídolos de su juventud. Y su ídolo más importante, claro Axl Rose, de Guns n’ Roses Porque soy fanático, y crecí escuchando el… el “Appetite for Destruction”. Fue el primer cassette que yo me compré con mis chavos. Y le di paleta y paleta y paleta y… Chavos: es decir dinero. Cuando salió en los años ochentas, Alexis se lo compró con su propio dinero. Y le dio tanta paleta, o sea, que lo escuchó tanto, que la cinta se dañó. Y me compré otro igual. Porque ese cassette estaba fuera de control. Y como Alexis comenzó a buscar firmas cuando vivía en Puerto Rico, una isla a la que Guns n’ Roses nunca iba, conseguir un autógrafo de alguno de los de esa banda era imposible. Hasta el 2006, cuando Guns n’ Roses tuvo su primer concierto en San Juan. Y obviamente Alexis estuvo ahí. Ya era un adulto de treinta años, un profesional que trabajaba en publicidad. Pero nunca había dejado de coleccionar autógrafos. Y ese concierto era una oportunidad única para conseguir una de las firmas más deseadas. Y estuvo cerca. Tan cerca que literalmente se chocó con Axl luego del concierto. Alexis lo estaba esperando, cerca de la puerta trasera del coliseo. Era la única persona que estaba allí, y Axl salió corriendo. Salió, papo, corriendo así, no sabía ni donde estaba. Me pasó por el lado, así, y hasta me chocó y todo con el hombro, así corriendo a lo loco. Demás está decir que Alexis se quedó sin su autógrafo. En el 2016, ya en Chicago, tuvo una segunda oportunidad. Otro concierto, otro tour del grupo legendario. Y otra vez fracasó. Pero Alexis, no es de los que se rinde fácilmente. A la tercera va la vencida. Ojalá. Yo estaba allí para documentarlo, pero no había empezado bien. El plan de interceptar el autobús de Axl había fracasado. Y a mí me daba la sensación de que Alexis nunca iba a conseguir ese autógrafo. Pero aquí hay que entender una cosa. Y es que hasta el fracaso le divierte a Alexis. Nos habíamos despertado a las cinco de la mañana, y luego esperamos más de dos horas por un autobús que nunca llegó. Lo más probable es que los miembros de la banda ya estarían durmiendo dentro del hotel. Yo también estaba listo para volver a la cama. Pero Alexis no. Una vez que llegamos al Hotel Península, Alexis insistió en bajarse de su miniván para inspeccionar los autobuses parqueados. Aún tenía la esperanza de que Axl estuviera dentro de uno de ellos… Deben estar en la guagua esperando para bajarse. Yo espero. Si no, estamos jodidos. Y típico: tan pronto nos bajamos de su miniván comenzó a caer una llovizna helada. Como quiera, tú lo ves difícil. Sí, porque está lloviendo hoy nasty. Alexis no quería volver al carro. Quería estar cerca de los autobuses, para poder acercarse a los miembros de la banda cuando se bajaran. Así que decidimos esperar en la acera frente al hotel, debajo del toldo de un café que apenas nos resguardaba. Y la llovizna se convirtió en una tormenta. Está lloviendo de verdad. ¡Es huracán, cabrón! María está cayéndole pa’ acá. Esperar es una mierda. Esperar en la lluvia es más mierda. Esperar en la lluvia con frío es más mierda todavía. Ya yo no sentía los dedos del pie por lo congelados que estaban cuando Alexis finalmente tiró la toalla. Eran más o menos las diez de la mañana. Los autobuses seguían parqueados, como si nada. Nunca llegamos a saber si los del grupo se habían quedado dormidos adentro, si habían entrado al hotel o qué. ¿Qué pasó? ¿Se acabó? Ah, sí, loco, yo no estoy pa’. Estoy cansado, no quiero esperar tanto. Me dice que sí, que está cansado, que no quiere esperar tanto. Fue una retirada táctica. Una vez que volvimos a entrar a su carro, Alexis me explicó que no se iba a dar por vencido. Y a última instancia, el día del concierto venimos, y lo esperamos antes de… antes de que salga pal concierto, porque tiene que cruzar por el frente de… de nosotros para ir a la guagua. Es raro que él firme yendo para el concierto, pero como ha cambiado ha estado un poco más… más buena gente… Quiero dejar algo claro, para que conste. Nos habíamos levantado mucho antes del amanecer, y luego esperamos en total unas seis horas por un autógrafo que Alexis no consiguió. Me sentía frustrado, lo admito. Me parece una reacción bastante normal. Pero Alexis no. Hay que entender que él hace esto muy a menudo. Cuando me dijo que era un coleccionista extremo, no estaba exagerando. Más que un pasatiempo, su obsesión con los autógrafos me parecía una forma muy particular de autoflagelación psicológica. No podía entender por qué un hombre adulto puede pasar tanto trabajo, tanto tiempo y tanto esfuerzo para conseguir estas firmas. A menos que viera su colección como una inversión, una manera de hacer dinero. Pero no. Esto no es un negocio para Alexis. Todo lo contrario. Sí, si yo vendo toda esta mierda… hay par de pesos aquí. Pero, no los vendo. Siempre me ofrecen comprarme las cosas, los dealers. Los dealers, es decir, la gente que se dedica a conseguir autógrafos de celebridades para revenderlos. Yo las firmo y me ofrecen chavos allí al momento, pa’ que se las venda pa’ ellos venderla por allá al triple. Yo nunca vendo ná. A Alexis no le gusta ponerle un precio a su colección, pero en más de una ocasión me mencionó que probablemente tiene más de doscientos mil dólares en autógrafos. Doscientos mil. No lo podía creer. Es mucha plata. Suficiente para comprar un buen apartamento en Puerto Rico, o comenzar un negocio propio. Pero Alexis no vende sus autógrafos. La gran pregunta, Alexis: ¿por qué? ¿Por qué lo haces? Porque sí. Es que no tiene… no tiene razón de ser. Es una estupidez realmente, si te pones a pensar, es completamente una estupidez. Pero es una estupidez que me gusta y me despeja la mente de la vida, del diario, de mi casa. Me saca de los problemas. Si estoy teniendo un mal día, me voy a firmar. Y aunque no me firmen la paso bien. Quizá es aquí que comencé a entenderlo. Alguna gente hace yoga. Otros se juntan con los amigos a jugar póker. A otros les gusta probar recetas nuevas, a ver qué tal les salen en su propia cocina. Esa necesidad humana de aliviar las tensiones diarias, de buscar una válvula de escape, es algo que todos buscamos. Y lo que a alguien le parece relajante y placentero, a otro le puede parecerle desagradable y hasta incomprensible. Desde que se mudó a Chicago, su hobby se ha vuelto aún más importante. No siempre había sido así. Antes de mudarse, Alexis tenía una galería de arte exitosa en Puerto Rico, pero en 2012 a su esposa le ofrecieron un trabajo en Chicago. Ella trabaja en publicidad, y la habían llamado de una agencia importante… Y ella me dice: “Mano, mi sueño siempre, mi manera de… de vida era llegar afuera, y ella… y ella… o sea trabajar afuera. Que alguien me llamara de una agencia grande y me llamaron”. Y… y yo de esposo, mi trabajo como esposo es, pues complacer a tu familia y que todos estén felices. Entonces Alexis, su esposa, y sus dos hijos pequeños se mudaron a Chicago. La familia llegó a la ciudad en enero del 2013, en medio de un invierno muy crudo. Las noticias reportaban que en el zoológico de la ciudad… Iban a meter al oso polar adentro, porque tenía frío. Eso es pa’ que tu sepas el frío que hacía. Y esa fue la bienvenida que les dio la ciudad. Alexis pasó a ser un padre a tiempo completo. Y creo que le gusta. Aunque también tiene sus opiniones muy particulares al respecto. Simplemente tienes que hacer lo que puedes y play it by ear, tratar de hacer lo mejor. Pero está difícil. Y no y no te… te llega un cheque todas las semanas, papá. Estás jodiéndote trabajando veinte horas corridas con los nenes. Yo mientras esté… mientras se acabe el día y yo los vea a los dos vivos siento que hice mi trabajo bien. Y para tratar de encontrar algún sentido de normalidad dentro de esa nueva realidad, Alexis recurrió a su viejo hábito de buscar autógrafos. Después del corte Alexis se abre camino en una nueva ciudad y tiene un encuentro con Guns n Roses, pero no de la manera que esperaba. Una pausa y volvemos. Radio Ambulante y el siguiente mensaje son patrocinados por Wise, la nueva forma de enviar, pagar y recibir dinero internacionalmente. Con Wise, puedes ahorrar más y preocuparte menos. Siempre obtendrás el tipo de cambio medio del mercado, cuando envíes dinero a 80 países. 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Dos veces por semana, buscan entre todas las tonterías que hay, comparten sus reacciones y te dan un resumen de lo que sí vale la pena. Escucha Pop Culture Happy Hour todos los miércoles y jueves. Ambulantes, quiero invitarlos a escuchar otro podcast que creo les va gustar: el podcast de TED en Español. Cada semana traen las mejores ideas en nuestro idioma a través de charlas o conversaciones. En esta nueva temporada, se hacen preguntas, como: ¿Cuál es la diferencia entre lo que percibimos y lo que realmente sucede? ¿Cómo podemos tener ciudades con aire más limpio? ¿Hay vida fuera de la Tierra? ¿A qué desafíos éticos nos enfrentamos con la edición de nuestros genes? ¿Cuáles son las ventajas de ser bilingüe? Y muchas más. Los invito a escuchar TED en Español de manera gratuita en cualquier aplicación de podcasts o en TEDenEspanol.com. Ideas en nuestro idioma. Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Soy Daniel Alarcón. Chicago no es San Juan. No solo por el frío, que es francamente chocante para cualquier caribeño. Sino también porque la oferta cultural para un coleccionista como Alexis era como llegar a las grandes ligas. Luis Trelles nos sigue contando. No fue fácil, pero con el tiempo Alexis empezó a ver posibilidades en Chicago que nunca hubiera tenido en Puerto Rico. Es una gran ciudad, todo tipo de artistas y deportistas pasan por allí. Aquí todos los días uno… uno puede firmar. Entonces, pues, mano, después de estar todo el día con los nenes, tan pronto mi esposa llega, mano, yo tengo que yo… necesito un break. Entonces me voy a firmar. Empecé a firmar todos los días otra vez. Las oportunidades son tan abundante que Alexis hace una lista detallada de todos los conciertos y las presentaciones diarias que va a haber en la ciudad. Y me la enseñó. El calendario estaba lleno por los próximos seis meses. Léeme las fechas y a quién tienes ahí. Dream Theater… Una banda de Heavy Metal Progresivo… Mañana es Bootsy Collins… Legendario bajista de funk… El domingo es Alan Alda. Actor de comedias setenteras. El cinco también es Wayne Newton. Cantante conocido internacionalmente por el kitsch desbordante de sus presentaciones en Las Vegas. Herb Alpert el seis y el siete. Trompetista de smooth jazz… Y nada, en medio de todo eso, el plato fuerte: Guns n’ Roses. O sea, Alexis es una máquina de conseguir autógrafos. Una bestia peluda, como él mismo diría. Nunca para. Para que quede claro, esa misma tarde, después de haber madrugado y fracasado en el intento de conseguir la firma de Axl Rose, Alexis me volvió a buscar. Tenía una nueva misión: conseguir el autógrafo del legendario bajista de funk: Bootsy Collins. Si conoces la música de James Brown o Parliament-Funkadelic, has escuchado a Bootsy. Entonces, de camino a conseguir su autógrafo, Alexis me explicó que para él, Bootsy Collins. ¡Es una leyenda que yo pensaba que estaba muerta, loco, es increíble! ¡Pero no, está vivo todavía! Y ese día iba a estar en un evento diseñado para fans como él: para firmar álbumes y que la gente se pudiera tomar fotos con Bootsy. En inglés se le llama un Meet & Greet. Cuando llegamos al lugar, había una fila que le daba la vuelta a la manzana: más de trescientas personas. Casi todos con sus discos debajo del brazo. Y claro, el que más álbumes tenía era Alexis. Eran tantos, que los otros fans en la fila se acercaron a él para ver los discos que había traído. Fue la primera vez que pude ver el mundo de los coleccionistas en acción. Cómo hablan y se acercan los unos a los otros. Cómo comparan discos y objetos que para cualquier otra persona no tienen ningún valor, pero para ellos sí. Fue bonito, en realidad, darme cuenta que Alexis pertenece a un mundo. No está solo. Su obsesión es compartida y comprendida. So, how did you decide which ones? I brought them all… (Risas) I brought everything. Those are all the ones you have? Yeah… Había traído seis álbumes de vinilo. Mucho más que los otros en la fila. Y es que con Alexis un solo autógrafo nunca es suficiente. Siempre quiere más. Y está dispuesto a hacer casi cualquier cosa con tal de conseguirlo. En esta ocasión me reclutó para conseguir firmas adicionales, porque era un evento donde solo se podía firmar un solo álbum por persona. Y así fue como acabé en la fila con él, para pedirle una firma a Bootsy. Uy, lo puedo ver. Ahora sí que siento la expectativa… (Risas) Bootsy está… De buen humor. Y como… como uno esperaría que estuviera Bootsy, con su… Vestido de los setentas todavía. Su sombrero, sus gafitas, sus prendas al garete… Con su sombrero alto y psicodélico, gafas en forma de estrellas y botas con plataformas de tres pulgadas, Bootsy parecía que acababa de salir de “Alicia en el País de las Maravillas”, pero en versión funk de los setentas. Y nos firmó. Y debo confesar que es emocionante. Minutos antes, Alexis tuvo que explicarme quién carajos era Bootsy. Cuando por fin lo tuve delante, no me pude controlar: I’m a big fan, man. This is ah… This is amazing! Le dije que era su fan número uno. Nunca antes había conseguido un autógrafo de alguien famoso. Y estaba listo para ir a celebrar a la barra más cercana. Para mi sorpresa, Alexis no se sentía igual que yo. Cuando le tocó acercarse a Bootsty, se tapó la cara lo más que pudo con la capucha de su chaqueta, como si se estuviera tratando de esconder. Ni siquiera le habló. Me sorprendió esa reacción. Yo pensaba que alguien como él buscaba autógrafos porque le gustaba conocer gente famosa. Pero Alexis se fue tan rápido, que tuve que salir corriendo detrás de él. Yo decía, ¿dónde está Alexis? ¿Qué tal? Me tuve que ir para que no nos vean mucho. Y luego hizo algo que nunca llegaré a comprender. Vamos a hacer la fila. Vamos a hacer la fila de nuevo (risas). Se fue directamente al final de la cola y se puso en fila otra vez. Por eso se había ido tan rápido. No quería que Bootsy ni los organizadores del evento lo reconocieran, para poder conseguir más autógrafos. Al día siguiente, Alexis y yo regresamos al Hotel Península, donde se estaba quedando Axl. Después de nuestro triunfo con Bootsy, ya le estaba encontrando el gusto a esta vaina. Y también me comenzaba a obsesionar, ya no con la firma de Axl, sino con la persistencia de Alexis. Quería entender por qué se sometía al frío y al rechazo con tanta tenacidad… Y fue mientras esperábamos afuera del hotel que Alexis me contó la peor parte de ser un caza-autógrafos: los “dealers”, la gente que se dedica a buscar firmas para revenderlas. Y se ponen bien nasty y empujan y gritan y se meten en el medio, y dan codazos. Son bien hardcore y bien nasty. En verdad es como que… Son como animales. Y ese son el tipo de gente que los… que los artistas odian y evitan. Los dealers terminan ahuyentando a los artistas. Los fans y coleccionistas como Alexis son los que terminan pagando el precio. Todos justos por pecadores. “No, mano, si van a estar así yo no voy a firmar”, y se van. Y nos quedamos todos sin firmas. Esto era algo que yo no había visto todavía. Ese día no había dealers esperando fuera del hotel, ni siquiera había otros fans. Solo estaba Alexis con un par de álbumes de Guns n’ Roses debajo del brazo. Y por primera vez en este proceso largo y tedioso, tuvo un golpe de suerte. Una SUV negra y brillosa se acercó a nosotros en la acera. La ventana de tinte oscuro se abrió. Adentro había un chofer que evidentemente se había interesado por los álbumes de Alexis, porque los miraba con mucha insistencia. Alexis me pidió que me quedara atrás y él se acercó al chofer. Los grabé hablando desde lejos. Yeah, I’ll be back like at six-ish- Hope to see you here. Tonight or tomorrow? Tonight and tomorrow and the next day. Everyday until I get this fucker. Unos minutos después el carro se fue y Alexis me explicó que era el chofer de Slash, el guitarrista de la banda, que le había dado información de cuándo y cómo saldría del hotel esa noche. Era todo lo que necesitaba para hacer un nuevo plan. Y tratar de coger a Slash al menos en uno de mis CDs. Uno es bueno. Y Slash es crema. Y él es buena gente y firma. A él le gusta. Es pro-fanático. Espero que esté de buen humor. Un coleccionista extremo, como Alexis, depende de estar en el lugar correcto y en el momento exacto. Así es como logra toparse con el chofer de un guitarrista famoso, casi por accidente. Pero más importante es la tenacidad. Es un compromiso que solo pueden entender los del propio gremio. Pero ese compromiso: ¿de dónde viene? Me imagino que es distinto para cada uno. Me quedaba claro que el hábito de salir a firmar se había hecho más frecuente desde que Alexis se mudó a Chicago. Y que en los últimos meses Alexis lo hacía con un nuevo fervor. Las firmas en sí no parecían importarle tanto, era más bien el proceso de salir a buscarlas, una tras otra, como si hubiera algo en esa transacción que le hacía falta. Algo que se le había perdido, y que estaba tratando de encontrar. Alexis me había dicho que era su manera de bregar con las presiones del día a día: su válvula de escape. Pero yo me sospechaba que había algo más. No fue fácil llegar a esto. Aunque lo conozco desde hace años, Alexis no es un tipo que se abre fácilmente. Ya lo han escuchado. Es un tipo con mucha seguridad, siempre está buscando un ángulo nuevo, alguna ventaja para conseguir su próxima firma, pero lo hace con sentido del humor. Se ríe fácilmente, hasta de sí mismo. Pero yo intuía que lo de las firmas era una cosa seria. Me tardé en llegar a la razón de fondo. Creo que le pregunté por qué lo hace de mil maneras y cuando finalmente respondió, digo, cuando finalmente respondió de corazón… Fue como abrir un grifo. Este… Nada, nos mudamos en el 2013. Y en el 2016 a mi papá le diagnosticaron cáncer del páncreas. Que es pena de muerte básicamente. Estuvo… Está —no estuvo— muy cabrón, difícil. La noticia fue devastadora. Es bien difícil estar acá, a la distancia, sabiendo que cada día que pasa, se pierde. Y sabiendo que mi papá tenía fecha de expiración de un año. Eso era lo peor de todo: estar lejos de Puerto Rico y de su familia. Me arrepentí de haberme ido. De no estar ahí pa’ él, pa’ mi mamá, pa’ mis hermanos, pa’ ayudar. Súper fuerte. Este… Y perder a tu mejor amigo… es difícil (llanto). El padre de Alexis murió el ocho de abril de 2017. Alexis viajó a Puerto Rico para el funeral, y después se dedicó a encontrar un comprador para la colección de tarjetas de béisbol de su padre. Era una colección valiosa, y Alexis sentía que tenía que venderla para repartir el dinero con su madre y sus hermanos. Deshacerse de todas esas tarjetas fue uno de los momentos más difíciles de su vida. Pero las vendí… O sea, me dio… Me… me… me… Se me rompió el corazón, pero era algo necesario. Como ejercicio de… de dejar ir y… Y todavía está luchando entre despedir a su papá, y tratar de mantenerlo vivo de alguna manera. Salir a firmar es su manera de procesar el duelo. Pero sí, esto es algo que yo hago, y llevo siempre a mi papá conmigo. Sí, porque siempre me acuerdo cuando era chiquito que iba con él… siempre. Es como si estuviera en el carro esperándome… Puñeta… La noche del concierto fue la última vez que salí con Alexis. A las 11 de la noche lo llamé, y me contestó con la misma actitud de siempre: Baja. cabrón, y camina a la esquina. Dale, chévere. Camina, avanza, cabrón, ya estoy llegando. Bye. Bye. Y nos fuimos al United Center de Chicago, el coliseo multitudinario donde Guns n’ Roses estaba tocando. Alexis sabía que la banda saldría para la próxima ciudad esa misma noche… y no parecía muy optimista con la idea de llegar a verlos. Que básicamente la posibilidad que firmen es negativo. Es cero por ciento. Pero nada… pa’ que los veas yéndose, ¿no?, y veas las guaguitas yéndose. Tenía razón, necesitábamos algún tipo de desenlace, aunque solo fuera ver al grupo alejarse en su autobús. Cuando llegamos al coliseo, Alexis se estacionó en una calle trasera. Es un experto en encontrar los espacios que el público no ve: las puertas de atrás y las zonas de carga por donde entran y salen los artistas. Caminamos hasta llegar a una cerca. A lo lejos se veían los autobuses de la banda y los camiones de equipo. Y esta vez no estábamos solos. En la cerca había cinco fans que acababan de salir del concierto. The show was fucking insane, it’s my 4th time seeing them… Aunque su voz suena gruesa, este era poco más que un niño. De unos 16 años, nomás. Y me contó que él y sus amigos habían visto el show cuatro veces, en las últimas 4 ciudades donde Guns n’ Roses había tocado. The same show. It’s still as good as the first time so… Estaban allí por la misma razón que Alexis y yo. Y entonces apareció el grupo, o al menos algunos miembros. Slash, el guitarrista, y otros músicos más llegaron con sus maletas de instrumentos. Estaban a unos quince metros de distancia. Y Alexis… Slash, would you hook me up, please! Alexis se activó tan pronto lo vio. Se aferraba a la cerca y le gritaba a Slash que por favor le regalara un autógrafo. Solo uno… Slash! Come on, please, man! Only one… Pero Slash ni se inmutó. Siguió directo al autobús. Las puertas se abrieron para dejarlo entrar y luego volvieron a cerrarse. Y desapareció. Fail… Fail… Alexis estaba despechado. Yo también. Volvimos al carro, y esta vez estábamos seguros de que ya no íbamos a conseguir nada. Pero entonces pasó algo inesperado. Las puertas del autobús se volvieron a abrir y apareció una silueta a contraluz. Muchísimo pelo rizado y un sombrero de copa: era Slash, que se estaba bajando del bus. Era todo lo que hacía falta para que Alexis saliera corriendo. ¡Ahí viene a firmar, cabrón! Y yo me fui con él. ¡Wow! Acompañado por su guardaespaldas, Slash se acercó a los chicos que estaban esperándolo y comenzó a firmarles CDs, camisetas y boletos del concierto a través de la cerca. Alexis era el último en la fila, y se estaba impacientando. Aw, man, thanks for coming over, bro… Pero cuando llegó el turno de Alexis, Slash lo miró de arriba abajo y se detuvo. I don’t trust you. Le dijo que no confiaba en él, y se negó a firmarle. You’re an ebayer. Su guardaespaldas lo acusó de ser un dealer que iba a revender el autógrafo en Ebay. I’m not an ebayer… Alexis les decía que no. You got a ticket? Pero cuando el guardaespaldas le exigió que le mostrara su boleto del concierto… You got a ticket to the show?! Alexis no tenía nada que enseñarle, porque no había ido al concierto… No, no… You don’t have a ticket to the show? Para Slash, esa fue la gota que colmó la copa. You reek of Ebay. Y terminó diciéndole que apestaba. A dealer de Ebay. Fue un golpe muy bajo para Alexis. Lo estaban acusando de ser todo lo que él odia en el mundo de los autógrafos. Y no sabía cómo responder. Slash estaba a punto de irse, y fue en ese momento que decidí romper todas las reglas del periodismo, y me metí en la historia: Hey Slash, this guy… this guy is for real. Se supone que yo me iba a dedicar solo a documentar a Alexis, sin influenciar los hechos. Pero había pasado demasiado tiempo con él en los últimos días, y no quería que se fuera a su casa con las manos vacías. No, seriously, man, he’s not reselling. Y por eso le dije a Slash que Alexis era un tipo genuino, que no revendía autógrafos. Look I have been following him around for 3 days, he is my friend. It really means a lot to him. Seriously. Que simplemente era un fan que quería un autógrafo. Y Slash… Alright, let me see this. So what’s your name? Alexis, Alexis… Le firmó. Pero no sin antes decirle que no quería ver el disco que estaba autografiando en Ebay. If I see this… No, dude, I swear to God, man. I’m a fan. I swear. I’m a real fan. Y luego se fue. Thank you so much. Have a good trip, men. ¿Te lo firmó? Sí. Está firmadito, dedicado. ¿Pero ves lo que te digo? Unos minutos después, ya adentro del carro con Alexis, finalmente pude ver por qué lo hace: el frío, las horas muertas de espera, el rechazo de tantas celebridades. Es difícil de explicar. Esa sensación de tener un disco garabateado en las manos, y pensar que has logrado algo grande, algo que a Alexis le va a durar el resto de su vida. Al menos algo se firmó, cabrón. No perdimos… No perdimos el “full” entero. No, pero puedo ver la emoción de esta mierda. Es un “tripeo”. Ya se fue la guagua de él. Esperamos un rato más por Axl, pero nunca apareció. Realmente ya no nos hacía falta. Eran las tres de la mañana cuando regresamos a nuestras casas, y aunque no habíamos conseguido el autógrafo que Alexis quería, conseguimos algo más. Ese momento en que Alexis logró convencer a uno de sus ídolos de adolescencia que le diera un autógrafo. Y eso era suficiente. Debido a la pandemia Alexis lleva más de un año sin salir a hacer lo que más le gusta: cazar autógrafos. Pero nos contó que Ryan Loveless, su amigo colombiano, logró hacer lo que Luis y él no pudieron en este episodio: consiguió que Axl Rose le firmara un dólar y le regaló el billete a Alexis. Es el mejor regalo de cumpleaños que le han dado. Luis Trelles es editor en la nueva unidad de periodismo narrativo de NPR, el Enterprise Storytelling Unit que cuenta con series como Rough Translation, Invisibilia y Embedded. Vive en San Juan, Puerto Rico. Esta historia fue editada por Camila Segura y por mí. La música y el diseño de sonido son de Andrés Azpiri y Rémy Lozano . El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Paola Alean, Nicolas Alonso, Lisette Arévalo, Jorge Caraballo, Aneris Casassus, Victoria Estrada, Xochitl Fabián, Hans-Gernot Schenk, Fernanda Guzmán, Miranda Mazariegos, Barbara Sawhill, Elsa Liliana Ulloa, David Trujillo y Desirée Yépez. Carolina Guerrero es la CEO. Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, se produce y se mezcla en el programa Hindenburg PRO. Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.

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